El cielo y el infierno

tan íntima y estrecha que la conjunción entre el viento y los trazos que surgen de manera ... Como las venas se evidencian debajo de la piel. Las marcas y.
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24 | ADN CULTURA | Viernes 21 de diciembre de 2012

Arte homenaje

A sala llena con Miguel Ocampo Sonia Decker Para la nacion

S

ala llena, mucho afecto y el festejo del cumpleaños número noventa de Miguel Ocampo. Incansable y de buen humor, trabaja en La Cumbre, Córdoba. Desde su lugar, sentado, aprueba los cuadros que le sugerimos para esta “celebración” que él se obstinó en que fuera del perfil más bajo posible. Todo fue grato. En una sala luminosa y neta, lo suficientemente grande como para disfrutar de una muestra importante. Los grandes hombres son así: hacen que lo importante parezca simple, pero saben cómo transmitirlo en apretada síntesis. Una veintena de obras de distintos momentos de su trayectoria artística, desde su Invernáculo realizado en París en 1949 hasta la moderna concepción de las abstracciones de 2012, resume su vínculo purísimo con la pintura y una inusual coherencia. Miguel Ocampo pinta para su goce personal. Y es ese diálogo maravilloso de su pintura con él mismo lo que emociona. Para él, pintar es vivir, y ha sido lo que le ha dado sentido a su existencia. Su aporte a la concepción de un “arte nuevo” desde los años 50 revolucionó la imagen de la pintura, al poner en valor la preponderancia de la línea y la síntesis como principios rectores. La geometría, eje de su estructura “dibujística” y del orden que la rige, se convertirá más tarde en ramas y troncos que no son más que líneas rectas y curvas. Sobresalen entre los pajonales transformando el espacio en una pasión contenida y emocionante. El paisaje de La Cumbre, su lugar en el mundo desde hace más de 35 años, se hace carne en su pintura. Miguel Ocampo no sólo pinta lo que ve: su relación con el entorno es tan íntima y estrecha que la conjunción entre el viento y los trazos que surgen de manera espontánea confirman que su vida y su arte son una sola cosa. Pintar es un acto generoso que forma parte de su esencia. La inauguración de esta muestra fue también la celebración de una vida rica, no sólo en experiencias personales, y un silencioso balance en retrospectiva. Mirar hacia atrás para confirmar, aquí y ahora, la condición del artista desde la alegría, la coherencia y la generosidad. C

Ficha: Obras de Miguel Ocampo en la Sala Miguel Ocampo (www.salamiguelocampo.com) en La Cumbre, Córdoba

Sin título, tinta sobre tela, 2012

muestras

El cielo y el infierno Minimalista alucinógeno, Julián Terán demuestra en la galería Nora Fisch su talento para conciliar opuestos

Daniel Molina Para la nacion

E

n su libro La estructura fractal de la naturaleza (Tusquets ha publicado la versión castellana), Benoît Mandelbrot propuso el nombre de fractal para los objetos geométricos cuya estructura básica, fragmentada o irregular, se repite a diferentes escalas. Los objetos fractales son demasiado irregulares para ser descriptos en términos geométricos tradicionales y, además, se componen de copias más pequeñas de la misma figura. Es decir: el fractal se forma con fractales; y esas copias son similares en

todo al conjunto mayor, salvo por el tamaño. Además de los objetos puros de las matemáticas, también hay fractales naturales: las costas de los fiordos, por ejemplo. Los fractales naturales no son exactamente iguales a los matemáticos, ya que en los naturales las similitudes son estadísticas y sólo ocurren en algunos rangos de escala. Los dibujos de Julián Terán (La Plata, 1977) semejan representaciones cimarronas de fractales naturales imaginarios. Cimarronas porque, más que producir fractales, parecen rimas de terrenos que no existen, como barrancos o valles que no terminan de conformarse. Como se puede ver en su muestra Intermedio impenetrable, sus dibujos son también anamorfosis que generan figuras que mezclan lo geológico

con lo animal. Lo blanco y lo negro. Lo vivo y lo muerto. El cielo y el infierno. Terán apuesta al dibujo a mano alzada. En las obras que presenta en esta muestra utiliza tinta negra sobre tela y papel blancos. En el mural de 9 metros de largo (titulado Ashes in the Air) que realizó sobre una de las paredes del Mamba, usó grafito. Es un minimalista alucinógeno. Con elementos mínimos (mucho más blanco que negro, grises creados por la asociación del fondo y el trazo), produce, más que objetos, sensaciones. En la página web Bola de Nieve, Terán ha definido con precisión su método de trabajo: “Creo la imagen con un software para generar topografías de terreno, pero previo a eso trazo las formas o concavidades que quiero crear sobre una cuadrícula numerada en los ejes cartesianos; los datos con las altitudes de cada punto de cruce son ingresados en la computadora para generar la imagen; luego de algunos retoques con otros programas transfiero las líneas guía del dibujo al papel y continúo agregando líneas hasta lograr la densidad que deseo. El resultado final tiene poco que ver con el origen digital de la imagen. El pulso vivo del trazo a mano alzada se hace muy presente. Sólo el curvarse de las líneas y su proximidad genera los abultamientos o hendiduras, con zonas de mayor o menor densidad, creando zonas oscuras o de luminosidad. Me interesa la idea de la superficie como manto, las posibilidades de lo que puede estar debajo. Como las venas se evidencian debajo de la piel. Las marcas y heridas de esa piel que puede ser desgarrada y revelar lo oculto”. Entre el plano digital y el dibujo final hay una transformación alquímica: la mano de Terán aporta una sensualidad que pasa inadvertida en la minuciosa descripción de su método. En sus dibujos actuales hay también un juego de ilusión óptica: de lejos vemos leves libélulas, apenas sugeridas en una vibración desintegrante. Al acercarnos descubrimos una topografía fracturada que si bien sobre el papel es finita parecería no tener límites (fractal proviene del latín fractus: quebrado o fracturado). Además de las libélulas-topografías (obras tituladas Hálisos I, II, III y IV), en Intermedio impenetrable se ven dos dibujos que parecen inspirarse en la piel traslúcida que las serpientes cambian cada tanto. Esa piel abandonada parece, a la vez, ser una cadena montañosa que rodea lagos. Todo en Terán muestra algo más. Ese algo más es un desborde: tratar de descubrir que hay detrás de lo visible. ¿Qué nos esconde el mundo? Tal vez nada. Como nos lo muestra la serpiente: lo más profundo que tenemos es la piel. Pero para descubrirlo debemos abandonar lo que tenemos y transformarnos en otros. C Ficha. Intermedio impenetrable, dibujos de Julián Terán en Nora Fisch Arte Contemporáneo (Güemes 2967, PB), hasta fin de mes