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Zori. 2ª Parte. Por. Miguel Ángel Sáez Gutiérrez. (Novela Autobiográfica) ..... de la infancia que regresaba de su estancia en el país de los sueños, de vivir ... que años atrás cantábamos en la urbanización detrás de las pistas de tenis,.
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Escritor Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino»

Zori 2ª Parte Por Miguel Ángel Sáez Gutiérrez (Novela Autobiográfica) ISBN: 978-14-495-6062-1

Para el lector Quiero agradecer todas las muestras de afecto y desear éxito en sus proyectos

Índice

Página 1._Mus en el San Juan_.................................................................... 2._Almudena_................................................................................................... 3._Noctámbulo_........................................................................................... 4._El curro_........................................................................................................... 5._Las hoces del Duratón_........................................................ 6._El manotazo_........................................................................................... 7._Islas Canarias_......................................................................................... 8._Flamenco_...................................................................................................... 9._Aficionado_.................................................................................................. 10.Heidi_...................................................................................................................... 11.Niágara_.............................................................................................................. 12.Milenio_............................................................................................................... 13.Desamor_......................................................................................................... 14.Relax_...................................................................................................................... 15.Zori_.......................................................................................................................... 16.Homenaje_..................................................................................................... 17.Don de gentes_...................................................................................... 18.Amor verdadero_............................................................................... 19.San Vicente_................................................................................................ 20.Maestro_.............................................................................................................. Agradecimientos_....................................................................................................

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

1. Mus En El San Juan Segunda Etapa Inicio la segunda etapa de mi biografía con mayor entusiasmo aún que el que tenía cuando me aventuré a escribir la primera parte, debo confesar que al iniciar la primera parte ignoraba que fuera a terminarla, pensaba que tal vez era uno de esos proyectos que comienzas con entusiasmo pero que abandonas al poco tiempo. Ahora mis letras llevan el peso del ánimo recibido por mis lectores, no cabe duda que el hecho de ser consciente de que lo que escribo va a ser leído por gente que admira mi trabajo, me hace sentir muy bien y a gusto con lo que hago. Agradeciendo todas las muestras de afecto de mis lectores comienzo mi segunda etapa, ahora a mis cuarenta años debo trasladar mi mente al año mil novecientos ochenta y nueve cuando contaba veinte años de edad. Tener veinte años puede ser bueno o malo, depende de las circunstancias en las que lleguemos a esa edad, pero si hay un hecho muy importante a tener en cuenta y a valorar mucho, es que hemos estado veinte años vivos. Hay muchas maneras de vivir la vida y podemos elegir entre una infinidad de estados de ánimo para pasar un día de nuestra vida desde que nos despertamos hasta que nos vamos de nuevo a la cama. Podemos encontrarnos leyendo a primera hora en el metro camino del trabajo y es muy posible que ni tan siquiera hayamos pensado en elegir el estado de ánimo con el que vamos a afrontar el día. Hemos aprendido a ponernos el estado de ánimo según las circunstancias, como si de un traje se tratara, nuestro traje de hoy podría ser el del lunes a las siete de la mañana camino del trabajo. Sabemos de sobra que en estas circunstancias hay que estar desanimado, al igual que el primer día de trabajo tras unas vacaciones largas, hemos oído en el telediario que nuestro estado de ánimo tiene que ser el llamado síndrome pos vacacional. El locutor que da la noticia está muy moreno, acaba de regresar de su viaje a Cancún y su redactor jefe le ha preparado una noticia de actualidad para que sea consciente que ya no está tumbado en la playa: Locutor:

La mitad de los españoles sufre estos días el síndrome pos vacacional. Cansancio, falta de apetito y concentración, ansiedad, irritabilidad, desgana y tristeza. Los expertos aconsejan establecer como día de regreso al trabajo el jueves, para de este modo evitar tener que sufrir otro síndrome añadido, el de los lunes.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Si en mi primer año de universidad no fue un camino de rosas, el segundo no fue menos malo, pero había aprendido a convertir en rutinario aquel calvario, llevaba la cruz con firmeza y tras un fin de semana de juerga en el club del alcohol donde bailé ¡devórame otra vez! con unas chicas muy majas, despertaba de madrugada un lunes cualquiera sin saber qué hora es. Los días que uno se despierta sin despertador son siempre mejores, había ganado la batalla al maldito despertador por un día, yo me había despertado cinco minutos antes de que me martilleara la cabeza. Mientras me duchaba pensaba en lo bien que lo había pasado el fin de semana, pero al contrario que otros lunes, no sabía muy bien dónde había puesto mi traje de los lunes universitarios, es decir, con el ánimo por los suelos. Fue un día a enmarcar en los anales de mi biografía, pues a cada una de esas pequeñas cosas que conformaban un día le ponía una sonrisa, la primera de ellas fue que se había terminado el café, no me preocupó en absoluto, es más, me alegré porque así me tomaba un café de camino a la universidad, cuando llegué a la cafetería me arrepentí y me pedí un carajillo. Mi estado de euforia era similar al que puede encontrar un astronauta que pisa un nuevo planeta con una concentración de oxígeno superior al terrestre y cuya gravedad es ligeramente inferior. Mientras disfrutaba de mi carajillo me entraba la risa pensando que el lunes anterior refunfuñaba por tener que ir a la universidad, sin embargo ahora me estaba apeteciendo ir a clase, algo que nunca antes en mi vida me había ocurrido. Entré sin ningún esfuerzo en el Circular (línea de autobús de Madrid), no porque sintiera ingravidez, sino porque la masa de gente que esperaba la cola detrás de mi me subió al autobús sin tener que dar un solo paso. Agradecido por el gesto ciudadano, el autobús comenzó a andar y no tuve que sujetarme a ninguna barra en todo el trayecto y tampoco tuve que sufrir los tirones en los brazos por las frenadas y acelerones del autobús. El motivo era que me encontraba en posición vertical rodeado por una masa ingente de viajeros que además de evitar que me cayera, me daban calorcito muy de agradecer en aquellos días en que el frío ya apretaba. Al llegar al clínico muy a mi pesar se apeó la masa ingente de viajeros que tanto calor me daba y quedamos solos cuatro universitarios con nuestras carpetas, nos echamos a reír porque todos éramos de la misma clase y al estar rodeados por la masa ni siquiera nos habíamos visto. A primera hora había Base de Datos, un petardo de clase, entre otras cosas porque el profesor nos informó el primer día que ningún alumno de esa clase íbamos a aprobar su asignatura, si ya de por si era aburrida la clase, con esa información adicional llegaba a ser del todo insoportable.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Propuse que ya que nos tocaba la asignatura que nadie iba a aprobar, y que el destino había querido que nos hubiésemos encontrado de ese modo tan divertido y que además fuéramos cuatro, los justos para jugar al Mus, nos fumáramos la clase y nos echáramos un Mus en el San Juan. Sin ninguna duda fue el bar del colegio mayor San Juan Evangelista el sitio donde mejores ratos pasé durante mi paso por la universidad y no fueron pocas las visitas que hice a partir de aquel día. Ya sabía que los precios de los bares de los colegios mayores eran más económicos desde cuando iba al instituto, que al estar situado cerca de los colegios mayores, nos pillaba cerca y casi a diario íbamos a tomarnos el bocata y la cerveza de media mañana. Años atrás me había dado un atracón de Mus, concretamente con trece años, un verano que todos los días estuvimos yendo al chiringuito de Guadarrama, de tanto jugar un día mi hermano Javi llegó a pedir al camarero que le pusiera un Mus. Tal vez por eso llevaba siete años sin jugar y me apetecía muchísimo volver a echar una partida, no recuerdo si en aquella ocasión gané o perdí, el caso es que en caso de perder te tocaba pagar a medias con tu pareja de juego lo consumido, que teniendo en cuenta los precios tan económicos del San Juan, no era tampoco demasiado. Cuando tras la partida íbamos a la segunda o la tercera clase, nos encontramos con Anxo que llevaba unas botellas de orujo que se había traído de su tierra, le pedimos que abriera una para probarlo y nos la bebimos entre los cinco. Cuando entramos en clase se percibía en los cinco una alegría fuera de lo común, fue entonces cuando Anxo, que se había olvidado de que los pupitres de la universidad no tenían cajonera, metió las dos botellas en la imaginaria cajonera y se estrellaron contra el suelo. Pensamos que iba a ser complicado tener que dar explicaciones al siguiente profesor del olor fuerte a orujo que se había quedado en el ambiente y decidimos por votación de cinco a cero que lo mejor era poner tierra de por medio. No sabíamos qué hacer con tanto tiempo y nos fuimos al Museo del Prado, no porque nos diera un repentino ataque cultural, sino porque en la calle hacía un frio que pelaba y era un buen sitio para nuestra escasa economía. Seguramente debido al efecto de las cervezas del Mus junto con el de los tragos de la única botella de orujo superviviente, se abrió un mundo nuevo de sensaciones en los cinco mirando las obras que pasaban por nuestros ojos. En cada una de las obras que veíamos encontrábamos un detalle que nos daba la impresión de realismo retocado con una nota de humor.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE En el caballero de la mano en el pecho del Greco apreciamos los dedos corazón y anular pegados y separados del resto, en ese momento Anxo imitó la misma pose pero escondiendo ambos dedos tal que así:

Así pasamos el resto de la mañana hasta la hora de comer que nos fuimos a casa, después de echarme una buena siesta me puse a estudiar un poco y sorprendentemente no encontraba tan aburridos los temas como días atrás, algo confuso por aquel extraño día en el que todo era de color de rosa, me fui a dormir. Recordando hoy ese día en particular, extraño entre la rutina diaria, pienso lo que ocurriría si cada día que me levantara apartara los trajes rutinarios, aquellos que te recuerdan lo aburrido e incómodo que es el metro e ideara cualquier cosa para convertir esa rutina en algo estimulante. Ahora mismo estoy en la línea dos de metro, en concreto en Manuel Becerra, voy sentado escribiendo notas en mi libreta, a mi derecha hay dos señoras que desprenden un olor fuerte a cebolla, a mi derecha un joven se sienta sobre el respaldo plantándome el culo en mi cara. Al frente un tipo con cara de pocos amigos lleva cinco minutos con la mirada fija en mi cara, me encuentro en una situación algo incómoda y decido cambiar de sitio, al levantarme el joven se tira de cabeza al sitio que acabo de dejar libre, me dirijo a la otra punta del vagón y pienso de pie. Realmente he hecho bien en levantarme, pues me encontraba en una situación que me incomodaba y no tenía necesidad de pasarlo mal, pero tal vez podría haber ideado algo para evitar sentirme incómodo. Entonces pensé que en la soledad del metro de Madrid en el que tu única compañera es tu imaginación, sería muy útil para evitar molestias innecesarias, idear algo que me mantuviera entretenido.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Entonces se me ocurrió hacer un cortometraje cinematográfico de aquella situación, podría titularse, solo en la línea 2, lo bueno de las películas es que se puede jugar con la ficción y transformar la realidad, tal y como estaba a punto de realizar con mi mente. Tenía que pensar rápidamente en una rima divertida para la siguiente estación, porque en mi cortometraje cuando la voz del metro que indicara la siguiente estación, añadiría una coletilla que rimara con la peculiaridad que solo la escucharíamos yo y la persona a va dirigida la rima. La siguiente estación es Goya, lo primero que te viene a la mente es una rima demasiado fácil y a estas alturas ya no tiene gracia, pero enseguida me viene a la mente una que es perfecta para la que se baja: Voz de Metro:

Próxima estación Goya, la de rojo expele un tufillo a cebolla.

Debo dar la razón a la voz del metro, efectivamente la mujer de rojo del vagón que estaba sentada al lado de mí y su amiga, despedían un olor fuerte a cebolla, no sé si por haber estado pelándolas o proveniente de sus axilas. Ahora viene Príncipe de Vergara, otra vez me viene a la mente el chiste fácil, esta vez se lo puedo contar porque no es tan soez como la rima de Goya, me vino a la mente, no es guapo pero tiene la verga ancha. Pero prefiero no elegir el tema sexual, está más visto que el tebeo, es el típico chiste del colegio, decido que el tema más adecuado es por el que he empezado, dedicando rimas a los viajeros, en especial a los que me han molestado antes. He de reconocer que no se me ocurría ninguna rima, pero de repente se levanta el joven, que a pesar de que se había subido una pobre anciana y lo estaba pasando francamente mal, no se levanta hasta que se va a bajar: Voz de Metro:

Próxima estación Príncipe de Vergara, mala hernia te entre, pedazo de bujarra.

Era para ver la cara que se le quedó al joven al oír la rima, es la magia que tiene el cine, la siguiente estación es Banco de España y ahora la rima se la vamos a dedicar al quedón (en mi jerga significa individuo que se queda mirando fijamente a otro aguantando la mirada): Voz de Metro:

Próxima estación Banco de España, ¿tú qué miras, es qué estás en las musarañas?

La siguiente persona en salir del vagón es la amiga de la de rojo que, como buena amiga suya, apestaba también a cebolla y la estación de metro que tocaba ahora era la de Sevilla: Voz de Metro:

Próxima estación Sevilla, ¿y tú a ver si te lavas, qué eres un poco guarrilla?

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Con lo bien que me lo estaba pasando, ya se habían bajado todos los que me habían estado incordiando y aún me quedaban la estaciones de Sol y Opera para bajarme. Llegábamos a Sol y ya estaba distraído con otras cosas cuando sonó de nuevo la voz del metro para indicar la siguiente parada, yo creía que mi cortometraje ya había terminado, cuando me sorprende de nuevo la voz: Voz de Metro:

Próxima estación Sol, Caracol, col, col, saca tus cuernos al sol.

No entiendo, ¿a quién irá dirigida esta rima?, en ese momento entran dos tortolitos dándose besitos en el vagón y el ejecutivo agresivo que está a mi lado se queda con cara de pez fingiendo no haber visto los besitos, cuando ella le ve, pega un grito de la sorpresa y suelta la mano de su amante. Cuando voy a llegar a Ópera, aunque al ejecutivo le salen los cuernos por las ventanillas del vagón, todos fingen quedar satisfechos con una excusa absurda que se ha inventado la rubia. Nuestra mente puede inventar miles de maneras de romper con la rutina, esa monotonía que puede hacernos que cada día que pasa sea más aburrido si cabe que el anterior, tan solo hay que usarla de vez en cuando. Tanto el síndrome pos vacacional como el de los lunes no dan más de sí que para rellenar artículos de periódico o minutos del telediario en momentos en los que no hay noticias de mayor relevancia que dar. Lo que está claro es que nadie nos prohíbe pensar como queramos, tal vez sea el pensamiento lo único que nadie nos pueda robar y podemos decidir libremente si preferimos colocarnos el traje de la rutina todas las mañanas, o tal vez otro que nos haga disfrutar que lo que hacemos cada día. Estaba en mi segundo año de una carrera, había elegido una profesión equivocada, pues tras veinte años de carrera profesional no puedo decir que haya disfrutado de mi trabajo y del entorno en el que me he movido. Durante estos veinte años trabajando como informático es cierto que el fantasma de la rutina me ha llegado a atacar en numerosas ocasiones, pero no se puede decir que no haya luchado contra él. Hoy cuento con argumentos más que suficientes para dedicar todo mi esfuerzo a mi trabajo, que en definitiva es un esfuerzo del que obtengo una recompensa y que dedico cada día a quienes me han demostrado con hechos lo que es trabajar para sacar adelante una familia, particularmente a mis padres. Todavía me persigue la rutina, recibo empujones a diario en el metro, debo soportar compañeros que se les puede llamar de todo, excepto compañeros, superiores que, aparte de no ser superiores, creen serlo, etcétera, cuanto más duro es el camino, más me satisface dedicárselo a quienes fueron mi modelo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Don Quijote El verano del ochenta y nueve me encontré en la urbanización con un amigo de la infancia que regresaba de su estancia en el país de los sueños, de vivir su particular American Dream, lugar donde la libertad permite perseguir unos logros y elegir entre un diverso abanico de posibilidades, el sueño contempla no solo a los ciudadanos, sino también a todos aquellos que abandonan sus países de origen en busca de un mundo mejor, un ejemplo digno de seguir. El único sueño que persiguió mi amigo en aquella tierra fue el de divertirse y a juzgar por lo que contaba, el objetivo lo había cumplido con creces, su aspecto había cambiado para mejor, estaba más alto y mucho más delgado aunque su cara de pez reflejaba los efectos del jet lag. Voy a explicar esto del jet lag, aunque muchos de ustedes sabrán su significado, debo confesar que me daba mucha rabia cuando de niño leía un libro y de repente me soltaban una palabreja como esta, me chafaban la historia porque ignoraba su significado, y de paso fastidio un poco a los listillos. El jet lag, también llamado síndrome de los husos horarios, es el desajuste horario producido en las personas cuando sufren un cambio horario muy brusco al trasladarse entre dos puntos de la tierra con horas muy diferentes, vamos que para entendernos, que si me sueltan ahora mismo en la China me entra un jet lag de narices. De niños no éramos amigos íntimos, solo íbamos en el mismo grupo, aunque apenas teníamos relación, ni buena ni mala, sin embargo fue entonces cuando comenzamos una amistad que duró veinte años. Es hora de ponerle nombre a mi amigo, tiene un nombre de pila pero en mi libro prefiero rebautizarle con un nombre significativo, al principio he pensado en llamarle el anormal, pero esto me recuerda al imbécil de Manolito Gafotas y aunque mi mujer dice que mi forma de escribir es parecida a la de Elvira Lindo, confieso no haber leído nada de ella. Sospecho que al compararme con la escritora será porque ambos utilicemos un lenguaje muy descriptivo, me he leído poco, pero las veces que he leído lo que he escrito me he percatado de lo expresivo que es mi lenguaje, me da la sensación de estar hablando en todo momento con el lector, en mi caso particular, conmigo mismo. Acabo de inventar el auto lenguaje, hablar con uno mismo, pues ya saben una técnica sencilla, se escriben una carta y se la envían a ustedes mismos, tal vez ni siquiera sea algo nuevo, porque casi todo está inventado, pero quien sabe, tal vez algún día me escriba una carta de amor. Rebautizando a mí amigo, solo encuentro un nombre acorde a su triste figura, no tan delgado como nuestro ilustre hidalgo, aunque de imaginación si cabe superable, lo han adivinado, se trata de Don Quijote.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Me llamó mi buen amigo Don Quijote un sábado después de comer para ver el fútbol, en realidad ninguno éramos aficionados en exceso, pero siempre que había partido era una buena excusa para reunirse a tomar unas cervezas. Le dije que se viniera a mi casa, que mis padres habían salido a la sierra y que de paso se trajeran unas cervezas bien frías, el calor de aquel verano era bastante insoportable y los refrescos muy recomendables. Pasamos la tarde cantando canciones, algunas nuevas y muchas viejas de las que años atrás cantábamos en la urbanización detrás de las pistas de tenis, estos últimos años no había abandonado la guitarra, de hecho, me confieso inculto en el séptimo arte, es decir, el cine, pues cuando echaban sesión de tarde abandonaba la compañía familiar y me iba a hacer sonar unos acordes de mi fiel amiga la guitarra. Debe ser esta cualidad que me caracteriza de ser ordenado lo que me haga dedicar toda mi atención al cuarto de los artes, la música, me he animado veinte años más tarde a explorar el arte que le sigue en orden, la declamación. Otra palabreja, pero no teman, ahí va su explicación, la declamación es la oración tanto hablada como escrita para ejercitar la retórica casi siempre referido a un asunto ficticio. No sé porque siempre me sonó algo cursi la palabreja retórica, esta la voy a explicar con un ejemplo televisivo, seguramente han oído hablar del concurso Pasa palabra, pues la retórica es el arte de decir bien, lo que su presentador no se cansa de repetirnos, hablar bien es gratis, no me sean tacaños, sin ánimo de ofender, añadiría la coletilla, comenzando por ti mismo. En el quinto arte, la declamación, me he iniciado recientemente y con algo más de timidez en el sexto, la danza. Pero de los que me confieso desconocer todo es de los tres primeros artes, arquitectura, escultura y pintura, aunque la idea de escribir me la transmitiera Picasso. Llegada la noche cenamos en mi casa y nos fuimos a recorrer las calles de Madrid, pero de un modo diferente al habitual, si de algo me conozco mi ciudad es de habérmela pateado de punta a punta, pero esta vez el medio de transporte fue una moto. Mi amigo Don Quijote se trajo a otro amigo que tenía una Kawasaki 400, una moto de más categoría de las que se podía ver por mi barrio, aunque no necesariamente más rápida, la moto más pequeña y veloz que jamás vi la tenía un chico del barrio que era japonés. Era tan veloz la miniatura de moto de mi vecino nipón que solo podía vérsele cuando se subía o estaba parado en un semáforo. Cuando estaba en marcha solo se podía reconocer el sonido petardero de aquella mosca voladora, nadie sabía el secreto que guardaba para hacer que una moto tan pequeña volara de aquella manera, era todo un fenómeno del asfalto.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Nos montamos los tres en la Kawasaki 400, reconozco que de todas las imprudencias que he podido cometer a lo largo de mi vida, las relacionadas con la carretera son las que más temor me produce al recordarlas. Algo que me ayuda a ser prudente cada vez que voy a conducir un vehículo es imaginar las consecuencias que puede acarrear una imprudencia tanto para mi gente como para el resto, ojo ojito con la carretera.

Estuvimos por varios sitios de Madrid y salimos ya de día del último sitio, es una sensación muy extraña la que produce salir de una discoteca de día, algo parecido al jet lago, pero nada que te quite el sueño, pues al llegar a casa te puedes quedar durmiendo el resto del día sin problemas. La relación de amistad con Don Quijote ha sido la más larga que he tenido, ha sido el amigo que más años me ha soportado y viceversa, aunque he de confesar que han pasado mejores amigos por mi vida, como por ejemplo, Julito. Hay una relación directa entre querer a una persona y respetarla, de mi amigo Julito se de buena tinta, que aunque por circunstancias de la vida hemos dejado de vernos, siempre me ha querido como a un hermano y eso se ha visto reflejado en que nunca jamás dejó de respetarme. Julito es un amigo para toda la vida, le veo muy poco, a veces incluso pasan años hasta que nos volvemos a ver, se pueden contar con los dedos de una mano, mi otro gran amigo es mi hermano Javi, un hermano amigo porque infinidad de veces hemos ido juntos, Luis, Manolo y Ricardo. Sabía que mis amigos verdaderos, aquellos en los que puedes confiar, los podía contar con los dedos de una mano, pero ¿Don Quijote?, se preguntarán ustedes cómo pude pasar tantos años de mi vida yendo con alguien que no me respetaba y por consiguiente no me quería, la respuesta es fácil, porque durante esos años me olvidé de mi mejor amigo, yo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Si hay algo que puede hacernos mucho daño a lo largo de nuestra vida, es nuestra falta o ausencia de amor propio, en este libro van a leer la vida de una persona que adolecía de amor propio, mi vida. Únicamente reaccioné en aquel momento de mi vida en el que la puso en peligro por tratar de salvar a otra persona, fue en el capítulo 15 de la segunda etapa de mi vida, en el capítulo que da nombre al libro, Zori, cuando sentí un tremendo bofetón de amor propio. Es algo intrínseco a la condición humana ignorar las situaciones de peligro, desde niños, creo que es una idea equivocada pensar que los niños metan los dedos en los enchufes por desconocimiento del peligro, saben perfectamente que hay un peligro, pero les encanta jugar con él, no les da ningún miedo arriesgarse incluso gozan haciéndolo. Es síntoma de inmadurez poner en peligro y en riesgo tu persona, es tal vez el colmo del ser humano, no sentir aprecio por su propia vida, no han enseñado tan bien la lección de que debemos vivir para servir a los demás, le damos tanta importancia a darlo todo, que nos olvidamos con quedarnos al menos con un poco. He llamado esta sección Don Quijote dedicándola a este amigo, que dejó de serlo el último día que le vi, tras un apretón de manos en la estación de Atocha, un gesto que simbolizaba un adiós definitivo. Cuántos disgustos me hubiera ahorrado de haber terminado aquella relación de amistad el primer instante en que noté que no era respetado, paradójicamente, en lugar de ser motivo para alejarme y perder la amistad, parecía que esa era la causa de que continuara con ella. Si le preguntan a una persona, ¿usted, si ha dejado de amar a su pareja y percibe que ella no le ama, porqué continúa con esa relación?, la respuesta más usual será, porque así debe ser, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre. Es la respuesta excusa, la respuesta correcta es que resulta más fácil continuar la relación, de este modo se evita el riesgo que conlleva el cambio, pero, ¿qué riesgo? No somos conscientes de que el riesgo no está en el cambio, sino en seguir dependiendo de alguien que no te respeta, maleducar a la gente para que siga faltándote al respeto, ¿cómo?, dando muestras de ausencia de amor propio. Si empiezo a pensar que mi mejor amigo soy yo mismo, no permitiré que nadie falte al respeto a mi mejor amigo, que le insulte o le calumnie, que le haga daño, cuando el que no me respeta deja de tener importancia en mi vida, cuando lo aparte de mí, entonces comenzará mi propia libertad. ¿Libre, libre quieres ser?, pues aplícate el cuento y comienza por amarte a ti mismo, de este modo iniciarás el mejor camino hacia tu libertad.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Rocinante Si el primer año por mi universidad no fue un camino de rosas, tampoco es que fuera un valle de lágrimas, al igual que el año anterior, se seguía respirando en el ambiente un aire de cierta superioridad, a veces llegaba a dudar si realmente estaba en la universidad o en unas instalaciones de la nasa. Estaba dentro de lo cotidiano observar por los pasillos de la universidad con cierto asombro a aquellos que consideraban más listos, mejores, la élite del país, unos aires que mayormente se daban los profesores y aquellos alumnos aventajados. Este singular fenómeno, el de los que creen estar aquí por error, pues su lugar debía estar en alguna otra galaxia de mentes privilegiadas, es algo que siempre ha existido a lo largo de la historia, cuántos listillos han marcado las páginas de la historia de la humanidad, recientemente presencié uno de estos fenómenos en un debate televisivo. Ya no se hacen debates como los de La Clave, donde el excepcional José Luis Balbín ponía sobre la mesa temas de actualidad que era de interés popular, proyectaba una película relacionada con el tema a tratar y por último recomendaba la lectura de determinados libros que profundizaban aquellos temas. No había día que no se aprendiera algo nuevo tras ver La Clave, tal vez lo que le posicionaba frente a otros debates, era por lo general imperaba el respeto entre los interlocutores que esperaban su turno para exponer sus argumentos. Pero el debate que vi hace unos días, dista mucho de parecerse a los debates de La Clave, en los debates de hoy se compite a ver quién es el que más grita e impone su criterio acallando al resto de interlocutores, que sin apenas darse cuenta y sin poder remediarlo, se han convertido en una parte más del público. En este tipo de debates todo vale, es muy común que se acuda a todo tipo de artimañas incluidas las descalificaciones, insultos y a veces por qué no, alguna que otra patada y puñetazos varios. Estos debates carecen de interés cultural, pues nada se puede aprender de ellos, aunque suelen causar gran expectación entre los que me incluyo yo como fan incondicional, pues no deja de ser divertido ver a energúmenos de cualquier índole tirándose las sillas a la cabeza por el ansia de querer llevar la razón. En aquel debate se trataba un tema referente a la prostitución, aunque debo confesarles que no sé muy bien de lo que demonios hablaban, el caso es que entre los interlocutores había un pintor que por lo poco que intervino se podía adivina que era usuario habitual de prostíbulos con la peculiaridad que a pesar de ser cliente, parecía no respetar ni lo más mínimo al ramo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Otro de los interlocutores era un psiquiatra que no se sabía muy bien de que iba, aunque por lo poco que intervino, se podía deducir que era de los que diferenciaba entre la élite de la sociedad y el resto, de los que creen que por haber estudiado una carrera y además ser médico, son más que el resto de los mortales. Formaba parte de la élite del debate una abogada con un apellido muy acorde al tema a tratar, se apellidaba Zorrilla y se caracterizaba por ser de los que gritan y tapan la boca al resto para llevar la razón. Los otros dos invitados eran una prostituta y una stripper, que demostraron ser personas respetuosas y educadas, con las ideas muy claras sobre valores fundamentales como la libertad, la dignidad de ellas dos superaba con creces al resto de los invitados. He aquí una muestra de lo irónico que resulta comprobar que quien más ha estudiado y más formación ha recibido, resulta ser el más irrespetuoso y soez, mientras que el que menos estudios tiene es quien demuestra ser el más capacitado para participar en el debate, pues posee algo de lo que los otros carecen, educación, respeto a los demás y dignidad. Como decía en un principio, aunque mi universidad estaba repleta de cerebritos, hasta en un lugar así puedes llevarte una sorpresa, era el último lugar del mundo donde me imaginaba que podía oír al alguien tarareando una de las canciones que de niño incluía en mi repertorio de trovador. Rocinante:

Un caballo con alas viene hacia mí.

Pensé que tal vez me encontraba soñando despierto y aquella voz no era más que fruto de mi imaginación, pero mis dudas se disiparon de repente cuando comencé a oír la estrofa de otra de mis canciones de trovador: Rocinante:

Y la estufa de carbón frente al profesor.

Cuando oí esa frase me dirigí hacia aquel compañero de universidad que entonaba esa canción, mis oídos no daban crédito, dos de los temas que probablemente más veces había cantado y escuchados en una clase de aquella universidad, era lo último que podía imaginarme, estuvimos hablando y así comenzó una amistad que duró muchos años. He llamado esta sección Rocinante dedicándola a este otro amigo, que dejó de serlo en el mismo instante y el mismo lugar que terminé mi amistad con Don Quijote, tras un apretón de manos en la estación de Atocha, un gesto que simbolizaba un adiós definitivo. Pueden imaginarse que en esta etapa de mi vida además de un Don Quijote y un Rocinante hubo una Dulcinea, imaginan bien, se trata de mi mujer, a la que conozco desde hace relativamente poco tiempo, pero lo suficiente para saber que ella es diferente al resto de personajes de mi quijotesca historia, en la que también hay un lugar para un Sancho Panza, de una nobleza y bondad sin par y que gusta del buen yantar, ese no es otro que yo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Si levantara la cabeza Don Miguel de Cervantes y viera el estropicio que he hecho de su obra, ¿en qué cabeza cabe?, que Sancho Panza tuviera por esposa Dulcinea, pero es que así de extraña es la vida y es mi vida lo que aquí cuento. Fiel a mis convicciones, soy una persona realista y muy práctica que a pesar de no entender ni compartir la manera de pensar de personajes como Don Quijote y Rocinante, tal vez motivado por mi sencillez y bondad, seguí un camino equivocado, pero gracias a ello, aprendí qué camino no volver a tomar jamás. No puedo decir que todo fuera malo, aunque podría haber sido mucho mejor, en estos años tuve oportunidad de viajar a lugares lejanos y sorprendentes como la Gran Manzana o las cataratas del Niágara, aunque no hay duda que de haber sido otra la compañía que no la de Don Quijote, otro gallo nos cantara. Muchos años de karaokes, haciendo algo que realmente me gustaba desde niño, cantar, si me preguntaban si prefería ir a un pub a tomar a unas cervezas o a cantar al karaoke, siempre optaba por la opción más divertida, algún que otro karaoke de Huertas donde expresarte de un modo que siempre me gustó, interpretando, cantando historias. Compañero de andanzas por los karaokes madrileños fue mi amigo Rocinante del que debo decir que tenía una voz potente y clara, aunque algo desgarrada, perfectamente pudiera haberse dedicado al cuarto arte, la música. Cuando años más tarde tuve oportunidad de ser alumno de una de las figuras del flamenco, presenté a mi maestro a mi amigo Rocinante, yo le dije a mi maestro que Rocinante cantaba muy bien, entonces me preguntó mi maestro que cuál era el cante que dominaba, entonces le dije algo que pareció no gustar al pobre Rocinante. Miguel:

Rocinante es un monstruo, canta por Karaokes.

Nunca entendí porqué enojó esto que dije a Rocinante, si era la verdad, no cantaba ni por bulerías, soleares, fandangos, cantaba por karaokes, algo que abarca un enorme abanico de estilos. Fueron años de amistad interesada, tanto de parte de Don Quijote como de Sancho Panza, había un detalle que hizo que aquella amistad nunca llegara a ser verdadera, que jamás llegó a respetarme ninguno de ellos. Tal vez sea más difícil diferenciar entre los amigos de verdad y los que solo te quieren por interés, si no se ha tenido antes un amigo auténtico, yo si había lo había tenido, se llamaba Julito. Más tarde pude conocer a otros como Luis y Manolo, de los que por haber tomado distintos caminos al mío, ya nada se, aunque deseo que les vaya todo lo bien que se merecen, es decir, de maravilla.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

2. Almudena A La Piscina De Cabeza Tirarse a la piscina de cabeza es algo que alguna vez hemos hecho, posiblemente, tras una noche de juerga para despejarnos o también en sentido figurado, algo que hice en el capítulo que da título a esta obra. Es muy recomendable cerciorarse antes de que la piscina esté llena de agua. Normalmente cuando decidimos dejarlo todo y comenzar una nueva vida en un lugar lejano en el que no se conoce a nadie, hay probabilidades de pegarse un buen coscorrón con el fondo de la piscina. Hoy he conocido a un actor que ha venido de Alicante a probar suerte a la gran capital, sin conocer a nadie y por un trabajo esporádico de un día en el que cobrará treinta euros dentro de tres meses, siempre que la agencia que le contrató no quiebre antes, es un compañero de figuración, su papel es el de matón y el mío de mafioso. Debo reconocer que apunto he estado de abandonar este trabajo antes de empezar por un detalle muy feo que ha tenido esta productora con los figurantes, tenían desayuno para todos, excepto para los figurantes. Hoy en día crees que la época de la esclavitud quedó atrás, con gestos como este compruebas que no es así, en el mundo de la interpretación todas las clases laborales tienen derecho a desayunar excepto una, la de los figurantes, los parias del séptimo arte, curiosa frase, podría dar título a infinidad de artículos, incluso que ironía, hasta a una película. ¿Se imaginas ustedes?, una película titulada los parias del séptimo arte en la que únicamente tienen derecho a desayunar los figurantes, el resto del equipo tendría que soportar ver como los parias se toman todos los bollos y cafés que quieran en sus narices mientras babean de rabia e indignación. Señores directores de cine, productoras y demás magnates del séptimo arte, sepan ustedes que si su intención con gestos como este es quedar por encima y así hacerse llamar gente con clase, no solo no cumplen su objetivo sino que se quedan muy por debajo del resto de los mortales. Estáis quedando como el culo y lo más importante, los figurantes, que son el noventa y cinco de espacio de su película, no van a hacer bien su trabajo y el resultado de su película va a ser un churro, ese churro que no quisieron darle para desayunar, porque se consideran de una clase superior. Afortunadamente en cualquier basurero se puede encontrar algo de sustancia, en particular, en esta basura de trabajo conocí a compañeros figurantes con dignidad, humildad, ideas claras y sin dinero. Habría que hacer un estudio de si el dinero atocina la mente y su ausencia despierta el intelecto y el ingenio, tal vez nos sorprenderíamos del resultado.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Recuerdo que un profesor del instituto, una eminencia, nos habló de las olimpiadas de matemáticas, solían ganar siempre los países más pobres, casi me sale la frase «tercer mundo», si llegaremos a ser clasistas, que somos capaces de partir el mundo para diferenciarnos del resto. Además de mi compañero, el actor alicantino aventurero, me topé con la horma de mi zapato, otro escritor, que como yo, dona alegremente su obra al respetable con la ilusión de que un día llegue a manos de alguien que la considere realmente buena. No supe que era escritor hasta que al llegar a mi casa le envié un correo pidiéndole que me enviara las fotos del rodaje, cuando las recibí, quedé impresionado de su calidad, no solo por haber sido hechas con cámara digital, sino por su gran expresividad. Aproveché el correo para invitarle a leer la primera parte de mi libro Zori, me agradeció el detalle, pero me sorprendió con algo que no esperaba, me envió un cuento que había escrito, esto me ha producido gran ilusión. Probablemente si es usted de los primeros que me leen, haya sido yo mismo el que le haya invitado a leer mi obra de modo gratuito, yo no sabía hasta ahora que sensación puede causar en alguien que un escritor en persona, le invite a leer su propia obra, al menos a mí me ha hecho bastante ilusión. Es un modelo a elegir por todos los escritores del planeta, donar los primeros ejemplares a distintos lectores al azar, qué mejor manera de incentivar a la lectura, si es el propio autor de la obra el que te regala un ejemplar. Debo reiterarme en agradecer el empeño y dedicación de todos aquellos que me posibilitaron conocer a gente como este escritor, gente de un valor incalculable, mientras aquellos que un día del año dos mil tres me defenestraron de mi vida laboral y tantos otros que siguieron sus pasos, siguen metidos en sus aburridas oficinas engordando y cebando sus malolientes culos. Habrá notado el lector que hoy no estoy de humor, debo reconocer que detalles como negar el desayuno a los figurantes me alteran un poco, aunque tengo el don de olvidar pronto. Tras este desahogo, creo haber quedado satisfecho con unas cuantas dedicatorias al responsable de semejante discriminación, compareciendo a la madre que le trajo, que la pobre tiene más desgracia que culpa de haber generado semejante ser. Hemos hablado de tirarse a la piscina en sentido figurado, pero a mis veintiún años allá por el año noventa, fui testigo del más gracioso salto a la piscina de cabeza, en sentido literal, que jamás haya presenciado. El protagonista Anxo, un compañero de la universidad que, encontrándose en estado sobrio, era el tipo más serio y cabal, llegaba a transformarse sobremanera cuando se tomaba unas copas de más.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Quedamos unos cuantos de la universidad para tomar unos minis por Moncloa y como era verano, para despejarnos decidimos terminar la noche dándonos un bañito en alguna piscina comunitaria. He de reconocer que lanzarse a la piscina tras una juerga conlleva sus riesgos y como se dice en la tele, esto no lo hagan en casa, que puede tener consecuencias nefastas. Dada la correspondiente advertencia y con la convicción de no volver a repetirlo, es decir, propósito de enmienda sin dolor de los pecados, manifiesto que es una de las sensaciones más placenteras que jamás haya tenido. Mientras zambulles tu cuerpo en el medio hostil, no sabes si por efecto de las burbujas o el frescor del agua, notas como tu mente va despejándose poco a poco, la sensación que produce el contacto del agua con todas las partes de tu cuerpo desnudo se resume en dos palabras que adoro, placer y libertad. Estaba gozando de aquel momento íntimo cuando de repente oí un grito desgarrador bajo el agua, era Anxo que se había lanzado al agua cual sirena sofocada, salí para contemplar como hacía el imbécil, como si no supiera nada y se estuviera ahogando. Debo decir que Anxo, tras tomarse unas copas, además de transformarse en un tipo muy simpático, adquiere un don para la interpretación inigualable, tendrían que ser testigos de la secuencia digna de Óscar, o como mínimo de un Goya. Nos reímos todo lo que quisimos hasta que vimos que su cuerpo se iba a plomo al fondo de la piscina, empezamos a dudar a dónde enviar su candidatura, si a Hollywood, Bollywood o qué narices, ¿por qué dejar que se lleven una joya de la interpretación como esta allende los mares?, a los Goya de cabeza. A mi cabeza llegó como un flash la imagen de Anxo, diciéndome días atrás que siendo gallego, de tierra de marineros, era un pecado no saber nadar, como un tiburón, al instante nadé y buceé todo lo rápido que pude para extraer el cuerpo a la superficie. Tras aplicarle los primeros auxilios, recobró el conocimiento y comenzó a vomitar agua, entonces le pregunté que por qué razón se había tirado a la piscina sin saber nadar. Me dijo que es que se le había olvidado, cuando se tiró estaba convencido de saber nadar, pero se dio cuenta de su error al entrar en contacto con el agua, ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Después del susto terminamos de despejarnos por completo, en especial Anxo, que repentinamente volvió a ser aquel chico serio y cabal al que estábamos acostumbrados a ver por los pasillos de la universidad.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Nos recriminó que hubiéramos tardado tanto en acudir a socorrerle, que eso no se le hacía a un amigo, a lo que le argumentamos que nosotros no nos hubiéramos tirado a una piscina sino sabemos nadar ni siquiera estando borrachos. Logramos sacarle una leve sonrisa y le acompañamos a su casa ya que decía estar un poco mareado, aunque lo que tenía era un susto en el cuerpo que no se tenía en pie. El Viernes siguiente, al salir de clase, bromeamos con Anxo sobre la idea de irnos a Moncloa a tomarnos unos minis, a lo que se negó rotundamente, fue entonces cuando Rocinante le apostó un mini a que era capaz de hacer cien flexiones seguidas en el suelo. Dado que la constitución del apostante Rocinante distaba mucho de parecerse a la de un buen corcel, el apostador Anxo aceptó el reto sin pestañear, en realidad todos dudábamos mucho de que Rocinante fuera capaz de alcanzar su objetivo. Entonces ocurrió lo que nadie esperaba, en el instante que aceptó Anxo, Rocinante tiró la carpeta y se lanzó al suelo comenzando a hacer flexiones, una, dos, tres, contamos perplejos hasta cien y Anxo no tuvo más remedio que invitarnos a un mini en Moncloa. Esta vez procuramos ser algo más moderados que la semana anterior y en lugar de seguir tomando minis decidimos hacer algo menos arriesgado y por otra parte más económico que seguir la coña, nos fuimos a una exposición de instrumentos musicales en la feria de la casa de campo. Mientras probaba un entrenador para guitarra, un aparato parecido a un karaoke, pero en lugar de cantar, se debe interpretar la pieza con el instrumento que previamente hemos suprimido de la melodía. Como no me sabía la pieza, improvisé, en realidad el entrenador no me llamaba la atención, lo que quería era tocar la Fender Estratocaster que tenían expuesta, nunca antes había tenido ocasión de tocar una, quedé maravillado de su suavidad, a veces incluso dudaba de si realmente tenía cuerdas. Mientras me encontraba destrozando aquella melodía de uno de los grandes de la guitarra, apareció una pareja de cantantes famosos que se quedó mirando como tocaba, imagino que les llamó la atención la improvisación tan abstracta que estaba ejecutando de la melodía original. Anxo quedó estupefacto, era los primeros famosos que había visto en su vida. Tal vez ustedes, sobre todo si viven en una ciudad grande, puedan considerar casi rutinario toparse con un famoso. Sin embargo, para quien vive en ciudades pequeñas, ver a algún conocido de la televisión es todo un acontecimiento, creo que yo no me entusiasmé tanto cuando con once años vi a Martes y Trece en la calle Gran Vía.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Era mi tercer y último año en la universidad, comenzaba a pensar en buscar algún trabajo para el verano y de no encontrar algo, hacer la mili, que en aquella época era una traba más para poder encontrar empleo. Se encontraba mi mente inmersa en mis inquietudes cuando subí al autobús y me decidía a tomar asiento, de repente oí un grito de una señora que estaba en la zona del conductor que decía: Señora:

¡Oiga joven, ese sitio es mío, yo lo he visto antes!

Todavía hay gente que sigue pensando que la edad y la inteligencia están proporcionalmente relacionadas, nada más lejos de la realidad, la pobre mujer había ido a toparse con el joven más cabezota de la ciudad. Sin inmutarme por las palabras de la señora, tomé asiento y vino a toda prisa hacia mí haciendo aspavientos y exhortándome a levantarme de inmediato del sitio que ocupaba, entonces saco de la chistera mi acento tejano tipo Aznar y le dijo a la señora: Miguel: Señora:

Sorry, mi no comprende que habla. ¡Sí, sí, estos extranjeros entienden lo que quieren!

Un compañero de la universidad que ha visto todo, no puede contener la risa y entonces la señora la toma con él y le intenta levantar de su sitio, el conductor oye gritos, para el autobús y acude a la parte trasera. Cuando el conductor se informa de lo sucedido por un señor que lo ha visto todo, entonces trata de explicar a la señora que los sitios no tienen dueño, que se sienta el que antes llegue a no ser, claro está, que se trate de casos excepcionales. Como es el caso de que se trate de una persona mayor, embarazada, niño o cualquiera que tenga mermada alguna facultad física para dificultar su permanencia de pie y le dice que ella no se encuentra en ninguno de esos casos, así es que hiciera el favor de calmarse para poder continuar el trayecto dentro de la normalidad. Entonces la señora la emprende a bolsazos contra el conductor, entonces llega otro trabajador de la empresa de autobuses, la inmoviliza y procede a su expulsión del autobús. Cuando la suelta en la calle, se lía a bolsazos contra él y en ese momento llega la policía que tras recibir algún que otro bolsazo la reducen y la meten en la parte trasera del vehículo policial. De haber sabido antes que la señora le daba tanta importancia al hecho de tomar asiento, o que era capaz de llegar a agredir a la policía por algo tan trivial, no hubiera dudado en cederle el sitio. Hubiera bastado con pedirlo, en lugar de exigir que me levante otro por haber visto el sitio antes, aún hay algunos creen tener derecho sobre todo aquello que ven.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Lo que tal vez no comprendía bien la señora era la diferencia que existe entre ver algo primero y tenerlo a tu alcance, no di demasiada importancia al incidente y seguí metido en mis inquietudes. A parte de quitarme la mili de en medio y de conseguir un buen trabajo, había algo que rondaba por mi cabeza, formar una familia, imaginaba lo que sería mi vida si como mis padres, me despertara un buen día y al abrir los ojos viera a la mujer de mis sueños. El otro componente familiar que me falta para que el modelo de mis padres sea cumplido, son los niños, ¿cuántos niños tendría?, mi deseo en aquella época era el de tener una familia numerosa, soñaba con que la siguiente imagen que viera al despertar después de mi mujer, fuera la de los enanos. Con los enanos me refiero a los niños, en mi casa siempre fui el enano de la casa, era un título que llevaba con orgullo y dignidad, nunca pretendí ocupar otro lugar, el sexto lugar está muy bien, aunque realmente me hubiera gustado tener hermanos más pequeños. Pero, ¿qué mejor modo de suplir esa cadencia que teniendo descendientes?, al fin tendría a quien cuidar, el hecho de ser padre, era uno de mis sueños en aquellos tiempos y ya había echado el ojo a una madre para mis hijos, una chica con la que compartir mi sueño de la gran familia, Almudena. Almudena era una compañera de clase, no se puede decir que fuera una chica explosiva, no demasiado guapa ni fea, su constitución no era como el modelo de mujer de la época, sino más bien parecida a la de la maja desnuda de Goya, aunque nunca llegué a verla desnuda, era así como la imaginaba. Me encontraba con mi primera barrera para llevar mis ambiciones a buen puerto, mi timidez, ahora echaba cuenta que prácticamente todas las chicas que había conocido, había sido porque ellas me habían abordado a mí, a excepción de mi época de ligón de discoteca, de la que apenas recordaba nada. Qué ironía, que sea la mujer que te atrae aquella que te cuando te mira de lejos provoca que apartes la mirada, que cuando se dirige a ti para hablarte te das la vuelta y cuando por fin te agarra del brazo para decirte que quiere hablar contigo, tu mente se bloquea y no te salen las palabras. Almudena:

Miguel, ¿sabes qué clase tenemos ahora?

Dios mío, sabe mi nombre, no me lo puedo creer, eso es que se ha fijado en mí, hay esperanzas, pero me invade un terrible miedo al ridículo, a ver si ahora se va a pensar que soy un bobo, ¿qué le digo? Almudena:

Ah, esto yo, no sé, voy a mirarlo en mi carpeta.

Estoy hecho un flan, no sé si estoy más colorado o más nervioso, se me cae la carpeta al suelo y aprovecha otro de clase para decir, ¡ahora tenemos Metodología guapa!, si es que siempre tiene que haber un buitre al acecho.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El Circular Al fin, tras tres años de sacrificios y altas sobredosis de intelecto suministradas a mi mente, finalizo mis estudios universitarios, además he conseguido un trabajo como tele operador en una importante empresa de telecomunicaciones que me da para mucho, teniendo en cuenta de que es la primera vez que gano un sueldo de forma periódica. Parece que voy camino de mi sueño, es inevitable que piense entonces en Almudena y como si tuviera el don de la telepatía, un brazo me agarra por detrás, es ella, tan radiantemente bella, al menos, para mí, cuando te enamoras de alguien, esa persona te parece la persona más bella y agradable del mundo. Ella también ha finalizado sus estudios con éxito y nos dirigimos al autobús, con la peculiaridad de que ella siempre va en el sentido contrario al mío, hoy me siento mucho más relajado, parece que el hecho de que estemos los dos solos, me hace sentirme muy cómodo y tenemos una conversación muy agradable. Finjo no saber hacia dónde va ella, me dice que al contrario que yo, entonces pongo cara de pena, porque no podemos seguir hablando ya que viene el autobús, entonces ella se ofrece a acompañarme, dice que al ser la línea circular, prefiere ir conmigo, así va acompañada. Esto me hace el ser más feliz de la tierra, pasamos el trayecto hablando sobre su familia, la mía, conociéndonos, asimilo todos los datos que me proporciona a la velocidad del rayo, ojalá hubiera tenido esa agilidad mental para estudiar. Me habla del viaje de fin de curso y me dice que cree que va a ser la única chica que se va a apuntar, pero que le da igual, le apetece mucho ir a ese viaje, entonces le digo que hace muy bien, seguro que lo vamos a pasar estupendo. Almudena:

No sabía que vendrías tú también al viaje.

Es imposible tratar de explicar la expresión de su cara, tratando de esconder el entusiasmo, sonriendo de felicidad y a la vez ruborizada como si fuera capaz de adivinar sus pensamientos. Nos parecía increíble que habiendo sido compañeros durante tanto tiempo, no hubiéramos intimado antes, nuestra conexión era directa, como si hubiéramos nacido el uno para el otro, me comparecía por no haber roto antes las cadenas que me separaban de ella, maldito temor a ser rechazado y a quedar en ridículo. Queríamos recuperar el tiempo perdido en un trayecto de media hora, tanto fue así que no parecía haber pasado ni cinco minutos cuando alcé la mirada y vi que ya estábamos sobre el Puente de Segovia y me tenía que bajar a la siguiente, le dije que me tenía que bajar ya y me despedí con un beso.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El tacto de sus suaves mejillas en mis labios y el olor de su fresca fragancia me acompañaron durante los dos largos meses de verano que estuve sin verla, hasta el mes de septiembre que nos íbamos de viaje de fin de carrera a Portugal, no la volvería a ver. Si tan siquiera hubiera recordado pedirle su número de teléfono, pero estaba tan a gusto en su compañía, descubriéndonos, que hubiera sido un sacrilegio haber interrumpido ese momento para pedirle su teléfono, quería vivir cada segundo de ese trayecto en el que ella me acompañó. Vino el verano, el primero en bastante tiempo en el que no tenía que estudiar, de hecho, era consciente de que iba a pasar un largo periodo de tiempo sin mirar un libro ni siquiera de reojo, esto me causaba una inmensa felicidad. Aunque ahora tenía un trabajo, la flexibilidad de horario me permitió pasar un verano muy cómodo, entraba a las cuatro de la tarde y salía a las diez de la noche, esto me permitía poder pasar el verano en Guadarrama. Así por las noches podía salir con los amigos de la urbanización que estaban de vacaciones aunque me recogía un poco antes para ir a la piscina por la mañana, comer en casa y salir tranquilamente al trabajo. Creo que mis comienzos en el mundo laboral fueron los mejores en todos los aspectos, aunque el trabajo de tele operador con frecuencia suele ser bastante estresante. Pero el hecho de salir de noche a tomar unas cañas con los amigos y hacerme unos largos en la piscina por la mañana, hacían que me tomara todo con mucha calma y tranquilidad. Esta tranquilidad me hacía lidiar con situaciones que en otras circunstancias me hubieran generado mucho estrés y excitación, el trato que los usuarios suelen emplear con trabajadores de los centros de asistencia telefónica suele ser bastante vulgar y soez, los gritos y los insultos se convierten en algo cotidiano con lo que tienes que lidiar diariamente. Ese trato vulgar del cliente hacia mi persona, me estresó sobremanera los primeros meses de trabajo, pero las circunstancias de tranquilidad en que vivía sumado al recuerdo de la chica de mis sueños, hacía que los insultos y los gritos me sonaran a música celestial. Lo que puedo destacar respecto a otros aspectos de mi primer trabajo, es el compañerismo, el perfil de compañeros era de jóvenes entre dieciocho y veinticinco años estudiantes universitarios o como en mi caso, con la carrera recién terminada, que utilizaban este empleo como puente hacia un empleo mejor. El respeto y la educación era lo habitual entre los compañeros, si alguien se acababa de incorporar nuevo, se le trataba de proporcionar todo el conocimiento y la ayuda necesaria para adaptarse al nuevo puesto.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Ha habido dos periodos a lo largo de mi vida en los que me he encontrado a gusto con el entorno laboral, pero por desgracia, han sido los más cortos, uno fue cuando estuve de tele operador en mis comienzos y otro es el actual. Después vinieron largos años como informático que quedaran en el olvido, como todo lo malo que pasa por nuestra vida, años en los que añoré el compañerismo de mi comienzo en el mundo laboral, ya que durante este largo periodo en el que me formé profesionalmente, no logré toparme con un compañero que me tratara como tal. Por último llegamos al periodo actual, en el que escribo y mi único compañero soy yo mismo, rara vez me peleo conmigo mismo, a decir verdad, me caigo bastante bien. También en la actualidad esporádicamente me llaman para alguna figuración, por lo general los compañeros figurantes son gente alegre y divertida, se pasa un buen rato con ellos, aunque el trato del resto del equipo hacia los figurantes, como seguro ya estaréis advertidos de mis quejas, deja bastante que desear. Es tan sencillo hacerlo bien, no hay más que tratar al resto de compañeros con respeto y educación para obtener un resultado positivo, si se preguntan ustedes porqué los productos de software nacionales son de pésima calidad, yo les doy la respuesta, no se ha respetado a los que han elaborado el producto. ¿Creen ustedes que el cine español es un cine de calidad?, hasta hace poco yo no sabría qué contestar, ahora sí, si los directores se apearan del burro y respetaran a su equipo (incluyendo claro está, a los parias de los figurantes), el cine español sería un producto de mejor calidad, no lo duden. Pero aunque es tan sencillo hacerlo bien, siempre habrá directores de cine o jefes de proyectos informáticos con complejo de inferioridad, tanto hoy como dentro de mil años y en lugar de hacerse mirar su problema, seguirán machacando a los trabajadores que lleva a su cargo, resultado, ya lo saben, un producto pésimo. En la última serie que trabajé como figurante, hubo una escena, mi preferida, que ustedes no verán, porque a buen seguro será cortada por orden expresa del director, pero es la escena que nos muestra la cruda realidad del mundo laboral, ya sea en el ámbito del cine, de la informática o en el de cualquier otra profesión. Fue la última escena que se rodó, el director pretendía ahorrarse unos eurillos pretendiendo que un figurante hiciera funciones de actor, pero no consiguió su objetivo, porque al figurante no le salió, algo muy normal teniendo en cuenta que no se trataba de un actor profesional. La escena se ambientaba al final de un combate de boxeo, yo hacía de mafioso que había apostado por el ganador, sin embargo, el figurante que debía hacer de actor, era un mafioso al que le había tocado perder.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El director le dijo que como había perdido, lanzara el puro que tenía en su mano contra el suelo con todas sus fuerzas, pegara una patada a la silla y antes de irse de la escena gritara al boxeador que estaba cao en el suelo: Mafioso:

¡Cuarenta mil euros que me has hecho perder!

La escena hubo de repetirse varias veces porque el figurante no lograba convencer al director, pero, ¿qué esperaba si no se trataba de un actor?, una de las veces vino el director refunfuñando e hizo el mismo la escena, quería que se diera un aspecto más real, como si realmente hubiera palmado mucho dinero en la apuesta por culpa del boxeador. En el último intento el figurante tiró el puro a toda velocidad, dijo: cuarenta y seis mil euros y salió corriendo, evidentemente se había puesto nervioso, entonces el director dio por imposible la secuencia y dio por terminado el trabajo. En aquel momento uno de los actores se rio de la situación y de la desesperación del director, debía considerarse más listo por el hecho de ser actor, yo le invitaría a bajarse también del burro y contemplar en su vocabulario la palabra humildad. El director aplaudió a los figurantes diciendo que muy bien por el trabajo, muy seguramente en tono irónico, fue entonces cuando no pude dejar pasar la ocasión que me brindaba el director para culminar la secuencia, sin cámaras, cuando todos nos dirigíamos por la puerta hacia la calle: Miguel:

¡Gracias a usted por el magnífico desayuno!

En ese instante se borró la sonrisa del actor y de todo el equipo incluyendo la del propio director, era evidente que, como en tantos otros rodajes, a los figurantes no se nos había dado de desayunar por considerarnos inferiores, mi ironía no les sentó nada bien porque les dejaba como caciques. Quién sabe si por aquel comentario desafortunado haya terminado con mi corta carrera en el mundo del celuloide, en fin, siempre nos quedará París, pero me quedo con la última escena, la cara de pánfilo que se le quedó al director cuando creyéndose el más gracioso del mundo, de repente, le sale un payaso de la chistera. La vida te da sorpresas, a cualquiera nos sorprende con sus moralejas, hoy podemos ser los hombres más poderosos de la tierra y mañana no ser más que polvo. Un día podemos estar en el lado de los ganadores y mofarnos de resto de los mortales por nuestra fortuna, en ese caso, nos habrá salido cara la broma, pues habremos invertido toda nuestra fortuna en sentirnos felices con el mal ajeno, sin duda la peor de las inversiones. Si empleáramos más tiempo en el desarrollo personal que en el estudio de las carencias ajenas, al menos lograríamos algo bueno, nuestro crecimiento.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El Algarve Pasó el más largo verano de mi vida, el del año mil novecientos noventa y ansiaba la llegada del viaje de fin de carrera, no íbamos demasiado lejos, ni siquiera nos movíamos de la península, aunque si a otro país, el de nuestros hermanos portugueses. La zona en la que íbamos a pasar esos días era el Algarve, que toma el nombre del árabe ‫ ﺏﺭﻍﻝﺍ‬que significa oeste, un lugar en el que se respira paz y tranquilidad de playas de arena fina, muy parecidas a las de Huelva. Al viaje venía mi hermano Javi, que estudió en la misma universidad que yo, otros siete chicos y una chica, éramos pocos, pero al ser un viaje por agencia, poco a poco fuimos mezclándonos con el resto de compañeros del viaje, ya de regreso, el grupo de universitarios estaba disperso por todo el autocar. Mi hermano Javi y yo fuimos a comprar unas botellas de licor de madroño para amenizar el viaje, salimos de Madrid muy contentos, aunque tanto licor hizo que muy pronto estuviéramos todos deseando salir del autocar para orinar, pero más si cabe la única mujer que se atrevió a venir de toda la universidad, Almudena. Fui varias veces a pedirle al conductor que parase porque mi amiga estaba que no aguantaba más, pero decía que aún era muy pronto, a la tercera vez que fui, dije al conductor que si tenía alguna fregona porque la pobre no aguantaba más y se iba a orinar en la escalera. Entonces paró el autobús donde pudo, salió primero ella disparada como una bala y detrás su escolta de ocho universitarios, una vez desahogados subimos al autobús y ya no volvimos a dar más la lata. Cuando llegamos a Portugal me pedí un vaso de leche en una parada que hicimos, la ventaja de nuestro país vecino es que nuestros idiomas no son demasiado diferentes, aunque la camarera me entendió, le pregunté: Miguel: Camarera: Miguel: Camarera: Miguel:

Un vaso de leche, ¿Cómo se dice en portugués? Um copo de leite. Muchas gracias, ¿Cómo se dice esto en portugués? Muito obrigado. ¡Muito obrigado!

Algo que caracteriza a las gentes del país vecino es su amabilidad, era la primera tierra extranjera que pisaba y pensé que tal vez el trato que nos darían no sería muy correcto, nada más lejos de mis temores, el portugués es amable por naturaleza. Ahora que he viajado, puedo asegurar que, exceptuando el país galo, en todos los países que he visitado me han tratado bastante mejor que en mi propio país, un argumento más para asegurar que España es diferente.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Llegamos a nuestro destino, un lugar turístico del Algarve llamado Albufeira, nos resultaba curioso que un nombre del sur de la península sonara a gallego, teníamos dos apartamentos en Praia de São Rafael. Al ser tan pocos compañeros de la universidad los que nos apuntamos al viaje, nos salió gratis, tan solo tuvimos que llevar dinero para gastos, estuvimos una semana, pero lo suficiente para quedar prendados de aquel lugar paradisiaco. La comida era mucho más barata que en España, el primer día fuimos a comer por el pueblo, era muy común encontrar un plato muy típico de la zona, pollo con salsa picante y como estábamos algo cansados del viaje, no buscamos demasiado y es lo que comimos todos. Ya nos habíamos tomado unas cuantas cervezas y a falta de Anxo, que nunca le perdonaré junto con Rocinante, el haberse perdido ese viaje, teníamos a Corrales. Corrales, al igual que Anxo, era un chico muy serio y cabal, pero cuando se tomaba tres copas perdía su papel de tipo serio y se transformaba en el ser más gracioso que te podías echar a la cara: Camarero: Corrales:

Aqui é o Frango Piri-Piri, senhor. ¡Sí, sí, muito Piri- Piri yo quiero!

El Piri-Piri es una salsa preparada a base de guindillas picadas muy fritas, la ponemos en aceite de oliva y la dejamos macerar, cuanto más días las dejemos, más picará. A Corrales con unas cervezas de más, que por cierto, según el Atlético que le conocía bien, era la primera vez que tomaba alcohol, le resultó simpático esto del Piri-Piri y se echó todo lo que quiso al pollo y se lo tomó sin protestar. Pensamos entonces que aquel picante sería suave, aunque pronto comprobamos que era una salsa muy picante y tan solo nos echamos unas gotitas en nuestro pollo. Luego fuimos a comprar provisiones, pensamos que nos saldría más barato llenar la nevera, la llenamos de comida, cervezas y botellas de todo tipo, estábamos asombrados de todo lo que podíamos comprar gastando muchísimo menos que en España. También compramos unos puros habanos, tan baratos que no podíamos creerlo y nos llevamos la compra a las habitaciones. Tras una buena siesta hicimos nuestra primera cena universitaria en la que comimos y bebimos todo lo que quisimos, luego llegó el momento de explorar el terreno. De noche salimos camino del pueblo y comprobamos la habilidad de los conductores portugueses esquivando turistas ingleses que ya se recogían.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE He aquí un ejemplo de diferencia cultural, cuando los ingleses se recogían, nosotros salíamos de marcha, por fortuna, nuestros vecinos portugueses también preferían la noche para salir a divertirse. El Corrales marchoso cambió de registro, de repente, comenzó a hablar en portugués y se pasó la noche entera hablando así, aprovechamos la circunstancia para que preguntara a los lugareños por una discoteca. Corrales: Portugués: Corrales:

¿Uma discotecao por aquao bacalao? Esta rua é o clube Kiss. Muy abrigao, senhor.

Al llegar a la discoteca nos encendimos todos nuestros puros y creamos un ambiente londinense, bailamos, reímos, cantamos toda la noche y a la mañana siguiente nos faltaba Corrales, la última vez que le vimos entablando relación con sus nuevos paisanos. El Atlético andaba muy preocupado y tratamos de tranquilizarle diciendo que ya llegaría, a la hora de comer apareció hablando ya español, nos contó que se despertó en el césped de un chalet junto a una piscina, arropado con una manta, lo que no recordaba es cómo pudo llegar a ese lugar, algo que nunca llegó a saber. Creemos que alguno de sus paisanos le llevó a su casa y allí perdió el conocimiento, tal vez temiendo que pudiera enfriarse en su estado, le sacaron una manta y le arroparon, cuando despertó vino a toda prisa al apartamento. Después de comer y todos tranquilos por la feliz aparición de Corrales dormimos una siesta de catorce horas, despertando justo para la excursión al cabo de San Vicente, haciendo parada en Lagos para comer. Era algo más cara la comida allí, sin embargo preguntamos a unos lugareños que nos recomendaron un bar escondido en una callejuela, nos sacaron un pescado riquísimo y en abundancia, yo me comí dos pescadillas bien hermosas pensando que solo me pondrían una. Cuando regresamos nos cenamos una mariscada para nueve con vino blanco, cuando empezaron a sacar bandejas confieso que llegué a asustarme, sobre todo al ver el gambón rojo, producto que solo había visto por el mediterráneo y a unos precios desorbitados. Al traer la cuenta, nos sorprendieron una vez más nuestros vecinos con los precios asequibles para la calidad del producto, quedé muy sorprendido del trato maravilloso de nuestros vecinos, es uno de los lugares que tengo en mente repetir, aunque imagino que en cuestión de precios, todo habrá cambiado bastante. Al regresar a Madrid me di cuenta que apenas no había intimado con Almudena, ya se había apagado ese fuego que nos embriagaba.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

3. Noctámbulo Vamos A Tocar A La Plaza Del Pueblo El año sabático es una utopía que ansiamos sobre todo en los momentos de nuestra vida en los que el trabajo nos desborda, el cansancio nos hace cada día más difícil madrugar y desearíamos nos tocara tan solo treinta mil euros para comprar un año de libertad. En el año noventa y uno con tan solo veintidós años añoraba todo lo contrario, trabajar lo antes posible y comenzar mi carrera profesional en aquello que había estudiado, en el mundo de la informática. Como suele pasar, no se logra lo que se quiere en el momento que se desea, de ese modo, aquel año me encontraba trabajando, pero en un trabajo que me estaba bien para compaginar con los estudios, aunque se me quedaba corto para ser mi única actividad habiendo terminado ya mis estudios universitarios. Para llenar esos espacios retomé mi actividad musical, rebusqué en aquel lugar de mi memoria en el que había aparcado mi repertorio musical, cree un repertorio de canciones renovado, con otros matices e incorporando nuevos temas que había ido recopilando a lo largo de los últimos años. Otra de las actividades que retomé fue la lectura, recordaba aquella etapa de mi vida en la que me aficioné a la lectura, en la que sufrí una transformación y empecé a interesarme por aquellos libros que de niño me parecían un petardo. Si Alan Poe era uno de mis escritores favoritos en mi adolescencia, indagué en autores que no desentonaban en su género fantástico, como podía ser Ray Bradbury. Musicalmente hablando mi adolescencia la marcaron Los Chichos y Los Chunguitos, sin embargo ahora exploraba la discografía de otro autor que me gustaba pero que no había comprado nada antes por no disponer de dinero, Antonio Flores. En aquella época en que ganaba poco dinero, que era mucho comparado con mi economía estudiantil, me di el gustazo de comprar todos los libros y discos que me apetecía y de tanto leer y escuchar música reconozco que llegué a desbordarme. Entonces despertó en mí una faceta que hasta el momento estaba dormida, la composición de canciones, de este modo, a mi repertorio habitual de diferentes autores, pude añadir alguna creación de mi propia cosecha. Cuando alguien me preguntaba, ¿y esta canción, de quién es?, ya podía decir con orgullo, esta canción es de un cantautor que ha salido recientemente que aún no es muy conocido, es una canción de cosecha propia.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Debo reconocer que durante este año sabático me sentí bastante realizado, económicamente no tenía demasiado, pero tampoco necesitaba mucho más, y aunque aún no era consciente de lo que tenía entre manos, era poseedor de algo que años más tarde no tuve, tiempo libre para hacer con él lo que me apeteciera. Con mucho gusto hubiera dosificado y repartido el tiempo libre del que dispuse aquel año a los siguientes de mi vida, no siempre se consigue el equilibro deseado y cuando te das cuenta, el mundo empresarial ha absorbido tu cerebro sin permitirte disponer de tan solo un instante para poder crear lo que tú quieras. ¿Para qué pensar en lo que vendrá?, si nos queda todo un año sabático para crear todo aquello que nos plazca, nos podemos permitir el lujo incluso de no crear, es tiempo libre, disfrutémoslo y si nos da la gana, miremos la noche estrellada de la sierra madrileña. Algo que deberían enseñar en la escuela es a gozar de la contemplación cósmica, tenemos la inmensa fortuna de poder contemplar una ínfima parte del universo, pero es tan enorme, que jamás conseguiríamos alcanzar ni una sola de las estrellas que logramos ver, pero al menos la vemos, que no es poco. Mis conocimientos sobre astronomía son nulos, pero puedo pasar las horas muertas contemplando esas lucecitas encendidas a las que llamamos estrellas, que unas noches son tímidas, pero otras se ponen de acuerdo para vestirse de luces todas. Un fenómeno de gran belleza es el de los meteoros que se iluminan al tomar contacto con la atmósfera cayendo a gran velocidad en una trayectoria descendente tomando una inclinación aleatoria, fenómeno que popularmente denominamos estrella fugaz. Muchas noches fueron testigo las estrellas de mis canciones, solos el universo y yo, con esa peculiar manera de aplaudir, por medio de lluvias de estrellas o algún que otro destello, canciones dedicadas a quienes ya habían hecho el último viaje, al público más numeroso que nunca antes de haya visto. Si algo caracterizaba a los veranos de la noche serrana, era poder salir toda la noche sin tener que dejar de ver las estrellas, podías pasar la noche entera contemplando el más bello de los decorados, un cielo azul adornado de estrellas de un modo indecente. A última hora venía la parte de la noche en la que mejor me lo pasaba, era en la que sacábamos las guitarras y nos poníamos a cantar canciones de ayer y de hoy, formando un grupos que a veces llegaban a ser de treinta personas. Entre toda la gente que se apuntaba a nuestros particulares conciertos, siempre había alguno que sabía tocar y enriquecía el repertorio con canciones que nunca habíamos cantado antes.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Era la plaza del pueblo de Los Molinos testigo de estos acontecimientos en los que gentes de todos los pueblos de los alrededores incluido Madrid, se unía para dar el último adiós a la noche y recibir el nuevo día. Qué mejor manera de recibir el día tras una noche de parranda que despejarse en la piscina de la urbanización y luego bajarse a tomar un buen chocolate con churros en la churrería de Guadarrama. Fueron muchas plazas y muchos pueblos en los que se me pudo oír, sobre todo a ciertas horas en las que canta el gallo y de entre todas ellas, hubo una memorable. Acompañado de Rocinante en un pueblo llamado Villarejo del Espartal, pueblo del que dicen los lugareños, lo componen cuatro casas y un corral, a decir verdad, que me perdonen sus habitantes si se ofenden por ello, pero la sensación que se respira allí es de pueblo abandonado. Me encontraba con Rocinante una madrugada como tantas otras en el bar Cien, uno de esos lugares que existían en Madrid antaño en los que te podías tomar una ración de oreja a cualquier hora de las veinticuatro que compone un día. De repente surgió la idea de ir a Villarejo del Espartal, no era la primera ni la última vez que se nos ocurría a esas horas, así es que fuimos primero a casa de Rocinante a por las llaves del pueblo y luego a la mía a por las guitarras. Esta operación tuvimos que hacerla con gran sigilo para no tener que dar demasiadas explicaciones, pues de madrugada y con la lengua algo distraída no era el momento idóneo para informar de nuestra intención de ir a pasar el fin de semana fuera, era mejor dejar las explicaciones para cuando ya no hay marcha atrás, es decir, cuando ya hubiéramos llegado al pueblo. Debo presentar a un buen amigo encargado de llevarnos de aquí para allá en tantas y tantas aventuras, no era otro que Toni, un seat 127 blanco que hederé de mi tía Mercedes, un coche pequeño pero duro y resistente. Cuando llegamos a un pueblo llamado Huete, me invadió el sueño y pese las quejas del buen Rocinante, paré en la cuneta y me quedé dormido unas cuantas horas, las suficientes para recobrar todos los sentidos para poder conducir en condiciones sin riesgos. Al llegar al pueblo fuimos a buscar a algunos de los paisanos de Rocinante que vivían allí y compramos para hacer una paella, la casa de Rocinante era de nueva construcción y estaba próxima a la antigua casa del pueblo que estaba ya en ruinas. Entre medias de las dos casas quedaba un terreno muy adecuado para poder hacer la paella a fuego natural, nos organizamos de manera que mientras unos se encargaban de preparar la comida, otros iban a por hielo y bebidas y yo me encargué de la parte instrumental, enchufé las guitarras y los micros al amplificador tirando un cable de la cocina al patio exterior.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Aunque puse mucho empeño en el acondicionamiento del sonido para la fiesta que iba a acontecer, no podía imaginar ni por asomo lo que horas más tarde ocurriría en aquel patio de un pueblo olvidado de la alcarria conquense. Debido al olor de la paella, primeros toques de guitarra y que según las instrucciones que yo daba a los paisanos, micrófono en mano, respecto a la elaboración del guiso, todo indicaba que ya estaba a su punto de arroz. Acudieron lugareños de debajo de las piedras de modo que tuvieron que hacerse otras tres paellas más, encargo a cuenta de los nuevos paisanos que iban llegando. Los de la primera paella, una vez saciada nuestra hambre y sed, tomamos los instrumentos en mano y comenzamos un concierto que duró hasta la madrugada del día siguiente, cuando unos paraban, otros cogían los instrumentos, no podía imaginar que ese pueblo tan pequeño encerrara tanto músico por metro cuadrado. Para la cena se avivó el fuego sobre las cenizas de la comida con nuevos leños, se trajeron productos de la tierra, a saber, chorizos en aceite, morro y careta de cerdo, morcilla, panceta, queso, vino, pan de pueblo y demás manjares. Para beber se elaboró una sangría muy fresca y realmente deliciosa, hubo un momento en que un paisano se arrancó a contar chistes y de ese modo descansaron los músicos, las risas y el jaleo podía oírse a varios kilómetros a la redonda. Es muy probable que a lo largo de toda la noche se sumara a la fiesta gente de otros pueblos, porque hubo un momento que se veía tanta gente dentro del patio que costaba diferencia si no estábamos en alguna de las discotecas al aire libre de los pueblos de la sierra de Madrid. A la mitad de la noche se unió a la fiesta un anciano de unos noventa años, pensando que eran las fiestas del pueblo se metió en el patio, cantó, bailó y se metió para dentro un bocadillo de panceta y un par de vasos de sangría para que entrara bien el bocadillo. El anciano se lo pasó en grande, pero tuvo la imprudencia de ponerse a cantar micrófono en mano alguna melodía popular que hizo que su familia se percatara que se había escapado. Nos contó una nieta suya que había estado dando la lata todo el día con que quería salir a las fiestas, esperó hasta la noche en que se acostaron todos y cuando ya nadie podía impedirle su objetivo, se unió a la fiesta. Al día siguiente nos dijo su nieta que casi hubiera sido mejor dejarle en la fiesta porque se pasó toda la noche cantando y no dejó pegar ojo a nadie, uno de sus hijos, harto de no poder dormir, quiso llevarle de nuevo a la fiesta, aunque su nieta se negó rotundamente a que saliera de nuevo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Aquella jam session del pueblo de Rocinante fue muy parecida a las sangrías que organizábamos en las inmediaciones del río Guadarrama, algo que había visto desde niño, cuando los mayores tocaban sus guitarras y cantaban canciones de paz en la roca de la anarquía. Los prados cercanos al río, cerca de la urbanización, se caracterizan por tener piedras de gran tamaño aisladas de la vegetación, que venían de maravilla para poder asar unos chorizos y hacer una sangría quedando resguardados de las frescas noches serranas. Una de ellas era la roca de la anarquía, la llamábamos así porque alguien una vez dibujó sobre ella la A de la anarquía, fue el lugar donde muchos años fueron los que nos reunimos a cantar a la luz de la luna, con un bocadillo de chorizo en una mano y un vaso de sangría en la otra. La última sangría la recuerdo el verano del noventa y uno, catorce años más tarde de la primera vez que correteé por esos prados, con el presentimiento de que tal vez fuera la última sangría en la roca de la anarquía, los tiempos estaban cambiando y ya éramos pocos los que aún cantábamos a la luna. La roca de la anarquía, una roca que nos había visto crecer, seguía ahí impasible ante el paso del tiempo, riéndose de cómo habíamos cambiado en solo quince años, mientras ella se mantenía intacta, conservando hasta la mancha negra donde hacíamos las chorizadas. Nos vio crecer y esa última vez se preguntaría dónde nos habríamos metidos estos últimos años, porqué ya nos íbamos a calentarla con nuestra presencia, dónde estaría el resto de culos calientes que en esta ocasión no habían venido a sentarse a su regazo, ¿estarían ya casados y con niños? Pero se equivocaba la roca si pensaba que el paso del tiempo nos había amansado, seguíamos siendo tan golfos o más que cuando éramos niños y le dimos un recital difícil de olvidar, con canciones de las de antes y nuevas canciones, con voces y risas antaño de pito y ahora graves. Voces no menos ingeniosas y graciosas que cuando de niños le dábamos el paquete de tabaco para que nos lo guardara, voces que antes no apreciaban el latir de su corazón, pero ahora comprendían que la roca de la anarquía siempre había estado viva. Sentía tanto la presencia de la roca de la anarquía que en un momento me pareció estar conversando con ella, no era una conversación usual, pues solo hablábamos los dos, era un diálogo en el que nuestras mentes entraron en comunicación: Roca: Miguel: Roca: Miguel:

¿Dónde habéis dejado las mujeres? Nunca vinimos con mujeres, ya lo sabes. Otros vienen con chicas, ¿por qué vosotros no? No me paré a pensarlo, tal vez seamos muy feos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Efectivamente era algo que echaba de menos en aquella última sangría en la roca de la anarquía, ¿por qué estábamos solo chicos?, si otros grupos eran mixtos, reflexionaba cuál sería la causa de estar solo chicos. En realidad, más que buscar una explicación lógica de lo que había motivado que en esos quince años no hubiera habido chicas en el grupo de los enanos, lo que tenía allí, en ese instante, tras conversar con la roca, eran ganas de sentir el abrazo de una chica. Recordaba entonces a Almudena y con ella, a todas las chicas que pudieron ser y no fueron, la roca me había dado una respuesta segura, el motivo de no estar en ese momento con una chica no era por ser poco atractivo, ni poco inteligente, tan solo era circunstancial. El pensamiento de que eran las circunstancias, de cómo había transcurrido mi vida, las que hacían que no estuviera allí junto a Maite, Sonia, Nuria, Esther o Almudena, hacían que mi voz arrancara un quejido melancólico mientras entonaba tristes canciones de amor. Si hubiera sabido en aquel momento, que las circunstancias no son eternas, hubiera descansado sobremanera y probablemente hubiera motivado mi alegría, pero solo pensaba en la realidad, que tenía veintidós años y aún no había conocido a mi gran amor y pensaba que de seguir esa trayectoria, posiblemente me quedara para vestir santos. Si la vida fuera como escribir un libro, ahora juego con la ventaja de escribir sobre un sentimiento que viví entonces, sé que el amor puede llegar pronto, tarde o nunca, pero es absurdo sentirse triste porque no llegue, podríamos pasar nuestra vida completa de melancolía esperando que llegara sin obtener nuestro ansiado objetivo. El amor no llega, tal vez ese último día en la roca de la anarquía lo comprendí, porque comencé a pensar en lo inútil de la melancolía, si te sientes solo, hambriento de amor, al igual que cuando tienes el estómago vacío, tienes que saciar tu apetito y tu sed. El hecho de cambiar el modo de buscar el amor, apartando la melancolía o sentimientos absurdos como creerte inferior porque te estás quedando calvo o te ha salido un grano en toda la frente, no hizo que encontrara de inmediato el amor que buscaba, pero al menos, me divertí mientras lo encontraba. Desde aquel día, no hubo mujer que se cruzara por mi camino que me hiciera sentir algo, que se quedara con las ganas de saberlo, claro está, obviando hacer ningún tipo de comentario a aquellas que tenían pareja o estaban casadas. Gracias al respeto que me han inspirado las relaciones, nunca he sido motivo de ruptura alguna, todas las chicas a las que les he expresado mis sentimientos eran solteras y sin compromiso, debo reconocer que, sobre todo las primeras veces, era demasiado directo expresando mis sentimientos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Collado Mediano Hoy es un día triste o alegre, según se mire, un cantautor nacido una noche del frío invierno madrileño hoy ha emprendido el viaje a ese lugar del que nos separa un muro, aquel que no podemos ver aunque sabemos está ahí, al otro lado que los mortales no conocemos, mi admirado Antonio Vega. Un lugar del que nada sabemos, pero intuimos que es la nueva casa donde habita el alma, donde los que van se olvidan de su equipaje, desnuda el alma comienza una nueva vida en la que el dolor y el sufrimiento no existen. Sirva mi particular homenaje hoy, doce de mayo del dos mil nueve, a aquel cuyas canciones apaciguaron mi alma cuando me abordaba la melancolía, como también lo hicieron las canciones de Enrique Urquijo, que diez años atrás emprendió el mismo viaje. El año noventa y uno incorporé a mi repertorio, una canción que Antonio acababa de sacar del horno y que había escuchado en la radio, se titulaba se dejaba llevar por ti y me encandiló desde el primer día. Como era el mes de septiembre y por esas fechas en la sierra ya comienza a refrescar, nos fuimos de marcha a una discoteca cubierta que había en Collado Mediano, el tipo de música no nos convencía mucho y nos salimos al coche a escuchar la música que llevábamos en las cintas de casete. Para acompañar al éxtasis que nos producía la música, improvisamos unas cajas rumberas y comenzamos a dar golpes donde fuera a ritmo de la música, entonces tocó en mi ventanilla un señor con gorro de dormir.

No tenía cara de muy buenos amigos, así es que bajé la ventanilla muy despacio, entonces el noctámbulo comenzó a vociferar e intentó meter la mano dentro del coche, a lo que ni tuve más remedio que pillarle una mano, al abrir de nuevo, la sacó y así pude cerrar la ventanilla del todo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE La verdad es que el pobre hombre tenía razón que no eran horas de ponerse a cantar habiendo gente durmiendo por los alrededores, dejamos gruñendo al pobre hombre desvelado y nos fuimos con la música a otra parte. Gran parte de culpa de que ame la naturaleza es haber pasado mucho tiempo en la sierra de Madrid, mi válvula de escape, el lugar donde escaparse del mundanal ruido. Con veintidós años aún no conocía el mundo empresarial al fondo, tan solo comenzaba a asomar la cabeza tímidamente en una importante empresa de telecomunicaciones, al menos eso rezaba el anuncio que vi en un periódico de tirada nacional que me ofreció la oportunidad de trabajar. En el año noventa y uno pocos los que tenían internet, a decir verdad, nadie, el perfil de persona que tenía ordenador en casa era lo que ahora se da por llamar friki (del inglés freak, que significa extraño, extravagante). Yo no tenía muy claro el término friki hasta que un día un compañero de un curso del inem (oficina de empleo en España) se autodenominó así, entonces mi idea de friki era la que tenía los personajes con vestimenta extravagante que se puso de moda sacar a diario por televisión hace algunos años. Me llamó la atención que este chico se denominara friki, su forma de vestir era normal y no decía sandeces, como solían hacer los personajes televisivos, entonces mi compañero me explicó que el término friki engloba a más gente que a esos personajes televisivos tan extravagantes. Es un estilo de vida, una cultura de personas apasionadas por la ciencia ficción, fantasía, comics, videojuegos e informática, es decir, que se puede decir que yo he sido friki pues me encanta la novela de ficción. Sin embargo, aunque he sido informático durante veinte años de mi vida, no puedo decir que nunca haya sido un apasionado de la informática, de hecho, he llegado a aborrecer esta profesión, o por lo menos el entorno laboral y los aires que se respiran en el panorama del sector de los servicios informáticos españoles. Me produce gran animadversión ese mundillo de listillos prepotentes que rodea al sector informático, de no haber contado con aquella válvula de escape no se que hubiera sido de mi, el contacto con la naturaleza me hacía volver al mundo real, aún había un lugar en la comunidad de Madrid donde poder respirar aire puro y limpio, la sierra. Aún me cuesta comprender que siendo desde niño un trovador de asfalto, un juglar que cantaba con ironía las injusticias sociales, la invasión del mundo empresarial y de las grandes computadoras, acabara absorbido de lleno por ese mundo inhóspito y hostil. Recuerdo como una de las canciones de mi repertorio comparaba los ordenadores con animales muertos, ¡que comparación más acertada!

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Desde Collado Mediano a Guadarrama se tarda bastante poco en coche, y muy pronto estuvimos de regreso en la urbanización, mis amigos se subieron a dormir a casa de mi amigo Don Quijote, el otro amigo que compartió esta etapa de mi vida conmigo. En ocasiones mis dos amigos Don Quijote y Rocinante participaban en las noches de marcha serranas, así fue aquella noche, y aunque Rocinante no tenía casa en la sierra, cuando al final de la noche nos fuimos para feliz descanso de los noctámbulos, Rocinante prefirió volverse a la discoteca. Como Rocinante tampoco tenía coche y no hubo manera de convencerle de que se viniera con nosotros, tuvo que regresar a la urbanización andando, si en coche se tarda poco desde Collado Mediano a la urbanización, andando se tarda un poquito más, vaya, que hay un buen paseo. Yo preferí no entrar en casa de Don Quijote a dormir y tumbarme detrás del bloque de viviendas se su casa, donde había un depósito de gas bajo tierra del tamaño de un bloque de viviendas. Era buen sitio para contemplar las estrellas porque el depósito de gas, aunque enterrado, sobresalía del nivel del suelo y recubierto de césped, era muy cómodo para mirar al cielo, tumbado pero con la cabeza incorporada, de este modo mi cuerpo permanecía tumbado en ángulo de 120 grados. No dejaba de ser irónico estar tumbado sobre un depósito enorme de gas mirando las estrellas, porque de llegar a explotar, hubiera llegado a ver las estrellas literalmente, esa sensación de peligro daba un ambiente de suspense muy apropiado para contemplar el cosmos. Mientras me encontraba contemplado las estrellas, pude oír algún animal escarbando en la tierra, supuse que se trataría de un topo, pues el subsuelo de la urbanización estaba infestado de estos roedores, a los que como a mí, les encantaba la piscina. Muchos mañanas se podía ver en la piscina los restos de las juergas de mis amigos los topos, pues dejaban el suelo lleno de agujeros y en ocasiones alguno se animaba a darse un bañito, con el inconveniente de que luego no sabían subir por las escalerillas y acababan ahogados. Entonces le vi mirándose con esos ojos saltones, y ese par de orejas, pero me parecía algo extraño, un topo no tenía ese aspecto tan gracioso, además los ojos no ven un pimiento y mi amigo estaba observando atentamente, entonces me vino a la memoria un documental de televisión, era un Eliomys quercinus. No traté de acercarme a él, contemplé un rato su simpático aspecto y continué mirando hacia el cielo, pude oír como continuaba escarbando en la tierra, posiblemente en busca de algo de comida y yo me puse también a lo mío, pensé en el nombre popular de mi nuevo amigo, uno de los nombres de animal que más gracia me hacen, aún no sé muy bien por qué razón, tal vez por su extraño nombre, hablo del popularmente llamado lirón careto.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Vaya careto que tiene el lirón careto, si los roedores por tradición suelen producir miedo y rechazo, sin embargo mi nuevo amigo tenía cara de buenos amigos, al menos carecía de dobles intenciones, su cara era el reflejo de su alma, no interpretaba ningún papel, cosa que no podemos decir muchos humanos. Pasé un rato agradable en contacto con la naturaleza , una vez que me empaché de naturaleza subí con aires renovados a la casa de Don Quijote y de camino me encontré con Rocinante que venía refunfuñando por haber tenido que hacer el camino de regreso caminando.

