Dimensiones olvidadas del evangelio: El evangelio de Dios - ObreroFiel

Casas, ver Ernesto Chinchilla Aguilar, ed., Dominación española: Desde la. Conquista .... al señorío del Cristo exaltado en ese mismo capítulo, en el versículo ...
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Dimensiones olvidadas del evangelio: El evangelio de Dios∗ Dr. Pablo Sywulka Rector y profesor de Nuevo Testamento Seminario Teológico Centroamericano Existe confusión sobre el significado de las palabras “evangelio” y “evangelizar”. En griego se usaban de anuncios de gran importancia. Un estudio del uso paulino revela una dimensión a veces olvidada: que el evangelio es “de Dios”. Proviene de Dios y habla de él. Anuncia su naturaleza, por ejemplo su justicia, y su obra salvadora, incluyendo su propósito, llamado y acción. Al proclamar el evangelio, debemos dar a conocer lo que dice acerca de Dios. There is confusion about the meaning of the words “gospel” and “evangelize.” In Greek they were used of proclamations of great importance. A study of Pauline use reveals an often overlooked dimension: that the gospel is “of God.” It originates in God and it speaks of him. It announces his nature, for example his justice, and his salvific work, including his purpose, call and action. When we proclaim the gospel, we should make known what it says about God.

INTRODUCCIÓN Hoy día hay muchas voces que pretenden proclamar el evangelio. Entre ellos, incluso hay quienes insinúan ser portadores exclusivos de un evangelio verdadero o “completo”. La multiplicidad de mensajes ha creado cierta confusión sobre el significado de la palabra “evangelio”. Esta confusión no es algo nuevo. El término “evangelio” se ha usado de diferentes maneras desde los tiempos de la iglesia primitiva. El apóstol Pablo habla en su Epístola a los Gálatas de personas que predicaban un supuesto evangelio que no era realmente evangelio (1:6-7). En nuestro contexto latinoamericano, ∗

Este artículo forma parte de las Conferencias Teológicas del SETECA, impartidas por el Dr. Sywulka del 21 al 25 de mayo de 2002.

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recordamos la llamada “evangelización” del subcontinente de parte de España en el siglo XVI. Para los conquistadores, el “evangelio” era la fe cristiana en su forma catolicorromana, y “evangelizar” era lograr que los habitantes del nuevo mundo aceptaran dicha fe por las buenas o por las malas. Todavía en nuestros días existe cierta confusión sobre el significado que deben tener las palabras “evangelio” y “evangelizar”. A pesar de todo lo que se ha escrito sobre el tema, existe, en las palabras de Ernest Reisinger, “una ignorancia asombrosa sobre qué es el evangelio y qué hace cuando se recibe de manera salvífica”.1 Otro escritor reciente, William Campbell, hablando del apóstol Pablo, observa que “hay desacuerdo sobre lo que precisamente constituye su evangelio”.2 La discusión sobre este tema va mucho más allá de una simple definición de términos. En juego está la proclamación misma de la fe cristiana. Nuestro concepto de lo que es el evangelio debe venir de la única fuente totalmente fidedigna para nuestra fe, las Sagradas Escrituras. Es de suma importancia que entendamos el concepto bíblico del evangelio. Así podremos llegar a un concepto bien fundado y equilibrado del evangelio, y evitaremos el peligro de reducirlo a una fórmula limitada que nos impida conocer su riqueza. A la vez, evitaremos el peligro opuesto, el de agregar al evangelio elementos que vayan más allá de lo que la Biblia misma enseña. Una forma de reducir el mensaje evangélico es enfocarlo casi exclusivamente en el perdón de pecados. Hace más de cincuenta años Lewis Sperry Chafer, el primer presidente del Dallas Theological Seminary, expresó su preocupación por el hecho de que “en la gran mayoría de sermones evangelísticos, se ofrece a los inconversos solamente el perdón de pecados”, y agrega que “el cristiano es muchísimo más que un pecador perdonado”.3 Más recientemente, el misionólogo Lesslie 1 Ernest C. Reisinger, The Law and the Gospel (Phillipsburg, Nueva Jersey: Presbyterian and Reformed Publishing Company, 1997), pág. 168. 2 William S. Campbell, Paul’s Gospel in an Intercultural Context (Frankfurt: Lang, 1991), pág. 161. 3 Lewis Sperry Chafer, Preaching the Gospel (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1940), pág. 7.

