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enfoques

| Domingo 17 De marzo De 2013

la iglesia de francisco | miradas planetario

La primera y sorpresiva bendición del papa argentino SilVia piSani

CORRESPONSAL EN EE.UU.

WASHINGTON.– Ni el presidente Obama, ni su vice, Biden, ni el secretario de Estado, Kerry ha,blaron de la condición de argentino del papa Francisco cuando saludaron su llegada. Sí hablaron de un hombre de América latina, al que recibieron con afecto y simpatía. Pero no se detuvieron en el hecho de que viene de nuestra tierra. En las redes y en los medios de este país, en cambio, inmediatamente se habló de la nacionalidad. Del Buenos Aires donde nació. Y ahí vino el problema, porque había que cambiar el registro del discurso informativo y, para decirlo mal y pronto, faltaba gimnasia. Faltaban datos, faltaba lenguaje y, para la televisión, falta-

ban imágenes. Lo que había, no servía. Ocurre que, desde hace años, la Argentina se asocia aquí con conflicto. Por Malvinas, por la deuda, por las protestas, por las demandas, por el avión incautado en Ezeiza, por las incertidumbres del acercamiento a Irán. La sorpresa de Jorge Bergoglio alteró lo habitual e impuso otra cosa. Gracias a su destino, se volvía a hablar de cosas claras. De la clase media, del origen inmigrante, de lo variopinta de la cultura y de su creatividad, de la vida de barrio, de la austeridad. Se hablaba de valores de una sociedad opacados, a veces, por las miserias de la política. Fue una novedad, un cambio en la rutina y, en todo caso, un buen cambio de aire. Casi una inesperada bendición.ß

Uruguay se ilusiona con un viaje papal al Río de la Plata nelSon fernández

CORRESPONSAL EN URUGUAY

MONTEVIDEO.– Una de las películas uruguayas más exitosas, El baño del Papa, es la que gira sobre la enorme expectativa que en 1988 produjo en la ciudad de Melo, fronteriza con Brasil, la visita del entonces papa Juan Pablo II. La capital del departamento de Cerro Largo se vio conmovida entonces por la misa que dio el papa. Pero, además, para miles de familias de esa ciudad tan lejana de la capital lo movilizador fue la esperanza de aprovechar el acontecimiento para sacar un buen dinero, con uruguayos que llegarían a la misa y brasileños que cruzarían la frontera. El film trata sobre un contrabandista que le propone a su esposa poner un

modesto cuarto precario con un inodoro para alquilarlo a los fieles que precisaran usar un baño. El negocio fracasó, y frustró a muchas mujeres que habían preparado comidas caseras para vender al público. El miércoles, tras conocerse que el nuevo papa era argentino, una reacción inmediata de muchos uruguayos era expresar confianza en que el Papa llegara a su país y cruzara a Uruguay. El fantasma del “baño del Papa” sobrevoló los comentarios vinculados a “la oportunidad” que generaría una visita papal en el Río de la Plata. Humildes comerciantes informales terminaron fundidos en 1988 y son un mal recuerdo para los que se tientan con hacer negocio con un posible acto de fe.ß