El careto de Rocinante no es tan gracioso como el del lirón careto, por cuestiones varias, entre otras los derechos de imagen, no voy a hacer pasar en mal trago a los lectores de tener que ver el careto de Rocinante, desde luego mucho menos agradable del que ahora mismo están ustedes viendo. Al darse cuenta Rocinante que me importaba poco sus comentarios por haber tenido que regresar a pie, teniendo en cuenta que le habíamos avisado de que había una tirada andando haciendo caso omiso de nuestras advertencias, sacó un tema que sabía que no me gustaba. Cuando estaba pensando que además no le había venido nada mal el paseo a Rocinante hacer algo de ejercicio, me dijo que él no había tenido mi misma suerte de que sus padres tuvieran una casa en la sierra. Sabía por dónde iban sus comentarios, ya hicieron el mismo comentario en otra ocasión él y un compañero mío de trabajo un día que salimos por Madrid, lo decían en sentido peyorativo, dando a entender que yo pertenecía a una clase diferente por tener mis padres un piso en la sierra. Yo que siempre he estado en contra de todo tipo de injusticias, que desde niño había cantado a los cuatro vientos canciones protesta hablando de derechos y de libertad, ahora era señalado con el dedo porque mis padres tenían un piso en la sierra. No di tregua, les dije que si mis padres tenían ese piso, era a fuerza de trabajar duro, que nadie les había regalado ni uno solo de sus ladrillos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Sevilla Apasionado por la música llegó a mis oídos que se celebraba un festival dedicado a mi instrumento preferido al que estaban invitados artistas de todo el mundo, la única pega es los conciertos eran durante la semana en la ciudad de Sevilla. Podrían llegar a pensar que todos los amigos que tuve eran del estilo de Rocinante y Don Quijote, no fue así, hubo amigos verdaderos, no en abundancia, pero alguno había, entre ellos estaban Manolo, Luis y mi hermano Javi. Por aquel entonces trabajaba, pero mi trabajo era tan flexible que podías incluso tomarte algunos días de permiso no retribuido por una causa justificada, vamos, que te firmaban la baja voluntaria y cuando te incorporabas se daban de alta. El hecho de asistir a un acontecimiento legendario al que asistirían guitarristas de todo el mundo, era para mí, amante de la guitarra donde los haya, motivo más que justificado para ausentarme del trabajo durante unos días. No es que mi ausencia pudiera considerarse fraude porque no cobraría los días que faltara a trabajar, pero no me parecía adecuado dado el carácter eventual de mi empleo, justificar mi ausencia con la asistencia a unos conciertos, así que pensé en un argumento algo más convincente. Se me ocurrió la excusa perfecta, dado que había finalizado mi carrera universitaria de informática, me había enterado de unos cursos importantísimos para complementar mis estudios, pero con la mala fortuna de que se impartirían en Sevilla. Cuando le expuse al responsable el motivo de mi ausencia, le pareció muy buena idea y me felicitó por la iniciativa, de este modo todos contentos, y no tardé en llamar a Luis confirmándole que podía ir a los conciertos. Mi hermano Javi y Manolo tuvieron que quedarse a trabajar, aunque el sábado vendrían al último concierto. Luis y yo pudimos asistir además los dos días dedicados al blues y el jazz, con estrellas del calibre de B.B. King, aunque en particular para mí el plato fuerte era el maestro, Paco de Lucía. Disfruté de cada uno de los conciertos, sentía en las venas el toque de cada una de las cuerdas, pero la intervención de Paco de Lucía fue para mí la más brillante, era la primera vez que veía a Paco en directo, aunque nunca imaginaría que un día llegaría a estrechar su mano. He tenido ocasión de escuchar de nuevo su interpretación de «El Pañuelo», mi sorpresa es que antes de empezar a tocar, he oído a alguien gritar y esa voz me resulta muy familiar, en el momento preciso en que todos callan, se oye de repente ¡Viva Paco!, entonces mi mente viaja en milésimas de segundo a aquel lugar, ese que gritaba no era otro que yo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Años más tarde me encontraba en un bar llamado el Candela con mi maestro Carlos Habichuela tomando una cerveza y hablando de la vida, como solíamos hacer en bastantes ocasiones tras terminar cada una de las magistrales clases que me daba. Entonces me dijo Carlos que me iba a presentar a un amigo, era un señor muy moreno con barba frondosa que llevaba sombrero, no le conocía por lo que le saludé alegremente como solía hacer con todos los amigos que me presentaba el maestro. Mi sorpresa vino cuando le miré de cerca a los ojos, le reconocí de inmediato, sentí un escalofrío que me recorría desde la mano hasta la punta del dedo gordo de los pies acentuándose en el cogote. Por un momento quedé sin habla y el amigo de mi maestro, posiblemente advirtiendo mi sorpresa, me acercó una banqueta y me invitó a sentarme, estuve escuchando atentamente aunque aún algo aturdido. Era el mismo al que grité de lejos, ¡Viva Paco!, en aquel concierto celebrado muchos años atrás, realmente no llegué a hablar, no me atrevía a decir una palabra, pero sentí una enorme alegría de haber estrechado la mano del que durante muchos años fue mi guitarrista preferido. Durante esos dos conciertos en Sevilla pude conocer mejor a mi amigo Luis, realmente solo habíamos ido a alguna excursión porque nos conocíamos desde hacía poco tiempo, me di cuenta que era un amigo auténtico, uno de los pocos amigos de verdad que se han cruzado por mi camino. Tras el segundo día de concierto regresamos a Madrid porque Luis tenía que hacer algunas gestiones y el sábado regresamos a Sevilla, pero esta vez con la inestimable compañía de Manolo y de mi hermano Javi. En aquellos años podía tener cierta afición al flamenco, aunque escasos conocimientos, no era capaz de distinguir entre una soleá un unos fandangos, aunque si podía apreciar la destreza de grandes como Paco. Pero de lo que tenía más conocimientos y de lo que era un seguidor acérrimo, era del rock, el sábado era el día dedicado al rock, una fiesta inolvidable en la que pudimos gozar de la presencia de grandes figuras del rock concentradas en el mismo escenario, desbordando arte a raudales. Al año siguiente era la expo de Sevilla a partir de la cual los precios se dispararon, pero aún entonces se podía ir de tapas por la capital hispalense por un precio asequible, llegamos justo a la hora del aperitivo sobre la una y media de la mañana. Estuvimos tapeando desde que llegamos hasta la hora que comenzaba el concierto, la temperatura era ideal porque estábamos en octubre, menos mal que no fue en pleno verano, porque si dicen que Córdoba es la sartén de España yo diría que Sevilla es cazuela de barro, cuando el calor aprieta no sabe uno donde meterse, sino me creéis preguntad a un sevillano.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Si los dos días de blues y jazz fueron geniales, aquel día en el que nos juntamos cuatro amigos roqueros, la fiesta estaba asegurada, era algo que sabíamos que no se volvería a repetir y que muchos de los artistas que pasarían iba a ser la única vez que los veríamos en directo. Para promocionar la expo servían las bebidas en unos recipientes de plástico con pajita, en principio pensado para refrescos, aunque al proponerles la idea de servirnos los mismos de cerveza no les pareció mal. Así es que coleccionamos una enorme cantidad de recipientes que tenían dibujado un muñeco, según tengo entendido era la mascota de la expo y me vinieron estupendamente para tomarme grandes batidos de cacao con leche. Disfrutamos de la música todo el concierto, hubo de todo, desde la balada More Than Words de Extreme a las guitarras de Steve Vai, Joe Satriani o Brian May escupiendo fuego. Leo en foros de internet que los que ahora tiene veinte años hubieran dado lo que fuera por haber estado allí, realmente saben lo que quieren, porque aquello fue algo más que palabras, como reza la canción de Extreme. Son acontecimientos que te hacen valorar más si cabe aún lo que he vivido, momentos que sabes son irrepetibles e inigualables y como no homenajear desde mi libro a aquella cadena de música a la que siempre llamaba un despistado confundiendo la cadena con una agencia matrimonial. La cadena del váter, gente que desinteresadamente ofrecían su trabajo por una causa común emisor receptor, locutor oyente, la pasión por la música, os tengo que dar las gracias por todos los momentos que me ofrecisteis que hicieron mis estudios universitario muchísimo más llevaderos. No sé si puede llegar a hacerse una idea el lector lo puedo llegar a admirar a las personas desinteresadas, que ofrecen su servicio a un bien común, ya sea el misionero, el locutor de una cadena pirata, el médico o escritor, gente que disfruta ofreciendo su esfuerzo, que tiene verdadera vocación. A este tipo de personas, no les mueve una ideología determinada, no son clasistas ni discriminan a aquel que no comparte sus ideas, ¿cuántos misioneros habrán llegado a decir en algún momento de su trabajo, qué importa que a los que ayudo crean en Dios o en la tierra fértil, si lo que realmente importa es que tengan que comer, con que asearse y medicinas para curar sus enfermedades? ¿Cuántos médicos habrán metido en su consulta gente sin recursos, sabiendo de antemano que no les van a poder pagar, a drogadictos, a alcohólicos, si saben que su mayor recompensa es aliviar su dolor? ¿Cuántos escritores o locutores de radio hay que trabajen desinteresadamente, por amor al arte, porque saben que a alguien le llega su mensaje, que hacen su trabajo con pasión, llegan a casa, se quitan el mono de trabajo sudado y se ponen ante el público, a darles gloria bendita.

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4. El Curro Mi Gran Enfado El año noventa y dos a mis veintitrés años me encontré casualmente al salir del trabajo con Lucía, una chica que conocí en una discoteca de Madrid del modo más extraño que jamás había conocido a nadie, directamente comiéndonos a besos. Lucía era extremadamente bella, recuerdo que era alta, más que yo, debía medir 1’83, era también delgada para su estatura pero bien proporcionada, de constitución fuerte, pura fibra, de ojos azules y rubia natural. Cuando se acercó a mí en aquella discoteca y sin mediar palabra comenzó a besarme, pensé que tal vez aquello era una apuesta que había hecho con sus amigas o tal vez alguna broma, pero como era tan extremadamente bella no protesté y me limité a disfrutar del momento. Cada vez estaba más convencido de que aquello era una broma porque ella no paraba de mirar de reojo al grupo de personas con las que vino, y cuando trataba de hablar con ella, me tapaba la boca con la suya, tan dulce que no podía resistirme y me dejaba llevar como pluma al viento. Entonces pronunció la primera frase invitándome a irnos a un sitio donde estar solos, algo que estaba deseando, al menos para poder hablar un poco con ella y al menos poder conocernos mentalmente, pues físicamente poco quedaba por saber. Me habló de ella y me sorprendió que era muy tímida, no podía entender como una chica que se ruborizaba cuando le preguntaba algo tan trivial como qué estudiaba, fuera la misma chica que me había estado besando con pasión durante toda la noche en la discoteca. Me dijo que estaba el fin de semana sola porque sus padres habían salido fuera de Madrid y que si me apetecía que hiciéramos una fiesta en su casa y brindar con champagne, que no importaba si no tenía dinero, pagaba ella a todo, dicho lo cual se puso su cara roja del mismo color de mi jersey. Era extraño su comportamiento, era una mujer de una belleza tan grande como su timidez y sin embargo me estaba invitando a subir a su casa a brindar con champagne, mientras pensaba en lo raro que era todo esto, me volvió a besar y esta vez noté mucho calor en su cuerpo. Fuimos a una tienda que abren veinticuatro horas y me sonreí al ver la selección de productos de Lucía, entonces le advertí si era verdad que pagaba ella, pues yo no podría pagar aquellas exquisiteces, me respondió afirmativamente. En realidad si podía pagarlo, pero si era cierto me quedaría el resto del mes sin blanca, eran productos no permitidos para mi bolsillo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Tomamos un taxi hacia su casa, un trayecto que hubiera deseado no hubiera acabado nunca, parecía querer retenerme con sus besos como si temiera que me fuera a echar atrás en el último momento. Desde mi posición podía ver al taxista que estaba más pendiente de lo que pasaba en el asiento de atrás que de la conducción, estando a punto de chocarnos en numerosas ocasiones. Si la belleza de Lucía era impresionante, la casa donde vivía no lo era menos, estaba situada en el barrio de Arturo Soria, al llegar a la puerta de aquella mansión apareció un señor mayor de pelo blanco, con mucha elegancia y corrección nos abrió la puerta, era el mayordomo. Ordenó al mayordomo que el servicio le preparara la cena y la subiera a su dormitorio, asintió el mayordomo con la cabeza y me pidió mi abrigo para colgarlo en un armario tallado con motivos religiosos de ébano. Pasamos por un patio interior donde había unos sillones que daban ganas de tumbarse en ellos, de hecho tomé asiento en uno de ellos, a lo que Lucía protestó diciendo que no me sentara en el sillón de Luisito, un pastor alemán que por fortuna se encontraba en ese momento en el jardín exterior. Pasamos a una sala de estar, la decoración era del gusto más exquisito, me daba la sensación de estar visitando un museo, mientras contemplaba con admiración los cuadros, el mayordomo adivinó la duda que tenía: Mayordomo: Un Rembrandt auténtico, ¿Qué tomará el señorito? Me parecía del todo ridículo dirigirse a mí como «el señorito», pero dicho por aquel señor tan correcto y expresivo, sonaba bien, leí en su mirada inteligencia y complicidad desde el primer instante en que le vi, podría parecer extraño, pero me caía incluso mejor que la anfitriona. Miguel:

Una cerveza señor, muy amable

Lucía puso un disco techno que no me gustaba, pero tampoco protesté, desde que habíamos entrado en la casa, tal vez por la presencia del servicio, no me había besado Lucía ni una sola vez, ya echaba de menos esos besos tan dulces, pero a falta de ello, vino la cerveza con un aperitivo que tal vez leyó en mi mente el mayordomo, jamón serrano de pata negra. Lucia y yo comenzamos a charlar, fue el momento de la noche en que más tiempo estuvimos hablando, conociéndonos, hablando de nuestras familias, aunque yo adivinaba que algo rondaba en su bella cabecita, algo le preocupaba pero preferí mantenerme discreto. El mayordomo nos dijo que ya estaba todo listo en el dormitorio, Lucía le dio las gracias y le dijo que no nos molestara nadie, ya les avisaría cuando necesitara algo. Lucía me tomó de la mano y me dirigió por una casa de la que no sería capaz de encontrar la salida por mí mismo y entramos en lo que podría ser el dormitorio de la pantera rosa.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE No tuve necesidad de preguntar a Lucía cuál era su color preferido, el rosa invadía la totalidad de la habitación, al volver a estar solos, regresaron los besos y abrazos tan añorados. Los detalles de la mesa que habían preparado para cenar podrían indicar que estábamos en un restaurante de lujo, de no ser porque el rosa te recordaba en todo momento que estabas en el dormitorio de Lucía. Cené productos que sabía que probablemente nunca más los volvería a probar, y me preguntaba que cuál sería el postre de una cena tan deliciosa, noté en la mirada de Lucía que la preocupación había desaparecido, su cara estaba tan roja que parecía iluminar la habitación. Se levantó y puso un disco, pensé que tal vez me volvería a torturar con sus gustos musicales, pero me sorprendió gratamente con Voces de Primavera de Johann Strauss y me tomó de la mano para bailar. El rojo de sus mejillas pareció suavizarse cuando nos tomamos de las manos para bailar, como si parte de su calor fuera absorbido por mi cuerpo, nos servimos champagne francés, la primera vez que lo probaba y realmente enamoró mi paladar. Trajo en una bandeja el postre, fue toda una sorpresa porque ese postre sí que lo había probado antes, apenas ya recordaba el lugar donde lo había probado por primera vez, fue de niño, una de esas veces en que salíamos la familia a comer a un restaurant, pude observar con detenimiento su preparación, me impresionó que el camarero sacara un encendedor del bolsillo y flambeara el postre tras rociarlo de ron. En la operación de flambeado el camarero se chamuscó el bigote, circunstancia que provocó que riéramos sin parar mis hermanos y yo, además del espectáculo tan divertido que acabábamos de presenciar, el postre estaba realmente delicioso. Cuando conocí a Lucía llevaba bigote siendo mi aspecto parecido a cualquier mafioso del cárter de Medellín, le pedí a Lucía que tuviera cuidado al flambear el postre, no fuera a chamuscarme el bigote. De todo lo que pude decir esa noche, es lo que más gracia le hizo porque de la risa ni podía encenderlo, tuve que encenderlo yo, al taparme el bigote para evitar que se me chamuscara, Lucía se cayó al suelo de la risa, sospecho que debió ser la vez que más se había reído en su vida y eso me hizo feliz. Tras el postre, inevitablemente venía a mi cabeza si tal vez habría un segundo postre, volvimos a bailar, esta vez Love Theme de Vangelis, tema que desató la pasión, llegué a pedir a Lucía que me pellizcara, pues realmente dudaba si todo aquello era real. Lucía me trajo un pijama, protestó cuando me dirigí hacia el cuarto de baño para ponérmelo, entonces, le señalé mis partes y comprendió de inmediato, se tapó la boca con la inocencia de una niña que acaba de romper un plato.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Le digo a Lucía que si no le importa que me dé una pequeña ducha, ella vuelve a reír y me dice que vale, no le importa, me doy una ducha de agua fría que me viene de maravilla, me pongo el pijama y salgo del cuarto de baño. Mientras ha sacado otra botella de champagne de la nevera que tiene en el dormitorio y me ha puesto un poco bien fresquita sobre la mesilla de noche, me dice que ella se va a poner más cómoda y se va a duchar también porque está muy acalorada, le digo que intentaré esperarla despierto porque la cama es tan cómoda, me tira un almohadón a la cabeza. Mientras ella se pone cómoda, me pongo a pensar en la decoración, a pesar de estar todo exageradamente recargado de color de rosa me parece estar decorado por una mano profesional, pues cada componente de la habitación está perfectamente conjuntado guardando un equilibrio entre las diferentes tonalidad, eso sí, siempre de color de rosa. Hace su aparición Lucía con un conjunto de lencería roja que realza más aún su belleza y muestra una perfección en su cuerpo que antes solo podía imaginar, entonces viene caminando despacio hacia la cama y se tumba a mi lado sin quitarse sus zapatos de tacón rojos. Noto que su corazón late a la velocidad que late el corazón de un bebé, la tomo entre mis brazos y le pido que se tranquilice, que me cuente porque está tan nerviosa, puede confiar en mí que no me ha chamuscado el bigote con el suflé de Alaska. Entonces rompe a llorar, se abraza a mí y me dice que soy muy buena persona, me da las gracias por respetarla tanto y me dice que el motivo de que esté tan nerviosa es que es su primera vez, aún no se había acostado con ningún chico. Entonces le digo, aunque todas las fibras de mi cuerpo me dicen lo contrario, que es una elección muy personal y que debe pensarse muy bien cómo, dónde y con quién desea que sea su primera vez. Me sonríe y me empieza a comer a besos, si sentir su boca en mi boca era como degustar un bombón de chocolate, la sensación que me producía sentir sus besos por todas las partes de mi cuerpo era comparable con alcanzar el Nirvana. Por un lado temblaba su cuerpo, se sonrojaba cada vez que me miraba y dejaba entrever que era una mujer tímida, que le alteraba mucho descubrir lo prohibido, pero a su vez, su estado de excitación que se notaba en cara poro de su piel, le impedía parar de comerme. La volví a abrazar y sentí la necesidad de tranquilizarla, mi cuerpo estaba a punto de estallar y en varias ocasiones estuve a punto de perder el control y satisfacer lo que cada célula de mi cuerpo me pedía a gritos. Pero entonces, era mi alma la que estaba llevando el control de la situación.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Ella vuelve a agradecerme mi sensibilidad, dice que de lo sensible y bueno que soy, se excita aún más, entonces me dice que hay algo que lleva pensando un rato pero no se atreve a decirme, que si puede pedirme un favor. Ya intuía yo que todo aquello no era normal, cada una de las partículas de mi cuerpo me estaba llamando calzonazos, pero aún así mi mente seguía llevando el control, entonces, le dije, claro Lucía, dímelo, lo estaba esperando. Imaginaba que me diría que estaba enamorada de otro chico, que todo había sido un error, y aunque mi cuerpo me estaba fustigando por ello, mi alma me felicitaba por tener el valor de manejar una situación en la que pocos hombres hubieran sido capaces de mantener el tipo. Entonces fue cuando muy al contrario de lo que me esperaba, me dijo que desde que era una adolescente tenía una fantasía, un sueño, que muchas veces había soñado una fantasía sexual y que el protagonista era idéntico a mí. Vaya, pensé, parece que aún no está todo perdido, mi sorpresa fue su petición, deseaba darse una ducha conmigo, lo había deseado tantas veces, y era tal su estado de excitación que no me hubiera pedido tal cosa de no sentir un deseo incontrolable de sentir mi cuerpo junto al suyo bajo el agua. Entonces le respondí con los ojos, la tomé en mis brazos, no se di debido al cúmulo de adrenalina de mi cuerpo, pero me parecía estar levantando una pluma y la llevé en volandas hacia el cuarto de baño, entonces me pareció que su pelo tenía un tono rojizo y le dije, ¿eres pelirroja? Me sonrió y me dijo que sí, que se daba un tinte que se quita con la ducha, le da vergüenza teñirse de rubia y que sus padres la vean así, así es que se da el tinte cuando ellos no pueden verla. Le dije que a mí me gustaba más de color natural, era más auténtico y mientras decía eso me tapó la boca con otro beso, estaba feliz y contenta de estar a punto de ver cumplido uno de sus sueños más ansiados. Cuando llegamos al cuarto de baño, no se crean que fueron pocos pasos, pues la habitación era bastante grande, la incorporé en el suelo y noté que nuestra piel se separaba con dificultad, era como si nuestros cuerpos se hubieran fundido por un momento. Llegaba un momento delicado, cuando ella se quitó la lencería pude ver el cuerpo más bello jamás visto y me tocaba ahora a mi pedirle un favor, que por favor fuera calentando el agua, que me daba vergüenza que me viera desnudo en mi estado de excitación, ella se volvió a tapar la boca y dijo, Dios mío, y se metió dando saltitos infantiles dentro de la ducha. Me encontraba en un estado de excitación tal que ni siquiera yo me atrevía a contemplar mi cuerpo desnudo, especialmente de cintura para abajo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Antes de entrar a la ducha le pedí que por favor cerrara los ojos y los abriera cuando nos fundiéramos en un abrazo, ella dijo que estaba de acuerdo, así sería como si estuviera soñando y al fin despertara de aquel sueño y lo convirtiera en realidad. Nos fundimos los dos en uno, resbalaba el agua sobre nuestros cuerpos unidos y el vapor del agua, el jabón, los besos, las caricias hicieron el resto, estuvimos más de una hora dejando correr el agua sobre nuestros cuerpos candentes. Era tal el grado de excitación que teníamos que cada beso, cada roce de su piel con la mía era acompañado de un inevitable gemido, la pasión de los besos era descontrolada, ya no había espectadores, estábamos solos ella, el agua y yo. Entonces llego el Nirvana, una sucesión de convulsiones totalmente libres, su cuerpo temblaba a un compás, el mío a otro totalmente diferente, el estallido de calor que produjo este fenómeno era comparable al momento inminente de la erupción volcánica. Estallamos los dos y poco a poco nos fuimos tumbando en el suelo de la bañera, apenas podíamos tener nuestros cuerpos en pie, dejamos que el agua siguiera corriendo para sofocar nuestros corazones que aún latían a ritmo de mambo. Permanecimos otra hora tumbados en la bañera, su cuerpo sobre el mío, una y otra vez me decía, esto ha superado mis sueños, nunca imaginé que el resultado fuera este, soy tan feliz, yo sin embargo, la miraba y sonreía, apenas tenía fuerzas ni para hablar. Al fin nos incorporamos y regresamos a la cama ya despojados de las incómodas vestimentas, abrazados nuestros cuerpos en uno nos volvimos a besar, sacamos de la nevera fresas y nata, otra botella de champagne y chocolate. Cuando creíamos estar exhaustos, el éxtasis recorría de nuevo nuestras venas, esto nos permitió que jugáramos al juego del amor hasta bien entrada la mañana. Entramos en un profundo sueño, fundidos en un abrazo, un sueño tan profundo que mi siguiente recuerdo fue despertar ya de noche, y oír a Lucía pidiendo al mayordomo el desayuno, a lo que él respondió, será la cena, ella dijo, bueno eso, estuvimos cenando y me marché a mi casa, pues sus padres regresaban a la mañana siguiente. Estábamos tan a gusto que no reparamos en pedirnos los teléfonos, la di el último beso y no se supe más de ella, hasta que un día me crucé con ella casualmente cuando yo salía del trabajo. Me dijo que podíamos quedar en la discoteca en la que nos habíamos conocido, aquel escenario en el cual se desarrollaron tantos de mis sueños.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Accedí encantado a su oferta, había pensado mucho en ella desde aquel día y aunque tuve la tentación de ir a la puerta de su casa a ver si la veía, pensé que si el destino había querido que todo fuera así, no iba a ser yo quien lo cambiara. Estuvimos bailando toda la noche, hasta que Lucía vio a alguien y puso cada de terror, como si se tratara del mismo demonio, entonces me agarró de la mano y me llevó al fondo de la discoteca. Me explicó que ella tenía novio y que le dijo que no iba a salir, pero que le acababa de ver en la discoteca, entonces no pude evitar preguntarle, ¿estabas con aquel novio el día que me conociste? Ella afirmó con la cabeza, entonces le dije que lo mejor que podía hacer para evitar problemas era marcharme, ella me dio su teléfono y me suplicó que por favor la llamara, que si estaba con su novio era por presiones familiares y que yo era el único amor que había tenido en su vida. Yo le dije, lo comprendo, no te preocupes, ahora vamos a tranquilizarnos, me voy y ya hablaremos otro día con más tranquilidad, cuando salí por la puerta sentía por mis venas el mayor enfado que jamás había sentido. Tal fue mi enfado que sin pensarlo me fui en mi coche, el 127 que hederé de mi tía, a la sierra de Madrid, era de noche pero conocía un mirador donde poder desahogarme, me encontré un coche aparcado de una pareja que buscaba un lugar tranquilo para hacer sus cosas. Salí del coche, me subí a una peña y grité de rabia, una y otra vez, un eco se fundía con el otro, cuando quedé sin habla rompí a llorar y maldije mi suerte. Sentía odio por ella, si antes era la mujer más bella se había convertido en un monstruo, si la noche que la conocí mi mente tenía un perfecto control, lo ocurrido había hecho que perdiera el control y le deseara lo peor. Sabía que iba a ser muy difícil lograr controlar el gran enfado que tenía, no solo con ella, sino con el Dios que había permitido que añadiera un fracaso más a mi saco, que dolor tan insoportable sentía mi alma. Días sin comer, bebiendo solo agua, llegué a pensar en mi estado de perturbación mental que debía pasar cuarenta días sin comer para deshacer aquel maleficio que me acompañaba a lo largo de mi vida. Destruí el teléfono de Lucía y esa fue la clave, en ese preciso instante pensé en mí mismo, en el estado terrible al que había llegado, debía hacer algo para volver a la normalidad, aunque no sabía por dónde empezar. Entonces busqué la causa de mi enfado, ella venía a mi mente una y otra vez, pero comprendí que ella no tenía culpa de aquella situación, algo muy doloroso me había ocurrido, pero la causa de mi desgracia no era ella, sino que irónicamente fuera su acomodada posición social la culpable de que le estuviera obligaba a tener una relación con alguien a quien no amaba.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Ya tenía la causa, ahora necesitaba una medicina, ya me lo había contado muchas veces mi padre, el médico de la casa, una vez establecido el diagnóstico, había que aplicar el tratamiento adecuado. Parece adecuado tener paciencia y afrontar las dificultades, harto difícil cuando se tiene tanto dolor, tratar de poner una sonrisa a mi mal, alegría, afrontar la desgracia con humor, jamás recurrir al pensamiento, y si hubiera sido de otro modo. El dolor está ahí, no se puede remediar, hay que dejar que pase y la mejor manera de que esto ocurra es quitándole importancia, hay cosas mejores y más importantes en tu vida que ese dolor. Si hay posibilidades de mejorar tu dolor, hazlo, aunque ya no tienes el teléfono de Lucía y no puedes solucionar lo ocurrido, entonces no pienses en lo que no tiene solución, pero tu dolor si se puede curar, hazlo. En el mundo siempre encontraremos situaciones difíciles, es la paciencia la madre del cordero, la que va a ayudarnos a afrontarlas del mejor modo y el sufrimiento no vale para nada bueno, solo hace daño, hay que eliminarlo. Ayuda el hecho de aceptar las cosas como son practicando la paciencia, acepta lo ocurrido sin tratar de cambiar ni a Lucía, ni a los que la esclavizan a tener un novio y futuro marido no deseado, ni a su novio que acepta una mujer que le aborrece, acepta a cada uno de ellos, son así. Dejemos los juicios para los jueces, cada uno es como es y hay que aceptar que piensen de un modo diferente al tuyo, tratar de cambiarlo es por un lado inútil y por otro lado te convierte en un ser rígido y autoritario, hay que aprender a respetar la libertad de pensamientos aunque no los compartamos. Mientras reflexionaba en el preparado a base de paciencia para mi sufrimiento en la botica de mi mente, me iba encontrando algo mejor, es importante el desahogo, estoy convencido que mis gritos, no solo espantó a la pareja que hacía manitas en su coche y salieron horrorizados, sino que aliviaron mi alma. Me había enfadado con el ser al que más respetaba hasta el momento, aquel con el que cada noche hablaba, al que contaba mis inquietudes, mis ilusiones, al que antes de acostarme le pedía por un mundo más justo, había llegado a enfadarme con Dios, y le había juzgado tal vez de un modo precipitado. Parece que cuando hablamos de Dios sentimos miedo, no hay que temer a nombrarle, es aquel a quien queremos como a una más de nuestra familia, incluso me atrevería a decir que incluso podría llegar a considerarse algo natural el llegar a enfadarse en ocasiones con él. Pero a Dios el enfado no le afecta, él se las sabe todas, debemos aprender a no juzgarle, ya lo hicimos una vez y le crucificamos, debemos aceptarle tal y como es, si lo logramos, también nos aceptamos a nosotros mismos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Con Catorce Agentes A Mis Espaldas Tenemos varios ejemplos en el mundo del cine de grandes directores, como es el ejemplo de Alfred Hitchcock o Fernando Colomo que se caracterizaron por bajar a los suburbios, a lo más bajo del escalón, se metieron en un papel de la película que dirigían como figurantes. El resultado está a la vista, nunca mejor dicho, hemos podido ver con nuestros ojos películas de dichos directores de una magnífica calidad, quizá una de las claves de su éxito fue dar un trato al menos humano a los que muchos consideran la escoria del séptimo arte, gremio al que tengo el gusto de pertenecer, que no es otro que el de los figurantes. Yo he tenido la inmersa suerte de ver personajes a los que la gente admira, actores que interpretar papel de héroe, de valiente, gente que por la calle son vitoreados y aplaudidos por donde quiera que vayan, pero los he visto desde otro punto de vista, desde un ángulo diferente al que vemos en la pantalla, desde abajo, el lugar donde todo se ve mucho mejor. Puedo asegurarles que de héroes y valientes más bien poco, es gente a la que le gusta figurar (pero no como lo hacemos los figurantes, por Dios, nosotros somos humildes pero ellos son grandes estrellas), les encanta ser el centro de atención, pero eso no es lo peor, su peor defecto es que se han llegado a creer que realmente son estrellas. Yo les diría a todos aquellos que van por la vida pensando que son mejores que los demás, que el hecho de que circunstancialmente hayan logrado la fama, el éxito, la fortuna, no les convierte en estrellas, compararía su fragilidad con un huevo depositado sobre la cuerda floja. La condición humana hace que nuestra duración sea efímera, corta e imprevisible, ¿cuántas estrellas hemos visto caer y cuantas caerán?, no saben ustedes la satisfacción que me produce saber que absolutamente nadie posea el don de la eternidad, es precisamente lo que convierte en absurdos cuando miran a otro por encima del hombro. Con mis maravillosos veintitrés años en el año noventa y dos fui testigo directo de lo absurdo que resulta todo aquel que trata de diferenciarse del resto y más aún cuando para hacerlo utiliza su condición circunstancial de superioridad, para entendernos, ejerce abuso de poder. Me encontraba en el Balcón de Rosales, y me llamaron por teléfono, ¿cómo es posible que me llamaran a una discoteca a mi?, porque la tecnología había evolucionado de tal modo que podías emitir y recibir llamadas desde prácticamente cualquier lugar con un aparato pequeño que habían denominado teléfono móvil o celular. No oía muy bien dentro del local por lo que salí afuera para poder oír mejor, se trataba de unos amigos que iban a venir a reunirse con nosotros en el mismo local, quedamos en reunirnos dentro, pero mi sorpresa fue que un portero de discoteca se puso delante de mi impidiéndome el paso.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Pensé que era una broma y le esquivé con la agilidad que me caracteriza, pero no se trataba de una broma, porque pronto entraron diez matones y me sacaron en volandas del local. No sabía que se tratara de un local de la mafia, así es que procuré ser precavido con mis comentarios desde aquel momento, pregunté que por qué no me dejaban entrar y me respondieron que eran órdenes del jefe. Pedí que al menos me dejaran sacar mi abrigo y la identificación que llevaba dentro del abrigo y de paso poder avisar a mis amigos que nos debíamos ir de aquel lugar, pero me miraron con cara de asesino, cara que no les resultó muy difícil ponerme, pues era realmente la que tenían. No podía avisar con el teléfono móvil a Rocinante, el amigo que estaba dentro del local porque el teléfono que tenía en mis manos era el suyo y no quise volver a importunar a los matones para evitar males mayores. La solución más rápida, segura y eficaz para poder resolver aquel problema fue avisar a la policía de mi situación, entonces llamé y les expuse el caso, el agente me entendió a la primera y me dijo, pues vete a casa y que mañana te devuelvan el abrigo y tu documentación. Entonces protesté al agente, advirtiéndole que era una obligación de todo ciudadano el deber de ir debidamente documentado, no podía regresar a casa sin documentación en previsión de que pudiera ocurrirme algo en el trayecto o que me parase la policía y me pidiera la documentación. No estaba seguro en absoluto que aquellos argumentos que expuse al agente pudieran alterar su decisión de no hacer absolutamente nada al respecto y ya comenzaba a pensar en el buen paseo que me esperaba andando hasta mi casa, pues todo mi dinero lo tenía dentro de mi cartera. El agente me pidió que esperase un momento, hubo un par de minutos de silencio y cuando regresó me alegró la noche pidiéndome la dirección y el nombre de la discoteca, en diez minutos aparecieron catorce agentes tan grandes como castillos dirigiéndose hacia mí, que esperaba en la puerta. Agente: Miguel: Agente:

¿Es usted Miguel Ángel? Así es, señor agente Cuénteme lo ocurrido

Le explico todo lo que ya había contado a su compañero, sale el jefe de la discoteca refunfuñando al advertir presencia policial, dice que qué demonios hacen ahí, que están espantando toda la clientela de la discoteca. Agente: Mafioso: Agente: Mafioso:

Estamos trabajando, ¿sabe usted que ha ocurrido? No pasa nada que yo sepa, pero yo pregunté antes Al parecer ustedes dejaron indocumentado al joven ¿Cómo dice, qué nosotros hemos hecho el qué?

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Entra el mafioso con sus matones en un cuarto, se oyen gritos y un portazo de los que arrancan puertas, el mafioso sale y dice al agente que el joven puede pasar a recoger el dichoso abrigo. Miguel: Mafioso: Agente:

Ah no, yo no entro solo para que me den una paliza ¡Tú a callar!, si no quieres tener problemas Creo que el joven tiene razón, ¡entremos todos!

El mafioso se lleva las manos a la cabeza, entro primero y el portero se aparta, le agradezco su amabilidad y a mis espaldas catorce agentes como castillos de grandes, me escoltan hasta el lugar donde Rocinante ajeno a todo está dando la pelma a cuatro pobres chicas que no le mandan al cuerno por educación. Explico rápidamente lo ocurrido a Rocinante que al verme escoltado por catorce policías entra en un profundo coma del que despierta cuando hemos salido de la discoteca. Mis temores comenzaban ahora cuando los agentes tuvieran que marcharse, ¿tomarían represalias aquellos matones de medio pelo?, los agentes nos condujeron en su furgoneta hasta la Plaza de Cibeles donde nos bajamos para tomar el autobús nocturno no sin antes agradecer su labor intachable gracias a la cual nos encontrábamos sanos y salvos. No volví a aparecer por el balcón de Rosales hasta ocho años más tarde, pero ya no había peligro de ser reconocido, pues cuando ocurrió este suceso tenía mi cabeza poblada de una espesa cabellera. ¿Qué habrá sido del peluquero aquel que me juraba y perjuraba que yo no me quedaría calvo como mi padre?, hay que ver la de veces que pude oír de su boca que le asparan si eso llegaba a ocurrir. Cuan equivocado estaba el pobre, tan equivocado como lo estaban la cantidad de pesados que me fui encontrando durante aquellos años en que el pelo iba desapareciendo de mi cabeza que se encargaban de recordármelo a diario. Precisamente el refrán de que dentro de cien años todos calvos, viene que ni al pelo para dar punto y final a esta sección dedicada a todo ser humano que cree ser superior al resto de los mortales, pienso si llegaran a ser tan estúpidos de creer que son tan importantes que se les ha otorgado el don de la inmortalidad, pobres ingenuos. ¿Cuántas calaveras poblarán nuestros cementerios de personas que algún día se rieron de los calvos?, tremenda ironía, en mi visita a la isla de Mallorca, pude ver que junto al diario anexaban el correspondiente a cien años atrás. Me llamó la atención que hace cien años se vendían pociones mágicas para el cabello y no eran tan diferentes a nosotros, pobres de los ingenuos que rezan el tópico, «La juventud de ahora no es como la de nuestros tiempos».

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE ¿No Serás Tú Billie Holiday? En el año noventa y dos contaba con veintitrés años y mis deseos de disfrutar de la vida y divertirme eran prioritarios, de ese modo, cuando llegué a casa después de trabajar me dijo mi hermano Javi que si me apuntaba a una fiesta en la facultad de Biología. ¿Qué mejor para relajarse tras una dura jornada de trabajo y dar la bienvenida al fin de semana que irse a una de las sonadas fiestas universitarias? Allí me encuentro con una antigua compañera de clase con la que me llevo genial, pero se hace la despistada y me imagino que está bromeando, sigo la broma y apoyo el dedo en su espalda y grito: Miguel:

¡Arriba las manos, esto es un atraco nena!

No pareció gustarle la broma porque me soltó un bofetón que me dejó tieso, entonces le dije, ¿qué pasa, que ya no saludamos a los amigos?, entonces ella se echó a reír y me pidió disculpas, me dijo que era la hermana gemela de mi amiga. El lunes en el ascensor del trabajo me la encuentro otra vez, me hago el asustado y le digo, por favor, no me pegues, ella se echa a reír y me dice que ya le contó su hermana el bofetón que me dio en la fiesta de la universidad. Miguel:

Entonces, ¿eres tú la verdadera Ángela?

Bueno, sí, mi hermana no es de ficción aunque vive en los mundos de yupi («vivir en los mundos de yupi» es una expresión utilizada en España para indicar que alguien es ajeno a la realidad, toma su origen de un programa televisivo infantil), yo soy Ángela y la que te dio el bofetón era Paula. Pregunto a Ángela que si trabaja ahí, y me dice que sí y bromea con que me sigue los pasos, años más tarde volvimos a encontrarnos en la empresa que me defenestró, para su desgracia, ella también era empleada de dicha empresa. Luego me informa que el departamento de informática de la empresa ha ofertado seis becas, le agradezco enormemente la información y presento la documentación a la candidatura, al poco tiempo me llaman para decirme que he sido seleccionado. Mientras espero en el office de mi nuevo empleo de informático, pienso que ojalá Ángela sea una de los seis becarios que seleccionamos, por desgracia no fue así y esto nubló mi alegría de mi primer día en mi nuevo empleo. La principal diferencia entre mis antiguos compañeros tele operadores y los recién estrenados informáticos, es que a los primeros se les podía considerar realmente compañeros mientras que los informáticos eran todo lo contrario a compañeros, algo que tuve que padecer el resto de mi carrera profesional.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Mi nuevo horario era peor, coincidía con la mayoría de los madrileños en mi hora de entrada y de salida, por lo que resultaba muy incómodo y a veces asfixiante el trayecto in itinere (desplazamiento entre casa y trabajo y viceversa). La música hacía que mi trayecto fuera más llevadero, me gusta mucho escuchar la radio pero como bajo tierra (underground) no llegan las hondas, compré un híbrido que combina reproducción de compact disc y radio (discman con radio). Durante mis últimos meses de carrera había escuchado en la radio una cantante llamada Whitney Elizabeth Houston, cuando la escuché por primera vez me pareció estar oyendo la voz viva de Billie Holiday, cantante que tantas canciones de cuna me cantó en mis noches desveladas. Whitney acababa de hacer su primera incursión en el cine e interpreta una antigua canción de Dolly Parton con un toque muy especial, se llama, siempre te amaré (i will always love you), cuando la escucho, mis oídos acaban de poner en el primer lugar del ranking mundial aquella voz. Nunca consideré que lo más escuchado, lo más vendido o lo que está de moda, necesariamente fuese lo mejor, pero me encontraba ante la excepción que confirma la regla, la banda sonora más vendida en la historia la interpretaba mi cantante preferida, capaz de relegar a la mismísima Billie de mis oídos a una segunda posición. No es que comprenda perfectamente el inglés, pero por el contexto, podía deducir que era la canción que resumía mi vida, ahora que encontraba mi primer trabajo con proyección de futuro, adolecía de algo tan maravilloso que tan solo sabía de su existencia por referencias. La canción habla de desamor, la vida nos ofrece a lo largo de nuestro camino infinidad de desamores, por los cuales suspiramos y nos lamentamos de nuestra mala suerte, ¿por qué razón será que no lleguemos a encontrar un amor verdadero, tal vez no estemos hechos para amar? Eso me preguntaba en aquella época, llevaba veintitrés años con los pies puestos en la tierra y aún no había conocido el amor verdadero, ya comenzaba a comparar con mi entorno, sabía que mis padres habían contraído matrimonio a mi edad aproximadamente. Había visto como amigos míos habían encontrado su media naranja, una persona con la que compartir su vida, alguien a quien contarle tus inquietudes y con quien celebrar los éxitos, ¿por qué a mí no? Juego con la ventaja del tiempo, escribo estas líneas con cuarenta años, cuando hace escasos años conocí el amor verdadero, ahora todas aquellas preguntas tienen su respuesta, una respuesta muy sencilla. La vida no te ofrece lo que deseas cuando más lo ansias, sino cuando a ella se le antoja, todo llega a su debido momento, hay que saber esperarlo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

5. Las Hoces Del Duratón ¿Sabes Lo Que Te Quiero Decir? Regresaba del trabajo en mi seat 127 blanco reflexionando sobre el significado confuso de ciertas palabras y había una, que se me estaba atravesando, una palabra que bien podría ser tema de inspiración de un monólogo humorísticos, políglota. Por cierto, ya que sale el tema de los monólogos, no me parece justo que el género humorístico se haya apoderado de dicha palabra, no debemos olvidar que viene del género dramático. Aunque sabía que un poliglota era aquella persona capacitada para hablar varios idiomas, no podía quitarme de la mente otro significado, para ello mi mente se trasladaba a mi adolescencia, cuando alguien me llamaba glotón por comer con exceso y ansiedad. Tal vez fue en mi adolescencia la etapa en la que más glotón fui, sin embargo, en el año noventa y tres, a mis veinticuatro años, había descubierto otro placer que ignoraba hasta el momento, el equilibrio. De este modo, pensaba en mi adolescencia recién abandonada, pues ya se me podía considerar un hombre, aunque aún en fase de crecimiento, una adolescencia de la que recuerdo lo que me gustó aquel lugar en la playa de Gandía en el que anunciaban ¡Coma todo lo que quiera! Así es que, tanto si me permiten ustedes hacer un mal uso de la palabra políglota, como si no, aunque la única lengua que siempre he dominado ha sido el castellano, sin embargo siempre me gustó comer en abundancia y de todo y no encuentro palabra más parecida que la de políglota. Pero claro, no podía evitar que a mi mente saltara la alarma, ¡oye!, que te estás equivocando, que políglota es quien habla de todo y mucho, ¿entonces?, siendo mi amigo Rocinante una persona que habla mucho y de cualquier tema, en particular, cuando liga, ¿podemos decir que se trata de un políglota? La alarma saltaba de nuevo, no, políglota únicamente es el que domina varios idiomas, a Rocinante se le podría aplicar otro término más adecuado, pesado, aunque hay que reconocer que no te aburrías con él, a veces era algo cargante. Me vino a la memoria una anécdota de mi adolescencia mientras un taxista madrileño dedicaba unas palabras de homenaje a toda mi familia cuando se saltó un semáforo y no le vi hasta que casi le espachurro, ¿dónde tendré la cabeza?, los taxistas madrileños tienen preferencia de paso, ¡hombre! Aunque el taxista parecía aburrido y debía querer entretenerse dándome porrazos en la cabeza con una barra antirrobo, no le di ese gusto.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Como no hubo golpe ni mayores consecuencias, me fui y dejé al taxista vociferando solo, bueno, acompañado de su barra antirrobo y continué inmerso en mis pensamientos. La anécdota en la que pensaba, cuando tuve el percance sin mayores consecuencias con el taxista, era en el trayecto hacia Málaga, cuando con dieciséis años me hablaron unos compañeros de viaje holandeses. En el vagón de tren todos éramos jóvenes, una mezcla formada por mi hermano y yo, futuros guardias civiles que iban a examinarse y los holandeses. Yo pensé en un principio que quizá no sería capaz de entenderles, pero me sorprendió con la claridad que entendía casi todo lo que decían, resulta curioso que entre europeos nos entendamos mejor hablando inglés, que con los propios ingleses. De este modo, nos tocó a mi hermano y a mí hacer de intérpretes entre los futuros guardia civiles y los holandeses, lo que resultaba muy divertido era cuando uno de los paisanos se olvidaba que los otros eran extranjeros y después de soltarle una parrafada en jerga madrileña de Carabanchel, al ver la cara de pez del holandés, le decía: Futuro Guardia Civil: Holandés:

¿Sabes lo que te quiero decir? Mi no entiende.

En este caso particular, el futuro guardia civil hizo buen uso de la pregunta, pues la formuló al ver la cara de extrañeza del holandés, que no entendía absolutamente nada de lo que le decía el de Carabanchel. Pero en aquella época se comenzó a extender esta pregunta convirtiéndose en coletilla, de este modo, podían llegar a escucharse conversaciones en las que el noventa por ciento del diálogo lo ocupaba la famosa frase. Otro día regresaba en metro del trabajo, porque al seat 127 ya le empezaba a doler todo, estaba pachuco y tuve que llevarle al taller, ir en metro tiene ciertas incomodidades, pero por otro lado, puedes asistir a conversaciones realmente divertidas, como la de mis compañeras de viaje. Mari: Loli: Mari:

Pues no veas lo que le ha pasado a la Dominga ¡Ay Mari!, cuenta, cuenta ¿Sabes lo que te quiero decir?

Pienso yo en ese momento, ¿a qué viene ahora esa pregunta?, tanto se extendió el uso de la coletilla que se comenzó a utilizar indiscriminadamente para todo, llegué a imaginarme un mundo en el que solo se dijera esa frase. Mari:

¡Ay Loli!, pues te cuento, ¿Sabes lo que te quiero decir?

Entretanto trataba de imaginar qué podía haberle ocurrido a la tal Dominga.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE A veces pienso la poca consideración de algunos pasajeros del metro, que parecen no darse cuenta que hay otros pasajeros que no quieren quedarse sin saber qué demonios podría haberle pasado a la señora Dominga, menos mal que aún iba por la estación de Pueblo Nuevo, hasta llegar a Ópera imaginaba que tendría tiempo de enterarme. Loli: Mari:

¡Ay, Mari!, cuenta, cuenta, me tienes en ascuas ¡Espera que te cuente!, ¿Sabes lo que te quiero decir?

Lo bueno de leer libros, es que el que cuenta la historia puede resumir, lo malo, es que hay otras que no se pueden contar, me harté a reír (jarte, en Andalucía) con las expresiones en las caras de las señoras Mari y Loli, sin que estando a punto de llegar a Ópera supiéramos aún lo que le sucedió a la señora Dominga. Mari: Loli:

¡La Dominga compró el bar del pueblo!, ¿entiendes? ¡Ay, por Dios!, madre del amor hermoso, ¡ya lo sabía!

Llegué a Ópera con la convicción de que lo único que le había ocurrido a la Dominga es que había comprado el bar del pueblo, imagino que nada malo, como pudiera parecer en un principio, me alegré por la salud de la señora Dominga y salí en Ópera camino de mi casa. El resto del trayecto lo pasé leyendo un libro, me impresionó que el propio autor considerara tres profesiones de suma importancia frente al resto, estas eran la medicina, la filosofía y el derecho. En nuestra sociedad se tiende a dar mucha importancia, a endiosar a determinadas profesiones, siendo la figura del médico una de las más veneradas. Sin embargo, ¿en qué lugar dejamos al barrendero?, inevitablemente asociamos esta profesión con la suciedad, no podemos dejar de pensar que el barrendero es un ser sucio, cuando realmente deberíamos agradecerle que nuestras calles estén limpias. ¿Es más importante la profesión de un médico que la de un barrendero?, recientemente expuse esta pregunta a dos licenciados, recurrieron al viejo tópico del duro esfuerzo del estudiante, cayeron en la trampa de la sociedad, realmente se creen seres superiores por tener estudios. Pediría a todos los licenciados, todos aquellos que visten traje y corbata, cuyo máximo esfuerzo físico diario es trasladarse en su flamante coche desde el garaje de su casa al de su oficina, que un día aparcaran su coche, se quitaran el traje y la corbata y se pusieran el mono de barrendero. Solo entonces llegarían a comprender lo duro que es el trabajo de un barrendero, tal vez comenzarían a valorar el esfuerzo que cada día realiza el que barre las calles o el que recoge las basuras, ese día comprenderían que tan valiosa o tal vez más, es la actividad del barrendero que la suya.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Ojalá llegue el día en que el médico y el barrendero se den la mano, aunque uno la tenga sucia de basura y el otro manchada de sangre, que se miren a la cara y se den las gracias por lo bien que han hecho su labor, el día que eso ocurra, la evolución humana habrá dado un paso de gigante. Y si ese mismo día, por pedir que no quede, un hombre y una mujer se felicitan mutuamente por su labor en la sociedad, si el hombre reconoce su error por haberla discriminado desde el cromañón y promete no volver a caer en ese error y la mujer consigue perdonarle, ese día los humanos seremos algo mejores, aunque aún nos quedara aún mucho por caminar. Poco de mucho es igual a mucho (Me conformaría con el hecho de que leyera mi libro únicamente un 0,2 por ciento de la población mundial, muy poquito del total, que es mucho), si tan siquiera ese poco comprendiera la importancia que tiene la humildad. En aquellos días, algo aburridos de la rutina del fin de semana, buscábamos alternativas, como hacer excursiones por los alrededores de Madrid, pudimos comprobar que a pesar de salir fuera, gastábamos mucho menos dinero que los fines de semana que permanecíamos en la ciudad, salir de copas por Madrid puede llegar a ser muy caro. Por lo general no planificábamos estas excursiones, y era a las cinco de la madrugada de un viernes cuando decidíamos que era ese un buen momento para salir de excursión, íbamos a casa con los zapatos quitados para no hacer ruido, cogíamos lo necesario y nos íbamos a nuestro destino de fin de semana. Descubrimos la gastronomía de otras ciudades, como la de Segovia y uno de los primeros lugares que visitábamos era la carnicería del lugar, fue así como en Sepúlveda nos armamos de provisiones, entre las que no podían faltar las deliciosas chuletas de cordero. Visitamos las Hoces del Duratón y al llegar al borde del río, comprobamos que nuestras voces se multiplicaban por el efecto del eco de nuestras voces al llegar al cañón que había enfrente. Entonces di un silbido que se multiplicó y probablemente fue escuchado a varios kilómetros a la redonda, como resultado salieron de las rocas del cañón miles de buitres imitando con sus gritos mi silbido. Al principio nos asustamos porque no sabíamos que hubiera buitres en la zona, pero el espectáculo que contemplamos nos encandiló por su belleza, cada grito que emitía un buitre se multiplicaba por cinco por el efecto del eco y sorprendentemente hubo un momento en que todos aquellos gritos se tornaron en armónicos, como si de una coral se tratara. Nos advirtió un guarda forestal que no podíamos hacer fuego, le preguntamos si podíamos hacer uso del camping gas, afortunadamente para nosotros y para los buitres, no opuso objeción y pudimos freír nuestras chuletas resguardados del viento por una ermita.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE De nuestro festín fueron partícipes los buitres, ofrecimos a los visitantes de la ermita, pero aunque nos miraban relamiéndose, no aceptaron, los que sí aceptaron nuestra invitación sin dudarlo fueron los buitres que pudieron degustar con nosotros de unas riquísimas chuletas. Nos despedimos de los buitres con una guerra de espigas, de esas que lanzad a alguien y se le quedan pegadas al jersey todo el día como no se dé cuenta, cuando regresamos al coche parecíamos indios navajos solo que en lugar de plumas llevábamos espigas. Tras el éxito de aquella primera excursión, vinieron otras muchas, de las que recuerdo las aguas gélidas que bajan del embalse de Beleña en Guadalajara, o el curioso nombre de un restaurante de Jarandilla de la Vera en Cáceres, en el que una mujer de mal vivir debió dar a luz. Pero una que recuerdo con entusiasmo fue la que hicimos a la sierra de Albarracín en Teruel naturalmente debido a la belleza del lugar, pero lo increíble es que nos reencontramos con dos viejas amigas. Eran las chicas que habíamos conocido mi hermano y yo años atrás en Jávea, ellas vivían en Predreguer y también habían salido aburridas de la rutina del fin de semana, al día siguiente nos dejamos los teléfonos por si ellas venían a Madrid o nosotros íbamos a Pedreguer. Cuando salimos hacia Madrid, comprobamos con curiosidad que para ir hacia Madrid debíamos avanzar hacia el norte, cuando la dirección lógica a tomar sería ir hacia el oeste. Llegaron las vacaciones y decidimos hacer una gira por el sur de la península finalizando desde Huelva por la costa hasta llegar a Denia, así podríamos ir a visitar a nuestras amigas de Pedreguer. Tenía curiosidad por visitar la ciudad en la que vivió durante su adolescencia mi padre, Ceuta, nada más llegar nos ofreció un moro un ladrillo de color marrón, tenía el aspecto de una cagada de vaca, pero con forma cuadrada, lo tomé en mis manos y debía pesar alrededor de un kilo. Se trataba de un kilo de hachís, despertó en aquel instante mi instinto de pillo madrileño que observaba como timaban en la plaza de Callao de Madrid a los extranjeros, le devolví inmediatamente su ladrillo y le dije, lo siento es que, soy de Madrid. El moro protestó en su lengua y se fue refunfuñando con su ladrillo y proseguimos la visita por la ciudad, tardamos muy poco en visitar la ciudad, pues es realmente pequeña y fuimos al mercadillo a comprar regalos. Cuando regresamos hacia el barco, repletos de bolsas con regalos, la policía nos paró y nos dijo que sospechaban que llevábamos droga y debían proceder a registrarnos, fue entonces la primera vez que monté en el asiento trasero de un coche de policía y quedé impresionado de lo incómodo que era, sus asientos eran duros como piedras.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Durante el trayecto, uno de los policías nos dijo que si llevábamos droga, previo pago de la cantidad de cien mil pesetas, olvidarían el asunto y nos dejarían en libertad, dejándonos llevar la droga con nosotros. Les informamos que no llevábamos droga, que tan solo éramos turistas que habíamos ido a visitar la ciudad y a comprar unos regalos, entonces nos informó que iban a proceder a hacernos unas placas. Esto me alarmó un poco, pues había oído alguna vez en mi barrio, que ha uno que se bajó al moro a por chocolate, le había metido la mano en el culo para explorarle y le habían sacado de todo menos chocolate. Afortunadamente en nuestro caso particular no hubo exploración, tan solo nos pasaron por un aparato de rayos x, otro de mis temores, dado que había constatado que nos encontrábamos ante un caso de corrupción policial, era que nos colocaran algo de droga entre los regalos y dijeran que nos habían pillado con droga. Pero hubo suerte y salimos airosos, aunque me prometí que jamás volvería a visitar aquella ciudad, que por otro lado, que me disculpen los ceutíes, pero desde luego no es una ciudad muy bonita que digamos. Días más tarde estuvimos en rota, es una base norteamericana y pudimos practicar el inglés, resultaba curioso el hecho de pagar con moneda española y que los camareros solo hablaran inglés. Estuvimos jugando al billar americano, en el billar más grande que jamás haya visto, realmente si no llega a ser por el hecho de que pagábamos en pesetas, se podría pensar que estábamos en un bar de carretera de Arizona. Antes de proseguir nuestro viaje hacia a Málaga con destino Pedreguer, no sé muy bien si debido al susto de la aduana ceutí o por qué ya estábamos un poco cansados, aunque nos quedaban aún muchas vacaciones, decidimos que sería buena idea regresar a Madrid. No visitamos a nuestras amigas ni tampoco ellas vinieron a Madrid a vernos, así es que no las volvimos a ver, pero pasamos el resto de vacaciones en nuestra propia ciudad, algo que resultó mucho mejor de lo que podíamos pensar. Prácticamente salíamos a diario con la ventaja de que íbamos a los sitios donde nos conocían, cómo olvidar a nuestra amiga de ese garito de Huertas llamado el Ayuntamiento, una chica que siempre nos regalaba su bella sonrisa a parte de alguna que otra copa. Fuimos al Claxon, otro de nuestros garitos clásicos, hasta nos permitimos el lujo de ir a un garito que una chica nos daba invitaciones pero nunca íbamos y se llamaba Donde Siempre, al que nosotros llamábamos Donde Siempre Nunca Vamos. Pero no podía faltar mi visita preferida, a mi amiga del karaoke «Mari Toñi».

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El Extintor Tras el verano del noventa y tres me encontraba absorto mirando uno de esos mensajes subliminales que han quedado en mi memoria, esos que tienen un significado sencillo, pero que saben encierran un mensaje oculto que algún día conseguiría descifrar. Era una pintada que había dejado algún subversivo del barrio en una pared de una casa cercana a la mía que decía: ¡Gredos para la cabras, no para los cabrones! También en aquellos días sacudía mi mente una duda, era sobre una secuencia de una película de Alfred Hitchcock, concretamente de Psicosis, después de ser asesinada la protagonista, puede verse su cara inerte bajo la ducha con los ojos abiertos, ¿cómo demonios lograría el director que aquella actriz permaneciera totalmente inmóvil, acaso le suministró una droga paralizante? Ya habrá advertido el lector que mi filosofía de vida se basa en la dualidad, soy seguidor del pensamiento oriental en muchos aspectos y uno de ellos es en la inevitable existencia del yin y el yang, mi duda es, ¿por qué elegir el mal en lugar del bien? No comprendo por qué el ser humano tiende a elegir la maldad como estilo de vida, es decir, sentir cierto grado de satisfacción infringiendo sufrimiento o molestias a nuestro vecino, es esta una duda que temo no encontrar respuesta hasta el fin de mis días, pero al menos algo hay algo que si me ha quedado claro, el que la hace, tarde o temprano, paga por sus fechorías. No pensemos que vamos a salir indemnes, ser malo sale caro, no hay mayor error para un comerciante o un hombre de negocios que elegir la maldad como estilo de vida, no hay peor negocio que dicha empresa, su quiebra está asegurada cien por cien. Nuestro mayor amigo, la historia, la memoria histórica nos repite día a día lo que ha ocurrido y ocurre a quien elige el mal como estilo de vida, su ceguera le impide ver el desastre cuando lo tiene a la vuelta de la esquina. ¿Quién es víctima y quién es verdugo?, aparentemente el que infringe el mal es el verdugo y quien lo sufre es la víctima, pero por fortuna para todos, tan solo en apariencia, ¿merece la pena elegir la maldad como estilo de vida?, me enorgullece poder afirmar categóricamente que no, en absoluto. Muchas de mis dudas han encontrado su respuesta a lo largo de mi vida, y otras muchas no, pero vivo con la esperanza de que llegue el día en que todas mis dudas queden totalmente resueltas, eso sí, no tengo ninguna prisa en que llegue ese día. Se podría comparar el mal, la destrucción con uno de nuestros elementos, el fuego, y el extintor, ese capaz de combatir el mal con otro elemento, el agua.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Por la mañana temprano, al salir al trabajo, me encuentro a uno durmiendo en el 127, le doy los buenos días y sale disparado como una bala, doy un vistazo y compruebo que todo está en orden, bueno, dentro de lo que cabe, teniendo en cuenta que es lunes tras un fin de semana loco. El lunes lo paso en el trabajo lo mejor que puedo, es decir, a base de paracetamol y zumos, y antes de salir, me pregunta el jefe que si para ir a mi casa voy a pasar por Quintana, con el despiste que tengo se me olvida decir que no, y se viene conmigo. Se sienta sobre un condón inflado, estalla y nos pegamos un susto de muerte, retiro los trozos como puedo antes de que se percate de que era un condón y le digo que fue el gracioso de mi amigo Manolo, que el fin de semana se trajo un globo de las fiestas. Cuando aún no nos hemos repuesto del susto, el jefe coge en su mano el pequeño extintor que en la época traían algunos coches de fábrica, aunque en caso de incendio conocía de su escasa utilidad, pero quedaba bonito. Recuerdo en ese momento que mi amigo Manolo esconde los papelillos de fumar debajo del extintor, al mismo tiempo que coge el extintor, sin que se percate, retiro los papelillos y los meto en el bolsillo de mi camisa, en ese momento agradecí las enseñanzas de mi viejo amigo trilero de la Plaza de Callao. Parece mentira que con aquellos dos movimientos, mi jefe había conseguido espabilarme más que tras ocho horas fabricando líneas de código, estaba atento a ver iba a ser el siguiente movimiento de mi jefe, cuando tras un bache, sonó el golpe de un bulto bastante pesado en el maletero. Leí de inmediato lo que ocultaba la mente atemorizada de mi jefe y me apresuré a explicarle que era la barca hinchable, a ver si un día encontraba a alguien que me ayudara a subirla a mi casa, hubo un silencio que interpreté como que no se ofrecía voluntario. El resto de viaje transcurrió dentro de la normalidad, teniendo en cuenta que tuve que parar en una gasolinera a echar gasolina, agua y aceite en idénticas proporciones para conseguir que siguiera andando, es que el fondo el 127 estaba un vehículo bastante caprichoso. Por último, poco antes de dejar a mi jefe en su destino, esquivé a tres perros y cuatro ancianas de una muerte segura, llegando a nuestro destino, el metro de Quintana, me agradeció el favor, pero mi intuición me hizo imaginar que me encontraría al día siguiente una carta blanca encima de mi mesa indicándome el camino de la calle. Afortunadamente mi intuición se equivocó, sin que sirva de precedente, aún era muy joven para ser defenestrado, tendrían que pasar unos cuantos años más hasta que llegara el día en que me lanzaran de un puntapié, si me animó y recomendó mi jefe a cambiar lo antes posible de coche por mi seguridad, aunque tenía mucho aprecio a aquel coche como para dejarle abandonado.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El extintor no solo puede aplicarse al que apaga lo malo, también hay ciertas personas que parecen estar empeñadas en matar la idea, si alguien expone abiertamente su intención de emprender una empresa, probablemente la primera voz que escuchará será la del extintor. No es necesario ser nombrado Doctor Honoris Causa para emprender una labor meritoria como es el caso de escribir un libro, lo que si es necesario, es al menos comenzar a esa labor para un día optar a tan ilustre mérito. En el mundo hay varios tipos de personas, unos son los hacedores, entre los que me encuentro y otros son los críticos, el crítico buscará excusas de todo tipo para no emprender nada nuevo, y lo que es peor, llegará a sentirse molesto si alguien llega a ser emprendedor. Tratará el crítico de convencerte de que ceses inmediatamente tu empresa con todo tipo de argumentos poco sólidos en los que te dirá que no estás preparado para hacerlo, hoy me pregunto si algún día hubiera conseguido aprender a tocar la guitarra sin atreverme a tocar la primera cuerda. ¿Y si el extintor soy yo mismo?, es algo que puede ocurrir frecuentemente, puede pasar que un día nos acostemos con la firme idea de emprender algo nuevo, pero al despertar aquella idea queda en agua de borrajas. No sé si tal vez alguien haya bautizado cuando soy yo mismo quien extingo mi propia idea, podría denominarse como síndrome de septiembre, pues es el mes en que te propones muchos cambios y te propones adquirir nuevos conocimientos, como es el caso de aprender un nuevo idioma. No creo que este síndrome sea malo en absoluto, pues somos nosotros mismos los que libremente establecemos nuestras prioridades, aunque nos empeñemos en denominar fracaso, el hecho de tan solo tener la idea de plantearnos algunos cambios en nuestra vida, es un pequeño éxito. Si sustituimos la frase fracaso por pequeño éxito, vamos por buen camino, pues todas las grandes batallas se ganaron con pequeñas victorias, si por ejemplo este año me propongo aprender inglés, y al año siguiente asisto a clases con un inglés nativo, y al tercer año me voy a vivir a un país de habla inglesa, en tres pequeñas victorias habré conseguido mi gran batalla. Hay un dicho popular en mi país que dice que cuando las condiciones meteorológicas sean adversas, hay que estar alegre, ¿por qué motivo?, no se sabe, pero siempre hay un motivo para esta contento, el principal, tener la posibilidad de estarlo, es decir, estar vivo. En mi viaje a Canadá pude oír en las noticias que celebraban el Thanksgiving Day (día de acción de gracias), para agradecer la cosecha y todo lo que se ha logrado en durante el año. Una costumbre de Canadá y Estados Unidos plausible y digna de imitación por el resto de las naciones del mundo, ya que como reza un dicho de mi país, que es tan rico en refranes, es de bien nacidos es ser bien agradecidos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Cuando agradecemos lo que hemos obtenido, le damos un gran valor y sentimos gratitud por haberlo obtenido, cada cual es libre de elegir a quién agradecerlo, bien a tu familia, a Dios, a tu jefe, a tu mujer, a tus hijos. ¿Tiene sentido agradecernos a nosotros mismos el esfuerzo por el cual hemos logrado ver nuestros objetivos cumplidos?, opino que sí, pues es probable que favorezca a la autoestima tan positiva en nuestra vida. ¿Y si no logramos nuestros objetivos?, entonces alejaremos cualquier pensamiento de culpa, tanto hacia nosotros mismos como hacia los que nos rodean, la culpa es asunto de necios y de cobardes, y no nos favorece en absoluto ese sentimiento absurdo. Es el esfuerzo y la estrategia, nuestro cuerpo y alma los que debemos incentivar para lograr los objetivos que el año anterior no conseguimos, apartando el miedo de nuestros pensamientos. ¿Y lo que perdemos?, en el transcurso de nuestra vida perdemos algo que es difícil de comprender, posiblemente nunca lleguemos a entender por qué, pero es ley de vida, perdemos a quien queremos y al final de nuestra vida, perdemos la totalidad de nuestros seres queridos de una vez, pues perdemos la vida. Tal vez la mente humana esté concebida para permanecer más tiempo viva que lo que aguanta el cuerpo, nuestra mente estaría capacitada para aceptar la inmortalidad de buen grado, pero no es así, es posiblemente lo que más nos cueste aceptar, que un día nuestro corazón dejará de latir. Lo que perdemos es algo que tuvimos, por tanto también es digno de nuestra gratitud, hacía tiempo que no hablaba de quien me incentivó indirectamente a escribir este libro, mi padre, desde que se marchó hace un año y tres meses, nuestras vidas transcurren con relativa normalidad. ¿Cómo no iba a agradecer haber tenido el padre que he tenido?, ese sentido del humor suyo, el modo particular de ver la vida, su bondad, la cantidad de vidas que ha podido salvar a lo largo de su vida sin colgarse ni una sola medalla, porque las llevaba por dentro. Hoy día miro atrás y veo mi vida, mientras escribo estas letras, a los cuarenta años, dividida en un antes y un después, casi cuarenta años de gratitud por haber tenido un padre como Dios manda con la inmensa suerte de haberle tenido siempre cerca. Hace escasos días estuve con mis dos pilares en la tierra, con mi madre y mi mujer en la feria del libro de Madrid, tomaba un refresco sentado frente a ellas y daba gracias por estar viviendo aquel momento de paz. Mis dos pilares en el cielo, dos hombres, mi padre Santiago y mi abuelo Tomás, qué afortunado fui de que las dos personas más justas y cabales que he conocido fueran familiares tan directos, viajarán sus almas conmigo para siempre y cuando mi alma flaquea, echo mano la herencia que dejaron.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE La Tos A veces ocurren episodios en la vida un tanto curiosos, aunque pueda parecer que los episodios más fantásticos solo sean posibles en el mundo de los sueños, no siempre es así y nos sorprendemos con anécdotas como la que nos ocurrió a un grupo de amigos hace dieciséis años. Hacía pocos años que había comenzado la emisión del canal autonómico de mi ciudad, Telemadrid, un equipo joven y dinámico entre los que destacaba un presentador que rompía con los cánones establecidos, Hilario Pino, muy correcto y respetuoso ante la noticia, transmitiendo una sensación de objetividad, dejando que fuera el espectador quien la desmenuzara. También en televisión española pudo verse en aquellos años un joven presentador cuya voz me parecía haber oído antes en la radio, que también trataba la noticia de un modo diferente y objetivo, el periodista que más tarde se aventurase al mundo de las letras, Arturo Pérez Reverte. Todos tenemos un preferido, es algo que no podemos evitar, el mío se llamaba Felipe y se apellidaba Mellizo, su modo cercano y espontáneo de dar la noticia, te daba la sensación de estar recibiéndola de un amigo tomando unas cañas. Entre todos estos reporteros innovadores, solo tuve el placer de conocer personalmente a uno, su nombre solo lo había oído una vez antes, se llamaba igual que el hermano mayor de mi amigo Julio, Alipio y su apellido si me era más familiar, pues coincide con mi segundo, Gutiérrez. No le pregunten ustedes a Alipio Gutiérrez por mí, pues probablemente ni recuerde el día que nos conocimos, no era excesivamente conocido, de hecho, el único que le reconoció de mis amigos fui yo. Era un reportero de calle que reunía dos características poco frecuentes hoy en día, era muy respetuoso con las personas de la calle a las que entrevistaba y además bastante agradable. Pude constatarlo en vivo y en directo, fue en un pub de la zona de Guzmán el Bueno en el que tomábamos unas cervezas cuando le vi y le pregunté que si era Alipio Gutiérrez y le presenté a mis amigos. Posiblemente uno de mis amigos no debió creerse que realmente era un reportero de Telemadrid, porque le dijo que ya se él se dedicaba a presentar, podía hacernos el favor de presentarnos a unas chicas. Muy lejos de tomarse a broma las palabras de mi amigo, Alipio se acercó a unas chicas que teníamos al lado y nos las presentó, lo hizo una naturalidad tal, que nos solucionó una noche que en un principio prometía ser algo aburrida. Tomé buena nota de aquella lección de Alipio, no hay mejor modo de romper las hostilidades que con sencillez y naturalidad.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Tras aquella noche tan divertida, contento y orgulloso de que el mismo Alipio Gutiérrez nos hubiera presentado a unas chicas simpatiquísimas, llegué a casa algo cansado y como era habitual, en lugar de descansar, me di una buena paliza en uno de mis sueños. El sueño comenzó en un paseo marítimo, pero no habían pasado ni tan siquiera cinco minutos de sueño, cuando de repente mi sueño es interrumpido por los anuncios. ¡Hasta dónde vamos a llegar!, nos meten anuncios hasta en nuestros propios sueños, veo en el primer anuncio dos abuelos sentados en un banco de un parque, comentan algo sobre la gente que va caminando. Caminante 1: (Se tira un pedo) Po rro pom pom pom pum Abuelo 1: ¡Ese iba cargado! Caminante 2: (Se tira otro pedo) Prro rroch offo pom pom chof Abuelo 2: ¡Ese iba cargado y encima llevaba premio! Caminante 3: (A punto de encenderse un cigarrillo) Abuelo 1: ¡Vámonos! (y al rato se oye una explosión) Cuando se alejan los abuelos, entre risas, uno le va diciendo al otro: Abuelo 1: Abuelo 2:

¡Pobre hombre, qué tragedia! Eso les pasa por no tomar «Ocimum Vulgaris».

Se despiden y el Abuelo 2 se enciende un cigarrillo, aparece su nieto y dice: Nieto: Abuelo 2:

¡Abuelo!, ¿dónde está el «Ocimum Vulgaris»? ¿Cómo dices? (se oye seguido una gran explosión)

Después de escuchar el anuncio me fui al baño y cuando acabaron los demás anuncios, proseguí con mi sueño, que por cierto, no me resulta nada fácil de describir, pues su grado de ficción es extremo. Piensen que se encuentran en una zona residencial muy cerca del mar, el paisaje es muy verde, estamos en una selva cuyo crecimiento se ha visto frenado por el mar, la vegetación proporciona un frescor que contrasta con el sol que puede disfrutarse a escasos metros, en una playa de arena blanca. Construcciones de piedra se entremezclan con la vegetación como formando parte de ella, me encuentro en un paseo marítimo, no hay automóviles, nuevas tecnologías y a juzgar por el modo de vestir de sus gentes, debemos estar a comienzos del siglo dieciséis. Hay rubios, morenos, negros y bastantes indios morenos, aunque llama la atención encontrarse con indios de pelo rubio y ojos azules, pero de repente, como si todo lo que la vista alcanza a ver fuera maleable, incluido yo mismo, nos fusionamos en una única masa, un remolino arcilloso que se traslada a gran velocidad a otro escenario completamente distinto.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El remolino coloca a las gentes en lo alto de unas montañas, no hay sensación de frio o calor, nos preguntamos qué ha podido ocurrir, por qué estamos en aquel lugar extraño despojándonos aún de trozos de tierra que aún sale de nuestros cuerpos. Se organiza un grupo expedicionario para estudiar la zona y encontrar alimentos, buscando el modo más adecuado de subsistir en este nuevo medio, mientras los menos fuertes quedan a cargo del cuidado de los menores y la construcción de nuevas viviendas. Una vez estudiada la zona, como no existe parentesco alguno entre las gentes del nuevo mundo, se asigna por sorteo a cada hombre adulto una mujer adulta y dos hijos de distinto sexo. Las gentes se adaptan a la vida en las montañas y como se dispone de mucho tiempo ocioso, se organizan juegos y simulacros de guerrillas para estar preparados en caso de tener que defenderse de ataques enemigos. Con el paso del tiempo, las gentes de la montaña se establecen perfectamente en su nuevo medio, tienen hijos y ven con agrado como crecen sus hijos asignados que a su vez tienen otros hijos. Se encuentran reunidos alrededor del fuego y organizan una fiesta para celebrar el quince aniversario de su extraña llegada a aquel lugar, los padres cuentan a sus hijos cómo ocurrió todo y cómo eran sus vidas antaño cuando vivían a la orilla del mar. Brindan por el regalo de aquella nueva tierra, en la que habían cambiado el pescado por la carne y la arena blanca por la nieve, aman su nueva tierra y agradecen al dios de la tierra que les trasladara arbitrariamente a aquel lugar paradisiaco. Al final de la fiesta, todo se torna maleable, no pueden imaginarse que se trate de un nuevo viaje, sino más bien efecto de los hongos alucinógenos que se han untado en sus pieles, el efecto del hongo debe ser muy fuerte. Empiezan a ser testigos de una escena familiar, sus cuerpos se funden con todo lo que alcanza la vista en una masa única, un remolino arcilloso que se dirige montaña abajo a gran velocidad. Los mayores reconocen aquel lugar, están en su antigua casa, sus antiguas las casas de piedra están cubiertas de coral, puede verse gran variedad de peces esparcidos por el suelo pidiendo agua. Mientras los más pequeños ríen y juegan en aquella tierra de la que tanto habían oído hablar, los mayores atónitos miran alrededor tratando de comprender lo que ha podido suceder. Tras el susto, cada familia habita una de las casas de piedra cubiertas de coral y con el paso del tiempo ven como esos corales se cubren de la misma frondosa vegetación que antaño hubo en aquella tierra paradisiaca.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

6. El Manotazo Mariana Cuando cumples los veinticinco ya piensas que tienes cuarto de siglo, eres consciente de que el tiempo pasa más rápido de lo que creías, piensas que a partir de hoy vas a aprovechar cada momento al máximo. Pero por otro lado, se está en la flor de la juventud y la sangre hierve cuando alguien toca una fibra de tu ser, en aquellos días recuerdo en especial dos ataques frontales hacia mi persona de dos compañeros de trabajo. El primero fue Pepe Paco, aunque hacía ya años que mi calvicie era un hecho asumido, aún me hervía la sangre cuando alguien me sacaba el dichoso tema, supongo que del mismo modo que a un niño que no ve bien le molesta que sus compañeros le llamen cuatro ojos. El segundo fue Antonio Martín, en aquella época decidí darle un tono a mi aspecto físico y comencé a realizar ejercicios que había dejando abandonados, como es la natación complementado con una alimentación moderada, el resultado fue una pérdida de peso considerable en poco tiempo. Hoy pienso en lo afortunado que hubiera sido en aquellos días de haber sabido capear dichos ataques con serenidad e inteligencia, es decir, si hubiera decidido tomar la mejor estrategia, combatir los ataques con una buena dosis de amor propio, de ese modo, sin duda me hubiera evitado muchos problemas. Pero no fue así, mi estrategia no fue esquivar los golpes como hizo con maestría Cassius Marcelus Clay, sino todo lo contrario, me puse en medio con toda la artillería pesada y sacudí con ella a ambos contrincantes, con mi particular don para situar la palabra donde más escuecen las heridas. Pepe Paco, que tenía unas gafas de considerable grosor, fue el primero que atacó y el primero en recibir el golpe, le dije, si es cierto que estoy calvo, tan cierto que con esas gafas que calzas te pareces a Mortadelo. ¿Quién es Mortadelo?, esta pregunta la hago porque la mayoría de mis lectores no son españoles y sé que no saben quién es, muy popular en mi país, es un personaje de comics con el que hemos reído muchas generaciones, de profesión detective y que veía menos que un gato de escayola. La expresión de que ves menos que un gato de escayola es también originaria de mi país, como la paella, tortilla de patata, el jamón serrano, etcétera, imagino que su significado viene sencillamente de que los gatos de escayola, por el hecho de ser figuras que no tienen vida, tampoco poseen el sentido de la vista, aunque su aspecto sea el de un gato, que como sabemos, tienen una vista y una agilidad magníficas.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Hay muchos dichos populares en mi país, del que ahora recuerdo uno que viene al caso que dice que alguien trabaja menos que un espía sordo, ya imaginarán si significado, un espía sordo no puede trabajar por el simple hecho que el trabajo del espía consiste en escuchar. No quiero dejar pasar la ocasión para presentarles a uno de los personajes de comic que más me ha hecho reír, y mi homenaje a su creador Ibáñez, maestro entre los maestros, que con su arte ha arrancado la risa de multitud de hogares con independencia de su situación.