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Newbigin expresó la misma preocupación acerca de “una perspectiva del evangelio que lo reduce totalmente al perdón de pecados”.4 En el otro extremo encontramos “evangelios” con elementos agregados para los cuales sería difícil encontrar un respaldo en el texto bíblico. Según el escritor filipino Lourdino Yuzon, por ejemplo, la proclamación del evangelio incluye “el derecho de cada persona a disfrutar de los recursos materiales de comida, ropa, vivienda, educación, diversión y remuneración económica”.5 Podríamos mencionar en esta misma línea el evangelio de la teología de la liberación, que proclama transformación de las condiciones socio-políticas; el evangelio de la prosperidad, que promete la abundancia económica; o el evangelio de la satisfacción personal, que ofrece libertad interior y autoestima. Reconocemos que la palabra “evangelio” puede usarse de diferentes maneras en nuestro medio, incluso con acepciones seculares. Sin embargo, la tarea de las disciplinas bíblicas y teológicas es buscar el sentido de las palabras del texto bíblico dentro de las propias Escrituras. Como observa acertadamente el erudito neotestamentario N. T. Wright, debemos usar las palabras que se encuentran en el Nuevo Testamento con el sentido que el mismo Nuevo Testamento les da.6 Los escritos del apóstol Pablo son de interés especial en este estudio. De las 75 veces que aparece en el Nuevo Testamento el vocablo ευϕ αγ γ εϖ λιον, 60 se encuentran en las epístolas paulinas. Si agregamos por razones estadísticas el verbo ευϕ αγ γ ελιϖ ζοµαι, dichas epístolas representan el 63% de los usos de estos dos términos. El concepto que el apóstol a los gentiles tenía del evangelio no difiere significativamente de lo que entendían los demás escritores neotestamentarios, pero en 4 Lesslie Newbigin, Truth to Tell: The Gospel and Public Truth (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1991), pág. 72. 5 Lourdino A. Yuzon, “Communicating the Christian Message”, South East Asia Journal of Theology, 23/1 (1982), pág. 53. 6 N. T. Wright, What Saint Paul Really Said: Was Paul of Tarsus the Real Founder of Christianity? (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company; Cincinnati: Forward Movement, 1997), pág. 41. Wright observa que si imponemos nuestro sentido a un término del Nuevo Testamento, cerramos la puerta a la posibilidad de conocer lo que el texto en verdad está diciendo.

