Diapositiva 1

yo los consumiré. 13Yo respondí: ¡Ay, Señor mío! Mira que los profetas les dicen: No verán la espada, no pasarán hambre, les daré paz duradera en este lugar.
2MB Größe 8 Downloads 56 vistas
Hoy, a nosotros nos resulta muy incómodo encontrar una relación o una coordinación mutua entre palabras en las cuales no es evidente ninguna relación lógica fundada en su significación, o que solamente haya una, elegida arbitrariamente, según nuestro modo de ver.

hwEÜq.mi micvé, significa esperanza y también estanque, reservorio, depósito

En los “juegos de palabras” la palabra actúa en virtud de otras propiedades mucho más primitivas; en situaciones especiales puede dejar en libertad unos contenidos y establecer unas dependencias espirituales que están situadas en una capa mucho más profunda (casi se podría llamar mágica) de su realidad verbal, y que aparentemente no tienen nada que ver con el significado principal que posee en la vida cotidiana.

Aquí en Jeremías compararemos las palabras esperanza y reservorio de agua ante la calamidad de la Sequía

hwEÜq.mi

También entra en juego el tema de la sonoridad o el fenómeno acústico; recordaremos que muchas veces el pueblo iba a escuchar al profeta no por el contenido del mensaje, sino porque daba gusto escuchar su retórica.

La musicalidad y el ritmo entran en el cuerpo del oyente, por lo tanto es también un vehículo de sentido.

La naturaleza y el hombre no son ajenos entre sí; esto es evidente, por ejemplo en oriente, en la experiencia de sequía: es una desgracia que llega a todo ser viviente. En el desierto es posible repensar la imagen de Dios como reservorio-depósito de agua o como corriente de agua, y por ende comprender la sequía o la ausencia de agua, como un condena por parte de ese Dios.

14,1-6

14,17-18

14,7-9

14,19-22

14,10

15,1-9

14,11-16

15,10-18. 15,19-21

1En

el tiempo de la sequía, el Señor dirigió la palabra a Jeremías: 2Se enluta Judá, desfallecen sus puertas, se inclinan sombrías, Jerusalén lanza gritos. 3Los nobles envían a sus sirvientes por agua: van a los pozos, no encuentran agua, se vuelven con los cántaros vacíos, se cubren avergonzados la cabeza, 4porque los campos se horrorizan

al faltar la lluvia en el país; los labradores se cubren la cabeza defraudados; 5Hasta la cierva pare y abandona su cría en descampado porque no hay pastos; 6los asnos salvajes se paran en las lomas desoladas, aspirando el aire como chacales, con ojos apagados, porque no hay hierba.

como caminante nuestras culpas nos acusan, que se desvía para pasar la noche? obra, Señor, por tu 9¿Por qué te portas Nombre, porque son muchas como un hombre nuestras apostasías, aturdido, hemos pecado contra como soldado ti. incapaz de vencer? 8Esperanza de Israel, Tú estás con nosotros, Señor; salvador en el peligro, llevamos tu Nombre, ¿por qué te portas no nos abandones. como forastero en el país, 7Si

10Así

responde el Señor a este pueblo: Le gusta mover las piernas, no refrenan sus pasos, pero el Señor no se complace en ellos; ahora recuerda sus culpas y castigará sus pecados.

11El

Señor me dijo: No intercedas a favor de este pueblo. 12Si ayunan, no escucharé sus gritos; si ofrecen holocaustos y ofrendas, no los aceptaré; con espada, hambre y peste yo los consumiré. 13Yo respondí: ¡Ay, Señor mío! Mira que los profetas les dicen: No verán la espada, no pasarán hambre, les daré paz duradera en este lugar. 14El Señor me contestó: Mentira profetizan los profetas en mi Nombre; no los envié, no los mandé, no les hablé;

visiones engañosas, oráculos vanos, fantasías de su mente es lo que profetizan. 15Por eso, así dice el Señor a los profetas que profetizan en mi Nombre sin que yo los haya enviado: Ellos dicen: Ni espada ni hambre llegarán a este país; pues a espada y de hambre acabarán esos profetas; 16y el pueblo a quien profetizan estará tirado por las calles de Jerusalén a causa del hambre y la espada; y no habrá quien los entierre a ellos y a sus mujeres, a sus hijos e hijas; les echaré encima sus maldades.