A Antonio Martín, que era un muchacho entrado en carnes y no comprendía qué le impulsaba a criticar es aspecto físico de nadie cuando el suyo era horroroso, le invité a que entrara en el cuarto de baño, se mirase y luego viniera a seguir criticando mi forma física. Ni Pepe ni Antonio volvió a criticar nada sobre mí, al menos a la cara, pero lejos de pensar que había actuado del mejor modo, intuía que en lugar de conseguir mi propósito, mis dos críticas hacia ellos en defensa propia, habían hecho lograr dos enemigos. En este momento el dicho de que la mejor defensa es un buen ataque deja de tener peso, tal vez la mejor defensa sea la que evita la confrontación, es decir, en estos casos hubiera sido más efectiva la estrategia de no haberme sentido afectado por sus críticas. La sed de justicia es un sentimiento que puede llegar a ser peligroso, cuando sentimos que atacan nuestra parcela, pedimos justicia, de tal modo que podemos llegar a dar más importancia a que sea satisfecha nuestra sed de justicia que alcanzar un fin del conflicto. El mundo no es justo, eso los sospechamos desde que nacemos, vemos como nosotros tenemos la inmensa suerte de tener alimento para desarrollarnos, mientras otros han nacido en la tierra del hambre, entonces perdemos el sentido de la justicia, si fuéramos realmente justos, basaríamos nuestro esfuerzo diario en tratar de paliar el hambre en el mundo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE No creo que sea malo defender tus ideologías, tus creencias, tu familia, tus derechos, pero nunca a cualquier precio, si para defenderlo crees necesaria la fuerza bruta, algo va mal. Podemos ver un ejemplo de persona con sed de justicia desde que se levanta hasta que se acuesta, y de otra que reflexiona si realmente le aporta algo positivo vivir estresado porque el mundo no es tal y como cree que debe ser dándose cuenta que no, el mundo siempre será distinto de lo que le gustaría que fuera. Al acabar la jornada, siendo espectadores de cada uno de ellos, es muy probable que lleguemos a escandalizarnos de la cantidad de malos ratos que podemos evitarnos si cedemos un poco. Incluso el código de circulación español contempla esto, nos advierte que seamos pacientes y precavidos tanto con niños como con ancianos, con los niños por su falta de percepción del peligro, con los ancianos por la merma de sus capacidades sensoriales. ¿Tan mala memoria tiene el que basa su vida en la sed de justicia que olvidó que un día fue niño y que un día, si Dios lo quiere, llegará a ser anciano, tan mala memoria aquel que puede llegar a olvidarse de que no es perfecto y de que también puede equivocarse? El que ansía justicia, si pudiera cortaría la cabeza del conductor que se le cuela en medio de un atasco, o atropellaría a todos los niños y ancianos que pasaran por un sitio que considere indebido, su sed de justicia le nubla la mente y no ves más allá de su ansia por tener la razón. No nos engañemos, el mundo y nosotros somos dos universos diferentes que debemos aprender a convivir en paz y armonía, el mejor modo de combatir las críticas desagradables cuyo propósito no es otro que paralizarnos, es confianza y seguridad en sí mismo y una buena dosis de amor propio. Hay que encontrar el equilibrio entre lo que realmente requiere nuestra denuncia y lo que no, es fácil, nos sirve el modelo por el que se rigen nuestras leyes, el derecho romano. Ambas contestaciones, la que propiné a Pepe Paco y a Antonio Martín, me trajeron muchos problemas que pudieran haberse evitado, su odio se hizo palpable desde aquel momento, un odio totalmente innecesario. Si hubiera callado y expuesto ambos casos, el de Pepe Paco y el de Antonio Martín en un juzgado, si les hubiera denunciado a uno por llamarme calvo y a otro por meterse con mi triste figura, ¿qué penas les hubiera caído? Si el juez fuera calvo o un caballero de triste figura, tal vez se tomaría la molestia de aplicar la ley a un caso de tan escasa envergadura, en cuyo caso, siendo muy optimista, todo hubiera quedado en una multa insignificante, entonces, ¿merecía la pena haber llegado al extremo de formular la denuncia?, sinceramente creo que no.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Si claro, pero, ¿y mi orgullo?, pues debo confesar que si hubiera tenido la más remota sospecha de los problemas que me acarrearía, no solo aquel insignificante altercado, sino otras contestaciones varias a lo largo de mi vida laboral, hubiera devorado ese orgullo con tal voracidad que no hubiera dejado ni las migas. ¡Qué cantidad de peleas sin sentido!, como por ejemplo, son las de tráfico, pueden incluso terminar en trágicos sucesos, al igual que ocurre con las imprudencias mientras se está conduciendo, ¿es cierto que la sed de justicia puede convertirnos en imprudentes?, si. Si nos molesta que nos adelanten por la derecha, que nos piten acaloradamente, si montamos en cólera cuando alguien nos da un ínfimo golpe por detrás, lo máximo que provocaremos es risa. Así fue como a bordo del 127 que hederé de mi tía Mercedes (no un Mercedes de mis 127 tías, no se vayan a creer) golpeé levemente el coche de un señor en la plaza de Santo Domingo. El señor montó en cólera haciendo aspavientos de tal forma que nos quedamos mirando todos los amigos y provocó una carcajada que se oyó hasta en Toledo, el señor al comprobar que nuestra reacción fue cómica, se tranquilizó y dijo que no tenía ninguna importancia. Me pregunto si con las pistas de mafioso de aquel conductor, aún seguiría vivo de haber salido dando voces del coche, sin embargo no tomé nota de aquella reacción fortuita, reaccioné del mejor modo posible, pero no lo hice conscientemente, fue una reacción espontánea. La risa es un antídoto muy eficaz para infinidad de problemas, si nos tomáramos el día a día con más humor, viviríamos más relajados y cómodos, lo peor que tiene la ira es que por desgracia es tan contagiosa o más aún que lo es la risa. La risa alarga la vida, es de lo poco que puedo asegurar sin basarme en conocimientos o experimentos, simplemente lo sé (como el pensador chino Lao Tsé) al igual que la ira la acorta. No solo la ira acorta la vida debido a que desgasta mucho el principal órgano vital, el corazón, incluso pudiera darse el caso de quedar seriamente afectado, sino que según las circunstancias, esta ira puede volverse en contra provocando accidentes muy desafortunados. Mientras que la ira tiene todas las contraindicaciones habidas y por haber, lo contrario ocurre con la risa, es bueno para prácticamente casi todo, pero ojo, siempre dentro de un orden y equilibrio, pues no debemos olvidar que esta afecta al ritmo respiratorio. En definitiva es mejor elección la risa que la ira, pero conviene guardar un equilibrio, ya no solo con la risa, sino con prácticamente la totalidad de acciones que realicemos, el equilibrio es la base de nuestra existencia.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Una noche loca con mi buen amigo Rocinante, terminó en un pueblo de Cuenca llamado Mariana, salimos para celebrar que ese día me iba de vacaciones y mi amigo olvidó que él si trabajaba al día siguiente, pero decidió jugársela una vez más y nos fuimos como carpanta, carretera y manta. Cuando llegamos al pueblo, Rocinante llamó a su trabajo informando de que nuestro coche se había averiado en un pueblo de Cuenca y que no teníamos forma posible de regresar, hasta que el coche estuviera reparado, quedé sorprendido de la facilidad de convicción de Rocinante, de ser yo el que estuviera al otro lado del aparato, seguramente hubiera creído lo que decía. En Mariana viven unos tíos de Rocinante y nos acogieron con los brazos abiertos, coincidió que eran las fiestas del pueblo y lo pasamos en grande, ¿Qué mejor modo de comenzar las vacaciones que con unas fiestas? Rocinante tiene dos primas gemelas muy simpáticas, por aquel entonces tendrían alrededor de once años y se notaba que no estaban muy acostumbradas a las visitas porque no quitaban ojo de cada movimiento que hacía. Hace apenas tres años volví a ver a una de sus sobrinas, no la reconocí porque estaba hecha toda una mujer y cuando me la presentaron me dijo, yo a ti si te conozco, eres el chico que vino con mi primo al pueblo hace años, el que se planchaba las camisas. Dando marcha atrás a mi memoria, recordé que efectivamente había insistido en plancharme yo mismo la camisa, pues me parecía un exceso de confianza que además de lo maravillosamente bien que me habían acogido sin tan siquiera ser de la familia, encima me tuvieran que planchar la camisa. Tengo que enviar un abrazo a la familia de Rocinante de Mariana por el trato tan especial, recuerdo nuestra llegada a aquella casa grande de pueblo, en la que enseguida reconocí alguien que me era familiar, la abuela de mi amigo Rocinante. Conocía a su abuela porque se repartía el año viviendo cuatro meses en la casa de Rocinante en Madrid, los cuatro siguientes en la casa de una tía de Barcelona y por último, para las fiestas, al pueblo a echarse un bailecito por las fiestas, una mujer muy entrañable de la que guardo buen recuerdo. El resto eran los dueños de la casa, es decir, los tíos de Rocinante con sus dos niñas gemelas y una tía de Barcelona que también se vino para las fiestas con sus dos hijos. Nada más llegar hubo celebración y pude comer algo que nunca antes había probado, la escena de la mesa era muy parecida a una escena de una película de Indiana Jones en la que el postre era una cabeza de mono cortada para comer su interior, estaba un poco sorprendido de ver cabezas de un animal en unos platos, pero para no llamar demasiado la atención, preferí no preguntar de qué animal era aquella cabeza y comencé a comérmela.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Me gustó tanto la cabeza que me comí, que cuando me ofrecieron comerme otra no pude resistir la tentación de repetir, en aquella primera comida adiviné que di una buena impresión a la familia en mi presentación. Por la noche nos vestimos de fiesta y estuvimos bailando hasta la madrugada, lo habitual, y aunque el lugar donde tocaban los músicos estaba muy cerca de la casa, nos fuimos en el 127 por si acaso nos apetecía ir a Cuenca, que estaba a pocos kilómetros. No hubo necesidad de ir a Cuenca porque los músicos se ganaron muy bien el sueldo y a la vuelta nos ofrecimos a llevar a la tía de Rocinante a casa en el 127, que a pesar de ser un coche pequeño, era bastante confortable. El camino a la casa era cuesta arriba, siempre había pensado que aquel coche tenía personalidad propia, pero entonces pude verificar que mi coche era un guasón, porque lo que es subir la cuesta la subió, aunque lo hizo dando tumbos, como si volviera de borrachera. Me disculpé con la tía de Rocinante por los pocos modales de mi coche, que debía querer hacerse el gracioso con los invitados, entre las risas y que el 127 cada vez subía más despacio, tardamos en llegar a la casa mucho más que si hubiéramos regresando andando. Fueron cinco días intensos de fiestas, aunque me hubiera pasado con gusto mi mes de vacaciones de fiesta con mucho gusto, pero todo llega a su fin y hay que regresar a la rutina, bueno Rocinante, porque yo aún tenía veinticinco días de vacaciones por disfrutar. Siempre que se sale de fin de semana y llega el día de regreso, el domingo por la noche escuchando en la radio las noticias deportivas, se piensa en que al día siguiente hay que madrugar, la diversión toca a su fin, a mi particularmente nunca me llegaba a deprimir esto, aunque Rocinante se pasó el viaje diciendo lo desagraciado que era. Yo sin embargo regresaba feliz por los cinco días de diversión que había pasado y porque aún me quedaban muchos días de vacaciones, no quería agravar el sufrimiento de Rocinante con mis pensamientos, que no eran otros que ir al día siguiente a una agencia de viajes y tomar el primer vuelo destino a un lugar al que siempre deseé visitar, a un lugar de mi país que está muy lejos, a las islas afortunadas, las Islas Canarias. La isla elegida fue la Tenerife, he podido escuchar en numerosas ocasiones de gente que me reprochaba le hecho irme de vacaciones solo, he de reconocer que aquellos años en que los que me iba solo de vacaciones gocé de plena libertad y esto era muy placentero para mí, hubiera deseado haber podido tener compañía, pero no era así. Hoy tengo la suerte de poder ir de vacaciones con quien comparto mi vida, mi mujer, cuando tenía veinticinco años no tenía con quien compartir mis vivencias, aunque sí que tenía un tesoro preciado, juventud y una excelente salud, muy importante, aunque nunca se obtenga todo lo que uno desearía.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Mari Toñi Hoy diecinueve de Junio del año dos mil nueve se nos fue uno de los grandes, expuesto en su juventud a los horrores de la guerra civil española, supo como nadie lo que es sufrir y consagró su vida a ayudar al necesitado. Encontró en la India su lugar, se ganó la simpatía de los campesinos aunque la clase política no le miraba con buenos ojos aunque contó con el apoyo de Indira Gandhi. Hoy a trasladado su vivienda, se ha marchado al lugar donde se encuentran los justos, aquellos cuya misión en este mundo fue la entrega al prójimo, hoy le han recibido a las puertas del cielo, la misma entrada que hace un año tomó mi padre, la puerta de entrada de los hombres buenos. Vicente Ferrer, un ejemplo a seguir por todos, de sus labios pude oír clamar por la mayor vergüenza de la humanidad, el hambre, qué diferente sería el mundo si cada uno de sus habitantes abandonara tan solo por unos días su sitio para ayudar al prójimo, seríamos tan útiles que llegaríamos a sorprendernos. Pensarán ustedes, ¿Cómo demonios sabrá el escritor lo útil que podríamos ser si un buen día decidiéramos irnos con lo puesto a un lugar lejano con el objetivo de ayudar al prójimo, acaso fue misionero? Es evidente que no hablaría de ello sin fundamento, se de lo que hablo por propia experiencia, dejar tus raíces, abandonar tus comodidades, sacrificar todas tus amistades con un único objetivo, servir al prójimo, en el capítulo 15 Zori, el corazón de este libro, puede comprobarse que así es. No vayan a creerse que el sacrificio traerá una recompensa, al menos a corto plazo, no crean que el empeño en la causa por la que luchen hasta quedar exhaustos no les pasará factura, aquel misionero que crea que tras su viaje llegará a un lugar paradisiaco, está a tiempo de deshacer sus maletas, pues como poco encontrará miseria y dolor. No existe mención honorífica capaz de pagar tanto esfuerzo, el único pago aceptable es comprobar con tus propios ojos que el resultado de tu trabajo es satisfactorio, aunque jamás exento de dificultades. Una vez hecha mi mención a Vicente, un hombre entregado a su pueblo, un español de sangre, hindú de espíritu, regreso al año mil novecientos noventa y cuatro, allá por el mes de junio en el cumpleaños de Javi, el amigo de Roberto. Javi es uno de esos amigos que puedes contar con los dedos de una mano, aunque en realidad es más amigo de Roberto que mío. Roberto es amigo de mi hermano Javi, pero no se vayan a liar, hay dos personas llamadas Javi en este asunto, uno es mi hermano y el otro es el amigo de Roberto, cuyo cumpleaños es motivo de reunión anual.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El cumpleaños de Javi se ha convertido en uno de los acontecimientos más esperados, en él nos reunimos para cenar algo y finalizar con una sesión de karaoke, afición que tengo el gusto de compartir con el anfitrión. En el Mari Toñi cantábamos canciones de ayer y de hoy, entre mis preferidos se encontraban clásicos como «Déjate Querer» de José Manuel Soto, «Vente Pa Madrid» de Ketama o «El Sitio De Mi Recreo» de Antonio Vega, sin embargo Javi tiraba más hacia Miguel Bosé con su magistral interpretación de «Amante Bandido». Mi afición por los karaokes se afianzó con el paso del tiempo, no siendo extraño poder encontrarme hoy día cerrando alguno de ellos, últimamente llevo meses intentando ir a uno sin éxito. Cae una tromba de agua cada vez que me dirijo a este karaoke, en fin, por una vez y sin que sirva de precedente, he dado mi brazo a torcer frente al destino y he desistido de seguir intentándolo. No es por miedo a que pudiera sucederme algo en dicho karaoke, simplemente he perdido el interés por ir a ese garito en concreto tras varios intentos fallidos, si por miedo fuera, no saldría de casa. Qué levante la mano el que pueda asegurar que jamás ha pisado suelo de tragedia y destrucción, por poner un ejemplo, te estremece enterarte que aquel vuelo que frecuentabas, ha sufrido un fatal accidente. Llegamos a ser tan egoístas que podemos caer en el error de creer que jamás nos tocará a nosotros, recuerdo haber quedado perplejo al ver en las noticias como tras uno de los terremotos de San Francisco, sacaron unas camisetas que versaban, yo soy uno de los supervivientes. Como solía decir mi padre, ¡hermano!, nadie está libre, tarde o temprano llegará nuestro fin, una buena causa para plantearse en que nuestro principal objetivo sea hacer lo más grata nuestra estancia en este corto viaje. Decir que la vida se asemeja a unas vacaciones en las que olvidamos sacar billete de vuelta, no es en exceso exagerado, desperdiciar un solo minuto de nuestro tiempo en lamentos ya va siendo mucho tiempo. Piensen ustedes que el libro de vida consta de dos partes, de lectura muy rápida, ya estamos en el capítulo sexto de la segunda parte, ¿quién puede asegurarme que algún día pueda llegar a comenzar mi tercera parte?, absolutamente nadie, es un misterio que nadie sabe, el momento de partir. Cada cumpleaños es motivo de felicidad, estando en el trabajo una de mis compañeras se lamentaba precisamente por dicha circunstancia, a veces me sorprendo el modo tan extraño de funcionar de la mente humana. Era un treinta cumpleaños, yo era algo más joven que ella y no podía comprender su infelicidad, no podía entender porque mi compañera sufría por el hecho de cumplir años, algo que creo que es para esta contento.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Nos invitó a tomar unas cañas a la salida del trabajo, fue en un bar de la calle Albasanz en el que volví a estar no hace demasiado tiempo, observé el lugar que permanecía igual que hace quince años y recordé una escena que se produjo en ese cumpleaños que me dejó atónito. Antes quiero presentaros a Ricardo, compañero de trabajo gran aficionado al flamenco, arte que yo apenas conocía por aquel entonces, Ricardo podía darme lecciones de flamenco pero sin embargo daba muestras de sabiduría hablando con humildad, como debe ser un buen aficionado. Ricardo es uno entre un millón, alguien al que se puede poner el cartel de compañero y amigo con letras grandes, una excelente persona, algo que no es muy corriente encontrarse por desgracia en el mundo empresarial. Recientemente me encontré con él en el kilómetro cero, me contó que el mayor de sus hijos se había ido a vivir a Inglaterra y que el pequeño estaba hecho un bicho, cada día más travieso. Me encontraba en aquel cumpleaños gesticulando, haciendo movimientos enérgicos con los brazos relatando una de mis aventuras a Ricardo, cuando pasa por mi lado en ese momento una camarera que se lleva un bofetón totalmente involuntario en uno de mis aspavientos. Me apresuré a pedirle disculpas y a preguntar si le había causado algún daño, la respuesta fue tan impredecible que me dejó perplejo, me dijo, ¡No es nada, no te preocupes, si me ha gustado! Me pregunté cómo le puede llegar a gustar a alguien que le den un tortazo, otra vez pude ver como a otro camarero alguien le quemó con un cigarrillo sin querer, y cuando se disculparon, le respondió, que no tenía importancia, que ya estaba acostumbrado. ¿Cómo diablos se puede estar acostumbrado a que le quemen a uno, o a quién puede gustarle que le propinen un tortazo en toda la cara?, todo tiene su explicación, aunque en estos casos resulte difícil comprender. Puede encontrarse la explicación en el uso del lenguaje, cuando se pide perdón por un agravio, se tiende a decir por educación que no tiene importancia aunque realmente la tiene. En un intento excesivo de restar importancia al agravio del que hemos sido víctimas, dado que el causante manifiesta su preocupación, podemos caer en la exageración, llegando a hacer un mal uso del lenguaje. Si alguien nos ha propinado un tortazo involuntariamente y se ha disculpado, es lógico que restemos importancia al hecho, aunque si con ello nos ha producido dolor, que menos que manifestarlo, pero lo que carece de toda lógica es que llegue a gustarnos que nos hayan dado un tortazo. Bromeando con Ricardo sobre esto, me dijo, pues ya que le ha gustado que le hayas dado un bofetón, dile que si quiere le puedes dar una paliza.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Fue mi amigo Don Quijote quien me contó el caso aquel camarero que trabajaba con él que manifestó estar acostumbrado a que le quemaran cuando alguien le quemó con un cigarrillo fortuitamente, muy probablemente el mismo día que le conté el caso de la camarera a la que le di el bofetón sin querer, pues ambos casos son parecidos. El camarero en su afán de que el cliente no se preocupara por su torpeza llegando a quemarse, restó importancia al suceso, algo lógico, aunque lo que se sale de toda lógica es que añadiera que está acostumbrado a que le quemen, ¿cómo puede uno acostumbrarse a que le quemen? No se es menos educado por quejarte si alguien te infringe un agravio, incluso es recomendable hacerlo, pues de ese modo se actúa con naturalidad, y además por añadidura se puede restar importancia si realmente carece de ella. A veces se confunde la educación con el servilismo, tal vez por herencia de otros tiempos, en los que pisar a los lacayos era lo corriente, es señal de evolución de una sociedad que estos vestigios del pasado vayan desapareciendo. No creamos que somos pioneros en la lucha por la igualdad entre clases y entre el hombre y la mujer, allá por el lejano mil ochocientos veinte nació una mujer española que consagró toda su vida y esfuerzo para que hoy nuestra sociedad haya avanzado algo, Concepción Arenal. Toda una vida consagrada a una lucha que de poco sirve sin continuidad, necesitamos más personas como ella, ¿acaso crees que tú no podrías poner tu granito de arena?, por supuesto que puedes, de hecho eres parte fundamental de esta sociedad. Queda mucho por hacer por la igualdad, es un error pensar que la lucha es solo asunto de los pensadores, la historia nos ha provisto de muchos y grandes pensadores, tenemos vitrinas repletas de libros que emanan ideas, pero ¿dónde está la vitrina de los hacedores? También los hubo, pero la inmensa mayoría de los hacedores no aparecen en las vitrinas y no los busquen en las librerías, nunca los encontrarán, fueron personas consagradas al servicio de la sociedad, como lo fue aquel con quien compartí tantas tertulias y que tanto echo de menos, mi padre. En algunos aspectos la iglesia y la sociedad de asemejan, se tiende a creer que la iglesia la forman los líderes espirituales cuando en realidad la conforman líderes, creyentes, no creyentes, malos y buenos, es decir, todos. También se tiende a dejar en manos de los políticos el rumbo de la sociedad, cuando en realidad todos debemos poner de nuestra parte, demasiados siglos de servilismo nos han malacostumbrado. Ahora es el momento, no fue ayer ni será mañana, es ahora cuando debemos tomar cartas en el asunto, ha llegado la hora de la partida.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE La Nasa En todas las etapas de mi vida he podido encontrarme con esas personas que creen que por azar la naturaleza les ha otorgado mayor sabiduría que al resto de los mortales, son esos a los que suelo denominar listillos. Bien sea en el colegio, la universidad o en el trabajo siempre había temido oportunidad de toparme con uno de dichos ejemplares, gente que cree poseer un don cuando en realidad tienen un problema que puede acompañarles de por vida. En aquellos días mi amigo Rocinante conoció a uno de estos especímenes, era un profesor que le dio clases en un curso de Windows y con el que entabló amistad, su caso era si cabe aún más llamativo que todos los listillos que había conocido antes. Para aquel chico, la inteligencia era el grado de aprobación que había obtenido a lo largo de su vida por parte de sus profesores, de sus padres, de sus alumnos y por supuesto, de sus amigos. Estaba realmente obsesionado con demostrar su grado de inteligencia, tal era su obsesión, que constantemente nos hacía saber todas sus hazañas y logros y por supuesto, nos informaba de que todo lo que poseía era el último grito en el mercado. Su ropa era lo más novedoso, se la traían de los Estados Unidos en exclusiva para él, su coche último modelo, gafas de sol de mil euros, teléfono móvil último modelo y por supuesto terminó su carrera con la mejor nota, el primero de su promoción. Toda mi vida había oído decir que alguien había terminado una carrera siendo el primero de su promoción, me llevé una triste desilusión cuando al finalizar mi carrera universitaria, comprobé que no había una lista en la que se pudiera ver el primero, segundo, o el último de una promoción, simplemente era un bulo. Cuando supe que era falso el mito del primero de la promoción en una carrera universitaria sentí en el estómago el mismo cosquilleo que sentí cuando me enteré de que los Reyes Magos no existían, una extraña sensación. Un día tuve una conversación con el amigo listillo de mi amigo Rocinante, le pregunté que cómo había llegado a averiguar el hecho de que su inteligencia era superior a la del resto de los mortales, me respondió que con los test de inteligencia del colegio, siempre sacaba las mejores puntuaciones, era el mejor de la clase. Entonces me vino a la mente uno de aquellos test de inteligencia que nos hacían en clase, el psicólogo dio un bofetón a uno de mis compañeros por comenzar el test antes de dar la correspondiente señal, en aquellos tiempos se consideraba normal sacudir a los alumnos para dar ejemplo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Sin embargo, con todo lo inteligente que era, hubo algo que le dije que no pudo comprender, le dije que si no consideraba un poco arriesgado dejar en manos de otras personas la opinión sobre sus capacidades. En pocas palabras, estaba tirando abajo la torre imaginaria que se había construido durante años, basaba toda su valía en aquellos test de su infancia y no estaba dispuesto a que llegara nadie para hacerle dudar. En mi trabajo había compañeros de todo tipo, y como no, entre ellos algún que otro listillo, no olvidemos que estaba ejerciendo la profesión con mayor índice de listillos, habitan los listillo en el sector informático como chinches en un perro abandonado. En el departamento de sistemas había uno de ellos, un personaje que ocupaba un cargo que debía aburrirle en exceso y se entretenía en tocar a su antojo parámetros de configuración del sistema poniendo en jaque al departamento financiero de la empresa. Se le ocurrió la feliz idea de meter sus manazas en dichos parámetros de configuración el mes de agosto, con el inconveniente de que en ausencia de jefes, era yo quien debía dar la cara frente al jefe de financiero. Cuando fui a pedirle que revisara el sistema, me dijo que tenía cosas más importantes que hacer y que en ese momento no podía perder el tiempo en ver revisar porqué había dejado de funcionar el sistema. Cambió sorprendentemente de parecer cuando se le echó encima el director de informática cuando llegó a sus oídos que todo el departamento financiero estaba parado a cierre del periodo porque le parecía una pérdida de tiempo revisar el sistema. A los cinco minutos todo estaba funcionando otra vez y el agua volvió a su cauce, aunque el hecho de que el director de informática tuviera que llamarle la atención en persona para que hiciera su trabajo le debió parecer humillante y trató de salir airoso de la bronca del peor modo, tratando de implicarme. El jefe nos llamó a los dos a su despacho, casi antes de que entrara el listillo comenzó a gritar que debía haberle avisado, que por mi culpa se había quedado el departamento de financiero sin poder continuar trabajando, que fuera la última vez que ocurriera esa situación. Miré al director de informática, que al igual que yo, sabía perfectamente que el individuo mentía como un bellaco, pero él prefirió darme el gusto de informarle de ponerle en evidencia. Le dije, ¿tú lees el correo con frecuencia o tal vez estás ocupado en otros menesteres?, me respondió que sí por supuesto, entonces le dije que debería haber visto que le había enviado un correo con copia al director de informática informándole de la importancia de revisar de inmediato el sistema, pues todo el departamento estaba parado.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Entonces comenzó a argumentar que no podía dedicar su tiempo a la investigación mientras siguieran produciéndose incidencias en el sistema, así no había forma de trabajar. Fue entonces cuando habló el director de informática, le dijo que su trabajo consistía en el mantenimiento del sistema y no en la investigación, que para investigar ya está la Nasa. Como resultado del rapapolvo que se llevó tanto por negarse a hacer su trabajo como por tratar de echarme a mí la culpa de lo sucedido, no tuvo otro remedio que pedirme perdón y comprometerse a colaborar siempre que lo necesitara. Comprendí la importancia de un buen rapapolvo a tiempo, en más, diría yo que, desde aquel día, el carácter de aquel compañero mejoró notablemente, y por supuesto, no se negó a realizar su trabajo durante el tiempo que permanecí en aquel trabajo. Analizando el comportamiento de los listillos, podríamos resumir que suelen dar más importancia a las formas que al contenido, tienen un problema de rigidez frente a flexibilidad. Nunca puede ser más importante la vía, el mecanismo, el modo de llegar a un objetivo, que el hecho de alcanzarlo con éxito, si se cae en el error de llegar a considerar de mayor importancia las formas, se llega a la burocracia. Se puede llegar a realizar el trabajo de modo ineficiente por considerar prioritario el papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas, el listillo es rígido mientras que el inteligente el flexible. El hombre sabio no dice todo lo que sabe, mientras el necio no sabe ni tan siquiera lo que está diciendo, no es necesario demostrar la inteligencia ni tener que ir justificándose a cada instante. El inteligente sabe que cometerá errores, mientras que el listillo jamás reconocerá haber cometido ni un solo error en su vida, ni se le pasa por la imaginación que lo cometerá en un futuro, su afán por demostrar que su coeficiente intelectual es el más alto, le hace ser torpe en lo más elemental, reconocer el error como parte de nuestra vida. Si te reconoces entre aquellos que han sido rígidos a lo largo de su vida y consideras positiva la idea de intentar cambiar, tratar de comprender que la vida es un constante errar, aprender e intentar no volver a errar gracias al aprendizaje obtenido, enhorabuena, has abandonado el mundo de los listillos y has entrado en el mundo real. En este mundo real comenzarás a aceptar los errores de los demás como algo natural, al igual que los tuyos propios, estarás dando un paso de gigante en la convivencia pues no solo estás aceptando tu imperfección, sino que inmediatamente dejas de exigir el imposible de un mundo perfecto, en este mundo imperfecto conviven en armonía inteligencia y felicidad.

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7. Islas Canarias El Descubrimiento A mediados de los noventa cumplí veintiséis años, echaba la vista atrás y veía un joven con muchos sueños por cumplir y ahora había cumplido ya la mayoría de ellos, estaba en una etapa de crecimiento profesional cosechando éxitos, se podía decir que la vida me sonreía. Era evidente que algo faltaba para completar mi vida, aún no había encontrado aquella mujer con la que tantas veces soñé, a quien cobijar en el frio invierno, a la que acariciar su pelo, a quien decir que de lo enamorado de estoy debo pellizcarme todas las mañanas para comprobar que no es un sueño. Pero esto no me preocupaba, sabía que tarde o temprano encontraría lo que tantos años había soñado, una compañera, amiga, cómplice, pero mientras, disfrutaría de mis éxitos y llegada la época estival, buscaría el lugar adecuado donde descansar y tal vez encontrar la mujer de mi vida. Pensando en el sitio adecuado para pasar las vacaciones de verano, no podía quitarme de la mente el verano anterior, había sido un gran descubrimiento, siempre había tenido en mente viajar alguna vez a las Islas Canarias, lo que aún no sabía era la importancia de aquel lugar en mi vida. Si esta novela tiene un corazón situado en el capítulo quince, cuya protagonista es una mujer llamada Zori, también tiene un lugar donde se desarrollaron los hechos, fue en las Islas Canarias. ¿Por qué elegí aquel destino como privilegiado para pasar mis vacaciones durante tantos años, por qué desde el primer día que contemplé la obra de la naturaleza más maravillosa y majestuosa que jamás había visto de nombre Teide, sentía como si fuera un ser con vida propia que me daba la bienvenida? Son preguntas que no sabría responder, el algo que se siente pero que no se sabe explicar el motivo por el cual lo siente, hoy recuerdo la cantidad de veces que alcé la vista hacia el Teide en el capítulo de mi vida que he titulado «Zori», quién sabe la razón por la cual mantuve esas conversaciones, siempre sabias, con la longeva montaña. Una vez más mi destino favorito eran las islas, pero esta vez mi amigo el Teide aunque me saludó, me miró con cierto recelo porque mi destino no era las faldas de su montaña, sino la isla vecina Gran Canaria. Durante el viaje pude recordar las vacaciones anteriores en las que paseaba solo en la noche tinerfeña por el paseo marítimo del Puerto de la Cruz cuando un cartel llamó mi atención, era un local de música en directo en el que actuaba un cantautor de la península, el lugar ideal para pasar un buen rato disfrutando de la música en vivo después de cenar.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Me senté junto a dos señoritas alemanas que me sonrieron y aceptaron como a uno más de la familia, pues mi aspecto físico se diferenciaba en poco al de los turistas alemanes, esta transformación física fue un fenómeno curioso que comenzó a tener efecto en aquellas vacaciones. De niño también notaba que el pelo me clareaba en verano por efecto del sol, pero donde más podía notarlo eran en la pelusilla que me crecía en la cara y brazos, pero nunca había regresado de unas vacaciones completamente rubio. Sin embargo, en el verano del noventa y cinco mi pérdida de cabello ya era un hecho evidente, probablemente la debilidad del cabello hiciera que lo poco que aún me quedaba sobre la cabeza, se transformara en rubio claro, pero debido a lo tremendamente despistado que soy, comencé a darme cuenta de este efecto en mi pelo varios días más tarde, mientras tomaba una cerveza en una terraza. Se acercó a mí un turista alemán que me habló en su idioma originario, no entendí ni media palabra de lo que decía, al percatarse de ello, cambió del alemán al inglés que aunque no domino, al menos me pude enterar de lo que me estaba hablando. El turista alemán me estaba pidiendo ayuda económica para poder regresar a su país, cuando llegué a mi hotel me miré en el espejo y quedé muy impresionado con mi aspecto, realmente tenía el pelo muy rubio y la piel de un tono rojizo tirando a moreno, yo mismo hubiera pensado que alguien de mi aspecto pudiera ser perfectamente un turista alemán. Me senté junto a las dos bellas señoritas alemanas confiando en que no trataran de hablar conmigo en su idioma originario y cuando comenzó el espectáculo pude advertir por su acento, que la chica que se sentó poco después a mi lado era gallega. No tardamos mucho en hacer amistad, le conté que yo también tocaba la guitarra y cantaba aunque no llegaba al nivel de un profesional, ella me dijo que los dueños del local eran amigos suyos y que si me animaba podía subir a cantar algo cuando terminara la actuación. Una vez terminada la actuación del cantautor, canté alguna de las viejas canciones de mi repertorio y al terminar me invitaron a ir a un local de música sudamericana. En el nuevo local que estuvimos había una actuación en directo de un grupo sudamericano del estilo de Los Panchos, el ambiente era muy acogedor, ideal para charlar y dejarse llevar por el romanticismo, tomé nota del lugar por si podía serme útil para otra ocasión. Por último fuimos a la playa a saltar por encima de las hogueras en la noche de San Juan, es esta una festividad arraigada en diversos países donde se enciende una hoguera, de este modo se creía dar más fuerza al sol y además con el fuego se purificaba el alma del que lo contemplaba.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Este rito en mi país se ha convertido en fiesta popular, se realizan hogueras en plazas, calles o playas y en torno a ellas se reúnen familiares y amigos, noche para compartir en la que se alcohol ayuda a olvidar el origen de cada uno, se baila, ríe y canta sin importar con quien. A la mañana siguiente todo se queda manga por hombro (expresión que significa desorden total) y todos marchan a sus casas cogidos del brazo cantando canciones aún unidos por los estrechos lazos del alcohol. Después de la noche un terrible dolor de cabeza te devuelve al mundo real, todos regresan a ocupar su lugar y se olvidan por completo que ayer el terrateniente bailaba de la mano del más humilde del lugar. ¿Quién no recuerda la efímera amistad que une gracias a los lazos del alcohol a un vagabundo y un millonario borracho en Luces de Bohemia?, el vagabundo llega a salvarle la vida, le promete amistad eterna, pero cuando terminan los efectos del alcohol, el millonario rechaza al pobre vagabundo. Me pregunto yo porque no serán todos los días como la noche de San Juan, que sin necesidad de tener que beber alcohol, el hombre rompiera esa barrera que le separa de sus semejantes y se diera la mano con quien antes consideraba de una clase aparte, ¿no seríamos más humanos? Considerar a tu semejante como alguien igual a ti en cuanto a derechos y deberes está muy relacionado con el respeto que por ellos sentimos, podemos considerar lo normal respetar al prójimo por los valores que nos han enseñado, es decir, por la educación recibida. Aunque no necesariamente está ligado haber sido adoctrinado en los valores de la igualdad y respeto a nuestros semejantes con que realmente creamos que es lo correcto, tal vez en nuestro interior haya podido estar creciendo un sentimiento de que somos mejores al resto, con más derechos y menos deberes. Si no creemos que el respeto hacia los demás es un valor fundamental en nuestra vida, indirectamente estamos perjudicándonos porque el hecho de no respetar, provoca rechazo de los que si respetan y un inevitable aislamiento. Considero que la ausencia de respeto es un grave problema y es quizá por ello que ponga bastante énfasis en que encontremos una solución, constantemente oímos que salta la alarma social por los problemas típicos de nuestra comunidad, como es el desempleo, la delincuencia, las gestiones del gobierno. ¿Han oído que alguien haya levantado la voz ante el problema de la falta de respeto a nuestros conciudadanos?, yo desde luego que no, y sin embargo soy de la opinión que con respeto mejorarían notablemente los problemas típicos de nuestra sociedad que antes cité. En mi ciudad tocamos a un número a tener en cuenta de ratas por habitante.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Recientemente me preguntaba cuál será el número de habitantes irrespetuosos, a los que por analogía podríamos denominar ratas, a los que tocamos los habitantes respetuosos de mi ciudad. Desde luego doy fe que el número de irrespetuosos es mayor que el de respetuosos, puedo asegurarlo por un hecho ocurrido recientemente que me ha dado la razón, de hecho, les invito a que hagan ustedes la prueba para verificar que por desgracia son ciertas mis palabras. ¡Qué salten las alarmas sociales!, ¿pueden creerlo ustedes?, cuando acabo de escribir que salten las alarmas, imagino que por efecto del calor que hace ahora mismo, o tal vez por la excesiva curiosidad de algún merodeador, acaba de saltar una alarma, que quede como un hecho anecdótico, pero que luego no me digan a mí que las meigas no existen. Como decía, ¡Qué salten las alarmas sociales!, mira por donde, ahora las meigas se fueron a dormir, que salgan los analistas de sus escondrijos, por cierto, siempre hablan de ellos y jamás he conocido a nadie de profesión analista, al menos analista social, pues doy fe que existen analistas informáticos, y también clínicos. No deberían llamar a determinadas profesiones con el mismo nombre, pues años atrás una enfermera nos oyó comentar a varios compañeros de la universidad algo referente al análisis y creyó que éramos analistas clínicos y nos ofreció trabajo. Pues vamos a darle trabajo a los analistas sociales, la alarma está al rojo vivo, la falta de respeto es un hecho en crecimiento y deberían ponerse todos los medios necesarios para atajar el problema, el peligro es inminente. Vamos a los hechos, recientemente escribí un correo electrónico por error a cincuenta de mis contactos, no había ninguna duda que me había equivocado de destinatarios, pues no era a ellos a quienes iba dirigido aquel mensaje. Inmediatamente me apresuré a rectificar y pedir disculpas por el error cometido, no pueden llegar a imaginarse el porcentaje de contestaciones que recibí, todo un éxito, de hecho consideraría el experimento como a tener en cuenta por los realizadores de las campañas electorales, el porcentaje de participación es absoluto. Otro tema es el tipo de mensajes que recibí, ya que hemos mentado los porcentajes, de cincuenta correos me contestaron cuarenta irrespetuosos y uno solo de ellos fue respetuoso y transigente conmigo. A este paso, el día que encontremos a una persona respetuosa le deberemos dar un nuevo premio nobel, posiblemente les llegue a parecer ridículo, pero si algún día me dieran un premio nobel, desearía que fuera del respeto, que feliz me haría que alguien me comunicara que me otorgan el premio nobel del respeto, no por el hecho de que me consideraran respetuoso, si no porque al menos sería un modelo a seguir por otros.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Si mi primer viaje a las Islas Canarias fue un camino de rosas, este año comenzaba con un pequeño percance aeroportuario que hizo que no entrara con buen pie en la gran isla, muy relacionado con la falta de respeto. El personal de vigilancia del aeropuerto sospechó que llevaba droga, comenzaba a pensar si no tendría algo que ver con mi bigote, tiempo atrás tuve un percance similar en Ceuta y llevaba el mismo bigote. A decir verdad, mirando una fotografía de la época, mi aspecto era de capo del narcotráfico, aunque a juzgar por los papeles que suelen darme en cine y series de televisión, no debo haber cambiado demasiado, me pregunto si pasaría del aeropuerto de Barajas si me dejara bigote de nuevo. Procedieron a un registro en el que revolvieron el equipaje sin control destapando un bote de gel de baño desparramándolo por toda la ropa y causando que mi teléfono móvil pasara a mejor vida. Recuerdo aún las palabras del agente que con aparente respeto me pedía disculpas por las molestias y se excusaba con que ese era su trabajo, las mismas palabras que escuché de los agentes de aduanas ceutíes, debe ser una frase que aprenden en el manual de aduanas. Como resultado de que los agentes hicieran su trabajo equivocándose nuevamente de sospechoso, tuve que llevar toda la ropa a una lavandería, comprarme un teléfono móvil nuevo y me tocó perder el autobús que debía llevarme a mi hotel, por lo que tuve que pagarme un taxi que me llevara al sur de la isla. Cuando por fin salía del aeropuerto camino del sur tenía un humor de perros y pude ver un cartel que decía, bienvenido a Gran Canaria, le deseamos una feliz estancia, esto me hizo esbozar una media sonrisa que se la dediqué a mi mala suerte en las aduanas. Lo primero que hice al llegar al hotel fue deshacerme de mi bigote y mi humor cambió de repente, el mal genio que tenía había desaparecido por completo y por fortuna, el resto de las vacaciones transcurrieron con total normalidad. Tal era el cambio que me produjo quitarme el bigote que la recepcionista creyó que yo era el hijo del señor que horas antes había hecho su entrada en el hotel, se quedó sin habla cuando le dije que era el mismo de antes pero sin bigote, entonces me dijo que sin bigote estaba mucho más guapo y que le prometiera no volver a ponérmelo jamás, promesa hasta hoy cumplida. Pero si mi entrada a la isla no fue demasiado afortunada, el resto de la estancia cumplió todos los requisitos que esperaba e incluso mejoró notablemente mis expectativas, tenía todo lo que podía desear. Pude pasear con tranquilidad, sumergirme por sus aguas refrescantes, comer uno de mis productos preferidos, el pescado, probando cada día uno diferente, pescados autóctonos de las islas que nunca volvería a probar.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Me topé de bruces con el nudismo, solo había sido testigo de esta práctica cuando siendo aún adolescente iba caminando por el monte con mi hermano Javi y nos encontramos con una familia nudista. Recuerdo que al pasar por donde estaban ellos comiendo nos saludó toda la familia y aunque trataba de evitarlo, mis ojos se dirigían hacia las dos adolescentes de la familia, que tendrían nuestra misma edad. Era probablemente el primer desnudo integral que veía en vivo y en directo, y no fueron pocas las veces que imaginé aquella escena transformando al resto de la familia por chuletas de cordero y frutas exóticas, entonces tras el festín nos echaríamos una siesta en buena compañía y luego nos iríamos al río a nadar. Es una pena que no se haya inventado la máquina que transforme los sueños en realidad, pero a falta de ella, al menos ahora podía practicar nudismo en las playas del sur de Gran Canaria y zambullirme por sus refrescantes aguas como Dios me trajo al mundo, la sensación de libertad que ello me producía era difícil de expresar. Sé que si me hubiera ido de vacaciones acompañado de alguien, me hubiera pensado el hecho de practicar nudismo, pero comenzaba a ser consciente de las ventajas de salir solo de vacaciones, no debías dar cuentas a nadie, tenías plena libertad de hacer lo que quisiera siempre que no se molestara a nadie, y desnudarse en aquel lugar a nadie molestaba. Pude incluso ver caras de aprobación en los rostros de los turistas que doraban desnudos sus cuerpos al sol, sabían que era nuevo en esto, no había más que ver el color blanco de la piel que antes cubría el bañador, parecía que te estuvieran dando la bienvenida al club. Fue el nudismo mi principal atracción durante aquellas vacaciones, pero lejos de practicarlo para contemplar bellos cuerpos desnudos, que no he de negar que cuando hacía aparición alguna bella mujer helénica, no tardaba ni dos segundos en tumbarme para evitar la vergüenza que me producía notar como provocaba que cierta parte de mi cuerpo se triplicara, mi principal atracción era la excitante sensación de libertad. El simple hecho de estar quebrantando la norma de ir vestido con plena libertad, sin tener que dar explicaciones a nadie, sin peligro de ser detenido, me producía una excitación mucho mayor si cabe que la que pudiera proporcionarme contemplar un cuerpo casi perfecto, más que excitación, aquello rozaba el éxtasis, al fin poseía lo que tan profundamente amaba, mi propia libertad. Al regreso de aquellas vacaciones sentía que había subido un peldaño más en mi vida, cada mañana que desnudaba mi cuerpo para ducharme y veía mi cuerpo moreno en su totalidad exceptuando las axilas y las palmas de las manos, me encontraba con mi otro yo, con lo mejor de mí mismo. Si un día estuve cerca de rozar el Nirvana, sin duda fue en esas vacaciones.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Prohibido Cantar En Público En el año mil novecientos noventa y cinco España podía considerarse un país libre, su democracia estaba en plena adolescencia y tal vez por ello aún podían encontrarse reminiscencias de un pasado represivo. Mis amigos y yo habíamos vivido el cambio hacia la democracia desde una perspectiva infantil, habíamos visto como nuestros mayores luchaban y reivindicaban sus libertades en unos tiempos en que los universitarios podían llegar a ser apaleados por recitar a Miguel Hernández. Realmente nos encontramos con todo hecho, y aunque habíamos sido testigos de primera fila de la lucha por las libertades, éramos demasiado niños para haber participado de ella, tan solo fuimos testigos del nacimiento de la democracia y hemos ido creciendo con ella. Un día llegué oír salir de los labios de un jefazo de mi empresa, que los tiempos de la esclavitud ya habían pasado hacía tiempo, estaba defendiendo los derechos de los trabajadores frente al intento de explotación del empresario, algo inimaginable dos décadas atrás. En aquellos días se entrenaban nuevas empresas, en un país donde solo había dos canales televisivos desde que se creó la televisión, comenzó a privatizarse e incluso se habló de un nuevo concepto de televisión privada, pay per view (ppv), más comúnmente denominada televisión a la carta. Estaba siendo testigo de primera mano de aquello, quién podría imaginar años atrás que se llegaría a pagar por los eventos que desea ver, yo estaba en medio de todo aquello, mi trabajo guardaba mucha relación con todo aquello. Otro punto importante de cambio era la adhesión de mi país a la unión económica europea, se comenzaba a hablar que en un futuro no muy lejano los europeos podríamos viajar sin fronteras y utilizar una moneda única con la que poder paga en cualquier país de la unión. Europa llegó a dictar una normativa que tuvo que acatar tajantemente todas las empresas, su objetivo principal era finalizar con los monopolios que algunas empresas tenían sobre determinados productos, eso iba contra la libertad y la igualdad de oportunidades de todas las empresas. He de reconocer que en medio de aquellos cambios, en avance de las libertades, me sentía bastante cómodo, en aquellos días de duras jornadas laborales en pro del avance de una Europa unida, libre y justa lo que más apetecía cuando llegaba el fin de semana, era divertirse. Nos dirigimos pues mi amigo Rocinante y yo por la carretera de la Coruña con destino a Guadarrama, como era habitual por aquel entonces, siempre viajaba conmigo en el maletero trasero del coche mi guitarra española, pues era bastante frecuente que termináramos la noche cantando esa viejas canciones que aprendimos de niños a la luz de la luna.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Así fue como nos dirigimos a un lugar en el cual no había viviendas alrededor y cuando comenzamos a cantar apareció una pareja de la guardia civil, chico y chica, que tendrían ocho años menos que nosotros. Argumentaron que estábamos incumpliendo la norma que prohíbe cantar en público, yo me apresuré a pedirles disculpas por las molestias y que inmediatamente nos retirábamos del lugar, todos quedamos conformes excepto Rocinante, que intervino. Rocinante:

Pues a mí nadie me prohíbe cantar donde quiera.

Este comentario provocó que los agentes se sintieran cuanto menos ofendidos, y no solo ellos, yo también me indigné con Rocinante, no había necesidad alguna de provocar una situación indeseable y menos si cabe contra dos adolescentes armados con metralletas. Los dos jóvenes llegaron a alterarse en exceso, incluso dejaron las metralletas apoyadas encima de la parte delantera de su Land Rover a nuestro alcance, entonces pensé porqué dejarían armados a dos jóvenes con tan escasa preparación, de haber sido unos fugitivos, nos estaban dando la oportunidad de deshacernos del problema in situ. Afortunadamente no teníamos cuentas con la ley, ni intención de hacer daño a nadie, pude convencer a los dos jóvenes agentes de que mi amigo estaba tan respondón entre otras cosas, porque había bebido demasiado y que normalmente no era así. Lo que no imaginaba ni por asomo mi buen amigo Rocinante, es que su impertinencia le iba a salir cara, el precio de su osadía le costaron alrededor de cien mil pesetas (unos seiscientos euros). Dado que Rocinante era un muchacho de mano lenta, quiero decir, que nunca era el primero en levantar la mano cuando había que pagar, estoy convencido que de haber sabido antes las consecuencias de su imprudencia, no hubiera abierto la boca. También debo agradecer a los dos jóvenes que tuvieran el buen criterio de multar únicamente al infractor, no de cantar en público, pues no era por eso la multa, sino por resistencia a la autoridad. Creo recordar que en algún momento llegó a insinuar Rocinante que podríamos haber hecho frente a medias al importe de la multa, a lo que le respondí que a mí no me habían denunciado, pues no me había resistido en ningún momento a la autoridad y mi único empeño en todo momento fue evitar males mayores. Como resultado Rocinante no tuvo más remedio que pagar la multa, le debió sentar bastante mal porque tardé mucho tiempo en volverle a oír cantar, creo que aún se debía pensar que la multa se la pusieron por cantar en público y no fue así, aunque considero imprudente la actuación de los agentes, no me pareció mal multarle, aunque quizá el importe fue excesivo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE En realidad estamos alienados por las normas, algunas de ellas son necesarias para el orden diario, como puede ser las normas de tráfico y acabo de recordar algo que quisiera apuntar respecto a la circulación peatonal. Estamos de acuerdo que para que haya cierto orden entre los ciudadanos, debemos comportarnos respetando ciertas normas básicas, una de ellas, doy fe no se cumple por los peatones y considero que caminaríamos mucho mejor si la respetáramos. Esta norma dice que todo peatón debe circular al igual que lo hacen los vehículos, es decir, por su derecha, una vez comentábamos bromeando que esta norma no era respetada por casi ningún peatón entre mi padre y yo. Mi padre me dijo que cuando esto sucedía, es decir, cuando se topaba con otro peatón que trataba de que apartarle de su camino mientras circulaba correctamente por su derecha, se paraba a mirar un escaparate. Cuando me confesó esto creí partirme en dos de la risa, la verdad que es una solución mucho más efectiva que llevarse un empujón por parte del otro peatón, entonces le pregunté, ¿y qué haces cuando no hay escaparate?, me respondió que entonces se quedaba parado esperando la reacción del otro peatón, si se inclinaba hacia un lado, el se dirigía al contrario. Realmente carece de importancia tener que abandonar tu trayectoria por capricho o despiste del otro peatón, si en realidad lo que quieres es circular con tranquilidad, siguiendo este consejo de mi padre, conseguí perfeccionar la técnica contra los peatones distraídos de un modo asombroso. Hay un tercer caso, que me ha ocurrido en alguna ocasión, es que el peatón que te viene de frente además de despistado sea un indeciso, este es el más difícil de capear, pues te amaga hacia un lado y tira para el contrario, y así puedes pasar un buen rato esquivando su cabeza como si quisiera darte un beso en los morros. Para este último caso, el del peatón despistado e indeciso, hay una solución infalible, como no se decide, le amagas exageradamente hacia el lado que tú prefieras y pones los morros como si fueras a soltarle un beso, entonces tienes casi asegurado que irá hacia el lado contrario, a no ser claro está, que le gustes. Pero quitando algunas normas de uso lógico y necesario, nos encontramos a diario con una gran cantidad de ellas que carecen de lógica, normas que son fruto más bien del capricho o aburrimiento de ciertas personas que no tienen algo más productivo que hacer que inventar normas nuevas. Recientemente fui testigo de una de estas normas en el metro, habitualmente al llegar a una estación, se debía hacer un cambio de tren para continuar el trayecto por la línea, se salía de un tren y tras pasar unos tornos se llegaba al nuevo tren sin problemas, pero un buen día, alguien decidió que tuviera que hacer un trayecto mucho más largo para realizar el cambio de tren.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El resultado de aquella nueva norma fue desastroso, pues con la nueva norma, los usuarios del metro siempre perdían el nuevo tren y muchos de ellos corrían para evitar perderlo, esto provocó numerosas caídas, algunas de ellas de fatales consecuencias. Afortunadamente aunque con ciertas reticencias, se decidió que la nueva norma acarreaba más problemas que otra cosa y se optó por la mejor opción, retirarla y volver a realizar el cambio de trenes como se había hecho siempre, teniendo que recorrer el mínimo trayecto posible. Vaya usted a saber si el que ideó la norma no lo hizo pensando en la salud del usuario, que al tener que recorrer un mayor espacio en el cambio de trenes, así hacía más ejercicio, lo que tal vez no había barajado es que muchos de ellos tienen prisa y prefieren realizar el ejercicio en el gimnasio. Otra norma de la que he sido testigo en mi ciudad es la de retirar el riego de las fuentes públicas, hay un parque bastante extenso por el que solía pasear a menudo y podía refrescarme cada cierto tiempo bebiendo agua en fuentes situadas con una separación aproximada de dos kilómetros. Pero llegó el verano y alguien decidió que ya estaba bien de gastar agua a cuenta del ayuntamiento, cuya cuenta pagamos los usuarios de las fuentes y nos cortó el agua de las fuentes. Como consecuencia, a partir de aquel día tuve que cargar con una mochila con botellas de agua para no caer deshidratado a mitad del trayecto, en cierto modo agradecí esta medida restrictiva, pues así noté que con el paso de los días mi espalda iba ganando fuerza. Ya que hay quienes parecen disfrutar dictando normas, me voy a tomar la libertad de dictar una, está dirigida a todos aquellos cuya dedicación principal es la elaboración de las normas que rigen nuestra sociedad. La norma que les aconsejo llevar a cabo no es otra que jamás olviden que el fin de la norma debe ser el bien del ciudadano y nunca su perjuicio, de este modo evitaremos molestias innecesarias y ganaremos en calidad de vida. Debo estar haciéndome mayor, es la primera vez en mi vida en la que dicto una norma, debe ser cosas de la edad, si leyera este texto hace años y me dijeran que había salido de mi puño y letra, no podría creerlo. En realidad no me gusta nada eso de dictar normas, creo que se ha notado, pues solo he dictado una en toda mi vida, la que acaban de leer y he sentido una necesidad inevitable de ir al cuarto de baño después de haberlo hecho, ustedes me disculpen, regresaré lo antes posible. Bueno, ya estoy de regreso, que alivio, pues ya saben algo nuevo, si por casualidad ustedes parecen de estreñimiento y aman la libertad como yo la amo, no tienen más que ponerse a dictar unas cuantas normas y verán cómo el efecto es inmediato, sin necesidad de tener que hincharse a fibra o tener que beber zumos en exceso que lleguen a producir ardor de estómago.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Mujer De Cartón Piedra Habrán ustedes advertido que ciertos personajes de este libro tienen nombres ficticios, tal es el caso de Rocinante o Don Quijote, ello es debido a que son personas con las que no he ganado la suficiente confianza como para incluirlos en mi libro, por decirlo de otro modo, no son gente de fiar aunque, no por ello, hayan permanecido lejos de mi vida. Conocí en el año noventa y cinco a la mujer más superficial que jamás haya conocido, una persona que hacía de la manipulación su estilo de vida y como suele ocurrir a menudo con esta gente, pecan de ingenuos, pues creen tener engañada a toda la sociedad con sus malas artes. He de reconocer que el primer día que conocí a Zoraida me cautivó, era una mujer bella que fijaba toda su atención en tus labios, lo que podría parecer que era un flechazo amoroso, no era más que un estudio minucioso de tu comportamiento, un test en toda regla, preparaba el terreno. Yo caí en sus garras, estuve un par de meses bebiendo las aguas por aquella mujer, pero pronto comenzaron a detectarse los síntomas, la actuación que ella creía ser perfecta tenía sus lagunas, aquella mujer que creía tener el control absoluto de la situación, era una actriz de tercera. Los primeros días anduve desilusionado, cuando crees haber encontrado el amor y no es así, la primera reacción es taparse los ojos y seguir soñando, pero pronto la realidad te golpea el intelecto, te das cuenta que no hay amor, que es todo una farsa y hay que tomar cartas en el asunto. Ocurrió algo novedoso, tal vez la experiencia estaba dando sus frutos, logré cambiar mis sentimientos hacia Zoraida, caí en la cuenta de que, del mismo modo que es absurdo enamorarse de Ginger Rogers, lo sería enamorarse de una mujer como Zoraida. Incluso sería más acertado llegar a enamorarse de Ginger pues era una artista maravillosa, pero no de Zoraida, una pésima actriz, sería ridículo pensar que Ginger, tan insigne artista me mirase con ojos de amor, ella no puede verme porque yo no soy más que un simple espectador. Me volvió a llamar Zoraida por teléfono para quedar un fin de semana más, yo estaba en mi trabajo y adivinaba en sus palabras el terrible engaño, ella era totalmente ajena al hecho de que había descubierto sus malas artes. Mientras ella me hablaba con voz acaramelada, yo reflexionaba si colgar el teléfono y terminar de inmediato con aquella farsa o si tal vez podría obtener algún tipo de beneficio de aquella situación. Comenzaba a recordar las palabras de mi maestro trilero de la plaza de Callao que me decía que siempre decía que engañar a quien trata de engañarte es siempre premiado por Dios, lo que en mi ciudad se denomina timo de la estampita, por otro lado, sonaba la voz de mi gran maestro, mi padre, que me decía que siempre es mejor parecer tonto que serlo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE La venganza por fortuna nunca fue plato de mi gusto y descarté por completo utilizar mi evidente situación de ventaja para dar un escarmiento a Zoraida, más tarde leí de la venganza que es un signo de debilidad, pues el objeto de ella ha logrado su principal objetivo, manipularte de algún modo. Pero si sentí la curiosidad por lograr obtener algún beneficio de aquella situación, Zoraida tenía muchas amigas, todas ellas bebían las aguas por ella, la tenían en un pedestal como si de una diosa se tratara. Pensé que entre todas aquellas mujeres desdicharas, tal vez pudiera encontrarse mi futuro amor, de ser así, agradecería eternamente a mi maestro trilero y a mi padre sus sabias palabras, gracias a ellos habría encontrado mi amor verdadero. El hecho de que Zoraida pudiera sufrir por la pérdida de dos marionetas de su larga colección no me producía ni pena ni gloria, me era totalmente indiferente, incluso tal vez si algo de pena, nunca me gustó ver sufrir a nadie, ni siquiera a la gente perversa. Todos estos pensamientos fueron procesados por mi mente muy rápido, de no ser así, se hubiera acordado de mí el padre de Zoraida a la hora de pagar la factura de teléfono, entonces le dije a Zoraida que esperaba mi respuesta, de acuerdo, quedamos esta noche. Gracias a Zoraida pude conocer a multitud de chicas, eso sí, cuando alguna de ellas se acaramelaba un poco conmigo, Zoraida sacaba su hacha y cortaba la flecha de Cupido con un corte limpio, ellas sabían quién era la abeja reina y cuál era el zángano al que no se debía tocar. Era yo pues el intocable de la pandilla de Zoraida, un día quedé con ella y noté algo muy extraño, era como si un marciano se hubiera colado en su cabeza, no parecía ser aquella mujer de cartón piedra que un tiempo atrás había conocido. Su modo de actuar frente a mi era muy natural, incluso advertí que en algún momento llegó a sonrojarse, ¿estaría Zoraida enamorándose de mi o tomando clases de interpretación? Nada más lejos de mis pensamientos, se trataba de la hermana gemela de Zoraida, cuando llegó la verdadera Zoraida riendo comprendí al instante lo que ocurría, me hallaba frente a una persona de carne y hueso con corazón, la hermana gemela de Zoraida. Muchas ocasiones fueron las que pensé porqué Zoraida era tan superficial, tenía demasiados atractivos a su favor, el físico, el don de gentes, la simpatía, la conversación con ella llegaba a ser incluso agradable, sobre todo por teléfono, porque cuando la tenías delante, parecía querer hipnotizarte con la mirada y absorber toda tu voluntad. Era ese el principal defecto de Zoraida, su objetivo principal era adueñarse de la voluntad de la gente, conmigo no podía y eso la estaba consumiendo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Pasó el tiempo y Zoraida comenzó a salir con un chico, era un muchacho con mucho dinero, no pude llegar a conocerte, pues tan solo conseguí de él un hola y adiós, tal vez consideraba que no tenía el suficiente nivel económico para malgastar una sola palabra conmigo. En principio dudé si quedar con ellos, pues un día llegué a estar enamorado de Zoraida y tal vez podía abrir viejas heridas viéndolos juntos, sin embargo quise enfrentarle, tenía curiosidad por saber si me había engañado a mí mismo y realmente seguía amando a Zoraida. No fue así, sentí un tremendo alivio en mi alma cuando les vi juntos y no sentía absolutamente nada, ni frio ni calor, incluso me pareció la pareja perfecta, ella manipuladora y superficial, él rico, clasista y presuntuoso, lo que uno no tenía, lo complementaba el otro, siempre claro está desde el punto de vista más superficial. Pasó el tiempo y casi creía haber pedido de vista a Zoraida para siempre, no es que me produjera pena, pero sí es cierto que llegué a sentir cariño por aquella mujer, se podía decir que la comenzaba a echar de menos. Un día me llamó, había terminado su relación con el muchacho rico y me dijo que si quería ir al cine con ella, acepté y estuvimos viendo una película en la que cortaron la cabeza hasta al acomodador, mal presagio pensé. Al salir del cine anduvimos, ella a mi derecha y yo a su izquierda, recuerdo este detalle porque debía padecer alguna lesión de cuello que le producía molestias si torcía el cuello a su derecha, entonces me cogió de la mano. Pensaba en todo momento en la película que acababa de presenciar, sabía que era una señal inequívoca, el cielo me estaba mandando un aviso y un rato más tarde una mujer de cartón piedra me estaba pidiendo salir con ella. Qué momento más delicado, sobre todo para aquellos que albergamos sentimientos, me considero una persona sensible en exceso, capaz de cualquier cosa por evitar el sufrimiento a cualquier persona. Zoraida no estaba fingiendo, ella no sabía actuar tan bien, era tan solo una actriz de tercera y la conocía demasiado bien, sus ojos brillaban como un cordero que teme algo malo, me estaba suplicando comprensión. Le pedí con la mirada un momento para reflexionar sobre lo que me estaba pidiendo, ella me comprendió, me puse como abogado del diablo, le di las cartas a ella para que ganara la partida y cerré los ojos. Pregunté al maestro trilero y pregunté a mi padre, uno maestro callejero, el otro maestro docto y culto, el trilero me dijo, hasta el mejor jugador siempre pierde ante una mujer, la magia se evapora cuando se meten unas faldas de por medio. El otro, mi padre, me contestó con el ejemplo, mírame a mí y a tu madre, sigue nuestro ejemplo, no pestañeé y dije a Zoraida, lo siento pero no.

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8. Flamenco Mis Primeros Pasos Un día comiendo con mi hermano Fernando, el otro músico de la familia, estuvimos hablando de la nueva afición de mi hermano Santiago, la construcción de guitarras. Cuando yo era niño construí una guitarra eléctrica, la hice con madera de contrachapado y fui comprando poco a poco con mis ahorros los materiales que mi presupuesto me permitía, el resultado final fue una guitarra que sonaba y la afinación era la correcta. No creo que mi logro le hiciera tomar como afición la difícil tarea de construir guitarras, imagino que le ha llevado su gran afición por la música y que siendo su profesión la de arquitecto, tenga mayor facilidad a la hora de construir algo complejo como es una guitarra. Hablando de esto con Fernando, que es un magnífico percusionista, que como yo, disfruta más con el estudio y la ejecución que con las actuaciones, se nos ocurrió comentar al que había sido mi maestro de guitarra, una eminencia en el arte del flamenco y un sultán como persona, la nueva afición de mi hermano Santiago. El hecho es que fuimos a ver a Carlos Habichuela, mi maestro y amigo, para que vinieran él y su hermano a ver las nuevas guitarras que ya había construido, por aquel entonces, tres, para darle ideas en cuanto a mejoras de sonido y acabado. El caso es que hemos hablado en varias ocasiones de quedar, también se lo comenté a Pepe cuando fabricó el oud (laúd árabe) pero por unas cosas y otras, todavía no hemos quedado, creo que ahora ya lleva construidas diez guitarras. Aprovechando la visita que hicimos Fernando y yo a Carlos, estuvimos recordando las clases, tengo que decir que he tenido muchos maestros en todas las escuelas en las que he estado, pero de todos, a excepción de mi padre que ha sido el maestro por excelencia, Carlos ha sido el segundo mejor maestro. Creo que parte del éxito de estos seis años de clases fue la química existente, yo era buen alumno porque me interesaba mucho cada detalle, cada gesto, absorbía todo lo que me explicaba. A parte de tener mucho interés por sus clases, el ambiente era muy agradable, en casa de Carlos, te sentías en familia. La otra parte del éxito de las clases era culpa del maestro, huelga decir la sabiduría que pueda albergar Carlos en su mente, imagínense un arte heredado de padres a hijos por varias generaciones, el resultado es una destreza al tocar, que es admirable.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Pero el gran secreto del maestro, es sin duda, que disfruta enseñando, se nota en su mirada que le gusta comprobar que su alumno día a día va progresando. Había momentos en los que me ponía a practicar y cuando después de varios intentos salía bien, creías que estabas solo y de la otra habitación salía un ¡ole! Cuando estabas practicando algo que con anterioridad dominabas y por despiste, lo hacías mal, se oía desde la otra habitación: Carlos:

¿Cómo?

Imagino que el don de la enseñanza es parte importante, Carlos sin ninguna duda posee ese don, qué más se le puede pedir a un artista, si además sabe enseñar su arte. Podéis llegar a haceros la pregunta de por qué siendo Carlos tan buen maestro y yo tan buen alumno, yo no soy hoy en día un guitarrista profesional, aunque sí músico. Es una pregunta lógica, que tiene una respuesta sencilla, no me dedico a la música. Cuando después de los años llegué a casa de mi maestro y vi a su hijo Carlos tocando la guitarra, pensé en la suerte que se tiene de dedicarse a la música y tener a un maestro tan excelente a su lado. Carlos hijo a heredado el arte de su familia, ya no solo de su padre, si no que por parte de madre tiene también mucho arte. También pensé en que si hubiera sido médico como mi padre, él me hubiera podido enseñar mucho de su profesión, pero por circunstancias, acabé enfrente de un ordenador. No me disgusta el trabajo de informático, pero si bien es cierto que no he tenido buena suerte en cuanto a compañeros se refiere, imagino que será el pan nuestro de cada profesión. Al ver a Carlos hijo, veía al mismo niño que con sus pequeños dedos apenas podía coger la guitarra, que ahora era un joven que dominaba a la perfección la guitarra como su padre. En todas las familias con arte, destacan todos, tengo un recuerdo muy grato de la suegra de Carlos, de su arte en el baile y su poderío y saber estar encima del escenario. De la hija mayor de Carlos recuerdo su voz, me llamó mucho la atención un día que regresando de un concierto de Ketama, creo que era en Pozuelo en aquella época en que los móviles tenían el tamaño de un zapato, iba Saira cantando en voz baja, tenía una voz muy bonita. De la pequeña recuerdo con simpatía, debía tener cuatro años cuando comencé las clases, en las grabaciones se oye su voz llamando en ocasiones a su madre, o entrando a ver que estábamos haciendo. Le llamaba mucho la atención la grabadora, tal vez por ser un aparato parecido a una radio pero que no sonaba.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE En la visita que hice a Carlos aquel día junto a mi hermano Fernando, le comenté la idea de escribir un libro de partituras, con todas las grabaciones que había ido recopilando en los seis años de aprendizaje. Le pareció buena idea, pero como la mayoría de mis ideas, quedó en tan solo eso, una idea. Lo cierto es que cuando se comienza un proyecto que por falta de tiempo nunca se pudo, se hace con mucha ilusión. Ha sido en un momento de tranquilidad en mi vida, en el que me he lanzado a escribir este libro, la idea inicial no era hacerlo en forma de libro, tan solo transcribir las anotaciones y grabaciones, pero la idea de hacerlo libro, se me ha ocurrido casi a la par de empezar a escribir mi primer libro, mi biografía, Zori. Explicar que de este modo resulta más ameno, relatando las anécdotas, muchas de ellas divertidas, desde el comienzo de mis clases en el año noventa y seis hasta las últimas clases a las que asistí allá por el segundo año del siglo actual. A parte del aprendizaje musical, fueron muchas las conversaciones sobre valores humanos y la vida que tuvimos al finalizar las clases, puedo asegurar que sus clases fueron en mi vida de una enorme ayuda en un momento de mi juventud en que todo lo que me rodeaba era artificial y movido por el interés. Un beneficio adicional que obtuve yendo a clases de guitarra, era que mientras me encontraba aprendiendo algo que me fascinaba, evitaba compañías y amistades poco recomendables. Durante los años que tuve a Carlos de profesor, me presentó a grandes figuras del flamenco que nunca pensé que llegaría a conocer, y algunos que ni tan siquiera conocía. Esto me dio la oportunidad de comprobar en primera persona que la gente popular es como el resto de los mortales, de carne y hueso. Son muchas las anécdotas que iré contando durante el transcurso de este libro desde la primera hasta la última clase. El libro se compone de seis tomos, cada uno de ellos se complementa con las obras transcritas en cifra y solfeo de cada una de las clases. Para que el lector se haga una idea de las vivencias que tuve durante todo este tiempo puedo comenzar desde la primera fotografía que me hice en un bar en el que se reúnen los amigos para jugar a las cartas y al dominó, esta foto no salió porque el destino quiso que la cámara no tuviera carrete. En esta primera foto de mis comienzos posé junto a Pepe Luis Carmona y Josemi de Ketama, la foto que nunca salió fue lo más cerca que he estado de ellos, tan solo los he vuelto a ver en un par de ocasiones, tampoco he pasado del saludo con el mayor de los hermanos, Juan. Con quien he tenido mayor relación es con el hermano mediano, el que considero el mejor guitarrista de todos los tiempos, Pepe Habichuela.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE En la terraza estuvimos unas cuantas horas riendo, no sé por qué ese día nos entró la risa floja y nos recogimos pronto para que Pepe y Carlos estuvieran frescos al día siguiente para el concierto. Hay momentos difíciles de olvidar, uno de ellos fue en Casa Patas, actuaban a la guitarra Carlos, al cante Salva y al baile Toñi y Dolores Amaya. En aquel momento pude sentir el arte flamenco correr por las venas, en primera fila y por supuesto, totalmente gratis. Tuve el honor de estar en la mesa de los acompañantes de los artistas y en esta ocasión el sitio era privilegiado, no siempre se tiene un lugar privilegiado por acompañar al artista. Son muchas las vivencias, fiestas de cumpleaños, actuaciones inolvidables. Como actuación estelar puedo destacar aquella en Barcelona en el teatro Grec con «The Bollywood Strings». Fue un viernes del mes de Julio del año 2000 cuando hicimos aparición mi amigo Don Quijote y yo en la recepción del hotel barcelonés donde se alojaban Carlos, su hermano Pepe y otros músicos. Hablé por teléfono con un músico de la habitación que me dijo que estaban en una taberna andaluza de enfrente cenando, en la entrada de la taberna me pareció reconocer a Josemi por lo que pensé que esa era la taberna, al entrar vi a Carlos que se llevó una gran alegría porque no esperaba que fuéramos a ir a verle desde Madrid. Estuvimos cenando algo de pescadito frito y luego salimos a una terraza a tomar algo. Al día siguiente nos fuimos Don Quijote y yo a Cadaqués, nos dimos un bañito y comimos a la orilla del mediterráneo. Al terminar de comer regresamos a Barcelona para llegar a tiempo al concierto que daba comienzo a las diez de la noche. Cuando llegamos al hotel, los músicos ya estaban en el Grec, nos dimos una ducha ecológica y salimos para el concierto. Nos llevó un taxista que era tan alto que pudimos observar que permaneciendo sentado, le llegaban las rodillas a la altura de las orejas. Cuando le dijimos que éramos de Madrid, nos dijo que él había sido jugador de baloncesto del Granollers y que cuando les tocaba jugar con el Madrid, antes en empezar, pedía autógrafos a todos los jugadores, era una persona muy agradable. Era un taxista muy agradable, cuando tomamos confianza con aquel buen hombre, aproveché para contarle que de pequeño me cantaba mi madre una canción catalana que decía: Baixant de la font del gat Una noia, una noia, Baixant de la font del gat Una noia i un soldat

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Le pregunté que si existía la font del gat y nos dijo que precisamente para llegar al Grec debíamos pasar por allí, estaba también en Montjuic, me resultó divertido pasar por el sitio de la canción que me había cantado mi madre tantas veces cuando era niño. Al llegar al Grec estaba a punto de comenzar el concierto, fue una suerte llegar justo cuando salían los músicos, nos sentamos y empezó el concierto. Fue una mezcla de música hindú con flamenco, una fusión muy propia ya que son dos músicas con la misma raíz. De hecho se podía observar lo sencillo que les resultaba a los músicos flamencos y a los hindúes acoplarse y tocar en una sincronización perfecta. Parecía que estábamos ante un grupo de música con solera y son embargo eran músicos que tan solo llevaban una semana ensayando juntos. Es un lugar muy bonito el Grec de Barcelona, tiene un auditorio al aire libre y por dentro tiene una cuidosa construcción de pasadizos de ladrillo. Al terminar el concierto el público se reventó las manos a aplaudir, fuimos al backstage y Carlos nos ofreció unas bandejas con fruta y comida deliciosa. La vuelta al hotel la hicimos en el minibús de los músicos, era una mezcla curiosa, los músicos hindús hablaban inglés y los demás español. Del barullo en el que se mezclaban las risas de mi amigo que se había tomado alguna copilla de más, algunas palabras en inglés y otras en español, de repente se oyó una voz fuerte que dijo: Hindú: ¡Good singer! Cantaor: ¿Cómo dice? Pepe: Dice que muy bien al cante Esto provocó que «el risitas» rompiera una carcajada que dejó a todos los presentes mudos unos segundos, aunque al instante seguimos cada uno con lo nuestro. Otro concierto que me gustó mucho fue en Villarobledo. Fue un día de diario, creo que era jueves, debió ser por el año noventa y ocho del siglo pasado. Recogimos los instrumentos y nos pusimos en marcha, iba con nosotros un sobrino Salva, hijo del cantaor que vi en la actuación de Casa Patas con Carlos, Toñi y Dolores Amaya. Ya conocía antes a Salva de alguna ocasión en que fui con toda la familia a algún concierto de Ketama. También recuerdo a su hermana Yolanda, que hace no mucho pude ver paseando con su bebé y a la madre siempre muy educada y cariñosa conmigo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Su padre es el cantaor Salva, del que siempre he admirado su arte y temple, en un cante diferente, de los que a mí me gustan, con sentimiento y sin buscar el aplauso, jondo. Mando un abrazo a la familia, creo recordar también a una hermana pequeña que era simpatiquísima, estaba siempre riendo, un beso para ella también. Llegamos a Villarobledo, allí estaban las dos chicas que cantaban, que por cierto, pudimos comprobar a la vuelta que una de ellas tenía una destreza increíble al volante, también venía un percusionista y comenzamos a ensayar. Al finalizar el ensayo fuimos a probar el sonido, habían colocado micrófonos pensando en que actuaríamos también Salva y yo. En la prueba de sonido si tuve la oportunidad de tocar. Tocar una guitarra y sentir que lo que interpretas se oye muy lejos, es una sensación única, es algo mágico. El concierto me gustó mucho, fue la última de las actuaciones, antes había actuado una cantante de copla y nos fuimos a cenar. Me parece que a alguna de las cantantes le gustaba el padre de la cantante de copla, que el hombre aunque con pelo gris, tenía un aspecto muy juvenil, no parecían padre e hija, más bien parecían hermanos. Después de la cena, fuimos a Móstoles, las cantantes eran de allí y estuvimos tomando algo en un pub, sin apenas darnos cuenta se nos hacía ya de día y yo tenía que ir a trabajar. Fuimos a tomar un café y unos churros, me fui a casa, me di una ducha y a trabajar. Como era viernes, no se hizo demasiado pesado el día, mereció la pena el sacrificio. Carlos ha trabajado en el ballet nacional durante varios años, la bailarina principal de dicho ballet es muy amiga suya y quiso que estuviera en una interpretación. Me pidió que le acompañara y estuvimos viendo unas cuantas actuaciones folklóricas pero pronto nos cansamos y no logramos aguantar hasta que comenzó la suya, ella interpretaba «la gitanilla». Fue un baile diferente al que estaba acostumbrado, era clásico con adornos flamencos, me pareció un baile de ejecución impecable con mucho sentimiento, me gustó bastante. Salimos del teatro de la zarzuela y Carlos, que conocía al conserje de la puerta, le pidió dejara el recado de que iríamos a Casa Patas, allí nos encontramos, hablamos de la actuación y luego estuvimos jugando al futbolín en el Candela.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Mi Primera Clase No era la primera vez que jugaba contra unas mujeres al futbolín, recuerdo en una ocasión que una chicas de Vallecas nos dieron una paliza a un amigo a mí que no tuvimos otra que pasar por debajo del futbolín, no es que sea demasiado bueno jugando, pero ellas eran de competición. Al día siguiente estuvimos en el centro cultural de la villa viendo la actuación de unos primos de Carlos que vinieron de Granada, les vimos el día anterior en el Candela y le dijeron que si queríamos ir a verles. La actuación que acabábamos de ver me gustó, pero era la actuación de sus primos me resultaba más atractiva. En ese momento me llamó Carlos para presentarme a un amigo suyo, antes había visto a un hombre con una barba muy larga y muy moreno, no imaginé que era ese su amigo, le di la mano y al mirarle a la cara me recorrió como un calambre por todo el cuerpo, el que tenía enfrente, ese hombre camuflado tras una barba larguísima era Paco de Lucía. Por aquel entonces que apenas llevaba unas cuantas clases con Carlos, todo me parecía como un sueño, estrechar la mano al músico al que había admirado desde que era un niño, desde aquellos años en que mi madre me regaló mi primera guitarra. En aquellos días que aprendí de oído «Entre dos Aguas». Me quedé como paralizado en una banqueta sentado al lado del maestro, como paralizado, sin saber cómo reaccionar, tan solo escuché. Al día siguiente fuimos al concierto de los primos de Carlos en el centro cultural de la villa llegamos un poco tarde, pero vimos una actuación magnífica. La entrada fue un poco accidental, cuando nos preguntó la mujer de la limpieza que dónde íbamos, para no dar demasiadas explicaciones se me ocurrió decir, somos los músicos. Era un poco sospechoso que fuéramos nosotros los músicos que íbamos a actuar porque ya estaba escuchándose la música, así es que la mujer ante la sospecha de que nos estábamos colando avisó al encargado. Ya estábamos sentados cuando de repente apareció el encargado y nos pidió amablemente que le acompañáramos. Protestó el encargado que cómo se nos ocurría decirle a la mujer de la limpieza que éramos los músicos cuando ya había comenzado el concierto y sonaba la música. Culpa mía, le pedí disculpas, y Carlos intentó cubrirme diciendo que lo que habíamos dicho es que éramos músicos, no los músicos que estaban tocando, claro está. El comentario que hizo el encargado a continuación fue muy poco acertado.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE No pudo contenerse y dijo: «Luego decís, que hablamos mal de los gitanos», hicimos oídos sordos al comentario soez y conseguimos lo que queríamos, ver el concierto. Yo no soy gitano, tengo mis raíces, me siento honrado y llevo con orgullo mi sangre. En aquella ocasión me sentí gitano por afinidad a mi amigo Carlos, incluso me alegró que el encargado me metiera en el saco, de ese modo pude sentir lo que siente un gitano cuando le menosprecian por su condición racial o social. Aquel que piense que una raza, un pueblo, un país u otro planeta fuera ser hostil y él por pertenecer a otra raza o condición social es mejor, es un simple y está en peligro de extinción. Acabamos de vivir recientemente que el país más poderoso del mundo ha elegido democráticamente que le gobierne un hombre negro (black power), creo que es señal de que las cosas están cambiando, me alegro. Me alegro, es un saludo poco habitual, es el saludo que suele hacer Pepe Habichuela cuando hace que no te ve, es un saludo con personalidad, como la que imprime a sus cuerdas. Quizá pueda ser porque he escuchado mucho su música, pero si me hacéis la prueba, como aquella que se hacía cuando era niño, una prueba que se llamaba «Acepta el reto de Pepsi». Consistía en que te daban a probar tres bebidas de cola, si la que te gustaba era la Pepsi, volvías a probar y así, como te habías aprendido el sabor de la Pepsi, llegaba a casa con la tripa hinchada. Si me hacéis la prueba, «Acepta el reto de Pepe», me ponéis otra guitarra y la de Pepe, raro es que me equivoque. Recuerdo con añoranza la ilusión que le puse en esos tiempos a la música, tras regalarme Pepe un libro de partituras con la dedicatoria: «Para Miguel, músico amigo mío gran aficionado al flamenco» Tal fue la ilusión que me hizo que dediqué bastante tiempo a sacar las «Alegrías por el medio» de Pepe. En una ocasión me dijo Carlos, hay solamente dos personas en el mundo capaces de tocar «las Alegrías de Pepe», uno es Pepe y el otro Miguel. Cuando estrené mi guitarra fabricada por Juan Miguel Carmona que tengo siempre cerca, la llevé a casa de Pepe e interpreté sus alegrías, estaban presentes Carlos, Amparo, que es la mujer de Pepe, la madre de Amparo, Pepe y yo. En la interpretación se notaba la torpeza de un aprendiz, pero en la cara de Pepe se dibujaba gratitud por el esfuerzo y la dedicación al estudio de aquella obra suya.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE ¿Quién no desearía que su obra y su saber se transmitiera a otras generaciones?, es probable que un día me decida a inmortalizar mis clases con mi maestro Carlos, tal vez puedan sacar ideas futuras figuras del flamenco, compartir estas enseñanzas que si no me ha hicieron crecer como músico, sin suda me hicieron crecer como persona. Era un día de primavera a las puertas del verano, a mediados del mes de mayo del año noventa y seis del siglo pasado. Mi afición por la música era bien sabida por todos los que me rodeaban, siempre llevaba conmigo una guitarra en el maletero del coche y en la madrugada salía para dar los buenos días al sol en la plaza del pueblo serrano de Los Molinos. Hasta aquel día, todo lo que sabía de música lo había aprendido por mí mismo, era autodidacta, no había tenido la suerte de tener un maestro musical. Pero era el día en que mi suerte iba a cambiar, se me brindaba la oportunidad de tener de maestro a uno de los grandes. Mi conocimiento musical era amplio en géneros pop, heavy, blues, jazz y era muy aficionado a algunos géneros del flamenco, pero sin conocimientos profundos. Mis flamencos favoritos por aquel entonces eran Kiko Veneno, Los hermanos Amador, Tomatito, Paco de lucía, Camarón, Ketama sin olvidar a uno de mis preferidos, Manzanita. El sueño de cualquier aficionado, podría ser perfectamente que algún componente de su grupo preferido le diera clases particulares. Pero que además, el que te fuera a dar clase fuera un maestro de los componentes de tu grupo, era más que un sueño. Por aquel entonces, mi grupo preferido era Ketama y me iban a presentar al tío de los Ketama para darme clases de guitarra, nada menos que Carlos Habichuela. Se me brindaba una oportunidad única, lo que no podía ni imaginar que además de maestro, iba a ser mi amigo. El día que me presentaron a Carlos Habichuela no me había dado tiempo a ponerme nervioso, porque en cuanto me dieron el aviso salí disparado como una bala al bar en el que le conocí. Convenimos que el día mejor para las clases era los sábados y así empecé mi primera clase. Me preparé mis hojas para escribir en tabulación, la grabadora para no perder ni un detalle, el portaminas y un borrador. Cuando llegué a su casa había muchas fotos en el recibidor, pero no tuve tiempo de verlas porque enseguida pasé a la habitación donde íbamos a dar la clase. Me presentó a su mujer Toñi y a sus hijos Saira, Carlos y Cori. Ya en la habitación pude ver una foto muy entrañable con Juanito Valderrama, una foto de amistad. Comencé pues mi primera clase en la que me enseñó un Ritmo Brasileño, gracias a las anotaciones, la grabación, el esfuerzo de repaso semanal y los retales que quedan en la memoria, he podido realizar la siguiente trascripción.

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RITMO BRASILEÑO = 120

Escuche esta melodía (en eBook) He aquí pues el resultado de mi primera clase, mi primera falseta aprendida que siempre permanecerá en mi memoria por el gran valor emocional que aún me produce tocarla e ir variando, modelando, cambiando la obra. Más adelante vinieron enseñanzas de la técnica utilizada para tocar la guitarra flamenca, de cada uno de sus ritmos, un estudio en profundidad de cada uno de los palos existentes en el flamenco.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Base Rítmica En mi segunda clase, fue mi segundo día de clase de seis años de aprendizaje con un músico y amigo sensible donde los haya, empezaba a intuir que había química, algo muy importante entre alumno y maestro. La magia del flamenco es que las obras permanecen vivas, tienen movimiento y varían en el tiempo. El flamenco es arte de oído, quizá ese sea el motivo de que una obra sufra transformaciones en el tiempo, porque se encuentran escritas en la mente del artista. Qué mejor cualidad para un compositor e intérprete de flamenco que una sensibilidad extraordinaria. Ver que tu maestro está sintiendo y disfrutando cada nota que emite su guitarra es una de las mejores lecciones que pueda aprender un alumno de su maestro. Una característica de Carlos que comenté alguna vez con otro alumno suyo de origen irlandés llamado Steve es el pozo interminable de sus creaciones, no había final, cada día era un aprendizaje nuevo. Por cierto, quiero aprovechar para enviar un abrazo al otro pupilo de Carlos, Steve, estoy seguro que si leyeras este libro, te sentirías muy identificado con él. La base rítmica es fundamental, es una de las primeras lecciones que aprendí. Se pueden hacer todas las variaciones que se deseen siempre que no se respeten los tiempos de cada base rítmica. Cuando regresé a mi casa tras esta clase, en mi mente oía la voz de Carlos contando los tiempos a la vez que salían las notas de su guitarra repitiendo: un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, un, dos. Mentalmente sin apenas esfuerzo iba repitiendo la base del flamenco, lo que era una base rítmica en los que se acentúan los tiempos tres, seis, ocho diez y doce. Igual de importante es respetar los tiempos como darle el acento en el tiempo adecuado. Un ejercicio que metal que me indicó Carlos que debía hacer era silenciar los tiempos sin acento, pero eso sí, respetando su silencio. Estaba aprendiendo en apenas dos clases, todas las lecciones que debe saber un buen músico, la importancia de los silencios. De este modo, al silenciar estos tiempos, la base rítmica sonaría de este modo: __, __, tres, __, __, seis, __, ocho, __, diez, __, dos. Según vamos repitiendo el compás, nos damos cuenta que efectivamente estamos yendo al compás de la mayoría de las obras flamencas que podamos escuchar. Una lección que en apariencia parece tan sencilla, es la base fundamental del flamenco. Cada palo del flamenco tiene sus propias reglas, sus matices que le proporcionan su identidad, como lo son las propiedades caracterizan un buen vino, unas reglas que si no se respetan, se deja de hacer flamenco.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE De nada sirve tener los dedos más rápidos del oeste si se ignora cuál ha de ser el momento exacto para disparar tu revólver. En el flamenco hay que saber disparar en el momento justo, ni medio segundo antes, ni medio después. Una vez que mentalmente hemos aprendido la base del flamenco, podemos enseñarle a la guitarra lo que acabamos de aprender. La guitarra es nuestra compañera, a ella debes transmitirle con todo lujo de detalle la lección que acabas de aprender. Para ello una buena práctica es con el dedo gordo de la mano derecha. Así con el dedo golpeamos suave o más fuerte según queramos acentuar el tiempo, la caja de resonancia de la guitarra nos va a contestar si han entendido correctamente lo que le hemos transmitido: Un (suave), dos (suave), tres (fuerte), cuatro (suave), cinco (suave), seis (fuerte), siete (suave), ocho (fuerte), nueve (suave), diez (fuerte), un (suave), dos (fuerte). Otra práctica que podemos hacer es golpear sobre una mesa de este modo, en un momento en el que estemos haciendo otra cosa, enseguida la mesa nos dirá si no hemos aprendido bien la lección. A continuación podéis leer y así ejercitar la base rítmica de la que os he hablado. Son unos acordes muy sencillos, también muy flamencos, estaba comenzando a aprender mis primeros acordes flamencos. Cuando los toco, suelo recordar un paisaje de Santander que Carlos me describía al que le llevó un amigo para tocar frente al mar. O cuando me metí al teatro de Mérida con la guitarra y me puse a tocar. Tras ejercitar un buen rato la mano derecha con una técnica que consiste en tocar con la guitarra sorda, basta con poner bajo las cuerdas una tira de gomaespuma. Estando en Guadarrama ejercitando la mano derecha con la guitarra sorda hacía el siguiente sonido Ta Ca Tá - Ru Ca Tá. Para mi sorpresa una hurraca respondió con un Ta Ca Tá Ru - Ta Ca Tá - Ta Ca Tá – Ta Ca Tá. Me dio la risa y pensé, qué hurraca más rumbera. Tras horas de práctica la hurraca me respondió con un Ta Ca Tá - Ru Ca Tá. Había aprendido la técnica, tras muchos intentos, incluso ya casi me había olvidado de ella, cuando me sorprendió con su aprendizaje, ya no paró de hacerlo bien toda la tarde, entonces pensé que era el momento de ir a dar un paseo. Lo cierto es que a la hurraca le costó horas conseguir imitar el sonido que ejercitaba, pero una vez que lo consiguió no dejó de repetirlo una y otra vez, llena de satisfacción por haberlo conseguido. Pensé si quizá había sido un poco osado con la enseñanza y me iba costar no pegar ojo en toda la noche.

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BASE RITMICA = 100

Escuche esta melodía (en eBook) Afortunadamente para mí, cuando regresé de mi paseo la hurraca se había ido con la música a otra parte y pude dormir con la paz y tranquilidad que suele reinar en la sierra de Madrid. No me extrañaría que aún aquella hurraca o tal vez su linaje continuase interpretando por los montes serranos la lección de flamenco que un día aprendió. Es a base de práctica como se puede conseguir que la guitarra suene flamenca, se puede conocer la técnica muy bien, pero si no hemos practicado lo suficiente, hora tras hora, día tras día y año tras año, la interpretación que realicemos será pobre. Preguntad a los mejores guitarristas de flamenco del mundo, muy probablemente os digan que si han conseguido hacer que su guitarra suene tan bien es debido a años de mucha práctica. Pero la cosecha que se recoge cuando hemos practicado mucho, su semilla es de la mejor calidad, entonces es cuando disfrutamos de nuestro trabajo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

9. Aficionado Gran «Aficionao» Al Flamenco En el año mil novecientos noventa y siete, cercanos ya al final del milenio, descubrí que unos pocos afortunados tenían la dicha de trabajar en lo que les gustaba, acababa de conocer a alguien que disfrutaba realizando su trabajo, mi maestro de guitarra, desde entonces, me propuse como principal objetivo mi búsqueda de la felicidad. Para encontrar la felicidad, es fundamental trabajar en algo que te resulte placentero, cada vez que veía a mi maestro rasgar su guitarra, veía en su mirada la cara de satisfacción por el trabajo bien hecho, eso es lo que quería lograr, bien fuera como músico o en cualquier otra profesión. Los más afortunados tal vez no tuvieron que luchar demasiado para conseguir la felicidad, a otros se nos hace cuesta arriba, pero no hay lugar a dudas que a base de subir cuestas se fortalecen las piernas. Desde que me decidí a escribir, he recibido mensajes de todo tipo, unos de aliento y otros de desanimo, cuando se emprende cualquier nueva empresa, se está espuesto a las críticas, el emprendedor debe aprender a seleccionar de entre ellas, ya sean buenas o malas, las que puedan servirte de utilidad y deshechar las otras. En el momento actual, la hora que prefiero para escribir es de noche, pues soy una persona que se distrae con el vuelo de una mosca y en la noche, las ideas fluyen con mayor agilidad, hace unos días recibí un mensaje mientras escribía unos capítulos atrás de este libro. Era una mujer mexicana que detectó mi presencia por alguna de las novedosas redes sociales que están tan de actualidad mediante las cuales puedes conectar en el momento con personas de cualquier parte del mundo. En su mensaje la mujer me invitaba a charlar y aunque en ese momento me disponía a comenzar mi jornada de trabajo, me pareció descortes no atenderla, me preguntó mi procedencia y lo que hacía en ese preciso instante. Yo le dije que me dedico a escribir y en aquel preciso instante me disponía a comenzar mi jornada de trabajo, entonces comenzó a reir y pavonearse porque ella tenía la gran suerte de irse en ese instante a la cama a dormir. Yo le respondí. a Dios le dio gracias cada mañana al despertar porque tengo la inmensa suerte de trabajar en lo que me gusta y lejos de considerar cada despertar un suplicio, se abre ante mí todo un mundo de nuevas sensaciones y muchos deseos de crear algo nuevo. A ti, que gozas por el hecho de que puedes dormir mientras yo trabajo, he de decirte que estás en un error, pues mi trabajo es para mi un gran placer.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE La mujer se alteró muchísimo porque al parecer lo que pretendía era provocar mi envidia y lo único que había logrado fue hacerme esbozar una sonrisa por el tremendo enfado que se había pillado. Enseguida cambió su táctica, pasó a los insultos y en ese momento le recomendé que se tomara una tila, ya que su intención era la de dormir y que si no le importaba, tenía que dejar de hablar con ella porque cosas que hacer, desconecté y me puse a trabajar. Antaño no era tan sencillo zafarse de alguien enfadado, pero hoy en día si la persona que se enfada está a miles de kilómetros y se tiene la posibilidad de desconectarla, la sensación de alivio es considerable. Lejos de alterarme por el pequeño altercado, me espabilé y me puse a escribir con bastante soltura, es evidente que algunos parecen necesitar fastidiar al prójimo para poder dormir a gusto, el problema, es que no siempre logran su objetivo, incluso pueden acabar siendo ellos los fastidiados. Regresando a la época en la que comenzaba a gozar con el aprendizaje de la guitarra flamenca, mi maestro me invitó a ir a ver a su hermano Pepe cuando termináramos la clase, me pareció una excelente idea. Pepe, al igual que Carlos, se caracteriza por ser de esas personas con las que te sientes a gusto, es algo que ocurre con los miembros de esta familia, son personas que saben respetar a los demás, humildes aunque su nombre es de fama mundialmente reconocida. Tenía Pepe un libro sobre la mesa en cuya portada aparecía su fotografía tocando la guitarra, es un gesto que agradezco enormemente cuando veo a un gran artista, que me regale con la contemplación de su saber hacer, eso hizo Pepe cuando aparecí en su habitación, tocó por Rondeñas, uno de los palos del flamenco que más admiro. Hay un dicho popular de mi tierra que dice que quien se acuesta con niños, meado se levanta, yo debo decir que he tenido la inmensa suerte de haber conocido a grandes artistas, que combinan su grandeza como profesionales como su humildad y sencillez como personas, tal es el caso de un mago que conocí el otro día. Le conocí en un rodaje de una serie de televisión, por diferentes motivos a ambos nos convenía asistir a este rodaje como figurantes, cuando regresamos en el autobús, me hizo un regalo que me guardo muy dentro, pues llegó a emocionarme, fue el número del pañuelo. Es este mago buen amigo de uno de los grandes, que no he tenido el honor de conocer, pero que me hubiera gustado, pues considero que el éxito de este gran mago consiste en combinar su inigualable habilidad haciendo magia con un esquisito sentido del humor, no hablo de otro que el gran Juan Tamariz, !!! Tatatachan ¡¡¡, estimado Juan, ¿eres consciente de la gran labor que tú haces arrancando una sonrisa y emocionando a tanta gente?

