El ambicioso rey de la soja

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Enfoques

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Domingo 2 de diciembre de 2007

PERFILES

GUSTAVO GROBOCOPATEL

El ambicioso rey de la soja Caso poco frecuente entre los referentes más importantes del sector agropecuario del país, Gustavo Grobocopatel mantenía hasta hace muy poco una relación cordial con el Gobierno de Néstor Kirchner. Pero esta semana el titular del poderoso Grupo Los Grobo alzó la voz contra la decisión oficial de aumentar las retenciones al agro porque, afirma, “concentran la riqueza” Por Daniel Casas Algunos le dicen “el rey de la soja”, pero el apelativo podría resultar escaso para definir a Gustavo Grobocopatel, un polémico ingeniero agrónomo de 46 años que heredó de su padre, Adolfo, la conducción de una empresa agropecuaria familiar, y la potenció hasta convertirla en una de las principales agroindustrias del país aplicando los principios de la sociedad del conocimiento, una de sus pasiones. En los últimos días, Grobocopatel se subió a la controversia que generó el anuncio oficial de aumento de las retenciones al agro: pese a que entre sus pares del sector agrícola era uno de los pocos que mantenía con el Gobierno un buen entendimiento, desde su trinchera de poderoso referente del sector disparó contra el oficialismo al afirmar que “el problema de las retenciones es que concentran la riqueza, distribuyen al revés”. Su propuesta, a contrapelo de las medidas oficiales, es crear un impuesto fijo a la tierra que reemplace las retenciones. “Al ser fijo, cuando hay mayor productividad el impuesto se diluye, y entonces se estimulan la producción y la inversión. Este impuesto a la tierra es fácil de recaudar y difícil, casi imposible, de evadir como las retenciones”, agregó. Además, propone que los intendentes manejen directamente parte de esa recaudación. “Sería un sistema descentralizado, en red, más propio de la sociedad del conocimiento. Veríamos inmediatamente una revolución, con municipios formando consorcios para hacer autovías, viviendas y construyendo escuelas y hospitales. La gente de los grandes centros urbanos volvería al interior, a las economías regionales. Con esto se eliminarían las villas miseria que se crearon hace décadas con el viejo esquema industrialista, que no fue sustentable”. Así opina. Desde su empresa, que en 2000 pasó a llamarse Grupo Los Grobo, Grobocopatel se transformó en una suerte de Rey Midas que no sólo exporta soja y otros cultivos a raudales, sino también –a Venezuela, por ejemplo– conocimiento bajo la forma de consultoría integrada. Pero con su estilo de producción integrada, con el arrendamiento de más del 90 por ciento de las ciento cincuenta mil hectáreas que cultiva con siembra directa y su esquema de tercerización de todos los servicios, este empresario acumula críticas más o menos veladas de las entidades del agro y abiertas de los ecologistas que se oponen a la siembra transgénica, así como de algunos intendentes bonaerenses que lo acusan de imponer a fuerza de dinero un modelo que expulsa mano de obra del campo. El corpulento empresario sonríe tras su barba rojiza y lanza una frase para la polémica: “yo soy un sin tierra”, dice, apropiándose del nombre del movimiento campesino de Brasil, que justamente cuestiona la explotación agraria concentrada en pocas manos. “Yo podría prescindir de tener tierra propia. Mi negocio no se altera si yo no tengo tierra propia. Soy un sin tierra, porque arriendo. Soy un sin trabajo, porque yo no trabajo, tercerizo todo. Y no puedo decir que soy un sin capital porque algo