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vista del desarrollo amplio que sus cartas hacen del tema, ellas constituyen una mina especialmente rica en información. Lo que nos proponemos es investigar el sentido paulino de los términos ευϕ αγ γ εϖ λιον y ευϕ αγ γ ελιϖ ζοµαι, con el fin de enriquecer, ampliar y quizá perfeccionar nuestra comprensión de estos términos importantes. Enfocaremos primero el evangelio de Dios. Luego, en artículos posteriores, comentaremos el evangelio del Cristo exaltado y, en tercer lugar, el evangelio para la comunidad. Antes de entrar directamente al primer tema, conviene que hablemos un poco sobre el significado del término griego ευϕ αγ γ εϖ λιον, del cual viene nuestra palabra “evangelio”. En su raíz significa “buena noticia”.7 En cuanto a su uso, puede signficar “buena noticia” o sencillamente “noticia”. Sin embargo, conlleva un sentido mayor que sencillamente “noticia” o aun “buena noticia”. Tanto en su uso secular en la cultura greco-romana como en el contexto religioso judío, las palabras ευϕ αγ γ εϖ λιον y ευϕ αγ γ ελιϖ ζοµαι se refieren a un anuncio de gran importancia.8 Se puede notar esto especialmente en la última sección del libro de Isaías, donde el profeta anuncia la dramática intervención de Dios para salvar a su pueblo. Isaías 52:7 en los LXX, por ejemplo, ocupa el verbo ευϕ αγ γ ελιϖ ζοµαι dos veces cuando se refiere a “los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!” Este trasfondo se debe tomar muy en cuenta para comprender lo que lo que los escritores del Nuevo Testamento querían comunicar al utilizar la palabra “evangelio”. Y precisamente ese sentido antiguotestamentario—el anuncio de 7 El término ευϕ αγ γ εϖ λιον se compone de una combinación de dos elementos: el prefijo ευϕ , que significa “bueno”, y el vocablo αϕ γ γ εϖ λιον, que significa “anuncio”. La raíz de una palabra puede ilustrar su significado, pero no lo determina. El vocablo ευϕ αγ γ εϖ λιον habla de noticias que por lo general son buenas, pero no necesariamente lo son. El elemento constante en la palabra “evangelio” es el de un anuncio importante. 8 Por ejemplo, un triunfo militar o un nacimiento. Ευϕ αγ γ ελιϖ ζω se usa para el anuncio de una victoria del general Apolonio por el año 120 de nuestra era, y ευϕ αγ γ εϖ λιον aparece en referencia con el día del nacimiento del emperador Augusto. Véase James Hope Moulton y George Milligan, The Vocabulary of the Greek New Testament (Londres: Hodder & Stoughton, 1930), pág. 259. Los mismos usos se encuentran en los LXX en 2 S. 18:20 y Jer. 20:15.

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la obra salvadora de Dios—nos lleva a considerar la primera dimensión que a veces olvidamos cuando pensamos en el evangelio. EL EVANGELIO DE DIOS En casi la mitad de las veces que el apóstol Pablo usa el vocablo ευϕ αγ γ εϖ λιον, lo usa solo, sin calificativos. En dichos casos él da por sentado que sus lectores entienden el significado de la palabra. Pero también le gusta al apóstol calificar el término, describiéndolo como “de Dios” (seis veces), “de Cristo” (ocho veces), “de salvación” ( Ef. 1:13), “de paz” (Ef. 6:15) y “de gloria” (2 Cor. 4:4), por ejemplo. La primera de estas expresiones, “el evangelio de Dios”, se encuentra dos veces en Romanos (1:1; 15:16), una vez en 2 Corintios (11:7) y tres veces en 1 Tesalonicenses (2:2, 8, 9). El genitivo “de Dios”, por una parte, indica que el evangelio tiene su origen en Dios, pero por otra parte, señala el contenido del mensaje. Según el comentarista James Dunn, la expresión refleja “el tema frecuente en los LXX...de la proclamación de buenas nuevas provenientes de Dios y acerca de Dios”.9 Que el evangelio sea “de Dios” es importante para Pablo. Repite la expresión seis veces. Solamente la frase “evangelio de Cristo” aparece con mayor frecuencia en sus escritos. Desde luego, Cristo ocupa un lugar céntrico en la proclamación del evangelio, pero el lugar que ocupa Dios en el mensaje no debe pasarse por alto. Los atributos y las acciones de Dios forman parte integral de la proclamación del evangelio. Sirven como una introducción al mensaje acerca de Cristo, y presentan un marco de referencia indispensable para comprender la persona y la obra de nuestro Salvador. Tal como lo señala Russell Penney, el mensaje del evangelio “se puede comprender solamente si el oyente tiene un concepto claro de lo que la Biblia enseña acerca de la naturaleza de Dios, así como la 9 James D. G. Dunn, The Theology of Paul the Apostle (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1998), pág. 167. La expresión ευϕ αγ γ εϖ λιον [του] θεουprincip43lmente enfatiza a Dios como el autor o fuente del mensaje; sin embargo, el mensaje que viene de Dios también dice algo acerca de él.