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Es indispensable el humor en nuestra vida, si de algo he de dar gracias al cielo es de haber tenido a lo largo de mi vida un buen sentido del humor, en ocasiones que he podido observar fotografías, es raro no verme riendo. Estuve disfrutando del arte de Pepe a la guitarra y se notaba que él disfrutaba exhibiendo su arte, al terminar me regaló el libro que estaba encima de la mesa y me puso una dedicatoria en la primera página. «Para Miguel, músico y gran “aficionao” al Flamenco» Guardé aquel libro de partituras de Pepe con oro en paño y me puse a trabajarlo, a estudiar cada una de las obras que aquel libro atesoraba, de ese modo pude disfrutar de sus alegrías por el medio. Llegó a comentar mi maestro, imagino que con cierto tono de humor, solo hay dos personas en este mundo capaces de tocar las alegrías de Pepe, uno es Pepe y el otro Miguel. Fue tan caluroso el recibimiento de aquella familia de músicos, que no es de extrañar que pasara seis años de aprendizajes, guardo esas clases como una reliquia que tal vez un día ponga a disposición del gran público. Mi maestro atesoraba en sus manos un libro abierto de sabiduría transmitida de padres a hijos, por medio de su instrumento más preciado, el oído, ¿pueden imaginar el valor que tendría dejar una copia escrita de aquellas enseñanzas? lmagino la cantidad de personas que disfrutarían como yo lo hice en un día teniendo a su alcance una copia transcrita de aquellos seis maravillosos años de aprendizaje, no pueden imaginar con que ilusión esperaba el transcurso de la semana para que llegara el sábado, el día de mi clase. Creo que las clases de guitarra llegaron a mi vida en el momento exacto, si bien había llegado a una posición social y laboral más que aceptable, en los últimos años había sufrido un acoso y derribo en mi empresa, con el único objeto de provocar mi marcha de la empresa. Debo confesar que surtió efecto los comentarios peyorativos de los, por llamarlos de algún modo, «compañeros» de trabajo, llegaron a conseguir que dudase de mis capacidades, es cierto aquello de que si a alguien le machacas mucho con que no puede conseguir algo, se puede llegar a conseguir que esa persona llegue a dudar de sus capacidades. Pero la naturaleza es sabia, te rodea de los elementos hostiles necesarios para crecer como persona, es decir, de unos cuantos «compañeros» viles que no parecen tener otra ocupación que desprestigiarte, pero por otro lado, es la misma naturaleza la que te hace conocer gente que si te valora. Así fue, como el maestro Habichuela, por medio de sus elogios y enseñanzas logró enseñarme el difícil arte del flamenco, destapó a golpe de guitarra, a todos aquellos individuos que trataban de tacharme de inútil.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE No pueden llegar a imaginar mi cara de satisfacción cuando un día vino Ricardo, un compañero y amigo, que tras invitarme a tocar la guitarra en su propia casa, hablaba maravillas de mi delante de los otros «compañeros» viles, en sus caras se adivinaba odio y rencor, no habían logrado su objetivo. Imagino lo que debieron llegar a odiar aquellos «compañeros» viles a mi gran maestro y amigo Carlos, por mostrarme otra realidad, por ser tan buen maestro que lograba hacer fácil lo técnicamente complicado, gracias a sus buenas dosis de ánimo y a que siempre le gustó enseñar. Si nos remontamos a los orígenes del flamenco podemos irnos muy lejos, incluso llegar hasta la India, hay muchas opiniones respecto si es una música racial, del pueblo gitano y yo tengo la mía propia. Creo que en primer lugar es una música de todo aquel que le guste disfrutarla, bien sea gitano o payo, y para analizar su origen, desarrollo o avance y evolución hay que darle a cada uno su propio mérito. Comenzando por su origen, gitano cien por cien, ¿qué también hay gitanos en Rumanía y no tocan flamenco?, es cierto, pero es que los gitanos rumanos evolucionaron por otros rumbos, adaptaron su música original a su entorno, exactamente igual que hicieron los gitanos que vinieron a España. Mi afirmación de que el flamenco lo trajeron los gitanos de la India, la podrá discutir el mejor de los críticos o el más estudiado de los musicólogos, pero es muy probable que jamás logren convencerme, pues he sido testigo de primera mano de la compenetración innata existente entre los músicos hindúes y los gitanos. Sé que aún queda mucho que hacer en mi país respecto al racismo, se sigue considerando en muchos hogares de España que el gitano es holgazán, vago, delincuente y traicionero, es un pensamiento que el español de a pie no está dispuesto a rectificar, de hecho, muchos morirán creyendo semejante estupidez. Tal vez sean estos mismos españoles los que se empeñen en tratar de engañarnos respecto a los orígenes del flamenco, preferirían pensar que su origen estuvo allá por el siglo quince cuando unos marcianos con muchos tentáculos vinieron dando el cante, antes de reconocer que su origen es puramente gitano. Me recreo en esta reflexión, gozo diciéndolo, porque sé que a muchos les sienta a cuerno quemado que un payo se atreva a afirmar semejante idea, que el origen del flamenco es gitano se mire por donde se mire, pero yo también soy muy radical al respecto, al que no le guste que no lo lea. Ahora que ya sabemos de dónde proviene el flamenco, música que el gitano trajo de la India adornándola con aires árabes, pues es el camino que eligieron para llegar a España, camino que no tuvieron que tomar los gitanos rumanos, de ahí que su música tenga un aire muy diferente, podemos hablar de su desarrollo o avance y evolución, que entren ahora los payos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Pero no crean, que aún los que se empeñan en desprestigiar al pueblo gitano y quitarle mérito, les dirán que entraron a España por Cataluña en lugar de que lo hicieran por África, si lo que digo yo, al final va a resultar que los gitanos vinieron a España en una nave espacial. Que me perdonen los payos, ya pueden pasar ustedes, pero ojo, que en esta sala, la de la evolución del flamenco, entran tanto gitanos como payos, y si no les gustan, ya están marchándose por donde han venido. Efectivamente la evolución del flamenco se extendió desde el pueblo andaluz a todo el país, llegando a ser en la actualidad muy apreciado en países como Alemania o Japón, país este último que lo ha adoptado y que está comenzando a dar sus figuras tanto al cante, al baile y al toque. Hoy en día no se puede decir que el flamenco sea música exclusiva de Andalucía, he llegado a sorprenderme de que a la gran mayoría, por no decir la totalidad de compañeros andaluces que he tenido en mi profesión, no les gusta el flamenco y algunos incluso lo aborrecen, pues lo consideran música de gente de mal vivir. Así que afirmar que los mejores aficionados al flamenco están en Andalucía no creo que sea muy cierto, si me enorgullece decir que en Madrid, mi ciudad, han vivido grandes artistas del flamenco y la variedad de locales donde se puede escuchar buen flamenco es considerable. En la evolución del flamenco, colaboramos todos los que tenemos la inmensa suerte de interpretarlo, estudiarlo y finalmente damos nuestros frutos con nuestros matices, algo que se ha venido haciendo desde la antigüedad, como fue en su día la música barroca hija de adopción de nuestro arte. Es el flamenco una música abierta a todos los estilos, amiga de fusiones, como es el ejemplo de Ketama, uno de los grupos que mejor ha sabido encontrar el justo equilibrio en la fórmula química, sin llegar a saturar, acercándose al jazz, bossa nova, blues y funk. Es otro gran ejemplo en gran Raimundo Amador que de un rinconcito de Sevilla sacó su guitarra flamenca para decirnos que el blues puede echar raíces en cualquier lugar del mundo, ¿qué mejor lugar para hacerlo que un barrio de Sevilla? Y si hablamos de fusiones y fórmulas químicas, no puedo dejar de hablar del grupo de Carlos Habichuela hijo, Kimi-k, cuando se ve crecer a un artista, como sus pequeños dedos de niño con el paso de los años, te da clases con gran maestría y como domina otros campos como la interpretación, se da uno cuenta que se encuentra frente a un gran artista. Cómo se puede hablar de música racial, ¿acaso hay música más abierta a otros géneros musicales?, precisamente el flamenco se caracteriza por ser una música popular, abierta para todos, no entiende de clases, solo comprende un idioma, un estilo de vida, una característica, la humildad.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Para ser buen «aficionao» al flamenco no hay que pertenecer a un club o a una secta, tan solo basta con apreciar su arte, no es necesario ser un entendido o un experto, ni tan siquiera es necesario saber interpretar la guitarra, ni el baile, ni el cante, basta con que te haga sentir bien. Eso me llevé aquel año del noventa y siete, reflexiono ahora y me pregunto cuál habría sido mi destino si esta música no hubiera entrado en mi vida, cuando creía haber encontrado un equilibrio y seguridad laboral, algunos se empeñaban en empujarme al abismo, pero lo que no sabían es que tenía un buen alidado, el flamenco, ese que me enseñó a confiar en mi mismo. No solo hablo del gusto por ese estilo de música, sino de que no andaba por el camino correcto, me había rodeado de una serie de amistades que eran más comparables a unas rémorar que a lo que significa la verdadera amistad. Fue mi maestro y amigo Carlos Habichuela quien me abrió los ojos y me aconsejó, empezaba a dudar cuando le conocí si realmente había conocido la verdadera amistad hasta aquel momento, de haberla conocido, quedaba lejos ya, era entonces cuando advertí que me encontraba ante uno de los pocos amigos que he tenido. Si sería decisiva aquella nueva amistad en mi vida, que conforme pasaban los años, me acercaba más a estos nuevos amigos, gente sana y sin maldad, y me alejaba poco a poco de esos otros amigos que en ocasiones se pagaban las cañas, de esos cuyo único valor encontraban en ti, era el peso que pudieran tener tus bolsillos. Los amigos que a veces se pagaban las cañas (tan pocas que no recuerdo si estando borrachos se las pagaron un par de veces) veían en Carlos una amenaza, se comenzaban a dar cuenta de que tenía mucho más valor para mí su amistad, la amistad sincera de un buen amigo, sin interés, sana. Si mi experiencia puede servir de ejemplo, me gustaría advertirte de algo, si en algún momento de tu vida te encuentras en una situación similar a la que yo vivía en aquella época, si adviertes que tu entorno, los amigos que te rodean no te respetan y no se respetan a sí mismos, sal de agujero. Cualquier cambio en nuestra vida nos producida ciertas molestias y tal vez nos cueste tomar una decisión demasiado drástica, incluso puede ser que hayas llegado a sentir afecto por esos que no te respetan en absoluto. Pero has de saber que tu vida no pertenece a otra persona, es tuya exclusivamente, que otros la manejen nunca podrá proporcionarte ninguna satisfacción, si detecta que los amigos que te rodean pueden en ocasiones llegar a golpearte, beben en exceso, te humillan, son agresivos, los síntomas son claros, están ante un caso claro de maltrato. La persona maltratada tiende a creer que no hay forma posible de salir de su situación, es el maltratador el que se ocupa de convencerte de que no existe salida, siempre hay una salida a cualquier situación y cuando se sale, se sabe donde jamás se debe volver a entrar, en la boca del lobo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE La Gitanilla Realmente con veintiocho años ya tenía edad para desechar mis sueños de artista de fama reconocida, desde que de niño me llamó la atención la música, me puse a tocar la guitarra y soñaba que un día sería una estrella del rock, o con ser uno de esos cantautores de canción protesta. Pero cuando se ha pasado la juventud sin lograrlo y uno se va acercando a su madurez, todos esos sueños pasan a un segundo plano, te das cuenta que la vida no es tan larga como creías, que ya no puedes gastar ni un minuto más de vida soñando en un futuro, que la vida se pasa y hay que vivir cada momento. Mi maestro de guitarra me presentó a grandes artistas, algunos fueron aquellos que de niño tanto admiré y en esos días me presentó a un artista de fama mundial con el que siempre soñé poder tocar mi guitarra algún día, y fue entonces, de repente, cuando aquel sueño se hizo realidad. Fuimos mi maestro y yo a uno de los bares típicos de Madrid donde se puede tomar algo y disfrutar de buena música flamenca, a su vez, podían estar escuchando en el equipo de música del local a algún artista que precisamente se encontraba allí tomando algo con unos amigos. Pude ver a un señor de piel muy morena, con barba abundante y que llevaba puesto un sombrero, por su aspecto, pensé que sería alguna de esas viejas glorias que un día tuvieron cierta fama y hoy quedaron en el olvido, pensé que tal vez era un pobre diablo, sentí incluso cierta pena por él. Entonces mi maestro me dijo que le siguiera, que me iba a presentar a un viejo amigo, la intuición me decía que a quien me iba a presentar era a aquel viejo diablo que había estado observando antes, esta vez mi intuición estaba en lo cierto, íbamos directos hacia aquella persona. Quiero ahora que piensen en su ídolo, no es que sea amigo de idolatrar a nadie que no sea uno mismo, pero no cabe duda que aunque no muchas, algunas personas han suscitado mi admiración por su obra, sin lugar a dudas el primero de ellos, un hombre anónimo que no dejó un rastro de fama pero que tantas vidas salvó, mi padre don Santiago, hubo otros más reconocidos, tal es el caso de don Vicente Ferrer, cuya obra siempre será alabada por mí. Hablar de ídolos es tal vez algo exagerado, creo que jamás llegué al punto de idolatrar a nadie, aunque si he admirado ciertos trabajos, y tal era el caso de aquel viejo diablo, en aquel instante ignoraba por completo que esa persona camuflada, no era otro que uno de los artistas que más admiro, quién me lo iba a decir. Entonces Carlos me dijo, Miguel, mira, te voy a presentar a un amigo, es Paco, entonces le tendí la mano y al alzar la vista hacia mí ese viejo diablo que permanecía sentado no era otro que él, aquel al que tantas veces acompañé a la guitarra cuando era niño poniendo aquel disco que ya tenía rayado de tanto usarlo en mi viejo giradiscos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Sentí como un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando me di cuenta de quién era el artista que me estaba presentando Carlos, era como si estuviera traspasando el vinilo rayado de mi viejo disco para unir mi mano con la de aquella estrella del firmamento. Me quedé sentado junto a Paco, pero sin habla, cuántas cosas tenías que contarle, cuántas anécdotas, cuántas veces habíamos tocado juntos sin ni siquiera él saberlo, todo aquello se acumulaba en mi mente, pero me había quedado paralizado y no era capaz de articular palabra. Luego pasamos a una cueva que atesora aquel bar en su interior, alguien trajo unas guitarras, estuvimos tocando Carlos, Paco y yo, huelga decir que mi toque fue tímido, tocando por encima, no solo por el respeto que tenía a los dos artistas a los que acompañaba, sino por disfrutar del sonido irrepetible de aquel momento, nada que ver con mis acompañamientos al disco rayado de vinilo. Al día siguiente me llamó mi maestro, habían venido a Madrid unos primos suyos de Granada y nos dejaron unas invitaciones en la entrada del Centro Cultura de la Villa, pero el mismo día y a la misma hora actuaba una bailaora amiga de mi maestro en el teatro de la zarzuela, iba a interpretar la obra «La Gitanilla». Teníamos el dilema de qué hacer, porque nos apetecía mucho ir a las dos actuaciones, entonces pensamos que sería buena idea ir a una parte de cada una de ellas, comenzamos por La Gitanilla. Antes de comenzar la actuación, se pasó la amiga de Carlos por el palco para saludarle, entonces Carlos me presentó y la bailaora me presentó a su vez a una amiga suya, que era también bailaora y casualmente trabajaba con mi maestro. La verdad es que eras dos chicas muy simpáticas y guapas, propusieron salir luego a tomar algo al término de la función y a todos nos pareció una idea magnífica, aunque yo pensé que de ser así no podríamos ir a ver a los primos de Granada, pero ciertamente la compañía bien merecía la pena prescindir del otro espectáculo por mucho que nos apeteciera. La actuación en el teatro de la Zarzuela iba a ser bastante larga, pues comprendía varias representaciones, siendo la última de ellas la de la gitanilla, cuando llegamos a las Sardanas, que sin ánimo de ofender, no nos gustaban, nos miramos, sobraban las palabras y con una mirada nos dijimos que había llegado el momento de irnos a ver a sus primos de Granada que actuaban en el Centro Cultura de la Villa. Dejamos recado al conserje del teatro de la Zarzuela que le dijera a la bailaora que ya habíamos salido y que nos veíamos más tarde en un local de Madrid donde además de escuchar buen flamenco, ponen una sangría que está riquísima y se puede tomar unas tapitas, nos quedamos un poco dubitativos de si el conserje había entendido bien el recado, cuando nos fuimos mascullaba entre dientes algo parecido al nombre del local.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Confiando en que el conserje no les mandara a cualquier otro garito de Madrid, nos dirigimos a ver a los primos de Carlos, pero al llegar nos llevamos la sorpresa de que el concierto ya había comenzado y por tanto, estaban cerradas las taquillas, de ese modo no podíamos recoger las entradas. Entramos y había una mujer limpiando el suelo que no puso cara de muy buenos amigos cuando nos acercamos, Carlos le dijo que éramos músicos familia de los que actuaban, entramos en el teatro y comenzamos a ver el espectáculo. Al poco rato de tomar asiento, un acomodador nos llamó y nos pidió que le acompañáramos al recibidor del teatro, nos dijo que una mujer de la limpieza le había advertido que nos habíamos colado con el pretexto de que éramos los músicos que iban a actuar. Le explicamos al acomodador que aquella mujer no nos había comprendido bien, si le dijimos que éramos músicos y familia de los que actuaban, le explicamos también que las entradas se encontraban en la taquilla pero que al estar cerrada cuando llegamos no pudimos recogerlas. Fue entonces cuando el acomodador soltó un comentario bastante desafortunado, con total naturalidad nos dijo: «Luego diréis que hablamos mal de los gitanos», en aquel preciso instante, aunque yo no soy de raza gitana, me sentí más gitano que nunca, incluso me enorgulleció que me aquel miserable me considerase familia de mi maestro. No dimos mayor importancia a la sarta de sandeces que siguió diciendo el acomodador que al comprobar que no nos afectaba en absoluto lo que él dijera, decidió que podíamos volver a tomar asiento en el teatro, con la inevitable coletilla de, que no se vuelva a repetir. En algunos momentos me costó distinguir entre el acomodador y el portero de mi colegio, era como si el acomodador estuviera reprendiendo a unos niños por jugar o por haber entrado en un lugar prohibido. Afortunadamente la reprimenda del acomodador no duró más de cinco minutos y pudimos ver el concierto casi en su totalidad, comentamos entre risas que menuda entre las Sardanas que acabábamos de escuchar y lo que estábamos escuchando ahora, esto sí que era buena música. Vuelvo a repetir que el comentario sobre las sardanas es sin ningún ánimo de ofender, por supuesto que considero que las sardanas son también música, y diciendo que el flamenco sí que es buena música no quiero decir que las Sardanas no lo sean, sino que simplemente no nos gustaban. Precisamente me hizo un comentario Carlos sobre una ocasión en la que en un concierto, se sentó a su lado un director de un periódico de importante tirada que tenía como afición la de ser crítico de flamenco, sin tener apenas conocimientos de este arte, algo que suele ocurrir con demasiados críticos, cuando le preguntó qué era lo que sonaba, Carlos le dijo, son Sardanas.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Entonces el crítico se quedó convencido de lo que sonaba eran sardanas, cuando en realidad lo que el cantaor interpretaba no era otra cosa que unas Seguidillas, el crítico quedó satisfecho con la explicación de Carlos y prosiguió su siesta. Es muy probable que al día siguiente el crítico aficionado publicara en primera plana de su periódico, festival flamenco en los veranos de la villa, ayer pude asistir a dicho festival y me quedé dormido en pleno festival con las pésimas Sardanas que interpretó el cantaor. Al finalizar el concierto de los primos de Carlos, salimos y nos encontramos con el hermano de Paco, el artista que me había presentado Carlos el día anterior, cuando nos presentaron le dije, ayer estuvimos con tu hermano. Pepe se me quedó mirando con extrañeza, es muy posible que pensara quién demonios sería yo, ya de paso le felicité por el excelente trabajo del último disco de su hija, lo que ya le despistó completamente. Era evidente que mis comentarios estaban fuera de lugar, entre otras cosas, porque no tenía ningún tipo de confianza ni con Paco ni con su hermano Pepe y a su niña solo la había visto en la tele o escuchado en alguna discoteca o la radio. Pero es algo que me ha ocurrido siempre que me he encontrado con alguien famoso, inconscientemente pienso que me conocen tanto como yo a ellos, no me doy cuenta que los famosos son ellos y a mí no me conoce ni el tato. Pensaba que esto que me ocurría con los famosos entonces, tal vez con el paso de los años lo hubiera corregido, pero no es así, sin ir más lejos, el pasado viernes me encontraba en un rodaje de una serie de televisión que se llama Hospital Central, aunque no como actor, sino como figurante. En una de las tomas, mi posición inicial estaba junto a Pablo Carbonell, que en la actualidad interpreta a uno de los médicos del hospital dándole un toque humorístico bastante interesante a la serie, de hecho, creo que empecé a verla más a menudo desde que el comenzara a actuar. Me volvió a ocurrir lo mismo, hablé con él como si le conociera de toda la vida, aunque en lugar de extrañarse, me sorprendió la naturalidad con la que me respondió, me habló como si fuera cualquier otro actor compañero suyo, quedé gratamente sorprendido al conocerle en persona, no siempre se acierta con los famosos. Suele ocurrir lo contrario, y más aún con profesionales del género humorístico, tienen una cara divertida y amable ante las cámaras y otra muy diferente como personas, tirando a triste, presuntuosa y llena de amargura, me alegró comprobar que Pablo es como es, tal cual. Realmente ahora pienso si lo que he considerado algo extraño, hablar con los famosos tal cual, como si les conociera, no sea tan taro, al fin y al cabo comen, duermen, beben y hacen todo lo que hace el resto de los mortales.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE En El Cumpleaños De Pepe Ahora toca hablar de otro Pepe, no el hermano de Paco que tiene una niña que canta, y muy bien por cierto, sino de otro, el Pepe del que les voy a hablar es otro artista con la diferencia de que este es un gran amigo mío, se trata del hermano de mi maestro Carlos. Era esta mi primera fiesta gitana y quedé muy gratamente sorprendido, en el patio de Pepe se hizo carne a la parrilla y te daban gloria bendita, había comida y bebida abundante y se respiraban aires de alegría. El sobrino de mi maestro, Pepe Luis, cogió una guitarra y se puso a tocar por tangos, aunque él es cantaor y fue vocalista de la Barbería del Sur, también toca la guitarra, es algo que caracteriza a todos los miembros de esta familia, difícil es encontrar alguno que no toque. Las mujeres cantaban, doblaban palmas aquí bailaban todos, son los tangos un palo muy utilizado en las fiestas gitanas, es digno de ver el arranque de los pequeños, algunos que aún apenas pueden tenerse en pie, dominan el arte del baile y el sentido del ritmo de manera asombrosa. No podría asegurar en qué orden comienza un gitano a dominar ciertas artes, ¿qué empiezan por hacer, caminar, hablar o bailar?, temo no equivocarme si afirmo que lo primero que aprenden es a menearse con una gracia innata inigualable., imposible de imitar, no hay duda que el duende corre por sus venas gitanas. De los conciertos que podía dar Ketama en directo allá por el año noventa y siete, algo que les caracterizaba era el momento en que soltaban a los pequeños por el escenario, apenas levantaban medio palmo del suelo y eran los amos y señores del escenario, el arte y la gracia corría y brincaba «literalmente» a raudales por encima del escenario. En plena fiesta de cualquier rincón aparecía un pequeño y daba sus muestras de arte, sentido del ritmo, gracia, duende y todo ello con la naturalidad que caracteriza a un experto. El arte de los gitanos ha viajado a lo largo de los siglos, de generación en generación y puede decirse que la evolución de su raza en el dominio de la música deja atrás a años luz la de cualquier otro ser humano sobre la faz de la tierra. El gitano está evolucionado musicalmente hablando, al igual que el negro domina el baile y la velocidad, es evidente que el paso de los siglos desarrollando ciertas actividades da sus resultados con el paso del tiempo, el gitano domina el oído, pilla las notas al vuelo y su sensibilidad musical está muy desarrollada. Uno de los tópicos más oídos en mi país es que al gitano no le gusta trabajar, solo le gusta estar cantando y dando palmas a la vera de una candela, y digo yo, ¿es que acaso el toque, cante y baile no es un trabajo?

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Qué equivocado está el que llama vago al gitano que vive de la música porque tiene la inmensa suerte de poder trabajar en lo que más le gusta, pues son muchos los sudores y sacrificios que conlleva desarrollar esta actividad. El gitano músico sabe lo que es la carretera, viajar de aquí para allá, hoy aquí, mañana coja usted un vuelo de trece horas sin poder echarse un mísero cigarro, ¿acaso pensaban que esto de viajar es maravilloso? Para el turista puede serlo, pero para el que viaja trabajando no lo es, el sueño de muchísimos chicos es lograr el triunfo, poder ser uno de los afortunados que pueden vivir de la música, pero muchos de ellos, si no la mayoría, ignora lo que viene tras el triunfo, no parar nunca de viajar de aquí para allá. También sería injusto decir que todo son penas y calamidades para el músico, tiene una ventaja respecto al resto de los trabajadores, cuentan con el aplauso de su público, algo que jamás tendrá un contable, policía o médico. Tal vez sea la droga que haga que el músico no abandone, el aplauso, su público, en contacto con la gente que le admira, que le quiere y le da muestras de afecto por donde quiera que vaya. El otro gran amor del guitarrista flamenco es su guitarra, no le resulta fácil de comprender a la mujer de un guitarrista esa pasión que su marido tiene por una caja de madera con cuerdas, que puede hacer que su marido pase más tiempo comunicándose con su guitarra que con ella. Cuando comimos y bebimos, quedamos saciados y alegres, pero había algo por hacer para que la fiesta fuera auténtica, faltaba la guinda en el pastel, y no se hizo esperar, fue cuando Pepe nos dijo a su hermano y a mí, vamos al estudio a tocar un poco. Es natural y comprensible que Pepe sea uno de los artistas más completos del panorama musical, su pasión por la guitarra es su sino, como lo es también el sino de Carlos, aman su trabajo y eso, unido a la sabiduría de siglos que corre por sus venas, les hace ser realmente magníficos en su trabajo. La casa de Pepe está muy bien distribuida, uno de los lugares preferidos por él es su estudio, cuyas paredes adorna el disco de platino de Ketama, es palpable que Pepe muere por una guitarra, le honra que su hijo haya querido seguir sus pasos y cada éxito logrado por su hijo Josemi, lo comparte con orgullo de padre. Ya en el estudio Pepe interpretó algunos temas frescos, recién salidos del horno, los que años más tarde podrían oírse en el Candela, adelantándose al tiempo, tenía el inmenso honor de ser espectador de honor, sin palcos que nos separasen, no pueden imaginarse la sensación que produce escuchar tan cerca a un artista de su talla, mucho debo agradecerle a la vida, aquel momento fue uno de los más intensos y bellos que he vivido.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Así fue el cumpleaños de Pepe, una fiesta que te deja satisfecho, de la que sales feliz y contento por todo lo que has vivido, de la que sales orgulloso de ser amigo de este gran pueblo, gente sensible, pura y sincera. He querido dejar constancia en el libro de mi vida de aquellos momentos tan intensos e importantes para mí, estaba viviendo una experiencia en la que constantemente andaba pellizcándome por si acaso aquello no fuera más que un sueño. Muchas veces me levantaba con el pensamiento, ¿es verdad que soy alumno y amigo de los Habichuela?, según me despertaba y veía mi guitarra, mis partituras y la cejilla que me había regalado mi maestro, me alegraba de comprobar que todo era real, no era un sueño. Termino pues estos dos capítulos de mi vida dedicados al flamenco, aunque aún no había terminado mis vivencias, fueron seis años maravillosos en los que aprendí a tocar la guitarra flamenca, pero que me llevé algo si cabe más importante, una amistad auténtica, la de mi gran maestro. Es protagonista indiscutible del libro de mi vida el maestro Carlos Habichuela, un amigo como la copa de un pino, casado con Toñi González, hija de uno de los artistas más grandes que ha dado nuestro país, Antonio González «El Pescailla». Del matrimonio nacieron tres amigos más, la primera Saira, la mayor, una persona muy respetuosa y educada, de la que no puedo olvidar aquel día de verano que llegando casi sin aliento a dar la clase, me encontré con ella en el portal. Ella no tenía llaves y como hacía mucho calor le dije que si íbamos a tomar un refresco mientras llegaban sus padres, la felicité por su cumpleaños, que me dijo Carlos que había sido el mismo día que el suyo y ella me invitó al refresco por su cumpleaños. La camarera del bar me dijo bromeando, menuda suerte que tiene usted que le invita una mujer, a lo que le respondí, sí que es verdad, ya no quedan casi mujeres así, realmente lo pensaba, no por la invitación, sino por su saber estar y su enorme valía como persona y artista. El siguiente hijo es Carlos, amigo que he tenido el honor de ver actuar en teatro con su propio camerino, humilde, sencillo y sensible, de ver sus pequeños dedos tocando cuando la guitarra le quedaba tan grande que apenas podía sujetarla, le he visto crecer llegando a ser también mi maestro. La menor de los tres hijos de Carlos es Cori, gitana rubia como su madre y aunque la conocí muy pequeña, encerraba en su mirada misterio, arte y belleza, sin duda alguna una artista como sus padres y hermanos. Amigo Carlos, hace tiempo que no te veo, pero sabes que ahí estas, en una parcela de mi interior quedan esas lecciones de la vida, tus anécdotas y vivencias, las de un amigo al que admiro y al que siempre admiraré.

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10. Heidi Camello Desbocado En el año mil novecientos noventa y ocho, a dos años del esperado cambio de milenio, contaba con veintinueve años y mi fiebre por las Islas Canarias no había hecho más que empezar. Había oído decir que visitar las islas en invierno tenía un encanto especial, poder bañarse en el mar cantando un villancico era algo insólito, al menos para los peninsulares que no tenemos costumbre, es más común para nosotros la estampa navideña de los campos cubiertos por un manto de nieve. Sin embargo hay muchos canarios que no han visto la nieve en su vida, exceptuando los tinerfeños que no tienen más que subirse al Teide un mes de enero, incluso recuerdo algo que me llamó la atención, hay canarios que no han salido nunca de su isla. Experimentar la sensación al descubrir lo nunca visto antes es excitante, como por ejemplo, la primera vez que contemplamos con nuestros propios la belleza del mar. Hay una imagen que siempre retengo en la memoria, es la de un niño francés que con apenas tres años grita a su madre señalando el mar. Niño: Madre:

Rechercher maman, la mer (mira mamá, el mar) Oui mon fils, qui est belle (sí hijo mío, es hermoso)

Recuerdo la primera vez que jugué con la nieve, era como si hubieran bañado los campos de azúcar, sin embargo al cogerla su tacto era muy frío y cuando quería llevármela a la boca, se había convertido en agua. Descubrir y explorar nuevas sensaciones es algo muy recomendable, algo que a lo largo de mi vida he hecho siempre que he podido permitírmelo, quién me iba a decir que tan solo un año más tarde me encontraría sobrevolando en hidroavión las mil islas de Canadá. Mientras sobrevolaba una de estas islas, le pregunté a la joven piloto que no tendría más de veinte años que si conocía quién habitaba el castillo tan bonito al que nos dirigíamos y de paso le pedí si podía acercase más para verlo mejor. La joven me contó la historia, era de un señor que había hecho fortuna en Nueva York y le quiso hacer este regalo de bodas a su futura esposa, pero ella falleció repentinamente tras la boda y tras la tragedia, el castillo quedó deshabitado, pero por orden del desafortunado esposo, se mantuvo el servicio del castillo para que el alma de su bella esposa pudiera tener un lugar donde morar y encontrar paz y tranquilidad eterna.

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Cuando la joven estaba muy cerca de la isla, nos advirtió que estuviéramos preparados y no nos asustásemos con la maniobra que iba a realizar, pero que era la forma más bonita de contemplar el bello castillo. Giramos en ángulo de noventa grados dando vueltas alrededor del castillo y acercándonos cada vez más, la construcción era de una belleza inigualable y es aspecto era de cada recién construida, como si el tiempo no existiera en aquella misteriosa morada. Al pasar por una de las ventanas, pude ver una mujer vestida de blanco y de cabellos dorados, la joven salió de la ventana y nos saludó sonriendo, su cara reflejaba felicidad y daba la sensación de que estuviera dando la bienvenida a un familiar que hiciera mucho tiempo que no veía. Su rostro era muy bello e incluso me pareció ver que corrían lágrimas de felicidad de sus mejillas, entonces pregunté a la joven piloto y a mi amigo Don Quijote, que era el otro ocupante del hidroavión. Miguel: ¿Habéis visto?, está tan feliz con nuestra visita Joven: ¿Quién? Don Quijote: ¿Cómo, quién, donde, de qué demonios hablas? Era evidente que era yo el único que había visto a la mujer vestida de blanco saludándonos, no quise alarmar a nadie sobre mi visión y menos a la joven piloto, les dije que simplemente estaba imaginando y hablaba en alto. Me despedí de la bella mujer alzando la mano, pude ver su gesto de agradecimiento por devolverle el saludo y a su vez la cara de mi amigo Don Quijote que mascullaba si habría perdido el juicio saludando al horizonte. No era esta mi primera visión, han sido tantas que me cuesta recordar cuándo fue la primera, me alegró el día aquella visión, no creo que esa alma acostumbrara a que las visitas la sonrieran y saludasen como yo hice.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Muchas películas acostumbran a tratar las visiones de almas que pasaron a mejor vida como algo terrorífico y no necesariamente es así, sabía que se trataba de un fenómeno extraño ver a aquella mujer que había fallecido tal y como me contó la joven piloto, pero lejos de turbarme, me hizo respirar una profunda paz interior. Pero ya estoy adelantando acontecimientos, aquello ocurriría el siguiente año en Canadá, ahora me encontraba con mi hermano Javi montado en un avión a punto de tomar tierra en la isla de Lanzarote. Debido a la similitud con el nombre, por aquel entonces era de la creencia de que la isla debía su nombre a Sir Lancelot, El caballero de la Carreta, del autor francés Chrétien de Troyes, llegándome a preguntar mientras tomábamos tierra si yo, Lancelot, hubiera de rescatar a mi lady Ginebra. Más tarde descubrí que la isla tomaba el nombre del navegante genovés Lancelotto Malocello que anduvo comerciando con los isleños hasta que les convenció para poner a la isla su propio nombre, imagino el poder de convicción del que se valió para alcanzar tal propósito. Tal vez por ello fuera que la única Ginebra que encontré en la isla fue la del «Gin Tonic» que me tomé al tomar tierra, ya que el susto que me llevé de ver el mar tan terriblemente cerca al mirar por la ventanilla del avión, bien merecía un buen trago. Fuimos testigos mi hermano y yo de una visita a la luna desde la tierra, el aspecto del terreno de la isla es lunar, no es que haya estado en la luna a pesar de haber nacido el mismo año que el hombre la pisara, pero el suelo era idéntico al que veía cuando dirigía mis prismáticos a nuestro satélite. Probamos un vino que nace de unas vides situadas en un terreno árido, fuimos testigos de un experimento que prueba la actividad volcánica de la isla, visitamos la casa de César Manrique, de mayor quiero una como esa, pero sin duda, lo más excitante y divertido del viaje fue la excursión para montar en camello. En aquella época había ganado unos quilos de más, sin embargo mi hermano estaba delgado, por ello, debían haber puesto unas bolsas de arena en su lado para contrarrestar el peso, pero no fue así. Desde el primer momento no hicimos buenas migas con nuestro camello, entiendo que debía estar incómodo con la diferencia de peso entre mi hermano y yo, pero tampoco teníamos la culpa ninguno de los dos, en todo caso, la culpa sería del encargado de los camellos que no se percató de ese detalle. Fuimos testigos de cómo un camello se negó rotundamente a que le montaran dos señoras, realmente la diferencia de peso entre ellas dos era bastante considerable, esto provocó tal enfado en el camello, que se quedó sentado y no hubo manera de lograr que se pusiera en pie con las señoras montadas, fui la primera y última huelga de camellos que he presenciado.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Nuestro camello eligió otro modo de protesta, comenzó a expeler ventosidades, esto nos resultó gracioso y no lo tomamos como un gesto hostil, sino que debido a que la comida que habíamos hecho resultó algo indigesta, tomamos sal de frutas antes de la excursión y por respeto a los viajeros del autobús, estuvimos aguantando hasta encontrar el momento adecuado. Pero el gesto del camello no solo nos hizo pasar un rato divertido, sino que nos invitaba a expeler, aprovechando la ocasión, nuestras ventosidades contenidas, cuando nos excedíamos y los viajeros de adelante nos miraban con recelo, señalábamos a nuestro camello y les decíamos, es que ha debido comer judías, pobrecillo. Estuvimos observando las órdenes a las que atendían nuestros amigos los camellos, una de ellas era a la voz de «so», tras la cual se detenían de inmediato, cuando el grupo de camellos comenzó a caminar, el nuestro, que era el último de la fila hizo lo propio pero eso sí, sin dejar de expeler ventosidades. No es que nos llegara el olor de nuestro camello, pero realmente ya empezaba a ser molestas sus confianzas, entonces le dije que parase de tirarse pedos de una vez, y sin querer, se me escapó la voz de «so». El camello se detuvo de inmediato, pero el resto de camellos seguía caminando, con lo cual se tensó la cuerda que nos unía al resto y nuestro camello debió hacerse daño en el cuello, siguió caminando pero a juzgar por el ruido que producían sus ventosidades, debía estar algo enfadado. Decidimos mi hermano y yo olvidarnos del camello y disfrutar de las vistas, pero ya era tarde, un niño que viajaba en el camello de delante y que debió estar atento a todos nuestros movimientos, tuvo la feliz idea de soltarnos del grupo dejando libre a nuestro camello. Jesús contó en una parábola a sus discípulos que los últimos serían los primeros, y así fue, nuestro camello que era el último de la fila echó a correr montaña abajo como alma que lleva el diablo bajo los ojos atónitos y perplejos de los camelleros que inútilmente emitían sus voces de «so». Siempre me gustó la sensación de velocidad, unida al miedo que sentíamos de pensar lo que sería de nosotros de llegar a tropezar el camello, hacía que esa fugaz bajada fuera una de las más divertidas y excitantes de las que jamás haya vivido. Pero sin dejar de sentir cierto temor, el masaje cervical por la acción del galope del camello unido a la brisa fresca que corría, hizo que aquella fugaz bajada de apenas cinco minutos, fuera uno de los momentos más placenteros que jamás haya vivido. Ni que decir tiene que cuando llegamos abajo no nos quedaba molestia alguna debida a los gases, pues a buen seguro nos habíamos deshecho de ellos durante aquel corto trayecto que acabó en el destino sin mal alguno.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Uno de los camelleros que aguardaba la llegada del grupo de camellos de la parte alta de la montaña, al vernos a nosotros solos, nos preguntó que había sido del resto de la expedición y le contamos lo sucedido omitiendo, claro está, cualquier parte que pudiera comprometernos. El resto del grupo tardó media hora en realizar el mismo recorrido que nosotros habíamos hecho en tan solo cinco minutos, cuando vi al niño que nos había soltado temerariamente del grupo de camellos le dije, anda, que ya era hora de que llegarais, llevamos esperándoos media hora. El muchacho se enfureció, justo el efecto que esperaba surtiera en él mi comentario, estuve atento a sus movimientos por si acaso volvía a hacer alguna de las suyas, pero se dio cuenta de ello y no volvió a molestarnos. Pasamos unos días muy agradables en la isla haciendo excursiones y degustando pescados que nunca antes habíamos probado, de un sabor exquisito y que regados con el vino del lugar, hacían una combinación ideal. Regresamos un viernes a Madrid, algo característico en mis regresos de las islas en temporada invernal, o en pleno verano, era el cambio brusco de temperatura al salir del avión, en verano podía llegar a hacer veinte grados más y en invierno veinte grado menos que en las islas. Aún así, aunque el clima no acompañe, siempre se agradece el regreso a casa, con la piel tostada por el sol llegamos cansados y dormimos hasta la mañana siguiente, que nos despertamos con mucha energía. Por la noche salimos por las calles de Madrid, algo que no he encontrado en ningún otro lugar del mundo que haya visitado, es la variedad de lugares y alternativas que ofrece mi ciudad, aburrirse en Madrid era más difícil que el Atleti hiciera doblete (aunque no imposible ya que lo logró un par de años antes). Por aquella época frecuentábamos un pub en la calle Diego de León y aquel día nos reunimos allí con mi amigo Don Quijote y otros amigos suyos, estuvimos charlando de varios temas, siendo el tema estrella nuestra aventura montados en el camello desbocado que provocó las risas de algunos que incluso no nos conocían. Observé que entre las gentes no habituales del pub, había dos chicas de origen oriental, me dijo mi hermano Javi que creía que había llegado el momento de poner en práctica lo que había aprendido en sus recientes clases de inglés. No entendí en un principio muy bien por qué me lo decía, pero pronto le vi que estaba hablando con las dos jóvenes orientales en inglés, entonces me uní a la conversación, eran dos chicas realmente simpáticas y agradables. Creo que basta con cruzar pocas palabras para percibir que se ha congeniado, lo mismo ocurre cuando no hay comunicación, con ellas si había buenas vibraciones, eras dos turistas japonesas en nuestra ciudad.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Entre dos culturas tan diferentes como la japonesa y la española, en apariencia hay pocos temas de conversación, pero cuando hay buen entendimiento, pronto se saca algún tema de conversación de la chistera. Al principio dudamos si ellas eran más jóvenes que nosotros, en apariencia física parecían bastante más jóvenes, pero al preguntarles la edad, eran de nuestra generación y se nos ocurrió hablarles de algo que quizá pudieran conocer de su infancia, les preguntamos si conocían los dibujos animados de Heidi. Al decir la palabra Heidi sus ojos brillaron y esbozaron una bella sonrisa, sabían perfectamente de quién hablábamos, recordé en ese momento que algunos capítulos los presentaban cantando en japonés y les pedí que si podían cantarnos la canción de Heidi en japonés. Se sabían la letra completa, no titubearon ni un momento y al terminar nos pidieron que la cantáramos nosotros en español, para ello tuvimos que requerir de la ayuda de otros amigos, pues he de confesar que había olvidado gran parte del texto de la canción en español. El resultado fue que seis treintañeros les cantaran una de las versiones más divertidas de la canción de Heidi, realmente pasamos una noche muy divertida, incluso hoy en día echo de menos aquellos momentos. De todas las personas a las que dedico el libro de mi vida, no pueden faltar estas dos amigas japonesas, no puedo recordar sus nombres, incluso mentiría si dijera que recuerdo sus caras, sin embargo esas almas las recuerdo a la perfección, eran dos personas auténticas. A lo largo de mi vida no me he topado con demasiada gente que considere genuinas, es decir, nobles, de corazón sano y sin malas intenciones, de hecho muchos de mis amigos, la mayoría diría yo, carecían de estas cualidades. Pero ellas lo eran, son la prueba evidente de que entre los humanos de diferentes razas o culturas existe comunicación, como dicen mis hermanos de Iberoamérica, hay buena onda, vayas donde vayas, siempre encontrarás gente con buena onda, que congenie contigo, aunque sus culturas sean completamente diferentes. Donde quiera que estén aquellas dos amigas japonesas, deseo les llegue mi sentimiento de alegría por haberme cruzado con ellas, ellas viven lejos, en un pueblo que ama la cultura española, buena muestra de ello es su pasión por el flamenco. Sin embargo, el pueblo español conoce bien poco de sus costumbres y es muy probable que encontráramos algo muy importante en su cultura que no prestamos la atención debida, su sabiduría milenaria. Que el mundo está al revés es un hecho, ellos que son sabios nos observan, nosotros que tenemos mucho que aprender, no les prestamos atención.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE La Hora Del Café Durante mi biografía he hablado poco de mi entorno laboral, tal vez es lo que más me cueste retener en la memoria, dicen que tal vez es debido a que lo bueno queda y lo desagradable se olvida fácilmente. Llevaba tres años en la misma compañía y aunque no lo sabía, una serie de acontecimientos me llevarían meses más tarde a emprender el arduo y difícil camino de la aventura, a explorar otras empresas, una aventura que probablemente me acompañará hasta el fin de mis días. Durante muchos años conseguí eludir mis obligaciones con el servicio militar, en principio por mis estudios y últimamente como objetor de conciencia, y a falta de un año para quedar libre de cualquier obligación en ese aspecto, me requirieron para realizar la prestación social substitutoria. Para poder cumplir con aquella obligación necesitaba que mi empresa me hiciera el favor de poder entrar a diario una hora antes, para poder salir a las cinco en lugar de la seis y así poder cumplir con la prestación, pero consideraron que no procedía, fue entonces cuando se vino abajo esa idea corporativista que yo había entendido de empresa. Yo creía que todas las horas de trabajo y esfuerzo extraordinario que había regalado a mi empresa durante seis años servirían para que pudieran concederme aquel pequeño favor, pero no fue así, la empresa esperaba que yo entregara lo mejor de mí, pero estaba en un error creyendo que la empresa premiaría mis esfuerzos devolviéndome el favor. Este primer revés fue uno de los motivos por los que consideré que había llegado el momento de partir, pero no el único, año tras año iban pesando ciertos comportamientos poco éticos entre los colegas de trabajo. Nótese que digo colegas y no compañeros, que también los he tenido, pero contados con los dedos de una mano, no quisiera aburridos con anécdotas desagradables, imagino que muchos lectores trabajan y saben bien de lo que les estoy hablando. Solo voy a dejar constancia de dos anécdotas, una de mis inicios en el mundo empresarial, allá por el año noventa y dos y otra de mi último año que estuve en aquella misma empresa, correspondiente al año noventa y ocho, el año del actual capítulo. Damos pues un salto hacia atrás en el tiempo, una ventaja de ser escritor es que nos permite viajar en el tiempo, era allá por el año noventa y dos, cuando apenas habían pasado seis meses desde que firmara mi primer contrato un poco serio y aún no sabía si me renovarían o me mandarían a mi casa. El jefe del departamento de informática reunió seis meses antes a mis cinco colegas becarios y a mí, el motivo era presentarnos la empresa y el lugar en que ocuparíamos cada uno de nosotros tras el primer mes de formación, sospecho que de los cinco, era yo el que más entusiasmo mostraba.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Puso especial interés en nuestro jefe de departamento porque no nos faltara nada en aquellos primeros días de trabajo, se tomó la molestia de preparar la reunión, de organizar y supervisar nuestra formación, trabajo que agradecí enormemente, esto fue decisivo en el desarrollo de mi carrera más adelante. Hubo un detalle que tal vez puede parecer poco importante, pero fue importante para mí, fue que José se tomó la molestia de escribir nuestros nombres en cada uno de los folios de gran tamaño que posados en un atril, iba pasando mientras nos explicaba las funciones de cada uno de nosotros. Cuando llegó a mí, el simple hecho de ver mi nombre y apellidos escritos en la cabecera del folio, me hizo sentir unas ganas inmensas de trabajar, si algo positivo me llevo de aquella empresa, fue la formación inicial que recibimos y la calidad humana de grandes compañeros que dejé en el departamento anterior. Antes de entrar en el departamento de informática trabajé en el de atención telefónica, en este departamento tuve muy buenos compañeros, que además de colegas, mostraban día a día una calidad humana fuera de lo normal, creo haberte nombrado ya antes y sospecho que no será la última a lo largo de mi biografía, eres tú, Laura. De las personas auténticas que me he encontrado en mi vida, es Laura una de ellas, no llegamos a trabajar mucho tiempo juntos, pero lo suficiente para darme cuenta que es una mujer de calidad, con la que conectas, que sabe divertirse y respetar al prójimo. Gracias Laura por haberte cruzado en mi camino y por tus maravillosos regalos de melodías de Michael Franks y Rickie Lee Jones tan bien dedicadas, ahora recuerdo que a mi alguien alguna vez me dedicó algo, la música, algo que amamos tanto, yo también te quiero dedicar el libro de mi vida, tú formas parte de él, gran amiga Laura. Pero pasé pronto al departamento de informática y dejé de ver a aquellos compañeros como Laura, pasé de tener compañeros a tener colegas y mi primera conversación con una de mis colegas me hizo añorar mi trabajo en el anterior departamento. Becaria: ¿Sabes por qué te seleccionaron cómo becario? Miguel: Imagino que no habrá sido por mi experiencia Becaria: No, fue porque otro se echó atrás a última hora La becaria que me habló era una de las enchufadas junto con otros tres de los becarios, es decir, los únicos becarios con estudios universitarios en informática éramos otra colega y yo. Tras las palabras de la becaria me quedé meditando si realmente había escuchado bien y me estaba echando en cara no haber tenido el privilegio de haber sido seleccionado por enchufe era su caso y el del becario que tan cortésmente de echó atrás dando opción a que me seleccionaran a mí.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Suelen decir en mi tierra que siempre habla el que más motivos tiene para callar, tal era el caso de la becaria, me enteré con el tiempo que tan solo dos de los seis becarios cumplíamos los requisitos obligatorios para optar al puesto de tener estudios universitarios de informática. Seis meses más tarde la becaria enchufada volvió a hablarme, me extrañó, pues de los becarios, solo hablaba con uno de los enchufados que a pesar de serlo, era sociable y con la otra becaria no enchufada que además se sentaba a mi lado. Becaria: Hemos decidido que vayas a pedir un aumento al jefe Debo reconocer que la seguridad con la que me dijo aquellas palabras me dejó desconcertado, era evidente que yo no iba a ir a hablar con nadie para pedir un aumento y menos a pocos días de la posible renovación del contrato. Miguel: ¿Ah, sí?, y dime, ¿quiénes habéis decidido tal cosa? Lo habían decidido tres de los becarios enchufados, no contaron para tan curiosa decisión con el otro enchufado, aunque no puedo asegurarlo, sospecho que su enchufe era tan importante a juzgar por su manera de vestir y el coche que tenía, no necesitara de ninguna subida de sueldo. Pero si convencieron a la becaria no enchufada, no sé cómo, pero le convencieron de que yo debía ser el pardillo que pidiera un aumento de sueldo al jefe de informática días antes de la posible renovación. Medité un momento sobre la razón que les podría haber llevado a pensar a aquellos cuatro becarios que yo iba a ser tan estúpido de pedir, en nombre de todos, una subida de sueldo cuando aún no sabía si me renovaban el contrato o no, solo se me ocurría una explicación, era que debían tener pocas luces. Becaria: ¿Te ha quedado claro?, mañana vas a pedir el aumento Continué el resto del día realizando mi trabajo, pero con una idea en la mente, tratando de comprender que en este mundo ha de haber de todo y en esa etapa de mi vida me había tocado tener como colegas a unos ineptos. Al día siguiente a las nueve de la mañana vino la becaria enchufada a mi sitio y me informó que ya estaba el jefe en el despacho, que ya podía entrar y pedirle el aumento en nombre de todos los becarios tal y como habíamos acordado. Miguel: Lo he pensado mejor y no voy a ir a pedir el aumento Este fue el comienzo de seis años en una empresa en la que tres becarios enchufados y una becaria no enchufada pero con pocas luces trataron de hacer todo lo posible por acabar conmigo profesionalmente sin éxito.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Se leía el odio en sus caras, cada año crecía su cólera hacia mí, mientras yo me acostumbré a ver sus caras y me entregué a mi trabajo, parecía incentivarme a disfrutar cada día más de mi trabajo el sufrimiento inútil de sus caras llenas de rencor. La segunda anécdota que les quería contar ocurrió seis años más tarde, pocos meses antes de marchar de la empresa, se trata de una anécdota cotidiana, tal es así que es probable que el lector se haya encontrado el una situación similar alguna vez. Quiero iniciar la anécdota con una reflexión oriental que dice lo siguiente: «Antes de intentar cambiar el mundo, date una vuelta por tu casa» Me encontraba tomando un respiro a media mañana tomando un café y la jefa que tenía en aquella última etapa en la empresa se acercó a mí y me pidió permiso para sentarse conmigo a lo que acepté como es normal. Me extrañó que no llevara ningún café o algo de comer en las manos, entonces imaginé que no quería sentarse para acompañarme a desayunar sino para hablarme de algún tema de trabajo, algo que me disgustaba mucho cuando estaba descansando. Deberían redactar un manual del buen empleado que prohíba hablar de trabajo en el desayuno, la comida y los fines de semana, pero en aquella época no existía ese manual, o al menos mi jefa no lo había leído. Pero no venía a hablarme de trabajo, venía a tocarme las narices, expresión que utilizamos en mi país para indicar que alguien viene a incordiar o a incomodarte sin ningún motivo aparente, simplemente molestar por molestar. Jefa: Siempre que bajo a tomar café te veo aquí, ¿no trabajas? Miguel: Si siempre que bajas me ves, ¿no será que bajas mucho? Jefa: ¡Insolente, quién te crees que eres para hablarme así! Para finalizar esta sección dedicada al mundo laboral, quiero hablar de una mujer muy especial, Concepción Arenal, una mujer que luchó por los derechos de la mujer en España antes del sufragio universal. En una época en la que el acceso de la mujer a la universidad estaba vetado, para poder asistir a sus clases se disfrazaba de hombre y acudía como oyente a clases de derecho. Son mujeres como Concepción, ejemplo de lucha por los derechos y la igualdad, a veces no prestamos la atención que debieran a su obra, sería de justicia dedicar un libro entero a su labor, sin embargo, muchas veces damos más protagonismo a gente intranscendente como a esa jefa insolente o a la becaria enchufada, pero no quiero dedicarles mi libro a ellas, sino a gente como tú Concepción que te caracterizaste por tu valores humanos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Arte Y Justicia En el año noventa y ocho estaba en pleno auge artístico, no solo tenía la gran suerte de ser alumno aventajado de uno de los grandes maestros del flamenco, sino que además era mi amigo y como sabía que admiraba el arte de su familia, me invitaba a acompañarle siempre que alguno de los suyos actuaba. Esta vez era una actuación de su hermano mayor Juan en el Conde Duque, acompañaba al cantaor Chano Lobato y Enrique de Melchor a José Menese, al que ya conocía de vista porque ocasionalmente venía a la consulta de mi padre. Cuando llegamos a la entrada del Conde Duque le dijimos al señor de la puerta que veníamos a ver a Juan, entonces nos pidió que le dijéramos nuestros nombres y comenzó a buscar si estaban en una lista que sacó de su taquilla. Nos dijo que sintiéndolo mucho no podía dejarnos entrar porque no nos encontrábamos en la lista de invitados Vip, entonces mi maestro Carlos le explicó que él era hermano de Juan y yo un amigo, que si era tan amable de comunicarle que estábamos esperando en la puerta. Aunque no parecía demasiado convencido, por fortuna el señor de la puerta avisó a un compañero para que dieran el recado a Juan, tras lo que no tardó en aparecer una chica muy amable que nos pidió que le acompañáramos. Ya estábamos dentro y me alegré de que todo hubiera salido bien, me temía que pudiéramos quedarnos sin ver el concierto, pero por fortuna conseguimos entrar y pronto estábamos con la familia de Carlos y otros grandes artistas. Me presentó Carlos a Chano Lobato, un hombre de una calidad humana tremenda, desprendía alegría y energía por cada poro de su piel, muy afable y cordial, no me conocía de nada, pero el hecho de estar acompañado de Carlos le bastaba para considerarme uno más de la familia. Mientras bromeábamos apareció por allí el juez Garzón, alguno de los que estábamos por allí dijo: ¡ojo, que este viene a amarrarnos!, afortunadamente fue una falsa alarma, no solo venía a ver el concierto, sino que, como supe más tarde, es un gran aficionado al flamenco al igual que yo. El buen aficionado deja de hacer cualquier cosa y queda hipnotizado si ve al cante a Diego el Cigala o si ve acompañando a la guitarra al gran Tomatito, son artistas que te hacen perder el sentido y solo lo recupera cuando paran de cantar o de tocar. El flamenco es como la vida misma, no puedes pasar por alto y dejar para mañana un concierto de un Camarón o de un Manzanita, quien te dice a ti que mañana no te falte «o seu coração» o que en el cielo podamos estar alguno de nosotros dos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Andaba por ahí Enrique de Melchor y con total naturalidad me pidió que probara si tenía bien afinada su guitarra, por un instante dudé si sacarle de su error, pues no era más que un aficionado alumno de Carlos, pero la tentación de tocar la guitarra de Enrique me pudo. Comenzó el concierto, disfruté de uno de los mejores conciertos a los que he asistido, Chano, al que no había tenido el gusto de ver antes me impresionó, era tan alegre y vivo que contagiaba al espectador con la energía que desprendía, unido al magistral toque de Juan, hacía de la actuación un momento realmente placentero. Chano no solo contagió con su energía al público, sino que provocó que Juan nos regalara con su baile, qué maestro que domina la guitarra y cuando baila hace que los presentes se quiten el sombrero y griten ¡Olé! De todos los palos del flamenco, hay uno que puede conmigo, es mi preferido, de ello puede daros cuenta si le preguntáis al maestro guitarrero Juan Miguel Carmona de Granada. Mientras probaba una de sus guitarras, Juan Miguel me decía, se nota que a ti te va la «Soleá», cada vez que cojo una guitarra para tocar algo de flamenco, lo primero que se me ocurre es tocar por este palo. No sabrías explicar porqué me pierde la «Soleá», y llegó el momento en que Chano y Juan tocaron por «Soleá», coincidimos Carlos y yo en la belleza de aquella interpretación, que arte se respiraba, que claridad y que pureza. Al terminar el concierto nos preguntó Juan si nos había gustado, no pude reprimir el comentario, era lo que me había transmitido su interpretación, ¡Qué pureza en el toque Juan! Menese tuvo la gentileza de invitar a los músicos, familia y amigos a cenar, me parecía abusar mucho de la confianza de mi maestro Carlos, bastante era ya haberme regalado presenciar aquel concierto irrepetible, pero insistió y fuimos todos a cenar. Carlos y yo nos quedamos en la barra charlando y tomando una caña y nos vino a buscar un muchacho al que reconocí, era el hijo de Menese, al igual que a su padre, le conocía porque en ocasiones venía a la consulta de mi padre. Una reportera del periódico New York Times que asistió a la cena nos fotografió junto a Juan, en alguna edición del periódico de aquel año aparecería aquella fotografía, no era para menos retratar aquel momento dado el concierto tan increíble que acabábamos de presenciar. No había explicado hasta este momento el motivo por el que titulo con determinado texto cada una de las secciones de este libro, es ahora un buen momento para hacerlo, normalmente suelo dar título a las secciones con un texto referido a algún tema que se trata en esa sección, el título elegido para esta sección fue el de Arte y Justicia.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE ¿Por qué Arte y Justicia?, Arte porque hablo de una vivencia que tuve en la que llegué a sentir como el arte corría por mis venas, si por las venas de un artista corre arte, es bueno, si además logra que su arte corra por las venas del público, ese artista es único, así es el caso de los que actuaron aquella noche Juan, Chano, José y Enrique. ¿Y porqué además de Arte, Justicia?, Justicia porque asistió al concierto aquella noche el juez Garzón, uno de los más ilustres letrados de mi país, claro ejemplo de que el flamenco no está reñido con nada ni nadie, es una música abierta a todos y para todos. La justicia es la virtud de dar a cada cual lo que le corresponde, todos tenemos derecho a disfrutar y gozar del flamenco, pero es justo que pongamos al flamenco en su sitio, no olvidemos la importancia que tiene. No con ello quiero decir que por el hecho de ser español o andaluz, a uno por obligación deba gustarle el flamenco, nada puede gustar a nadie por obligación, pues el gusto es algo que se elige libremente, pero no cometamos el error de desprestigiarlo, es una música nuestra que merece un respeto. Asociar el flamenco con pobreza y la marginalidad es también erróneo, cierto es que una parte del flamenco expresa un «quejío», una pena, el dolor del que sufre, el desahogo del pueblo oprimido, como nuestros hermanos del otro lado del charco que se expresan con el blues. Pero también es cierto que otra parte de nuestro flamenco expresa alegría, fiesta, juerga y diversión, no todo son penas, y la historia del flamenco nos cuenta anécdotas de los grandes, los que dejaron a esta música en el lugar que se merece, como es el caso del maestro de maestros, Don Antonio Chacón. Llega a decirnos Chacón ya siendo un cantaor de fama y renombre, que la época más feliz de su vida fue en sus comienzos, cuando siendo aún niño se echó a los caminos de Andalucía para ganarse el pan no exento de penurias y dificultades. Es de justicia que respetemos y tengamos en consideración al flamenco, pues entre la sabiduría que encierra y sus muchas virtudes, hay una de vital importancia, la que bien conoció el maestro Chacón en sus comienzos, la humildad. A las puertas de cumplir treinta años, comencé a apreciar el flamenco, empecé a comprender el porqué de muchas injusticias a lo largo de mi carrera profesional, sus artífices ignoraban el significado de la palabra humildad, y por supuesto, consideraban el flamenco algo vulgar. Puedo asegurar que el flamenco entró en mi vida en el momento preciso, me dio respuestas, por un lado me enseñó a valorarme a mí mismo mucho más y por otro lado me ayudó a comprender la actitud de algunos colegas que movidos por la codicia, fue así como me alejé de aquel entorno malsano.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

11. Niágara Nueva York Estaba con mi amigo Don Quijote en un pub irlandés charlando sobre mi nuevo trabajo en la Comunidad de Madrid, le comentaba la liberación que sentía desde que había perdido de vista a mis antiguos colegas, de repente, tenía lo que hace años no conocía, dos compañeros, Susana y Alfredo. Estábamos cerca del verano del año mil novecientos noventa y nueve, a tan solo un año del nuevo milenio, ambos con treinta años cumplidos y con una energía y unas ganas de conocer mundo y de explorar nuevas sensaciones, cada día mayores. Don Quijote había estado diez años antes viviendo en Estados Unidos un año y me propuso la idea de ir de vacaciones, desde luego era una idea excitante, me apetecía mucho conocer aquel país del que lo único que conocía era por medio del cine y la televisión. Reservamos tres noches de hotel en Nueva York para pasar unos días visitando la ciudad y luego marchar a Canadá, visitar algunas ciudades y establecernos en la zona de mil islas. Compramos un mapa de la zona que pensábamos visitar y en un bar de la calle Juan Bravo sacamos el extenso mapa y nos pusimos a señalar en bolígrafo rojo la ruta que seguiríamos durante el viaje a las Américas. La ruta que planeamos fue la que seguimos fielmente más tarde, el orden de ciudades visitadas fue Nueva York, Búfalo, Niágara, Toronto, Kingston, Gananoque, Otawa, Montreal y Quebec. Unos días antes de partir estuvimos poniendo en orden los pasaportes y fuimos a las embajadas de Canadá y Estados Unidos para solicitar folletos informativos y por fin llegó el día de emprender tan esperado viaje. En el aeropuerto nos dieron instrucciones de que una vez llegados al aeropuerto de Nueva York lleváramos nuestra documentación a mano y evitáramos meter la mano en el equipaje de mano por si la policía pudiera sospechar que fuéramos a sacar un arma. También nos preguntaron si llevábamos comida y nos sacó una lista de utensilios y alimentos que estaba prohibido llevar en el equipaje, también nos indicaron que no podíamos llevar más de cinco mil euros en efectivo en los bolsillos, en este último punto le respondimos, que no había problema al respecto. A las diez de la mañana hora española, partimos rumbo a Estados Unidos, a nuestro lado había una ciudadana norteamericana con cara de haber pasado la noche sin dormir, se tapó la cabeza con una cazadora y se preparó para echarse un sueñecito de al menos siete horas y media.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Pero surgió un imprevisto para desgracia de nuestra amiga norteamericana, pues delante de nosotros viajaban dos niños de entre cuatro y seis años un poquito ruidosos. En cuanto los niños se percataron de que había una pasajera a la que molestaban sobremanera con sus gritos y zarandeos, se recreaban viendo la cara de sufrimiento de aquella pobre mujer que a juzgar por el color rojizo de sus ojos, debía tener una resaca considerable. La conversación que con mayor frecuencia oímos durante las casi ocho horas de trayecto era entre los niños y la ciudadana norteamericana, lo más curioso de todo, es que los padres de las criaturas consideraban normal el comportamiento de sus fierecillas y nos les llamaron la atención en ningún momento. Niños: (Gritos, aullidos, golpes, tortazos) Norteamericana: Oh My God! En ocasiones después de que la pobre sufridora dijera su Oh my God!, unos de los niños se le quedaba mirando percatándose de su sufrimiento y haciendo alarde de un sadismo que ni el Marqués de Sade en sus tiempos gloriosos, agudizaba un grito capaz de romper un vaso de whisky. El viaje se nos hizo bastante largo en un principio, pero después de unas cervezas nos animamos un poco y el tiempo pasaba más rápido, nos dio la azafata un formulario que nos entretuvimos en rellenar como si se tratara de un crucigrama. Entre que mi nivel de inglés no es demasiado bueno y que ya llevábamos unas cervezas, le di a Don Quijote mi formulario para que lo repasara, fallé en todas respondiendo afirmativamente, incluso entendí mal la última advertencia de decía que en caso de responder alguna de las respuestas afirmativamente podrían denegarme el acceso al país. Menos mal que mi amigo Don Quijote tiene más nivel que yo, ya que estuvo un año de su vida viviendo allí, cuando me avisó de que todas mis respuestas eran erróneas, pedí a la azafata otro formulario y esta vez me tradujo Don Quijote cada una de las preguntas antes de responder. Cuando me leyó las preguntas, me quedé sorprendido de que el formulario que había rellenado antes era propio de una mente criminal y despiadada, menos mal que rectifiqué a tiempo y pude rellenar el formulario, efectivamente había respondido esta vez a todas negativamente, esta vez era el formulario propio de una persona que está en sus cabales. Preguntó una azafata en inglés a una pasajera Argentina que era invidente porqué no había rellenado el formulario, como mi amigo Don Quijote había ido al baño, salí cortésmente en la ayuda de la mujer con mi pobre nivel de inglés y con el deseo de no fallar esta vez en mi dicción como lo hice anteriormente respondiendo las preguntas del formulario, le dije con miedo:

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Miguel:

She’s blind

(Es ciega)

La azafata me miró y se fue rápidamente hacia la cabina, en principio me preocupé por si no me hubiera entendido bien, vino con otra azafata, pero esta tenía la virtud, al menos para mí y para la otra pasajera argentina, de dominar el castellano. Me dio las gracias la azafata diciendo que ya le había informado la otra azafata de le había dicho yo que la pasajera era invidente y por ello no pudo rellenar el formulario y me preguntó si yo era familiar de ella. Me tranquilicé sabiendo que mi mensaje lo había captado bien la azafata de habla inglesa, respondí a la azafata que yo no era familiar de la mujer invidente y que por lo que había podido observar, no venía acompañada por nadie, viajaba sola. Me agradeció la azafata muy amablemente mi colaboración y le explicó a la mujer invidente que debía responderle a una serie de preguntas para poder permitirle el acceso a los Estados Unidos, sabiendo que ya estaba todo en orden, dejé de prestar atención porque vino mi amigo Don Quijote y me preguntó lo ocurrido. Lo poco que pude escuchar es que venía de Argentina a vivir con su madre que residía en Estados Unidos, cuando le hicieron la pregunta de si llevaba más de cinco mil euros en efectivo, respondió, ojalá, qué más quisiera yo, si yo soy pobre. Desde aquel momento hasta que finalizó el viaje, la atención prestada a aquella mujer fue muy correcta y la azafata que le realizó la entrevista y rellenó su formulario, estuvo atenta de ella, para todo aquello que pudiera necesitar. El resto del viaje dormimos y despertamos en el aeropuerto JFK, me preguntó el policía si venía de vacaciones o por negocios, le dije que de vacaciones, el resto de las preguntas no le entendía nada pero afortunadamente para mí, también hablaba español y se acabaron todos los problemas. Ya estaba en los Estados Unidos, pero empecé a buscar a Don Quijote por todas partes, no le veía y decidí que era mejor ir a buscar los equipajes y esperar allí a que llegara. Pasó una hora hasta que apareció, le habían estado interrogando en inmigración porque no era la primera vez que entraba en el país, el motivo es que ya había estado antes en Estados Unidos diez años atrás. Cuando todo estuvo en orden, montamos en un autobús que nos llevó al centro de Nueva York y desde allí tomamos un taxi hasta el hotel, me llamó la atención la curiosidad de que los termómetros marcaran setenta y cinco grados, pronto caí en la cuenta de que no se trataba de grados centígrados, sino que en Estados Unidos usaban grados Fahrenheit.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE También observé las construcciones, eran muy diferentes a las europeas, percibía una extraña sensación de estar en otra dimensión, de haber traspasado el umbral de la realidad y la ficción, ¿me encontraría tal vez a Bugs Bunny a la vuelta de la esquina? Cuando entré en la habitación del hotel noté que estaba resfriado, no mentí en cuanto a que no tenía enfermedad alguna cuando salí de España, pero debido a que el aire acondicionado del avión estaba demasiado fuerte, había cogió frío en el largo trayecto y ahora tenía los síntomas de un buen resfriado. Salimos de Madrid a las diez de la mañana hora española y llegamos a Nueva York a las diez de la mañana hora neoyorquina, habíamos pasado ocho horas de vuelo y sin embargo no había pasado el tiempo, como teníamos sueño por el jet lag nos fuimos a dormir, esto me favorecería para curarme lo antes posible del resfriado que había pillado en el largo trayecto de avión. La recuperación por la descompensación horario fue asombrosamente rápida, pues despertamos a las nueve de la mañana del día siguiente, calculo que debimos dormir alrededor de veinte horas seguidas, dicen que los que salen de noche los fines de semana se recuperan pronto del jet lag y era cierto que nosotros no nos privábamos de salir. Cuando se duermen tantas horas lo primero que apetece es comer, los desayunos en Nueva York son como a mí me gustan, de huevos con beicon y judías, aunque para despertar debes tomarte al menos tres cafés, porque el café de allí lo hacen excesivamente aguado. Comenzamos a recorrer las calles de Nueva York, la primera sensación que se tiene es la de estar dentro de una película, te llama la atención el asfalto poco cuidado, deforme y con muchos baches, tal vez no se estile en el país el uso de las apisonadoras. Y como no, las alcantarillas despidiendo ese espeso vapor, un clásico que puede admirarse en muchas películas, era curioso que emitieran esos vapores a pesar de encontrarnos en el mes de Octubre y que no hiciera frío, las alcantarillas despedían vapores, poco antes había admirado algo similar en Lanzarote, pero debido a la actividad volcánica. La joven que nos sirvió el desayuno era de habla hispana y le pedimos que nos hablara mejor en español, pero era increíble la facilidad con la que cambiaba de un idioma a otro, sin darse cuenta comenzaba una frase en español y la terminaba en inglés, realmente pensaba en ambos idiomas, luego supe que es frecuente en quien domina dos idiomas. Fuimos hacia el embarcadero para hacer una excursión por el río Hudson, pudimos ver por el recorrido numerosos puentes de accesos a la isla de Manhattan y nos fuimos acercando hacia la estatua de la libertad, que me pareció mucho más pequeña de lo que imaginaba, igual que me pasó en Sevilla con la torre del oro.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Un guía turístico iba describiendo los puntos de interés y relataba alguna que otra anécdota sobre los lugares por los que pasábamos, de pronto vi como un señor, que se balanceaba al capricho de las olas, le dio un leve toque con su dedo índice en la espalda para hacerle una pregunta. El guía turístico le respondió muy amablemente y continuó con otra explicación, cada vez que terminaba una explicación el insistente viajero le daba un leve toque en la espalda para preguntarle algo sobre la explicación. Esto comenzó a incomodar al guía que cambiaba de zona dentro del barco con la esperanza de que el insistente viajero preguntón dejara de incomodarle, esto solo ocurría cuando se había terminado su copa, entonces iba al bar a pedir otra para alivio de nuestro guía. Me preguntaba si no seguiría el insistente viajero a nuestro guía si debido a su desesperación hubiera determinado tirarse por la borda, sin embargo según pasaba el tiempo nuestro guía tenía una baza más a su favor, el insistente viajero cada vez tenía más dificultad para seguirle debido a la borrachera que se estaba pillando. Cuando terminamos la visita perdimos de vista al insistente viajero y sospechamos que el guía tal vez le hubiera tirado por la borda en un descuido, pero pronto salimos de dudas, el insistente viajero estaba sentado en una silla del bar apoyado sobre una mesa durmiendo la mona. Algo característico de la ciudad de Nueva York en aquella época eran las torres gemelas, al regresar del viaje en barco decidimos caminar hacia las torres para visitarlas, no era difícil llegar debido a que se veían desde cualquier lugar de la ciudad, pero el problema es que estaban más lejos de lo que parecía en un principio, a ser tan grandes daba la sensación de que se encontraban a una distancia menor, motivo que nos llevó a tomar un taxi. El taxista era egipcio y apenas hablaba inglés, conducía de un modo peculiar, pegando acelerones y frenazos muy bruscos, unido al estado irregular del asfalto de la ciudad, hizo que el trayecto fuera bastante divertido el trayecto, como subidos a una atracción de feria. El taxista no nos entendía donde íbamos, pero utilizamos el lenguaje universal de los gestos, debido a la procedencia del taxista pensamos que le resultaría sencillo interpretar las señas que hacíamos levantando ambos dedos índices a la vez. Pero por si acaso, estando ya cerca de las torres gemelas le pedimos que parase y nos dejase allí mismo, nos paró frente a la iglesia de Saint Paul, que me impactó por su belleza y antigüedad (siglo dieciocho) rodeada de rascacielos. Estuvimos haciendo fotos a la estatua de George Washington, junto a la estatua había un hombre bebiendo muy alegre, como no parecía tener intención de apartarse de su primer presidente, nos hicimos amigos de él y sacamos unas fotos muy entrañables y divertidas todos juntos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Nos despistamos por unas calles y de repente aparecimos en China, era el barrio chino de Nueva York, pero si a alguien le transportan con los ojos vendados desde otro lugar, sin duda creería estar en la misma China. Antes de entrar a visitar las torres gemelas compramos algo de fruta en un puesto ambulante y entramos, había un primer ascensor de subida, la ascensorista nos explicó que el ascensor era muy veloz para llegar lo antes posible a la parte más alta donde se verían unas vistas maravillosas. Las vistas eran maravillosas y allí fuimos fotografiados mi amigo Don Quijote y yo por multitud de turistas, no sé muy bien por qué razón sin querer nos metíamos en medio de todas las fotografías, que imagino una vez reveladas irían directamente a la basura. La bajada fue bastante más lenta que la subida debido al gran número de turistas que nos amontonábamos en la fila para salir, pero no menos divertida, un turista argentino iba dando unas lecciones de la vida a una mujer de noventa años que seguramente sabía mucho más que él, pero la anciana aguantó el tipo hasta que cuando terminó le dijo: Anciana:

Hijo, por favor, ¿cállate qué me duele ya la cabeza?

Mi amigo Don Quijote y yo no pudimos contener la risa, por fortuna la anciana mujer y su acompañante, subieron al siguiente ascensor y nos pararon a nosotros para esperar al siguiente. Realmente me sentía avergonzado de mi risa incontrolable, me gusta mucho reír, pero siempre que tenga total libertad para ello, no me estaba riendo de nadie, sino de la situación, pero temía que el argentino nos malinterpretara. Los días pasan rápido en América y ya teníamos que partir hacia Niágara, fuimos a la estación de autobuses y sacamos billetes, mientras esperábamos se oyó una explosión y todos se echaron la mano al cinturón en busca de su arma, lo más sorprendente es que nadie llevaba arma en el cinturón. Resultó ser una falsa alarma, un coche había reventado su rueda y enseguida todos volvieron a caminar como si nada hubiera ocurrido, imagino qué hubiera ocurrido si la explosión la hubiera producido el estallido de un globo que llevara un niño en su mano doscientos años atrás, podíamos habernos ido despidiendo del pobre niño. No hubiera podido imaginar que pocos años más tarde mis ojos atónitos fueran testigos en una pantalla de televisión como la barbarie destruiría tres mil vidas humanas en aquel mismo lugar, quería pensar que se trataba de una película. Mi país fue testigo de la misma barbarie años más tarde en unos trenes que utilicé durante un año para ir a trabajar a diario, destruyendo doscientas vidas humanas, es 15 de mayo actué para los familiares en un centro cultural componiendo una canción homenaje, sirva también este canto de homenaje para todas las víctimas del terror a lo largo de la historia.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Gananoque Hoy vengo de trabajar en una serie de televisión como figurante, dudé si ir porque la agencia que lleva esta figuración me ha demostrado en numerosas ocasiones que ignora el significado de la palabra respeto. Cuando el factor diferencial de una empresa o su posicionamiento respecto al resto se basa en la ausencia de respeto es inútil creer que la siguiente vez tal vez seas respetado, su bandera es la mediocridad, basan su estrategia en la ausencia de valores y lo peor de todo, consiguen que todos sus empleado de adapten prodigiosamente al sistema. La última vez que trabajé para esta agencia me llevaron junto a otros figurantes a un polígono industrial, como se suele rodar en lugares del extrarradio se fletan vehículos de los propios figurantes para trasladarnos al rodaje, el procedimiento habitual es que una vez terminado el rodaje se nos traslade de regreso al punto de partida inicial. Se nos sugirió que regresáramos en transporte público, pues alguno de los vehículos con los que contaron de antemano sin preguntar les falló, como resultado tuve que pagarme el regreso a Madrid de un importe de tres euros. Aunque me aseguraron que me reembolsarían en importe del billete, les he enviado por correo electrónico el ticket de autobús escaneado pero no he recibido respuesta, otro valor añadido de esta agencia que la posiciona respecto al resto, es que no responden a los correos y comunicar con ellos por teléfono es misión imposible. Pero aún así, pensamos que tal vez sea diferente en esta ocasión y vas a trabajar con toda tu ilusión, ves como una ayudante de producción maltrata psicológicamente a unos niños que trabajan como figurantes también y te preguntas en qué demonios piensas sus padres que permite el trato vejatorio a sus hijos a cambio de un puñado de monedas. El rodaje transcurre con normalidad, caras de prepotencia de los actores que se afanan por demostrar que ellos allí son más que nadie, los ayudantes de dirección que no paran de gritar y tratar a los figurantes, incluidos niños, como si fueran auténtica basura bajo la mirada de un director que aprueba todo lo que allí está ocurriendo con una naturalidad pasmosa. La jornada de once horas por un importe de veinte euros termina por fin y te ofrecen el dudoso privilegio de regresar al día siguiente, acepto porque no tengo nada que hacer el día siguiente y me entero poco después que a algunos compañeros les han ofrecido trabajar los tres días restantes en otra serie en la estaba interesado en participar desde hace tiempo. Llamé a la agencia y milagrosamente contacté con la encargada, confirmé mi disponibilidad para trabajar al día siguiente en la serie en la que me encontraba trabajando, pero le solicité si habría posibilidad de incluirme el resto de días que tenía libres en aquella otra serie en la que tenía interés en participar, la respuesta que me dio me dejó estupefacto.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Agencia: No, mira, eres calvo, con calvos no trabajamos Miguel: Ah me parece muy bonito, pues nada entonces, adiós A estas horas tal vez aún no sepan en la agencia el significado de mi despedida, es un ¡adiós para siempre!, he decidido no volver a trabajar con ellos nunca más pues su factor diferencial o posicionamiento en la ausencia de respeto confieso que ha podido conmigo, tal vez vuelva a trabajar de nuevo de figurante, pero desde luego que con ellos nunca más. Para curiosidad del lector, esta misma agencia de la que por fortuna no volveré a tener que hablar más, me contrató para el mismo papel que se requería de mafioso en combate de boxeo en otra serie meses antes, entonces estaba tan calvo como ahora, vea y juzgue, ¿me contrataría usted de mafioso a pesar de mi calvicie?, por favor, no me diga usted que no.