punto de ViSta

El sacudón político de una noticia inesperada Pablo Mendelevich —PARA LA NACION—

E

n esas clásicas encuestas que se hacen a veces con motivo del Día del Periodista me formularon en un par de oportunidades esta pregunta: ¿Cuál sería la noticia más increíble que desearías poder dar algún día en tu vida? Entendí que para no sonar ridícula ni demasiado escolar la respuesta tenía que cumplir ciertos requisitos: ser posible, referirse a un suceso muy pero muy extraordinario, destilar trascendencia, tener valor planetario y, ya que la pregunta incluía la palabra deseo, evitar la prolífica categoría de malas noticias. Respondí que me gustaría estar trabajando (sobre todo estar) el día que hubiera que dar la noticia del descubrimiento, rotundo, palpable, tal vez corporizado, de vida extraterrestre. El miércoles corroboré cuán vulgar y delgada es mi imaginación: la noticia del papa argentino tenía todo y, por lo visto, estaba unos peldaños más cerca (quién sabe cuántos) que la de los marcianos o como se llamen. Sólo me consuela pensar que si a los de la encuesta yo les hubiera hablado de “un papa argentino, jesuita, peronista, casi repudiado por el gobierno peronista de turno y elegido en Roma como primer extraeuropeo para suceder al primer papa que renuncia en 500 años” me hubieran recomendado que no invente tanto. Olvidé que hay un producto regional más común aún que la picana, el colectivo, las luminarias del fútbol y el dulce de leche: lo inesperado. En estas tierras, lo inesperado siempre es lo más probable. Cornelia Mayrbäurl, una periodista austríaca acreditada en Buenos Aires, me dijo una vez que al chiste de que “no hay que hacer previsiones, sobre todo si se refieren al futuro”, le falta una palabra. La frase debe ser: “…sobre todo si se refieren al futuro argentino”. ¿Cómo saber ahora qué significará el hecho de que en el principal trono del mundo, o por lo menos el que confiere mayor poder global a una persona, trono vitalicio pese a Benedicto XVI, estará sentado en los próximos años un hombre de Flores? No podemos saberlo, pero tal vez deberíamos ir descartando por absurdo el pronóstico –¿pretensión o superchería?– de que la novedad de un papa argentino va a afectarnos poco. Además de las moralejas bien frescas de los últimos dos papas, para demostrarlo están las marcas que el mismo miércoles dejó la monumental noticia. Palabras más palabras menos, todos los diarios del mundo, al dar su biografía, informaron que Jorge Bergoglio vivió enfrentado en su país con los presidentes Néstor y Cristina Kirchner. Obsesivo compulsivo en lo que se refiere a conseguir primeras planas que exalten su propia grandeza, el gobierno argentino aparecía por fin en todos lados. Sólo que no lucía neutro ni ejemplar sino, con un renglón, en la vereda de enfrente del depositario de la más voluminosa esperanza mundial de estos tiempos. De algún modo la reacción formal, incluso mezquina, de la Casa Rosada podía recordar el desagrado que le produjo al régimen polaco, en el crepúsculo de la Guerra Fría, la entronización vaticana del arzobispo de Cracovia Karol Wojtyla. Ganados por el fragor de la antinomia que divide a la sociedad por obra y gracia del kirchnerismo, miles de argentinos parecieron tener dificultades para digerir la novedad con la vista elevada por encima de las paredes de la aldea. ¿Se ahondará la división como ya pasó esta semana? Es una posibilidad. Esto recién empieza.ß

g Lo sagrado y lo profano Por Héctor M. Guyot | Foto Maxi Amena Buenos Aires, 12 de mArzo de 2013. La humanidad se divide en dos grupos: los que creen en alguna forma de trascendencia después de la muerte y aquellos que piensan que con el último suspiro termina todo. Allí donde unos ven el final, otros leen, en cambio, un principio. La idea es del gran escritor italiano Claudio Magris y yo la tengo por buena. A fin de cuentas, decidir si hay algo más que las apariencias determina la forma en que miramos las cosas y el mundo. Fíjense en el ave que se posaba, una y otra vez, sobre la chimenea de la Capilla Sixtina antes de que la fumata blanca se elevara el miércoles en el cielo de Roma. Unos vieron en ella un signo divino que anunciaba el ad-

Humor

venimiento del nuevo papa. Otros, una gaviota extraviada que se había alejado del mar. Pero la cosa no es tan sencilla. Primero, porque están los indecisos de siempre. Los que dudan. Los que un día ven sólo a la gaviota y al otro, al Espíritu Santo. Y segundo, porque suele ser difícil discriminar entre uno y otro orden. La línea divisoria entre lo sagrado y lo profano es muy delgada. Esto no es raro. Como dicen, estamos hechos del mismo barro que formó la Tierra. Cuando Bergoglio apareció en el imponente balcón que da a la Plaza San Pedro, muchos, desde uno y otro lado, vimos a un hombre. En su pequeñez y su grandeza. Tal vez a él también

le hubiera gustado verse así, aunque ahora empezarán a llamarlo Su Santidad. ¿Se habrá enterado Francisco que, mientras los cardenales en Roma buscaban papa, en la dorada luz de la Catedral de Buenos Aires se mezclaron las aspiraciones trascendentes con las terrenas? Como suele ocurrir en cualquier geografía y en cada persona, por un momento ambas convivieron. O chocaron. Pero vean la foto: a pesar de los bombos y las consignas que exigían mayores subsidios a la educación pública, la monja siguió rezando. Hablando con Dios, dirán algunos. Hablando sola, dirán otros. “Quien habla solo espera/ hablar a Dios un día”, diría Machado.ß

deSde el margen

Francisco, la misericordia y el acecho de los lobos Fernanda Sández

—PARA LA NACION—

John Cole / estados unidos A la manera de David vs. Goliat, el papa Francisco ante la inequidad mundial.