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naturaleza y el propósito de los eventos relacionados con la muerte, sepultura y resurrección de Cristo”.10 La proclamación del evangelio incluye el anuncio de quién es Dios y qué es lo que él hace. A continuación examinaremos estas dos facetas del mensaje evangélico. El anuncio de la naturaleza de Dios Uno de los atributos de Dios enfatizados en el evangelio es su justicia. Pablo declara en la introducción de su Epístola a los Romanos que “en el evangelio la justicia de Dios se revela” (1:17). Se ha desatado un debate vigoroso sobre el sentido en que el apóstol usa la frase “la justicia de Dios”. Algunos autores, refiriéndose al uso de la expresión hebrea equivalente en el Antiguo Testamento, proponen que debe traducirse “la fidelidad de Dios”. Por ejemplo, J. C. Beker declara que “dikaiosyne theou debe entenderse, por una parte, como la fidelidad de Dios a sí mismo y, por otra parte, como su actividad redentora en acuerdo con su fidelidad”.11 Peter Stuhlmacher, por su lado, toma la postura de que la justicia de Dios significa “justicia divina en y por medio de Cristo, en virtud de la cual los que creen...obtienen la vida”.12 No podemos entrar en los pormenores del debate, pero quisiera sugerir como posible solución que la manera más natural de entender “la justicia de Dios” es como una referencia a su carácter justo. Siguiendo el hilo de pensamiento del apóstol Pablo en los primeros capítulos de Romanos, notamos que el carácter justo de Dios demanda que él imparta un “justo juicio” (δικαιοκρισιϖ α, Ro. 2:5). Por ser justo, él es totalmente imparcial (2:11). La sentencia justa que él dicta incluye castigo por el pecado (2:8-10) y recompensa por hacer el bien (2:7, 10). 10 Russell L. Penney, “The Nature and Purpose of the Suffering and Death of Christ,” en Mal Couch, ed., The Fundamentals for the Twenty-first Century (Grand Rapids: Kregel, 2000), pág. 235. 11 J. C. Beker, “The Faithfulness of God and the Priority of Israel in Paul’s Letter to the Romans,” en Karl P. Donfried, ed., The Romans Debate, ed. revisada y ampliada (Peabody, Massachusetts: Hendrickson, 1991), pág. 331. 12 Peter Stuhlmacher, “The Theme of Romans,” en Donfried, The Romans Debate, pág. 335.

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Sin embargo, nadie califica para recibir la recompensa en vista de que “todos están bajo pecado” y “no hay justo, ni aun uno” (3:9, 10). Frente a este dilema, Dios mismo provee la solución. Él da su propia justicia a los que creen en Jesucristo (3:22), y lo hace en acuerdo total con su carácter justo, en vista de que la muerte propiciadora de Cristo ya satisfizo sus justas demandas (3:25-26). La justicia de Dios proclamada en el evangelio, entonces, habla tanto del carácter justo que él posee, como de la justicia que él imparte justamente (y fielmente) a aquellos que responden con fe al mensaje. El evangelio también anuncia otros atributos de Dios. Pablo, al referirse al evangelio en 2 Timoteo 1:8-10, hace mención del poder de Dios, de su santidad, de su gracia, su soberanía y su eternidad. Romanos 16:25-27 relaciona el evangelio con tres atributos de Dios: él es “eterno”, “único” y “sabio”. La obra salvadora de Dios Además de anunciar el carácter de Dios, el evangelio proclama lo que él ha hecho para la salvación. El primer versículo de Romanos identifica el evangelio como “de Dios”, es decir, proveniente de él y acerca de él. El segundo versículo puntualiza que Dios prometió el evangelio “antes por sus profetas en las santas Escrituras”. Además de esa obra preparatoria, otros aspectos de su actividad salvífica aparecen en el desarrollo de la carta. Por ejemplo, “Dios puso como propiciación” a Cristo (3:25), nos mostró su amor en la muerte de Cristo (5:8) y nos reconcilió consigo mismo por esa misma muerte (5:10). Un pasaje que comenta con algo de detalle la obra de Dios en relación con el evangelio es 2 Timoteo 1:8-11. El evangelio se relaciona con Dios en el inicio del pasaje, donde Pablo exhorta a Timoteo a participar “de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios” (1:8b). Al final del pasaje, el apóstol hace referencia a su comisión para ser predicador del evangelio (1:10b, 11). Estas dos referencias forman un