No se imagina el desahogo que me produce haberles podido contar semejante injusticia y una vez hecho este inciso podemos regresar a la época que nos ocupa, a falta de un año para el nuevo milenio, cuanto tenía treinta años de edad. De viaje en autobús desde Nueva York a Niágara hicimos parada para estirar las piernas, para desahogar nuestras necesidad no era necesario, pues algo digno de elogio de los autobuses norteamericanos es que cuentan con cuarto de aseo. Cuando subimos para sentarnos nos encontramos que nuestros asientos los ocupan un hombre de color con pistola y unas amigas, lo peor del asunto es que habíamos dejado en nuestro sitio nuestra cámara de fotos, algo que no nos preocupaba mucho llegar a perder, pero sí lo que guardábamos en el estuche, nuestros pasaportes. Comenzó a gritar mi amigo Don Quijote ¡the bag, the bag!, ¿where’s is my bag?, el hombre de color dijo no saber dónde estaba y comenzamos a ponernos nerviosos, volvimos a preguntar que donde había dejado la bolsa, el asiento no nos importaba, ya buscaríamos otro en el autobús.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Gracias a Dios el hombre de color señaló arriba, había dejado la cámara en un compartimento para guardar las maletas, le dimos las gracias y buscamos otro asiento donde sentarnos. Una mujer anciana con la que me senté comenzó a decirme que no había derecho que el hombre de color nos hubiera quitado el asiento, le agradecí su apoyo pero le pedí que por favor no alzara la voz pues lo importante para nosotros era recuperar nuestros pasaportes guardados en el estuche de la cámara y por otro lado, no parecía muy razonable obviar el peligro que suponía enfrentarse a un hombre armado. Al mismo tiempo que la anciana se percató que yo no era norteamericano yo me di cuenta que me encontraba hablando en inglés, era la primera vez que mantenía una conversación fluida con alguien de habla inglesa, me amenizó el viaje y agradecí el incidente con el hombre de color, era mucho más grata la compañía de la anciana que la de Don Quijote. Don Quijote tuvo peor suerte con su compañía, le tocó de compañera de viaje una mujer que cargaba un bebé de apenas un año que no paraba de llorar, su enfado era considerable al salir del autobús cuando llegamos a Niágara. La habitación tenía una cama de matrimonio con un corazón muy grande como cabecera, comprendí que debía ser un lugar típico para viaje de novios, fue algo que nos causó risa a Don Quijote y a mí, ¿creerían que éramos pareja o tal se trataría de un hotel gay? Salimos de noche por Niágara, yo me recogí pronto porque aún estaba algo convaleciente del resfriado y Don Quijote se quedó con unos amigos, uno canadiense u el otro irlandés, vamos para hacer un chiste. Esto eran un canadiense, un irlandés y un español… es el modo en que comienzan muchos chistes en mi país y de chiste fue lo que ocurrió después que me contó al día siguiente Don Quijote, a mitad de la noche oí un ruido en la habitación, un gruñido, un cuerpo a plomo caer en la cama y un estruendo de un cuerpo caer al suelo, era Don Quijote. Volví a quedarme dormido y me contó que se lio a tomar cervezas con nuestros amigos y de la castaña que se pilló olvidó estar en Niágara y le pidió a un taxista que le llevara a su casa de la calle Castelló a lo que el taxista le respondió: What? Le pidió al taxista que le dijera sitios de la zona, hasta que nombró el casino, lugar muy cercano al hotel donde cambiamos a dólares canadienses, entonces recordó todo y como resultado consiguió encontrar su cama preferida cuando llegaba piripi, el suelo. Llegamos al día siguiente a Gananoque, compré un forro polar donde se leía «Gananoque Boat», nos paró un policía y me preguntó si trabajaba en el embarcadero, me puse nervioso y en lugar de responderle, imité a José Isbert en «Bienvenido, Mister Marshall» cuando soñaba que era pistolero.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Miguel: Bue aimb nou buowi deia, aimb eswawis dawowi Don Quijote gozaba cuando cometía cualquier error y mi metedura de pata le hizo soltar una carcajada que se oyó hasta en España, días después casi nos parte la cara por su culpa medio Gananoque en el lugar donde nos comíamos las pizzas «All Meat Lovers» que por la noche se transformaba en discoteca, pero era de los que creía nunca equivocarse, don perfecto. Visitamos Toronto, la guía encargada de bajarnos en el ascensor del pirulí de Toronto nos da una explicación de cuando se construyó y que se trata de una de las construcciones más altas del mundo, tras su exposición pregunta que si tenemos alguna duda, a lo que un judío pregunta a la guía: Judío: Guía:

¿Puede decirme lo que mide aquella torre de allá? Es que no tengo ni la más remota idea

Tras dos segundos, hubo dos turistas que empezaron a caerse al suelo del ascensor enrojeciéndose y tratando de disimular la risa que les producía lo que acababan de presenciar, se trataba, como no, de los únicos españoles del ascensor, Don Quijote y yo. Visitamos Otawa, me pareció curioso que la capital de un país tan extenso, tan solo tuviera doscientos cincuenta mil habitantes, vimos a la policía montada pero dentro del autobús turístico, en la plataforma de arriba hacía demasiado frío y comimos en un lugar con muchas banderitas españolas una paella, que no era paella pero he de confesar que estaba riquísima. En la ciudad de Montreal ya se empieza a notar la influencia francófona, de hecho, la lengua que utilizan con frecuencia es el francés aunque si les hablas en inglés te entiendes y saben hablarlo, estuvimos en la villa olímpica entre los medallistas y no conseguimos encontrar ninguna española. Nos dirigimos rumbo norte hacia Quebec, entramos en un restaurant y aunque ni mi amigo Don Quijote ni yo hablamos francés, leímos la carta sin dificultad y nos sirvieron estupendamente, al vernos, unos ciudadanos canadienses del sur nos pidieron que por favor les hiciéramos de intérpretes pues no entendían nada. He de decir al lector que no ocurre en Quebec como en algunos lugares de nuestra Cataluña en los que ciertos independentistas se niegan a hablarte en castellano aunque lo dominan a la perfección, en Quebec son francófonos cien por cien y no entienden la lengua inglesa. No desearía que se ofendieran los catalanes por mi comentario, siempre hablo maravillas de la ciudad de Barcelona y de sus gentes, o de la belleza de pueblos de Gerona como es por ejemplo Cadaqués. Respeto el deseo del independentista de formar su propia patria independiente de España, siempre he aplaudido la independencia y la libertad, pero el cinismo siempre suscitó mis ganas de protestar.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Bienvenido, Mister Miguel Tras un mes de vacaciones en Canadá, llegas a acostumbrarte al lugar y pese a que por fotografías sabíamos que el invierno era extremadamente frío daba mucha pereza tener que marchar de un lugar tan acogedor. Cuando mi amigo Don Quijote cargó su abultado equipaje se revolvió por el suelo de dolor, tenía varias hernias de disco y cuando le daba el dolor, podía llegar a estar varios días sin apenas poder moverse. Tuve que cargar con su equipaje y el mío hasta el coche, que debíamos entregar esa misma mañana a la agencia de alquiler, me empezaban a preocupar por varias razones, una de ellas era tener que cargar con tanto equipaje, otra era si Don Quijote soportaría el viaje en autobús de regreso a Nueva York. En la agencia de alquiler pude ver dos imágenes al mismo tiempo, una era la nuestra saliendo del coche reflejada en su cristalera, la otra imagen que podía ver era la de los dependiente que, desde dentro, nos señalaban mientras no podían parar de reír. Especulamos sobre el motivo por el que se reían de nosotros y pronto llegamos a la conclusión de que viendo a mi amigo Don Quijote salir del coche con cara de dolor y echándose la mano a la espalda seguramente pensaron que éramos una pareja gay y a juzgar por la estampa, a mi me tocaba el papel de activo y a Don Quijote el de pasivo sufridor de mis embistes amorosos. No fue la primera vez que nos tomaros por pareja gay, la primera fue en el hotel de Niágara que nos dieron la suite nupcial, la segunda en el restaurant de Gananoque donde ponían las pizzas «All Meat Lovers», por los comentarios que nos hacían las camareras nos dimos cuenta que pensaban que éramos pareja. Entregamos el coche y me tocó cargar con los equipajes hasta la estación, una vez montados en el autobús Don Quijote comenzó a tener unos dolores insoportables y especulamos con la posibilidad de tomar un avión llegados a Montreal de seguir así. A mitad de camino le di una bufanda a Don Quijote y le dije que se la atara fuerte y lo más estirada posible a la cintura, un remedio casero que imaginé tendría poco efecto, pero sorprendentemente dio resultado y cesaron los dolores. Debido al diferente formato horario que utilizan, confundimos la hora de llegada y en lugar de llegar a las doce de la mañana como esperábamos, estábamos en Nueva York poco antes de las doce de la noche. Conseguimos una habitación, cuando subimos nos encontramos con que solo tenía una cama como la de Niágara, era evidente que pensaban que éramos pareja y tal vez por el cansancio ni siquiera protestamos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Don Quijote se quitó la bufanda del cinturón, ahora me explico por qué nos dieron una sola cama, con la bufanda atada al cinto tenía unas pintas muy sospechosas, de haber estado en España, cualquiera pudiera haber pensado que se trataba de un bandolero de Sierra Morena. No sintió dolor tras quitarse la bufanda, para celebrarlo nos fuimos a un pub irlandés que había cerca del hotel y nos tomamos unas cuantas Guinness, me temí que ya iban siendo muchas porque empecé a oír hablar a un grupo de gente con acento andaluz. Me presenté al grupo, lo que había oído no era fruto de mi imaginación porque eran de Granada y venían a promocionar productos españoles en Estados Unidos, motivo por el cual alzamos nuestras jarras y brindamos. Si ya iba un poco cargado con las cervezas que llevaba, la alegría que nos produjo encontrarnos a los primeros españoles que veíamos después de un mes nos hizo brindar y pasar un rato bastante agradable. No sin dificultades de movimiento, logramos llegar al hotel agarrados para compensar y de esto modo conseguir cierto equilibrio para no caer de bruces contra el suelo, el portero era el mismo que nos había dado la habitación y no le extrañó lo más mínimo que viniéramos agarrados porque creyó desde que nos vio que éramos una pareja gay. Caímos en la cama a plomo, me despertó alguien abriendo la puerta de la habitación, esto me alarmó un poco pero estaba tan a gusto tumbado que el único movimiento que hice fue abrir ligeramente los párpados para mirar. Era una mujer rubia muy atractiva con vestido de noche y bastante pintada, encendió la luz y al ver dos sacos de patatas tirados encima de la cama (nosotros) pegó un grito que llegó a despertar al mismísimo Don Quijote, salió rápidamente de la habitación y tuvo el detalle de cerrar la puerta. Me volví a quedar dormido profundamente hasta que ya de día me despertó Don Quijote para ir recogiendo para ir al aeropuerto, me preguntó que si había visto a una chica entrar en la habitación, le dije que sí, pero pensaba que había sido un sueño. Nos imaginamos que la mujer debió equivocarse de habitación y dio la casualidad de que su llave también abría nuestra puerta, comprobamos que no nos faltara lo más importante en aquel momento, el pasaporte y terminamos de recoger. Tomamos un taxi hacia el aeropuerto, fui el camino pensando en mi familia, los echaba de menos, aunque solo había estado un mes fuera de casa, cuando estás tan lejos tienes la sensación de que ha pasado mucho tiempo. En la cafetería del aeropuerto nos tomamos un café y el camarero que nos había estado escuchando nos preguntó que de dónde éramos, él era también español, de Palencia, se emocionó cuando le dije el pueblo palentino de mi abuela, llevaba ya cuarenta años en Nueva York.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Ya en el avión de camino a España nos dieron de cenar, si en el trayecto de Madrid a Nueva York el tiempo no se movía, en el trayecto contrario el tiempo pasa demasiado rápido, tal es así que poco después de cenar ya estábamos desayunando. El resto del viaje lo pasamos durmiendo porque al haber bastante sitio libre, se podía estirar uno muy bien sin molestar a nadie, al despertar ya anunciaban el aterrizaje en Madrid, todo parecía extraño y sin embargo estábamos de regreso en casa. Acostumbrado a la amabilidad de la gente norteamericana, di las buenas tardes al policía que miró mi pasaporte antes de entrar de nuevo en mi país, no respondió, tal vez debido a cierta sordera, quizá se lo dije en inglés sin darme cuenta, aunque sospecho que la respuesta más probable es su ausencia de educación. Bienvenido, Mister Miguel, había olvidado por completo esta faceta de gran parte de los ciudadanos de mi país, no digo que en Norteamérica no tengan defectos, pero lo que sí puedo asegurar sin temor a equivocarme es que ellos son más amables, al menos no me encontré con ninguno que me negara el saludo, fea costumbre muy de moda en los últimos años en España. Ahora recuerdo que tuve un jefe en mi primer trabajo que no me devolvió el saludo ni una sola vez de los seis años que trabajamos juntos, la primera vez pensé que tal vez estaba distraído, la segunda vez le di los buenos días alto y claro por si acaso no me oyó la primera, la segunda tampoco me devolvió el saludo. Entonces conocí al primer sujeto que no respondía a quien le saludaba, y por desgracia su moda se extendió como una plaga por mi país, fue el primero de una larga lista de gente que me he topado que se caracteriza por no responder cuando se le saluda. A aquel jefe solo le saludé dos años durante seis años, tras la segunda vez que no me respondió el saludo, me cruzaba muy a menudo con él, pero no le volví a saludar nunca más, algo que a juzgar por la cara que ponía cuando se cruzaba conmigo no debía agradarle mucho. Observé que a los únicos compañeros que respondía el saludo era a aquellos que ocupaban cargos por encima de él, días antes de que me fuera de la empresa tras seis años sin saludos, me crucé con él y ocurrió algo que no me esperaba. En el momento de cruzarnos me dio los buenos días, no me lo podía creer, tras tantos años sin saludarnos, ¿qué le habría hecho cambiar de opinión?, deseé haberle podido responder el saludo pero tal vez debido a la sorpresa me entró un picor en la garganta y mi única respuesta ante tal reacción inusitada, fue estornudar. Pero lo más me sorprendió fue que se alterase y me llamara la atención por no haberle saludado, le di la razón y fue la última vez que me crucé con él.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

12. Milenio Carta A Los Humanos Del Tercer Milenio Con treinta y un años a escasos meses del nuevo milenio eres consciente que vas a ser testigo de un hecho histórico que tan solo asiento reservado unos pocos, todos aquellos que hemos nacido cerca del final del milenio y que seguimos vivos podremos contar que hemos vivido el nacimiento de un nuevo milenio. Muy lejos quedan aquellos pensamientos de mi niñez en los que me preguntaba qué sería de mi en el año dos mil, soñaba que con treinta y un años sería padre de ya al menos cuatro niños, pues tenía en mente seguir el ejemplo de mis padres. Llegó el nuevo milenio y la vida seguía igual, el tan temido efecto dos mil no paralizó la economía mundial tal y como algunos previeron, no hubo terremotos, maremotos y muchos visionarios tomaron conciencia de que el que tiene boca se equivoca. Me encontré con un compañero de mi anterior trabajo y me preguntó si me acordaba de una aplicación que habíamos desarrollado los dos, cuando lo hicimos allá por el año noventa y cinco, sabíamos que en el año dos mil dejaría de funcionar, pero decidimos no darle importancia, seguramente que para entonces ninguno de los dos seguiríamos trabajando en la empresa. Efectivamente yo ya no estaba en la empresa, pero él sí, le tocó hacer el trabajo de adaptar la aplicación para que funcionara correctamente en el año dos mil, en mi actual trabajo también me tocó adaptar aplicaciones que otros habían desarrollado sin tener en cuenta el efecto dos mil. Un nuevo día acababa de nacer, también un nuevo año, algunos teníamos el privilegio de contar que habíamos vivido el cambio de siglo, pero lo que sin duda era un hecho histórico era poder contar que habíamos vivido el cambio de milenio, hacía dos mil años que el hombre había realizado la mayor de las traiciones, quitar la vida a su propio creador. Cumplíamos dos mil años de la mayor vergüenza de la humanidad y nadie parecía recordar la crueldad de los hombres, que bien sea por odio, envidia, temor o simplemente miedo, asesinó a aquel que lo dio todo por nosotros. Durante muchos años de mi vida maduró una duda en mi mente, cómo sería yo en el año dos mil, pensaba en los años que tendría, treinta y un años, madre mía, se me helaba la sangre solo de pensar lo mayor que sería. Ahora escribo estas letras nueve años más tarde con una idea que no puedo demorar más, se trata de una carta dirigida a los habitantes que vivan a lo largo del tercer milenio entre los que me encuentro yo, tras nueve años viviendo en este nuevo milenio no he notado cambio alguno, parece que fuéramos habitantes del segundo milenio en lugar de esta en el tercero.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE He anotado en esta carta todo lo que se me ocurre que sería maravilloso que cambiara en este nuevo milenio, no en el aspecto tecnológico pues imagino que la evolución sorprendería al más revolucionario de los que ahora habitamos la tierra, sino en el aspecto humano, ¿acaso creemos haber evolucionado tanto como hombres respecto a los que vivieron entre el año 1001 y el 2000? «Carta A Los Humanos Del Tercer Milenio» Hoy, día diez de Agosto del dos mil nueve, yo Miguel Ángel Sáez Gutiérrez desde Madrid, me dirijo a ustedes habitantes del Tercer Milenio con la intención de que reflexionen sobre lo acaecido el pasado milenio susceptible de mejora y de este modo tengan a bien llevarlo a la práctica. Una palabra que nos aturde constantemente es el progreso, creemos vivir en una sociedad avanzada con tan solo oír esa palabra y parecemos olvidar que aunque es evidente que se evoluciona, siempre hay algo nuevo que aprender, es este un mensaje dirigido a todos los milenios venideros, jamás terminaréis de aprender, siempre hay algo nuevo que aprender. Observo que durante el segundo milenio, al igual que ocurrió en el primero y también antes de Cristo no hemos progresado en un aspecto, llevamos una vergüenza que desearía tuvieran a bien emplear todos sus esfuerzos en erradicarlo ustedes que viven en el tercer milenio, es el hambre en el mundo. Otro aspecto que persigue a la humanidad a lo largo de los años desde que el hombre tiene uso de razón es la guerra, aún no hemos aprendido que las personas debemos resolver las cuestiones con palabras y no con peleas. He citado solo tres inquietudes y creo llegado el momento de hacer un alto en el camino, tal vez pueda caer alguno de ustedes, lectores de mi carta, en el error de sentirse culpables por lo que no se hizo bien durante la historia de la humanidad, quiero advertirles que la culpa es un sentimiento del todo inútil, más útil que la culpa es el propósito de enmienda. En mi actual sociedad se da un valor casi enfermizo a lo superficial, yo mismo mentiría si dijera que no he caído en alguna ocasión en el tremendo error de dar relativa importancia al aspecto exterior de las personas, no pueden llegar a imaginar el sufrimiento que me trajo cometer este error, por fortuna tuve la posibilidad de enmendar y sentirme muy feliz por ello. Me he encontrado en mis cuarenta años de vida tanto personas de bolsillo roto (muy generosos) como otras que ni tan siquiera tenían bolsillos (muy tacaños), los excesos en cualquier ámbito nunca fueron buenos y si está rodeado de estas personas le convendría ir pensando en cambiar de amistades. Respeto y amor a todo aquello que hay sobre nuestro planeta, a nuestra naturaleza, entre los que se encuentran todos los pueblos con sus ideologías que les dan identidad y a todos los seres vivos que lo componen, considero el respeto y el amor necesarios para vivir en armonía.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE No resten importancia a lo que acabo de expresar, amor y respeto a todos los seres vivos, pues nunca debemos olvidar que si atentamos contra nuestra naturaleza peligra la vida de nuestro planeta, que es el único lugar donde podemos vivir, una casa de la que no podemos mudarnos, es esta tal vez la más importante de mis reflexiones, ama tu planeta, tu casa, tu vida va en ello. Durante muchas generaciones tuvo mala prensa tener amor propio, se trató de confundir valorarse a sí mismo con ser un egoísta, tal vez con el propósito de que el sentimiento de culpabilidad trabaje en contra de tu amor propio, así serás fácilmente manipulable, no olvides que si te amas a ti mismo, bien sea hoy o dentro de diez mil años, tendrás un punto a favor para llevar una vida efectiva y saludable. Desde los comienzos de la humanidad hubo errores que los humanos cometimos llevados por la intuición, como la creencia de que nuestro planeta no era redondo, o que si lanzamos dos cuerpos de diferente peso llega antes al suelo el más pesado (Galileo Galilei demostró que caen en el mismo tiempo). Incluso me atrevería a predecir que durante el tercer milenio se aclararán creencias erróneas que hoy día tenemos también llevados por la intuición, se demostrará científicamente muchas teorías actuales y se avanzará en campos como la medicina y la tecnología. Alan Poe describió en el segundo milenio cómo pensaba que podría llegar a ser un viaje a la luna y el año que yo nací dicen que el hombre llegó a la luna, aunque personalmente tengo mis dudas, pero si nos fiamos de los informes de la nasa, es totalmente cierto. Lo que hoy nos parece un sueño inalcanzable, a finales del tercer milenio será algo cotidiano, esto significa que el hombre evoluciona constantemente, despacio pero sin pausa, cada día se sorprende con un nuevo descubrimiento. Si es un ciudadano del tercer milenio que me está leyendo podría trasladar esta lógica de la evolución a su vida cotidiana, a su entorno laboral, o a su familia, escucho a diario mensajes erróneos que nos dicen que las personas no podemos cambiar y me parece esta una reflexión absurda. Claro que cambiamos y evolucionamos, eso sí, siempre que estemos dispuesto a ello, si nos ponemos una venda en los ojos y nos empeñamos en afirmar que no lograremos alcanzar nuestros objetivos, es bastante probable que no lo consigamos, los objetivos se buscan, nunca vienen ellos en busca de nosotros. Ha habido una moda en mi país en los últimos años de que siendo la mujer quien deseaba conocer a un hombre como viceversa, correspondía al hombre dar el paso adelante, mientras la mujer aguarda a que el barón le pidiera una cita, de no extinguirse modas de este tipo, se estaría dando un paso gigante hacia atrás en la evolución de las personas.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Puede llevarnos a engaño el hecho de que conozcamos lo antigua que es la existencia del hombre en la tierra, ciertamente lo es, pero no confundamos la suma de la existencia de todos los hombres con la nuestra en particular, pues nuestra existencia será ínfima en comparación, deberíamos tener claro que nuestra existencia es extremadamente efímera. He conocido personas que se han creído que vivirán eternamente, creen que estarán vivos dentro de quinientos años, puede llegar a ser tan falsa la seguridad en sí misma que siente un ser humano que puede llegar a creer poseer el don de la inmortalidad. Tener una idea clara de lo corta que es nuestra vida respecto a la historia de la humanidad, gastaremos menos tiempo en muchos sentimientos absurdos que veo día a día en las caras de mis conciudadanos y más tiempo en que nuestra corta existencia sea lo más feliz posible. Yo que he vivido los últimos días del segundo milenio y los primeros del tercer milenio, he observado que mis semejantes malgastan demasiado tiempo de su vida en sentimientos desagradables, incluso entre los países más desarrollados se permiten el lujo de emplear su tiempo en un sentimiento tan inútil como raro denominado depresión. El hombre como bien saben ustedes, necesita alimentarse e hidratarse para subsistir, pero aquellos que viviendo en el mismo planeta tienen suficiente alimento, lo comen en exceso o lo tiran a la basura, mientras son testigos impasibles de cómo en los países pobres mueren por la ausencia de estos bienes necesarios para la vida humana. En los países pobres desconocen ese sentimiento que tanto atormenta a los países ricos, la depresión, si lo conocieran tampoco lograrían entender, ¿qué razón puede llevar a encontrarse deprimido a aquel que tiene alimento y bebida suficientes para su sustento? La solidaridad es imprescindible en el tercer milenio, yo he vivido la vergüenza de vivir en un milenio en el que el hombre miraba a otro lado mientras sus semejantes morían de hambre, desearía tener el orgullo de haber vivido en un tercer milenio solidario con los necesitados. Es mi deseo no cansar a los destinatarios de mi carta con demasiadas tareas, sería injusto pretender que sean los del tercer milenio los que hagan todo lo que no hicimos en milenios anteriores, me conformaría con que de todo lo dicho, quedara únicamente un mensaje solidario en ustedes. He empleado cuatro hojas de mi carta en ruegos y sugerencias, ahora voy a hablarles de mis experiencias tan maravillosas tanto vividas en el segundo como en el tercer milenio, la primera de ellas, la vida. Cualquier nacimiento es motivo de gozo y alegría, una nueva vida, muchos de ustedes habrán sido testigos de un nacimiento, un hijo, un sobrino, un nieto, yo no he tenido hijos pero si he vivido la sensación indescriptible de tener en mis manos tres sobrinos recién nacidos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE La otra cara de la moneda es cuando se nos va sea una experiencia maravillosa ni tampoco lo nosotros sabemos como es, personalmente soy momento de reencuentro con las personas que caso, es motivo de alegría y felicidad.

la vida, no puedo decir que contrario, pues ninguno de de la creencia de que es el amaste y marcharon, en tal

No lo es para los que quedan, el dolor se apodera de ellos, pero el tiempo les hace comprender que no ha mucho tardar se reencontraran de nuevo con aquellos que se acaban de ir. El dolor forma parte de la vida, no es agradable, pero sabemos que existe y alguna vez lo llegamos a sentir, no es muy diferente el método de cura de las heridas producidas por una caída o un golpe, de las producidas por la pérdida de un familiar, la primeras es recomendable lavarlas y desinfectarlas, las segundas requieren de fe y esperanza, pero ambas se curan con el tiempo. He experimentado desde que nací y tengo la inmensa suerte de seguir experimentando amor, es tan amplio el ámbito en el que puede sentirse, en la familia, en la naturaleza, en todo lo que nos rodea. Para finalizar esta carta, me permito dar una recomendación a los habitantes del tercer milenio, que traten de vivir cada momento de su vida intensamente, no quiero decir con ello que se viva al límite pues esto sería más bien estresante y probablemente no exento de riesgos, sino saborear todo lo que la vida nos ofrece. Para poder saborear la miel de este rico panal llamado tierra es fundamental vivir hoy, todos los momentos presentes hasta que se agoten, pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor o vivir con la esperanza de un futuro mejor te impide vivir lo único posible, nuestro presente, algo que no es tan largo como para desperdiciarlo en ilusiones. Posdata La carta que he escrito tiene un número enorme de destinatarios, sin embargo se reduce considerablemente el número de personas a quien dirijo esta posdata, a aquellos que vivan a finales del tercer milenio o en el principio del cuarto milenio. Ustedes y yo nos llevamos aproximadamente mil años de diferencia, cuando lean esta carta ya no tendrán oportunidad de consultarme cualquier duda como ocurre con mis lectores de mi época, mi carta, de recibirla usted será unidireccional, no habrá remite posible, al menos en la tierra. Por ello quiero que esta posdata deje un mensaje muy claro y conciso, que no deje lugar a dudas y se comprenda perfectamente mi mensaje, se trata de una invitación, sería todo un detalle que alguno de los que vivan en tan lejana época de la mía, tomara como ejemplo el guión de esta carta. Una carta que vaya dirigida hacia aquellos que habiten en el cuarto milenio.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Usted que ha conocido la sociedad de finales del tercer milenio y tendrá una idea general de los hechos históricos acaecidos en el transcurso del milenio, puede dirigir una carta a los habitantes del cuarto milenio con el fin de mostrarle sus inquietudes y a su vez invitar a quienes vivan a finales del cuarto milenio a escribir una carta dirigida al quinto milenio. ¿Cuál es el objeto de esta cadena de cartas unidireccionales hacia los milenios venideros?, podría asemejarse al final del cierre contable de un ejercicio, ya sea trimestral o anual, se recogen los apuntes de la actividad y se hace un balance de pérdidas y ganancias. Es la experiencia lo que enriquece un pueblo, si tomamos el ejemplo de los maestros artesanos, o los artistas que pasan sus experiencias de padres a hijos, encontramos que el producto final que elaboran dichos artesanos es de una excelente calidad. Otro ejemplo que me gustaría relataros es el de un recién estrenado maestro guitarrero, mi hermano Santi que comenzó hace pocos años a hacer guitarras, la evolución que ha ido experimentando desde la primera guitarra que elaboró hasta la última es vertiginosa. No pretendo ser maestro con esta carta, no soy muy amigo de dar lecciones de la vida, pues confieso que a lo largo de mi corta experiencia de cuarenta años he cometido muchos errores, algunos nefastos, pero de todos ellos he sabido recoger un acierto importante, tratar de aprender de todos y cada uno de ellos con el propósito de mejorar lo presente. Mi objeto no es alardear de conocimientos cuando soy consciente de que no soy docto en materia alguna, y que cada día que se despierta uno tiene la inmensa suerte de poder aprender algo nuevo, tan solo pretendo dejar constancia de mi experiencia con la idea de que pueda ser beneficiosa para alguno de mis lectores. Para terminar esta carta a los habitantes del tercer milenio y posdata a los del cuarto milenio, creo que la mejor manera de hacerlo es con una palabra que siempre me ha gustado y que me produce una sensación de bienestar pronunciarla, es la humildad. Hay un frase propia de mi tierra que dice: «ay, juventud, divino tesoro», yo prefiero sustituir la palabra juventud por humildad, tan paradójico como la vida misma resulta que todo aquel de condición humilde, exento de riquezas, joyas y oro, a pesar de que conoce su existencia no las ansía, pues saber que la verdadera riqueza radica en algo intangible, la felicidad. El cáliz de su parroquia donde toma la comunión los domingos carece de joyas incrustadas, es sencillo, de madera desgastada, del mismo material que manipulaba el artesano carpintero padre de Jesús. No me digan que no les atrae la idea de vivir en una casa de piedra a la luz de la candela con oficio artesano, comiendo pan, queso, jamón y bebiendo vino de pueblo, ¿la vida sencilla acaso se ha tornado en utopía?

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Villa Winter Que el tiempo pasa rápido es algo que ya no nos sorprende, lo sabemos y según nos hacemos mayores nos parece que va pasando cada día con mayor velocidad, algo que tal vez no hayamos notado es que en el transcurso de este tiempo no solo hemos cambiado físicamente sino que también pensamos de un modo diferente. Hubo hace muchos años un hombre que cortejaba a una doncella, esta le dijo que el único modo que tenía de conseguir acceder a sus encantos era yendo cada noche a rondarle bajo la luz de la luna y a la sombra de su balcón durante un año entero. El hombre que ansiaba los encantos de la doncella más que nada en el mundo, pidió ayuda a una aldeana que era famosa por su creación de bellos versos, cada noche componía una canción de amor y a las doce en punto iba a cantarle a su pretendida aquellos bellos versos como muestra de amor y fidelidad. Pasó el tiempo y la doncella estaba cada día más enamorada de su caballero, pensó que tal vez era demasiada la penitencia de un año sin poder estar en sus brazos, pero temía que si accedía demasiado pronto a sus encantos, era muy probable que no tardaría en dejar de escribirle tan bellas canciones de amor, pues su principal objetivo ya se habría cumplido. Por fin llegó la penúltima noche, la doncella ardió en deseos al ver a su caballero, estaba tan solo a una noche de que su hombre la tomara para siempre, ya lo tenía todo pensado, se casaría a mediodía para poder yacer juntos esa noche que recordarían toda su vida. Al día siguiente ocurrió algo inesperado, el caballero no fue a la boda para desposarse con su doncella y tampoco acudió a la cita a la que la tenía acostumbrada todas las noches de aquel año menos esa última, ella sufrió de mal de amores preguntándose hasta el día de su muerte porqué su amado la dejó plantada en el altar. La explicación no era otra que mientras la doncella caía rendida por el hechizo de las palabras de amor de su fiel caballero, éste a su vez se enamoraba cada día más de aquella aldeana que le escribía aquellos versos por encargo, cuyo fin no era otro que el de encandilar cada noche durante un año entero a su pretendida. El caballero no podía faltar a su honor, debía continuar yendo cada noche a cantar aquellos versos a su pretendida, trató incluso de imaginar que se los cantaba a la aldeana, creyó que con el tiempo llegaría a enamorarse de nuevo de su pretendida, esto le llevó a continuar pretendiéndola hasta el día antes de la boda. Ese mismo día, cuando se preparaba para la boda le visitó la aldeana y le confesó que estaba enamorada de él, la montó a lomos de su caballo y la llevó a un lugar donde fueron felices el resto de sus vidas.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Algo parecido le ocurrió a un amigo de mi adolescencia, se enamoró de una chica y estuvo durante un año agasajándola con palabras de amor y regalos, cuando ella al final accedió, la relación duró apenas una semana. Es evidente que el tiempo ejerce su influencia, aunque neguemos una y mil veces que hemos cambiado, es negar la evidencia, no que no logro comprender es el por qué de ese deseo incontrolable de disimular que hemos cambiado, ¿acaso creemos que cambiar es negativo para nosotros? Deberían enseñarnos de niños a prepararnos para que aceptemos nuestro cambio como sinónimo de desarrollo, el desarrollo nunca puede ser malo y para poder desarrollarnos necesitamos aprender para lo cual en numerosas ocasiones necesitaremos ayuda, algo que nos cuesta horrores aceptar, que alguien nos ayude. Un ejemplo de nuestra negación ante el cambio puede darse en nuestra obsesión por quitarnos años o no cumplirlos, eso es negar la realidad y no aceptarla, sería recomendable que comenzáramos desde hoy mismo a aceptar este hecho, al igual que nacemos, crecemos, nos desarrollamos y morimos, eso es algo que hay que aceptar y no necesariamente desde un punto de vista negativo. Hace pocos días encontré un ejemplo de negación en rotundo a que alguien nos pueda prestar su ayuda, íbamos mi mujer y yo en el metro y una chica joven hacía intentos desesperados por encuadernar un libro, lo estaba haciendo mal y estaba claro que de ese modo jamás conseguiría encuadernarlo. Mi mujer me miró y adiviné lo que iba a decirme, acerté, me preguntó que si le ofrecía su ayuda para encuadernarlo porque lo estaba haciendo mal y ella conocía perfectamente cómo encuadernarlo. Adiviné por instinto que era muy probable que la chica se negara a que la ayudaran, yo le advertí a mi mujer que si quería se ofreciera para explicarle como encuadernar el libro, pero que no se extrañara si la chica rechazaba su ayuda. Volví a acertar, cuando mi mujer se levantó y le ofreció su ayuda para encuadernar el libro, ella se negó a que la ayudase, argumentó que ella ya sabía cómo hacerlo solita sin necesidad de que nadie le dijera como tenía que hacerlo. Tendemos a creer que las cosas cambiaran solas, que todo mejorará al día siguiente, en el nuevo año o sino, con un poco de suerte, todo será mejor para el nuevo milenio, corría el año dos mil y comenzaba a sentir en todas las fibras de mi ser rebeldía, había sido durante toda mi vida el polo opuesto a aquella chica que se negaba a que le encuadernaran el libro, yo no sabía decir que no. No se puede ser tan radical que se diga a todo que no, ni tan voluble que siempre se diga que sí, hay que ser libre para elegir lo que se quiera.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Mi pasadas vacaciones con mi amigo don Quijote a Estados Unidos y Canadá no fueron todo lo bueno que hubiera deseado, pues este amigo tenía un problema de convivencia conmigo, en resumen, no me respetaba. Me ofreció irme las vacaciones del año dos mil con él y su hermano a Irlanda, pero me pasaron a velocidad supersónica por mi mente como si viera una película todos los momentos desagradables que pasé las anteriores vacaciones. Con el nuevo milenio estaba a punto de hacer algo histórico, tal vez de niño lo había hecho en alguna ocasión, pero debo confesar que ya había olvidado cómo se hacía, algo tan simple como decir a don Quijote, no. Me decisión estaba tomada con anterioridad de la propuesta de don Quijote, ya sabía que me pediría ir con el de nuevo de vacaciones, había pasado un año entero recordando los malos momentos de las vacaciones anteriores para tener argumentos más que de sobra para decirle que no, así que lo hice, dije que no iba con ellos de vacaciones. Don Quijote, no acostumbrado a mis negativas, se encontraba en ese momento bebiendo una pinta de cerveza y me duchó con ella, debió pasarle de todo por su mente, pero se contuvo y en lugar de decirlo, me dijo, ya sé porqué lo haces. Tenía el don, don Quijote, de dejar caer frases sin ser claro y conciso, ¿pueden creer ustedes que no me dijo y no puedo saber porqué me dijo que sabía lo que me había llevado a tomar la decisión de no ir de vacaciones con ellos? Hablamos muchos días sobre este asunto, dudé, pero también había algo en mi mente que me indicaba que no debía ir con ellos de vacaciones, algo que no puedo explicar, una fuerza mucho mayor que los argumentos de don Quijote para convencerme que me fuera con ellos a Irlanda. Llamó don Quijote a mi casa y mantuvo esta conversación con mi madre, pues yo no estaba, me había ido de vacaciones a Fuerteventura sin avisar a nadie, me sorprendía a mi mismo de recién estrenada capacidad de tomar decisiones por mí mismo. Don Quijote: ¿Está Miguel? Don Quijote: ¿Ah sí?, ¡mírale! Mamá: ¡No sé qué tendrá este chico en las islas! Don Quijote: Algo tendrá que lo prefiere a venirse a Irlanda Llamo a mi madre desde la habitación del hotel en Fuerteventura, le digo que lo primero que voy a hacer es darme un bañito y me dice que aproveche las vacaciones y que lo pase bien, me comenta la conversación que ha tenido con don Quijote y me apoya en mi decisión de irme de vacaciones por mi cuenta, no me extraño de sus palabras, pues sé que es mi madre una de las personas más inteligentes que existe, sabe que estaré mejor solo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Tras agradecerle su apoyo incondicional, me dispongo a disfrutar de unas vacaciones magníficas con un fondo azul marino de libertad, de todos los lugares que visité el que más me sorprendió fue la Villa Winter, la casa del ingeniero alemán al que enamoraron las islas al igual que a mí. Hablar de don Gustavo, como se le llamaba en la isla, es aventurarse a hablar por hablar, nada sé de este señor excepto que le gustaban las islas, tanto que sus restos descansan el Las Palmas de Gran Canaria. Si puedo hablar de lo que sé, obviando leyendas escabrosas fue un gran inversor que colaboró en incentivar el turismo, por tanto se puede decir que hizo una gran labor por los intereses de los isleños y como no, del resto de los españoles. Pero no he venido a hablar de don Gustavo, vine a hablar de mi libro, bromas aparte, lo que me maravilló fue Villa Winter, un lugar mágico que mandó construir don Gustavo en la península de Jandia. Según me iba aproximando a la casa sentí un sudor frío que me advertía que era observado y me acerqué con precaución a admirar la torre, no sé por qué razón fue el primer lugar al que me llevaron las piernas y decidí continuar la visita dejándome llevar. Después vi una gárgola de madera con una forma parecida a una serpiente con la cabeza muy gorda, cada una de las puertas que vi parecían tener un escudo que se repetía, imaginé que sería un símbolo familiar. Cuando accedí a la cocina, parte tan importante en una casa, me llamó la atención de que muchas puertas estuvieran tapiadas, esto añadía más misterio si cabe a mi visita, me preguntaba qué se escondería tras esos muros, ya me hubiera gustado tener una cocina así, menudos guisos me iba a preparar. Vi algo que no me gustó, pasillos muy largos, si algo quitaría de mi casa serían los pasillos y cuando observo las habitaciones a las que conducen observo que son pequeñas y sin ventanas. Me encuentro con trozos de vía y una vagoneta, caminando por los alrededores de la vía observo que hay unas vías que conducen a la montaña, decido dar freno a mi curiosidad, no por falta de ganas, pues me hubiera encantado haber encontrado el destino de aquellas vías, pero quería visitar otras zonas de la isla y darme un baño en la playa de regreso al hotel, decidí marcharme porque el tiempo se me echaba encima. Di por terminada mi visita a esta villa deshabitada, una de las sensaciones que me produce cuando visito lugares sin habitar es la de sentirme observado, tal y como he podido percibir en otros lugares como el sanatorio de Valpurgis o en el cementerio de Comillas. De todos estos lugares mágicos, solo tuve percepción física en el cementerio de Comillas donde una mano invisible me agarró el pie derecho.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Los Borrachos Que los excesos se pagan es algo que estamos acostumbrados a escuchar, pero raro es toparse con alguien que no haya cometido un exceso alguna vez en su vida, es por ello, que es recomendable cuidar la alimentación a diario, un exceso no ha de ser nocivo por necesidad, pero los excesos cotidianos sí lo son. La borrachera tiene mala prensa, pero no podemos negar que alguna que otra vez no hemos cogido una buena castaña, aunque digamos una y mil veces lo contrario, nos hemos divertido mucho aunque olvidamos pronto la diversión al día siguiente, la resaca nos hace jurar en vano que nunca más volveremos a repetir. Tampoco quisiera hacer apología de la borrachera, no soy ajeno al grave problema del alcoholismo, no solo para el que lo padece, sino también para todo aquel que tiene la desgracia de vivirlo cerca. Yo mismo me he negado a convertir el alcohol en un compañeros de viajes, mi vena rebelde me ha alejado de convertir su consumo en cotidiano, he sufrido en mis propias carnes las agresividad del que bebe más de la cuenta, pues entre mis antiguas amistades, alguno parecían la enfermedad del alcoholismo. Digo enfermedad, porque el que piense que no lo es, es un necio, llegó hace no mucho a mis oídos, cómo un médico en una terapia de grupo sacó dos gusanos que escondía en sus manos, uno lo metió en un vaso de agua y salió rápidamente a la superficie, el otro perdió su vida en el mismo instante que entró en contacto con el alcohol. Cuando el médico pidió opinión sobre lo ocurrido, uno de los presentes aseguró que mientras tomaran alcohol se mantendrían sanos porque ningún gusano podría habitar en sus cuerpos alcoholizados. Es otro ejemplo más de que solemos ponernos con frecuencia una venda en la cabeza y ver solo aquello que queremos ver, ayer mismo un señor mayor me empujó bruscamente para entrar antes que yo en el autobús, ya conocía a ese tipo, no era ésta la primera vez lo hacía y cuando subí le recriminé su actitud. Me dijo en primer lugar que él era un señor mayor y por eso se colaba siempre, luego me dijo que le dejara en paz que le dolía la cabeza, yo le dije el hecho de ser mayor no le eximía de comportarse civilizadamente, que debería ser más educado y respetuoso con los demás. Si bien es cierto que algunos jóvenes olvidan la educación y el respeto hacia todos, en especial hacia los mayores que necesitan sentarse y nadie se levanta para cederles el asiento. Tampoco debemos reírnos de nuestros mayores, en un programa televisivo se rieron de una anciana provocando que confundiera sobrio con ebrio.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Era uno de estos programas en los que su principal diversión es reírse de los ciudadanos que van por la calle, que somos los mismos que luego vemos el programa en casa, vamos que estamos viendo un programa en el que se ríen de nosotros. Eligieron bien la víctima para reírse de ella, una mujer anciana, le preguntaron que si alguna vez en su vida había estado sobria, la mujer dijo que no, que nunca, si acaso una vez de joven en alguna comunión. Que graciosos, yo es que me parto de la risa, reírse de una pobre mujer aún a sabiendas que seguramente tenga numerosas mermas físicas y psíquicas debidas a la edad, pero claro, no olvidemos que los que organizan el programa deben ser muy inteligentes, con el don de la eterna juventud y por tanto, inmortales. Pero para todo hay remedio, bueno, para casi todo, porque los que se ríen de sus mayores tal vez no tengan remedio alguno, pero para el resto si hay alimentos que por sus propiedades pueden ser efectivos contra determinadas enfermedades o pueden llegar a prevenirlas. Como decía antes, para la estupidez de quien se cree más listo que nadie y se ríe de los ancianos, al menos yo, no conozco remedio alguno, pero sí voy a citarles algunos de los remedios que he ido anotando, precisamente de los ancianos, esos de los que algunos parecen gozar riéndose. La patata es muy recomendable su sufre de acidez de estómago, pero claro, no vayan a prepararse unas patatas fritas mojadas con salsa picante, tal vez en ese caso, el ardor de estómago se multiplique por diez. Aunque si he de decir a favor de las patatas bravas que están deliciosas, pero si lo que quieren es un remedio para el ardor de estómago, prepare un zumo de patata, sé que es extraño y su sabor ni les cuento, pero es eficaz. Una vez que fui a la sierra de Guadarrama me tocó de compañera de viaje una anciana muy agradable, nada que ver con el anciano que me empujó el otro día, comienzo a sospechar que la educación no entiende de edades, me dio la siguiente lista de remedios que quiero compartir con ustedes: Anciana: Tome bolígrafo y anote usted joven Miguel: Al fin encontré el dichoso bolígrafo, dígame usted Anciana: - Para la depresión, tome un plátano en el desayuno - Para las migrañas, tome cáscara de naranja - Para la caspa, úntese tomate en el cuero cabelludo - Para la tensión, tómese dos dientes de ajo al desayunar Agradecí mucho a aquella anciana su lista de remedios, no por el hecho de que su efectividad que no dudo, sino por el cariño con el que me transmitió su saber, me resultó curioso que me aconsejara lo de la caspa cuando a la vista está que no la tengo al ser calvo, también me sorprendió el remedio de los ajos para la tensión, yo creía que se utilizaba solo para repeler vampiros.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Llegué a Guadarrama y esta vez no encontré la tan relajante tranquilidad de la que podía disfrutar en otras ocasiones porque no tardó en llamar a la puerta de mi casa mi amigo don Quijote. Solía ocurrir en la sierra que en un principio estaban dos en una casa y a las cinco horas había un buen grupo de gente, muchos de los que les gusta los excesos, bien sea comiendo o bebiendo. Menos mal que apareció mi hermano Javi, además de hermano, amigo, pero no como lo era don Quijote, mi hermano Javi siempre ha sido un amigo de verdad y se unió a la fiesta que había comenzado horas antes, cuando llegué a mi casa en busca algo de paz y tranquilidad. Cuando el estado embriaguez de muchos de los presente era considerable, mi amigo don Quijote preguntó que de quién era el cuadro que estaba situado encima de la chimenea, justo enfrente de nosotros. Entonces mi hermano Javi puso la guinda a la fiesta, algo que caracteriza a mi hermano Javi es que tiene una imaginación muy desarrollada, es muy inteligente y suele tener respuesta para todo, aunque no sea siempre acertada y posee un peculiar sentido del humor, le respondió: Javi: ¿Cómo dices? Don Quijote: Chie digou ¿Chie Chie chuadruou eh eche? Deben excusar ustedes a mi amigo don Quijote, pero es que era uno de los que llevaba una buena borrachera y como dice mi mujer, ya hablaba con sopas, pero no se preocupen, yo les traduzco, para eso estamos. Don Quijote: (Si fuera sobrio) Te digo que, ¿qué cuadro es ese? Javi: ¿Qué cuadro? Don Quijote: (señalando al suelo) ¡Eche!, ¡eche! Don Quijote: (Si fuera sobrio señalaría al frente) ¡Ese de ahí! Javi: ¡Ah!, ¿te refieres a ese que tenemos enfrente? Don Quijote: Chi Entonces mi hermano debía estar pensando la respuesta más adecuada para darle a nuestro amigo, efectivamente enfrente de nosotros había un cuadro, aunque, a causa de su borrachera, don Quijote no consiguiera levantar el dedo del suelo para señalarlo, se trataba del cuadro de los borrachos de Velázquez. Don Quijote se impacientaba por la tardanza de mi hermano en responder y realmente a todos sentíamos curiosidad, entonces vino el desenlace: Don Quijote: Chie digou ¿Chie Chie chuadruou eh eche? Javi: Todos:

¿Qué cuadro, estás borracho?, ¡Eso es un espejo! «Reímos»

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

13. Desamor Gracias A La Vida Dar gracias a la vida por estar presentes y poder expresar los sentimientos es algo a lo que no estamos acostumbrados, menos aún cuando hemos sufrido mal de amores, precisamente es el momento más adecuado para decir esto: «Gracias por tu fiel amistad Gracias por tu bello corazón Que me entregaste desde el primer día Y con deleite tomé en adopción Gracias, mi gran amiga, Desde lo más hondo de mi corazón» Estas palabras no van dirigidas ni mucho menos a quien nos ha infringido nuestro mal de amores, sino a la vida misma, que nos ofrece cada día tanto que no podemos apreciar ni una ínfima porción. Era allá por el año dos mil uno cuando caí perdidamente enamorado, convertí a aquella mujer en el centro de mi universo, un error que pagué caro, me costó tiempo recuperar mi cordura, si es que llegué a recuperar en su totalidad, pues soy de la opinión de que siempre nos dejamos algo por el camino, pero no todo fueron penas y dolor, disfruté de aquel amor efímero al menos cuatro meses, en los cuales de mi boca salían frases como: «Cuando de mañana marchas al trabajo, te extraño Cuando al caer la noche duermes en silencio, te extraño Allá donde miro y no veo tu cara, te extraño Solo en el silencio de mi alma es donde tu llegada aguardo» Los excesos se pagan, bien lo sé, entregar la totalidad de tu amor puede llegar a ser nocivo para la salud, tal vez debieran advertir de ello en los paquetes de tabaco. Todo comenzó un caluroso mes de Agosto en Madrid, regresé a casa en un metro enorme del que éramos privilegiados usuarios tan solo unos pocos, aquellos que habíamos decidido tomar las vacaciones otro mes, concretamente había estado en Fuerteventura quince días del mes de Junio. No tenía ningún problema en tomar las vacaciones en meses inusuales ya que al no tener pareja y tener en mente ese dicho de, más vale solo que mal acompañado, no me veía en la obligación de tener que ajustar mis vacaciones a las de nadie, tenía total libertad de irme de vacaciones en cualquier mes del año. Al haber disfrutado ya de mis vacaciones, mi aspecto era inmejorable, estaba muy moreno y aún me costaba arrancarme el atuendo propio de las vacaciones, es decir, iba en chanclas y con ropa fresca y muy cómoda.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Al llegar a mi casa, aunque prácticamente casi nunca utilizaba por aquel entonces el ordenador en mi casa porque solía llegar a casa bastante saturado de la dichosa máquina al ser mi oficio el de informático, aquella tarde sentí una necesidad inexplicable de navegar por internet. Había oído hablar de los chats y sentí cierta curiosidad, entré en un canal de Madrid y allí estaba, de nick Barbie_32, ¿qué mejor compañera podría encontrar MiguelAngel_32? Tuvo tanto éxito nuestro encuentro fortuito que tuvimos nuestra primera cita, como no, a ciegas, el día siguiente en el comienzo de la calle Atocha, estaba muy nervioso antes de la cita y le pregunté a mi hermano si mi vestimenta tan veraniega sería adecuada, a lo que me respondió que sí. Así pues me presenté a la cita en chanclas, eso sí, muy bien afeitado y muy limpio, ella me dijo que llevaría un pañuelo rojo, todo un clásico en las citas a ciegas, lo raro es que acertara de persona a la primera. Miguel: Soledad: Miguel:

¿Eres Soledad? Bueno sí, aunque me suelen llamar Marisol (muy nervioso) ¡Ah vale!, ¡Soledad!

Me llevó a un hawaiano que conocía ella, al ser vecina del mismo barrio donde quedamos, lo conocía mejor que yo, eso que yo frecuentaba los fines de semana muchos karaokes y pubs de la zona. Pedimos un cóctel isleño que emanaba un humo muy espeso y comenzamos a hablar, a juzgar por las caras que ponía parecía que le había gustado, ella a mí también, cuando esto ocurre todo va sobre ruedas, no hay que hacer apenas ningún esfuerzo para ligar, tan solo hay que dejarse llevar. Le debí repetir unas cuantas veces lo bella que me parecía, porque finalmente me dijo que ella no se consideraba guapa, sino más bien resultona, entonces yo le dije que igual que yo, que no me consideraba guapo sino más bien atractivo. Curiosamente le dije lo mismo a mi mujer cuando la conocí, la reacción en ambas fue la misma, se desternillaron de la risa, aunque el resultado de las dos relaciones fue muy distinto, el de Soledad un desastre, el de mi mujer Marga, fue tan maravilloso que hace que recuerde aquellos días en que conocí a Soledad anteriores al fatal desenlace, como divertidos. Pareció llamar la atención de Soledad que yo no tuviera coche, yo le conté que sí había tenido ya varios coches, pero que me resultaba tan caro el mantenimiento que terminé pro deshacerme del último, pero pensé que sería buen idea alquilar un coche para llevarla de paseo y llevarla luego a casa. Me pidió Soledad que le llevara a conocer el Pardo, estuvimos tomando algo en una terraza pasando una tarde muy agradable hablando de nuestras cosas, conociéndonos mejor, me hablaba con mucho orgullo de su trabajo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Yo le hablaba con menos orgullo del mío, aunque realmente no me podía quejar, estaba viviendo uno de los mejores momentos a nivel profesional, mi trabajo estaba muy bien pagado y no requería un sobreesfuerzo adicional. Noté como poco a poco su mirada me sugería que pasáramos a la acción de una vez, es decir, que se encontraba muy a gusto conmigo pero que sus hormonas femeninas querían saber más, algo que mis hormonas masculinas entendieron a la perfección. La pasión estaba encendida, casi todo era perfecto, sin embargo trataba de resolver un dilema, ¿dónde podríamos desatar esa pasión tan abrasadora si yo aún vivía con mis padres y ella con los suyos? Sabía a ciencia cierta que mis padres no eran tan liberales como para considerar la posibilidad de tener un vis-a-vis (del francés vis-á-vis que significa cara a cara, encuentro privado de un preso con una persona sin vigilancia), en sentido figurado claro está, pues ninguno éramos presos, aunque si estábamos presos de la pasión. Pero en casos de enamoramiento perdido, no hay que pensar mucho, porque la misma pasión es la que te guía por los caminos más insospechados, de este modo caminamos despacio hacia el coche, nos dábamos pequeños besos pero al entrar en el coche la pasión hizo que nos comiéramos literalmente. Tras un largo rato de pasión desenfrenada, pusimos en marcha el motor (el del coche, el pasional estaba a todo gas) y conduje todo lo que pude, hasta que no pudimos esperar más y nos echamos a la cuneta a liberar nuestra pasión. No habían pasado ni dos minutos cuando oigo una sirena y cuando me incorporo veo un coche de la guardia civil y una pareja que se sale del mismo y se dirige caminando lentamente hacia nuestro coche, tal vez con la intención de que nos diera tiempo a ponernos presentables. Hubo suerte, pues se dirigió hacia mí una mujer de la benemérita (uno de los cuerpos de seguridad de mi país) que parecía ser bastante comprensiva, me pidió el permiso de conducir y se lo extiendo al instante. Miro a Soledad y ha puesto una cara de pánico que me hace creer que la mujer hubiera sacado una pistola apuntándome, pero afortunadamente no fue eso lo que horrorizaba a Soledad, sino que fue que en lugar de entregar el permiso de conducir a la buena mujer de la benemérita, le había entregado sus bragas que había recogido del suelo, este gesto que cualquiera podría pensar que fue provocado, no fue así, confieso ser un tremendo despistado. Este gesto, que juro y perjuro fue totalmente involuntario, fruto de la confusión del momento en que mi pasión desenfrenada había sido sesgada de cuajo, provocó cierto malestar en la mujer de la benemérita, con toda la razón del mundo y seguidamente me pidió amablemente que saliera lentamente del vehículo y pusiera las manos en alto.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Salir del vehículo no me resultó nada difícil, puesto que no había bebido ni gota de alcohol ya que en aquella etapa de mi vida era abstemio, pero al poner las manos en alto (cosa que hice sin mayor dificultad), mis pantalones se cayeron al suelo dejando al aire mis calzoncillos negros (gracias al cielo que no tuve tiempo de quitármelos y que al ser negros disimulaban el considerable volumen de mi motor pasional cuando está a pleno rendimiento). Afortunadamente este gesto arrancó una tremenda risa de cada uno de los agentes, circunstancia que aprovechó Soledad para hacer lo propio, mientras yo permanecía rojo como un tomate y para tratar de arreglar en algo la situación tan embarazosa en la que me encontraba le dije al agente, ¡es que se me había caído el cinturón y estábamos buscándolo. No sé si debido a que ya se habían reído bastante o tal vez por haber recibido otro aviso más urgente por radio, el caso es que se marcharon rápidamente no sin antes advertirme que nos marcháramos de allí porque estaba terminantemente prohibido estacionar en el arcén, que fuéramos a estacionar otro lugar a buscar el cinturón que decía haber perdido. Les agradecí la atención y, aunque no se lo dije directamente, también agradecí el hecho de que no me multaran debido a la infracción cometida, que de haberse ceñido estrictamente a la ley, preveo hubiera sido de un importe considerable. Esta hazaña fue muy comentada en muchas ocasiones de nuestra corta y efímera relación de cuatro meses, que estando ahora en un estado de paz y tranquilidad alto, recuerdo como muy gratos, aunque no puedo evitar que dentro de aquellos días, se produjera algún que otro suceso desagradable. Por aquel entonces en ocasiones me veía con mi amigo Rocinante, puesto que don Quijote huía despavorido al olor de una dama, siendo así, me llamó Rocinante y pensé que sería buen idea presentarle a mi recién estrenada novia Soledad. Rocinante se llevó a un amigo suyo y Soledad a unas compañeras de trabajo, situación ideal para que pudiera surgir la pasión entre algunos de los miembros de la reunión, y así fue, pero entre miembros equivocados. El amigo que se llevó Rocinante se obsesionó con mi novia Soledad, pero lo peor fue que ella parecía disfrutar con aquella situación, hubo un momento en que yo dejé de existir para aquella a quien había entregado mi corazón en bandeja y aunque la sinrazón me hacía estar muy aturdido y confuso, pude reflexionar, ¿hubiera reaccionado yo como lo hizo Soledad ante semejante situación?, me respondió a mi cabeza un rotundo y sonoro, no. Ese hubiera sido el momento idóneo para haber abandonado aquella relación que supe de inmediato tenía menos futuro que una gota de agua en el desierto del Sahara, pero aún así, la pasión era demasiado fuerte y quise cerrar aquella herida con fuego y la cerré, pero sin limpiarla bien, fue este el comienzo del declive de la relación, a tan solo una semana de comenzar.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Veía incluso caras de decepción en las compañeras de Soledad, ellas habían visto con sus propios ojos la traición, una de ellas incluso me dijo en un descuido de Soledad, sal de esta antes de que sea demasiado tarde. No quise hacer caso de aquella noble compañera de Soledad, que aún siendo su compañera quiso ponerse del lado del agraviado, también tuvo tiempo más tarde unas palabras con el amigo de Rocinante, me dijo, reconozco mi culpa, pero ella no fue menos culpable que yo, incluso diría que más culpable aún. Yo que soy poco amigo de las culpas, me confundí y continué aquella farsa de relación con Soledad, llegó el mes de Septiembre y me invitó Soledad a ir con sus hermanas a un pueblo de Castellón, acepté, como no podía ser de otro modo. Marchó ella primero con sus hermanas y el marido de una de ellas, yo iría días más tarde, llegué con un poco de dolor de cabeza y antes de encontrarme con ellos, me dirigí a una farmacia para comprar paracetamol. Delante de mí había un señor mayor, de unos ochenta años de edad, se notaba por su tono de voz que era algo cascarrabias y cuando le tocó su turno pidió al farmacéutico unas pastillas del doctor Andrés. Pedir en España unas pastillas del doctor Andrés es como pedir en Perú un «Pisco Ducha» en lugar de un Pisco Shower, de toda la vida se han llamado a este medicamento las pastillas del doctor Andreu, ¿qué pensaría el humorista catalán Buenafuente si todo el mundo le empezara a llamar Andrés? Una de las riquezas de mi país es la de la diversidad lingüística, hay que preservar la riqueza cultural so pena de acabar quemando los libros que no nos gusten como se deleitaban quemándolos el licenciado y el barbero en el Quijote. ¡Que nunca jamás se oiga el grito más bárbaro de los que se haya oído en la historia de mi país, procedente de la profunda garganta de Millán-Astray! diciendo: «Muera la intelectualidad traidora, Viva la Muerte», y yo me pregunto, ¿cómo diablos puede vivir la muerte? Pero quisiera dar un tirón de orejas a esos otros, que conociendo el idioma castellano, se niegan a hablarlo para dar una información a un forastero, sin meterme en la idea de la independencia, de la que soy partidario siempre que el pueblo así lo desee, ¿os creéis acaso menos burros que Millán-Astray aquellos que convocáis oposiciones en catalán negando así el derecho a acceder a la administración a quienes no conocen el catalán? Finalmente me reuní con Soledad y familia, los recuerdos de aquellos días son vagos, recuerdo ver el modo efusivo en que vino a recibirme Soledad, no parecía ser la misma que días antes me había traicionado con el amigo de Rocinante, era como si hubiera olvidado que días antes me había clavado un puñal a traición, pero dejé esos pensamientos estar en eso, solo pensamientos y decidí pasar esa semana de vacaciones lo mejor posible.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Estando en Castellón, tierra en la que se habla la lengua valenciana, tuve oportunidad de cantar en un karaoke a uno de mis cantautores preferidos, cantautor que aunque canta muchas canciones en castellano, su lengua natal es diferente al castellano y al valenciano, aunque más parecido a esta última, el catalán, hablo de Joan Manuel Serrat. Quiero expresar a Joan Manuel la admiración que siempre me ha producido, que con apenas seis años escuchaba sus canciones y luego me retiraba a mi habitación a tocarlas con mi guitarra. Cómo pudiera explicar a Joan Manuel que nací en el interior pero creí haber pasado mi infancia jugando en una playa del mediterráneo sintiendo haber nacido allí, realmente pude jugar en sus playas, pero años después de haberlo hecho en mi imaginación. Quisiera decirle a Joan Manuel que aunque tan solo tenía ocho años, sentí correr la sangre rebelde por mis venas diciendo con una mirada a la madre de Maite, mi amor de niñez, que yo fui ese por quien soñó su hija, ese ladrón que os desvalijaba de su amor era yo, Miguel, quien demostró una madurez sin par para su corta edad guardando un secreto por amor. Ahora cantaba yo una de mis preferidas en una pueblo costero de Castellón, la canción era Penélope, se la dediqué a esa ladrona que me desvalijó, que me dejó seco como la mojama, a Soledad, ante un público que sabía que amaba a Serrat era una enorme responsabilidad. No tuve en esta ocasión problemas de sonido, tal y como me había ocurrido la primera vez que me vi en público siendo un niño, pero de la que a pesar de la mala fortuna salí airoso sacando todo el aire que pude de mis pequeños pulmones. Pero si caí en la cuenta de un terrible olvido por mi parte cuando apareció la primera estrofa en la pantalla del televisor del karaoke, había olvidado ponerme las gafas y no veía ni torta. He de agradecer a Joan Manuel, que a pesar de los años pasados desde que cantaba esas canciones de niñez rebelde, no había olvidado la letra de la canción, al menos recordaba lo más importante como para defender la canción con dignidad. Y así fue, como sin haber sido capaz de leer una sola palabra del karaoke, terminé de cantar Penélope y el estimado público me obsequió con calurosos aplausos, vi los ojos de Soledad brillar de la emoción, yo, su chico había cantado una canción de Serrat para ella, en ese preciso instante hubiera jurado que Soledad fue feliz. Las vacaciones pasaron con anécdotas divertidas como la caída de la silla del marido de una hermana de Soledad columpiándose mientras jugábamos a las cartas, recuerdo una anécdota de la que prefiero no entrar en detalles en al que nos pilló una hermana de Soledad en una situación aún más embarazosa que la acaecida con la benemérita.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Huso De Guadarrama Cuando se ama de verdad, se defiende a la persona amada a capa y espada, de tal modo defendió don Quijote, no me refiero en esta ocasión a mi amigo don Quijote, sino al auténtico, a aquel que anduvo por tierras manchegas salido de la pluma de Cervantes. Hecha la debida aclaración para evitar confusiones, fue don Quijote quien defendió a su amada Dulcinea ante los insultos a los que gratuitamente sometió, sin tan siquiera conocerla, un infame villano, se atrevió a insinuar de ella que quizá fuera tuerta o corcovada a lo que don Quijote replicó: Don Quijote:

!No es tuerta ni corcovada, sino más Derecha que un huso de Guadarrama!

Cualquier lector del Quijote puede quedar algo confuso tras leer esta frase, ¿qué demonios podrá querer referirse don Quijote al decir que su Dulcinea era más recta que un huso de Guadarrama?, yo lo sé por casualidad y enseguida recordé su significado y asocié ideas al leer esta frase del Quijote. Como ya sabrá usted bien, lector fiel de mi biografía, yo pasé momentos inolvidables de mi tierna infancia en Guadarrama, pueblo situado a cincuenta kilómetros de Madrid donde se puede respirar uno de los aires más limpios del mundo, el aire de la sierra de Guadarrama. Siendo niño caminaba por un lugar cercano a Guadarrama llamado La Jarosa, pregunté a un anciano del pueblo por el lugar donde se encontraban unas cascadas naturales de las que me habían hablado, el anciano me dijo que tras aquellos husos. No le entendí y le pregunté qué eran unos husos, el me dijo que eran aquellos árboles que tenía de frente, aquellos árboles eran pinos y así descubrí que los paisanos de Guadarrama llamaban husos a los pinos. No se puede decir que las aguas de su río Guadarrama sean cristalinas, al menos a su paso por el pueblo, pero sí se puede decir que en sus alrededores, al menos aún se conservan unos pinares cuyos pinos se caracterizan por ser altos y esbeltos, a los que como ya saben, los lugareños llamaban husos. Seguramente don Quijote quiso ensalzar la rectitud de su amada, tanto en el aspecto físico como en el mental, por ello la comparó con un huso de Guadarrama, por ser tan recta y esbelta como los pinos que allí crecen. Si me hubieran preguntado ustedes en aquel año dos mil uno por Soledad, les hubiera dicho que mi amada era más recta y esbelta que un huso de Guadarrama, estaba convencido de ello, aunque en el fondo de mi ser una voz me decía que me estaba engañando a mí mismo y mi circunstancia de enamorado me hacía ver lo que quería ver y no ver lo que no quería ver. Tras el desagradable suceso ocurrido con Soledad y el amigo de mi amigo Rocinante, ocurrió algo insólito, Soledad resultó ser una celosa empedernida.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE A lo largo de mi vida he tratado de seguir unas pautas generales de conducta, una de ellas fue la de no infringir a nadie daño alguno de forma consciente y menos aún a sabiendas que si alguien me hiciera lo mismo, me haría mucho daño. Es por ello que jamás jugaría a ese vil juego que Soledad jugó conmigo cuando nos encontramos con Rocinante y su amigo, el de provocar adrede celos por el placer de hacer sufrir a alguien, entre otras cosas, porque eso jamás me produciría placer alguno. Soledad dio muestras más que evidentes de haber jugado conmigo al jueguecito de «yo provoco que te pongas celoso por medio de un gancho» y «yo disfruto mientras tú pasas el mal trago de creer que me voy a ir con otro», lo que no podía llegar a imaginar es que sin querer diera la vuelta a la tortilla, es decir, que sin quererlo ni buscarlo, Soledad demostró ser la mujer más celosa que jamás haya conocido. Pero quizá ahora les asalte la duda, si Soledad sentía celos de mí, es que algo me querría, yo no lo creo, porque todo lo que me hizo durante los meses que mantuve la relación con ella nadie jamás se lo haría a quien ama realmente. Se puede sentir celos de una persona pero no quererla, tal vez solamente se sienta una atracción física y esto provoque un deseo incontrolable de ser la única persona que pueda hablar, bromear o tocar contigo, pero eso no es amor, sino que creo que más bien se acerca al instinto animal. Yo soy más partidario de esta teoría, Soledad sintió celos de mí, de eso doy fe, pero también sé a ciencia cierta que ella jamás me amó, aunque tal vez ni siquiera ella lo sabía, confundía amor con sexo, no es lo mismo. Todo ocurrió en un karaoke que conocía por haber ido allí los fines de semana de los últimos diez años, el karaoke «Mari Toñi», un lugar donde siempre íbamos a cantar y así desahogarnos tras una dura semana de trabajo, donde me había hecho buen amigo de su camarera Ana. A Ana la conocí del mismo modo que he hecho grandes amistades, peleando, fue el día en que ella se incorporaba por primera vez a su trabajo de camarera del karaoke cuando ambos nos profesamos odio mutuo. Ella me odió por ser tan intransigente con el hecho de que no pude cantar ni una sola canción, al ser su primer día y juntarse con muchos clientes, se agobió la pobre y casi me quedo sin cantar, yo la odié por no ponerme una sola canción para cantar, he de reconocer que en esta ocasión obré mal. Enfadado me salí del karaoke a la puerta con mi copa y tomé un poco el aire mientras contemplaba la gente pasar, pasó un señor cuya cara me resultó familiar y le miré fijamente, tal vez tratando de averiguar quién era. Al ver que le miraba, el señor, que iba solo, me miró y me ofreció invitarme a otra copa, pues la mía con el estrés que tenía estaba casi vacía, acepté la invitación y entramos dentro del karaoke y entablamos conversación.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Era un hombre culto, no parecía madrileño porque tenía un acento distinto, tal vez catalán, de repente comenzó a recitar poesía sobre los temas que hablábamos, entonces deduje que era tal vez un escritor. Le llevé junto a mi amigo Rocinante, compañero con el que más frecuencia iba a los karaokes, como Rocinante no se quedaba cojo en el arte de hablar, hicieron buenas migas y aproveché para disculparme ante Ana por mi actitud intransigente. Qué maravilloso invento el pedir disculpas, conocí de repente a una mujer maravillosa, llena de sentimientos, me dijo estar estudiando en la escuela de actores y me dijo que si yo también era actor, le pregunté que por qué pensó tal cosa, me dijo que porque iba acompañada de un actor muy famoso. Repentinamente reconocí a ese nuevo amigo que me había invitado a una copa, qué noche más increíble, no tanto porque un famoso actor me invitara a una copa y luego me quitara de en medio a mi amigo Rocinante llevándosele de paseo, sino que además conocí a la mujer de mis sueños. Ana era la perfección personificada, en cuanto notó mi sensibilización por ella me informó de que tenía novio, agradecí esta información porque así no tenía que luchar más, aunque sí le pedí que me pusiera a la lista de espera. Llegó la noche en que llevé a Soledad al karaoke «Mari Toñi», su bella sonrisa se tornó en cara de odio cuando al verme Ana me dio dos besos y un calurosísimo abrazo, realmente nos habíamos hecho muy buenos amigos. Al instante que noté que a Soledad le molestó mi encuentro con Ana, me comedí en las muestras de cariño con Ana, comprendí en un principio que se sintiera molesta y le dije a Ana que nos íbamos a sentar, de este modo ella se sentiría menos incómoda, Ana me comprendió a la primera, ella también había notado la cara de enfado que se le había puesto a Soledad. El resto de la velada fue normal, incluso conocimos a un grupo de amigos que trató de intimar con nosotros, pero la cara de Soledad cada vez era más desagradable, así es que decidí dar fin con su sufrimiento y me despedí de Ana y fuimos a otro sitio, ella me dijo con la mirada, no importa, entiendo que te vayas, suerte. Al salir Soledad no me hablaba, le pregunté que por qué se había enfadado y me dijo que ella también conocía a camareros, que otro día me llevaba a conocerlos a ver lo qué me parecía. Entonces me vino a la memoria el instante en que ella reía, bromeaba y se apartaba lentamente del resto del grupo junto al amigo de mi amigo Rocinante, ella me miraba y se reía cada vez más mientras yo estaba visiblemente afectado, sin embargo yo hice todo lo contrario cuando Soledad se sintió celosa con Ana, dejé de hablar con Ana y finalmente nos fuimos. Este detalle me hizo reflexionar, no es que pretendiera que Soledad fuera un calco a mí, pero si me di cuenta que su escala de valores era distinta a la mía.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Seguramente que dos personas con escalas de valores, educación o nivel adquisitivo totalmente distintos podrían llegar a triunfar como pareja siempre que basen su relación en dos aspectos básicos, el amor y respeto mutuos. Díganme ustedes que hay en el mundo alguna pareja que jamás discute y en la que nunca hayan tenido roces con los miembros de las dos familias, no les creeré, no discutir alguna vez en la vida en imposible, el éxito no está en tratar de evitar las discusiones, sino en ponerse de acuerdo para resolver las diferencias. Hace pocos días escuché una entrevista a Juan Luis Guerra, le preguntaron por su éxito con su pareja con la cual lleva junto muchos años, el dijo que en que no pasara una sola noche sin que hablaran de sus enfados y trataran de resolver sus problemas, negarse a hablar es el peor enemigo de una pareja. Pregúntenme ahora por la causa de mis fracasos amorosos, es precisamente la última que he señalado, la falta de comunicación, si un miembro de la pareja se niega rotundamente a hablar, es ese miembro el que está rompiendo la pareja, está dentro de lo posible que quien no quiere resolver los problemas es porque no aprecia lo suficiente su relación de pareja. Si tras negarse a resolver los problemas, tu pareja te dice esa frase hecha que personalmente tanto odio, «vamos a darnos un tiempo», hay amigo lector, date por vencido, la relación ya ha quebrado, no existe, cero, finito, murió. Como bien dijo el maestro Juan Luis Guerra, el diálogo es la base por la cual se sustenta una relación enriquecida con condimentos como son el amor, respeto, paciencia, pasión, etc. Que tu pareja sea más recta que un huso de Guadarrama es un punto muy importante a tu favor en tu relación, la rectitud en las personas es una cualidad que tal vez esté ya en desuso, no está de moda, ahora lo que se lleva es tomar prestado sin permiso, es decir, robar, pero la palabra honradez cada día suena peor, incluso en ocasiones nos llega a sonar a lengua extranjera. A las personas honradas en numerosas ocasiones se les da de lado, no interesa tener alguien honrado en un puesto de responsabilidad en una empresa, sin embargo siempre viene bien tener a alguien sin escrúpulos. Ahora reflexiono sobre si realmente existe una sola empresa en el mundo en la que se base su política en la honradez, en la rectitud de sus empleados, que feo suena esto en el mundo empresarial, lo que se lleva son palabras políticamente correctas, como competitividad, que bien suena dicha de esta manera, cuando en realidad estamos queriendo decir «poner la zancadilla». Ciudadanos de tercer, cuarto, quinto milenio y venideros, yo tuve el inmenso honor de conocer la honradez personificada y el inmenso privilegio de que esa persona fuera mi padre, hombre recto, al igual que mi madre, un éxito de pareja rotundo, un ejemplo digno a seguir, ¿qué ningún libro habló de esa gran pareja del siglo XX, don Santiago y doña Carmen?, sí, mi libro.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Amor Verdadero Qué fácil me resulta escribir sobre amor verdadero habiendo nombrado hace unos instantes al ejemplo más claro que yo he conocido, el de mis padres, retrocedo en mi memoria, les veo y estoy viendo en imágenes, sin palabras, eso que tantos buscan y es tan difícil de hallar, el amor verdadero. Pero se puede llegar a tener una percepción equivocada de lo que es amor verdadero, de hecho, es lo que me ocurrió a mí con Soledad, se podría decir que el mundo en que vivimos se divide en dos, uno el que es realmente y otro el que percibimos o creemos ver, muchas veces tan distinto al real. Las circunstancias en que vivimos nos pueden hacer percibir lo que nos rodea de un modo distinto, un ejemplo de esto que me quedó grabado me lo dio un profesor de filosofía, allá en mis tiempos de instituto, concretamente en la época transcurrida en el capítulo 18 de la primera parte de mi biografía, Zori 1ª Parte. Nos contó aquel sabio maestro que siendo niño tuvo un amigo ciego y le preguntó cómo era el color rojo, él enseguida le respondió, es un color muy estridente, muy chillón, su amiguito ciego tras un rato de reflexión le dijo: ¡Ah, ya sé como es, el color rojo es como una trompeta!, ¿verdad?. La percepción que tenía mi maestro cuando era niño del color rojo era visual, cuando le dijo a su amigo ciego que el rojo era un color chillón no se refería al sonido, pero él tenía otra percepción, la sonora, por ello lo llevó a su terreno imaginándose que el color rojo sonaría como una trompeta. ¿Cuál de los dos amigos dio una respuesta más acertada?, en realidad las dos respuestas son ciertas, porque el color rojo es chillón, pero no chillón porque tenga sonido, sino porque la percepción visual que produce el rojo se asemeja a la percepción sonora que nos produce una trompeta, para entendernos, con ambas reaccionamos poniendo cara achinada, al igual que cuando nos comemos un limón. Con este ejemplo puedo explicar mejor mi vivencia con Soledad, deseaba encontrar en ella el amor verdadero al igual que el niño ciego buscaba una explicación a la duda de cómo sería el color rojo. Soledad me regaló los oídos con palabras de amor, decía que éramos almas gemelas, me juró que yo era el amor de su vida, que no había encontrado a nadie como yo y que jamás me dejaría escapar, toda esta explicación junto con mi enamoramiento, fue más que suficiente para creer en sus palabras y llegar a enamorarme, me satisfizo la respuesta al igual que al niño ciego le gustó la respuesta de que el color rojo es chillón. Efectivamente existe el amor verdadero, pero no fue aquel que me mostró Soledad, que me abandonó meses después por otro chico que le gustaba más que yo, me calló como un jarro de agua fría pues yo había creído en sus palabras de amor, ahora sí sé lo que es amor verdadero, es el que me demuestra mi mujer día a día, no con palabras, sino con hechos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Tuve una percepción equivocada del amor verdadero, tal vez caí en la trampa de buscarlo en quien solo apreciaba lo superficial, yo sin embargo siempre fui más persona de sentimientos, más romántico, afortunadamente el destino, el azar, Dios, como quieran llamarlo, me sacó a tiempo de mi tremendo error, yo no hubiera sabido salir de aquel laberinto de pasión. ¿Debemos buscar el amor verdadero?, realmente solo conocemos un amor verdadero que a ciencia cierta nos acompaña desde que nacemos hasta que morimos, ¿una adivinanza a esta horas?, sí. Adivina adivinanza, ¿dónde podemos encontrar el amor verdadero?, en el único ser capaz de acompañarnos a lo largo de nuestra vida, es curioso que en numerosas ocasiones, cuando expongo esta reflexión a mis amigos, piensen sin dudar tener la respuesta, el amor verdadero del que está hablando Miguel es de Dios. No, entre otras cosas, porque Dios no es sinónimo de felicidad, Dios es una elección, cuando bajó de los cielos dijo que creer en El es una elección libre del hombre, sería un error pensar que la felicidad solo está reservada a los creyentes. Entonces, ¿si no estás hablando de Dios?, es imposible, nadie puede estar presente desde que naces hasta que mueres, vaya, acabo de dar una pista, he nombrado la palabra «presente», ¿qué respondías en el colegio cuando pasando lista nombraban tu nombre? Servidor o presente, tú mismo, amor verdadero es sinónimo de amor propio, si careces de amor propio difícilmente podrá amarte alguien de verdad, puede parecer injusto pero es así, si tú no te quieres, ¿quién te va a querer a ti? No quiero con esto decir que solo aceptes como único amor verdadero tu amor propio, eso no sería lógico, pero debes enseñar el camino a los que te rodean para que te amen, debes explicarles cómo amarte y para ello no hay nada mejor que explicarlo con el ejemplo, el día que tomes la decisión de hacer eso que tan pocos hacen, amarte a ti mismo, comenzarás a ver cómo crecen a tu alrededor fans sin necesidad de ir en su busca. Ahora podría decirme cualquiera, ¿y tú qué sabrás?, efectivamente todo, absolutamente todo lo que he expuesto en mi biografía, es susceptible de crítica, estoy convencido de que tengo muchísimos conceptos de la vida difusos, erróneos o confusos, pero si no dijera lo que yo pienso, no sería este el libro de mi vida. Precisamente tener en muy alta estima tu «presente» puede permitirte reconocerte como una persona en constante evolución, admitir el cambio en tu vida, escuchar nuevas ideas, reconocer otras alternativas para llevar adelante tu vida, seguramente te proporcionará al menos momentos de riesgo y diversión, te asegurarás que tus cortas vacaciones en el planeta tierra serán muy divertidas, conocerás el dolor, el sufrimiento, el llanto, pero también la alegría, la diversión, el gozo, sencillamente estarás vivo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE ¿Cómo se puede estar muerto en vida?, es posiblemente la respuesta que me he hecho a mi mismo más fácil de responder, se puede estar muerto en vida mientras que no hagas nada, si pasas la vida etiquetado, encorsetado en una posición social, si reconoces en la aventura a tu peor enemigo. Todas estas reflexiones, con mucha mayor suavidad del modo que las acabo de exponer, eran tema de conversación frecuente con mi maestro por excelencia, mi padre. Tal vez si hoy en día radicalizo el concepto de vivir la vida lo mejor posible, tomando el factor riesgo como algo aceptable, es muy posible que sea debido a que comience a notar la ausencia de sus sabios consejos. Era la prudencia una de las cualidades que tenía mi padre, me era muy útil conversar con él porque así aplicaba a mi vida mi ansia exageraba por vivir la aventura combinada con un toque de prudencia, un toque que tal vez sea el que hoy me mantiene con vida. El equilibro es un factor muy importante a tener en cuenta a lo largo de nuestra vida, si llegas a ser tan exageradamente osado para querer vivir toda la vida en un día, seguro que consigas tu objetivo y ese mismo días mueras. Si llegas a ser tan exageradamente prudente que te lleguen a producir nauseas oír las palabras riesgo o aventura, si te encierras en tu burbuja puede que llegue un día en que te conviertas en una estatua de sal y sirvas de condimento para ensaladas y paellas, que pensado fríamente, tampoco estaría tan mal. Pero si se sabe combinar riesgo y aventura con prudencia, puedes lograr un alto grado de satisfacción, si te conviertes en un sibarita de la aventura capaz de quedarte con que más te seducen y admitir el riesgo que conlleva porque crees que merece la pena, adelante. Pero es muy bonito hablar de aventura, cuando en numerosas ocasiones ni siquiera tienes oportunidad de emprender una, es lo que tiene el ser un aventurero, no siempre hay dinero para ello, prefiero no imaginar lo que tendría que hacer Cristóbal Colón para obtener el beneplácito de la reina Isabel. Cuando se cree haber encontrado el amor verdadero, se debe luchar por él, yo luché por Soledad y sufrí mucho por esa lucha, pero luché hasta el final, el día que la vi en brazos de otro hombre comprendí que mi lucha había tocado a su fin. En el capítulo 17 de la primera parte de mi biografía, Zori 1ª Parte, dedico las letras «De blanco» a unos recién casados, con el tiempo tuve una conversación con el marido en la que expuse esta idea, lucha por lo que quieres hasta quedar sin aliento. Gastamos mucho aliento en nimiedades como querer llevar la razón, cuando la razón solo la tiene el que lucha por un amor en el que cree firmemente.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

14. Relax La Carta De Ana Cumplo la edad de Jesucristo, treinta y tres años, estoy tumbado muy relajado en una playa de mis amadas Islas Canarias, además de tomar el sol, mantengo mi mente en una de mis actividades preferidas, imaginar. Pienso en Ana, esa compañera de mi trabajo tan simpática que acabo de conocer, ¿será ella el tan ansiado amor que durante tanto tiempo he buscado sin éxito, será ella la mujer que quiera compartir junto a mí su vida?, qué suerte que esta nueva compañera se haya cruzado por mi camino. Cuando Rocío me dijo, viene una nueva compañera que ha estudiado una ingeniería, es una chica muy inteligente, enséñala todo lo que sabes y trátala muy bien, mímala, entonces yo pensé, bueno, será una compañera más, lo que no imaginaba es que al poco tiempo nos convirtiéramos en tan buenos amigos. Permanezco tumbado con los ojos cerrados con una sonrisa de oreja a oreja pensando en Ana, imaginando cómo sería mi vida junto a ella, ¿le gustará el disco de la Barbería del Sur que le he dejado o tal vez sea demasiado flamenco para ella?, no sé, espero que al menos perciba que se lo he dejado con mi mejor intención, el de compartir con ella lo que más me gusta. Pero atención, oigo interferencias, ¿pero qué es esto, cómo puede haber interferencias en mis pensamientos como si alguien estuviera manipulando el dial del una radio?, no encuentro una explicación lógica, pero repentinamente aparece en mi mente el nombre Antonio. Me sobresalto, tal vez se me esté recalentando demasiado la cabeza con el sol, me doy un baño en el mar y mientras buceo, repaso aquellos con nombre Antonio de relevancia en mi vida, el primero Toni, el hermano de mi amigo Julito, es una de las personas más buenas que conozco, pero percibo que no es ese el dial que está buscando mi mente. Recuerdo a Toni, uno de mis amigos de instituto, Toni Gil que junto a Daniel Jiménez y otros como su hermano Miguel, Tanque, Arcadio, mi hermano Javi, el Verbenas, Pi, Arturo y La Gorda me hicieron pasar tan buenos momentos. Pero no es este el Antonio que busco, me viene a la mente un «compañero» de trabajo llamado Antonio Martín, nótese que puse comillas en compañero, pues lo único que de tal tenía, era que compartimos el mismo lugar de trabajo. Tampoco, ¿serás tú, Antonio Jimeno?, sí, sintonizo el dial, mi imaginación escucha con total claridad, qué alegría, por fin podré saber qué ha sido de ti, mi buen amigo y compañero Antonio Jimeno, tras tu marcha del trabajo te eché mucho de menos, unos decían que te hiciste pescador, otro poeta.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Ahora llega el momento de explicar lo que está sucediendo, efectivamente por el año 2002 no sabía absolutamente nada sobre el extraño caso de desaparición del trabajo de Antonio Jimeno, simplemente un día me informaron que ya no trabajaba con nosotros, pero, ¿por qué ahora conecto con él? Un túnel en el tiempo, es un túnel que se ha abierto en un tiempo futuro, ochos años más allá del 2002, me encuentro en el año 2010 y no puedo adivinar el futuro, qué pena, sino buscaría el número de la próxima lotería primitiva, tan solo se abre un canal de radio para contactar con Antonio Jimeno, agradezco este fenómeno sobrenatural que el destino me ofrece y no desaprovecho más el tiempo, le pido toda la información a una de las personas más importantes de mi vida que un día se marchó sin decirme adiós. Pero me encuentro buceando en medio del océano atlántico y temo permanecer en este estado manteniendo una conexión con el futuro, le pido permiso a Antonio para subir a la habitación del hotel, permiso concedido, desconecto la radio, me subo a cenar y después de cenar me tumbo sobre la cama y espero que el destino vuelva a sintonizar mi mente con Antonio, me quedo profundamente dormido. Hola Antonio, ya estoy aquí otra vez, dime pues, ¿eres pescador o tal vez poeta?, que va Miguel Ángel, sigo dedicándome a la informática y si me fui sin decir adiós, créeme, no fue porque no te apreciara como compañero y amigo, sino porque fui víctima de una injusticia tal en el trabajo, que quise huir muy lejos y olvidé en ese momento despedirme de la buena gente como tú. Antonio, amigo mío, si yo te contara, yo me fui también de aquel trabajo pocos años después que tú, de hecho, creo que tú debiste ser la primera persona relevante que se fue de allí y yo la segunda. Tras mi marcha se organizó un gran revuelo, Ricardo Lafitte, otro compañero y buen amigo, organizó una fiesta por mi marcha, pero también fui víctima de una tremenda injusticia y marché también sin decir adiós, sentí rabia por no haberme despedido de Ricardo, es por ello que te comprendo Antonio, cuando me dices que olvidaste despedirte de tus amigos. Ahora estoy en la playa, en las Islas Canarias y en el año 2002, ¿cómo es posible que tú me hables desde el año 2010?, Antonio me responde, qui ho sap? (expresión catalana muy utilizada por Antonio, es castellano significa ¿quién sabe?) No hay duda, hablo con Antonio, esa expresión le delata y continúa diciéndome, Miguel, como bien dices, te hablo desde el año 2010, se cosas que ocurrirán en tu vida que tú aún desconoces, te sucederán durante estos ocho años, no puedo ni debo revelarte nada de ello en este momento, tu realmente te encuentras durmiendo en el año 2002 y te sintonizo con un único y claro objetivo, advertirte que desconfíes de Ana.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Pero Antonio, si Ana es una magnífica compañera, ¿qué mal podría hacerme?, bueno, imagino que no puedes desvelarme tanta información, además, es tanta la confianza que en ti deposité cuando trabajamos tanto, que no puedo más que aceptar tu aviso como algo bueno para mí, mil gracias Antonio, aunque ahora me siento algo aturdido y confuso, sé que debo seguir tu consejo. Pero no quisiera que abandonaras esta sintonía sin contarme algún detalle de ti, ¿qué es de tu vida allá por el futuro, te casaste, tienes hijos?, así es Miguel, tengo hijos y comparto mi vida con una mujer maravillosa. No sabes cuánto me alegra oír eso Antonio, saber que has superado la adversidad con valentía en una de las mejores noticias que he oído últimamente, y dime, ¿eres poeta tal y como me había contado? Bueno Miguel, siempre fui un poco poeta, pero te voy a contar algo y te voy a pedir que lo mantengas en tu memoria, pues aunque ahora no puedo desvelarte de quién se trata, un muy buen amigo mío me acaba de dar un consejo, que publique mis escritos, escribir es una de las experiencias más gratificantes que he realizado en estos últimos años, Miguel, te recomiendo que un día tu también escribas, estoy seguro que te hará sentir como nuevo. Antonio, no te creas, en realidad ya intenté una vez escribir un libro sobre mi vida, pero tuve un problema, no encontré un final que me satisficiera y finalmente acabé regalando mis escritos a una desconocida, tal vez ella pueda sacar algún día partido de los apuntes que tomé sobre mi vida. Miguel, ¿por qué te has deshecho de esos escritos, y si un día encontraras un final adecuado para tu libro, habrías perdido una información muy valiosa sobre tu vida? No creas Antonio, mirar adelante sin mirar atrás forma parte de mi modo de ser, rara vez guardo retratos o fotografías de mi vida, de hecho, últimamente hice una limpieza y tiré a la basura casi la totalidad de mis fotografías, lo mejor de mi vida lo guardo en un rinconcito de mi corazón, guardo lo digno de ser contado y no dudes, que si un día encuentro final para el libro de mi vida, sacaré toda la información de la chistera. Interesante filosofía de vida Miguel esa que sigues de «Carpe Diem» (del latín, aprovecha el día), pero quiero contarte más sobre mis escritos, cuando los finalice enviaré una copia dedicada a este amigo que me ha aconsejado que escriba. Por favor, Antonio, yo también quiero una copia de ese libro, bueno Miguel, voy a confesarte otro secreto del año 2010, mi último secreto, ese amigo que recientemente me ha aconsejado que publique mis escritos eres tú, bueno, en realidad no eres tú, sino el Miguel del año 2010. Me has dejado sin habla Antonio, ¿yo dándote consejos a ti?, esto se pone interesante, entonces esperaré impaciente que me envíes tus libros dedicados, pero Miguel, no olvides lo más importante, desconfía de Ana.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Oigo interferencias, ¡Antonio!, ¿estás ahí?, ya no te oigo, ¿me oyes?, definitivamente he perdido la sintonía de Antonio, debo estar soñando porque repentinamente me encuentro en un bello paraje por el que asoma Ana como Dios la trajo al mundo ofreciéndome una manzana, la tomo de buen gusto y continúo disfrutando de uno de los sueños más bellos que jamás haya vivido, pero no propio de este género sino más bien del género mi futura novela Raya Lalova. Despierto bastante cansado y doy un leve repaso a todo lo que acabo de vivir en sueños hasta que llego al punto en que Antonio me advierte que desconfíe de Ana, ¿cómo es posible?, recuerdo como si fuera ayer el primer día que vi a Ana, asomó con su resplandeciente sonrisa y un halo mágico con aire celestial. Por aquel entonces yo trabajaba en un cliente de telefonía móvil y me una mañana me presentan a una nueva compañera que viene a trabajar traída por una empresa de servicios informáticos diferente a la mía. La sientan a mi lado, recuerdo la advertencia de Rocío de que la trate muy bien y le enseñe el entorno de trabajo, es ingeniera industrial y me dicen que es una persona muy válida para nuestro proyecto. A pesar de sus prácticamente nulos conocimientos en informática, le explico todo lo mejor posible, el hecho de que sus conocimientos sean escasos desencadena que requiera en exceso de mi ayuda, algo que provoca un retraso en mis tareas pero que resto importancia, entre otras cosas, porque pronto hacemos amistad, compartimos afición por la música y me deja para grabar un disco en el ella participó tocando la guitarra de la tuna de la universidad de Valencia, yo le correspondo dejándole un disco de flamenco, en concreto, de la Barbería del Sur. La máxima responsable del cliente de telefonía móvil se encontraba embarazada de siete meses e irrumpió bruscamente mientras le explicaba unos temas de trabajo a Ana, ella me comentó seguidamente que había percibido lo mismo que yo, que la máxima responsable estaba celosa. Al poco tiempo deja de venir Ana al trabajo, la han cesado y como consecuencia, la han despedido de inmediato de la empresa de servicios informáticos a la que pertenecía. Esto me entristeció pues habíamos hecho una buena amistad, incluso comencé a echar de menos su compañía a la salida del trabajo, cuando regresábamos charlando hacia nuestras casas por la línea diez de metro. Incluso recordaba el día en que me confesó que tenía una botella de champagne esperando en su casa y yo no me atreví a preguntarle si eso significaba que me estaba invitando, pero no Miguel, debes aprender a diferenciar, no me había invitado, ¿tal vez ella esperaba que yo me ofreciera a acompañarle a brindar juntos?, es algo que nunca sabré. Sentía mucha rabia por aquella injusticia, estaba convencido de que Ana y yo íbamos a hacer una gran amistad y todo se había ido por la borda de repente.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Tras su despido me escribió y llamó muy a menudo, estaba realmente afectada y le dije que a mí también me apenó mucho su despido y la echaba de menos, me repetía una y otra vez que todo era culpa de la maldita responsable de aquel cliente de telefonía móvil, que la había echado por celos, al respecto le dije que lo sentía mucho, no estaba en mi mano hacer nada. Pasaron los meses y un día que llegué tarde debido a que el día anterior estuvimos trabajando hasta altas horas, me dijo uno de mis compañeros que había estado Ana en el trabajo, pero esta vez venía contratada por mi propia empresa de servicios, dando la casualidad de que la habían contratado para trabajar en el mismo cliente y proyecto donde la había cesaron meses antes, cuando vio a Ana la máxima responsable del cliente que ejecutó su cese, de malas formas la invitó a tomar la puerta de la calle. Imaginé que, por desesperación, Ana debió aceptar aquel empleo que mi empresa de servicios la había ofrecido aún sabiendo que era para el mismo proyecto que meses antes la había cesado, para conseguir meter la cabeza en una empresa importante, finalmente la jugada le salió bien, pues las últimas noticias que tuve de ella fueron que con el paso de los años aún continuaba trabajando en mi empresa de servicios, incluso no sería de extrañar que en la actualidad continúe trabajando para la misma empresa. Meses más tarde Indra Sistemas S.A., mi empresa, me ofreció trabajar para otro cliente, acepté de buen grado porque ya comenzaba a estar cansado de aquel cliente de telefonía móvil, ya incorporado en mi nuevo cliente, un día me llamó mi superior informándome de un suceso bastante extraño, que me perjudicaría enormemente. Me informa que la máxima responsable del anterior proyecto en que trabajaba en la empresa de telefonía móvil, ha recibido una carta dirigida a ella en la que es insultada y descalificada, lo más terrible del asunto es que el firmante de esa carta, supuestamente soy yo. De inmediato niego haber escrito aquella carta, ¿con qué objeto iba a hacerlo?, a sabiendas de que una acción así podría perjudicarme muchísimo, por otro lado, no es que me cayera excesivamente bien la responsable de mi anterior trabajo, pero jamás escribiría tales atrocidades sobre ella. Mientras reflexionaba y trataba de averiguar quién podría haber sido el causante de semejante trastorno, mi superior me facilita una información clave, me dice que a pesar de las malas palabras vertidas sobre mi anterior responsable en el escrito, cuyo remite era de una empresa constructora, venía acompañado misteriosamente de un disco de la Barbería del Sur. Entonces me vino de inmediato a la mente con un disparo la identidad de la autora de la maldita carta, la despechada de Ana, nunca aceptó que la despidieran, algo que puedo llegar a comprender, lo que nunca entenderé es por qué quería hundirme a mí también. ¡Qué razón tenía Antonio que vino del futuro a advertirme de la valenciana!

