DOMINGO VI DE PASCUA

nunca debemos olvidar. Los discípulos intuyen que dentro de poco Jesús les será arrebatado. Jesús les habla con especial ternura. "No les dejaré huérfanos, volveré." Toda la vida de la Iglesia transcurre entre la partida de Jesús en la Ascensión y su segunda venida al fin de este mundo. Durante este tiempo no podemos ...
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DOMINGO VI DE PASCUA COMENTARIO A LAS LECTURAS P. JORGE PETERSON, OCSO

PRIMERA LECTURA: Hch 8,5-8, 14-17 SEGUNDA LECTURA: 1 Pe 3,15-18 EVANGELIO: Jn 14, 15-21 El Evangelio de este domingo está tomado del discurso de despida después de la última cena. Para S. Juan este discurso es como el testamento de Jesús. Contiene cosas que nunca debemos olvidar. Los discípulos intuyen que dentro de poco Jesús les será arrebatado. Jesús les habla con especial ternura. "No les dejaré huérfanos, volveré." Toda la vida de la Iglesia transcurre entre la partida de Jesús en la Ascensión y su segunda venida al fin de este mundo. Durante este tiempo no podemos ver a Jesús visiblemente. Aquí Él dice: "Uds. me verán y vivirán porque Yo sigo viviendo." Está con nosotros; lo vemos con los ojos de la fe. Solamente los que creen y lo aman podrán experimentar que está vivo y que comunica vida. El que ama a Jesús vive sus palabras, sigue su ejemplo y se va "llenando" de Jesús. Su presencia invisible es real. No nos deja huérfanos; envía el Espíritu: "Yo le pediré al Padre que les dé otro defensor, que esté siempre con Uds., el Espíritu de la Verdad." Es una fuerza y una luz que nos hace vivir en la verdad. Acoger a Jesús en nosotros nos lleva hacia la verdad. Según la promesa, este Espíritu de Verdad "vive con Uds. y está con Uds." Podemos percibirlo en nuestro interior. Podemos desarrollar el arte de escucharlo en la lectio, en la oración y en la vida misma. Es el "Espíritu de la Verdad". Algunos escritores están empezando a llamar nuestra época: "posverdad". Esto me llama la atención fuertemente. Es muy cierto que en el mundo

siempre han habido muchas mentiras; pero que al hombre ya no le interese conocer la verdad es espantoso. Hace poco leí en Thomas Merton: "Nosotros llegamos a ser auténticos, diciendo la verdad. Es casi imposible para el hombre olvidar que necesita conocer la verdad porque el instinto de conocer es demasiado fuerte en nosotros para ser destruido. Pero (el hombre) puede olvidar que es tan necesario decir la verdad. No podemos conocer la verdad si no estamos conforme con ella." El Espíritu de la verdad nos lleva a ir al fondo de las cosas. No podemos quedar en las apariencias. El Espíritu nos ve tal como Dios nos conoce. Nos hace buscar el Reino de Dios y su justicia. Por allí vamos a encontrar la verdad. No podemos vivir de las ideologías ni de puras teorías religiosas. El amor y la verdad tienen que estar unidos en nuestras vidas. Aquí Jesús nos advierte: "El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama." Habiendo experimentado su amor desde la Cruz, nos mueve a intentar agradarle en todo. Es un amor efectivo, no solamente sentimental, emocional. "El amor de Dios nos apremia." Nuestros padres repetían: "Amor ipse cognitio est." Es decir, el amor abre el camino al conocimiento, no solamente un conocimiento racional, sino vivencial. No se puede experimentar el amor de Dios, si no se lo ama. Por eso dice Jesús al final en este Evangelio: "El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama." Luego continúa: "Al que me ama, lo amará el Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él." No podemos conocer a Dios si no nos entregamos a hacerle caso e intentamos conocer y guardar sus mandamientos. Este es el camino más eficaz para conocer a Dios y experimentar su presencia en nuestras vidas. Confiar en Él y poner nuestras vidas en sus manos, nos prepara para una comunión espiritual con Él. Jesús se revelará más a nosotros. Lo conoceremos, no ya "de oídas", de lo que otros nos dicen, sino por su presencia invisible pero eficaz en momentos claves de nuestro propio caminar por este mundo. Abramos nuestros corazones para recibir este Espíritu de Verdad que Jesús nos ofrece siempre.