tengo, pero podría hacer lo mismo que hago prácticamente sin capital propio, porque hago un fideicomiso y el sistema me presta el dinero. Lo único que tengo es capacidad de gerenciar”, explicó a LA NACION en la oficina que el Grupo tiene en el edificio de la Bolsa de Cereales. Su abuelo llegó de Ucrania en 1910, con sólo 9 años, y se estableció con sus padres en Carlos Casares. Fueron algunos de los tantos gauchos judíos de la zona y con el tiempo Bernardo Grobocopatel se convirtió en contratista rural. Muchos años más tarde, en 1984, el segundo de sus hijos, Adolfo, fundó en esa misma localidad Los Grobo Agropecuaria S.A., la empresa familiar. Ese mismo año Gustavo Grobocopatel se recibió de ingeniero agrónomo en la Universidad de Buenos Aires, la misma casa de estudios en la que luego de hacer algunos posgrados en Estados Unidos fue durante ocho años docente de la cátedra de Manejo y Conservación de Suelos, saber desde el que refuta las críticas que le hacen, por ejemplo, los agricultores reunidos en el Grupo de Reflexión Rural, formado una década atrás y contrario a la producción transgénica. Simpatizante de Boca por decisión propia y de Argentinos Juniors por herencia de su abuelo materno, que tenía una sedería en el barrio de La Paternal, Grobocopatel también presidió hasta el año pasado la Fundación de la Facultad de Agronomía. El decano era Fernando Vilela, posible secretario de Asuntos Agrarios bonaerense una vez que Daniel Scioli asuma como gobernador. De hecho, no faltó en los últimos tiempos quien asegurara que fue él quien le sugirió esa designación al actual vicepresidente de la Nación,

Quién es EGRESADO DE LA UBA Nieto de inmigrantes ucranianos, tiene 46 años y es ingeniero agrónomo egresado de la Facultad de Agronomía de la UBA, donde ejerció la docencia durante ocho años tras realizar estudios de posgrado en EE.UU.

DISTINCIONES Como empresario agrícola, hizo crecer la firma familiar hasta convertirla en una de las más poderosas del sector. Entre otros honores, en 2003 fue elegido Empresario del Año por la prensa especializada. Está casado con Paula Marra y es padre de tres hijos.

con quien tiene trato frecuente. De hecho, en septiembre de 2004 el empresario fue distinguido en el Senado de la Nación con la “Mención de Honor Senador Domingo Faustino Sarmiento”, y Scioli estuvo durante la reciente campaña en sus oficinas, en una charla con productores sojeros organizada por Grobocopatel. “No es verdad, pero podría haberlo sido, porque si me lo hubiese

preguntado se lo habría sugerido”, dijo el empresario al ser consultado acerca del peso que una sugerencias suya pueda tener sobre las decisiones del futuro gobernador. Y en tren de desmentidas, con la misma tranquilidad rechazó también las versiones de las últimas semanas que lo señalaban como el financista en las sombras de un diario de próxima aparición. “No sé de dónde sacaron eso”, dijo, divertido. En realidad, el rumor cobró vuelo por el hecho de que Pablo Jacobi es abogado de Grobocopatel y también del periodista Jorge Lanata, quien va a dirigir el diario Crítica, con salida prevista para marzo próximo. “Creo que Pablo incluso va a ser accionista de ese diario, pero yo no tengo nada que ver”, dijo el empresario agroindustrial a LA NACION. Junto con otros jefes comunales, el intendente vecinalista de Tres Arroyos, Carlos Sánchez, planteó hace más de un año que los grandes pools de siembra, que arriendan campos para producir en sus localidades, se llevan la riqueza sin generar ningún movimiento en las economías locales. “Esto le saca posibilidades al pequeño y al mediano productor, porque se trata de una competencia casi desleal. Hay grandes extensiones de campo que se trabajan con muy poca gente, de afuera, y traen hasta los insumos de otro lado. La Nación y la Provincia no se meten, pero a los municipales nos preocupa porque nos enfrentamos todos los días con la gente”, dijo Sánchez a este diario. “Las poblaciones recibieron primero el golpe del ferrocarril, luego la caída de las cooperativas y el golpe final es este tipo de explotación del campo, que deja a la gente afuera del mercado y, con el cultivo intensivo de soja, perjudica los suelos”, agregó. Sobre Grobocopatel, Sánchez, que fue productor agropecuario y contratista rural durante 30 años, dice que “es un empresario destacado, con una visión espectacular para hacer negocios, pero para él y un pequeño sector”. El empresario admite que “la tecnología expulsa mano de obra” y observa que “éste es un proceso que viene desde los años 40”, pero asegura que esas fuentes de trabajo se recuperan por otro lado. “Hay menos gente en el campo, pero más gente arriba de los camiones, en la industria metalmecánica y en las petroquímicas”, porque “si se suma e integra todo el complejo agroindustrial, hay más trabajadores involucrados en el área de los servicios para el campo”, dice.