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El suceso fue considerado muy grave aunque en un principio no se decidió tomar acciones contra mí, al menos por el momento, pero un año más tarde sí se utilizaría como un argumento más para proceder a mi despido, que aunque improcedente y a traición, encontrándome de baja laboral en el preciso instante del despido, algo que en mi país era totalmente ilegal por aquel entonces, previo pago de la correspondiente indemnización, se hizo efectivo. Me cuesta un enorme trabajo comprender actitudes como las de Ana, principalmente porque yo nunca he sido así, jamás he deseado mal a nadie y no se me ocurriría motivo alguno para hacer tanto mal a una persona, menos si cabe, cuando lo único que esa persona ha hecho ha sido en todo lo que pudo. Antonio, ¿por qué no te hice caso cuando viniste del futuro a advertirme sobre la traición de Ana?, me cegué completamente, parecía tan buena persona, en fin, ejercitemos la lógica para tratar de conseguir una respuesta. Podemos apreciar en la imagen los siguientes números: 15 4 3 8

15 9 5 1

15 2 7 6

15 15 15 15

¿Cómo es posible que todos sus lados sumen 15?, busquemos una respuesta sin tener que devanarnos los sesos. Primero situemos los números impares del 1 al 9 en cruz de abajo a arriba en y de izquierda a derecha en orden ascendente: 3

9 5 1

7

Luego situemos los pares del 2 al 8 en las esquinas en orden descendente de derecha a izquierda: 4

2

8

6

Ya estamos en condiciones de dar una respuesta satisfactoria al increíble caso de la traición de una «compañera» de trabajo valenciana de cuya traición vino a avisarme en sueños desde el futuro un verdadero compañero y amigo madrileño de nombre Antonio Jimeno. Dijo de la traición el barón de HolBach que supone una cobardía y depravación detestables, he visto hombres enmendarse con el paso de los años, mientras escribo estas líneas deseo que Ana también lo haya logrado.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Ramona Voy a dedicar unas palabras al departamento de recursos humanos de ciertas empresas, más dignos de llevar el sobrenombre de recursos marranos, pues parecen creer que gestionan a los cerdos en lugar de a los humanos. Estos departamentos de recursos marranos, deberían seleccionar, contratar, formar, emplear y tratar de retener a los colaboradores de la organización, lo que no se suele especificar es las artes utilizadas para ello, por sus artes empleadas bien se tienen ganado el sobrenombre que yo les doy, el de recursos marranos, no por con quien creen que tratan, que no son más que víctimas, sino por la especie a la que pertenecen los miembros de dichos departamentos. Ni que decir tiene, aunque lo apunto para evitar confusiones, que estoy completamente seguro que existirán en este nuestro planeta departamentos de recursos humanos que trabajen honradamente, pero también he de confesar, que en mis quince años de carrera profesional, jamás me he encontrado con uno que se merezca dicho nombre. Incluso algunos miembros de estos departamentos de recursos marranos, a los empleados nos han rebautizado igualmente, ahora nos llaman recursos, dicen a las empresas de servicios, ¿cuántos recursos necesitan?, te mando quince, ¿tienes suficientes?, si se faltan incluso les damos permiso para que los partan por la mitad, de este modo rinden el doble. Repito que no les denomino recursos marranos porque trabajen con cerdos, sino por los las artimañas con las que tratan a sus empleados más propias del género porcino, que como ustedes saben, no se caracterizan por su limpieza. Pues bien acostumbrado estaba en aquellos años a ser utilizado como un trozo de carne con patas, motivo por el cual ansiaba si cabe con mayor intensidad la proximidad del periodo vacacional, en el cual viajaba lo más lejos posible de aquellos recursos marranos, que incluso utilizaban mi teléfono móvil para tenerme localizado y disponible en todo momento para cualquier emergencia empresarial que pudiera surgir. Llegadas mis vacaciones viajaba lejos en busca de relax, siendo un destino muy frecuentado por mí el de las Islas Canarias, un lugar en que sus gentes solían ser sencillas y humildes, con las que daba gusto tratar y conversar. En uno de estos viajes, en el sur de la isla de Tenerife, conozco a Ramona de un modo un tanto peculiar, estaba recogiendo mi toalla tras darme un baño en la playa con la intención de darme una ducha refrescante en el hotel antes de cenar, cuando oigo a gente gritar y veo un tumulto formado a la orilla, en ese preciso instante miro hacia el agua y veo un cuerpo luchando contra las olas y que al contrario de acercarse, cada vez se aleja más de la playa. Tomo mis gafas de bucear, al llegar a la orilla me las pongo y a la velocidad del rayo me lanzo al agua, cuando mi cabeza entra en contacto con el agua, recuerdo perfectamente aquel momento mi experiencia marina en Mojácar.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Fue unos años antes, la peor de mis experiencias marinas en la cual una fuerza extraña me engulló mar adentro y de la que salí milagrosamente una hora más tarde, tras la cual me desplomé en la arena y no me levanté hasta haber pasado otra hora más. Algo me indicaba que había peligro, una vez que puse rumbo hacia donde pensaba que podía estar aquella persona en apuros, saqué la cabeza y pude ver sus brazos a unos cincuenta metros de mí. Era una distancia a tener en cuenta debido a que se notaba que había resaca, tras el paso de una ola el mar de lanzaba adentro, con esa seguridad en sí mismo de que va a llevarse su trofeo y, en esta ocasión, en vista de la actuación de un espontáneo, tal vez por partida doble. Desde mi experiencia en Mojácar, mi respeto por el mar es considerable, tengo presente en todo momento el peligro que supone adentrarse en este medio hostil, incluso cuando se pierde la percepción de peligro, momento en el cual resulta más peligroso. Aún así, una fuerza me lanzaba contra las olas, ¿era realmente yo quien me movía sobre la superficie marina con esa soltura?, noté una sensación extraña, como si unos brazos me sujetaran sobre la superficie para facilitarme el avance, una sensación que nunca jamás he vuelto a experimentar en el mar. Vi por última vez a la persona en apuros, tenía cabellos dorados y largos, parecía estar ya sin fuerzas, como a punto de perder el conocimiento, no pude esperar más, casi sin pensarlo y en milésimas de segundo me vino a la mente la estrategia de rescate que debía seguir, sumergirme todo lo posible, calcular el lugar donde debía estar aquella persona y ascender en su busca. Efectivamente, mientras buceaba de subida hacia la superficie vi el cuerpo de una mujer, había perdido el conocimiento y descendía mar adentro inmóvil como si de un maniquí se tratara, la batalla esta vez la había ganado el mar. Al llegar a la muchacha me abracé a su cuerpo y, aunque mi avance se decremento considerablemente, ocupé los últimos momentos antes de llegar a la superficie en depositar el aire que me oprimía los pulmones en la boca de la muchacha, noté como si ella me vaciara y en ese preciso instante abrió sus ojos, los ojos azules más bellos que jamás antes habían visto mis oscuros ojos. Llegué a la superficie y recordé instantáneamente que era peligrosísima la postura en la que tenía sujeta a la muchacha, notaba que sus músculos, que hasta el momento estaban flácidos, se comenzaban a tensar. Al sacar mi cabeza tomé aire y giré a la chica poniéndola boca arriba y sujetándola por la barbilla, esta maniobra la hice justo a tiempo, pues la chica ya estaba buscando desesperadamente algo sólido donde asirse, afortunadamente para ambos, solo halló agua.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Grité que se mantuviera tranquila y evitara cualquier esfuerzo, cuanto menos se moviera, sería más fácil salir a la playa, me respondió en inglés y le traduje lo que le acababa de decir. Recordé cómo había salido años atrás de una situación mucho más complicada en la costa de Mojácar, esto me dio ánimos y seguridad en mi mismo, que era lo que necesitaba en esos momentos, también tuve presente que en esta ocasión, no estaba solo, incluso barajé la posibilidad de soltar a la muchacha en caso de llegar a una situación en la cual corriera peligro mi vida y ambos pudiéramos resultar ahogados. Avancé de espaldas, veía la costa y sabía que debía avanzar en sentido oblicuo a la costa, veía a la gente cada vez más cerca, incluso ya podía oír sus gritos, además se movían conmigo, eso era señal de mi avance hacia la costa en sentido oblicuo, buena señal. Noté que el peligro ya había pasado y le grité a la muchacha que se tranquilizara y evitara moverse, que no hiciera ninguna tontería que ya prácticamente estábamos a salvo, también le dije que aunque tuviera ocasión, no me asiera, porque de hacerlo nos ahogaríamos los dos. Ella sonrió por primera vez, durante el trayecto estuvo tosiendo frecuentemente, eso significaba que fue expulsando poco a poco el agua de sus pulmones y comenzaba a respirar sin problemas por sí sola. En esos instantes me congratulé de haber ideado esa estrategia de salvamento en el momento preciso, fue clave para que el salvamento acabara con éxito. Llegamos a la orilla, afortunadamente no tuve que pedir a la gente que sacaran a la muchacha a la playa, yo apenas tenía fuerzas para levantarme, me tiré sobre la arena mientras oía a la muchacha a unos metros de mi como expulsaba el último agua de sus pulmones, pero no me levanté para verla, estaba agotado físicamente. En ese instante noté un cuerpo que me abrazaba llorando hablando en una lengua que desconocía, me di la vuelta y era la muchacha, no era inglesa aunque afortunadamente conocía esa lengua, de no habernos comprendido, el rescate hubiera sido mucho más difícil. Permanecía sentado boca arriba y veía como la gente comenzaba a retirarse, la muchacha permanecía abrazada a mi sonriente, entonces hizo un gesto que me hizo sonreír, abrió y cerró ambos ojos rápidamente haciendo un gesto muy divertido, reímos los dos. Ya se había marchado toda la gente y comenzamos a hablar en inglés, ella seguía abrazada a mí, cualquiera que nos hubiera visto en ese momento hubiera imaginado que éramos una pareja que disfrutaba de los últimos rayos de sol. Recogí mi toalla y mi bolsa, ella las suyas y nos fuimos juntos hacia el hotel.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Cuando me dijo su nombre me entró la risa, Ramona, ella me preguntó que porque me reía a oír su nombre, le dije que por un cómico español llamado Fernando Esteso que había popularizado una canción en España con una letra muy graciosa que se titulaba Ramona. Mientras me devanaba los sesos por tratar de traducir la canción, pensé que era más sencillo invitar a Ramona a cenar, ella aceptó, era una muchacha guapísima de Lituania, rubia con los ojos azules y con una mirada que parecía decirme que se había enamorado de mi. Me atacó a traición la pregunta que me había acompañado desde los ocho años, ¿será Ramona la mujer de mi vida?, pero no quise pensar más en ello y me propuse a disfrutar de lo que parecía un magnífico plan de vacaciones. Así fue, lo pasamos de maravilla, con esa manera peculiar que tienen de bailar las chicas del este, un tipo de baile que inexplicablemente y como curiosidad me recuerda a la samba brasileña. Cuando regresé de mis vacaciones mantuve el contacto telefónico con Ramona, pero un buen día dejó de contestar a mis mensajes y pensé que quizá ella había encontrado otro chico, no le di mayor importancia, es lo que ocurre cuando hay distancia entre personas, no se pueden esperar milagros. Pasó el tiempo y un buen día me llama una chica con acento mejicano, cuando me dijo que era Ramona y que había aprendido español, le pregunté que, ¿cómo?, ella me dijo que viendo telenovelas mejicanas. Aparte de esta anécdota graciosa me dijo, ándale pues, que vine a casarme conmigo más los “espaldas mojadas” me retuvieron y no me dejan pasar, ándale y vente a echarme una manita pues mi hermano. Desconfié plenamente de las intenciones de Ramona, comprendo que ella estuviera agradecida por haberla salvado la vida y que realmente lo pasamos muy bien en Tenerife, pero de ahí a presentarse en Madrid para casarse conmigo, me parecía excesivo. Aún así intenté por medio de contactos en la policía que la dejaran pasar en España, al menos para poder hablar con ella, pero no fue posible, tan solo pude hablar con ella y despedirme. Al poco tiempo me llamó desde Varsovia para decirme que había tenido un accidente de tráfico y estaba en el hospital, pensé en la mala fortuna que tuvo Ramona y en si yo podía haber hecho más por ayudarla, pero no encontré respuesta. Tan solo hice lo que estaba en mi mano, a diario hablaba con ella mientras permaneció hospitalizada hasta que se recuperó totalmente, hablé con ella más adelante y se había ido a vivir a Londres. Cuando al año siguiente me marché a vivir a Tenerife, le ofrecí venir a vivir conmigo, me agradeció el gesto pero no sé por qué razón, ya era tarde.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Peralejos De Las Truchas Estábamos en el mes de diciembre del años dos mil dos y llegaba del trabajo una fría tarde del invierno madrileño, en casa me encontré con mis padres, desde que se habían jubilado tuve el honor de compartir más tiempo con ellos y, tal vez el hecho de estar ya jubilados les permitía estar algo más descansado para contar sus aventuras de juventud. Desde aquel año tuve la inmensa suerte y privilegio de compartir más tiempo junto a mis padres, ya no solo debido a su jubilación, sino también a que un año más tarde sería víctima de uno de los sucesos más trágicos de mi vida por el cual permanecí en casa durante los sucesivos años. Pero no adelantemos acontecimientos, ahora los protagonistas son las dos personas que me trajeron al mundo, las dos personas a las que más he admirado por sus insignes valores, unos valores que les proporcionaron fama y gran admiración entre todo aquel que tuvo el privilegio de formar parte de sus vidas. En una ocasión dijo un sacerdote digno de mi respeto y admiración, don Julio, párroco de la iglesia de Santa María del Paular de Madrid, que mis padres eran un ejemplo de amor digno de ser imitado, es una de las mayores verdades que he oído y de la que doy fe. Ya que he nombrado a don Julio, quiero dedicarle a él esta sección de mi libro, un hombre volcado en cuerpo y alma a servir a los más necesitados del barrio, en la actualidad vive en el madrileño pueblo de Chinchón y es sin duda el mejor sacerdote que han visto mis ojos, y eso que han visto más sacerdotes de los que hubieran deseado. Son mi padre y mi madre inspiración de amor, tal es así que al imaginar en este instante sus rostros todas las palabras que de mi mente salen son palabras de amor, versos que salen directamente del alma, en este preciso momento no necesito de mis musas, puedo darlas vacaciones, pues me siento completamente inspirado, me manan del alma manantiales de versos. «El sol no tiene cara, La luna no tiene color, Mi alma si tiene dueño, El latir de tu corazón» Me contaban mis padres una anécdota preciosa de cuando eran novios, mi madre, mujer luchadora y trabajadora, maestra de tantas generaciones que tuvieron el privilegio de ser sus alumnos, marchó muy joven a trabajar a un pueblo donde se te hiela el aliento al respirar, Peralejos de las Truchas. Mi padre, movido por el amor que le procesaba a mi madre, pidió poder ejercer como médico en un pueblo muy próximo a Peralejos de las Truchas, Baños de Tajo, ambos pequeños pueblos pertenecientes al partido judicial de Molina de Aragón, que no es un pueblo perteneciente a Aragón como pudiera pensarse, sino que se encuentra en la zona norte de Guadalajara.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE En aquella época no había otro medio de transporte posible por aquellos parajes que el burro, así pues, hacía a diario el camino entre Baños de Tajo y Peralejos de las Truchas montado en un burro, siempre que estuviera disponible, sino, caminaba a pie hasta que llegaba donde se encontraba su amada, una vez allí no es difícil imaginar los versos con que le cortejaba. «Eres tú flor de alhelí Mi Zenobia Camprubí» Pero dado que, de todos es bien sabido y no menos cierto, que puede utilizarse la prosa sin hacer menos al verso para ser fino y delicado a los oídos de una dama, también le regalaba los oídos con sus experiencias diarias, tan sacrificadas como pueden imaginarse en un médico de pueblo. «No ha de ser menos hermosa Poesía por no ser prosa» También mi madre le contaba sus experiencias como maestra teniendo que impartir clases a los niños de todos los cursos en una misma clase, con las dificultades que ello conllevaba. Eran trabajos duros tanto el de ella como el de él, pero ambos coincidían en atesorar un bien que todo trabajador debiera poseer, su gran vocación por la labor desempeñada, esto unido a que se encontraban cerca el uno del otro, les hacía muy grato el desempeño de sus empleos. Antes de que cayera la noche, mi padre debía regresar a su pueblo, pues si el camino era difícil de día, de noche era impracticable, así pasaron una de las etapas más felices de sus vidas, llenas de esperanzas y con el deseo de emprender nuevos proyectos, como el de formar una gran familia. Debo por tanto mi existencia a aquellos dos pueblos, pues siendo el menos de seis hermanos, no hubiera llegado a este mundo de no ser por las buenas intenciones que en sus mentes quedaron plasmadas en aquellas tierras, donde no creo que llegaran ni a imaginar que el menor de sus retoños, narrara un día sus andanzas por aquellos parajes alcarreños. ¿Qué mejor prólogo pudiera encontrar que el ejemplo del amor de mis padres, para introducir el capítulo más importante de mi vida, Zori? Efectivamente nos acercamos al corazón de mi vida, puedo asegurar que es el momento que he vivido de mayor importancia y mi intuición me dice que no viviré otro igual, veía volar la zapatilla más grande sobre mi cabeza. ¿Qué significado puede tener a estas alturas ver una zapatilla volando sobre mi cabeza?, la única explicación que les puedo dar es que siempre que mi vida ha experimentado un giro de rumbo, he visto la imagen de una zapatilla pasando por encima de mi cabeza, solo que esta vez la zapatilla era enorme. Se preguntarán si esta visión se produjo en sueños o despierto, no podría asegurarlo, pero sí estaba seguro de que algo importante iba a suceder.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Mis padres me habían mostrado con acciones el significado de una vida, el amor, la palabra Zori bien puede simbolizar el amor, aunque este amor no sea el amor al que estamos más acostumbrados, pero si estoy en condiciones de asegurar que ese amor del que os voy a hablar era el tan ansiado amor de mi vida. Pronto llegaba un nuevo año, eran las navidades del dos mil dos, se oían campanas de navidad y tenía un presentimiento, sin saber por qué razón sabía que grandes cambios se iban a producir muy pronto en mi vida, tal vez en pocos meses. Siempre que he visto pasar una zapatilla sobre mi cabeza veo mi vida pasar, he visto en esta ocasión todo con mayor claridad y nitidez que en otras ocasiones, desde mis primeros recuerdos de infancia hasta el día de hoy, finalmente llego a una conclusión, no he encontrado la felicidad en mi vida, me falta el amor que tanto he buscado, lo busco desde mi niñez y no lo encuentro, una y otra vez es un fracaso tras otro, ¿por qué? Trato de hallar una respuesta razonable mis preguntas, no hay respuesta, simplemente no eres feliz, te has convertido en un ser perfecto para la sociedad y muy idóneo para el mundo empresarial, te has amoldado sin dejar fisuras, eres totalmente maleable, esto le gusta a las empresas, todos ansían que formes parte de su plantilla. Pero, he logrado que se me quiera no por cómo soy, sino por cómo le gusta a la sociedad que sea, pienso que tal vez debería cambiar, tratar de ser yo mismo y de este modo lograr que la sociedad me acepte tal y como soy, no porque me haya transformado en una marioneta que muevan a su antojo. Enseguida desecho la idea, ¿qué me pasa, a estas alturas me entra un ataque de rebeldía, después de todo el trabajo y esfuerzo que me ha costado convertirme en un hombre, y eso que no tuve que hacer el servicio militar para lograrlo. Tengo un trabajo ideal, no se puede decir que trabaje demasiado y sin embargo tengo más vacaciones y un sueldo muy por encima que el de la media de españoles, tanto esfuerzo en lograrlo no puede tirarse por la borda de un día para otro. Reflexiona Miguel, ¿vas a conseguir la felicidad siendo un rebelde sin causa?, definitivamente no, no se preocupen ustedes señores empresarios, tan solo he tenido un amago de ataque de rebeldía, pero la sociedad me ha dictado que es esto la felicidad, vivo en un mundo feliz, lo que me ocurre es que últimamente he leído demasiado, tal vez debería dejar de leer. He visto demasiadas películas, pero mi vida no es una película, esto es el mundo real, aquí si te desmadras y no acatas las normas eres debidamente sancionado, voy a continuar siendo en Miguel que todos quieren que sea. Formulé un juramento cuando era un becario inexperto en mi primera empresa, fue el de arrancar definitivamente de mi vida ese instinto rebelde.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

15. Zori La Clave De Mi Existencia Poco antes de mi cumpleaños, en lo que parece por mi parte una resistencia algo forzada de sobrepasar la máxima edad que alcanzó el Mesías, para entendernos, con pocas ganas de cumplir años de nuevo, me resisto a sentar la cabeza y parece que continuo en mi afán incansable de buscar problemas. Me encuentro en Torrejón de Ardoz, pueblo muy cercano a Alcalá de Henares, el pueblo donde nació el creador del Quijote, de haber sido Cervantes un escritor contemporáneo, bien hubiera podido haberle enviado por el conducto habitual, es decir, por manuscrito enviado al narrador Cide Hamete Benengeli (apodado el berenjenas por el bueno de Sancho), con las aventuras quijotescas que voy a atestiguar en breve. Intento mantener comunicación con Zori con mucha dificultad, ha habido un momento en que ni siquiera podía oír su voz, como consecuencia en parte a su llanto que le impedía expresarse bien y sobre todo por el F-16 que acaba de despegar de la base militar cercana. Allí se encuentran las oficinas de la división de tráfico aéreo de mi actual empresa, una importante empresa española de tecnologías de la información con influencia en Europa y Latinoamérica que cuenta con más de 30.000 profesionales, Indra Sistemas S.A. Acabo del colgar muy preocupado por Zori, pero, debo hacer un inciso para explicar brevemente quién es Zori y donde la conocí, es una chica que he conocido hace unos meses en Tenerife, es muy atractiva, ciudadana búlgara de ojos verdes, pelo negro aunque a veces se lo tiñe de pelirrojo, mide aproximadamente 1’70 de estatura, delgada y bien proporcionada. Es de carácter muy fuerte aunque le gusta divertirse y en muy buena compañera de fiestas, le encanta bailar y tiene un muy buen sentido del humor, llegando incluso a reírse de lo que ella dice que son sus defectos, como tener la voz grave como la de un chico. Pero cuando más se ríe es cuando le planto cara y le digo que no diga tonterías sobre su voz, que es bien bonita y podría cantar si se lo propusiera en la filarmónica de Viena. Podíamos pasar horas diciendo tonterías de este tipo hasta llegar a caer literalmente al suelo de la risa, si tuviera que donar los dedos de una mano a la gente con la que me más me he podido reír, reservaría uno de ellos a Zori. Acabo de colgar el teléfono muy preocupado porque es la primera vez que oigo su llanto, ha sido un llanto desgarrador, no me ha querido contar lo que le ocurre, pero debe ser algo muy grave a juzgar por su sufrimiento. Sin saber lo que le pasa, decido que debo acudir a ayudarla lo antes posible.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Me dirijo a la agencia de viajes que hay situada en la misma empresa y reservo un vuelo y un hotel para el siguiente fin de semana con destino a Tenerife y mientras decido que será mejor olvidar lo ocurrido y centrarme en mi trabajo hasta que llegue el fin de semana y puedo marchar a Tenerife a ayudar a Zori. Me vienen a la mente repentinamente, sin saber muy bien, unos versos que tuve que aprender de niño en el colegio, al oírlos en mi mente me maravillo de lo oportuna que es en ocasiones la mente humana. «Ésta que veis de rostro amondongado, Alta de pechos y ademán brioso, Es Dulcinea, reina del Toboso, De quién fue el gran Quijote aficionado» Deduzco que deben ser unos versos que mi tocayo don Miguel de Cervantes incluyera en el Quijote, pero soy consciente de que siempre que este tipo de mensajes aparecen en mi mente tan repentinamente es porque algún mensaje oculto encierran en sí mismos, y decido echar un vistazo rápido a la edición del Quijote que hay en mi casa, de atrás hacia adelante, como tengo acostumbrado revisar los libros cuando busco en ellos algo en concreto. ¿Qué ven mis ojos?, no hago más que abrir el final de la primera parte del Quijote y me encuentro dichos versos pero con una frase que los coronan, que dice así: “In Laudem Dulcinae del Toboso”, mi mente tiene una visión aterradora, me veo en un cementerio con la cabeza inclinada frente a una losa en donde lo primero que leo es Zornitsa, el nombre de pila de Zori. Rara vez he hecho caso omiso a las señales, esta no iba a ser una excepción, pero ahora me surgía la duda de si la señal me estaba avisando del peligro al que me enfrentaba que no debía asumir, puesto que tan solo conocía a Zori de hacía pocos meses, o me estaba avisando que de no hacer nada, mi amiga Zori podría perder la vida siendo aún tan joven y teniendo toda una vida por delante. Pero me estaba precipitando, aún no sabía si realmente le ocurría algo grave a Zori y estaba haciendo juicios precipitados, debía guardar la calma y continuar con los planes de esperar al fin de semana, entonces saldría de dudas. Me viene a la mente ahora el momento en el que tuve la mayor sensación de frio que jamás antes hubiera tenido, fue un año atrás, en el mes de Diciembre, cuando desde el velero de David nos tiramos al agua a cien metros de la costa de Jávea, engañados por la temperatura ambiente exterior. La temperatura del agua era muy baja y la impresión me hizo ver un destello de luz y perdí el conocimiento por unos segundos hasta que reaccioné súbitamente logrando subir por las escalerillas de popa. Dos señales seguidas me advertían de la parca, una lápida y el sentimiento de frió intenso con la correspondiente pérdida de conocimiento.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Pero aparte de las señales premonitorias, también me rodeaba una sensación extraña de que estaba a punto de ocurrir algo clave en mi vida, recordé entonces el único programa de debate que he admirado por lo bien que lo llevaba su moderador José Luis Balbín, un programa que llevaba por nombre «La Clave». Pero ha llegado el momento de aclararlo todo, pasemos a la acción y contemos lo que ocurrió en el corazón de mi vida, me voy a servir de una pequeña ayuda para contaros este acontecimiento, voy a ponerme en la piel de Ana, una compañera de un curso de gestión de empresas al que asistí meses más tarde, tras sufrir la peor traición imaginada por parte una de las empresas más importante de mi país, Indra Sistemas S.A. Pero lo de Indra Sistemas S.A., el gigante maligno, ya lo contaré un poco más adelante, ahora nos trasladamos unos meses más tarde, cuando ya había sucedido todo, Zori ya había tenido su desenlace, lo que descubrí es que mi testimonio estremeció a la mujer que me escuchaba, Ana, hasta tal punto que al finalizar mi relato, tuvo una reacción un tanto inesperada pero que tomé con agrado, se abrazó a mí y me besó en la boca. Era el cumpleaños de Ana y había invitado a todos los compañeros del curso a su fiesta de cumpleaños, el único del curso en asistir fui yo, también fueron algunos amigos de Ana pero pronto nos dejaron solos. Ana y yo nos fuimos desde un bar de la calle Santa Isabel hasta un bar de la calle Lavapiés, donde, con la comodidad del momento y ayudado de unas cañas, comencé el relato del momento más importante de mi vida, Zori. Ana: Miguel: Miguel:

Pareces pensativo, ¿te preocupa algo? ¡No!, ya no, viví hace poco un suceso muy intenso ¿Ah Sí?, ¡cuenta, cuenta!

Comencé mi relato y os puedo asegurar que es el momento de mi vida en que más observado me he sentido, a juzgar por los gestos de Ana en el transcurso del relato, vivía todo lo que le contaba con mucha mayor intensidad que con la que yo contaba lo sucedido. Te lo cuento, Ana, porque es el día de tu cumpleaños y, dada mi paupérrima economía actual, no he podido hacerte un regalo, pero ahí va mi regalo de cumpleaños, espero que sea de tu agrado. Hace unos meses me llamó una amiga búlgara, Zori, me llamó muy preocupada y sollozando, era evidente que algo grave le había sucedido y decidí irme a Tenerife a ver en qué podía ayudarle, algo me decía que tenía que marchar a ayudarla. En un momento en que pudo zafarse de ellos, quedamos en el hotel en que me alojé y me contó que quienes yo creía que eran sus padres no lo eran, sino que se trataba de un matrimonio que la tenían secuestrada y la habían llevado a Tenerife desde Bulgaria.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Ante tan aterradora confesión no supe qué hacer, necesitaba pensar, ella estaba en peligro porque me había contado que el señor que creía era su padre, la pegaba constantemente, incluso en una ocasión la llevó a un descampado, ella sabía que era para matarla, pero finalmente milagrosamente se echó para atrás. ¿Qué podía hacer yo?, en Tenerife me encontraba bloqueado, estuve todo el fin de semana sin saber qué hacer, ella me advirtió que no recurriera a la policía, porque entonces no había duda alguna que la matarían. Tras un fin de semana en que apenas vi a Zori una sola vez, tuve tiempo de dejarle todos mis teléfonos de contacto, incluso el teléfono de mi trabajo, lo importante era no perder el contacto. Regreso a Madrid, allí tal vez se me ocurra la mejor solución, como ella no tiene dinero en la tarjeta de su teléfono móvil, me hace una llamada perdida cuando quiere hablar conmigo, de este modo siempre que ella necesita desahogarse me llama a escondidas, cuando nadie le ve. Me llama un día llorando de nuevo, me dice que otra vez la han llevado a un descampado y creía que esta iba a ser la vez que acabaran con ella, le dije que se tranquilizara, que le juraba que le iba a sacar sana y salva de aquella situación, lo único que debía hacer es confiar en mí. Cuando colgué rompí a llorar, me sentí totalmente impotente ante aquella situación, creí que sería completamente inútil llamar al teléfono de emergencias, pero fue la única salida posible que encontré. Expliqué la situación en que se encontraba Zori, me pidieron mi número de móvil y me llamó un agente de la policía secreta de Tenerife, era de una brigada de la cual que desconocía su existencia, estaba especializada en casos como extorsiones, secuestros y otros delitos hacia ciudadanos extranjeros en territorio español. Le expliqué el caso con todo detalle, noté que el agente no tenía acento canario, más adelante supe que era originario de mi misma ciudad aunque destinado en Canarias. Me explicó la situación que creía en que se encontraba Zori dada su experiencia y los datos que le había facilitado, era peor de lo que yo podía imaginar. No quiso alarmarme con detalles, me dio su propio número de teléfono y me dijo que era importantísimo entregárselo en mano a Zori para salvarla la vida, era evidente que su vida corría peligro. Le di las gracias al agente y me puse manos a la obra, objetivamente yo me encontraba en una situación muy baja anímicamente, nadie que no haya vivido algo similar puede llegar a imaginarse lo que siente uno cuando una persona secuestrada le está pidiendo ayuda y, al menos instantáneamente, no se puede hacer nada, se pasa francamente mal.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Sabía que para poder ayudar a Zori, yo mismo necesitaba ayuda, en muchas ocasiones me había encontrado en situaciones de presión en mi entorno laboral, pero nada comparado con esto, me sentía desbordado y pedí ayuda a un profesional, un psiquiatra. Como por aquel entonces tenía un seguro médico privado, acudí a consulta a un médico psiquiatra situado en la inmediaciones del estadio Santiago Bernabéu, mientras le contaba mi situación, notaba que le estaba afectando mi relato, creí por un momento que había sido inútil este paso que había dado, pero no fue así, tendría su importancia decisiva como una pieza en el engranaje de un motor de coche en su objetivo final, el movimiento del vehículo. El psiquiatra me firmó una recomendación para mi médico por la cual prescribía la conveniencia de causar baja laboral por el estrés al que estaba sometido, y me dio otra recomendación, pero esta verbal, que me dejara de actos heroicos, aprovechara la baja para relajarme y dejara en manos de la policía el rescate de Zori, en esta última recomendación anduvo equivocado. La baja laboral me daba libertad de movimientos, lejos de utilizarla para mi beneficio, la utilicé para trasladarme a Tenerife y tratar de rescatar a Zori, junto con la ayuda de los agentes. Fue pensarlo y hacerlo, ya estaba en Tenerife, llamé a Zori, cuando le dije que estaba en Tenerife no podía creerlo, también llamé al agente de policía, me dijo que sería muy recomendable que pudiera concertar una cita con Zori, para ello tuve que ocultarle que vendría un policía a vernos, ella se hubiera negado a aparecer. Estaba en la habitación del hotel con Zori y llamaron a la puerta, ella dormía en la cama cuando la desperté y le presenté al agente diciendo que era un buen amigo mío. El agente se informó de primera mano de la situación utilizando una muy buena psicología con Zori, sin dejar de explicar la importancia que tenía que ella tenía que denunciar su situación para poder dar el siguiente paso. El paso siguiente sería el rescate, finalmente le entregó una tarjeta con su número de móvil, le dijo que el cualquier situación de peligro, no dudada ni un instante en marcar. Zori estaba muy asustada, el agente me dio la mano y se despidió, al salir el agente de la habitación, Zori se puso echa una furia conmigo echándome en cara que si la mataban, toda la culpa era mía. Luego se marchó Zori y no volví a verla, tampoco me contestaba al teléfono y en vista de que no podía hacer nada más, regresé a Madrid, pasaron los días y volví al psiquiatra con la intención de pedir el alta médica. Me recomendó que continuara al menos unos pocos días más de baja, había estado sometido a una presión muy fuerte, yo acepté.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Oigo mi teléfono móvil, es un número de teléfono fijo con el prefijo de mi ciudad, mi sorpresa viene cuando escucho la voz grave de la persona que me habla al otro lado, es Zori. Me cuenta que la llevaba de nuevo el búlgaro al descampado, pero esta vez había visto que iba armado con una navaja, paran en una gasolinera y llama al agente de policía. Muy emocionada me cuenta cómo el agente le salva la vida, como si se tratase de una película y cómo detienen al búlgaro. Pero Zori, me llamas desde Madrid, ¿dónde estás?, estaba en Laguna, un centro de ayuda a extranjeras víctimas de violencia muy próximo a mi casa, aunque por motivos de seguridad no podía darme las señas, quedamos en la puerta del metro de Laguna. Nos fundimos en un abrazo, ese abrazo simbolizaba el éxito, días más tarde fuimos juntos al cine, otro día me encontré casualmente con ella, estaba haciendo un curso de informática y se estaba preparando para insertarse en el mundo laboral, incluso unos días más tarde me llamó para presentarme a un novio rumano que se había echado, al cual no le hizo mucha gracia verme. La última vez que vi a Zori fue también casualmente en la estación de metro de Príncipe Pío, me dice que ha encontrado un trabajo y que le va muy bien, me alegro mucho por ella, pero, ¿sólo por ella? He notado un cambio radical en mí, acabo de arriesgar mi vida por Zori, le he dado la oportunidad de volver a nacer y preveo que ello me va a salir caro, anímicamente no estoy en mi mejor momento, pero incomprensiblemente, en mi interior, me siento mejor que nunca. Sabía por experiencia que, en todas las ocasiones de mi vida en que había desgastado gran parte de mi ser en entregarme a otra persona, había acabado pagando una factura cara, esperaba paciente su llegada. Pero esta vez era distinto, había una contrapartida, estaba experimentando un amor propio fuera de lo común, ¡qué sensación más indescriptible!, ¿quién me iba a decir días antes que por el simple hecho de arriesgar mi vida salvando la de otra persona, la recompensa era la mejor posible, una sobredosis de amor propio. Era como volver a nacer, vivía mi propia vida como yo la quería vivir, ya no decidía nadie por mí, presentía que iba a caer en breve en un gran bache, tal vez el bache más grande de mi vida, sin embargo, tenía en mis manos la mejor arma, amor propio y por consiguiente, confianza en mi mismo. Nos bombardean con canciones que promueven la dependencia hacia los demás, recordaba ahora con ironía aquella canción que se titulaba «A tu lado me siento seguro», me siento seguro porque me tengo tan cerca que me puedo tocar. He logrado amarme sin contradicciones, por fin toco la verdad.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Defenestrado Acababa de ser testigo del acontecimiento más importante de mi vida por el cual, resumiendo, sin necesidad de hacerme ningún tipo de juramento a mí mismo, conseguí comprender la importancia del amor propio y, lo más importante, comencé a llevarlo a cabo. Analizando qué pudo causar este cambio en mi personalidad, podría llegarse a la conclusión de que el hecho de haber arriesgado mi propia vida y estar a punto de pagar con la factura más cara, la defenestración del mundo laboral por parte de Indra Sistemas S.A., me podría haber hecho reflexionar sobre lo paradójico del pensamiento humano que nos hace valorar frecuentemente más la vida ajena que la nuestra. He de confesar que había sentido miedo, ya casi tenía olvidada esta sensación, recordaba haber tenido miedo cuando era niño pero era algo que formaba parte de mi pasado, tal era así que me había convertido en un héroe, que con la edad de Cristo había llegado a imitar su misma filosofía de la vida aunque, afortunadamente, las consecuencias de mis heroicidades no fueron tan dramáticas, al menos, en lo que se refiere al aspecto físico. Pero se aproximaba el momento de mi crucifixión, algo presentía pero lo que nunca podría imaginar sería sus consecuencias, desde el día en que fui despedido he sido paulatinamente apartado del mi sector profesional, porque la empresa no se conformó con despedirme, el estado les había obligado a pagarme una indemnización de veinte mil euros, lo que no imaginaba es que, a causa de haber tenido que efectuar dicho desembolso económico, dicha empresa ejercería una persecución laboral que pronto cumplirá sus largos ocho años. No pretendo que odien a aquella empresa, si han llegado a leerme hasta este punto es porque se sienten a gusto leyéndome, hay que agradecer que un día tomara la decisión de comenzar a escribir, movido entre otros aspectos, a las bárbaras injusticias a las que he sido sometido. Desearía que mi experiencia llegara a todas aquellas personas que han sufrido cualquier tipo de injusticia grave, ellos conocen lo que significa que te expulsen de un barco en medio del océano con lo puesto y sin chaleco salvavidas, pero hasta en la situación más extrema, de nada sirve perder la ilusión y sin embargo, ser positivo siempre sirve de algo. Mientras escribo estas letras, unos mineros chilenos permanecen bajo tierra en espera de ser rescatados, incluso por videoconferencia pueden ver las caras de sus familiares, veo sus caras desde mi televisor y ¿qué ven mis ojos?, esperanza. Ante cualquier adversidad, nunca se tiene asegurado lograr salir del bache, aún en este instante no tengo seguridad salir con buen pie, ahora estoy a punto de finalizar «Zori 2ª Parte», pues como ya expliqué en el prólogo, comencé a escribirla a partir del momento Zori en adelante y posteriormente retrocedí a mi infancia para escribir «Zori 1ª Parte» hasta este momento.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Escribo con una ilusión de que cualquier persona que haya pasado o algún día pase por un bache en su vida que me esté leyendo mantenga su ilusión en continuar la lucha, la esperanza de salir triunfante, una esperanza que tenemos la obligación de mantener hasta el día que nuestro corazón deje de latir, se lo debemos al privilegio de haber permanecidos vivos en un minúsculo y recóndito espacio de este universo, llamado tierra. Tras haber regresado de Tenerife de salvar a Zori y tras una pausa de unos días en los que continué de baja laboral, necesitaba volver a la actividad, visité al psiquiatra y le expuse todos mis pensamientos de esperanza, de seguir adelante, me debió ver tan convencido que me entregó de inmediato un informe con la recomendación para regresar al trabajo. Con toda la ilusión del mundo me dirigí a trabajar a Torrejón de Ardoz, en el camino desde el tren hasta la oficina, me encontré con Leticia, ella ya no me hablaba desde hacía unos meses, deseé poder contarle que era un héroe, todas mis aventuras, pero me retiró la mirada, la que había sido la mejor amiga que había tenido en un trabajo, ya no quería saber nada de mí. Recuerdo con alegría el primer día que me incorporé a Indra Sistemas S.A., me sentaron junto a una chica muy bella, morena de piel, ojos oscuros y con una sonrisa pintada en la cara, pronto hicimos tanta amistad de tal modo que necesitábamos estar siempre juntos. Llegó un día en el que nos separaron de sitio, pero manteníamos la comunicación enviándonos mensajes por la red informática, tal era complicidad de ambos que incluso llegué a darme cuenta que estaba desatendiendo mis tareas y le pedía que no me enviara tantos mensajes, esto la enojó muchísimo, pero a la salida del trabajo, mientras caminábamos hacia el tren, se nos olvidaba que existía un mundo, solo estábamos ella y yo. Me enamoré de Leticia, al diablo con el tópico de que no se debe intimar con nadie del trabajo, esta vez estaba segurísimo, ella era mi amor verdadero, no había lugar a dudas, nos compenetrábamos a la perfección. Un día a la vuelta del trabajo me pidió que le acompañara a su empresa porque iba a firmar su contrato, ella trabajaba en una empresa de servicios que ofrecía personal para trabajar en mi empresa, a la vista estaba que enviaban de lo mejorcito, no tengo palabras para describir a Leticia. Pero tras el golpe de Zori, estaba a punto de recibir otra terrible decepción, al confesarle mis sentimientos por ella, Leticia me confesó que tenía un novio destinado en Serbia y que iba a venir a Madrid en pocos días. Cuando le pedí explicaciones de por qué había tardado tanto en confesarme que tenía novio me confesó, algo que rompió mi corazón en mil pedazos, se calló que ya tenía novio porque había estado jugando con mis sentimientos. Nadie puede imaginar cómo me dolía el alma ante esa traición, pero aún así, traté de conservar al menos la amistad, pero ella decidió finalizar en aquella terraza de la calle Arturo Soria, esa amistad en la que tanta fe había puesto.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Analizando actualmente la situación, era lo mejor que podía pasarme en aquel momento, no era aconsejable tener como amiga a una persona capaz de jugar así con los sentimientos, a decir verdad, te doy las gracias Leticia, sin duda es lo mejor que podía pasarme, no quiero ni pensar qué hubiera sido de mi si hubieras jugado más tiempo conmigo, como un fiel corderillo, te hubiera seguido al fin del mundo y me hubieras destrozado la vida. Estuve a punto de romper el largo silencio que ya mantenía desde hace tiempo con Leticia a mi regreso, cuando acababa de salvar la vida de Zori, pero por primera vez en mi vida sentó orgullo, ella me lo puso fácil retirando la mirada, prefería estar solo que en compañía de una falsa amistad. Cuando llegué a la oficina, me llamó el jefe para que fuera a su despacho, me dijo que en Indra Sistemas S.A. me requería para otro destino y que al día siguiente me presentara en las oficinas centrales en Alcobendas. Me alegré, no era plato de buen gusto ver la cara de la traidora de Leticia mirándome como si yo fuera el traidor, mi mente no podía con tanta hipocresía. Al llegar a mi sitio, me dijo una «compañera», que habían organizado una fiesta porque un compañero se casaba y además por mi despedida, al parecer ya todos sabían que me cambiaban de destino antes de saberlo yo. Hubo una fiesta en una salita de la oficina, pero allí lo único que se celebraba era la despedida de soltero de aquel compañero, finalmente resultó ser una bromita de aquella «compañera», pero ya poco me podía hacer más daño que la traición de Leticia. Al salir aquel día de la oficina sabía que no volvería a ver más a Leticia, pero esto me confortaba, no era plato de buen gusto tener que convivir a diario con la traición personificada, lleno de esperanzas esperaba el nuevo día. Recordé mientras regresaba a mi casa en el tren con la mirada perdida en la característica arquitectura de Torrejón de Ardoz, por qué no decirlo, bastante fea, un cuento chino que había leído en aquel libro que me regalaron de niño, era sobre una mujer que lloraba cuando hacía sol porque uno de sus hijos vendía paraguas y lloraba cuando llovía porque su otro hijo vendía sandalias. Un monje se acercó a la mujer y le preguntó, ¿por qué no se alegra cuando hace sol por los beneficios de su hijo que vende sandalias y cuando llueve por su hijo que vende paraguas? ¡Qué cuento tan simple y tan lleno de significado!, la tendencia del pensamiento humano es a ver siempre la parte negativa, cuando hasta el mayor de los males encierra algo positivo, incluso la traición de Leticia. También me vino a la mente una frase de George Macdonald en su libro Lilith, versaba que si te sucede algún mal, siempre podrán obtener un beneficio de ese mal, el beneficio más importante sin duda, la experiencia.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Al día siguiente llegué a las oficinas centrales de mi empresa, me encontraba excitado por la incertidumbre, ¿cuál sería mi próximo destino y qué nuevas experiencias viviré?, a pesar de los acontecimientos vividos, la esperanza embriagaba mi mente, podría decirse que en aquel momento era feliz. Lo que no podía llegar a imaginar es que Indra me pagara los servicios prestados hasta el momento con otra traición, la de Leticia fue una traición que reconozco que me hizo daño, pero esta era peor, un acoso y derribo de una de las empresas más importantes de mi país hacia mi persona. ¿Realmente soy tan importante?, debo serlo, cuando alguien es capaz de no dormir durante ocho años con tal de averiguar la siguiente empresa a la que voy a ir a parar y seguidamente ser defenestrado nuevamente, gracias a un informe negativo del ese gigante malvado llamado Indra. ¿Dónde te meterás don Quijote, ay si me escucharas y vinieras de aquellas tierras manchegas a derribar a este maldito gigante que se desvive por quitarme la vida? Creerán que exagero cuando digo que Indra se desvive por quitarme la vida, pues no es ninguna exageración y voy a explicarlo de un modo sencillo, si me quitan la oportunidad de trabajar, me están quitando el pan de cada día y sin él, estoy evocado a morir de inanición. Indra Sistemas S.A despidió a un tal Miguel Ángel Sáez Gutiérrez un mes de marzo del año dos mil tres, ¿qué demonios tendrá en mi contra el dichoso mes de marzo que me arrebata la vida?, lo que hasta hoy nadie ha logrado arrebatarme son las ganas de vivir, la ilusión de salir adelante día a día. A parte de este nuevo proyecto de convertirme en escritor, he emprendido otros muchos, pero es evidente que no los voy a publicar, forman parte de mi vida y me cuidaré bien de que no lleguen a oídos de ese maligno gigante que ni don Quijote ha podido derribar, Indra Sistemas S.A. Pero a pesar de la magnitud de tal gigante y de que su empeño sea destruirme y hacerme sombra, nunca podrá gobernar mi mente, una mente que la única utilidad que saca de dicho gigante es la de contar su pérdida de tiempo empeñándose en dañar a quien no puede. Ya le gustaría a Indra Sistemas S. A. salir victoriosa de su vileza ejercida contra mi persona, pero no puede, a las pruebas me remito, intenta pisarme una y otra vez, cada vez con mayor rabia, pero cada día esquivo mejor su pie. Yo tengo algo muy importante de lo que carece el gigante maligno, soy libre, tengo la libertad de apartar de mi vida lo que ya no me interesa, Indra dejó de interesarme hace muchos años y se apartó de mi vida aquel día en que me entregó una hoja blanca que mostraba la puerta de la calle. Ay de ti Indra Sistemas S. A., cuando aprenderás a ser libre, ¿acaso desconoces que libertad es sinónimo de felicidad?, sigue, sigue perdiendo el tiempo tratando de hundirme, que yo mientras seguiré creciendo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El Árbol De La Familia En mi retiro forzoso al que me invitó ese gigante maligno llamado Indra Sistemas S.A, tuve tiempo para acercarme más a mi familia, mis padres ya se habían jubilado y viví con ellos una experiencia similar a la que en mi infancia pasé junto a mi abuelo Tomás, pude conocer mejor a mis padres. Atrás quedaban aquellos días en que mi padre comparaba su nómina de médico con la mía de informático y con orgullo me decía, ¡hijo mío, ya ganas más que yo!, fueron tiempos en que todos estábamos fuera de casa, mi madre, padre y hermanos siempre trabajando, mi casa había olvidado el ajetreo diurno al que estaba acostumbrada, fue como revivir mi niñez. Tal vez era unos años atrás cuando reflexionaba sobre si algún día volvería a disfrutar de mi familia como cuando era un pequeño que aún iba al colegio, cuando de la mano de mi abuelo iba apuntando con el dedo y preguntando todo lo que no sabía, para que mi abuelo Tomás me informara. Efectivamente hay un Dios, eso suele decir mi suegra, la señora Soledad, cuando ocurre algo que es de justicia, que gran ironía era que acabando recientemente de ser víctima de una horrorosa injusticia, era a su vez beneficiario de la mayor de las justicias, poder disfrutar de mi familia. Bien era cierto que mi situación no era la idónea, acababa de perder el empleo, pero hoy, unos años más tarde desde aquel momento, sé mejor que nunca que aquello era un regalo del cielo, pues uno de los miembros de mi familia hace poco tiempo, emprendió el viaje sin retorno, aunque sus obras a lo largo de su vida, permanecen con toda la familia y siempre permanecerán, les hablo del cabeza de familia, mi padre. don Santiago Sáez Maté, si ustedes buscaran hoy su nombre en cualquier buscador de internet, solo hallarán su nombre en la página 60 del diario ABC del 06 de marzo del año 2008, tres días después de su fallecimiento, al menos se acordó de él el diario al que fue fiel a lo largo de su vida. Pero si buscan su nombre cuando lean este libro, es probable que también encuentren su nombre en esta página de mi libro, que también se verá en breve publicado en internet. Siendo mi padre la persona más íntegra y bondadosa que jamás haya conocido y probablemente conoceré a lo largo de mi vida, no necesito que la santa iglesia lo canonice o directamente lo santifique, para saber que es un santo, no solo me sentí orgulloso de él en vida, sino que me sentiré orgulloso de él eternamente. Mi madre, quien afortunadamente sigue con nosotros y con quien me comunico por teléfono a diario, es la otra cabeza de familia, porque han de saber que en mi familia no solo hubo una cabeza de familia, sino dos. Si mi padre fue bondad e integridad, mi madre es además de eso, fuerte como el hierro, se ganó con creces el sobrenombre de la dama de hierro.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Entre los miembros de la familia así llamábamos a mi madre a escondidas, pero les pido por favor, no se lo vayan a decir, que también tiene su genio. Pero no traten de buscarle un parecido con la señora Margaret Hilda Thatcher, pues aunque recientemente pisó tierras inglesas para ir a visitar a su nieta Laura, mi madre tiene un valor y una fuerza que jamás he visto en ninguna otra persona, lo mejor de ello, es que tiene el don de contagiar su valor a quien la rodea. Pueden imaginarse que de estos dos cabeza de familia insuperables, hayamos salido unos hijos algo descafeinados, quiero decir con esto, que ya nos hubiera gustado, tanto a mí como a mis hermanos, haber heredado las magníficas cualidades de ellos dos. Pero si puedo asegurar que todos los hijos hemos heredado una cualidad de ellos, el amor, una cualidad que llevamos cada uno de los hermanos en nuestro corazón, podremos tener nuestros defectos, pero todos compartimos una virtud esencial en la vida, sabemos el significado de la palabra «amor». A lo largo de mi biografía me han acompañado ustedes por este viaje en el cual he combinado relatos de mi pasado con momentos de actualidad, hoy quiero hacerles partícipes de algo que ha ocurrido hace pocos días, estuvimos por la noche en el cumpleaños de nuestro amigo Javi, ese clásico de antes del verano y llegamos a casa tarde y cansados Marga y yo. Por la mañana nos llamó mi suegra, la señora Soledad muy nerviosa y nos dijo, ¡Millán se ha caído al suelo y no se puede levantar, por favor, venid cuantos antes, que yo no puedo levantarle, además se ha cortado con un vaso! Salí corriendo hacia su casa mientras Marga recogía papeles del médico, cuando llegué me encontré a Millán, mi suegro, en el suelo en estado de shock con un charco de sangre en el suelo. Afortunadamente hoy, mientras escribo estas letras, aunque aún permanece en el hospital, ya está fuera de peligro y hemos regresado hace un ratos de hacerle una visita, allí he conocido a otro enfermo con quien comparte habitación, un tocayo mío de ochenta y ocho años de edad, don Miguel. Don Miguel es un señor muy agradable, le acompaña su mujer, la señora María, una mujer que tiene una sonrisa que transmite paz interior, ambos muy educados y correctos, cualidades ya en peligro de extinción en mi país. Don Miguel trabajó como ebanista de arte sacro, entre sus trabajos, con orgullo nos cuenta cómo realizó, con sus manos artesanas, el altar de madera que hoy se puede ver en la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción en el número cinco de la madrileña calle de Arturo Soria. Pero lo que no sabe don Miguel es que junto a su esposa Doña María, son dignos personajes de mi libro y además, fuente de inspiración de mi próxima obra, el cuento infantil «El Árbol de la Familia» ilustrado por mi mujer.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Esta inspiración surgió de un hecho real que nos narró don Miguel con cierta melancolía, allá por los años ochenta del siglo pasado, en su barrio había un árbol ya muerto, al regresar del trabajo se quedó mirándolo y pensó en que podría tallar en él una escultura en la cual homenajear a la familia. Dicho y hecho, a los pocos meses fue el alcalde don Enrique Tierno Galván a inaugurar la talla del Árbol de la Familia, contemplaba con orgullo don Miguel un trabajo, que había hecho conjuntamente con su compañero don Joaquín, en el que aparecen un hombre, una mujer y una niña que lleva de su manita una muñeca, mientras lo observa se queda pensando, ¡ay qué ver lo bien que me han salido los rizos de esta niña! Pero un día la tristeza llegó hasta su corazón, como a nuestro buen amigo Marco, cuando don Miguel se dirigía caminando hacia su trabajo se encontró que la talla de madera que hacía creado con sus manos artesanas había desaparecido, es entonces cuando nace el cuento «El Árbol de la familia». Con esa paz y halo de misterio que le caracteriza, nos hace doña María una reflexión que es probable a todos se nos haya pasado alguna vez por la cabeza, el deseo de la inmortalidad, si pudiera elegir, se quedaría en la edad de los veinte años y viviría toda la eternidad tan feliz junto a su don Miguel. Sin embargo, pienso yo, ¿no estarían los personajes del Árbol de la Familia hartos ya de su inmortalidad?, tal vez pensaron que eso de la inmortalidad no era divertido y decidieron que sería buena idea convertirse en mortales. Lo mortales queremos ser inmortales y los inmortales quieren ser mortales, mientras unos pocos listos, viven la vida intensamente porque solo se vive una vez, a escasos instantes de finalizar de escribir mi biografía, quiero dedicar estas últimas letras a mi particular árbol de la familia. A mi padre, que desde el cielo observa atento nuestros progresos, a mi madre que en la tierra nos anima a seguir creciendo, a mis hermanos y sobrinos que vivimos nuestra vida con libertad y con la mejor de las herencias que se puede recibir de unos padres, el amor. A todos lo que nos veis desde el cielo, que nos esperáis para recibirnos con los brazos abiertos el día que emprendamos ese viaje sin retorno que un día vosotros tomasteis, os quiero mucho, papá, abuelo Tomás, abuela Manola y tía Mercedes, tía Carmen, tío Alejandro y sobrino Miguel de los Santos. A todos mis familiares, que también estáis en el cielo pero que no os conocí, o conociéndoos, era tan pequeño cuando os marchasteis que no os recuerdo, mi abuela materna Paca y mi abuelo paterno Bonifacio. A mi otra familia, los padres de mi mujer, mi suegro don Millán, mi suegra la señora Soledad y al hermano de mi mujer, también de nombre Millán, quiero daros las gracias por haberme adoptado como uno más de la familia y por el amor y cariño que habéis dado a Marga todos esos años en los que yo no estuve y gracias a ti lector, por haber entrado a formar parte de mi familia.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

16. Homenaje Para Ti Era el quince del mes de mayo cuando estrenaba en público mi composición Para ti, el evento fue en un centro cultural de Madrid en el cual se reunían familiares y supervivientes de las víctimas del atentado del 11 M que nos dejó una profunda herida al pueblo de Madrid. Me llamó por teléfono una amiga para pedirme si estaba dispuesto a actuar en un evento que se iba a organizar para las víctimas del atentado, que estaba previsto en un primer momento que se organizara en Alcalá de Henares. Acepté encantado y además me comprometí a componer e interpretar una canción homenaje a las víctimas. No tardé mucho en arrepentirme de tanta osadía, una característica de mi persona es la de ofrecerme sin dudar a cualquier causa que sea para el bien común, cosa que no está mal, pero la responsabilidad que conllevaba componer una canción para un evento de este calibre, era algo que quizá debiera haber reflexionado antes del ofrecimiento. Pero hecho el ofrecimiento, me puse manos a la obra y comencé la composición. Debo decir que ha sido la letra que más trabajo me ha costado crear, puesto que me encontraba muy limitado, cada frase que escribía, me parecía que podía ser susceptible de mejora pero con el tiempo he averiguado que hay que poner un límite a las correcciones de tus trabajos. Pensé en el fin que quería obtener de la canción y para ello traté de pensar qué es lo que me gustaría oír si me encontrara en la situación de aquellos a quien iba dirigida la letra, imaginaba que desearía sentir algo de paz y tranquilidad. Por otro lado, pensaba en que la letra no recordara en momento alguno el suceso ocurrido, que trasladase la mente a un lugar tranquilo, que dejara volar la imaginación. También quería dedicarle la canción a un pueblo, el de Madrid del que yo formo parte, un pueblo herido y al resto del mundo que se sentía solidario con nuestro dolor. No era tarea fácil, pero creo haberme ganado la fama de cabezota a pulso y poco antes del estreno, estaba la canción. Como era de tan reciente creación, no me la había aprendido aún y tuve que salir al escenario con un atril para leer mi propia letra. El día que ocurrió el atentado, me encontraba dormido y me despertó mi madre para decirme lo ocurrido e imagino que entraría pensando en que yo estuviera en casa. La línea de tren donde fueron los atentados la conocía bien porque antes de ser despedido circulaba a diario por Atocha en dirección a Torrejón de Ardoz donde se encontraba mi empresa.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Una vez pude despertarme, conecté mi ordenador y me puse a hablar con mi entonces novia, Ana. Era Canaria, de Las Palmas y trabajaba de enfermera en el hospital Doctor Negrín. Nos habíamos conocido meses antes, fue una relación complicada porque es muy difícil llevar una relación normal cuando no hay muchas posibilidades de verse y te separan tres mil kilómetros. No recuerdo si Ana y yo llegamos a vernos dos o tres veces únicamente, lo que sí recuerdo fue el día que nos vimos por primera vez y el último día. El día que vi a Ana por última vez hacía la misma temperatura en la isla que el número de la página siguiente, cincuenta grados. En este instante, que en Madrid tenemos cuatro grados bajo cero, casi hasta echo de menos aquel calor asfixiante, pero en aquel momento deseaba salir de aquel clima infernal lo antes posible. La canción que escribí es de amor, posiblemente me salió así porque era lo que estaba sintiendo en aquellos momentos, aunque más que amor lo que sentía era que la persona que quería en ese momento estaba lejos y no podía darle el amor que hubiera deseado. Al querer expresar cualquier sentimiento a la letra, casi sin evitarlo, me salía una canción de amor y me dejé llevar. Pensé que podría estar bien esa canción como homenaje a las víctimas. Antes del concierto estuvimos probando el sonido, se encargó de llevarlo estupendamente bien el hermano de mi amiga que es músico profesional. Una vez dejamos todo listo, salimos a la cafetería. Estuvimos cenando algo, nos invitaban los organizadores como agradecimiento por nuestra colaboración en el evento. Nos acompañó a la cena un muchacho rumano que había estado en uno de los trenes y casualmente guardaba cierto parecido con un amigo. El hermano de mi amigo estaba muy interesado por que le describiera con pelos y señales lo ocurrido, yo sin embargo traté de encauzar la conversación por otro camino, ya que era consciente de que no era plato de buen gusto para el muchacho recordar todo lo que sucedió. Según nos relató perdieron la vida varios de sus amigos y él milagrosamente salvó la vida, no le quedaron secuelas físicas graves, aunque si se debía encontrar en tratamiento psicológico. En todo el concierto aquel muchacho fue mi referente, cuando interpreté las canciones de un repertorio que se me quedó corto, le veía y su cara era de que le gustaba lo que estaba escuchando. Comencé con un repertorio flamenco, que era lo que más reciente tenía y seguido introduje con unas palabras la canción que dedicaba a las víctimas de aquel once de marzo deseando que fuera de su agrado.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Expliqué al respetable que dado lo reciente de la canción que acababa de componer, aún no había tenido tiempo de aprenderla y es por ello que tenía que leer la letra que aún no me sabía de memoria. Era el momento de realizar aquello para lo que había dedicado horas y días, el riesgo de interpretar una melodía que de lo nueva que era, aún no tenía dominada, a pesar de ello, sentía muchas de hacerlo. Aún recuerdo aquel momento con el atril enfrente, el silencio de los presentes, mi guitarra y yo. Disfruté tanto del silencio previo a la melodía, como cuando se rompió con las primeras notas de mi guitarra. Comencé la interpretación que podéis leer a continuación, de cómo sonó no sabría deciros muy bien porque todos mis sentidos estaban puestos en que saliera lo mejor posible. Era mi homenaje a toda aquella gente y a un pueblo, mi oportunidad de ofrecer algo de mi propia cosecha, mi esfuerzo en crear algo que pudiera hacer feliz a alguien que lo estaba pasando bastante mal, ese fue mi objetivo y creo que quedó cumplido. Después de esta canción tuve que interpretar muchas otras por peticiones del público, menos mal que guardaba bajo la manga aquellas canciones de joven trovador del asfalto. Al finalizar la actuación, una de las chicas que había organizado el evento se acercó corriendo a mí y me dijo: Organizadora:

Me ha emocionado mucho tu canción, gracias

En cuanto a aquellos a los que dediqué el concierto, tanto las víctimas como sus familiares y afectados, no perdí de vista al muchacho rumano que fue mi referencia durante todo el concierto, le vi aplaudir con cara de alegría, ese fue mi mejor regalo. Al igual que en aquel momento disfruté agradando a personas que necesitaban alguien que les alentara, que les brindase un apoyo en un momento de su vida en que habían perdido el norte, desearía que del mismo modo, la lectura de mi biografía, sea un entretenimiento que resulte agradable y sea de utilidad. Ojalá (‫ )لمأ لكب‬que así sea, la lectura también ha formado parte de ciertos momentos de mi vida, aunque debo que reconocer que es bastante selectiva y no exageraría si dijera que puedo contar con los dedos de una mano los autores que han dejado en mi huella y a los que admiro. Por citar algunos, tan dispares como lo son mis pensamientos, Alan Poe, Eduardo Mendoza, Dr. Wayne W Dyer, Confucio o Henri Charriére. Me voy a atrever a añadir a mi lista de escritores preferidos a uno más, se trata de una joven promesa (no confundir con jasp) llamado Miguel Ángel, pues cada día que lo leo me gusta más.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

PARA TI = 93

L

TO,

S

OSO

ENTUSOJOS

VILA

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LUNA,

Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

23

UL

,

VELA

PARA

TI

MI

NIÑA,

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VELA

PARA TI

Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

52

MIAMOR.

Escuche esta melodía (en eBook) La canción Para ti tuvo la complicación añadida de la presión por un compromiso al que me sumé sin pensarlo mucho, cuando apenas quedaba una semana para su estreno, la obra aún no estaba terminada. Hay momentos en los que puedes llegar a crear una obra sin demasiada dificultad y otros en los que te cuesta un poco más. En aquellos días las musas estaban algo distraídas, como alguien dijo, habían pasado de mí, por lo que el mérito es mucho mayor. Me parece admirable cuando algún humorista sea capaz de improvisar su espectáculo con una noticia que oye en la radio de camino a su función, o un músico que escriba una obra de encargo en un atasco camino de un concierto. Esa capacidad de creación es un tesoro preciado, un don que nos gustaría tener a todos. Aunque me costó trabajo crear esta composición, cada vez que la escucho o puedo leerla quedo más satisfecho con su resultado, los primeros días que la interpretaba no me sentía muy cómodo al hacerlo, era tal vez demasiado nueva, fue el día que la interpreté en público cuando me sentí cómodo y cada nota que iba interpretando, iba quedando más satisfecho de cómo sonaba. Lo más importante para mí, tras componer esta canción, fue que les gustó mucho a aquellos a quienes iba dirigida, con ello mi objetivo se cumplía.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Las Palmas Salí de mi casa de Madrid con el frio de Enero, llevaba menos ropa de lo normal en esas fechas porque me dirigía al aeropuerto con destino a Las Palmas. Apenas llevaba puesto una chaqueta de punto. Aterricé a mediodía en Las Palmas, iba a conocer a la que por aquel entonces ya era mi novia, aunque todavía no habíamos tenido aún ocasión de vernos en persona. Ella se llama Ana, es enfermera y es canaria descendiente de venezolanos. Nos conocimos por internet, frecuentaba entonces un chat de Latinoamérica en el que pude conocer gente muy respetuosa y amable. Tal vez elegí un chat latino, algo cansado de insultos y faltas de respeto que encontraba en los chat españoles. La mayoría de las personas que conocí en aquel chat eran de Latinoamérica, en aquellos chats podías hablar sin necesidad de buscar pareja, simplemente para hablar de diversos temas. Recuerdo con mucho cariño a una niña de Costa Rica, al conocerla me confundió su manera de pensar, la creí mucho mayor de lo que era, tan solo contaba con once años, pero tenía una forma de pensar de alguien con mucha madurez. Me envió una foto con su perrito, era una niña muy respetuosa y me resultaba muy agradable hablar con ella. Al hablar días después con su padre, pude saber muchas más cosas sobre ella, tenía un coeficiente intelectual muy alto, no me extrañó en absoluto, había dado muestras de ello en sus muchas conversaciones conmigo. Uno de los días que hablé con ella, me dijo que esperase, se le había caído la cobija (su manta), le pregunté que si tenía frio, me dijo que estaba un poco resfriada. Me di cuenta a los pocos días de hablar con ella, que no debía tener demasiados amigos y había encontrado uno a miles de kilómetros. No he oído hablar a los costarricenses e ignoro su manera de expresarse, lo que si pude advertir de mi nueva pequeña amiga, es que su forma de expresarse me recordaba bastante a los textos que alguna vez había leído de castellano antiguo. Al preguntarle por sus amigos, me decía que no se entendía muy bien con ellos, en realidad se relacionaba poco, había asumido que el hecho de tener una capacidad intelectual muy elevada, casi la convertía en una persona mayor con cuerpo de niña. Después de días de conversaciones, ella comenzó a relacionarse más con sus amigos, entendió que el hecho de estar más capacitada no debería ser una traba sino que podía ayudarla a lo largo de su vida y que por ello, no dejaba de ser niña.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Sentí una mezcla de tristeza y de alegría el día que hablé con su padre y me dijo que milagrosamente, ella había decidido ir con sus amigos a jugar. Había preferido jugar con sus amigos que hablar con una persona mayor, me alegré mucho por ella, ya era una niña con un don especial, pero una niña. Una mañana conocí a Ana, me resultó curioso encontrarme con una paisana en un chat hispano, le ocurría lo mismo que a mí, en los chat españoles no encontraba gente respetuosa y sin embargo, en este chat tenía muy buenos amigos. En una sola mañana surgió el amor, fue un flechazo, cuando llevábamos tan solo unas horas hablando, no tardamos en decirnos que habíamos sentido algo especial el uno por el otro. Recibí una llamada en el móvil, era Ana, le dije que ya estaba aquí, ella pegó un grito de emoción. Me preguntó que si estaba ya en el hotel, que ella estaba ya en la puerta. Yo había salido a dar un paseo, pero me di media vuelta hacia el hotel. Al llegar la vi, era tal cual la recordaba de fotos. Estaba acompañada de su hija Melania y también de una amiga de su hija. Era un encuentro muy esperado, había sido duro quererse, desear abrazarse y no poder debido a la distancia, que lo impedía como si de una barrera infranqueable se tratara, pero por fin llegó tan esperado momento. Nos fundimos en un abrazo, no tardé en ponerme el bañador y al poco rato estábamos en pleno mes de Enero metidos en las aguas del atlántico, frías como siempre, pero apenas se notaba con las chispas que salían debajo del agua. Guardo recuerdos muy bellos de aquella visita y de las que siguieron, pero como todas las relaciones que había tenido hasta el momento tenían eso mismo, un pero. Ambos teníamos dudas por la situación en la que nos encontrábamos. Yo me encontraba desempleado y mis viajes a las islas no podían ser todos los que hubiese querido. Eso provocaba una situación algo desesperada. Desear ver a quien amas y no poder, no es plato de buen gusto. Ella acaba de terminar una relación y aunque sus sentimientos eran limpios hacia mí, tal vez el pasado pesaba porque la ruptura era muy reciente. Me quedó la sensación de que ella debió quererme, pero tenía unas presiones que le hacían muy difícil continuar con la relación, poco a poco fue distanciándose de mí y aunque me costó un poco asimilarlo, me puse en su pellejo y enseguida vi que era lógico y normal lo que estaba pasando. Al igual que si me preguntáis por la relación anterior, cuya ruptura me llevó años superar, por lo traumática que pudo llegar a ser, os diría que no guardo ni un solo grato recuerdo, tengo que decir que con Ana fue diferente, queda un grato recuerdo y el deseo de que donde quiera que esté, le vaya bien.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE A buen seguro que Ana también ha conseguido un amor verdadero y de no ser así, va camino de ello, una mujer luchadora como ella puede conseguir todo lo que se proponga. Hubo una anécdota que me contó muy graciosa, antes de trabajar ella de enfermera, se presentó a unas pruebas para trabajar de azafata de los barcos que circulan entre las islas. Cuando se encontraban en el barco, ella decía que se sentía muy feliz rodeada de chicos guapos, no es de extrañar porque era muy decidida, simpática y atractiva. Tal feliz estaba ella, que le pusieron un chaleco salvavidas en los que creía que era una broma de los muchachos. Cuando dice que de repente la alzaron y la tiraron por la borda, al parecer era una de las pruebas de supervivencia que tenía que superar, cuando la subieron, la dieron la enhorabuena por haber superado la prueba. Debió ser tal el susto que se llevó la pobre, que decidió que era mejor dedicarse a otra cosa. Cuando la conocí, era enfermera del hospital Doctor Negrín. Pude ser testigo de los grandes avances tecnológicos de aquel hospital cuando, al golpear con el pie contra una piedra mientras caminaba descalzo por la playa, me hice una fisura en el dedo pequeño del pie, debo decir que me atendieron estupendamente. Acabo de recordar que Ana tenía un perro muy melenudo, porque al enseñárselo por el ordenador a mi sobrina María, casi le da un ataque de risa. María conoció a Ana y se cayeron bastante bien, en varias ocasiones pudieron hablar y luego no me costaba trabajo despegar a María del ordenador. También pudo hablar en alguna ocasión con mi madre y también congeniaron, debo decir que a mi madre le gusta el folklore de allí y tiene una amiga de las islas, no llega al fanatismo que tengo yo por las islas, pero he de decir que le gustan. Los días que me preparaba para actuar en el concierto homenaje del 11 M y cuando compuse la letra, pude hablar con Ana en ocasiones. Le hablé del concierto y de la ilusión que me hubiera hecho que ella hubiera asistido a ese concierto. Ana es madre y una de las cosas que admiré mucho de ella cuando la conocí era el amor con el que hablaba de sus niños. Apenas pude conocer a Melania en persona, pero no tuvimos tiempo de hablar, tanto ella como sus hermanos, son personas muy afortunadas de tener una madre que los quiere tanto. Yo que en varias ocasiones he visto como la vida de mi madre ha corrido riesgo y que mi padre, como él solía decir, pasó a mejor vida, se lo importante que es el respeto y el amor hacia los padres, y soy consciente de que la vida no es eterna, tanto la de ellos, como la nuestra.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Aquellos que tenéis padres, no creáis ni que ellos estarán eternamente, ni que nosotros lo estaremos, todos somos susceptibles a desaparecer algún día. Esto no debe ser motivo de temor, para pasarse la vida pensando en cuándo nos tocará. Pero tal vez debería hacernos reflexionar que deberíamos aprovechar y saborear más y mejor el tiempo que pasamos con los nuestros y valorar cada momento que va a ser irrepetible. Podemos pasarnos la vida pensando en todo aquello desagradable que alguna vez nos sucedió, yo consideré tremendamente injusto cuando fui despedido. Pero ¿cuánto le debo agradecer a quienes tomaron esa decisión?, ¿cuánto de lo que sucedió por esta circunstancia me hubiera perdido? En aquel momento creía que el mundo se me venía encima y sin embargo me permitió dar un nuevo impulso a mi vida y eliminar lo que me impedía crecer. No te hubiera conocido, Ana. Y como el hecho agradable de que pasaras tú por mi vida, otros muchos más serían los que me hubiera perdido. Qué cierto es aquello de que hasta de las nubes más negras cae agua limpia, tú fuiste mi fuente de agua clara cuando tuve sed. Debo deciros a aquellos que hacéis el mal, que despedís a personas sin escrúpulos por poner un ejemplo, como si os afanáis en machacar a un subordinado porque eso os hace sentiros más importantes, que sois parte de la cadena. La vida sin este tipo de personas, con perdón, no sería la misma. Es tanto lo que he vivido desde aquel mes de marzo del años dos mil tres que me pusisteis de patitas en la calle, que estoy completamente seguro que aunque vivierais mil años, no podríais contar ni vivir lo que yo he vivido en tan solo cinco. Hacer el mal debe ser tan aburrido y poco grato. Si me pongo en la piel de aquellos cuya misión es tan solo hacer sufrir a todo el que le rodea, imagino el tipo profesión tan insulsa que debe ser. Se lo dije al jefe de recursos humanos cuando me despidió, vaya profesión la tuya. Cuando se indignó, rabió de ira y se puso a gritar le dije: perdona, no me grites, que tú mañana tendrás que comer. Ana, se me han colado en tu sección los apestosos estos, disculpa. Para finalizar esta sección, debo decir que fue un inmenso placer conocerte, que aunque solo fueran meses, yo te amé y que conseguiste hacer sonreír a quien creía haber perdido la sonrisa. Me haría inmensamente feliz que hubieras encontrado a la persona que te pueda hacer feliz, así lo deseo y si no fue así, lo encontrarás, no tengo la menor duda de ello.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Trasiego A finales del año dos mil cuatro era frecuente encontrarme en el Trasiego, el pub de David. Este local tenía en el sótano una cueva en la que en ocasiones se ofrecían conciertos. El hermano menor de David, Daniel, es guitarrista de flamenco y fue testigo de primera mano de lo despistado que puede llegar a ser una persona. El día que le conocí quedamos en el puente de Segovia de Madrid, como desconocía su aspecto, a todo aquel que paraba con su coche en el lugar que habíamos quedado le preguntaba: ¿Eres Daniel? La quinta persona a la que pregunté resultó ser Daniel y se rió cuando le conté que era el quinto al que preguntaba si era Daniel. Por aquel entonces Daniel también recibía clases de flamenco como yo y quería conocer a mi maestro para recibir clases de él. Daniel comenzó a recibir clases de flamenco años antes y cualquiera que viera su toque y el mío podía comprobar que procedíamos de distintas escuelas. Por describirlo de algún modo, su toque era menos gitano que el mío, aunque me gustaba bastante, su estilo era un flamenco con ciertos tintes de música brasileña. Una de las veces que pasé por el Trasiego, me encontré a Daniel que estaba ensayando con el hijo de un cantaor de primera categoría, este me confesó que se quería abrir camino por sus propios medios, sin que el nombre de su padre pesara en su trayectoria profesional, algo que aplaudí y le animé a seguir por ese camino que creía tan acertado. Estar en el Trasiego era como estar en casa, se respiraba un ambiente cordial y se conocía a gentes muy diferentes. Días antes de embarcarme en la aventura de irme a vivir a Tenerife, estuve despidiéndome de mis amigos en el Trasiego y meses más tarde, cuando regresé de visita, me dirigí al Trasiego para ver cómo estaba aquello. Al verme David, me saludó y me preguntó que cómo me iba en Tenerife, en realidad no había encontrado aún trabajo allí, pero estaba en camino de conseguir aquello por lo que había ido tan lejos. Para celebrar mi visita a la ciudad que me vio nacer, pedí a David que sacara una botella de cava para brindar por los viejos tiempos y por los que vendrían. Meses después regresaba definitivamente a Madrid dando por concluida la hazaña que había emprendido en el archipiélago del que me llevo tan gratos recuerdos. Regresaba con energías renovadas y con una idea de mi mismo muy diferente de aquella con la que me fui, mi autoestima estaba en un punto de normalidad que quizá solo recordaba en la época de mi niñez, cuando mi felicidad estaba intacta.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El estado de ánimo de un artista es fundamental para ejercer su profesión en las mejores condiciones, por aquel entonces, yo me encontraba libre de estrés y con buenas vibraciones, estado mental idóneo para una actuación musical. Como cualquier otra tarde más, me dirigí al Trasiego y se encontraban tocando Daniel con una pareja musical que actuaba por varios locales de Madrid. La pareja tenía una actuación en el Trasiego y mientras ensayaban les acompañé con la caja rumbera. Tenía recientes las últimas lecciones de mi maestro, en las que el ritmo jugó un papel importante. Para el tipo de música que hacían, me resultaba sencillo acompañar y al cantante le gustó como sonaba la caja y me propuso que si les podía acompañar en algunos temas del concierto, acepté con mucho gusto. El concierto tomó un tono festivo y estuve acompañando a los dos temas que habíamos acordado quedando el público muy satisfecho con la actuación y como ya había terminado mi intervención me subí al pub para charlar un rato con David. Estuvimos hablando de lo bien que lo estaba pasando el público y tomando unas cervezas bien merecidas. Al poco rato apareció una chica muy guapa con acento brasileño, se dirigió a mí y me preguntó que si era Miguel. Yo estaba maravillado, pensé, vaya racha, pero no es que quisiera ligar conmigo, me venía a avisar que abajo en la cueva, los músicos me estaban buscando para acompañarles de nuevo. El próximo tema que iban a interpretar era una rumba y pensaron que iría bien la caja, así es que bajé corriendo de la mano de la bella chica brasileña y tocamos la rumbita. Finalizó el concierto, pero lo mejor estaba por venir, convertimos la actuación en una Jam Session, del estilo de aquellas que hacía con mis amigos cuando éramos niños en Guadarrama detrás de las pistas de tenis o ya de mayor en el pueblo de mi amigo Rocinante. Se pusieron las cartas sobre la mesa y cada uno sacó lo que llevaba dentro, en su alma, sus canciones íntimas, su música preferida, el concierto de verdad acababa de comenzar. Fue un momento divertido recordando aquellas canciones que ya no había vuelto a tocar desde que con tan solo once años creía ser un nuevo trovador de asfalto. Por lo general la música despierta un mundo de sensaciones en cada uno de nosotros, al igual que un buen plato de comida. Pero cuando para elaborarlo se pone lo mejor de uno mismo, el resultado obtenido es en ocasiones sorprendentemente bueno.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Según me contó David, el Trasiego es la acción de pasar el vino de una barrica con cierta periodicidad hasta conseguir que quede completamente limpio para su embotellado. El significado de trasiego más común, o al menos, del que yo había oído hablar, es el de ajetreo o gran actividad y movimiento de personas. De este modo, podríamos decir que la calle Gran Vía de Madrid tiene mucho trasiego, o mucho movimiento. Las últimas veces que fui por el Trasiego reflexionaba sobre su significado, era un lugar que había sido testigo de un Miguel que había manifestado un cambio, había conocido al Miguel que durante toda su vida había tratado de complacer y agradar a todo hijo de vecino olvidándose del vecino más importante, el mismo Miguel. Empezaba a escuchar esa frase que había oído de mi madre que decían que la caridad bien entendida, es aquella que empieza por uno mismo. Una frase que considero muy acertada, a veces llegamos a ser tan desprendidos y generosos que nos olvidamos de guardarnos algo para nosotros, tendemos a olvidarnos de la persona más importante, nosotros. Estaba comenzando a experimentar lo que es amarse a sí mismo y que a aquella doctrina que tanto me habían predicado los padres salesianos le faltaba algo, siempre hablaban de complacer a los demás, amar al prójimo, ser sumiso y de este modo obtener el éxito. Mi doctrina acababa de cambiar, mi orden de prioridades que tanto me había perjudicado hasta entonces había dado un giro rotundo, ahora el primero era yo. Acababa de comprender que si me respetaba y amaba a mí mismo, no era un pecador como tanto me habían predicado, si no una persona normal y corriente. Todo aquel que antaño podía manipularme, empezaba a darse cuenta de que había perdido su poder, ya no era aquel muchacho influenciable de años atrás. Estaba experimentando que si alguien trataba de ejercer sus influencias sobre mí, lo único que podía conseguir, era provocar mi risa y eso, claro está, puede llegar a irritar a ciertas personas. Percibía la ira del maltratador cuando comienza a perder su hegemonía, la ira del rey que pierde el trono y su corona. Cuanto mayor es la ira que se provoca a una persona, más fácil es vencerla, del mismo modo que resulta más sencillo clavar una espada en el lomo de un toro que en el ala de un mosquito. Creo que la mayor satisfacción de cualquier pueblo que haya estado bajo el poder opresor es disfrutar de su libertad mientras la mayor desgracia para el que pierde ese poder, es experimentar el gozo de su pueblo liberado.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

17. Don De Gentes Viaje A Praga En el verano del dos mil cinco comencé a trabajar de nuevo tras dos años de inactividad. De aquellos días de regreso a la actividad laboral lo mejor que recuerdo eran las paellas y las fideuás que nos preparaba un moro en un bar de la calle General Yagüe. En este trabajo contrataron a cuatro desarrolladores en un proyecto con doce analistas. Para aquel que no esté familiarizado con el mundo informático, podría poner un símil con el mundo de la construcción, es algo así como si un albañil de una obra tiene quince jefes de obra, ¡como para llegar un día tarde! Era un proyecto que había comenzado hacía seis meses pero del cual no había nada hecho, el primer día le pedí a mi analista algo de documentación y me sacó una hoja con unos circulitos pintados, no está mal para seis meses de trabajo. Cuando se acercaba la época estival preguntaron a todos las fechas en las que nos queríamos ir de vacaciones, y el jefe de proyecto fue el primero en irse de vacaciones. Al regresar de vacaciones vinieron las prisas, se nos comunicó que suprimían las vacaciones, que se suprimía la jornada de verano y había que trabajar de nueve de la mañana a nueve de la noche y que había que comenzar a trabajar los fines de semana. Pensé, no está mal para comenzar tras dos años de inactividad, inevitablemente tuvo que llegar el viernes. El compañero que era de mi misma empresa me llamó por teléfono a primera hora diciendo que no iba a trabajar porque se iba de la empresa y que iba a llamar a nuestra empresa para comunicarlo. El día anterior había salido a la hora que me correspondía tal y como había firmado en mi contrato, jornada de ocho horas. Al llegar el jefe de proyectos parecía algo alterado y me dijo a voces (viva la discreción) que fuera la última vez que me iba del trabajo tan pronto, que era una falta de respeto para los compañeros que se quedaban. Como ya sabía de antemano que en este proyecto tenía menos futuro que un mono vendiendo plátanos, no le di importancia al comentario en tono chistoso del jefe y le dije que de acuerdo, y además le informé de que mi compañero no venía hoy a trabajar. Me dijo que si había pasado algo, no le informé que mi compañero se iba de la empresa porque consideré que debía ser mi empresa quien le informara de la situación, tan solo le dije que no sabía, que podía llamar a mi empresa para que le informasen de lo que ocurría.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El plan para el viernes era quedarse a trabajar hasta las tantas y el fin de semana trabajar otras tantas horas, así es que al terminar mi jornada de ocho horas, recogí mis cosas y me fui a casa. El lunes me llamaron de la empresa para decirme que no fuera a trabajar y que no tenían más remedio que despedirme porque tenía contrato por obra y servicios. Este despido no fue ni mucho menos tan traumático para mí como el que había sufrido años atrás. Yo creo que incluso me lo tomé con humor por la chapuza de la que acababa de salir y me fui de vacaciones a conocer Europa que ya era hora ¡hombre! Salimos de Madrid a las once de la mañana haciendo parada en Niza, pero a la vista de los precios de nuestros vecinos franceses, decidimos continuar sin parar hasta nuestro primer destino, Venecia, entrando en la ciudad a las cinco de la madrugada. Tratamos de dormir en el coche algunas horas pero yo no pude, así es que salí a ver que se cocía en la noche Veneciana. El lugar donde dejamos el coche era bastante distinto a la imagen que tenía de Venecia, era el aparcamiento que hay a la entrada, un edificio de cemento bastante feo donde paran los autobuses que llegan a la ciudad con los turistas. Bajando unas escaleras pude ver alguna que otra cafetería con algunos clientes, me resultó bastante curioso que a esas horas hubiera alguna cafetería abierta, entré y pedí un café con leche en español, el camarero me entendió y me lo puso. Al salir crucé un puente y enseguida vi la estampa típica de Venecia. Aún siendo de noche con la escasa luz, era bonito lo que se podía ver. Me fijé que debajo de los embarcaderos asomaban vigas de madera. Regresé al aparcamiento de un estilo poco veneciano y un par de horas más tarde comenzamos a pasear por Venecia, era una ciudad muy tranquila quizá por la ausencia de tráfico siendo su único medio de transporte de mercancías el marítimo. Por un laberinto de calles imposible de seguir a no ser por las indicaciones, podemos llegar a la plaza de San Marcos caminando, es una plaza bastante bonita pero es mejor no tomarse nada cerca porque los precios están por las nubes, tuvimos suerte y la plaza no estaba inundada. De regreso tomamos un vaporetto (no es un refresco, que están prohibitivos), es un barco del tamaño de un autobús y con paradas como si lo fuera, con la diferencia que navega por los canales venecianos. En el vaporetto pude ver a una joven con una carpeta grande como las que llevaba mi hermano cuando estudiaba arquitectura, imagino que sería una estudiante de bellas artes. Se respiraba tranquilidad, el silencio únicamente era roto por el vaporetto rompiendo las olas de los canales.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Al mediodía llegamos al aparcamiento y pusimos rumbo a Eslovenia, cuando llegamos a Trieste cruzamos la frontera, el paisaje era montañoso y muy verde, parecido al asturiano. Vi un supermercado de la cadena Spar y esto me trasladó a la época en la que de niños íbamos de acampada y parábamos en algún Spar para comprar latas y bebidas. En nuestra primera parada preguntamos en un pueblo si íbamos por buen camino para ir a Ljubljana, tuvimos que utilizar la intuición y el lenguaje de signos porque no hablaban inglés. Un buen hombre nos dijo gesticulando lo siguiente: Esloveno: Miguel:

Ne pravice, ne levo, naravnost (Todo recto) Thank you (Gracias)