Jeff Koterba / estados unidos La Argentina, ahora en el centro de la escena mundial

E

l lugar es oscuro y fresco. Hay, en el aire, algo imposible de encerrar en palabras, pero a la vez respirable, presente aquí en la tumba de Francisco “el pequeñuelo”, como él dice de sí mismo en las cartas a sus hermanos monjes. Lo rodean otras tumbas, todas de amigos: fray Angelico, fray León, fray Maseo y fray Rufino. Sus compañeros en la epopeya de recuperar el mensaje de Cristo casi mil años después de la muerte del Nazareno. Nada resuena aquí, pero ahí afuera, en primavera, el sol justifica con creces los versos que le dedicó a principios del siglo XIII Francisco el humilde. El primero, ese que creó una orden revolucionaria por donde se la mire. El lugar es oscuro y fresco. Es la basilica de San José de Flores y, ciertamente, ahora que todos los medios se endulzan con aquello de “el primer papa argentino, el primero no europeo entre 266 ”, el aire aquí es otro. Jorge Mario Bergoglio, nacido y criado en Flores, pasó muchas tardes rezando en este sitio. Y ahora es mucha la gente que se acerca a la basílica en donde, también dicen, recibió el llamado de la fe.

Una tumba y una basílica. Un descalzo y un hombre de zapatos desechos. Un franciscano que aún no sabía que lo era y un jesuita que llega a ocupar el trono de San Silvestre y toma, como pontífice, el nombre de ese que hizo de las enseñanzas de Jesús su brújula en la vida. El pobrecito de Asís, aquel del hermano sol y la hermana luna, pero también el de la “santa pobreza” y la “santa caridad”, como se lee en su Saludo a las virtudes. Suele haber, en las cosas de mundo, lazos invisibles que revelan verdades poderosas. También aquí hay un hilo secreto que parece unir lugares, personas y palabras. El solo hecho de decirse Francisco no es ingenuo; gravita sobre ese nombre toda una historia. Un modelo de cristianismo que tal vez al flamante Papa le interese recuperar. O no. Quienes hoy miran a Roma con tanto o más recelo que antes por ser Bergoglio profundamente doctrinario en sus posiciones (su feroz resistencia al matrimonio igualitario es apenas un ejemplo), sostienen que el nuevo papa no es, en realidad, tan nuevo. Que no habrá en su pontificado nada parecido a la revolución misericordiosa y descalza de Francisco. Y, sin embargo, en algo se parecen. Aquel Francisco, el de Asís, enfrentó a un lobo y lo enamoró

con su dulzura. Este otro Francisco, el de Flores, deberá enfrentarse con lobos menos reales, pero igual de temibles. Llega al papado cuando ya los episodios de pedofilia protagonizados por sacerdotes han dejado de ser escándalo y son, apenas, estadística para la náusea. Cuando el desmanejo financiero del Vaticano es un secreto a voces. Pero además cuando existen dentro de la Iglesia voces que alejan más de lo que llaman. Que condenan más de lo que escuchan. Vale entonces releer lo que decía Francisco, el primero, a propósito de cómo debían ir por el mundo los hermanos menores. “Aconsejo, amonesto y exhorto en el Señor Jesucristo a mis hermanos que, cuando van por el mundo, no litiguen ni contiendan de palabra ni juzguen a otros.” Quizá sea ése el último y verdadero desafío del nuevo papa: atreverse –en un mundo intoxicado de intolerancia– a hacer la única revolución que merece tal nombre. La pacífica, la que se conecta con el débil y lo vuelve hermano porque entiende que es en la aparente fragilidad en donde suele ocultarse el verdadero poder de Dios. Si Francisco logra revivir al menos una parte del luminoso mensaje de quien llevó ese nombre hace 800 años, algo es seguro: los lobos comenzarán a desaparecer.ß