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inclusio13 que sirve para relacionar el pasaje completo con el tema del evangelio. Tres aspectos de la obra de Dios sobresalen en estos versículos: su propósito salvífico, su llamado salvífico y su acción salvífica. Cada uno de ellos amerita consideración. El apóstol señala en el v. 9 que la obra salvadora de Dios es “según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada antes de los tiempos de los siglos” (1:9). El evangelio proclama que la salvación en Cristo tiene su origen en el propósito soberano de Dios, establecido desde la eternidad pasada. También proclama que esa salvación es gratuita, algo que “nos fue dado” como regalo, exclusivamente sobre la base de la gracia de Dios y no por causa de “nuestras obras”. El hecho que Dios prometió el evangelio de antemano en las Escrituras (Ro. 1:2) presupone que dicho anuncio está dentro de su plan. El propósito soberano de Dios para la salvación, planeado desde la eternidad pasada y prometido en las Escrituras, forma parte importante del evangelio en Pablo. El llamado de Dios a la salvación es otro aspecto de su obra que el evangelio proclama. Pablo dice que Dios “nos salvó y llamó con llamamiento santo” (1:9). Al llamarnos soberanamente a la salvación, Dios tenía una meta, la de lograr efectivamente nuestra santidad. El llamado a la salvación es a la vez un llamado a ser santos.14 En 2 Tesalonicenses 2:13-14 Pablo relaciona el llamado a la salvación en el evangelio con la obra de “santificación por el Espíritu” y la meta de “alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. Este pasaje hace eco de la preciosa enseñanza en Romanos 8:28-30 acerca del propósito de Dios en llamarnos a la salvación. Dicho propósito se describe como el de hacernos “conformes a la imagen de su Hijo” y el de glorificarnos. Dios nos llama a un proceso de santificación que comienza en el momento de la salvación y culmina con nuestra glorificación. 13 El término inclusio, que viene del latín, describe el fenómeno literario que se da cuando una palabra o idea aparece tanto al principio como al final de un segmento literario, y sirve como un tema unificador para dicho segmento. El segmento puede ser un párrafo, como en este caso, una sección de un libro, o un libro entero como en el caso de Romanos, donde el evangelio es tema clave tanto en el primer párrafo como en el último. 14 Martin Dibelius y Hans Conzelmann, The Pastoral Epistles (Hermeneia; Filadelfia: Fortress Press, 1972), pág. 99.