Cuando se lo consulta acerca de su ideología, Gustavo Grobocopatel da un largo rodeo hasta encontrar una síntesis. “No soy ni liberal ni socialista, soy un poco de las dos cosas”, dice. “Creo en un proyecto de Nación como cuerpo, un Estado fuerte que genere espacios para el desarrollo de las personas y para que puedan articular ese desarrollo con el de otras personas para generar procesos colectivos. Esto es la sociedad del conocimiento, y se puede aplicar tanto en el Estado como en una empresa o una ONG. No es una cuestión de ideología clásica, es una cuestión de paradigmas, de funcionamiento de la sociedad”, afirma. Esta heterodoxia, tal vez, fue lo que le permitió cerrar un acuerdo con el gobierno de Venezuela, cuyo presidente, Hugo Chávez, proclama la fundación de un vago socialismo del siglo XXI. “La Argentina es un exportador de productos y ahora, además, puede exportar conocimientos. Ese es el concepto. Estamos exportando conocimientos a un pueblo hermano. Desde el punto de vista ético, moral y humano es impecable, y desde la perspectiva de los negocios estamos generando

la venta de productos de alto valor agregado, de conocimiento, y abriendo la posibilidad de actuar a otras empresas argentinas de maquinarias agrícolas, agroquímicos y demás”.

Estilo campo La oficina que el Grupo los Grobo tiene en pleno centro porteño es informal. Uno de los pocos que viste traje es el CEO del Grupo, Alejandro Stengel, una contratación que le permitió a Grobocopatel dedicarse a explorar otros negocios, como el de la productora avícola integral que tiene en Río Cuarto, AVEX, con socios como Luis Otero Monsegur y el empresario y ex titular de la SIDE Fernando de Santibañes. Agustina Idiarte, una empleada administrativa de 27 años, ahijada de Adolfo Grobocopatel, no ahorra elogios cuando habla de “Gustavo”, con quien trabaja desde hace cinco años. “Es muy inteligente, te deja hacer y a veces ni te das cuenta de que está”, afirma mientras espera a su jefe, que está llegando en avioneta desde América, en el límite con La Pampa. La joven es de Carlos Casares, una ciudad de 20.000 habitantes a unos 300 kiló-

metros de Buenos Aires. Allí los Grobocopatel “son importantes, pero ni son ni se mueven como los dueños del pueblo”, asegura. En Carlos Casares, en la empresa familiar “profesionalizada”, como dice Grobocopatel, el empresario vive con su mujer –“mi gran compañera”, dice él–, Paula Marra, y sus tres hijos. Allí, en su ciudad, desarrolla además su pasión por la música. Porque Grobocopatel integra el trío folclórico Cruz del Sur, que tiene grabados dos discos y es “profesional”, ya que “cobramos por actuar”, afirma. De hecho, tiene registro de tenor y estudia música desde hace 25 años. A la hora de autodefinirse, afirma que en él “prima lo racional sobre lo emotivo”. Dice que privilegia el largo plazo al corto. Que tiene “una mentalidad artística, creativa”, y que suele tener empatía con la gente. “Me pongo mucho en el lugar del otro”, señala. Claro que si se miran los desafíos que se impone, el adjetivo “ambicioso” aparece nítido: “Quiero que ésta sea una empresa líder en el mundo en el tema de alimentos –dice–. Que sea una gran empresa del Mercosur”. © LA NACION