“El apartamento” Antonio Picazo Entre tantos millones

sino podría escurrir la pasta sobre la raqueta de tenis con esa gracia, bailar borracho con una desconocida y un bombín, o vagar solitario bajo la música de ...
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“El apartamento” Antonio Picazo Entre tantos millones de personas y le tiene que tocar al pobre Buddy. Un desgraciado más de la planta diecinueve que sobrevive estoicamente a su infortunio con los modales por delante. Un perdedor sin carácter enamorado de la chica equivocada. Un argumento aparentemente sencillo y manido convertido en una de las obras cumbres de la historia del cine. Una película crudamente deliciosa. En el Hollywood de la época del cambio y la regeneración, de las nuevas olas europeas, Billy Wilder y su compatriota I.A.L. Diamond, escriben El apartamento, una comedia ácida, cruel y honesta donde los sentimientos se cruzan sin detenerse más que en una partida de cartas. C.C. Baxter trabaja en una compañía de seguros y vive, o al menos lo intenta, en un modesto apartamento convertido en la sala de citas de sus compañeros. A cambio, recibe de ellos las buenas palabras que le harán ascender vertiginosamente en la empresa, al tiempo que espera en la calle cogiendo los resfriados que no le corresponden. La candidez y buen hacer de Baxter llegan a oídos de su jefe, quien le pedirá las llaves del apartamento para llevar a la señorita Kuberlick, la risueña ascensorista, por la que Buddy sería capaz hasta de dispararse en la rodilla. Que difícil se hace imaginar El apartamento sin la prodigiosa actuación de Jack Lemmon. Quien sino podría escurrir la pasta sobre la raqueta de tenis con esa gracia, bailar borracho con una desconocida y un bombín, o vagar solitario bajo la música de Adolph Deutsch. Pero nada sería la mirada de Lemmon si no fuese dirigida a la dulce y melancólica Shirley MacLine. Porque a esa sonrisa se le perdonan los lloriqueos y hasta se está dispuesto a recibir gustosamente un puñetazo. Cinco Oscars le proporcionó El apartamento a Billy Wilder, y dos horas de disfrute a la posteridad, en las que ríes con el ingenio, te compadeces con el drama y temes con la posibilidad de verte alguna vez dueño de las llaves de ese apartamento. Además, esto es Hollywood y lo amargo se dulcifica ligeramente con una última carrera frenética de la chica, recuperada de su desdicha, y por suerte el beso apasionado y quitapenas se ve sustituido por una escena final digna para el recuerdo. Billy Wilder firmó antes de 1960 genialidades como Perdición, El crepúsculo de los dioses o Con faldas y a lo loco¸ e igualmente otras posteriores de similar categoría como Uno, dos tres o Primera plana. Así mismo, el tándem Lemmon – MacLine se unió nuevamente en Irma, la dulce, del mismo director. Todas ellas fantásticas, y ninguna tan completa y maravillosa como El apartamento.