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La obra de Dios proclamada en el evangelio también incluye su acción salvadora directamente. Según 2 Timoteo 2:9, Dios es “quien nos salvó”. En Filipenses 1:28, después de mencionar el evangelio, Pablo hace referencia a la salvación de sus lectores, y luego agrega: “y esto de Dios”. La acción salvadora de Dios anunciada en el evangelio se realiza por medio de su poder. Pablo relaciona el evangelio con el poder de Dios en 2 Timoteo 1:8-9. A los tesalonicenses les recuerda que el evangelio llegó a ellos “con poder” (1 Tes. 1:5) y afirma a los romanos que el evangelio “es poder de Dios para salvación” (Ro. 1:16). Como observa Leon Morris, “no es simplemente que el evangelio habla de poder, aunque de hecho, así es. Pero cuando se predica el evangelio, Dios está allí y Dios está obrando. El evangelio ‘es’ poder”.15 El propósito, el llamado y la acción de Dios para realizar la salvación se encuentran entretejidos en el mensaje del evangelio. Pablo combina estos elementos cuando escribe a los tesalonicenses: “Debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (2 Ts. 2:13-14). La obra de Dios por la cual planificó la salvación y ahora la efectúa poderosamente es un aspecto fundamental del mensaje del evangelio. El evangelio no termina con la obra de Dios. Ésta, más bien, sirve como una introducción al corazón cristológico del mensaje. Pero el anuncio en cuanto a Dios en el evangelio es una introducción esencial para el mensaje de Cristo. Provee, en las palabras de Will Metzger, el indispensable “contexto para los puntos del evangelio” sin el cual “la comunicación no puede realizarse”.16 Conclusiones y aplicación

15

Leon Morris, The First and Second Epistles to the Thessalonians (New International Commentary on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1959), pág. 57. 16 Will Metzger, Tell the Truth: The Whole Gospel to the Whole Person by Whole People (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1981), pág. 30.

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La primera conclusión que podemos sacar de este estudio es que, al presentar el evangelio, debemos incluir lo que dicho mensaje proclama en cuanto a Dios. Un ejemplo sencillo se puede ver en las Cuatro leyes espirituales que comienzan con las palabras, “Dios le ama...”. Allí es donde se debe comenzar, en Dios. Uno de los predicadores del evangelio que más respeto es el Dr. Billy Graham. Comencé a escuchar sus predicaciones hace unos 48 años, y lo he oído repetidas veces. Dos cosas me han impresionado en cuanto a sus mensajes: siempre proclama a Cristo, y siempre habla de la persona y la obra de Dios. Nos toca a nosotros hacer lo mismo. Una segunda conclusión se relaciona con las misiones transculturales. Entre más alejada esté una cultura del conocimiento de la fe cristiana, más indispensable se hace crear el contexto teológico necesario para que el evangelio se pueda entender. El proceso puede llevar mucho tiempo, pero es necesario. Algunos de los insignes frailes a principios de la colonización española entendían esto. Mientras en la mayoría de los casos la forma de la fe cristiana se imponía, Bartolomé de las Casas comprendió que si se iba a realmente ganar a los indígenas para la fe, era necesario que primero ellos la comprendieran. Es así como inició su llamada “conquista pacífica” de las Verapaces17 en Guatemala, con la participación de cantores indígenas preparados, quienes explicaban la historia de la Biblia por medio de cantos y dramatización.18 Parece que comenzaban con el relato de la creación, siguiendo con la historia de Dios en el Antiguo Testamento, hasta llegar a la historia de Jesucristo. Quien realiza hoy el trabajo misionero transcultural también debe asegurarse de que sus oyentes hayan comprendido el contexto teológico indispensable para que puedan entender el mensaje acerca de Cristo. 17 “Las Verapaces” incluyen los departamentos actuales de Alta Verapaz y Baja Verapaz, en Guatemala. Los españoles inicialmente describieron la región como “Tierra de Guerra”. Fue como resultado de la “conquista pacífica” dirigida por las Casas que designaron dicha área como “Tierra de paz” o “Verapaz”. 18 Para una discusión y análisis de la conquista pacífica dirigida por Las Casas, ver Ernesto Chinchilla Aguilar, ed., Dominación española: Desde la Conquista hasta 1700, tomo 2 de Historia general de Guatemala, ed. Jorge Luján Muñoz (Guatemala: Fundación para la Cultura y el Desarrollo, 1994), págs. 629-32.

