Dos talentos en estado expansivo

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espectáculos

| Lunes 29 de septiembre de 2014

Dos talentos en estado expansivo

Un texto de Loza según Maruja Bustamante

Estado de ira, una obra icónica de las últimas temporadas

teatro. Presentan Un gesto común, “una fiesta melancólica y vital”

Barrientos/velázquez. Entre el cine y la TV, reponen

Viene de tapa

Pero volvamos al estado de cosas que mueve a estos dos intérpretes. En 2008, Ciro Zorzoli convocó a un grupo de notables actores a juntarse dos veces por semana para hacer algo que nadie sabía muy bien. Ese proceso devino en Exhibición y desfile, un maravilloso trabajo experimental que se presentaba los domingos, a las 16. Eso era magia pura. Cuando el Teatro San Martín se enteró del proceso, les propuso hacer algo. Algo que, con el tiempo, se llamó Estado de ira, espectáculo que ocupa un mojón importante en la ruta de ambos. “Estado de ira me dio un «lugar en la escena» –dice ella riéndose de la grandilocuencia de su expresión–. ¿Ves? Era una de las razones para volver.” El mismo año del estreno apareció la publicidad del banco. Los dos hechos, en apariencia, sueltos; hicieron que Pablo Culell, de la productora Underground, la llamara. “Supongo que a partir de la propaganda él pudo meter la cuchara y pedir que pusieran a esta piba en algo más que dos días de grabación”, sospecha ella. Esa jugada dio sus frutos. Las evidencias son muchas. “Para el mundo artístico, Estado de ira me permitió no ser la chica de la propaganda, sino algo más”, agrega. En verdad, ya era algo más. Hay evidencias, y muchas, que ella calla o deja pasar. Por ejemplo, aquel espectáculo basado en poemas de Idea Vilariño y música de Gabo Ferro. La trayectoria de Diego Velázquez también está plagada de evidencias de un talento de enorme, signo propio, ya sea como bailarín o como actor. A él también una tarde le llegó una llamada que lo dejó pensando. Era un productor que lo invitaba a sumarse a una obra comercial. Era Cock, en La Plaza, en un coprotagónico junto a Leonardo Sbaraglia. “Nunca pregunté cómo fue que pensaron en mí... Sólo sabía que Leo había visto dos veces Estado de ira y que le gustó mucho”, cuenta. Hubo otra llamada sorpresiva: Diego Andrasnik (de Pol-Ka) le propuso sumarse a Farsantes. Lo había visto en Decidí canción, magnífico trabajo de Gustavo Tarrío. Así fue cómo el andar de estos dos intérpretes empezó a tomar otros rumbos. En los rumbos de la adolescen-

cia, Diego Velázquez armaba cuadernos con los estrenos de cine de los jueves. Eran una especie de anuarios de un diseñador gráfico en potencia cuyas armas eran la Voligoma y la tijera. Para conseguir más data se iba a la biblioteca de su Mar del Plata natal detrás de la última edición de El Amante. También armaba fichas con los nombres de los actores famosos (entre ellos, el mismo Sbaraglia). A aquellos que ganaban un Oscar él recortaba la estatuilla y se la pegaba a la ficha. A la distancia, parece ser la cartografía de las obsesiones de un actor amante del cine. El cine es, justamente, su cuenta pendiente, el universo que más lo intriga y que más lo seduce. La adolescencia de Paola estuvo marcada por la danza, por el movimiento (nada de Voligoma y todo ese estado de concentración). Vivía en San Fernando y cuatro veces por semana tomaba seis clases. “Curso que había lo agarraba. Tomaba clases en una escuela cerca de casa en la que había un piano que estaba hecho mierda, pero que, en ese contexto, era tipo una delicatessen total”, recuerda. Si la abuela no la podía llevar había llanto asegurado. Ergo: era mejor llevarla. A los 13 años intentó ingresar a la Escuela Nacional de Danza. No entró. “No tenía el cuerpo de bailarina, no tenía las aptitudes, no tenía nada...”, dice con cara de nada misma. A los 15

“Farsantes me permitió sentir que había otra faceta para probar de la actuación”, dice él. “Para el mundo artístico, Estado de ira me permitió no ser la chica de la propaganda, sino algo más”, dice ella

años se le ocurrió tomar un curso de teatro. En ese plan, cuando terminó el secundario dio el examen de ingreso a la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD). No entró. Al año siguiente insistió. Entró. En ese mismo lugar estudió Diego Velázquez. Él fue el mejor promedio de su camada. Ella no. En las materias que había que estudiar apenas zafaba. El primer trabajo que hicieron juntos fue Pornografía emocional. Eso fue hace mucho. Luego vinieron 3x y Teo con Julia, obra que ellos recuerdan con especial cariño. En perspectiva, y sin falso exitismo, el ahora pareciera eso del “haber llegado”. Pura deformación. “Las cosas se fueron desarrollando en el modo que sucedieron y eso le da cierta naturalidad al camino –apunta ella–. No sé si elegí ser parte de esto. O sí, porque acepté. Pero si volviéramos atrás y me señalaras un abanico de cinco posibilidades, no sé si optaría por la actual. Y no porque la esté pasando mal, porque no, ¡en nada! Las decisiones que fui tomando me llevaron a este espacio y es lo que hay, lo que es. Yo lo disfruto todo lo que puedo y cuando no esté ocupando este espacio también va a estar buenísimo.” –¿En plan Chalchaleros, volverías con Estado de ira? –Totalmente. Me la banco y te hago viernes y sábados. Diez años atrás, Diego Velázquez trabajaba en un restaurante fashion de Palermo. Se recriminaba no poder armar un currículum hecho y derecho para dejar en productoras. Como si fuera un trámite de la AFIP, siempre le faltaba algo. “A lo sumo, me gustaría trabajar en la tele sin necesidad de andar convenciendo a nadie”, decía. Se le dio. Cuando lo llamaron para Farsantes era la primera vez que probaba de trabajar en la televisión. Originalmente, iban a ser 10 capítulos, y terminaron siendo 60. “Sentí que era otra faceta para probar de la actuación. Y fue posible y hubo escenas que estuvieron buenísimas”, apunta quien está por grabar un protagónico para la Televisión Pública. A Paola le sucedió algo similar. “Me pasó de hacer participaciones en otros programas y la pasaba para el orto”, recuerda con cara de ídem. Volvía a su casa pensan-