Al llegar a Ljubljana, que por cierto no recomiendo se intente pronunciar como suena por riesgo de afonía, lo primero que quisimos saber es como pronunciaban los lugareños su ciudad, el truco estaba en sustituir la jota por i, entonces la pronunciación es mucho más sencilla, se dice Liubliana. Es una ciudad bastante bonita y puedes entenderte en inglés con cualquiera, es una ciudad en la que debe haber varias universidades, se nota porque la media de la población es bastante joven, se podría comparar con nuestra Salamanca. Estando en una terraza tomando unas cervezas hicimos amistad con el dueño de la terraza que a su vez se encargaba de alquilar bicicletas. Le preguntamos por sitios de ambiente en la ciudad, mientras me daba una llave inglesa para que le bajara el sillín a una chica a la que le quedaba demasiado alto. En ese momento me di cuenta que la chica me daba las gracias en español. Eran un grupo de chicas de Barcelona que estaban dando un paseo por Europa pero en tren. Quedamos con ellas más tarde en una discoteca que nos había aconsejado nuestro amigo. En Madrid me había comprado unas camisas Hawaianas y después de unas cuantas cervezas nos fuimos al hotel, nos dimos una ducha y nos pusimos las camisas. Cuando salimos a la calle, bastante de los lugareños ponían cara de pez al vernos con esas pintas, pero no decían nada, eran muy respetuosos. De haber salido con esas pintas por las calles de Madrid, en menos de un minuto nos hubieran partido la cara unos skinheads. En un espejo de un escaparte pude ver nuestra imagen reflejada y teníamos el mismo aspecto que John Travolta y Samuel L. Jackson al principio de Pulp Fiction. Estuvimos cenando algo y nos fuimos a descansar un rato antes de la cita con las chicas de Barcelona.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE No sé si por las cervezas o por el cansancio de los kilómetros que llevábamos encima, el caso es que despertamos de la siesta al día siguiente sin poder asistir a la cita con las chicas de Barcelona. El caso es que el descanso nos vino muy bien para continuar la ruta, el siguiente destino era Zagreb, una ciudad muy bonita en la que aún quedaba algún edificio bombardeado por la reciente guerra. Entramos a un bar y nos tomamos unas cuantas cervezas, al ir a pagar caímos en la cuenta de que no llevábamos la moneda del país y no aceptaban euros, por lo que mi amigo fue a un cajero a sacar dinero y mientras me quedé en el bar. Me preguntó un señor en inglés que de donde éramos y al decirle que españoles el hombre se alegró muchísimo y comenzó a hablarme en español. Me contó que había vivido muchos años en Marbella y que tenía un especial recuerdo de sus años en España. El señor se ofreció como intérprete y todos los que estaban en el bar hablaban conmigo a través de él, preguntándome cosas sobre España, se notaba que el señor les había hablado mil maravillas de aquella tierra paradisiaca llamada España. Aproveché para preguntarle por la comida de allí, nos recomendó un sitio para comer y me advirtió que la comida croata estaba buenísima al igual que la española, siendo Croacia también un país mediterráneo, su alimentación es parecida a la española. Cuando le conté mis intenciones de ir a Hungría no puso cara de buenos amigos, dijo que aprovecháramos para comer bien en Croacia pues en Hungría solo comían productos derivados del cerdo. Me encontraba charlando con el bar al completo sobre sus desavenencias con los húngaros imagino que herencia de las invasiones que conformaron el imperio austrohúngaro, cuando de repente entró mi amigo, quedó impresionado de mi don de gentes y la rapidez con la que había conseguido dominar el idioma autóctono. Poco después mi amigo cayó en la cuenta de que mi facilidad para entablar conversación con los presentes era gracias al buen señor que ejercía de intérprete. La ciudad de Zagreb es muy bonita y los croatas son gente muy alegre y extrovertida, llevé una impresión muy grata de aquel país y su gente. Incluso a la salida de Zagreb nos indicaron unos señores el camino hacia Hungría pues nos habíamos perdido. Ya en Hungría hicimos noche en el lago Balatón y nos fuimos a cenar. Cenamos pescado de la zona y la camarera tonteó con mi amigo bajo la atenta mirada del dueño al que no parecía gustarle demasiado las risas que se traían entre ambos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Después de cenar fuimos a una terraza al lado de un baile al aire libre, yo me pedí un cubata, es curioso que desde que salimos de España no habíamos conseguimos hielo en ninguna gasolinera, por Europa no son muy amigos del hielo. Me pedí un cubata y al pedir hielo me sacaron uno que tenían pegado a un plato y me quedé perplejo cuando lo despegó con un cuchillo y me lo puso en el cubata. Fuimos dejándonos llevar por las gentes del lugar según avanzaba la noche y por último aparecimos en una discoteca de madera en la que todo el mundo nos hablaba con total naturalidad aunque no entendiéramos nada de lo que nos decían. Horas más tarde nos encontrábamos en un bosque cercano al hotel con un grupo de húngaros de unos veinte años cantando canciones españolas y húngaras con la guitarra. Fue una noche muy divertida aunque un desperdicio de hotel porque apenas pudimos disfrutar de sus confortables dependencias tan solo un par de horas. Llegamos a Budapest y nos alojamos a las afueras porque no encontramos habitaciones libres en la ciudad. Dimos un paseo en barco por el Danubio desde el hotel hasta el centro de la ciudad, la manera de aparcar los barcos en cada embarcadero era algo menos fina que en Venecia, pero conseguimos llegar a la ciudad. Comimos en el restaurante Fatal, que pensamos no estaría mal a pesar de su nombre. Era un poco oscuro, pero la comida estaba muy rica y era abundante. Me produjo tristeza ver que en aquella ciudad los pobres eran muy pobres. Pude ver un muchacho de unos trece años pidiendo en los semáforos, su semblante mostraba la enfermedad del hambre, tenía la cara que tiene alguien que desfallece por no comer. Cuando presencio algo semejante, se me encoje el corazón y me pregunto en qué clase de mundo vivimos y porqué permitimos que ocurran este tipo de cosas. Yo que de niño había visto con los ojos avispados de un ratilla de ocho años todo tipo de timos y pillajes por los alrededores de Callao, sabía diferenciar muy bien la cara del que finge hambre con el que la pasa de verdad, agarré todas las monedas que teníamos en el salpicadero del coche, llamé al muchacho y se las di. Pasamos un día de descanso en el hotel y al día siguiente fuimos hacia Viena, al recorrer las calles de Viena creía ser el protagonista de uno de los episodios del perro policía Rex, nos encontramos de nuevo con el gran Danubio y dimos un paseo por la ciudad, en esas fechas había un festival de cine y estuvimos comiendo unas salchichas muy ricas en un puesto que llevaban unos latinoamericanos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Pusimos rumbo a Praga, el destino final de nuestro viaje, en pocos días habíamos visitado varias ciudades de distintos países y la sensación era la misma que si vas de viaje por España, en Centroeuropa casi sin darte cuenta has cambiado de país. Nos hospedamos muy cerca del puente de Carlos (Charles). Cruzamos unas cuantas veces el puente sobre el rio Moldava repleto de turistas, muchos de ellos españoles, uno me dijo ¡Excuse me!, a lo que le respondí, ¡que soy de Carabanchel, hombre! Por aquel entonces ya comenzaba a sentir fatiga al subir escaleras, en las vacaciones del año siguiente también lo pasé mal en Noruega subiendo una piedra gigante llamada Preikestolen. Por aquel entonces yo achacaba mis fatigas al tabaco, aunque cuando dejé de fumar y fui al médico que me diagnosticó asma. No era pues de extrañar que me produjera una fatiga considerable el ascenso a la enorme roca. En estos días en los que me encuentro enfrascado en la escritura de este libro, al encontrarme desempleado evito salir a la calle de madrugada, esto ha hecho que haya experimentado una notable mejoría. Al no tener que ir a trabajar, aparte de no madrugar, no me expongo a los dichosos aires acondicionados, que bien despidan aire frio o caliente, siempre han sido muy nocivos para mi salud, produciéndome todo tipo de alergias. Camino de aquella subida desproporcionada hacia el castillo de Praga, un señor de muy avanzada edad me sonrió y me saludó muy amablemente. El hecho me resultó mágico, parecía como si aquel señor me estuviera indicando algo con su mirada, creo que en realidad se estaba despidiendo de nosotros. No soy de la clase de personas que piense que por tener más o menos edad se esté más o menos lejos de la visita de la parca, de hecho, la edad no cuenta, es un hecho cotidiano que lo vemos a cada instante. Sin embargo el gesto de aquel señor, pareció indicarme que él ya había hecho lo suyo y que lo había hecho bien, parecía despedirse de nosotros con gran elegancia y cortesía, cediéndonos el testigo, como queriendo decir, ahora os toca a vosotros hacer lo que os corresponde. En cualquier caso, son anécdotas en las que mi imaginación juega un papel importante, la realidad fue que un señor de avanzada edad me saludó con mucha educación. El resto no es más que pura invención de un servidor que alardea de ser poseer grandes dotes imaginativas. Al llegar la noche cenamos en la planta baja del hotel, que a su vez era un pub donde ponían de comer y salimos a dar un paseo. Entramos en un pub en el que a los pocos minutos entablamos relación con unas chicas exageradamente bellas.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Yo quedé un poco extrañado de la facilidad con la que entablamos relación, en España no estábamos habituados a ser abordados por dos chicas, y menos de semejante belleza. El hecho es que las chicas hablaban inglés con bastante soltura, se trataba de dos estudiantes de unos veintitrés años. Las dos chicas eran muy guapas, pero una de ellas, la que me abordó a mi era a su vez mucho más guapa que la otra chica, circunstancia por la cual me pareció advertir un amago de mi amigo por tratar de cambiar de pareja en un primer momento. Tras el intento fallido de mi compañero de viaje por cambiar de pareja, pues era evidente que mi contertulia se encontraba muy a gusto conmigo, continuamos la conversación. La muchacha con la que yo hablaba estudiaba turismo y la otra era estudiante de económicas. Resultaba curioso que siendo mi amigo el que dominaba mejor el idioma anglosajón, puesto que había vivido un año en los Estados Unidos, los que hablábamos con mayor soltura, como si nos conociéramos de toda la vida, éramos mi amiga y yo. Según iba transcurriendo el tiempo, era más evidente mi afinidad con Katka y aunque mi amigo trataba de relacionarse con la otra chica, no tardó en evidenciarse el poco interés mutuo entre ellos dos. Quedé gratamente impresionado de mis recursos lingüísticos en otro idioma que no era el mío natal, imagino que de no haber sabido ninguno de los dos algo de inglés, muy probablemente no nos hubiera importando y hubiéramos inventado un nuevo lenguaje de signos. Estaba descubriendo un nuevo método para aprender inglés en pocos minutos, estoy segurísimo que hay cualquiera de nosotros que se le acerque un bombón en un país extranjero con quien experimenta una química especial, casi sin querer se perfecciona el idioma como si fueras autóctono de algún país de habla inglesa. Después de un par de horas de charla agradable, nos fuimos despidiendo porque se hacía tarde y nuestras amigas tenían que irse ya a su casa, se me había pasado el tiempo sin darme cuenta. Nos dejamos los teléfonos y quedamos en llamarnos. Tratamos de quedar otro día, pero la tía de mi amiga enfermó y no pudo ser. Aunque solo nos vimos aquella vez, tengo muy gratos recuerdos de aquel encuentro. La situación resultó muy simpática, por la disparidad de afinidades entre mi amiga y yo, y mi amigo y la compañera que le cayó en suerte. Era como si ambos pensaran que se habían equivocado de pareja, y desearan estar ocupar el asiento de al lado. Mi amigo me confirmó más tarde que hubiera preferido hablar con Katka, incluso hizo trató de darme el cambiazo, pero ella me eligió a mí.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Gnocchis Al regreso de nuestras vacaciones a Madrid, el azar hizo que conociera a una escritora búlgara que nacida el mismo año que yo, no podía imaginar que años más tarde me contagiaría su pasión por el apasionante mundo de la escritura. A mi amiga circunstancial la conocí un día veintiocho, el veintinueve salimos a cenar y no nos hemos vuelto a ver desde entonces. También por azar, hoy escribo estas líneas un día veintinueve de diciembre en el que voy a cenar Gnocchis. Sin embargo, al contrario de lo que se pudiera pensar, fue una velada muy agradable en la que primó la educación y el respeto, fue una corta relación de amistad que finalizó del mismo modo que dio comienzo, de un modo cordial. Cuando la conocí, comencé hablando con ella porque la había confundido con otra persona, estuvimos hablando de varios temas y en particular le relaté mi experiencia con una compatriota suya hacia dos años. Creo que dicho relato, corazón y pieza fundamental de este libro, el cual relataré con todo detalle en el capítulo seis Zori, debió conmoverle tanto que sintió el deseo de conocer a la persona que había sido capaz de realizar semejante hazaña. Notaba en cada una de sus palabras que su deseo cuando hablaba conmigo vía web, era que yo tuviera muchísima suerte, pues alguien que podía tener tan gran corazón merecía que la vida le brindara algo mejor que lo que estaba viviendo en ese momento. Me propuso ir a cenar el día siguiente, me dijo que tuvo una amiga argentina que los días veintinueve de cada mes cenaba Gnocchis y bajo el plato ponía algo de dinero, lo que fuera. Con esta cena, se aseguraba que durante el mes venidero iba a tener que llevarse a la boca a diario. Me pareció un reto muy interesante, desconocía esa costumbre, de hecho, no sabía que eran los Gnocchis esos. Además en aquellos días en los que mi economía no era muy buena, salir a cenar con una chica que además aceptara que fuera en un restaurante italiano normalito me parecía estupendo. Al día siguiente quedamos en la puerta de restaurant pero estaba cerrado, entonces me propuso ir a otro que ella conocía. Era una mujer atractiva, por aquel entonces teníamos los dos treinta y seis años. Esto le daba un toque de madurez que le hacía si cabe aún más atractiva. Estuvimos cenando en el restaurante italiano los Gnocchis, hablando muy cordialmente, quizá pueda parecer extraño pero he de confesar que creo que era la mujer más elegante y culta con la que había ido a cenar hasta el momento, no acostumbraba a frecuentar gente tan respetuosa.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Llegó el momento en que nos trajeron los Gnocchis, sacamos un euro cada uno y lo pusimos debajo del plato como mandaba la tradición y continuamos cenando y disfrutando de la conversación. Cuando te encuentras a gusto con una persona el tiempo pasa muy rápido, cuando fuimos a pagar, me pidió por favor que le permitiera pagar a ella la cena a lo que accedí, su noble gesto me hizo brillar los ojos. Si antes podría asegurar que era la mujer más elegante y culta con la que había cenado hasta la fecha, de lo que no tenía la menor duda, es que se trataba de la primera mujer que me invitaba a cenar. Le agradecí mucho la invitación, especialmente en las circunstancias económicas no del todo buenas en las que me encontraba en aquel momento, entonces pensé que seguramente aquella mujer había recibido una educación exquisita. Fuimos paseando un rato hasta un lugar para tomar un taxi, me ofrecí a acompañarla ya que yo tenía que volver a mi casa y por aquel entonces no tenía demasiado control de los autobuses nocturnos. Le acompañé a su casa en taxi y no permití que pagara ella esta vez, ya me había parecido demasiado con su ofrecimiento de pagar la cena, de todos modos tenía pensado regresar a casa en taxi y no me importaba que la carrera pudiera salirme algo más cara por acercarla. Salí para despedirme y aproveché el momento para decirle lo guapa, educada y simpática que era y le pregunté qué era lo que pensaba de mí, me contestó que era muy simpático y agradable y que había pasado una velada muy agradable conmigo. Me sonrió y se despidió con dos besos, en aquel momento obtuve la información que quería saber, si tan solo se trataba de una cena de amistad o tal vez algo más. Me dejó claro que aquella era tan solo una cena de amistad y agradecí mucho su sinceridad, pensé entonces que me encontraba ante una persona de pensamientos muy nobles e ideas muy claras. El hecho de poder exponerle mis inquietudes con facilidad y claridad, me hizo sentir realmente cómodo. Aunque sabía que tal vez sería la última vez que la vería por esa mirada inconfundible, le agradecí todo lo que había regalado esa noche, que para mí tenía un valor incalculable, hasta la sinceridad del último momento la agradecí de corazón. Cuando tienes una cita y te quedas con la duda de que tal vez te hubiera faltado un poco más de arrojo para seducir a la chica, la sensación que suela primar es de desilusión, sin embargo en aquella cita quedé satisfecho, había sido exprimida hasta la última gota, era consciente de que tocaba retirada, mi sensación al regresar a casa era de felicidad.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Creo haber oído algún comentario soez del taxista diciendo algo así como, vaya bombón, a lo que no presté ninguna atención y seguí saboreando ese regalo que la vida me había dado, eso sí, como una estrella fugaz, pero que te deja buen sabor de boca. He vuelto a probar los Gnocchis en alguna ocasión, pero sin hacer el ritual del dinero debajo del plato. Sin embargo esta noche, veintinueve de diciembre del dos mil ocho, en uno de los inviernos más fríos que recuerdo, en plena crisis económica mundial, me voy a permitir el capricho de repetir la tradición. El hecho es que al mes siguiente de la cena con la escritora búlgara, comencé a trabajar tras dos años de inactividad, tan solo me duró unos meses antes de que me echaran, pero tuve suficiente dinero para irme de vacaciones. La superstición no es uno de mis fuertes, aunque tampoco me dedico a tentar a la mala suerte como pudiera ser pasar adrede por debajo de las escaleras o ir en busca de gatos negros. Tampoco soy partidario de molestar a los espíritus, este es un consejo que guardo en el baúl que me dejó mi querido padre, que me decía que él no creía en todas las habladurías de apariciones o fenómenos extraños, pero por si acaso, era de la opinión de que hay que dejando tranquilos a los espíritus, ellos harán lo propio contigo. Una de las creencias susceptibles de investigar es una que está poco de moda y de la que no se suele hablar en debates televisivos, es la creencia en uno mismo. Enemigo de la creencia en uno mismo, es todo lo que atente a esa creencia, el más común suele ser el que te llama engreído. No soy engreído por dar mayor importancia a lo que yo creo de mi mismo, que lo que los demás crean de mi o por tener más fe en lo que pueda conseguir por mi mismo que por medio de los horóscopos o la lotería de Navidad. Engreído es aquel que debido a su inseguridad, alardea de ser mejor que los demás y que busca admiradores debajo de las piedras. De lo que yo estoy hablando es de amor propio, algo que está mal visto por la sociedad y sin embargo, algo que considero primordial en el desarrollo de cada uno de nosotros. Aquel cuyas medallas conseguidas a lo largo de su vida las muestra a toda persona nueva que conoce para demostrarle todo lo que ha llegado a ser en la vida, peca de soberbia, a quien más debe importar los logros obtenidos es a sí mismo. Todo aquel que sintiéndose inseguro me llame inseguro para sentirse seguro, puede seguir haciéndolo siempre que lo desee. A todo aquel que me critica por pensar como creo oportuno le aconsejo que antes de tratar de cambiar el mundo, se dé un paseo por su casa y observe con atención.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Luthier En nuestra familia siempre hemos convivido con una guitarra cerca. Aunque recuerdo que cuando contaba con apenas cuatro años este instrumento me estaba terminantemente prohibido, tal vez porque al ser muy pequeño, podía confundirla con un juguete y darle un cachiporrazo. Cuando mi hermana mayor, la dueña de la guitarra había salido de casa, era el momento, me subía a una silla y cogía el instrumento prohibido, rasgaba sus cuerdas y quedaba aturdido con el sonido armónico que embriagaba mi cabecita de cuatro añitos. Cuando pensaba que había peligro de que llegara alguien, guardaba la guitarra en su funda y me apresuraba a dejar aquel preciado instrumento que emitía unos sonidos que nunca antes había oído que evocaban a mi imaginación un mundo nuevo de emociones, me parecía estar haciendo un truco de magia mientras con mis pequeños deditos golpeaba las cuerdas de aquella guitarra. También de muy pequeño tuve la suerte de ver en mi propia casa representaciones de flamenco de unos buenos amigos de mis padres Carmen y Ángel, ella bailaora y el guitarrista flamenco. Creo recordar con gran exactitud aquella guitarra tan bonita, soñaba con ser mayor para poder tener una igual. Quedaba embobado viendo la guitarra que creía más bonita del mundo, la de Ángel, ¡que madera más bonita!, ¡que sonidos más mágicos emitía esa guitarra! y ¡qué baile más bello el que realizaba Carmen con su vestido de faralaes! Ángel nos dejó como otros tantos maestros, pero queda el recuerdo. Hace apenas un año, Carmen que vino a visitar a mis padres y me pidió mi madre que tocara, interpreté para ella una soleá agradecido por aquellas imágenes tan bellas de mi niñez. Carmen quedó muy asombrada, no solo por la soleá que acababa de interpretar, gracias a que el destino me cruzó con mi maestro de guitarra, también quedó muy sorprendida cuando mi hermano Santi, el arquitecto luthier apareció con las seis guitarras que había construido con sus propias manos y el oud (laúd árabe) que adorna el salón. Con su especial sentido del humor, Carmen comentó, ¡pero bueno, es que en esta casa todos son artistas!, ella ha dirigido una escuela de baile en Alcorcón de la que a buen seguro han salido grandes artistas, pero estos de los de verdad. Quiero aprovechar para agradecer a Carmen aquellos momentos que me regaló cuando era niño, recuerdo que preparaba las mejores tortillas francesas que jamás haya probado, y que tenía el honor de saborear en aquellas ocasiones en que se me hacía tarde jugando con su pequeño Pepe Luis, que era unos años menor que yo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Hice mis pinitos como luthier cuando apenas contaba con doce años. Como no se me daba mal la marquetería, recorté un tablón de madera de aglomerado con forma de guitarra eléctrica y me fabriqué una guitarra que curiosamente afinaba bien, el detalle que me faltó, por no llegar mi presupuesto, fue ponerle pastillas (pequeños micrófonos que llevan las cuerdas para amplificar el sonido). Mi proyecto de guitarra eléctrica estuvo muchos años en mi casa, creo que fue necesaria una reforma para que se perdiera su rastro. Uno de mis primeros caprichos cuando comencé a trabajar fue comprarme una guitarra eléctrica Gibson Les Paul Studio que regalé a mi hermano Javi cuando dejé de usarla al aficionarme a la guitarra flamenca. A parte de este intento, lo máximo que he llegado a hacer como luthier ha sido cepillar el fondo de la guitarra de cutaway (guitarra clásica o flamenca con un bocado imitando el estilo de las eléctricas) que me fabricó mi hermano. También hice parte de la marquetería de las bocas del Oud (laúd árabe), digo parte, porque si digo que hice la marquetería yo solo mi hermano Santi me pega y mi mujer Marga también. Luthier de la familia es un título que se ha ganado mi hermano Santi con esfuerzo. Nadie ha dudado de su destreza para cualquier arte manual, desde sus cuadros a aquellas maquetas de barcos que requieren además de mucha maña una enorme paciencia. Si a estas dotes innatas le unimos que su profesión es la de arquitecto, podemos logran a entender que sin haber tenido maestro alguno, haya sido capaz de construir, cada vez mejor, las guitarras que a los largo de los años ha ido construyendo. Siempre he pensado que si alguna vez tengo suficiente dinero para encargar el proyecto de una casa, sería a mi hermano Santi, está hecho un artista. Es una suerte tener un hermano luthier en casa, más aún, cuando mi afición preferida es tocar la guitarra. Me habría ahorrado un dinero si su afición le hubiera entrado antes, años antes estuve comprándome mi primera guitarra flamenca a un luthier de Granada. Este luthier de Granada es primo de mi maestro de guitarra, me enseñó su taller y quedé prendado del olor a madera y de la cantidad de guitarras que allí había, me hubiera llevado todas si hubiera podido pagarlas. No tardé mucho en decidirme, probé varias, pero hubo una que su sonido me encandiló, estaba delante de mi nueva guitarra. Una guitarra de madera de ciprés con clavijas como las que tenían las guitarras antiguas. Fui a Granada con la idea de comprar una guitarra de clavijas si encontraba alguna que me cautivara y estaba delante de ella, su sonido era tal y como el que yo soñaba, pude comprobar más tarde que una ventaja de las guitarras de clavija es que permanece más tiempo afinada que una guitarra de clavijero convencional.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Aunque ahora tengo otras dos guitarras, y aunque no sean de mi posesión, puedo tocar todas las guitarras que ha construido mi hermano, mi preferida es la guitarra Granadina, por aquel entonces estaba muy inmerso en el aprendizaje del flamenco y el hermano de mi maestro, también gran figura del flamenco actual, de hecho, es mi guitarrista preferido, me regaló un libro de partituras con algunas de sus obras. Este libro fue dedicado con especial cariño por el mismo artista, en la dedicatoria podía leerse: «Para Miguel, músico amigo mío y gran aficionado al flamenco» Huelga decir que la ilusión que me hacía recibir semejante regalo de mi guitarrista preferido era infinita. Pero que además, me lo regalara ese mismo guitarrista y me bautizara como músico y amigo, era un honor. Fui a casa del hermano de mi maestro, para que probara la guitarra que me traje de Granada e interpreté una de las obras que había estudiado en el libro que me regaló meses antes. Fue en el patio de su casa ante la mirada de mi maestro, el hermano de mi maestro, su mujer y la madre de su mujer. Por un momento pude ser el músico y mi público estaba compuesto por tan solo cuatro personas, podían acumular en sus mentes la sabiduría de varias dinastías del flamenco. El respeto que sentía en ese momento ante aquel público era enorme, respeto y gran admiración por un público que mirada atento mi interpretación, probablemente carecía de calidad interpretativa, pero estaba llena de sentimiento. Tuvieron para mi tanto valor aquellos años de aprendizaje y admiración hacia mi maestro de guitarra y su familia, por aquel entonces era un informático acostumbrado a pocos halagos, más bien eran muchos los reproches de los que era objeto en mi profesión. Mis amigos tampoco eran los mejores amigos que se puedan tener, en aquellos momentos, las únicas palabras de aliento y ánimo venía de mi familia, y de la otra familia que me había adoptado como amigo, la de mi maestro de guitarra. Mi maestro observaba que mi rapidez de aprendizaje era considerable, debido en gran parte al interés que siempre había despertado en mi la guitarra, a los halagos constantes de mi maestro, al cariño de aquella familia que inocentemente pensaban debía ser una eminencia en mi profesión, no eran pocas las que mi maestro me había presentado a grandes artistas del flamenco como un monstruo de los ordenadores. Sin embargo la realidad era otra, en mi profesión no solo no destacaba, sino que además frecuentemente era humillado no solo por los superiores sino también por mis propios compañeros. De haber sido realmente cierta la idea tan baja que de mi tenían, me quedo con la duda de cómo permitieron que trabajara para ellos y de que me permitieran desarrollar miles de programas durante los seis años que para ellos trabajé, ¡qué insensatos!

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

18. Amor Verdadero Almas Gemelas Era por el mes de Septiembre del año dos mil seis cuando me despedí por última vez de los «amigos» que a veces se pagan las cañas. Fue en la estación de Atocha, había vivido posiblemente los peores quince días de mi vida y por contraste visitado los lugares más bellos. En la vida hay momentos que te quedan grabados para siempre, éste fue uno de esos momentos, un hito (milestone) en el cual mi camino se separaba de aquellos que decían llamarse amigos. Al estrechar sus manos, supe que era la última vez, de hecho uno de ellos me había dicho en tono amenazante que daba por terminada nuestra amistad, a lo que me sumé con mucho gusto, de hecho, para mí jamás había existido amistad alguna. Al lector podría parecerle algo drástico dar por terminada por completo una relación de amistad que se remontaba a cuando tenía ocho años de edad con uno de ellos y a los días de juventud en la universidad con el otro. Todo tiene un límite, ambas relaciones de amistad habían rebasado hacía muchos años los límites en demasiados aspectos, cada uno a su manera, pero no era de extrañar que llegara aquel momento que tanto había ansiado, estrechar la mano y decir, ahí os quedáis, que yo he de seguir mi propio camino. Qué lugar más simbólico que la estación de Atocha, lugar donde tantos viajeros se cruzan para ir a sus respectivos destinos, para proclamar la independencia, la libertad y el deseo de decirles a la cara, habéis conseguido que haya batido el record Guinness, probablemente ningún otro ser de planeta haya tenido las espaldas tan anchas para soportar tanta carga, ya no formáis parte de mi vida gracias a Dios. Aprovecho para dar un consejo a mis fieles compañeros, lectores de este libro, si sospecháis que vuestros amigos, mujer o compañero de trabajo no os respeta, no permitáis que sigan por ese camino, la gente que no es trigo limpio no cambia, son así desde que nacen hasta que mueren y lo mejor que puede pasar es que desaparezcan de vuestras vidas. ¿Qué acciones pueden orientaros de que alguien con quien os relacionáis no os respeta?, seguro que hay muchas más pero voy a citaros una lista de todas aquellas que recuerdo de los que fueron durante años mis «amigos» que a veces se pagan las cañas. El principal defecto que puede dejar ver el que gusta de faltar al respeto a sus semejantes es precisamente que no los considera semejantes. Cree que está por encima de los demás y que la naturaleza le ha dotado del don de una inteligencia superior, por tanto, eso le convierte en un ser superior que puede mover fichas a su antojo con una facilidad pasmosa.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE La que cree una virtud, es su principal defecto, creerse superior, esto le da derecho a una serie de privilegios, comenzamos, no pagarse lo que consume, hay muchas variantes al respecto, el que se escaquea para pagar está hecho un artista, es un maestro que ha aprendido a lo largo de sus años la técnica de no pagar o pagar menos de lo que ha consumido. A este paquete añado a los compañeros de trabajo que te piden para comer y se olvidan de devolverte el dinero que te deben, o aquellos que te piden que les pagues la lotería y esperan a que no toque para no pagártelo, eso sí, si hubiera tocado, te hubieran estado persiguiendo el resto de tu vida reclamándote su dinero. Otra variante es salir de copas y cuando se va a pagar, decir que te has dejado la tarjeta olvidada en casa, o llevar siempre un billete del doscientos euros y no pagar porque no tienen cambio, el billete podía permanecer en posesión del sujeto durante años. Lo que parece de chiste es cuando uno de estos amigos se echa una novia y de repente se vuelve muy legal y se dispone a pagar una ronda. Hay que ver cómo ha cambiado tu amigo, que sorpresa, si paga y todo. Lo que tú no sabías es que su novia no paga, de ese modo tú pagas una ronda de tres y la siguiente (cuando se acuerda) la paga él, y otra vez te vuelve a tocar a ti pagar, con lo que le estás pagando las copas, no solo a tu «amigo», sino que también a su novia durante toda la noche. Pero la ruina verdadera está en ese otro «amigo» que es capaz de beberse veintiuna Guinness en una tarde y cuando le toca pagar le dice al camarero que si está borracho, como se va a beber veintiuna Guinness en una sola tarde. Como tú «amigo» no puede casi ni levantarse, le tienes que pagar la mitad de las cervezas porque no había previsto sus excesos y no llevaba suficiente dinero para pagárselos. Cuando consigues comprarte un coche y te congratulas porque vas a poder salir a hacer excursiones los fines de semana, te quedas maravillado cuando compruebas que tus amigos han decidido que como eres el dueño del coche, te encargas de pagar el combustible. De repente el azar te hace que conozcas a una chica muy simpática y muy guapa, que bien, al fin conozco a alguien que no hace de la borrachera su manera de vida, gente sana que sabe divertirse de un modo diferente al que habías conocido hasta entonces. Pero pronto empiezas a ver que el único objeto que tiene aquella amistad con la chica maravillosa es que al final de la noche vayas aparcando a cada uno de sus amigos en sus respectivas casas, y que alguna de sus amigas te agradezca el gesto de llevarla a la puerta de su casa con un portazo. En tú búsqueda incansable de alguien que no resulta un chupasangre, emprendes la aventura de salir a la zona de Huertas, aquella a la que habías ido tantas veces con tus «amigos» chupasangre, entonces crees que se ha producido el milagro, conoces a una chica que parece bajada del cielo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Esta chica de un modo repentino dice haberse enamorado de ti, dice cosas así como que «Eres el amor de mi vida», o «Al fin he encontrado a mi media naranja, qué feliz soy» y por último te envía mensajes al móvil en los que te dice «Eres solo para mí, no te voy a dejar escapar». Qué feliz eres, has encontrado tú alma gemela, la mujer de tu vida, la que nunca te va a dejar escarpar, qué afortunado eres, alguien que dice amarte más que a su vida. Un amor que es pasa siempre, que va a ser tu amor eterno. Pero esta eternidad tan solo dura cuatro meses, los labios que te decían que no te dejarían escapar jamás, ahora te decían que nos teníamos que dar un tiempo, que íbamos demasiado deprisa con la relación, ya veríamos pasado un tiempo su se podría retomar. En mi soledad, me dispuse a volver a salir solo de nuevo, no quería volver con los «amigos» y cuando entro en un bar de Huertas me encuentro al amor de mi vida con otro chico. El amor de mi vida al verme, me mira con cara de desprecio, me voy. Solo en el mundo, solo y defenestrado, llamo a los «amigos» que a veces se pagan las cañas para contarles mis penas, la terapia me cuesta muchas cervezas, pero ya nada me importa, la que había asegurado meses atrás ser la mujer de mi vida, no solo me había abandonado, sino que me había traicionado en apenas cuatro meses. Durante años me convertí en el hazme reír de aquellos «amigos» que a veces se pagan las cañas, les resultaba tremendamente divertido, verme en aquel estado, además, era tan sencillo estafarme en aquel estado, me había convertido en carne fácil para las hienas. Pasaron años difíciles, no conseguía curar esa herida, lo trataba de una manera desesperada, me apunté a bailes de salón, salía con los «amigos», en ocasiones iba solo de vacaciones y otras con las amistades peligrosas. En mi intento desesperado de curar las heridas, pude encontrarme con personas muy crueles que parecían gozar hincando el diente al corazón de un cordero malherido. Antes de que la empresa decidiera despedirme, pude conocer a una compañera de trabajo que disfrutó en grande de mi estado. Saltaba a la vista que era vulnerable, cuando eres vulnerable, todos aquellos que gozan manipulando, aparecen de debajo de las piedras. Aquella compañera fue la guinda que me faltaba para derrumbarme del todo, esa piedrecita que se añade a la carga que hace que caigas de bruces contra el suelo. Comenzaba el declive, pocos meses después fui despedido de la empresa y salí también despedido de Madrid en busca de algo de tranquilidad y si de camino podía encontrar algo auténtico, mucho mejor. Me había embriagado de falsedad y de algún modo encontré la verdad que buscaba.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Cuando me fui de Madrid, me encontré con el título de este libro, con Zori, conmigo mismo. Supe que una persona embriagada de soledad y falsedad puede dar un paso adelante, un paso muy arriesgado, puede llegar a arriesgar la vida en busca de un poco de verdad. Mi vida se divide en dos partes, la primera antes de Zori y la segunda después. Lo que ocurrió en la etapa que conocí a Zori, lo relataré en el capítulo seis del libro. No todo fue a mejor nada más comenzar la segunda etapa de mi vida, de hecho, el camino fue difícil y sigue siéndolo en la actualidad. Cuando te quedas sin trabajo, sin amor, sin amigos, estás vacío. Pero si al menos has conseguido encontrar el sentido a tu vida, has logrado encontrar lo que más quieres de este mundo, a ti mismo, tu amor propio, tienes mucho aunque aún no lo sepas. Una de las frases de mi cosecha, es como casi todas las que han salido de mi mente, son frases que aparentemente carecen de sentido, pero tienen un valor oculto. La frase es: «Es mejor no tener nada y tenerlo todo que tenerlo todo y no tener nada» Cuando dicha frase salió de mi mente, lo que me fotografiaba era el momento que estaba viviendo, el momento Zori, aquellos días de regreso de Tenerife, que no tenía nada material y sin embargo había encontrado el sentido a mi vida, había hecho la última locura ayudando a los demás, había dejado de pensar como me habían enseñado los curas en mi colegio, y que tan bien había plasmado en aquella primera canción que compuse en Navidad. Había empezado a considerar que llevaba muchos años al servicio de los demás, cosa que no está mal, siempre que no te olvides de tu existencia, ahora me viene a la mente otra frase, que mi madre me ha repetido infinidad de veces, y nunca presté la atención que merecía, decía así: «La caridad bien entendida es la que comienza por uno mismo» Pasaron años en los que mis «amigos» comenzaban a ver un Miguel diferente, alguien que comenzaba a resultar molesto. No resulta plato de buen gusto que aquel que no se quejaba ante ningún abuso, comenzara a decir las verdades del barquero. Para el primero de los «amigos» no resultó difícil quitarse de en medio a quien un buen día le dijo lo que de él pensaba, aquel día que intentó que le pagara las copas otra vez más, sin pensar que tal vez el hecho de que hubiera perdido mi trabajo, me hiciera valorar algo más mi dinero. Como ya no era la presa fácil que fui años atrás, dejé de verlo con tanta frecuencia, desde aquel día no le he visto poco y con el paso del tiempo su ausencia se ha convertido en algo placentero, ahora procuro rodearme de quien no busca un interés en mí, sino de quien me valora como persona.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El segundo de los «amigos» me aguantó los años posteriores quizá pensando que algún día volvería a resucitar aquel Miguel que se dejaba engañar con facilidad y tenía dinero para muchas cervezas, pero hizo mala inversión, ese Miguel murió para siempre aunque nunca se lo dije. El destino quiso que las vacaciones del dos mil seis juntara a estos dos «amigos» con el nuevo Miguel, el Miguel después de Zori, fue un regalo en el sentido de que tuve la oportunidad de demostrar que sabía hacer valer mis derechos, pero no dejó de ser desagradable, pues al no acceder a ninguno de sus abusos, provocaba una reacción hostil por su parte hasta que la estación de Atocha fue testigo de aquel último viaje. Cuando crees haberlo perdido todo, hasta tus amigos de pega, el cielo te regala lo que has estado buscando a lo largo de tu vida, encontrarte con una persona que te respete y ame. Fue un día uno de Septiembre cuando conocí a mi mujer Marga, la persona que me ha dado todo su amor, ternura y apoyo en momentos tan difíciles como la pérdida de un padre. En ningún momento hemos recurrido a tópicos como «el amor de mi vida» o chorradas como «no te voy a dejar escapar». Es un amor que se ve cada día, no necesita etiquetas porque es auténtico por sí mismo. Tenemos nuestra canción de amor, esa que nos gusta cantarnos alguna vez en un karaoke porque identificamos su letra con lo que sentimos cada vez que nos vemos, se llama Contigo aprendí, es la canción que simboliza nuestro amor sincero, verdadero. Esos que vamos en busca de la verdad, podemos tardar más o menos en encontrarla, yo tardé treinta y siete años en encontrarla. Creo que mi familia ha sido fundamental para ayudarme a encontrar esta verdad, cuando tu familia es auténtica, buscas encontrar lo que has vivido en tu casa, fuera, es tan difícil encontrarlo. Quizá hablar de almas gemelas no es acertado, en muchos aspectos somos diferentes, nuestra manera de ser y de ver la vida es muchos aspectos es distinta. Pero la base principal de nuestra relación es el amor y el respeto mutuo. Mentiría si dijera que no ha habido crisis en nuestra relación, claro que las ha habido y es muy probable que las tengamos también en un futuro. Pero no tengo ninguna duda de que mientras continuemos basando la relación sobre un pilar tan fiable como es el amor y respeto mutuo, seguiremos tan unidos como el primer día. Mi sobrina María, siendo muy niña, dio un consejo muy sabio a mi hermano Javi y su mujer Pilar el día de su boda. Tan pequeña como ella era entonces, les dijo, si en algún momento de vuestra relación os llegarais a enfadar, debéis aprender a perdonaros y hacer las paces. Este consejo de mi sobrina María me lo apunté y guardé como oro en paño, además de ser muy bueno, era muy adecuado y oportuno para el momento.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Noruega El viaje a Noruega fue menos pretencioso del proyecto inicial, una primera idea consistía en ir a Noruega, pasar a Finlandia y regresar por los países bálticos. El viaje era en coche y contábamos con apenas veinte días, al final prescindimos de Finlandia y los países bálticos por falta de tiempo y de presupuesto. Recomiendo que si se tiene pensado realizar este viaje, se realice con la compañía adecuada, pues es una pena desperdiciar la visita a los que probablemente sean los lugares más bellos del mundo y que por culpa de la compañía se pueda enturbiar tanta belleza. Paris lo visitamos muy rápido, apenas recuerdo que subimos a la torre Eiffel y salir a un café por la mañana y conseguir un café con leche sin tener ni idea de francés, el caso es que me sonaba que se decía: «Un café au lait s'il vous plaît» (Un café con leche por favor) La camarera me puso el café con leche sin poner cara de pez, me entendió. En otras vacaciones que visité Venecia, pedí un café con leche en español, porque se menos de italiano que de francés aunque lo entiendo mejor, el camarero me respondió: «Capisco» (Entiendo) Es curioso esto de los idiomas, si en español se te ocurre decir «entiendo», según en qué contexto, puedes meterte en un aprieto, o mejor dicho, te pueden meter, mejor lo dejo. Tras París viajamos a Amsterdam haciendo una fugaz visita de la que apenas recuerdo haber tomado demasiadas cervezas, llovía mucho y al levantarnos al día siguiente llovía más aún, con ánimo de huir de aquella borrasca pasamos a Bélgica, desde entonces no nos abandonó el buen tiempo. De Copenague recuerdo ser el lugar que he visitado con mayor número de mujeres espectaculares por metro cuadrado que jamás haya visitado antes, los cuerpos se sus chicas me traían a la memoria a las dibujadas en los comics del Manga. De tanto girar la cabeza terminé con un poco de tortícolis y quedamos atascados por una maratón que se corría en la ciudad. En el atasco, para hacer tiempo me metí en una tienda de música y compré un juego de cuerdas, toqué un poco de flamenco y el dependiente puso cara de pez, de besugo diría yo, era un tío muy simpático, a pesar de tener un jefe gruñón al que soportar. Pasamos por un puente larguísimo de Dinamarca a Suecia, en Suecia pudimos presenciar el atardecer más largo que jamás había visto, acampamos en la playa y tras una cervezas llegué a pensar que el atardecer incombustible era un decorado.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Llegamos a Bergen en Noruega y hacía una temperatura muy alta para lo que acostumbraban, veinticinco grados, cuando lo normal era un máximo de dieciocho para el mes de Agosto en que fuimos. Vimos muchos fiordos, montamos en un tren de vía muy estrecha y vimos una representación de unas valkirias, o al menos eso me pareció. Subimos a una piedra gigante, me costó horrores subir, achacaba en ese momento mi fatiga al tabaco, después de dos años sin fumar supe que tenía asma. Tras la subida a la piedra, conducía uno de los «amigos» que casi nos estampa contra otro coche por que seguía entusiasmado de haber visto unas españolas en Noruega y esto le puso algo nerviosillo. Pude enderezar el volante en el último momento evitando un choque frontal, el noruego con el que casi nos fundimos en cachitos, denunció la invasión de su carril por nuestro vehículo y pocos kilómetros después tuvimos que dar cuenta a la policía Noruega. El policía Noruego no debía haber visto a un Inglés en su vida, nos confundió con ingleses, quizá por mi chándal de la selección inglesa, también le despistó la matrícula que portaba una «E» de España, el pensó que pudiera ser una «E» de England, tuvimos que explicarle que en español España se empieza por «E» y no por «S» de Spain. No pareció muy convencido de mi explicación y estaba dispuesto a multar al «amigo», cosa que me hubiera alegrado infinito, por la locura que acababa de hacer, y también por su obsesión demoniaca por el dinero ajeno. Pues no, resulta que cuando dijimos que éramos de Madrid, dijo, Oh, Real Madrid. El joven noruego era aficionado al Real Madrid y cambió su semblante por el de un amigo de toda la vida, nos dio los papeles y no dijo que podíamos marcharnos. A la vuelta a España sugerí la idea de pasar por Berlín, a mis amigos no les pareció buena idea, como ninguna de las que salieran de mi boca, pero como a esas alturas de viaje ya había advertido que mis amigos se habían aliado en contra mía, no discutí ni traté de convencer a nadie. No sé como ocurrió pero aparecimos en Berlín, tal vez por casualidad. Conocimos a unos españoles que vivían allí, muy majos y nos enseñaron Berlín de noche. Yo lo pasé bastante bien aquella noche, creo que era la primera de todo el viaje en la que lo estaba pasando bien. Debo agradecer a aquellos amigos berlineses de adopción haberme hecho recordar que hay personas normales que saben divertirse sin más, puedo decir sin duda que fue el mejor momento del viaje y algunos querían perdérselo. Primero estuvimos en una fiesta de españoles, estuvo muy bien el comienzo de la noche, ocurrió como casi todas las fiestas en las que he estado, al comienzo todos están algo tímidos hasta que se rompen las hostilidades.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Al comienzo todo estaba en calma tal y como ocurría en la obra magistral protagonizada por Peter Sellers titulada The Party (La Fiesta), todos tratábamos de entablar conversación, pero de un modo discreto. Según entraba la noche, con la inestimable ayuda de alguna cerveza alemana, ya podía decir que conocía a casi toda la colonia de españoles en Berlín. Afortunadamente no llegué a tomar tantas copas como aquel camarero borracho de la película de Peter Sellers y eso me hizo disfrutar de aquella noche y poder desahogarme del viaje, hasta aquel momento, desastroso que me habían hecho pasar mis acompañantes. Alguien propuso ir a otro sitio, yo les pregunté por un pub berlinés que vi en un documental por televisión, al que se accedía desde una alcantarilla. Me dijeron conocerlo, aunque pensaron que para aquel momento de la noche tal vez sería más adecuado ir a una discoteca. Aquella discoteca berlinesa era curiosa, la decoración era como de otra época, tal vez de la época del Charleston y tenían sillas, algo que podrían imitar en las discotecas de aquí. La música sin embargo era la misma que se escucha ahora en cualquier parte de Europa. Pasé el resto de la noche riendo y bailando. Incluso recuerdo que cerca del grupo había una japonesa a la que por confusión agarré como si fuera una de mis amigas y nos pusimos a bailar. Pensé que era una de las sevillanas que veían con nosotros, le pedí disculpas, pero me dijo que no importaba, resultó ser muy simpática y estuvimos bailando toda la noche. Acabó la fiesta y por fortuna aquel viaje. Encontramos de regreso un camionero español que nos explicó como pasar Francia sin pagar apenas peajes y llegamos a España. Tenía tantas ganas de llegar, que la noche Bilbaína me pareció una delicia. De hecho, debo agradecer la intervención de una camarera de allí para que el salvaje de uno de los «amigos» no me machacara a golpes. Llegamos a la estación de Atocha donde entregamos el coche de alquiler y allí me despedí de los «amigos» que a veces se pagan las cañas, dije adiós a Rocinante y Don Quijote. Fueron muchos los años que compartí con ellos, años que no recuerdo con agrado. Si hubo muchas fiestas y viajes como el que he relatado, viajes en los que era más importante la velocidad que el simple hecho de llegar sanos y salvos al destino. Apenas recuerdo dos o tres situaciones divertidas, cuando apenas había un momento gracioso era estropeado por una falta de respeto. Me gustaría poder decir que he tenido amigos verdaderos, pero realmente me sobran dedos en las manos para contarlos. Al igual que en la música la base es el ritmo, en la vida, a mi parecer la base es el respeto al prójimo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Oud El mes de mayo se incorporó al trabajo una nueva compañera de nombre Leila. Los primeros días no adiviné de donde podría ser, tenía una mezcla de rasgos blancos y negros, al principio pensé que pudiera ser latinoamericana. Pero no hay mejor que preguntar para salir de dudas y eso hice al día siguiente cuando coincidí con ella en el autobús de la empresa: Miguel: Leila: Miguel: Leila: Miguel: Leila: Miguel: Leila: Miguel: Leila:

Buenos días Hola, ¿cómo estás? Con algo de sueño a estas horas ¡Calla, no me hables! ¿Dormiste mal? No, no he dormido mal, ¡es que no he pegado ojo! Anda, ¿y eso? Es que hay fiestas en el pueblo donde vivo Pues haberte unido a la fiesta, ¿eres latinoamericana? Qué va, soy de Casablanca

Por aquel entonces llevaba tiempo sin tener una relación con ninguna chica y Leila era bastante atractiva. Legó el verano y comencé a ir a diario a Guadarrama para bañarme en la piscina, Leila me acompañaba hasta el intercambiador de Moncloa donde nos separábamos, creo recordar que ella vivía en Villanueva de la Cañada. Cuando llegaba a la piscina me encontraba a veces con Pedro y su mujer Fabiana y otras veces con Pablo y su mujer Carol. Pedro y Pablo eran amigos de la niñez. Recuerdo haberles comentado a Pablo y Carol que todos los días volvía del trabajo con un bombón de chica que era de Casablanca. Me animaron a lanzarme y decirle que me gustaba. Pero en realidad, me resultaba tan grata su compañía hasta el intercambiador de Moncloa que temía que si le decía que me gustaba pudiera dejar de acompañarme y decidí dejarlo para más adelante. Había una compañera de trabajo que cuando se refería a Leila y ella no estaba, la llamaba la negra. Un día me dijo que iba a echar a la negra, el que era su compañero más directo también hizo un comentario de que íbamos a dejar de ver a Leila muy pronto. Al día siguiente me encontré a Leila por la mañana al ir al trabajo, yo creía que ella ya estaría informada de que se iba de la empresa, entonces le pregunté que cuando se iba a ir. Ella se sorprendió mucho, no tenía ni idea de que se fuera a marchar de la empresa, nadie le había dicho nada. Recordé la novela «crónica de una muerte anunciada», todos sabíamos de la marcha de Leila excepto la propia interesada. Se quedó sin saber qué hacer, le sugerí que llamara a su empresa para informarse de la situación.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE En su empresa, como era de suponer, no sabían nada y le dijeron que se mantuviera a la espera mientras ellos indagaban lo ocurrido, poco después le llamaron confirmando que efectivamente, se iba del proyecto. No había ningún motivo según le dijeron, simplemente habían decidido que ya no necesitaban que trabajara más con nosotros, sospecho que algo tuvo que ver el chico jasp que le tocó por compañero. Esta situación me hizo entristecer, había conseguido establecer amistad con una persona que quizá por ser de otra cultura diferente a la mía, parecía escuchar con mucho interés todo aquello que le contaba en nuestros trayectos al intercambiador de Moncloa. En pocos días me marchaba de vacaciones, y yo sin decirle a Leila que me gustaba, entonces pensé que había llegado el momento, ahora o nunca. Por aquel entonces había hecho un primer intento de escribir el libro Zori, aunque sabía que no podría terminarlo porque aún no tenía el final, pensé ¿Qué mejor final podría tener mi libro que una historia de amor moruna? Pensé la mejor manera de hacerlo, sabía que en su situación era delicado hablar de ello, ya que a ella imagino que le preocupaba en ese momento era su cambio inminente de proyecto o posible despido. El día que me iba de vacaciones le di a Leila mi correo electrónico, le traté de dar ánimos y me despedí de ella con un «hasta pronto». Pero ella estaba con el pensamiento distante, no era la misma que días atrás me acompañaba sonriendo el mismo trayecto. Al llegar a casa le escribí un correo explicándole mis sentimientos hacia ella, de este modo, seguí los consejos de Pablo y Carol aunque tal vez debía haberlo hecho antes. En mi declaración de amor pude escribir los siguientes versos árabes: ‫ ﻙﻝ ﻱﺏﺡ ﻙﻝ ﻥﺍﻝﻉﺇ ﻯﻝﻉ ﺅﺭﺝﻱ ﻡﻝ ﺍﻥﺃ‬، ‫ ﺓﺏﻱﺭﻕ ﻝﺍﺯﺕ ﺍﻝ ﻡﺍﻍﻝﺃﻝﺍﻭ ﻡﻙﺏﻉﺵ ﺓﺩﻱﺩﻉ ﺕﺍﻭﻥﺱ ﻝﺏﻕ‬، ‫ﺓﺡﻭﺕﻑﻡ ﻝﺍﺯﺕ ﺍﻝ ﻡﺍﻍﻝﺃﻝﺍﻭ ﻙﺡﻭﺭ ﺍﻱﺩﺏﺃ ﻥﺃ ﺩﻭﺃﻭ‬ Ojalá (‫ )ﻝﻙ‬que Leila haya tenido suerte, imaginé que jamás tendría noticias de ella. Al regreso de las vacaciones pude ver que ya no estaba en su sitio, deseé que hubiera encontrado un trabajo mejor y me entristeció pensar que tal vez no hubiera llegado a leer mi declaración de amor. Tuve el presentimiento de que a esas alturas, muy probablemente no volvería a ver nunca más a Leila, estaba equivocado, por capricho del destino me encontré esta misma mañana con Leila cuando regresaba del trabajo. Le hablé brevemente sobre mi actual trabajo y en cuanto vino el primer tren me subí dejándola sola en la estación, advertí tras los cristales su cara de sorpresa, yo ya no era aquel que conoció años atrás, ese que suspiraba por besar sus labios y que soñaba sus caricias, me preguntó con la mirada porqué había dejado de ser yo su Ulises y ella mi Penélope.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Esta noche, mientras escribo estas líneas, siento la necesidad de darte una explicación Leila, poco después de tu marcha de la empresa, tuve la inmensa fortuna de conocer a la que ahora es mi mujer, bajo la atenta mirada de un león disecado, Marga. Ahora me parece increíble que días había estado bajo tu embrujo, mora de la morería, pero al conocer a Marga, desapareciste de mi mente como por arte de magia. A los pocos días de conocer a Marga pude entender al instante que días atrás había estado buscando en el pozo del deseo. Había hilado en mi mente una historia de amor en la que yo era el sultán de Brunei y pretendía a mi bella mora. Pero Leila, cuando te entra por las venas el amor verdadero, el que estaba experimentando por primera vez, el amor de Marga, todos los cuentos de hadas que había ido escribiendo a lo largo de mi vida perdieron su encanto. Leila, pocos días antes de llegar Marga escribí mi último cuento de amor del que fuiste protagonista, no puedo negar que eras tan real como la vida misma, pero todo lo demás formaba parte del mundo de los sueños. Marga estaba allí en aquel momento y también está ahora, es real. A Marga la quiero cada día más y ella me da su amor incondicional desde que sale el sol hasta que vuelve a salir. Ayer mismo viví en una habitación de hospital el desgarrador sentimiento de mi madre y mi tía por la pérdida de sus respectivos maridos, sus amores verdaderos. Marga es mi amor verdadero. Ha pasado poco tiempo desde que Marga y yo nos conocimos, ha sido tan bonito este tiempo que olvidé la promesa que un día hice a mi amigo Don Quijote de escribir mis andanzas el día que tuviera un final feliz, el libro de mi vida, mi biografía, ya tenía ese final feliz que tanto ansiaba, pero estaba en un estado de felicidad tal, que había olvidado por completo la promesa. Recordé aquella promesa años más tarde, frente a un libro de obras de Pablo Ruíz Picasso, ¡cuánta riqueza encerraba aquel libro! Apenas contaba con algunos textos que explicaban el momento de la vida en que el artista creó cada una de sus obras. ¿Pero qué hechizo me causaría esas imágenes?, tenía la sensación de que estaba leyendo la biografía de Picasso en imágenes, en sus propios cuadros, en ese instante una flecha se clavó en mi cabeza que me ordenó, ¡escribe! Hago este inciso, para recordar que ninguna culpa tuvo el chachachá de que comenzara a escribir, la tuvo Picasso, fue el que encendió la bombilla de mi cabeza mientras observaba su obra sentado en el recibidor de una empresa en espera de otra aburrida entrevista de trabajo más. A lo largo de mi vida he creado con mis manos torres de madera, alguna que otra canción con mi guitarra, demasiadas aplicaciones informáticas y ahora estoy inmerso en la creación más importante de mi vida hasta el momento, mi biografía, empresa que recomendaría a cualquier persona, ¿imaginan cuanto se puede aprender de uno mismo recordando sus propias vivencias?

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Salsa Cuántas veces podemos proponernos llevar a cabo un proyecto sin ni tan siquiera comenzarlo, yo muchas, mis deseos de saber bailar salsa venían de lejos, pero nunca había dado un paso para conseguirlo. Mi primer paso de baile lo di cuando era niño, me enseñó Leo, mi primer amigo negro. Estábamos en las fiestas de Guadarrama, cuando Leo comenzó a bailar y todos quedamos pálidos, bailaba como los ángeles. Quise aprender a moverme de inmediato como él, me enseñó un paso de baile, que tras mucho repetir conseguí hacer bien. Con los años pude advertir que Leo se movía tan bien por una facilidad innata de los negros para el baile, de hecho el profesor que iba a darnos clases de baile Marga y a mí, era afrocubano. Años atrás había hecho intentos de adentrarme en el baile, comencé con lo más difícil, con el baile flamenco. Casi conseguí que mi maestra fuera una gran bailaora a la que admiro como profesional y como persona, es la suegra del que fue mi profesor de guitarra flamenca. Fuimos a cenar unas Fabes con almejas a un asturiano mi profesor, su suegra y yo, en la cena estuvimos hablando de la posibilidad de darme clases, pero teníamos el problema de que disponíamos de un local apropiado para las clases, pero al menos, cenamos unas fabes con almejas que estaban riquísimas y tuve el placer de conocer en más profundidad a aquella catalana tan simpática y agradable. El destino quiso que mi maestra de baile flamenco fuera sobrina de mi maestro de guitarra, me enteré que era su sobrina un día que la vi en un pub situado en la calle Echegaray. Yo iba acompañado de mi maestro, allí nos encontramos con su hija y con algunas sobrinas entre las que estaba mi maestra. Mi maestra de baile quedó muy sorprendida de ver, posiblemente a su alumno más patoso, junto a su tío. Ella no comprendía de qué podía conocer a su tío. Al explicarle que yo era alumno de su tío y a mi profesor que su sobrina era mi profesora de baile se quedaron todos asombrados de la coincidencia. No duré mucho con el baile flamenco porque requería de al menos algo de nivel, por aquel entonces mis conocimientos de baile eran nulos y era difícil seguir la clase. Años después me atreví con los bailes de salón que me vinieron muy bien para poder bailar un vals en la boda de mi hermano con la hermana de la novia. Poco después en Tenerife vi una exhibición de salsa y Apolo volvió a llamar a mi puerta. Volví entonces a bailes de salón con mayor fortuna que la anterior, esta vez la compañera de baile parecía compenetrarse mejor que la anterior, aunque un bien día dejó de aparecer por clase y era tan buena la compenetración que su marcha me desilusionó y dejé las clases.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Poco después de conocer a Marga, me animó a ir a clases de salsa y nos apuntamos a clases con el cubano del que os hablé antes. El comienzo fue muy bueno enseñándonos en pocos meses bastantes figuras siempre haciendo mucho énfasis en no olvidar la base rítmica de la salsa yendo al compás de la música. El baile tiene muchos fines, el otro día me comentaba un taxista colombiano que en su país el hombre que baila muy bien se levanta a muchas mujeres (que liga mucho) y que las mejores bailando salsa con las dominicanas por su tremendo culo. Mi fin en el baile es diferente, nada más lejano que levantarle la mujer a nadie o mirar el culo de las dominicanas. Yo bailo fundamentalmente para gozar, para reírme y disfrutar de los movimientos de mi cuerpo al compás de la música. Hoy he estado en el cumpleaños del profesor de baile y he observado en los asistentes que el baile también se puede ver enturbiado por las inseguridades cotidianas como pueden ser el deseo obsesivo de destacar sobre los demás, o de formar guetos y de este modo sentirse más importantes. Que el baile se utilice como medio de ligar o incluso de arrimar la cebolleta, siempre claro está, que ambas partes estén conformes y les resulte agradable dicho acercamiento, me parece muy bien, recomendable y a todos los efectos sano. Si para bailar necesitamos media pista de baile, tenemos un problema y sobre todo, lo tiene el resto de personas que están en la pista y sus pies. El riesgo de llevarte un pisotón o empujón de dichos malabaristas de la salsa es enorme. Tampoco olvidemos que la salsa, como su propio nombre indica, es una mezcla en la que hay un hombre y una mujer. Esto quiere decir que es fundamental que durante el baile gocen por igual uno y la otra. Sospecho que si la única que da vueltas es la mujer, más que gozar, se puede llegar a pillar un buen mareo. La salsa de competición creo que es campo de los bailarines profesionales y del cual no puedo hablar mucho, pues lo desconozco. La salsa de la calle es la que se baila en la misma Cuba, es la de todos a los que nos gusta movernos al son del «un - dos - tres – y - un - dos - tres – y» sintiendo de este modo la música del mismo modo que la siente el contrabajo o el saxofón, al bailar formamos parte del grupo que interpreta la música, somos como un instrumento más. La música se siente con mayor intensidad cuando te mezclas con ella, los músicos con la chica y el chico, con las otras chicas y los otros chicos obteniendo como resultado una salsa callejera. Ay, mi hermanos salseros, la salsa es de todos, no me quieran bailar ustedes solos en la pista, que el baile es para que lo disfrutemos todos, gocen y dejen gozar.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

19. San Vicente Mi Primera Carta De Amor Muchas canciones de amor hablan de la necesidad extrema de otra persona, dando a entender que no hay nadie más en el mundo que aquella persona a la que han perdido, o que les ha traicionado con otro o con otra. Quiero decirle a todos los heridos de amor del mundo, que nada hay más lejos a la realidad que creer que un amor no correspondido es algo insustituible. Cuando definitivamente perdemos un amor no correspondido, se nos viene el mundo encima, es como si nos hubieran dado una paliza y podemos pasar días enteros sin comer por el disgusto que nos llevamos. Nos olvidamos de un pequeño detalle, es un amor no correspondido, eso y el desamor es lo mismo. ¿No parece absurdo sufrir por el abandono de alguien que no nos ama? Recuerdo un compañero de trabajo que nos contaba que su novia vivía en Estados Unidos y la felicidad que le proporcionaba aquella mujer que tenía en una foto sobre la mesa y a la que hacía años no veía en persona. Un buen día, vino informando a todos los compañeros de la empresa, de uno en uno, de que su novia venía de los Estados Unidos. Nos alegramos todos por él, aunque tampoco entendíamos muy bien su afán por tener informada a toda la compañía de su vida sentimental. A los pocos días, hizo otra vez la ronda por cada uno de nuestros sitios, explicando que su novia ya había llegado de los Estados Unidos, pero que traía malas noticias, hacía años que mantenía una relación con otro hombre en aquel país y le había dicho que iba a casarse con aquel hombre. Una de las normas que llevé a la práctica desde que comencé a trabajar allá por los años noventa, fue la de no contar a nadie de mi entorno laboral absolutamente nada de mi vida privada. No sé muy bien porqué tomé esta decisión, tal vez porque creí que a nadie le importa lo que me ocurra y porque me gusta preservar mi intimidad. Era evidente que nuestro desdichado compañero no tenía el mismo modo de pensar que yo, ya me todo lo que le ocurría en su vida privada lo hacía de dominio público. Una vez nos hubo informado a cada uno de los compañeros, puso en el tablón de anuncios en venta el piso que habían comprado su novia y él a medias junto a la plaza de toros. El detalle de la plaza de toros provocó la risa de algunos compañeros desalmados por la inevitable asociación de ideas, imagínense el anuncio, con el motivo del reciente abandono de mi novia, pongo en venta el piso que compramos junto a la plaza de toros. Después de semejante anuncio a quién no le viene a la cabeza la canción del «venao».

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Cuando se pasó por mi sitio el defenestrado de mi compañero a pedirme una dosis de compasión por su reciente abandono, le di la enhorabuena. El bueno de mi compañero puso cara de pez y me dijo que cómo podía darle la enhorabuena con lo desdichado que era. Le dije que algunos les cuenta horrores que su novia les deje en paz, y aún así en muy pocas ocasiones lo consiguen. No supo entender mis palabras y creyó que eran malintencionadas. Cualquiera que vea mi aspecto físico puede intuir que no soy el tipo de hombre que se tenga que despegar a las mujeres de la solapa. Lo que trataba de darle a entender sin mucho éxito, es que si su novia le había dejado, era porque no le amaba y en tal caso, lo ocurrido era lo mejor que le podía pasar. Mucho peor sería pasar la vida entera viviendo con alguien que no te ama, a pesar de mi calvicie, se me ponen los pelos tiesos como escarpias solo de pensarlo. El caso es que el anuncio de vendo piso junto a la plaza de toros, estuvo colgado mucho tiempo, quizá nadie se atreviera a correr la misma suerte que el desdichado de mi compañero. Ánimo, compañero, yo también pude sentir lo que tú, dos años antes, me encontraba en la misma situación llorando a todo el que se ponía por mi camino que mi novia me había dejado. Se puede llegar a morir por desamor, cuando lo pensamos un poco, la situación es tan absurda como si fuéramos a la carnicería a pedir un kilo de filetes de ternera de la mejor calidad y quisiéramos irnos sin pagar y cuando el carnicero se llevara su carne, nos entrara una depresión que se nos quitara las ganas de vivir. Los más osados no se dan por vencido, y pueden tratar de ganarse a esta persona aunque no tenga ningún interés por ellos, ya sea por medio de flores, regalitos o yendo detrás de ella cual perrito faldero. Esto no es nada recomendable porque a pesar de gastarnos el dinero y no escatimar en esfuerzos, no vamos a conseguir gran cosa. El amor no se compra ni se vende. El amor no tiene condiciones, se ama o no se ama, tendemos a buscar tres pies al gato y de buscar una explicación lógica al hecho de que nuestra pareja decida dejarnos, quizá debiéramos preguntarnos por qué motivo amábamos a alguien que no nos amaba. ¿Por qué suspiramos por quien no quiere saber nada de nosotros? Posiblemente la explicación la encontremos en que no tenemos el suficiente amor propio. En esta canción podemos encontrar amor en cada una de las letras que la compone.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

MI PRIMERA CARTA DE AMOR = 120

ENTE

DÍA

MÁS,

ESCU-

CHARTE

Y

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DE-

CÍRTE

LO.



Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

29

N-

Y

RAZÓN.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

Letras de Canciones Para Ti Un ave planea, dibujando el cielo, Alza el vuelo por las sendas de mi corazón, Planea en silencio, juega con el viento, Danza al aire por los valles de mi interior. Y ahora me siento dichoso a tu lado, Cobijado, sin ningún temor. En tus ojos vi la luna, en tus labios, la miel de mi amor, Fe tu fuente mana llanto, poesía, ternura y pasión. Para ti, un comenta, bajo un fondo azul celeste, deja estela de color, Para ti, una estrella, sueña con poder besarte, sueña con oír tu voz, Para ti, luna llena, vela para ti, mi niña, vela para ti, mi amor.

Mi Primera Carta De Amor Llegaste a mi vida cuando había olvidado decir, te quiero, El pasado, a pesar de solo ser pasado, me acechaba, Cada noche, cada día y tú, llegaste a mí con tu mirada de luz, Que todo lo puede, que no se deja apagar por nada. Y yo aquí estaba dentro de este apagón, Viviendo el poco presente que me quedaba, Me dices tantas veces, te quiero, Que ahora empiezo a recordar lo que eso significa. Y me gusta cada día más, Escucharte y decírtelo. Sé que te quiero porque te echo de menos, porque lloro cuando no te tengo, Porque sufres cuando sufro, porque ya no sé vivir sin ti, Porque me siento viva y feliz y presiento que hay algo más allá del hoy, Que todo lo puede, que no se deja apagar por nada. Y yo aquí estaba dentro de este apagón, Viviendo el poco presente que me quedaba, Me dices tantas veces, te quiero, Que ahora empiezo a recordar lo que eso significa. Y me gusta cada día más, Escucharte y decírtelo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE La Mano En alguna ocasión hemos sentido o creído sentir la presencia de algo que no se puede explicar de modo científico, quien no ha estado alguna vez en una reunión en la que se jugaba con un vaso o mediante una wija se invocaba a un espíritu y sin aviso previo se oía una voz misteriosa o una simple mosca se posaba en nuestra nariz y nos hacía estremecer. No cabe duda que el ser humano por naturaleza teme lo espiritual, lo oculto. Teme la noche cuando la probabilidad de sufrir cualquier accidente sea mayor durante el día que la actividad es mucho mayor. Tener un médico en casa lo convierte, imagino que en ocasiones muy a su pesar, en objetivo de cualquier tipo de consulta médica que te pueda surgir, bien sea médica o de cualquier otra índole, máxime cuando el médico es tu padre y sabes de buena mano que es un gran conocedor de diversas materias. En materias espirituales bien sabía de las creencias cristianas de mi padre y como médico que era no negaba la evidencia de materias ocultas, muchos acontecimientos por descubrir por el ser humano desde que nos llevábamos las manos a la cabeza de pensar ni tan siquiera que la tierra pudiera tener ni medio grado de curva, sabiendo que las curvas son sinónimo de pecado, pobre del incauto que dijera la tierra es redonda. Cuando le preguntaba a mi padre por todo lo referente al más allá lo reducía a algo muy simple, su fe cristiana era inamovible y te daba un muy buen consejo, no jugar con lo espiritual pues es algo que se ignora su manera de funcionar al igual que podía desaconsejar la afición de un informático por las artes de la cirugía. El verano del dos mil siete había sentido una presencia espiritual, pero sin ir en su busca, cuando se lo conté a mi padre, lo más seguro que pensó, este hijo mío está majara. Pero dada su diplomacia se limitó a decirme que lo importante es que saliera ileso del trance y no le diera la mayor importancia y así hice. La sugestión es un elemento a tener en cuenta, en mi niñez una noche saltamos la valla del cementerio de Guadarrama y al pisar el suelo, vimos que había tumbas iluminadas de un color verde fosforito, de una manera sobrenatural pegamos tal bote al ver semejante espectáculo que otra vez nos encontrábamos fuera del cementerio corriendo como alma que lleva el diablo. Cuando éramos niños en Guadarrama oíamos hablar de fenómenos sobrenaturales y cada uno le dábamos un toque especial, como a los guisos, obteniendo como resultando una película de género gore. Dábamos rienda suelta a la imaginación y cuando uno terminaba de contar su historia, el otro se apresuraba a exponer otra que se iba creando y dando forma mientras se iba contando, siendo a ser posible más terrorífica aún.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Tras haber elaborado el guión de la película caíamos en la cuenta de que teníamos que volver a casa y en algún momento nos encontraríamos solos ante nuestro propio guión. En mi niñez había un grupo de música de rock urbano que era mi preferido, se llamaba Asfalto. Con unos trece años regresaba andando de las fiestas de Aluche de ver a Asfalto y había pasado por lugares tan peligrosos como el cerro de la mica sin asustarme, pero la cosa cambiaba según me acercaba a la valla del cementerio de San Isidro. Ya tenía conocimiento por aquel entonces que los espectros verdes fosforitos que vimos años atrás en el cementerio de Guadarrama no eran más que fuegos fatuos, si vi alguno no me sobresalté. Debería estar obligado por ley explicar a los niños de primaria que si se les ocurre saltar la valla de un cementerio puede llegar a verse fenómenos extraños. Se pueden ver las tumbas iluminadas por fuegos fatuos, que no son más que la inflamación de ciertas materias en descomposición formando pequeñas llamas y que se ven caminando por la tierra cual almas vagando en pena, pero que no se asusten, ¡hombre! Aún así, a mis trece años me resultaba difícil no recordar el vídeo que había visto hacía escasos días de Michael Jackson, que ya le vale, con el vídeo de las narices. Pues nada, que me eché a correr desde el cementerio hasta mi casa que hay una tiradita del tirón, creo que tardé muy poquito y eso que hay un ratillo paseando. Creo que a mis cuarenta años, si me aparca un taxista chistoso en medio de la Almudena y se las pira, me cago. Es cierto que con los años se ve el miedo de un modo diferente, pero hay situaciones que aún me siguen produciendo temor, como pasar a solas una noche de invierno en la casa de Guadarrama. La verdad es que la vida en el campo es distinta, ahora estaba recordando los ruidos que se oyen en las noches de Guadarrama, como las jaurías de perros salvajes, los muebles crujiendo, el viento rompiendo contra los árboles. A veces es necesario doparse para conseguir conciliar el sueño. Podemos estremecernos con estos ruidos de la naturaleza, que carecen del peligro, sin embargo nos puede parecer lo más normal del mundo ponernos a doscientos cuarenta por la carretera, con el único temor de que nos pille algún radar. No sé cuantas veces en la vida he notado presencias sobrenaturales, pero posiblemente no han sido más que situaciones en las que estaba condicionado por el miedo. La vez que sí recuerdo como si fuera ahora mismo, fue en este verano del dos mil siete, sentí una presencia donde no había absolutamente nada. Bien pudiera servir como título de una película de terror, la mano que me agarró un pie en la valla del cementerio de Comillas.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Desde luego, yo no sé quien me manda ponerme a revivir este aterrador suceso de mi vida a las tres y media de la madrugada, a ver quién me acuesta ahora. Lo que me resultó curioso de aquel momento es que a pesar que casi me caigo tras el agarrón de la misteriosa mano, en lugar de aterrorizarme, me dio la risa. Estábamos visitando Comillas en nuestras vacaciones del dos mil siete, nos hospedamos en un hotel de San Vicente de la Barquera, pueblo muy bonito y el lugar en el que estaba ubicado el hotel era ideal para descansar por si ubicación estratégica frente a la bahía. Al llegar a Comillas, vimos un cementerio decorado de una manera algo peculiar, como si fuera muy antiguo, fue esto lo que nos llevó a fisgonear dentro del cementerio. Al entrar pudimos comprobar que las tumbas no eran tan antiguas como la apariencia que pudiera dar el aspecto exterior, vimos a unos visitantes extranjeros que debieron entrar por el mismo motivo que nosotros, por despiste. Si nos llamó la atención y nos causó tristeza ver que alguna tumba se trataba de algún niño de corta edad. El sentimiento de paz era el mismo que me produce la visita de cualquier cementerio, puede deberse esto a la ausencia de ruido o a cualquier causa que desconozco, aunque esa paz no era tan grata como para permanecer demasiado tiempo es aquel lugar. Decidimos irnos pues era como cualquier otro cementerio, y no resultaba agradable permanecer allí. Al salir fue cuando sentí una mano que me sujetaba la punta del pié, justo en el momento en que iba a apoyar el pie contra el suelo mientras bajaba las escaleras. En ese momento en que estaba comenzando a perder el equilibrio, hubo otra fuerza que se interpuso entre su mano y mi pie. Sentí un gran alivio al notar como mi pié había quedado libre de nuevo y de este modo evitar pegarme el castañazo del siglo. Cuando miré hacia atrás y pude ver la escultura de un ángel espada en mano, me pregunté si tal vez no se tratara de un ángel custodio que posiblemente al presenciar la fechoría del diablillo que me sujetaba la pierna con su mano, de un sablazo se la sesgara evitando así que me estrellara de bruces contra el suelo. Cuando abandonamos el lugar, desde el coche miré a aquel ángel que coronaba el cementerio y le dediqué una sonrisa de agradecimiento por lo que acababa de ocurrir, la única explicación lógica aunque surrealista que pude encontrar en aquel hecho, es que gracias a su intervención estaba sano y salvo. No quise alarmar con mis divagaciones a mi mujer, que simplemente pensó que me había tropezado sin más, no le di mayor importancia a lo sucedido y continué disfrutando de la visita por Comillas.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE ¡Por Fin Vacaciones! Las vacaciones de San Vicente fueron las primeras que disfruté desde hacía años. Era el primer año que salíamos de vacaciones mi mujer y yo. Acostumbrado como estaba a ir solo o con malas compañías de vacaciones, se valora mucho más cuando te encuentras que quien te acompaña es una persona con la que se puede convivir. Las vacaciones del año anterior habían sido en compañía de los «amigos» que a veces se pagan las cañas y confieso que en ocasiones llegaba a pensar si el raro era yo, en muchas ocasiones me hacían dudar. Pero estando con mi mujer pude corroborar que esos «amigos» eran peor que las hienas del desierto. Con Marga todo era sencillo, disfrutamos mucho de cada uno de los sitios que visitamos, el plan que teníamos era por la mañana ir a la playa y por la tarde hacer alguna excursión, ya no recuerdo la cantidad de sitios que visitamos en tan solo una semana. De noche salíamos a dar un paseíto y a tomar algo. Comillas era un pueblo muy llamativo, recuerdo dos lugares mágicos, uno de ellos fue el capricho de Gaudí, con esa arquitectura tan peculiar que te transporta al país de las maravillas sin apenas darte cuenta, un lugar muy tranquilo y bello. Otro lugar que resultó mágico era la casa de los duques de Almodóvar cuyas paredes estaban adornadas de verde, bromeábamos con la idea de comprar la casa para irnos a vivir allí. La verdad que creo difícil encontrar un lugar más tranquilo y bello que Comillas. En general la imagen que pude llevarme de Cantabria es de suma tranquilidad, un lugar en el que disfrutar de la paz que sus lugares e imágenes poco a poco van introduciendo en el alma. Son de una indescriptible belleza las cascadas naturales que se forman en el valle del Pas con el paso de una lluvia pasajera, tras la lluvia desaparecen como si se tratara de espejismos. En una semana Cantabria se nos hizo pequeña y nos adentramos por horizontes más lejanos como la vecina Asturias, una visita al santuario de Covadonga con tan mala fortuna de haber elegido para visitarlo el día del descenso del Sella. Como podíamos regresar por la tarde, nos fuimos a Luarca, lugar donde había veraneado de niña Marga y al que le hacía ilusión regresar. Aunque ya lo conocía, me resultó placentero volver a ver ese pueblecito pesquero tan bonito. Estuvimos comiendo una mariscada donde acaba el puerto en compañía de las gaviotas, de las cuales a una se le ocurrió la feliz idea de tirarse al plato, tras la colleja que se llevó debió pensar que era mejor no volver a intentarlo, aunque de lejos seguía mirando las sabrosas pinzas de buey de mar.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Pude oír el relato de un marinero que cayó al mar desde su barco y fue rescatado horas después por otro, dijo que tuvo que matar a alguna que otra gaviota para que dejaran de picarle mientras luchaba por sobrevivir. Quizá debíamos quitarles ya el título de carroñeras, pues también les gusta la carne viva. Hablando de las gaviotas carroñeras, encuentro cierta similitud de algunas personas con este tipo de animales, como te despistes, te comen el higadillo. Aunque es injusto pensar que solo las gaviotas tienen similitud con las personas, a ver quién puede decir que no se le ha puesto cara de pez alguna vez, sin ir más lejos, a mí se me puso cara de pez ayer, cuando recibí una llamada de Inglaterra, lo supe por el prefijo +44 y por el acento del interlocutor. A ver si un día de estos me pongo las pilas con el inglés, el caso es que algo le pude entender, dijo algo así: Gentleman: Miguel: Gentleman: Miguel: Gentleman: Miguel:: Gentleman: Miguel:

May I speak to Mr. Miguel Sáez, please? (Miguel?) Yes, speaking (Si) Do you … book? (No entiendo que me dice) What? (¿Cómo dice?) DO YOU … BOOK (Sigo sin entender y abrevio) No, you’re wrong (No, se ha equivocado) Oh, sorry, bye bye (Ah, perdone, adiós) Don’t worry, Goodbye (No se preocupe, adiós)

El prefijo de Inglaterra me lo sé de memoria porque en mis viajes a Tenerife me habían preguntado muchas veces los ingleses despistados como llamar a su casa, les decía que antes debían marcar 0044 seguido del número de teléfono. Pero la llamada de ayer, es un misterio más para el saco de los no resueltos, como la mayoría de los que se me presentan. Otra de las visitas de nuestras vacaciones fue a Santiago, si, han oído bien, a Santiago, quinientos y pico kilómetros a la izquierda de donde estábamos. El caso es que estuvo muy bien la comida que nos dieron en Mondoñedo, vimos la iglesia de Santiago, no pusimos la mano en el santo porque había cola, nos hicimos un par de fotos, nos tomamos un café que nos sirvió el tío más antipático de Santiago y nos dimos media vuelta. La iglesia es muy bonita. El otro viaje un tanto extraño fue al otro lado, al derecho, fuimos a Santoña a comprar unas anchoas, nos comimos unas sardinas muy ricas, pero comimos en Laredo, la peor paella del mundo, si quieren probarla, la tienen en Laredo. Espero que los paisanos de Laredo tomen con humor mis palabras, y las que me dijo un compañero de trabajo que era de Santoña, que decía que lo mejor que tenía Laredo eran sus vistas. Y es que Laredo y Santoña están enfrente un pueblo del otro, es por eso, que ambos piensan que el otro pueblo tiene unas vistas maravillosas.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Madre No tenía previsto hablar de mi madre en este momento del libro, pero la vida me ha indicado que es en éste preciso instante en el que debo hacerlo. La vida es dura y esta misma tarde, cuando me encontraba transcribiendo la partitura que un día escribimos Marga y yo, me ha llamado mi hermana Carmen, la mayor. Ayer mismo por la tarde hablé con mi madre e hicimos planes para ir a comer el próximo domingo a su casa, ahora eso no va a ser posible, al menos, como lo habíamos pensado. Mi hermana me ha dicho que está ingresada en el hospital, cuando al despertar por las mañanas lo primero que hago es dar los buenos días a mi recién desaparecido padre, ahora ocurre esto y vuelvo a sentir esa misma anestesia que sentí cuando enfermó mi padre. He hablado con ella y está consciente e intenta aparentar tranquilidad aunque se nota que no lo está. Tan solo he podido verla un rato, al ser tantos hermanos no podemos abusar del tiempo, pues está en observación, esta noche no podemos acompañarla. En estos momentos de confusión en que tan solo sé que tiene algo serio pero según le han dichos los médicos a mi hermana no parece extremadamente grave como ocurrió con mi padre, me siento con fuerzas para describir a mi madre y sirvan estas letras como homenaje a esta maravillosa mujer que ahora está sola en una sala de hospital. Si el sentimiento de amor sirve de algo, sirva también esta fuerza que en ocasiones puede mover mares, para que sientas que no estás sola, que aquí tienes a un hijo tuyo velándote y deseando tu pronto restablecimiento, te quiero mamá. Mi madre nació el día 24 de octubre del año mil novecientos treinta y cinco en Madrid, cuando se declaró la guerra civil española ella apenas contaba con unos pocos meses, vivió las duras consecuencias de la guerra y conoció las calamidades que se pasan en la posguerra. Es evidente que en ella dejó huella por tantas y tantas veces que de esta primera etapa de su vida nos ha hablado, siendo apenas un bebé percibía que aquella situación que le tocó vivir era dura en extremo. Si de algo he de dar gracias a la vida con especial entusiasmo es de haber tenido el honor de tener unos padres ejemplares, unos verdaderos maestros, dos personas muy queridas por donde quieran que hayan ido. Doy fe de ello, por la visita que hice hace unos años a un pueblo alcarreño del que son naturales tres de mis hermanos. Recuerdo que llegué a este pueblo y sin conocerme de nada, la gente me demostró su cariño como si se tratara de un hermano, me hicieron sentir muy cómodo contándome anécdotas de mis padres en el pueblo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE En alguna ocasión me habían contado mis padres que cuando decidieron volver a Madrid para que pudiéramos tener estudios universitarios como ellos, salió todo el pueblo a despedirles dándoles una muestra de agradecimiento por su calidad humana. En aquella visita pude charlar con Abundio, un señor de pelo blanco que resultó ser el tío de mi primera novia, Maite, aunque solo fuimos novios durante un verano y tan solo teníamos ocho y seis años, me gusta hablar de este noviazgo, pues fue un amor inocente y puro. Algunos lectores podrían pensar que Abundio debía ser un señor de pueblo con escasa cultura y si me apuran tonto, como aquel dicho popular de eres más tonto que Abundio. Nada más lejos de lo que pudieran pensar, Abundio era una de las personas más cultas que había conocido hasta el momento, he hecho me contó que compartía libros y muchas charlas sobre historia, gran afición que compartían los dos. Abundio me hizo sentir en pocas horas, como alguien muy querido, hablaba con gran amor y respeto de mi padre, era evidente que en los años que mi padre vivió allí había hecho grandes amistades y Abundio fue uno de sus mejores amigos. Recuerdo con gran afecto aquella visita a aquel pueblo de la alcarria de nombre Sayatón, pueblo de gran belleza desde el cual se puede visitar una de las más bellas vistas de río Tajo. Mi madre por aquel entonces tenía ya cuatro niños y recuerda con mucho afecto a la señora Antonia, una buena vecina que le ayudaba en todas las tareas que podía y de la que me ha contado que fue para ella como su madre, en ausencia de la suya se encontraba entonces en Madrid. En la visita, la hija de la señora Antonia que se llama Chon, nos preguntó por mis hermanos mayores y me contaba que recordaba mucho a mi hermana Paloma de niña. Cuando terminamos la visita, nos despidieron y recordé aquella despedida que me habían relatado mis padres, incluso recuerdo una lágrima caer de la mejilla de Abundio que nos pidió que diéramos a mis padres el mensaje de visitar Sayatón de nuevo. Mis padres estuvieron meses después, pero no tuvieron oportunidad de ver a ninguno de ellos, aunque si tomaron un café y recordaron aquellos días de su juventud. Mi madre es maestra, ya no solo de la vida, sino que se dedicó a la enseñanza, desde muy joven estuvo enseñando en pueblos estando tanto por Ávila como por la zona del nacimiento del río Tajo. Una anécdota que me gusta recordar que me produce gran emoción, es cuando siendo novios, estuvo mi padre trabajando de médico en un pueblo y mi madre de maestra, estando separados por una montaña. Cuando mi padre iba a ver a mi madre, le pedía el burro a un vecino y se cruzaba la montaña camino arriba y abajo para poder ver a su amada.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE No es extraño que toda la familia andemos con el corazón roto desde que se mi padre nos dejó el pasado mes de marzo, se ha respirado tanto amor en esta familia, que quedamos casi sin aliento ese día tres de marzo. Sirva también la carta de amor de páginas atrás como dedicatoria a estas personas que supieron demostrarnos el valor del amor verdadero, un amor que no hemos podido ver en ninguna película, no hay actor tan bueno en el mundo entero para interpretar a estos dos personajes. Pero no quiero dejarme llevar por la melancolía, cuando ellos han sido tan divertidos, y nos han hecho pasar momentos tan entrañables. Mi madre siempre ha querido mucho a uno de los amigos de mis hermanos mayores, Conrado, él había estudiado peluquería y en ocasiones venía a casa a cortar el pelo a mi madre y alguna hermana. Conrado enfermó hace unos años y murió, era un hombre con buen corazón y todos sentimos mucho su pérdida. Recordamos con especial cariño aquel día en que se quedó a comer Conrado y tuvieron una conversación sobre cucarachas Conrado y mi padre. Conrado decía que había visto en Ceuta cucarachas del tamaño de un mendrugo de pan, de hecho cogió uno de la mesa como muestra. A esto añadió mi padre, si y además con alas. Esta matización provocó la risa de todos los que estábamos a la mesa. El motivo de la risa, es que mi padre siempre tuvo el don de decir algo gracioso manteniéndose serio. Cuando decía que las cucarachas que él había visto tenían alas, lo decía, por era verdad que las había visto y en ningún momento trataba de quitar veracidad al hecho que relataba Conrado, sino, más bien, corroboraba que él también las había visto, pero que además de ser enormes, las que había visto tenían alas. La risa de todos era motivada porque según había hecho la puntualización mi padre, daba la sensación de que lo hubiera dicho como dando a entender que no se creía nada de lo que estaba relatando Conrado y que además lo exageraba más aún si cabe. Añadiéndole alas a las cucarachas como diciéndole, anda, ¡exagerado! Pero todos sabíamos que si lo decía, no era para desmerecer las palabras de Conrado como pudiera parecer, sino, porque él las había visto de verdad, era este el motivo que provocaba nuestra risa y el desconcierto en Conrado. Mi madre es una mujer luchadora, es la dama de hierro española, una señora de la cabeza a los pies, cuando el genio de mi madre aflora, a pesar de ser muchos en mi familia, pocos se quedan cerca por si acaso. Pero si le faltara poco con este don, además lo complementa con una enorme sensibilidad y humanidad hacia los que le rodean, es de las personas a la que más admiro por su calidad humana.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

20. Maestro Jóvenes Promesas Que el mundo es injusto, es algo que nos resulta familiar. Cuando las injusticias te sobrepasan sin poder hacer nada para remediarlas, solo te queda el recurso de la denuncia. Hay muchas maneras de denunciar, constantemente nos encontramos con que debemos quejarnos para reivindicar aquello que nos pertenece. Mi última queja la puse recientemente en correos, esperaba un cheque de dos mil euros de la empresa, lo habían enviado hacía unos días, pero aún no lo había recibido. Pasé el día intentando averiguar dónde estaba mi cheque, en una situación incómoda, porque si me iba a buscar el cheque a correos, podía llegar el cartero en ese momento. Tras varias horas de espera, llegó mi mujer de trabajar, menos mal, si venía el cartero a casa ella podía recoger el cheque en mi ausencia y mientras yo podía ir a buscarlo. Tardé exactamente cinco minutos en localizarlo. En correos no lo tenían, me enviaron al almacén de cartas, a pocos metros de casa y allí me lo entregaron. Durante mi larga espera de desesperación en casa, uno de mis intentos fue poner una queja en correos, pues al parecer las cartas certificadas deben entregarse en el plazo de un día hábil. Habían pasado varios días sin noticias de mi carta. Poco después de encontrarla, me respondió correos que la queja no procedía, ya me la carta ya la había recibido. Lo que debía saber correos, es que mi queja la puse antes. Tras esta experiencia, llego a la conclusión de que puedes pasarte horas quieto intentando lograr tu objetivo, pero si te mueves, en tan solo cinco minutos puedes lograrlo. Gracias a Dios, sin mi cheque no puedo pagar la luz, el agua, el gas y lo más importante, no podría seguir escribiendo mi libro. El cheque es el finiquito cobrado de mi último empleo. De este empleo, salí despedido cual ciervo en celo, la causa, una mujer. Esta compañera era una joven promesa, un chica jasp (joven aunque sobradamente preparada), aunque he oído otras versiones de jasp, la propia de los que no estudiábamos mucho (julio, agosto y septiembre puteados). Una mujer que hace tan bien todo, que cree que todo a su alrededor está mal hecho. En mi último empleo me contrataron para sustituir a una persona que se va, bueno, de hecho, a día de hoy ya no debe estar en la empresa. A las dos semanas me nombran responsable de un área, como si me faltaran responsabilidades. Eso sí, nuevas responsabilidades no remuneradas.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Mi tarea en esta nueva responsabilidad consiste en supervisar que la chica jasp haga bien su trabajo. Una vez que considero que se cumplen los parámetros adecuados para comenzar el lanzamiento del proyecto, es decir, que doy mi visto bueno a la chica jasp para continuar, mira por donde, ella me recrimina haber dado por bueno su trabajo a la ligera. Para entenderlo, es algo así, como si cuando estudiaba en la universidad, que frecuentemente iba a las revisiones de exámenes, hubiera recriminado a un profesor por aprobarme, ¡oiga usted, a ver si no aprobamos tan a la ligera, hombre! El caso es que la chica jasp se despachó a gusto conmigo, eso sí, utilizando una ironía peculiar, una chica muy sutil. Seguramente que gozaba de esos momentos, creyendo que iba a pasar años atormentándome con su mala idea, con su maldad sin causa. Lo que seguramente no imaginaba es que a nuestra relación laboral estaba a punto de llegar a su final. Pienso en lo a gusto que me encuentro escribiendo y en lo infeliz que sería si continuara al lado de aquella chica jasp, seguramente sería muy infeliz. Como mi empeño por la búsqueda de la felicidad, comenzó en la época que conocí a Zori, desde entonces siempre suelo apartarme de todo aquello que me produje infelicidad, trabajar con una chica jasp no entra dentro de mis planes a un medio o largo plazo. Yo les mandaría un mensaje a todos los chicos jasp del mundo. Hay palabras en este mundo, que son bellas, una de ellas es la palabra humildad, otra palabra digna de investigar es el respeto. Seríais mucho más jasp si un día al despertar, os dierais cuenta que no soy perfectos. Resulta tan absurdo comparar, pensar que se es mejor que otra persona y basar esta premisa en ideas poco sólidas. Creo que es muy posible que este tipo de proceder sea una consecuencia de los pésimos modelos que nos daban en los días de escuela. ¡Debéis ser competitivos!, que no se siga que en nuestra escuela no os enseñamos a comeros el mundo. Que la escuela es un bien necesario no lo dudo, pero debo ser muy crítico con algunos métodos de los que fui testigo y que creo más afines a la edad media que a los días en que vivimos. Como todo en la vida, los excesos no son buenos, el exceso de normativa puede llevar al estrés, y ser tan poco efectivo como la anarquía. Ahora analizo el comportamiento de mi compañera de trabajo, la chica jasp, y me la imagino sentada en su pupitre del colegio. Me traslado en el tiempo a aquella escuela de Valladolid en que mi compañera sale al encerado a dar la lección, se ha preparado muy bien la lección y la recita a los presentes cual agregada de la maestra se tratara, al finalizar la clase la maestra aplaude su intervención e incita con un gesto a los presentes a hacer lo mismo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El currículum escolar de mi pequeña compañera jasp era impecable, propia de una alumna ejemplar, en ocasiones siente un impulso terrible de corregir a la maestra cuando se equivoca, pero ha aprendido que no debe hacerlo, porque le podría llegar a perjudicar. En una ocasión mi pequeña compañera cayó enferma y la gripe se la jugó y el resultado de todos los exámenes fue desastroso, pero gracias a su impoluto currículum, el profesorado consideró que debía mantener la notas de las pasada evaluación y de este modo seguir manteniendo el imbatible título de la primera de la clase. Ella supo que el resultado de sus exámenes había sido desastroso, pero aprendió una importante lección en su vida, siempre que mantuviera al profesorado contento, lograría su permanencia en su puesto de primera dama. La humillación de los compañeros menos hábiles era el deporte preferido de mi pequeña jasp y admitía hasta cinco compañeros para hablar en los recreos, los números dos, tres, cuatro, cinco y seis de la clase. El resto eran dignos de humillación. Por desgracia podemos observar que este comportamiento es idéntico al que podemos ver en nuestro trabajo, desde niños nos enseñaron que ser un lameculos humillador, era la receta perfecta para conseguir el éxito. Si no hacemos bien el trabajo, no importa, nuestro jefe hará la vista gorda siempre que dejemos sus partes traseras bien limpias. La eficacia deja de tener importancia cuando se sabe halagar al jefe, cuando se le regala los oídos. Al final todo se reduce al mismo problema, la inseguridad. Inseguros son tanto el que hace la pelota como el que permite que se la hagan. Es su propia inseguridad lo que les hace obrar mal, su miedo obsesivo, su necesidad de que alguien les diga lo maravillosos que son. En una reflexiones orientales, pude leer que aunque nos empeñamos en hablar del bien y del mal, de lo bien que se ha portado fulanito con nosotros, aunque sea muy malo con el resto de personas, cierro los ojos, porque conmigo ha sido maravilloso. O pensamos en lo malo que ha sido menganito que a pesar de nuestros esfuerzos para llamar su atención y que nos diera la importancia que merecemos, nos ha dañado con lo peor que pueden hacerle a un ser humano, ignorarnos. Continúan estas reflexiones diciendo que no existe el bien o el mal, existe la ignorancia. Así es, llegamos a ser a veces tan ignorantes que nuestros ojos no ven más allá de los que queremos ver. Tenemos un concepto equivocado del bien o el mal, fulanito no es bueno porque su bondad es condicional, un hombre bueno, lo es incondicionalmente. Y menganito no es malo por no hacernos caso, simplemente elige su independencia y lo debemos respetar.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Cuando hablas con un entrevistador, puede ser dicha persona sea consciente de que tú, el entrevistado, también estas observando muchos detalles, desde que entras por la puerta de la empresa hay numerosos detalles que no te pasan desapercibidos. También cabe la posibilidad que el entrevistador se crea el ombligo del mundo, el poderoso, el rey. Es una forma de actuar muy de moda hoy en día y que lo único que creo demuestra es una gran inmadurez e inseguridad. Como podéis observar soy especialista en entrevistas, no exageraría si dijera que en mi vida laboral haya podido realizar novecientas entrevistas, no las he contado, pero si me dijeran que ese es el número, lo creería. En numerosas ocasiones he tenido que advertir al entrevistador que no es el solamente él quien selecciona, el hecho de cambiar de empresa lleva consigo un riesgo, puede salir bien o mal, pero si la imagen que te llevas de la entrevista no es del todo buena, es decir, si no te convence, lo normal es que descartes la oferta. Recuerdo comentarios de entrevistadores soeces, como aquel que me dijo, «hay muchos como tú», a lo que tuve que responder, «claro, y también muchas empresas». También me he encontrado con muchos entrevistadores indecisos, inseguros, es la peor clase de entrevistadores que puedes encontrarte, la imagen que dan es decepcionante. Pero los peores, quizá sean los prepotentes. No hace mucho tiempo, uno de los seres más despreciables que pueblan el planeta, me amenazó. Su amenaza consistía en que iba a hacer todo lo posible para que no volviera a trabajar nunca más en ninguna otra empresa. Es curioso que un jefe de recursos humanos de una empresa, tenga el valor de decirte a la cara, que es un incompetente. Me pregunto, ¿no es competencia de recursos humanos crear empleo, no destruirlo?, los personajillos estos que creen tener poder para hacer daño, ignoran que son muy desgraciados. Qué desgraciado se debe ser para amenazar a una persona, con no volver a trabajar nunca más. ¿No estamos ante un maltratador?, no quiero ni pensar la mala vida que puede dar este ser a su mujer y a sus hijos. Ante el maltratador, tolerancia cero. En la vida nos podemos encontrar personajes que realicen acciones muy desagradables, los que abusan de poder, no son más que cobardes. Desde muy niño comencé a ver lo que es el abuso de poder en la calle, el que saca una navaja, el que saca una pistola, el que utiliza sus influencias. Todo aquel que utiliza el poder para hacer daño a alguien, tiene miedo a perder, y su única manera de ganar, es aprovechando la desigualdad. Qué fácil era ponerle la mano encima a Gandhi, ¿quién puede hacerlo ahora?