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Una tercera conclusión tiene que ver con la manera en que buscamos una respuesta al mensaje del evangelio. Están de moda las cifras y el número de supuestos convertidos. Pero debemos cuidarnos de presionar para lograr decisiones, o de confiar en que quien levantó la mano se convirtió. No puede haber conversión genuina sin comprensión genuina del mensaje. Mi tío trabajó varios años como pastor de una iglesia hispana en la ciudad de El Paso, Texas. Después de una campaña evangelística a nivel de toda la ciudad, le entregaron unas 200 tarjetas de personas que habían reportado una decisión. Después de visitar a casi todas esas personas, concluyó que ninguna de ellas se había convertido realmente. Aparentemente, ninguna de ellas había entendido el evangelio. Una de las mejores estrategias para que las personas comprendan el mensaje antes de tomar una decisión son los grupos de estudio bíblico, especialmente en el contexto del hogar. Allí las personas pueden hacer preguntas y pueden dialogar. Allí el inconverso puede pasar por un proceso de conocimiento creciente que le permite tomar con plena convicción su decisión de creer en Cristo. No quisiera dar la idea de que la invitación en una reunión masiva o pública está fuera de orden. Muchas personas han recibido la salvación de esa manera. Pero lo que sí quisiera enfatizar es que, sea donde sea que se estudia la Biblia o se proclama el evangelio, debemos hacer todo lo posible por que las personas no solamente escuchen el mensaje acerca de Cristo, sino también comprendan el mensaje acerca de Dios que le da el sentido teológico al mensaje acerca de Cristo. Nunca olvidemos que el evangelio incluye el mensaje acerca de Dios. ////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////

Dimensiones olvidadas del evangelio: El evangelio del Cristo exaltado* Dr. Pablo Sywulka Rector y profesor de Nuevo Testamento Seminario Teológico Centroamericano

En nuestra proclamación del evangelio, muchas veces pasamos por alto la verdad de que Jesús ha sido exaltado como Señor. Sin embargo, el anuncio de que Jesús es Señor exaltado constituye un aspecto importante del evangelio, y tiene profundas implicaciones para nuestra salvación, nuestro servicio y nuestra esperanza. In our proclamation of the gospel, we often pass over the truth that Jesus has been exalted as Lord. However, the announcement that Jesus is exalted Lord constitutes an important aspect of the gospel message, and has profound implications for our salvation, our service, and our hope.

INTRODUCCIÓN En el primer estudio de esta serie, consideramos una de las dimensiones del evangelio que a veces olvidamos: el mensaje acerca de la persona de Dios y lo que él ha hecho para nuestra salvación. En este segundo estudio, enfocaremos otra dimensión a veces olvidada: el mensaje acerca del Cristo exaltado. Cuando pensamos en lo que el evangelio dice acerca de Cristo, generalmente vienen a nuestra mente dos temas: su muerte y su resurrección. Desde luego que estas dos verdades sirven como columnas centrales para nuestra fe. Sin embargo, podemos pasar por algo otra verdad que también es central en el evangelio: el hecho que Cristo ha sido exaltado como Señor. *

Este artículo forma parte de las Conferencias Teológicas del SETECA, impartidas por el Dr. Sywulka del 21 al 25 de mayo de 2002.

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Uno de los eventos extraordinarios que se llevan a cabo en los Estados Unidos es la Conferencia Misionera celebrada cada tres años en Urbana, Illinois, donde miles de universitarios se reúnen para considerar el reto de las misiones mundiales. Hace varios años uno de los conferencistas presentó el siguiente resumen del evangelio: Podemos confiar en la declaración que hace la Biblia, que nuestros pecados pueden ser perdonados por causa de Jesucristo, Dios en la carne; que él murió en la cruz en Jerusalén hace casi dos mil años; y que su sangre derramada en esa cruenta cruz fue por nuestros pecados. Además, Cristo conquistó la muerte al volver a la vida desde la tumba, y él vive hoy como lo atestiguan muchos testigos. Hoy está a la diestra de Dios, ahora mismo, orando por todos nosotros. Estas son las buenas nuevas, el evangelio que tenemos el privilegio de compartir aquí y alrededor del mundo.1