17Diles

esta palabra: Mis ojos se deshacen en lágrimas, día y noche, sin cesar, por la terrible desgracia de la capital de mi pueblo, por su herida insanable. 18Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre; profetas y sacerdotes recorren el país y no logran comprender.

19¿Por

qué has rechazado a Judá y sientes asco de Sión? ¿Es que nos has herido sin remedio? Se espera mejoría y no hay bienestar, al tiempo de sanarse sobreviene el espanto. 20Señor, reconocemos nuestra culpa y los delitos paternos; te hemos ofendido. 21Por tu Nombre, no nos rechaces, no desprestigies tu

trono glorioso, recuerda tu alianza con nosotros, no la rompas. 22¿Hay acaso entre los ídolos paganos uno que haga llover? ¿Sueltan solos los cielos sus aguaceros? Tú, Señor, eres nuestro Dios, en ti esperamos, porque eres tú quien hace todo eso.

1El

Señor me respondió: –Aunque estuvieran delante Moisés y Samuel, no me conmovería por ese pueblo. Despáchalos, que salgan de mi presencia. 2Y si te preguntan adónde tienen que ir, diles: Así dice el Señor: El destinado a la muerte, a la muerte; el destinado a la espada, a la espada; el destinado al hambre, al hambre; el destinado al destierro, al destierro. 3Les daré cuatro clases de verdugos –oráculo del Señor–: la espada para matar, los perros para despedazar, las aves del cielo para devorar, las bestias de la tierra para destrozar. 4Los haré escarmiento de todos los reyes del mundo, por culpa de Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá, por todo lo que hizo en Jerusalén. 5¿Quién se apiada de ti, Jerusalén,

quién te compadece? ¿Quién se aparta de su camino para preguntar cómo estás? 6Tú me rechazaste, te echaste atrás –oráculo del Señor–, y yo tendí la mano para aniquilarte; cansado de compadecer, 7los he dispersado con la horquilla por las ciudades del país; dejé sin hijos, destruí a mi pueblo, y no se convirtieron de su conducta. 8Las viudas que dejé eran como la arena de la playa, conduje en pleno día un devastador contra la madre y el joven, les metí de repente pánico y turbación, 9la madre de siete hijos desfallecía exhalando el alma, se le ponía el sol de día y quedaba desconcertada, el resto lo entregaré a la espada enemiga –oráculo del Señor–.

10¡Ay

de mí, madre mía, que me engendraste hombre de pleitos y controversias con todo el mundo! Ni he prestado ni me han prestado, y todos me maldicen. 11De veras, Señor, te he servido fielmente: en el peligro y en la desgracia he intercedido en favor de mi enemigo. 12¿Acaso se rompe el hierro, el hierro del norte y el bronce? 13Tu fortuna y tus tesoros entregaré al saqueo, gratuitamente, por todos tus pecados y en todo tu territorio. 14Y te haré esclavo de tu enemigo en país desconocido, porque prende el fuego de mi ira, y sobre ustedes arderá.

15Tú

lo sabes, Señor, acuérdate y ocúpate de mí, véngame de mis perseguidores, no me dejes perecer por tu paciencia, mira que soporto injurias por tu causa. 16Cuando recibía tus palabras, las devoraba, tu palabra era mi gozo y mi alegría íntima, yo llevaba tu Nombre, Señor, Dios Todopoderoso. 17No me senté a disfrutar con los que se divertían, forzado por tu mano me senté solitario, porque me llenaste de tu ira. 18¿Por qué se ha vuelto crónica mi llaga y mi herida resistente e insanable? Te me has vuelto arroyo engañoso, de agua inconstante.

19Entonces

me respondió el Señor: Si vuelves, te haré volver y estar a mi servicio, si apartas lo precioso de lo despreciable, serás mi boca. Que ellos vuelvan a ti, no tú a ellos. 20Frente a este pueblo te pondré como muralla de bronce inexpugnable: lucharán contra ti y no te vencerán porque yo estoy contigo para librarte y salvarte –oráculo del Señor–. 21Te libraré de manos de los perversos, te rescataré del puño de los opresores.