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Si analizamos el perfil de un maltratador, pues quien amenaza lo es, podemos encontrar que es una persona inmadura. Alguien tan inseguro de sí mismo, que necesita demostrar en todo momento quien tiene el control, quien lleva los pantalones, su único afán es que la sociedad vea lo machote que es. Ese es su principal defecto, que necesita que todo el mundo esté al tanto de sus malos tratos, ya sean físicos o mentales. Es preciso que los maltratadores sigan exhibiendo sus miserias, de este modo se les puede ver en público y aunque ellos creen estar dando muestras de valentía, todos podemos comprobar lo cobardes que son. Las herramientas con las que se vale un maltratador para realizar sus vilezas son diversas, la más común es la fuerza física, cuando no puede de este modo, entonces arremete con la cabeza. Cuando digo la cabeza, me refiero literalmente, pues el maltratador suele carecer de seso para emprender una batalla dialéctica. Creer que un maltratador es un sinvergüenza es un error. Un maltratador da muchísima importancia a la imagen que pueda dar, se sentiría humillado si le dijeran en el bar los muchachos que a ver si va a ser un calzonazos y es su mujer la que manda. Es el peor insulto para un maltratador, llamarle calzonazos, siempre que su público sean los muchachos del bar. Por este motivo, se me ocurre pensar que luchar contra las acciones de un maltratador pueda resultar poco efectivo, siente una necesidad imperiosa de demostrar lo machote que es y que los tiene bien puestos, y cuando aparece, ¡todos firmes! Se siente muy importante en el bar con los muchachos, hoy invito yo, que soy muy hombre, pero, qué pasaría si al maltratador le trasladamos de su ambiente habitual. Vamos a llevarnos a nuestro maltratador a una sociedad diferente de la que está viviendo. Con nuestra máquina transportadora de partículas trasladamos al maltratador a la plaza mayor de un pueblo. Es una plaza casi idéntica a la plaza mayor de Madrid, aunque algo más pequeña, está llena de gente y en un escenario hay una pantalla de cine. En la pantalla proyectan «Toni, el machote». Entonces nuestro protagonista toma asiento, le empieza a gustar el lugar aún más si cabe que cuando estaba en el bar con los muchachos. Empieza a impacientarse por la película que echarán, que suerte la suya de poder ver una película totalmente gratis, verás cuando les cuente a los muchachos que ha podido ver una película en un cine sin pagar nada.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Comienza la proyección, queda obnubilado al reconocer al protagonista, ¿cómo es posible? Se trata de él mismo con tan solo ocho años. Se congratula que nadie pueda reconocerle, el único que sabe de quién se trata es el mismo. Todas las acciones de nuestro protagonista son vistas por todos los espectadores, desde la primera paliza que le dio a Eduardito, que había osado a robarle a su chica, la más bonita de su clase, ¿cómo podía atreverse? Cuando pincha a Eduardito con su navaja, el público reacciona de modo contrario de los que esperaba nuestro protagonista. Pensaba que todos exigirían venganza, sin embargo todos estaban horrorizados de presenciar semejante barbaridad y se tapaba los ojos con las manos. Pero la película no ha hecho más que empezar, ahora sale el con su aspecto actual, se comienza a ocultar tras su chaqueta para que nadie lo reconozca, el público presencia las palizas y humillaciones públicas que infringía a su mujer e hijos. Al ver cada una de sus acciones, los presentes que jamás habían visto algo semejante, pues viven en el planeta del bien, se horrorizan, lloran, no pueden creer lo que sus ojos están viendo, ruegan al proyeccionista que pare la cinta inmediatamente. Es la primera vez en su vida, que nuestro protagonista siente vergüenza y poco a poco, esta vergüenza se transforma en miedo por ser reconocido por alguno de los presentes. El público al comprobar que el protagonista se encuentra en la sala, sale disparado de la plaza, el caos reina en la plaza, huyen como si estuvieran siendo presa de las llamas de un incendio. Queda completamente solo con la única compañía de la pantalla de cine. La mejor manera que se me ocurre de combatir al maltratador es aislándole, dejarle en el sitio que se merece, es decir, solo. Es por ello que creo que la lucha contra el maltrato es tarea de todos, hay que aislar y avergonzar públicamente al maltratador, proyectar su película y echar a correr. A la hoguera con el maltratador y con el que lo aplauda, a la hoguera también con él. Bueno, es una manera de hablar, sed chicos buenos y no vayáis echando a nadie a la hoguera, esto nos convertiría en maltratadores. En realidad no creo que el fuego haga ni la mitad de daño del que puede llegar a hacer el maltratador con sus actos cobardes y mezquinos, podríamos llegar a comparar ese fuego con una caricia al lado de el dolor que su mente perversa puede infringir en una persona. El mejor escarmiento es el aislamiento y la publicación de sus acciones en una cadena de gran tirada, es más, creo que sería de enorme utilidad pública, como ejemplo de lo que no se debe hacer y para vergüenza de esta lacra de la humanidad. ¡Basta ya!, deja vivir en paz a los demás.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE La Vida Por el año dos mil tres estaba en casa charlando con mi padre sobre la vida, tuve ocasión de tener bastantes conversaciones debido a que en ese año la empresa en la que trabajaba me dio la patada. Estuvimos hablando de lo efímero de nuestro paso por la vida, y al comentarle lo rápido que pasa el tiempo me dijo, no lo sabes tú bien. Otra de nuestras conversaciones era sobre dejar de fumar, entonces los dos éramos fumadores y le explicaba todas las técnicas que había oído, según decían no debía ser muy difícil, a lo que él me replicaba, está muy bien la teoría, ahora llévalo a la práctica. Eso de llevarlo a la práctica no resultaba tan fácil como contaban. Que nuestro paso por la vida es efímero es de todos conocidos, aunque algunos deben creer poseer el don de la eternidad, me llamó la atención el comentario de un muchacho joven, de unos veinte años, que hizo una buena acción pero inmediatamente lo estropeó, la buena acción fue dejar pasar a un señor mayor antes que él, pero pronto estropeó esa acción diciéndole que no se preocupara, que a él le quedaba menos tiempo de vida. ¡Qué mentalidad tan maquiavélica la del ser humano!, que cree que por ser mayor a uno le queda menos, cuando estamos viendo a diario en las noticias que la parca no entiende de edades, que está ahí y en cualquier momento puede agarrarnos. No creo que se deba vivir pensando en el momento que llegue ni mucho menos, pero tampoco creo que se la deba tentar. Estuve hace dos años por los santos con mi mujer llevando flores a la tumba de sus abuelos paternos, al regresar nos encontramos con el encargado del cementerio, un señor de avanzada edad, preguntó por el estado de salud del padre de Marga, le dijo que estaba mejor, pero que podía ir a verle. A esto el encargado del cementerio dijo que no gustaba de ir de visita por si los visitados pensaban que iba a llevárselos. Lo que hace la deformación profesional, que uno puede llegar a creer que ha adquirido el papel de la parca, no sé realmente si lo que pretendía era hacer una broma, lo que si parecía de sus palabras era poseer el don de la eternidad y ese no lo tiene nadie. Al poco tiempo falleció, es algo que debemos tener presente, la muerte está ahí y no creo que se deba temer, pero tampoco ser de la creencia de que eso con nosotros no va. La vida no es segura, la muerte sí. La historia nos ha dejado buenas muestras de que el exceso de palabra, la prepotencia puede jugarnos una mala pasada, no sé a qué mente adelantada se le ocurrió decir que el Royal Mail Steamship Titanic (Buque de Correo Real Titanic) era el insumergible.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE ¿Y qué me decís de la osadía de llamar a una flota la armada invencible?, con lo bien que le había quedado su primer nombre la grande y felicísima, no conviene tentar a la fuerza de los mares, yo siempre he sido muy amigo del mar aunque entiendo que es un medio hostil para el hombre y tiene todo mi respeto. También es un error pensar que la parca solo se lleva a los malos, no entiende de buenos y malos, de justos e injustos, de inocentes o culpables, todos somos candidatos. Quizá lo asociamos con lo malo, no creo que sea ni bueno ni malo, ni algo con lo que obsesionarse, aunque si motivo para saborear la vida mejor, para dar gracias a la vida, agradecer todos los nuevos días, la muerte es dolorosa para los que quedamos, si hay fe el dolor es menor. Pensar que alguien al que has querido mucho carece de sufrimientos y dolores, está feliz con la familia que está allá y te escucha cuando le hablas, gratifica. Es importante la actitud que tenemos en la vida ante todo lo que hacemos, desde que nos levantamos, la pereza hace que vivamos adormilados, que nos cueste levantarnos cada día en especial el Lunes. Que el domingo nos entre la depresión pre semanal, que a la vuelta de las vacaciones tengamos la depre pos vacacional, es escaqueo es una forma de vida poco estimulante, si tienes que fregar los cacharros no lo pienses tanto, hazlo. Cuanto antes lo hagas menos vas a sufrir e incluso si lo tomas como una tarea más y no te descompones pensando lo desagradable que es, vivirás mejor. Recuerdo una escapada que hicimos al pueblo de un «amigo» de los que a veces se pagan las cañas, hicimos una paella y los cacharros se quedaron sin fregar. Al día siguiente el «amigo» informó al resto que los cacharros estaban sin fregar y a todos les parecía caer el mundo encima pensando en tan tortuosa tarea. Analicé la situación, había varios condicionantes para no hacerlo, ninguno de ellos era el esfuerzo ya que era mínimo. El primer condicionante es que si lo hacía uno de ellos, los demás no lo iban a hacer, no querían que pensaran los demás que eran la criada de nadie, era mejor quedarse quieto sin hacer nada. Me levanté repentinamente y dije, lo hago yo, total, tampoco es para tanto. Parece que a ninguno de los presentes les gustó el hecho que me levantara sin rechistar, hasta me pareció que a alguno de ellos les hubiera gustado haber estado en mi lugar.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE La reacción de todos fue inmediata, menosprecio por lo que iba a hacer y ridiculizar el hecho de que hubiera decidido hacerlo sin dudar o pedir algo a cambio, no que en la mili se debe llamar un «pringao», digo «se debe» porque yo no hice la mili. No hice ni caso de sus comentarios absurdos, lo hice y puedo asegurar que no me resultó una tarea costosa, simplemente lo hice sin darle importancia. Nos perdemos mucho de la vida si nos da pereza vivirla, es mucho más divertida la actividad. Siendo yo una persona que no ha leído mucho sobre cultura oriental, debo reconocer que en algunos aspectos de mi vida guardo cierta similitud con su modo de actuar ante determinadas situaciones, pude leer no hace mucho que consideran noble de espíritu al que hace las cosas por sí mismo en lugar de dar instrucciones de cómo hacerlo. Cuando me levanté a fregar los cacharros sin pestañear, a pesar de que sabía que el resto se iba a burlar de mis actos, ignoraba que una cultura milenaria aplaudía mi actitud, aunque solo sea por eso, me enorgullece mi modo de actuar en aquella ocasión. Habían pasado las navidades y comenzaba el nuevo año dos mil ocho, el día uno del año es un día especial para el recuerdo, era la fecha de cumpleaños de mi abuela Manuela y en este día siempre íbamos a comer a casa de la abuela. Cuando era un adolescente, la sopita de jamón, pollo y verduras que nos preparaba la abuela era como una pócima revitalizante después de haber pasado una Nochevieja algo movidita. El día treinta y uno de Enero, día de San Juan Bosco, fecha que no olvido como antiguo alumno salesiano que soy, es el día de cumpleaños de mi mujer. Al ser mi cumpleaños poco después del suyo, el día doce de Febrero, decidimos que sería buena idea que los celebráramos juntos. Fue una celebración muy divertida y lo debimos pasar bastante bien a juzgar por la foto que puedo ver en la salita desde la que escribo en la cual posamos los dos muy sonrientes. La celebración fue el sábado nueve de febrero, el Miércoles trece, al regresar de casa mi padre se encontraba mal, al parecer no le habían sentado bien la comida. La cara que tenía era de mucho dolor, hacía mucho tiempo que no veía esa expresión en su rostro, al menos desde el año de su jubilación que tuvo unos dolores muy fuertes de espalda. El nunca quiso molestar y siendo médico, quería evitar molestias innecesarias o tal vez sospechó el desenlace y tuvo miedo, así es que nos dijo que era mejor que esperásemos a ver si se le iba pasando poco a poco. De haber sospechado alguno de la familia lo que tenía, hubiéramos salido disparados a urgencias, pero ninguno podíamos imaginar la situación, aunque debo confesar que su cara descompuesta me preocupó.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE A la mañana siguiente antes de ir a trabajar, me lo encontré despierto, me dijo que no había podido dormir porque sentía dolores tumbado y sentado. Debido a los problemas de espalda que tenía, en ocasiones al irme a trabajar le encontraba durmiendo sentado en el sillón y me iba a mi armario para ponerle una manta ya que la que él tenía me parecía que era pequeña. La verdad es que no puedo recordar si llegué a advertirle el día anterior o esa misma mañana de ir a urgencias, lo que estoy seguro es que él mismo siendo médico, no podía sospechar la situación tan grave en la que se encontraba. Me fui a trabajar y le deseé que se le pasara pronto, según me contó mi hermano más tarde, pasó la mañana durmiendo, debió descansar todo lo que no había podido por la noche. Se despertó a comer y por la tarde llamó mi madre a la médico del ambulatorio para que viniera a verle, la médico dijo que llamaba a una ambulancia porque tenía las constantes vitales muy debilitadas, se estaba muriendo. Me llamó mi hermana al trabajo y me dijo que mi padre estaba en urgencias, entonces mi preocupación se hizo mucho mayor, era catorce de Febrero, el día de los enamorados, me pasé a ver a mi mujer y reímos viendo las fotos del fin de semana y unas anteriores de un fin de semana que pasamos en Cuenca. Le dije a mi mujer que iba a aprovechar para reír, porque mucho me temía que me iba a tocar llorar pronto. Fui al hospital, estaban mis hermanos y mi madre, les habían dicho que probablemente le operarían esa noche, estuvimos algunas horas de espera y dijimos a mi madre que fuera a dormir y nos quedábamos mi hermano Fernando y yo. De madrugada salió un médico y nos dijo con estas palabras: Médico: Hermanos: Médico:

¿Son los familiares de Don Santiago Sáez Maté? Sí, es nuestro padre Se encuentra muy grave, se está muriendo, hemos valorado la posibilidad de operarle pero creemos que ya es tarde para ello por lo que les recomiendo que avisen a todos sus familiares para ir dándole el último adiós

Prefiero no entrar a valorar el modo en que el médico nos dio semejante noticia por respeto a mi padre, que también fue médico. A continuación llamé a mi casa y hablé con mi hermano Santiago, le pedí que tuviera cuidado con el modo de dar la noticia a mi madre, yo aún estaba temblando de lo que acababa de oír. Mi madre sufrió un infarto años antes y desde entonces sigue una medicación, por ello debemos ser cautelosos a la hora de dar noticias de este tipo, fue una suerte que ella no estuviera con nosotros en aquel momento.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El Viejo Pescador Me encuentro en la recepción de una empresa antes de realizar una entrevista de trabajo, a diferencia de otras empresas cuya recepción está repleta de revistas de economía o de informática, esta empresa solo tiene un libro gordo sobre la mesa. Es un libro de la vida y obras de Picasso, en la primera página aparece su primera obra, el viejo pescador (Old Fisherman). Me quedé mirando la cara del viejo pescador y me trajo muchas imágenes de mi pasado a la mente, no sabía por qué, pero sabía que después de ver esta cara, iba a tomar una decisión importante en mi vida. Tras salir de la entrevista empecé a pensar de nuevo en el viejo pescador, en esa cara que mostraba, al menos desde mi punto de vista, la vida misma. Un señor que había luchado en la vida y estaba satisfecho con el trabajo realizado, como diciendo, yo ya he hecho lo mío, ahora os toca a vosotros. En una ocasión en Praga, un señor muy mayor me miró con una cara muy parecida a la del viejo pescador, con cara de decir, yo me voy ya, pero tú tienes faena, hazlo bien, daba la sensación de que se ese señor estaba despidiendo, pero con cara de haberlo hecho bien. Entonces, como un flechazo mientras caminaba después de la entrevista, me vino a la mente como un flash, que ya había sentido esa sensación antes, las ganas de contar mi historia, la historia de alguien que andaba por un camino equivocado y la vida le enseñó el camino adecuado, mi historia. Pensé que si Picasso comenzó su obra con catorce años, quizá a mis cuarenta años era el momento de mostrar al mundo mi obra, de que se conociera mi vida, llena de anécdotas insólitas, divertidas y algunas muy arriesgadas, la vida de un soñador que se encuentra solo cuando le rodea mucha gente. El intento de contar mi historia duró poco, tan solo creo que llegué a escribir una página, pero enseguida me di cuenta que no era aún el momento de contar mi biografía, estaba en plena transición, aún me afectaba demasiado lo que estaba contando y no podía relatar de un modo objetivo lo que acababa de vivir. Ahora puedo contar aquella experiencia, el momento del cambio, el momento en que cambió mi vida y tomó un rumbo distinto. Bueno, lo contaré en el capítulo sexto Zori, pues ahora estoy contando mi momento actual. En este momento mi principal ocupación es la escritura, porque estoy desempleado en plena crisis. ¿Cómo se puede creer que se va por buen camino, sin trabajo, en medio de una crisis económica mundial? Lo puedo afirmar, porque poseo lo más importante, amor propio. Mi éxito precisamente consistía en eso, en mi carencia de amor propio.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Cuando me di cuenta que toda mi vida la había pasado regalando a mis semejantes todo mi amor propio, me encontraba bastante bien económicamente, tenía una novia que según sus propios cánones de belleza, era resultona. Tenía dinero, una vida sexual intensa, muchos «amigos» con los que divertirme, había viajado por América, Europa y África por tierra, mar y aire, no tenía una hipoteca, pero no la necesitaba, tenía poder. En mi profesión había llegado a lo que muchos desean, trabajar poco y ganar mucho. Mi éxito también se extendía en mi afición preferida, la música. Desde niño había querido ser músico, ya había conseguido que me bautizara como tal, uno de los mejores guitarristas de flamenco del mundo, para mi gusto, el mejor. Lo hizo en la dedicatoria de un libro de partituras de obras suyas que me regaló. ¿Qué más se podía pedir?, tal vez se me olvidó pedir un tercer deseo a la lámpara de Aladino, la eternidad. Error o no, el caso es que no poseía ese don. Menos mal, con el tiempo he visto que ese tipo de vida que llevaba no me gusta nada, y que estar condenado a una eternidad viviendo así, no me resulta atractivo. Hace pocos días realicé una entrevista de trabajo con una psicóloga, me hizo bastantes preguntas sobre cómo me consideraba yo mismo, qué imagen tenía sobre mi persona. Y además me pidió algo imposible, que trasladase mi mente a los que me rodean, es decir, que me pusiera en su mente y me describiera. Mi respuesta fue positiva en cuanto a mi imagen, tengo buen concepto de mi mismo. No le pareció gustar a la psicóloga la buena apreciación que tengo de mi persona. Por otro lado, le dije, que lo segundo que me pedía, ponerme en la mente de los demás, es simplemente, imposible. Además tampoco me preocupa lo que piensen otros de mí. La empresa me descartó inmediatamente de sus filas, de lo que deduzco que no les interesan las personas que tienen amor propio. La psicóloga se enfadó porque tenía buena opinión de mi mismo, y lo que le llevó a montar en cólera, fue que le dijera que era imposible trasladar mi mente a la mente de otras personas. Lo que ya le llevó los demonios, fue que le dijera que me importaba poco lo que los demás pensaran de mí. En numerosas ocasiones me he preguntado el tipo de formación que se imparte en Psicología. Estas dudas me las planteo porque no es la primera vez en la que me encuentro problemas con psicólogos de recursos humanos. Parecen regirse por unos baremos que para mí resultan ciertamente incomprensibles, lo peor de todo, suele utilizar esos baremos como herramienta para considerarme no apto para un trabajo determinado. ¡Cuán feliz sería si el estado español me diera la invalidez!, pues ese título horroroso llevaría consigo una pensión para subsistir. Pero no, el estado me considera apto y las empresas no apto, mientras navego en el limbo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE También recuerdo como pruebas insuperables los test de inteligencia que nos hacían en el colegio, los psicólogos eran capaces de medir tu inteligencia por una serie de parámetros que a decir verdad, eran inalcanzables para mí. Un amigo de un «amigo» con los que me divertía, me dijo en una ocasión que él era muy inteligente porque se lo habían dicho los psicólogos del colegio. Me sonó a chiste que este chico diera tanta importancia a la opinión de los demás para medir su inteligencia, era como si tuviera su inteligencia impresa en un diploma. Yo le dije que era un desastre en los test de inteligencia del colegio. Yo me he creado mi singular test de inteligencia, se basa en el amor propio, sin necesitar que los demás respalden mis opiniones, tratando de evitar sentirme culpable por lo que he hice mal, porque estoy seguro que la próxima vez, lo haré mejor. Sin preocuparme de lo que vendrá, que no tengo idea de lo que pueda ser. No adivino el día de mi vida en que haya conseguido algo positivo por sentirme preocupado, ni creo que llegue a vivir ese día. Son tantas las etiquetas que han tratado de ponerme a lo largo de mi vida, y precisamente los que en teoría debían conocer más y mejor la mente, me han demostrado conocer muy poco o prácticamente nada, son los profesionales y estudiosos de la mente los que más empeño ponen en etiquetarte o lo que es peor, en obligarte por medio de la coacción a que te etiquetes tú mismo, de lo contrario serías un ser peligroso con identidad propia y personalidad. Creo que se ha creado una escuela de malas prácticas psicológicas, y tal vez las empresas que tanto parecen estar interesadas en que se las identifique por su calidad, tal vez deberían hacerse mirar su propio departamento de recursos humanos. ¿Qué se enseña en la facultad de psicología?, ¿tal vez el manual del buen manipulador? He tratado de mirar hacia atrás buscando algún psicólogo de recursos humanos que considere competente. Si en algo me considero experto, es en asistir a entrevistas de trabajo, son muchas las que he realizado y casi ninguna en la que haya dicho, me he topado con un profesional. Pero como en todo en esta vida, hay excepciones, encontré una excepción en una profesional de la mente, una psicóloga que me entrevistó hace escasos meses, rara excepción que tuviera sentimientos y es más, me abrió su corazón de par en par, me contó haber perdido a sus padres en un corto espacio de tiempo y que su novio no parecía hacerle mucho caso. Me pidió consejo y se lo di, es la única profesional del ramo de la psicología que he conocido con sensibilidad y con la que me he sentido cómodo. Supo entender que yo midiera mi inteligencia por mi afán en hallar la felicidad.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE

Agradecimientos A mi Familia Llegado el final de mi biografía, Zori, quiero dar las gracias a los míos por ser tan buena familia. Yo nací hace unos cuarenta años en Madrid, como era tradición en mi casa, todos habíamos venido al mundo en nuestra propio hogar, son la ventajas de tener un médico en casa y con la experiencia en haber asistido muchos partos a lo largo de su vida. No sé qué número hacía el que acababa de asistir, pero por fortuna salió todo bien, al igual que había ocurrido con el resto de mis hermanos. Era el número seis de los hermanos y aunque aún no lo sabía, iba a ser el benjamín de la casa. Mis primeros recuerdos están entremezclados entre anécdotas que me han ido contando a lo largo de los años y hechos que realmente tengo en la memoria. Era un muchacho muy delgado, tranquilo, no más pieza ni menos que la media de los niños y muy observador. Debía creer en aquellos días que mi deber era el de informar a todos de lo que ocurría a cada momento, si por ejemplo, en un momento dado sonaba el teléfono, decía: Miguel:

¡Suena el «teléngano»!

Curiosa manera de llamar al teléfono. Mi familia se componía de seis hermanos, padres y abuelos maternos. El resto no vivían en casa o ya no estaban. Mi abuelo paterno había muerto cuando mi padre era joven, mi madre no llegó a conocerlo. Se llamaba Bonifacio y era militar, se poco de él, lo que me llamó la atención de sus pertenecías eran un sable y un diploma de una autoridad Ceutí que tenía ciertos caracteres árabes. Debió ser muy dolorosa su pérdida para mi padre, porque le pilló en plena juventud, debía tener unos diecisiete años cuando murió. Apenas hablaba de él, y cuando lo nombraba por alguna circunstancia, se notaba tristeza en su semblante y cambiaba de tema. Sin embargo a mi abuela paterna la llegué a conocer, murió con alrededor de noventa años, yo entonces decía rondar los veinticinco años. Mi abuela y mis tías vivían juntas, mi abuela se llamaba Manuela, y mis tías Mercedes y Julita. Actualmente vive mi tía Julita a la que le mando un beso. Mis primeros recuerdos en las visitas a casa de mi abuela son algo dispersos, recuerdo que me gustaban mucho los colines y siempre andaba pidiéndole a mi abuela, también recuerdo que tenían un periquito que debía andar suelto por la casa, pero siempre cuando no estábamos los hermanos, me imagino que para salvaguardar su integridad.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Mi tía Mercedes murió un año antes que mi abuela, debía tener alrededor de cincuenta años y desde que enfermó todo ocurrió muy rápido, en apenas una semana tras comenzar a encontrarse mal. Era la única que conducía y nos dejó un Seat 127 blanco. De este coche guardo buenos recuerdos, era un coche muy cómodo y fácil de manejar, con él hice unas cuantas excursiones. En los viajes largos todos los camiones tenían que adelantarte y había que hacer unas cuantas paradas para proveerlo de agua, cuando habrías es capó el depósito de agua parecía una cafetera y había que esperar un rato para abrirlo. El 127 era tan cómodo, que una mañana cuando me iba a trabajar me encontré un hombre durmiendo en él. Cuando abrí el coche le di los buenos días. El señor se alarmó y salió a toda prisa del coche, pensando quizá que yo estaba enfadado. No me había enfadado en absoluto porque no había hecho ningún daño en el coche, lo había abierto con una navaja sin dañar la cerradura, tampoco estaba el coche sucio. Era una mañana fría de Enero en Madrid, los asientos del coche tenían unas fundas que parecían pieles, muy cómodas y que abrigaban. Si hubiera estado en el lugar del casual inquilino del coche, seguramente no hubiera dudado en entrar a dormir. Me lo tomé como un halago y me fui a trabajar tan contento en el 127 de mi tía. En la época en la que me hederé el coche de mi tía, debía tener unos veinticinco años, y le di buen uso haciendo muchas excursiones. No duró demasiado porque había estado un año sin poder usarse, esto estropea mucho los coches, pero el tiempo que duró lo disfruté. Era el coche en el que íbamos unos amigos y mi hermano Javi de marcha. Estos amigos eran Luis, aquel que me acompañaba nadando por Mazarrón cuando tuve el encuentro con la morena debajo del agua. Este fue un buen amigo, lo último que sé de él es que estaba de director de la ITV de Mérida. El otro amigo era Manolo, otro buen amigo al que no volví a ver desde que se echó novia. Y el otro mi hermano Javi que también le veo menos desde que se echó novia y se casó. Mi hermano Javi es el número cinco, no hay quinto malo. Desde la época del instituto hasta que se echó novia, compartimos amigos, instituto y universidad. La relación con un hermano que a la vez es amigo, es diferente a la de otro hermano, entre amigos suele haber más complicidad, una confianza que sobrepasa al que se tiene a la familia, para entenderlo, con un amigo no suele haber casi nada que ocultar, sabes que tus secretos están a salvo, cuando ese amigo es tu hermano, ocurre exactamente lo mismo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Son muchas las anécdotas que podría contar con mi hermano Javi, aunque quizá al ser tantas, se agolpan como un embudo en la mente y no salen con facilidad. Una que recuerdo con alegría es cuando estábamos en un bar del barrio de Lavapiés y nos tomábamos las últimas cañas porque se acababa ya el dinero. Nos quedaba una moneda de 25 pesetas, la echamos a la máquina y nos tocaron 5000 pesetas. Cuando pensábamos que teníamos que volvernos a casa porque se acababa el dinero, tuvimos dinero para tomarnos unas raciones y divertirnos unas horas más, no recuerdo si nos sobró dinero, no creo, aprovechamos la buena suerte del momento. En otra ocasión, hicimos lo mismo en un bar de Guadarrama y también nos tocaron otras 5000 pesetas. Son las únicas veces que recuerdo haber sacado provecho de las máquinas tragaperras, en alguna ocasión he echado alguna moneda de sobra, pero no he vuelto a sacar nada de ellas. Si acaso he conseguido alguna vez volver loca a una máquina expendedora de coca-colas o de bollos. Volviendo a Javi, es un buen amigo y hermano, te quiero brother. Mi hermana Paloma es la número cuatro, ella tiene dos hijos, mis sobrinos Víctor y María. Ella trabajó un tiempo en la misma empresa que yo, era en la época en que aún no había comenzado mi éxodo empresarial, mi primera empresa, debo ir ya por la veinte, un día de estos pediré una vida laboral por curiosidad. El departamento del cual tengo mejores recuerdos es precisamente en el que también trabajó mi hermana Paloma, era mi primer trabajo y lo recuerdo con mucho cariño. Me encontré después de bastante tiempo con una compañera mía que también había sido compañera de Paloma. Esta compañera trabaja ahora en una librería, quién sabe si tal vez en alguna ocasión venda un libro en el que, sin saberlo, se la nombra y aquello que se dice es bueno. Ahora pienso que casi había olvidado que alguna vez tuve compañeros de trabajo de verdad. Ésta era una compañera de verdad, mi primer día de trabajo me llamo mi primer cliente y yo estaba muy perdido, mi compañera me pudo ayudar a hacer un trabajo que aún no sabía muy bien cómo hacer. Dio la casualidad de que aquel cliente era David, un compañero del colegio. Compañerismo, que palabra esta, ¿por qué a algunos les cuesta tanto ser buenos compañeros?, ella era buena compañera, mi primer cliente resultó ser, por casualidades de la vida, un compañero mío de colegio, menos mal que ella me ayudó y pude quedar bien. Pero nadie se libra de topar con un jasp (joven aunque sobradamente preparado) en su vida, nuestro trabajo consistía en realizar gestiones por teléfono, en ocasiones teníamos que hablar con otros compañeros que estaban en diferentes oficinas situadas por el país.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Para decir códigos y letras decíamos por ejemplo «L» de Lérida ya que por teléfono no siempre se entiende bien lo que se dice, o se pueden confundir letras. La chica jasp que estaba al otro lado del teléfono, debía creerse muy graciosa le dijo a mi compañera: Chica Jasp: Anota el código de cliente Compañera: Dime Chica Jasp: El código es «T» de Tonta, 839928 A todo esto, el destino le quiso dar a mi compañera un código de cliente con la letra «Z». A lo cual mi compañera le respondió: Compañera: Ya tengo el código de cliente, anota Chica Jasp: Dime Compañera: El código es «Z» de Zorra, 746636 Cuando después de los años me encontré a mi compañera recordamos esta anécdota y otras como aquel cliente que no le funcionaba un aparato y lo tiró por la ventana. O la mujer de un jefazo de la compañía que le pedí me enviara un fax a lo que me respondió que de eso nada, que si me lo enviara se quedaba sin él. Paloma es una buena hermana, compañera, amiga y madre. Víctor y María tenéis mucha suerte de tener una madre tan buena, bueno y con su tío Miguel también tuvisteis suerte, ¡hombre! Paloma te mando un beso enorme, espero que te haya gustado el libro. Mi hermano Fernando es el número tres, es un hermano amigo al igual que Javi, pero no se deja ver y es por eso que hemos ido menos juntos. Fernando es músico y es de los que disfruta más tocando despreocupándose del público, como yo. Alguna vez hemos hecho alguna Jam Session (Reunión informal de músicos, con o sin afinidad temperamental, que tocan para su propio disfrute música no escrita ni ensayada) en Guadarrama. Una Jam Session no se puede describir con palabras, solo con música, Es un grado más de sentimiento, de realidad, que lo que pueda ser un concierto. Imagina que estas escuchando un disco de tu grupo preferido, son muchas las sensaciones que te embriagan. Imagina que a este grupo tienes la ocasión de verlo en directo, entonces lo sientes muchas más que si lo escuchas un disco. Pues ahora imagina que estás en una casa tocando con tu grupo preferido formando parte de ellos, es eso precisamente una Jam Session, un grupo de amigos que se reúnen para tocar viejas canciones de la que casi siempre nace una nueva canción. Guadarrama fue punto de encuentro para todas las Jam Session, casi siempre coincidían con alguna celebración. Cuando era mi cumpleaños, solíamos ir a la Jarosa a hacer una barbacoa, luego nos tomábamos un café y la fiesta continuaba con una Jam Session en casa.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE En una ocasión montamos una Jam Session en el pueblo de mi amigo Rocinante, fue increíble la cantidad de músicos que salieron de debajo de las piedras. Los instrumentos estaban en el patio en el que se montó una barbacoa, al olor de las chuletas y al compás de una guitarra, iban saliendo gente como si se trataran de serpientes encantadas. Hubo un momento es que costaba distinguir la Jam Session con las fiestas del pueblo. Una vez en Guadarrama fuimos a una sala de actuaciones en directo, fuimos a ver a un grupo de rock urbano, el cantante dijo que hacía demasiado calor en la sala y sugirió al resto de músicos salir a tocar a la calle. Una vez en la calle, el cantante que ya no sentía la barrera del escenario, preguntó, bueno, pues ahora, ¿qué tocamos?, le pedimos una que nos gustaba y la cantamos público y grupo juntos. Acudimos a una transformación de concierto a Jam Session. De mi hermano Fernando he heredado mi pasión por la música, y la voz, tenemos voces casi idénticas, de hecho por teléfono siempre nos confunden. Ninguno de los seis hermanos tenemos parecido físico, aunque en cuanto a gestos, si debemos parecernos bastante. Recuerdo una ocasión estando con unos amigos en una discoteca de Madrid cuando se acercó un chico que no conocía y me preguntó que si era hermano de Fernando, le dije muy sorprendido que sí y que como había logrado reconocerme como su hermano, me dijo que me reconoció porque tenemos gestos similares. Mi hermano Santi es el número dos, tiene pasión por la música, pero de un modo diferente a mí, a él le gusta mucho escuchar música. En los últimos años ha descubierto un hobbie (pasatiempos) que es fabricar instrumentos. Ha fabricado hasta ahora nueve guitarras y un oud (laúd árabe). Desde las primeras guitarras hasta las últimas se ha notado una evolución de calidad de sonido y acabado prodigiosa. La diferencia de tocar su última guitarra a la primera es similar a la de conducir un Mercedes o un Seat 600. Mi hermana Carmen es la mayor de los hermanos, es quizá la más responsable de los hermanos y fue la primera en independizarse de los hermanos. Cuando ella se fue de casa yo debía tener 18 años. Le apasiona la lectura, y no me cabe la menor duda que ella está mucho más capacitada para escribir que yo. Ella tiene una formación literaria muy extensa, es una persona con una capacidad de estudio excepcional, rasgo éste último que siempre he admirado. Su marido Paco es como un hermano porque le conozco desde que era muy pequeño y se ha portado siempre como un hermano mayor. Le digo a mi sobrina Laura lo mismo que a Víctor y a María, tiene mucha suerte de tener unos padres tan buenos.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Va dedicado el libro con especial cariño a mis tres sobrinos, deseo que aunque la vida no les prive de dificultades, que nadie se libra de ellas, les proporcione el suficiente ánimo para afrontarlas, no es fácil pero corre sangre de luchadores por vuestra venas, ¡ánimo!. Mis sobrinos son tres Víctor el mayor, Laura la que sigue y la pequeña María. Víctor y María son hermanos hijos de Paloma y Laura es hija de mi hermana mayor Carmen. Se nota que los tres han heredado los genes de mis padres, porque se quieren mucho aunque tengan su geniecillo también heredado de sus abuelos. Ni que decir tiene el mazazo que les produjo la pérdida del abuelo, en especial a Laura que hacía pocos meses había perdido a su abuela materna. A veces la vida nos da el mazazo y cuando apenas tenemos tiempo de reponernos, vuelve a la carga. Pero los tres son muy valientes para enfrentar los momentos duros, rasgo también heredado, son muy inteligentes y bastante más guapos que sus generaciones anteriores. Esto es algo que debería analizar en alguna ocasión, por qué las nuevas generaciones son mucho más altos y guapos que nosotros. Víctor es terapeuta ocupacional, recién estrenado, ahora está como yo, buscando trabajo como un loco, a ver si sale algo. Se le da muy bien estudiar, muchísimo mejor que a mí y es un tío muy majo, sanote, se sabe divertir y los amigos le quieren mogollón, es mi ahijado y lo llevo con orgullo. Laura estudia idiomas y se le dan bien porque cuando han viajado Carmen y Paco con ella al extranjero aún siendo niña hacía de intérprete y gracias a ella podían comer y dormir. Cuando era pequeña daba la sensación de ir a ser un buen trasto, sin embargo, con el tiempo se ha ido templando y ahora es una de las personas más cabales que conozco. María está estudiando eso, si eso que no me aclaro porque cuando yo estudiaba era otro sistema diferente, con la «Eso» me pierdo un poco. María sí que es un trasto, bueno, no te enfades conmigo por decir esto en un libro, ser un trasto a tu edad está dentro de lo normal, aunque estaría bien te plantearas seguir el ejemplo de Laura. No creo que ninguno de los tres debáis renunciar jamás a vuestra independencia, es un rasgo que bien merece la pena hacer perdurar durante toda vuestra vida. Creo que la sociedad no está preparada para soportar que los demás sean inteligentes y vosotros lo sois por naturaleza, os servirá de ayuda tratar de disimular vuestra inteligencia para evitar que os lleguen a envidiar.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE No se puede ignorar que vivimos en un entorno que en la mayoría de las ocasiones no va a tolerar que seáis independientes, que tengáis iniciativa propia, que expreséis vuestras ideas con claridad e imparcialidad. En definitiva, vivimos en una sociedad que no tolera que se destaque, es por ello recomendable no ponerse en su contra, ni tampoco dejar de utilizar nuestras virtudes, sino que hay que aprender a torear a respetable. ¿Esto significa que debéis pasaros la vida engañando y escondiéndoos?, no. Pero si creo que debéis seguir uno de los mejores consejos que vuestro abuelo nos dejó, que versa así: «Es mejor pasar por esta vida por tonto, que serlo» Lo que creo que quería decir vuestro abuelo, es que no es necesario expresar todo lo que se siente, que a veces es bueno callar y no por ello se es menos valiente, siempre gana el que evita el enfrentamiento. El otro día empujé a un chico en el metro y se me enfrentó, le pedí perdón, me puso cara de odio, pero evité lo que él estaba deseando, que me enfrentara con él. Si pudiera quedarme con la mejor cualidad de cada uno de mis hermanos elegiría: De Javi: De Paloma: De Fernando: De Santi: De Carmen:

Generosidad Bondad y capacidad de organización Don de la palabra, sentido rítmico y del humor Gran imaginación y visión espacial Capacidad de estudio y memoria

A mi abuela materna no la conocí, aunque vivía cuando yo era pequeño, apenas debía tener un año cuando ella murió. Ella era de Vallecas, en una ocasión tuve una compañera de trabajo que me contó que su abuela era también de Vallecas, al parecer su abuela le contó en numerosas ocasiones haber estado en el baile de Vallecas al igual que alguna vez me confesó mi abuelo haber ido, a lo que yo le decía, claro, ¡pelando la pava!. Antes de comenzar a ir a Guadarrama, íbamos a la casa de Cercedilla de mi familia de Vallecas. De aquella época recuerdo a la hermana de mi abuela materna, era una mujer muy cariñosa y tenía una fox terrier que se llamaba Linda. Lo pasábamos bien en las reuniones familiares en las que había mucha comida y mucha coca-cola. Cuando se está en la sierra se despierta el apetito, si en Madrid te entran las ganas de comer a las dos y media, en la sierra te entra el hambre a la una del mediodía. Recuerdo también un abeto a la entrada de la casa, hace poco fui para enseñarle a mi mujer aquella casa en la que pasé bellos momentos de mi infancia y reconocí la casa por el abeto de la entrada.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE El agua más fría de la tierra debe estar en Cercedilla, en la urbanización había una piscina en la que no había quien se bañara, había que ser muy valiente para meterse en esas aguas gélidas. También recuerdo de Cercedilla la casa de los japoneses. Era una casa en medio del monte en la que no habitaba nadie, al parecer la había comprado un japonés, pero no debía ir mucho por allí, imagino que si querían pasar el fin de semana en la sierra y vienes desde Kioto, se te pasa el fin de semana en el avión. En una ocasión pasamos cerca de la casa y estaba incendiada, me dio pena ver la casa así, una casa que era tan bonita. Al encontrarse la casa quemada y abandonada, se podía entrar a cotillear, tenía un piano medio quemado y tenía el aspecto haber sido una cada lujosa por los restos del mobiliario que quedaban. Recuerdo con alegría los fines de semana que pasábamos en Cercedilla, la casa era de mis tíos de Cercedilla Rosario y Alejandro. Rosario es prima de mi madre, hija de mi tía Carmen, la dueña de Linda. Hace poco que en el velatorio de mi tío Alejandro, estuve hablando con su yerno Nardi y me contó una anécdota de niño que no recordaba. La anécdota era referente a mi abuelo materno, se llamaba Tomás, al parecer me pasé un día entero dándole la paliza con que me comprara una moto. Cuando no aguantaba más y me decía, ¡que no!, ¡que me dejes en paz!, pues le machacaba con que era roñoso. Mi mejor amigo de niñez fue mi abuelo Tomás, con el iba a todos los sitios, desde por la mañana que íbamos al roto de la casa de campo a ver a mis otros amigos que rondaban los ochenta años, que me regalaban los piñones que habían recogido. Nos llevaba el señor Ángel en su Symca 1000 de color café con leche. Por la tarde nos íbamos a buscar a mi madre que ya volvía del trabajo hasta el cementerio de San Isidro. Mis padres, los que me crearon, soy sangre de su sangre y les estoy agradecido de ser unos padres ejemplares. Cuando comencé este libro, dije que ya estaba preparado para contar mi historia porque ya no estaba implicado emocionalmente y contaba mi historia desde la perspectiva de un espectador. Tratar algunos aspectos de mi vida, como es este punto, en el que voy a hablar de mis padres me resulta aún un poco difícil. Pero se merecen un tributo por su saber hacer en mi educación y de mis hermanos, aunque la emoción me atrape, secaré mis lágrimas para poder hablaros de ellos. No obstante, bien merece la pena el esfuerzo, los espectadores de mi biografía que me han estado leyendo fielmente hasta este punto lo merecéis, trataré de describir con cariño a las dos personas más buenas que he conocido, mis padres Don Santiago y Doña Carmen, mis maestros.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Mi madre nació en Madrid, era hija de Gutiérrez y Álvarez. Los Gutiérrez eran hijos de un guarda agujas de Vicálvaro y los Álvarez de un terrateniente del pueblo de Vallecas que entre otras pertenecías, tenía el baile, aquel del que le había hablado en una ocasión a una compañera de trabajo su abuela. Mi abuelo materno, Tomás Gutiérrez trabajó muy duro desde niño, todos sus hermanos empezaron trabajando muy jóvenes, cuenta que en su primer trabajo en una bombonería, les empacharon de bombones el primer día para que no tuvieran tentaciones de probarlos más, al parecer debió surtir efecto porque cierta manía si debió coger a los dulces. De todos los oficios, en el metió la cabeza hasta su jubilación fue en una compañía eléctrica. Yo recuerdo haber visto en casa algún aparato eléctrico y apuntes de electricidad, mi abuelo tenía una caligrafía estupenda, rasgo que sin duda no hederé de él. Mi abuela materna, Francisca Álvarez era una mujer muy religiosa, de ahí que según ella contaba, gracias a su fe incondicional, pudo salvar la vida cuando, estando en guerra, llevaba a mi madre en brazos y el destino lanzó una bomba a escasos metros de ellas, afortunadamente el destino también quiso que dicha bomba milagrosamente no estallara. Mi abuelo fue a por su partida de nacimiento para casarse, al decirle el nombre, el pensó que era un error, su nombre era, Altagracia Del Milagro Juana Francisca, era su nombre completo, en el nombre algo tuvo que ver una mujer dominicana que servía en casa, al parecer parte del nombre es común en República Dominicana. Ese nombre tan largo, al final quedó en Paca. Gracias a Dios, también en otra ocasión en una corrida de toros se le escapó la espada al matador yendo directa hacia su corazón, en ese preciso instante, un caballero arrojó su capa hábilmente contra la espada, evitando así el fatal desenlace. Aunque no llegué a conocer a mi abuela, si pude conocer a su hermana, la tía Carmen, que continuó viviendo en el pueblo de Vallecas. Mis recuerdos de ella son de una mujer muy afectuosa, quiso mucho a los nietos de su hermana, cuando ella ya no estaba. Las dos hermanas eran hijas del segundo matrimonio de mi bisabuelo, que al parecer debió poseer tierras y bastante dinero, aunque dicen las malas lenguas que le gustaba jugar y la buena vida. Como consecuencia de sus gestiones desordenadas, o bien sea por motivos que desconocemos y tampoco es que nos quiten el sueño, mi abuela y su hermana quedaron sin herencia. Bueno, casi sin herencia, ya que al menos les quedó la legítima, es decir, el dos por ciento de poca cosa. Como bien decía mi abuelo Tomás, el mejor dinero es el que con esfuerzo es ganado. Ya que no heredamos un duro, quizá nuestra mejor herencia haya sido la espiritual.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Hablando del espíritu, me viene a la mente, el momento de mi vida en que me encontré sin dinero solo en el mundo. Esto me ocurrió en Tenerife, tenía todo calculado, me quedaban días para regresar a mi casa, no tenía nada, tan solo un billete de regreso y el tiempo que no pasaba. En esos días de reflexión hubo una frase que me vino a la mente que recordaré siempre. Hay frases que no se sabe si se han oído alguna vez a alguien o no se han oído nunca, ésta en particular, creo que es de cosecha propia, parece absurda pero no lo es, dice así: «Es mejor no tener nada y tenerlo todo, que tenerlo todo y no tener nada» Es una frase con un significado oculto, me venía a la mente en un momento en que me encontraba sin dinero y solo en la vida, traicionado, en un lugar inhóspito, pero acababa de conocer el significado de la vida, acababa de salvar la vida a una persona en el anonimato, sin prensa, era un héroe auténtico, de los que no piden nada a cambio. Si analizamos la frase, el hecho de que en un momento de mi vida no posea nada físico, y sin embargo, sienta una totalidad espiritual, significa, que no tiene importancia alguna este hecho, porque tienes una fortaleza espiritual que te hace conseguir lo que te propongas. Era un Viernes cuando me encontraba en esta tesitura inmerso en el sistema binario, 0- Euros, 1-Esperanza, el colmo del informático. Voy a hacer un test de inteligencia, va dirigido a todos los psicólogos que me han hecho algún test de estos en mi vida, va por ustedes: El yin y el yang, es bien sabido que simboliza el bien y el mal, pero, ¿sabrían decirme ustedes qué es lo bueno y qué es lo malo cuando se despierta en una isla desierta? A. Tener mucho dinero para comprar un billete directo a casa sin escalas. B. Tener la cabeza en su sitio para lograr sobrevivir. Es una respuesta muy difícil señores, porque la mayoría de los mortales elegimos la respuesta A. Queremos tener todo sin esfuerzo ya, queremos la chica más guapa sin fijarnos en cómo lleva amueblada la cabeza, sino en su volumen de pechos. A propósito, recuerdo una pintada de mi barrio ¡Queremos chaleses ya! En Tenerife, me encontré aquel Viernes completamente sólo y sin apenas nada de dinero, de repente se despertó en mí sin saber muy bien por qué una obsesión, llegar a casa lo antes posible. ¿Cómo?, en medio de esta isla, no me pasó ni por un momento la nube burocrática que había pasado hacía unos meses, no pensé ni por un instante que no fuera a lograrlo. Fui a la agencia de viajes, que me estaban muy agradecidos por haber ido a devolver un ingreso erróneo de 1500 euros meses atrás y hicieron todo lo posible para encontrarme vuelo.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Eran las once de la mañana, tenía un vuelo dentro de dos horas. Algún eurillo si debía quedarme porque llamé a un taxi que me llevó a casa, recogí la ropa, la guitarra y salimos en el taxi camino del aeropuerto. De camino recordé a mi amigo de Sierra Leona Ali, que trabajaba con su mujer en una fotocopiadora. Era muy simpático Ali, era de negro y su mujer blanca (como las fotocopias) y gallega. Me decía su mujer que le gustaba mucho la guitarra, en alguna ocasión debí fotocopiar alguna partitura y me preguntó Ali que si era músico, y al ver mi apellido, ah, tú tocas la guitarra, por eso tú nombre es «Guitarrez». Que no, que es Gutiérrez. Decidí que llevaba mucho peso y dije al taxi que parase un minuto en la fotocopiadora, no estaba Ali, pero le entregué a su mujer la guitarra para Ali y unos vídeos de aquel que años atrás me bautizara como músico. Me agradeció el gesto y me dijo que Ali iba a dar saltos de alegría, que muchas gracias. Llegué a tiempo al aeropuerto y pensé en avisar a Madrid de mi regreso, pero el móvil estaba sin saldo y preferí guardar las escasas monedas. Llegué a Madrid y no había nadie en casa, debían estar en Guadarrama. Me duché y me fui en busca de mi familia. Me había ausentado de Madrid pocos meses, pero mi madre al verme lloró de emoción. El Sábado mi madre sufrió un infarto en la piscina, yo estaba allí y pudo salvarse por la rapidez en la que reaccionamos y el buen hacer del servicio médico del hospital de El Escorial. Ella dice que se salvó porque llegué justo a tiempo, si es cierto que era el único que conducía de los presentes. Mi madre es una mujer muy querida por todo el mundo y también muy envidiada. De una fortaleza inmensa para criar a seis fieras y conseguir sacarnos adelante pese a que no nos hemos portado todo lo bien que hubiéramos podido. Que el menor de tus hijos te diga que te quiere mucho significa que has sabido repartir el amor a cada uno de ellos, sin distinciones, has sido una madre justa y equitativa. Qué buenos momentos hemos pasado toda la familia de vacaciones, los seis hijos, los padres y el abuelo. Hay una foto de aquella época en el monasterio de Piedra en la que estábamos los seis en fila, desde el benjamín a la mayor. Qué buena maestra, que aparte de las magistrales lecciones que hayas podido dar a todos los alumnos a los que diste clase, nos enseñaste la mejor lección, que nos respetemos y nos queramos todos los hermanos, que aprendiéramos desde muy pequeños a valernos por nosotros mismos, a ser día a día más independientes. A ti, madre, te dedico este libro de mi vida, porque eres pieza fundamental de ella, y lo sigues siendo hoy en día, dando cariño a mi nueva familia formada por mi mujer Marga y yo, ese amor de madre que se te escapa no solo a tus hijos, sino a tus yernos y nueras.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE En particular me enseñaste a amar la música, me compraste mi primera guitarra. Bueno, también recuerdo aquel día que me fui a comprar un tambor y cuando llegué a casa, ese tambor salió por la puerta que entró, y regresó en forma de pluma estilográfica. Quizá por esa razón tardé cuarenta años en lanzarme a escribir, odié aquella dichosa pluma como el sol odia a la luna. Mi mujer se siente muy querida por ti mamá, y eso me llena de satisfacción, papá la conoció apenas un año, pero en aquel año demostró quererla como a una hija y eso me llenó de felicidad. Me llenó de emoción, el día que nos dejó el tío Alejandro, que la tía Rosario en ese momento tan doloroso que estaba viviendo, al saludarle Marga, le dedicara una sonrisa y le dijera que le parecía una chica majísima. Sí que es verdad que tengo buen ojo, o tal vez el destino, que hizo que nos encontráramos ante la atenta mirada de un león disecado, en una discoteca del centro de Madrid. Lo cierto es que soy feliz, amar y sentirse amado es una combinación no siempre fácil, la he encontrado y por ello me considero muy afortunado. Afortunado espiritualmente, porque la verdad es que no tengo un duro. Aparte de dedicarte este libro mamá, quiero darte todo el ánimo del mundo en este momento, también a mi tía Rosario, las dos estáis pasando por el momento quizá más duro, la pérdida de la persona con la que habéis compartido todo. Tenéis el apoyo de la familia, al habernos enseñado los valores adecuados, habéis hecho un buen trabajo, porque aunque os podáis sentir solas, no lo estáis, estamos aquí para lo que queráis. Fui el último que pude hablar con papá, se llevó el beso que me encargaste para él, me despedí de él sabiendo los dos, que quizá era la última vez que nos volveríamos a ver. Me entregó su audífono, su alianza para dártela a ti y me dio un beso con valentía como un Sáez, había hablado ya con sus colegas sabiendo la situación. Sabía que le iban a intentar salvar la vida, pero que era muy difícil, quizá él tuviera idea de la situación con más certeza que los propios cirujanos. Papá me enseñó la lección que me acompaña ahora y me acompañará siempre, que la vida es un paseo, que es algo efímero, que se pasa demasiado rápido, más de lo que creemos. Lo que nunca podemos saber cuando llega la hora, gracias a Dios, pero es un gran alivio saber que tras la vida no acaba todo, sino que se comienza otra nueva vida en la que por fin quedamos libres de la garra del mal, que tanto daño nos hizo en vida. Cuesta creer esa idea de que el alma continúa, todo indica que tras haber vivido todo termina. Es lo más lógico de pensar. También me ha pasado por la cabeza la idea de que la creencia de que tras vivir no llega el final, no sea más que un mecanismo de defensa para amortiguar el golpe de la pérdida de alguien al que amas mucho.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Yo aún no tengo la respuesta, pero si la intuición. Mi intuición me hace pensar en el yin y el yang, lo bueno y lo malo, la vida y la muerte, el 0 y el 1, en definitiva, el sistema binario, el lenguaje por el que nos comunicamos con las máquinas, la elección de lo adecuado en el momento adecuado, es decir, la inteligencia en una isla desierta, es lo suyo. El desierto que se siente ante la pérdida de tu padre, es enorme, el vacío, la falta de la persona que mejores consejos puede darte. Pero ante eso, ¿qué puedes hacer?, usa el lenguaje. Yo me comunico mentalmente con mi padre, de la misma manera que me he venido comunicando con Dios y con la virgen María desde que era un niño casi a diario, algo que nadie me enseñó cómo hacerlo, simplemente se hace. Llama yin a la mente y yang al cuerpo, o al revés. Una mente sin cuerpo, existe. Un cuerpo sin mente, es cero, no es nada. A mí me gratifica comunicarme con mi padre, al igual que me comunicaba con el abuelo Tomás o la abuela Manuela. O del mismo modo que me comunico con Dios. ¿Cuál es la respuesta?, prueba a pedirle un deseo, el que tú quieras, pide lo más lógico que se puede pedir, el fin de la violencia, del hambre, de las guerras, no hay respuesta. En este tipo de comunicación no hay respuesta, pero a mí me hace sentir bien y eso es suficiente para mí. Pensar que me reencontraré con mi padre, me tranquiliza. Si bien es cierto, que su manera de ver la fe no era la misma que yo entiendo, pero para mí es válido. Me reconforta sentir su presencia cerca, cuando despierto por la mañana y le doy los buenos días, o cuando me acuesto y en los momentos en los que me encuentro solo, como en la escritura de este libro. Si me da pereza levantar, pienso en él y me levanto como una exhalación. Aunque la mente suele dejar en el buffer de memoria las situaciones que te produjeron dolor, no se olvida. Yo pensaba que había olvidado mis vivencias con el abuelo Tomás, pero al sacarlas del buffer, ahí están intactas, casi como si fuera ayer. En el caso de mi abuelo, ya no siento dolor por su pérdida, lo que siento es mucho agradecimiento por esos momentos que me regaló, amor, que no se han olvidado, perduran para los restos. La mejor herencia que se puede recoger de tus padres son sus valores. Sin embargo, nos parece que lo que no es material, no vale. Nada más lejos de la realidad, los valores es lo más importante que podemos tener, el respeto, la humildad, aprender a valorar las personas que te rodean por su interior huyendo de lo superficial, eso es lo auténtico. Mi padre dio ejemplo de saber estar hasta los últimos momentos, cuánto se echa de menos a las personas auténticas en los momentos difíciles. Era un lunes cuando después del trabajo acudí a ver a mi padre, continuaba muy grave aunque parecía que en los últimos días había experimentado una leve mejoría, un hilo de esperanza al que tratamos de agarrarnos con fuerza.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE De toda la familia, era yo el que quizá tenía más claro, que lo más probable es que no saliera de aquel trance, tan solo se podía pensar en un milagro. Me dirigí en espera del milagro, incluso parecía que había despertado y al hablarle asentía con la cabeza, entendía lo que le decían porque le habían intentado despertar para ver su evolución. Cuando llegué al hospital estaban mi tía Julita, hermana de mi padre y mi mujer. Entramos a verle mi tía y yo, su estado en apariencia no era diferente al de la última vez que le visité, me desilusioné pues esperaba que quizá pudiera haberle visto consciente y poder hablar con él tras dos semanas que habían transcurrido desde la operación. Entonces apareció un ser de otro planeta, un médico jasp (joven aunque sobradamente preparado), pensé entonces que los jasp se extendían a lo largo del planeta en todo tipo de profesiones, tenía una idea equivocada de lo que era un médico, tenía el ejemplo de mi padre, pensé entonces que hay personas con determinadas características que nada tienen que ver con la profesión que ejerzan. El médico jasp me dijo que si podía avisar a los familiares del paciente, le respondí que era su hijo, a su vez pensé quién demonios se pensaba que iba a estar en cuidados intensivos de un hospital visitando a un paciente si no es su familia. Entonces me contestó que yo no era uno de los familiares a los que él veía por las mañanas, que si les podía avisar. Le repetí que yo era su hijo, que si tenía que algo que decirme, que por favor lo hiciera cuanto antes, no había razón para esperar más. Nos llevó a otra sala, entonces ya intuía que llegaba el fin, me dio un escalofrío en el cuerpo, me volvió a repetir que no éramos los familiares que él conocía, gracias a que la sala estaba vacía, de no ser así, podría haberle atizado con un jarrón o algo similar. Se quedó parado sin decir nada como medio minuto, y dijo que mi padre había empeorado mucho en las últimas horas, que fuera avisando a sus familiares, quizá pensó que su hijo no es un familiar. Le pregunté si podía quedarme con él mientras llegaban, me dijo que le iban a hacer unas placas, pensé para qué se necesita hacer unas placas a una persona que se muere, en fin, que me fui a mi casa con mi mujer y mi tía. Antes nos despedimos de mi padre, le di el último beso, mi tía le susurró al oído que ánimo, que iba a salir adelante. Le pedí al médico jasp que nos llamara cuando terminara las placas, para volver con toda la familia, también con los que a él le resultaban familiares. Cuando llegamos a mi casa, les informé a todos de la situación, llamaron al teléfono, lo cogí, era el jasp, que ya podíamos ir. Al llegar mi madre con mis hermanos ya había fallecido, yo mientras quedé en casa para llamar a la compañía de seguros para informar cuando ocurriera el fallecimiento. Llamó mi hermana Paloma a casa diciéndome que acababa de morir, fue muy valiente, no lloraba, esa serenidad que me transmitió me dio fuerzas para realizar las llamadas oportunas que debía hacer a continuación.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Ya estaba en el cielo, de aquel que tanto me habló desde que era un niño, aquel en el que estaba su padre al que ya no veía desde que él era apenas un adolescente. Dentro de mi dolor, pensé en que al menos él ya era feliz y libre de dolores y sufrimiento. Los días restantes fueron tranquilos, tengo la creencia de que cuando alguien de tu familia está entre la vida y la muerte, eso hace que tu cuerpo esté alerta, en continua, cuando para la barrera, la tensión desaparece. La sensación era de calma, ahora era el momento de aplicar toda su teoría, sus creencias, era el momento de tener fe. Fueron dos noches las que pasó en el velatorio, la primera fuimos a descansar, dormí profundamente, con un sentimiento de paz interior difícil de expresar. No me cabía la menor duda que desde el cielo, nos estaba aplicando a toda la familia un ungüento contra el dolor del alma, parecía increíble pero estábamos como anestesiados. Ha pasado ya casi un año que se fue, hoy en día me siento bien, a veces se me empapan los ojos, pero me encuentro tranquilo, me siento más acompañado que nunca. Nunca me oiréis hablar de la ausencia de fe, de hecho, muchas personas a las que quiero dicen no tenerla y no por ello los quiero menos. Pero a mí la fe no me hace ningún daño. A ti papá te dedico este libro, te dedico cada movimiento, cada esfuerzo, cada acción que emprendo, porque, desde que me levanto a primera hora, si pienso en ti, me siento fuerte, valiente, la cobardía amiga de la maldad desaparece. Una reflexión sobre la maldad, hay muchos tipos de maldades, algunas llegan a ser malas malísimas, otras travesuras. Lo que creo que produce la maldad es la cobardía, la inseguridad, la incapacidad de afrontar un error y de reconocer que como humanos que somos, erramos. No sabes la alegría que me producía cuando veníamos a veros a mamá y a ti a casa, Marga y yo. Verte que con las dificultades que tenías para levantarte por esos dolores de espalda, hacías ese esfuerzo y le dabas un abrazo a la que es mi mujer. Ella te quería mucho, el día que entraste en urgencias y me dijeron que ni tan siquiera iban a operarte porque no había nada que hacer, cuando se lo conté se echó a llorar, solo te conoció un año, pero te quiso como se quiere a un padre. Te dejabas querer, todo aquel que te ha conocido ha quedado prendado de tu bondad e inmediatamente se ha percatado que enfrente tenía a un modelo a seguir, un gran maestro.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Ahora estás en paz, con todos los que tanto quieres, es difícil de olvidar la expresión de tu cara el día que perdiste a tu hermana y cuando se marchó tu madre. Cuando mamá estaba en el hospital después del infarto, ella te dijo que se iba a morir antes de cumplir las bodas de oro, en ese momento pude ver en tu cara la expresión de tristeza de un niño cuando va a comenzar a llorar. Al final resultó que tú te adelantaste, lo que cada día recuerdo con alegría era tu expresión de felicidad, tu sentido del humor y tus consejos sabios. Estos últimos años pude conversar más a menudo contigo gracias a la empresa que me despidió de una manera cruel. Aquella empresa creía que me hacía daño, todo lo contrario, me concedieron el privilegio de estar cerca de mi padre en estos últimos años, en los que estaba jubilado. La vida de quita cosas, pero te da otras, las que te da suelen tener un valor incalculable, como lo tiene haber convivido con mis padres cuando necesitaba alguien a mi lado que me escuchara. Al comienzo del libro dije que no había comenzado a escribir el libro por estar implicado emocionalmente en lo que estaba pasando. Pero además he recordado que le comenté a un «amigo» de los que a veces se pagan las cañas, que si no lo escribía entonces es porque aún no tenía el final. Así es, buscaba un buen final para mi libro, y por fortuna lo encontré. Llega el final del libro, el final feliz, mi última dedicatoria, a la persona a la que amo y me ama día a día, a mi amiga, mi compañera, a la mujer que rompe con los estereotipos artificiales que hablan de «la mujer de mi vida», ¿qué la mujer de mi vida?, la mujer de hoy, que no mira al futuro y no le preocupa si alberga el título nobiliario de mujer de mi vida, a mi mujer, Marga. Acababa de regresar de un viaje por Europa visitando París, Ámsterdam, Copenhague, Bergen y Berlín. Fue un viaje de una belleza inolvidable, si bien a cada ciudad que llegaba pensaba en tomar el primer avión de regreso a Madrid por la pésima compañía que llevaba, los «amigos» que a veces se pagan las cañas. De hecho, ellos también debieron acabar hartos de mí, porque desde entonces, gracias a Dios, hemos perdido el contacto. No merece la pena gastar mucho los dedos hablando de estos «amigos», pero si hago esta anotación porque justo después de este horroroso viaje conocí a mi mujer Marga. Había perdido la cuenta de las veces que había pensado por qué no había tenido la suerte de mis padres, de encontrar una persona con la que se poder convivir, con alguien con quien el día a día fuera el respeto mutuo, el amor, que estuviera dispuesta a compartir. Yo conocía bien el lado opuesto, los «amigos» como Rocinante y Don Quijote, vampiros, amigos a los que tardé tal vez demasiado en descubrir sus cartas, ¿cómo pude tardar tanto en hacerlo sabiendo que iban de farol?

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Conocía aquella mujer que en una ocasión me dijo que era «el amor de su vida», lo que no sabía yo el concepto que tenía ella de la palabra «vida», vamos cuatro meses. Aquella mujer que te pide que confíes en ella cuando se salta a la torera todos los valores básicos de una convivencia. Es fácil detectar este tipo de personas. Si alguien te dice el segundo día de conocerla que eres «el amor de su vida», ya puedes comenzar a pensar que ya ha empezado a mentirte o que tal vez esté algo desequilibrada, si esa persona espera a que pagues tú, además es que tiene mucha cara. Si esta persona sin venir a cuento te dice, que ella nunca pone los cuernos, ya te puede a empezar a dar la risa, ten por seguro que ya tienes más cuernos que el toro de Osborne. Si a los cuatro meses, esa persona, te dice que vamos a darnos un respiro, que necesita tiempo, es que ya le empieza a resultar molesto estar con dos a la vez, te ha dejado. Pero aquella mujer al igual que los «amigos» de los que a veces se pagan las cañas, me empiezan a calentar los dedos, prefiero hablaros de personas auténtica, como mis padres, de una mujer con sus cinco letras y de un hombre con sus seis. Al regreso de mi viaje estaba aburrido, sin amigos y aún con algo de vacaciones. Hice lo que normalmente solo hacía en casos de emergencia, chatear. Nunca me gustó chatear porque es demasiado difícil encontrar a alguien que no te insulte o te trate de hacer daño emocional, pero estaba demasiado solo para no correr ese riesgo. Después de unos cuantos insultos, vejaciones y las que dejaban de hablar de inmediato cuando les respondía mi edad o no lograban sacarme una foto mía, pinché a M_A_R. Recuerdo poco sobre lo que hablamos, el hecho es que estuvimos chateando hasta altas horas de la madrugada sin apenas darnos cuenta de que pasaba el tiempo. Después de mucho hablar, pude deducir que era una buena persona, respetuosa y quedamos para ir a bailar, porque a ella también le gustaba mucho salir a bailar. La llamé al mediodía y fue mi primera conversación por teléfono, tenía una voz que me gustó mucho, como muy cariñosa, esto daba más fuerza a mi hipótesis de que era buena chica. Me dijo que se había tomado un vermut (vermú) y que se había pillado una buena castaña, me hizo reír y confirmamos que nos veríamos por la noche en una discoteca en la que hacían quedadas los del chat.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Era una cita a ciegas porque no sabíamos ninguno de los dos cómo éramos físicamente, por fortuna no me equivoqué de persona y di con ella a la primera, digo esto, porque bien es sabido por los que me conocen mi fama de despistado. En una ocasión quedé con un chico que quería dar unas clases con mi maestro de guitarra y debí preguntar antes a cuatro personas hasta que di con él. Como no nos conocíamos, quedamos en un lugar de la discoteca en el que creyéramos que habría poca gente para evitar una confusión, el sitio elegido fue subiendo las escaleras más cercanas a la entrada de la discoteca, justo enfrente de un león disecado encerrado en una jaula que curiosamente vigila la entrada a los aseos. Yo llegué pronto y como aún no había nadie me fui a dar una vuelta por la discoteca, aunque ya la conocía, era tan peculiar su decoración que podías entretenerte un buen rato, a mi regreso ya había una chica que parecía estar esperando y le dije: Miguel: Marga: Miguel: Marga: Miguel: Marga: Miguel: Marga: Miguel:

Hola, ¿eres Marga? Hola, ¿qué tal? (Dos besos) ¿Llevas mucho tiempo esperando? No, me entretuve cenando, creí que llegaba tarde Yo estuve echando un vistazo por la discoteca Mientras llegabas te envié un mensaje al móvil (Leo el mensaje) ¡Me va a comer el león! (Miro al león disecado) ¡Tiene cara de hambriento! (Ríe) ¡Ven y te presento a mis amigos! Ah vale

Cuando acabas de conocer a alguien, es tanto lo que quieres saber del ella y es tanto lo que quieres decir que te puedes quedar sin palabras, es lo que llamo efecto embudo o lo que en informática se denomina cuello de botella, las ideas se agolpan en la memoria sin poder salir, empecé a notar que eso me ocurría con Marga pero a ella no le importó mi torpeza hablando. Me daba buenas vibraciones porque, a pesar de mi torpeza en el habla tratando de decir cuatro palabras seguidas, ella no le dio importancia y enseguida empezamos a hablar con tonal naturalidad, como si nos conociéramos de toda la vida, ella respondía del mismo modo y así comenzamos a conocernos. Me presentó a sus amigos y advirtió que se estuvieran quietas a las chicas que iban con ella. Quedé sorprendido de lo agradable que resultaba la gente de chat, por las pocas veces que había entrado en el chat, pensé que quizá fueran con cadenas y látigos y fueran a darme una paliza pero nada más lejos de mi imaginación, eran personas verdaderamente simpáticas.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Una vez hechas las presentaciones, nos subimos a unas mesas que hay en la parte de arriba de la discoteca y estuvimos charlando tranquilamente. No tardamos mucho en darnos el primer beso, quizá era algo que ya deseábamos desde la noche anterior cuando nos separaba una pantalla de ordenador. Bajamos a bailar a la pista, al lado de una columna a la que tuvimos que apoyarnos porque había un camarero que pasaba con bandejas a la velocidad del rayo. Pasamos la noche bailando, riendo, conociéndonos y de madrugada ya casi de día, fuimos paseando a tomar un chocolate con churros. Era a primeros de septiembre pero ya comenzaba a refrescar, ella tenía una cazadora vaquera más grande que la mía y nos las cambiamos, mi cazadora se había quedado pequeña tras las vacaciones. Desde entonces hemos estado juntos, viviendo momentos muy gratos, también otros dolorosos pero siempre juntos. Cuando lo que has tenido en tu imaginación como el estado ideal, con una persona que te quiera, te comprenda, te muestre su cariño porque le sale de manera natural, se convierte en realidad, entonces eres feliz. Me llegó el amor a los treintaisiete años y agradecí ese momento casi tantas veces como las que lo había ansiado. Ninguno de mis escarceos amorosos había prosperado, como así tenía que ser, porque siempre he huido de lo auténtico. He pasado treintaisiete años por un mundo de ficción, ahora es cuando vivo la realidad, cuando ves que lo que te rodea es ficticio, tus amigos son falsos, tus amores de contrabando y el único momento del día en el que vuelves a la realidad es cuando regresas a casa. Por eso debo agradecer y dedicar el libro a los dos pilares de mi vida, los que me mantiene en pie, mi familia y Marga. No sé si llegaré en mi vida a ver con mis ojos la torre más alta del proyecto de la sagrada familia, la que simboliza a Jesús ascendiendo a los cielos, espero que a los arquitectos no se les olvide que toda torre necesita de buenos cimientos aparte de otras consideraciones que desconozco pero intuyo, como que la torre no sea rígida. Así es la vida, como la torre de Jesús de la sagrada familia, no conseguirá mantenerse en pie a no ser que se sustente sobre buenos cimientos. Yo he pasado la vida cayendo y volviendo a levantar, aunque debo agradecer al destino por haber sigo bueno conmigo. Lo auténtico existe, en todos los lugares del planeta, pero la mente humana se afana por explorar donde no hay más que deshechos. Nos empeñamos en buscar agua en ríos secos en lugar de ir a la fuente. Naturalmente no hablo de lo físico, imagino que todos los lectores beben agua, si no, dejarían de serlo en breve.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Hablo del espíritu, de la mente, que creemos que no es real y dejamos volar la imaginación hasta un desierto para buscar agua en algún oasis cuando lo más sencillo es levantarse, coger un vaso y beber. Ahora me viene a la mente aquel compañero del curso de emprendedores que iba a montar un negocio de gestión de intangibles, tan solo el nombre de su negocio ya llamaba la atención, ¿cómo gestionar algo intocable?. El espíritu, el alma es real, existe y por mi experiencia puedo asegurar que su manera de funcionar es muy parecida a lo material. Mi ideal de vida lo conseguí con treinta y tres años, materialmente lo tenía todo y espiritualmente también carecía de todo. Mi idea de la vida era ganar mucho dinero y trabajar poco, salir con una de anuncio «Fa», ir con «amigos» que a veces se pagan las cañas y llegar a casa para dar las buenas noches y a dormir. Las conversaciones de los compañeros de aquel trabajo en el que ganaba mucho y trabajaba poco eran sobre el rolex que se acababan de comprar, su último coche, las vacaciones en Marbella o el fin de semana en el chalé de la sierra. Materialmente tenían o al menos, aparentaban tenerlo todo, sin embargo espiritualmente carecían también de todo. La chica «Fa» llegó a presentarse en casa de mis padres con su madre las dos muy enfadadas diciendo que en lugar de sacarla a exhibirla, pasábamos los fines de semana en la sierra de Guadarrama, que desfachatez. Mis padres con mucho respeto les dijeron que ya hablarían con su hijo, que podían estuvieran tranquilas. Al regresar del trabajo me contaron la visita y mi padre me dijo con su buen sentido del humor, que no la exhibía lo suficiente. Los «amigos» que a veces se pagan las cañas, tenían una filosofía curiosa, eran tremendamente despistados y en numerosas ocasiones se dejaban en casa la tarjeta, y por supuesto el dinero. Si por un casual habían ligado y se llevaban a su nueva adquisición, en un alarde de generosidad se dignaban a pagar una ronda, para que tú pagaras la siguiente, sin embargo la mujer nunca pagaba, me daba una ligera impresión de que alguien salía perdiendo. Cuando llegaba a casa rendido de tanta falsedad, cenaba, daba las buenas noches a mi familia y me iba a dormir. No valoraba lo que tenía, en casa estaba lo auténtico, mi familia y apenas los veía, me empeñaba una y otra vez en emplear el tiempo con personajes hipócritas y materialistas de medio pelo. Si bien es cierto que si te quedas en casa, tampoco vas a tener la oportunidad de encontrar alguien con quien compartir tu vida, aparte de tu familia. En casa puedes llegar a desesperarte y ver cómo pasa el tiempo llegando al aburrimiento extremo, es necesario salir de casa.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Quizá lo ideal es pasar más tiempo con la familia y cuando sales, rodearte de gente que tenga unos valores más acordes con los tuyos, sin excluir todo aquel que no comparta tus opiniones, de todo se aprende. Pero el cambio es el cambio, no es tan sencillo romper con los «amigos» que se pagan las cañas a veces ni con la chica «Fa» a la que hay que exhibir, si no me hubiera arriesgado a cambiar, no habría conocido a mi mujer. Podemos pensar en que hay algo de nuestra vida que quisiéramos cambiar, pero, de pensarlo, a llevarlo a cabo, hay un paso que hay que dar. De hecho, en muchas ocasiones pensaba hacerlo pero no llegaba a tener el valor suficiente. Para poner un símil, es como el fumador que sabe que le hace daño, pero sigue fumando, y llega a auto convencerse de que simplemente le gusta fumar. La verdad que hay que darse un empacho muy grande de «amigos», chicas «Fa» y tabaco, y si es todo junto, mejor, como se dio mi abuelo de bombones su primer día de trabajo en la bombonería. Lo que no cabe duda es que si no se tiene una idea clara de que se quiere romper con un determinado estilo de vida, el cambio no se va a producir nunca. No resulta fácil cambiar un hábito incluso cuando se tiene claro que se quiere hacer. En realidad lo más difícil y lo que nos inmoviliza es tan solo la idea de tener que hacerlo, cuando lo hacemos comprobamos que no era para tanto. Mi cambio no fue brusco, el orden fue el siguiente, primero me dejó la chica «Fa», luego en un estado excepcional de empacho de bombones, me dio por poner mi vida en peligro para salvar la vida de una chica que no conocía de nada. No sé si como consecuencia de estas meditaciones, o simplemente porque me estaba despintando un poco, mezclado con un poquito de mezquindad, me echaron del trabajo. Una vez que me echaron de ese trabajo, mi vida laboral es un desastre, de hecho ahora estoy en casa terminando este libro en lugar de trabajar como todo el mundo. Más tarde me fui de vacaciones con mis dos mejores «amigos» que a veces se pagan las cañas, tal vez, en mi subconsciente me atreví a emprender este peligroso viaje buscando un empacho de «amigos». No sé quien acabó más empachado, si yo o si ellos, el caso es que desde aquel viaje no hemos vuelto a cruzarnos las caras. No sé si ellos en algún momento puedan echarme de menos, yo sin embargo, cada día que pasa, me alegro más de haberlos perdido de vista.

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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» ZORI 2ª PARTE Y por último, al carecer de amistades, busqué y encontré a la mujer adecuada. Puedo asegurar que es en la actualidad cuando me siento más feliz, independiente y libre que nunca. Deseo a todos mis lectores que no hayan encontrado su rumbo en la vida, que llegue el momento en que lo hallen y que, a ser posible, el camino a recorrer sea menos tortuoso que el mío, aunque ojalá sea tan divertido o más que el mío, confieso que lo he pasado en grande en mi búsqueda de la felicidad. Sería injusto no dedicar por último este libro a Zori, amiga mía, deseo de corazón que dondequiera que estés, encuentres algún día tu camino al igual que yo lo he encontrado, aunque a juzgar por tu inteligencia estoy convencido que ya lo has encontrado, ¡que la estrella Zornitsa nos guie por el buen camino el resto de nuestra vida!.

Fin Miguel Ángel Sáez Gutiérrez Le obsequiamos con una copia dedicada de este libro en formato eBook, de este modo, podrá reproducir la música y los vídeos en él contenidos. Envíenos su petición a [email protected] indicándonos su nombre y dirección de email para su recepción, en breve recibirá su copia.

Próximas Publicaciones Casi a la par de iniciar de mi biografía, dado que la música me ha acompañado durante toda mi vida y me considero un gran aficionado a muchos géneros musicales, me puse con otro proyecto que tienes en mente pero nunca encuentras el momento de llevarlo a cabo, se trata de una novela musical. La novela que se llama Mi Flamenco, es una andadura por los seis años de mi vida en los que tuve el honor de ser alumno de una de las figuras del flamenco actual, la novela entremezcla las vivencias con mi maestro con las composiciones que me iba enseñando en las sucesivas clases a las que tuve la suerte de asistir. Animo a todos los lectores, tengan o no formación musical a leer dicha novela por lo divertidas que resultan algunas de las anécdotas que en él aparecen, porque mi manera de describir al maestro es muy descriptiva y tal vez con la lectura podáis revivir aquellos momentos que recuerdo como inigualables. También es una buena ocasión para empezar a disfrutar de la música de un modo diferente, tocando el instrumento cuyo aprendizaje no tiene fin, la guitarra. No se necesita una formación musical previa, pues las obras están escritas en cifra o tabulación, el método más sencillo de aprendizaje aunque se complementa con solfeo para los más habituados a ello.

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