DOMINGO III DE PASCUA COMENTARIO A LAS LECTURAS

Sin embargo, es el camino cristiano, es el camino de la Pascua. Cleofás y su compañero tenían que pasar de la tristeza, la desilusión, y de los sentimientos de derrota, a causa de la Crucifixión, a la fe en Jesús, resucitado y glorificado. Nosotros también hacemos este mismo camino. Jesús viene a nuestro encuentro para.
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DOMINGO III DE PASCUA COMENTARIO A LAS LECTURAS

PRIMERA LECTURA: Hch 2, 14, 22-33 SEGUNDA LECTURA: 1Pe 1, 7-21 EVANGELIO: Lc 24,13-35 El Evangelio que hemos escuchado es la más bella y más impresionante de las narraciones pascuales: los peregrinos de Emaús. Es una parábola de la vida de muchos cristianos. Como pueblo de Dios, estamos en camino; somos peregrinos. Los peregrinos están expuestos a muchas situaciones no previstas, a veces, bastante desconcertantes: cambios climáticos, ladrones, accidentes, perdidas del caminoy otros inimaginables. Nunca el camino es todo fácil, todo perfecto. Lo importante es seguir peregrinando y llegar al destino, a Dios. Los dos discípulos en el Evangelio de hoy estaban muy desilusionados, desanimados, totalmente desconcertados. "Nosotros esperábamos que Él" en vez de ser crucificado, fuera nuestro libertador. No entraba en su mentalidad la posibilidad de un Mesías humilde,

vulnerable, débil: ¡crucificado como un criminal! No era posible. Caminaban tristes. No sospechaban que Jesús estaba enterado de sus sufrimientos y desilusión; que Él estaba acercándose. En nuestra peregrinación, Dios sabe todo lo que nos pasa. En una manera u otra se hace presente. A menudo no lo reconocemos. Estamos cerrados en nuestros propios juicios o prejuicios. Pero los dos discípulos estaban recordando todo lo que Jesús había hecho; estaban admirados de sus obras y sus palabras. Pero no pudieron entender que "era necesario que el Mesías padeciera esto." En su desconcierto y tristeza, Jesús se hace presente, pero no pudieron reconocerlo. Como pueblo de Dios estamos marchando adelante en la vida. A veces nos parece que Dios está muy presente, otras veces nos parece que se esconde. Esto pasa especialmente cuando estamos pasando dificultades, unas tras otras; cuando nuestra fe está probada, a veces muy probada. Necesitamos que Jesús abra nuestras mentes y nos explique las Escrituras. Solo Él puede abrir nuestras mentes para conocer esta verdad desconcertante: "Era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria". Nos cuesta aprender esta lección; podemos repetirlo de memoria, pero en la práctica de la vida diaria, se desvanece. Sin embargo, es el camino cristiano, es el camino de la Pascua. Cleofás y su compañero tenían que pasar de la tristeza, la desilusión, y de los sentimientos de derrota, a causa de la Crucifixión, a la fe en Jesús, resucitado y glorificado. Nosotros también hacemos este mismo camino. Jesús viene a nuestro encuentro para acompañarnos en este paso. Los dos: su Pasión y Muerte y su Resurrección se complementan. Esta era la manera que Dios eligió para pudiéramos conocer su Amor. Así Él nos acompaña no solamente con sus palabras y milagros, sino también en su humillación y muerte en Cruz."Por eso Dios lo exaltó”. No podemos olvidar que el Mesías “tenía que padecer eso para entrar en su gloria.” La Pasión de Jesús es nuestro cable a tierra en la vida diaria; su Resurrección nos infunde una firme esperanza en medio de las realidades duras de la vida. Jesús les retó: “Oh torpes y tardos de corazón para creer todo lo que anunciaron los profetas.” Tenemos que reconocer que también nosotros somos lentos en aceptar el misterio pascual en nuestras vidas personales. ¿Cómo se puede llegar a una fe viva en la Resurrección de Jesús? Básicamente, por el mismo camino que los primeros discípulos. Los dos discípulos de Emaús escucharon a Jesús. Él les explicó: “comenzando por Moisés y continuando por los profetas, les fue interpretando todos los pasajes de la Escritura referentes a Él.” En la liturgia y en la Lectio divina, Jesús, por la gracia de su Espíritu, sigue abriendo nuestras mentes y corazones para entrar más y más en su maravilloso plan de Salvación, realizado por la Pascua de su Hijo, Jesús. Que el Señor Resucitado sea nuestro compañero en el camino, animando e iluminándonos con su Palabra y alimentándonos con su Cuerpo y Sangre.