Él y ella en Estado de ira do que había hecho todo aquello que detestaba o que se ponía a actuar como creía que se actuaba en la tele. “Lo cual hablaba de una mirada cagona y prejuiciosa de mi parte. Cuando me dieron un personaje con un pequeño desarrollo y me permití probar sentí que podía sin tratar de parecerme a lo que hay por ahí. En Graduados me di cuenta de que podía no pasarla mal, que cuanto más arriesgaba era más posible. Pero eso lleva tiempo de trabajo...” El trabajo de los lunes a la noche en el Picadero se llama Estado de ira. En la obra, unos actores de una dependencia pública de pasado esplendoroso deben preparar a una actriz para el reemplazo de Hedda Gabler. Será un único ensayo porque no hay más tiempo. Todo comenzará bajo las buenas formas de las convenciones hasta que un estado de ira se va apoderando de un estado de caos. Estado que estos dos tremendos actores manejan los hilos como verdaderos expertos.ß

Estado de ira Elenco. Barrientos, Pablo Castronovo, Carlos Defeo, Marina Fantini, Vanesa Maja, Cecilia Meijide, Dalila Romero, Diego Rosental, María Inés Sancerni, Gabriel Urbani y Velázquez. El Picadero, pasaje Enrique Santos Discépolo 1857. Lunes, a las 21.

ernesto donegana

Cosas de la fama y la tv ¿Cómo es cargarse al hombro la responsabilidad de un protagónico en prime time? Contesta Paola Barrientos: “No siento que haga eso. Si lo tomara así no lo haría. No tengo interés en ser la protagonista de prime time de Telefé. Me gusta actuar. Necesito hacerlo, quizá, para que mi familia me soporte. En Viudas e hijos se me abrió un espacio de mayor participación porque la historia pasa por mi personaje. Me divierte pensar en cómo hacerlo, me gusta irme a mi casa a las puteadas porque tenemos 20 capítulos abiertos, me gusta que el elenco esté bueno. Tal vez todo eso tenga que ver con ese cargarse al hombro un protagónico, pero no lo vivo como tal. Me dieron ese espacio, lo agarro y lo disfruto. –¿Y el lado B de esto? –El agotamiento, tener que trabajar de un modo enloquecedor, terminar grabando infinidad de escenas en el cuarto de Miranda porque así vino el plan mientras pienso que, de ese modo, se pierden sutilezas. Pero tiene que ver con el ritmo de locos que se trabaja acá. Es así.ß

Él es el dramaturgo del momento; ella es multifacética: escribe, dirige, actúa y canta. Ambos, viven momentos de hiperproductividad: él es autor de cuatro obras que están en cartel y ella es directora de tres y protagonista de una cuarta; además, acaba de publicar un libro y canta en un dúo indie. Él, Santiago Loza, y ella, Maruja Bustamante, conforman quizás una de las duplas más esperadas por los porteños amantes del teatro. La obra que los convoca es Un gesto común, que Loza escribió, que Maruja dirige y que se presenta los lunes, en el Abasto Social Club. Surgida de las resonancias de Crimen y castigo, de Fiodor Dostoievski, Loza cuenta que si bien el punto de partida fue la novela rusa, “la obra emerge del eco que perdura de la lectura. Pero sólo eso, el resto se aleja”.Protagonizada por Diego Martín Benedetto, José Escobar e Iride Mockert (Iaia, la empleada doméstica en Viudas e Hijos del Rock & Roll), Un gesto común es la historia de un muchacho que ha cometido un crimen, de un hombre que lo ampara y de una mujer devota dispuesta a redimir al joven. “Tres personajes con amores y temores cruzados en un diálogo afiebrado sobre la culpa y la redención. Y sobre el amor, por supuesto. Sobre la fuerza del amor y también su ausencia”, resume Loza. Sobre la puesta, Maruja ilustra: “Es un cuchillito sin filo que igual corta, de a poquito lo logra”. Loza habla de su relación con Maruja: “Siempre la admiré. El desenfado con el que se impone, su talento, su escritura lastimada y enloquecida”. Mientras desde el otro wing, Maruja admite sus temores y desafíos: “No quería decepcionarlo, necesitaba lograr una pieza en armonía con la que tampoco traicionara mi deseo. Todos mis colores vueltos gris en la superficie pero estallando en el corazón de los actores. Como Santiago que es tan serio, tímido y sobrio pero que por dentro se enciende en el fuego de sus pensamientos y lanza llamaradas de pasión y talento con sus palabras”. En Un gesto común por fin se unirán la poesía (Loza) y el teatro (Maruja) en “una fiesta melancólica y vital” de la que ya todos podemos ser parte.ß Julieta Bilik

Un gesto común de Santiago Loza Los lunes, a las 21. En Abasto Social Club, Yatay 666.