Este esfuerzo por resumir el evangelio es encomiable. No obstante, como todo resumen, incluye ciertos elementos y deja fuera otros. La salvación se presenta aquí casi exclusivamente en términos de perdón del pecado. En cuanto a la obra de Cristo, se hace énfasis en su muerte y resurrección. Su exaltación puede estar implícita en el hecho de que hoy está a la diestra de Dios, pero la referencia es pasajera y superficial. A mediados de 1999, se publicó en la revista Christianity Today un documento titulado “El evangelio de Jesucristo: Una celebración evangélica”.2 Dicho documento fue redactado por un comité selecto de quince teólogos y avalado por más de 100 líderes evangélicos reconocidos. Incluye dieciocho afirmaciones detalladas sobre el evangelio, pero no hace ni siquiera una mención de la exaltación de Cristo como Señor. El escritor John Shaw comentó hace 50 años que la exaltación de Cristo es “un aspecto del evangelio cristiano que no ha recibido el énfasis en la enseñanza tradicional de la iglesia que tiene en el Nuevo Testamento y los credos cristianos 1

John Kyle, “The Message We Confess”, en Confessing Christ as Lord, ed. John W. Alexander (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1982), pág. 34. 2 “The Gospel of Jesus Christ: An Evangelical Celebration”, Christianity Today 43 (14 de junio, 1999), pág. 54.

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primitivos”.3 Pareciera que la situación no ha cambiado mucho. ¿Por qué hemos enfatizado tan poco la exaltación de Cristo en nuestra proclamación del evangelio? Una razón podría ser que hemos tomado como nuestro texto clave para definir el evangelio la declaración de Pablo en 1 Corintios 15:3-4: “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”. Sin embargo, hay tres razones por las que no podemos limitar el mensaje del evangelio a la muerte y resurrección de Cristo, dejando a un lado su exaltación. Primero, si Pablo concluye su declaración en estos versículos con la resurrección de Cristo, es porque se está dirigiendo específicamente a dicho tema. Segundo, Pablo hace referencia al señorío del Cristo exaltado en ese mismo capítulo, en el versículo 25: “Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies”. Tercero, hay otros pasajes clave que presentan un resumen del evangelio y que incluyen la exaltación de Cristo, por ejemplo, Romanos 1:1-4. Otra posible razón por la que no damos énfasis a la exaltación de Cristo en nuestra proclamación del evangelio es que tendemos a reaccionar en contra de lo que en inglés se llama “Lordship Salvation” (salvación por señorío). Esta es la enseñanza de que no podemos ser salvos a menos que reconozcamos personalmente a Jesús como Señor de nuestra vida. Sin embargo, no debemos permitir que por evitar caer en un extremo, vayamos al otro. La Biblia no nos autoriza a demandar que una persona haga de Cristo el Señor de su vida para ser salvo; pero tampoco nos autoriza a presentar a Cristo como Salvador independientemente de su posición como Señor.4 3

John M. Shaw, The Wonder of the Christian Gospel (Londres: Lutterworth Press, 1959), pág. 74. Shaw hace referencia al “Evangelio de la Ascensión”; se podría llamar “El Evangelio de la Exaltación”. 4 Para una discusión sobre este asunto, véase Darrell Bock, “Jesus as Lord in Acts and in the Gospel Message”, Bibliotheca Sacra 143 (abril-junio 1986), pág. 153. Bock demuestra que el término “Señor” apunta a Jesús como “el Dispensador divino de la

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LA EXALTACIÓN DE CRISTO COMO SEÑOR EN EL EVANGELIO Es de suma importancia comprobar si el tema de Cristo como Señor exaltado forma parte del mensaje del evangelio o no. Nuestro punto de partida para esta investigación tiene que ser el texto bíblico. Comenzaremos con un análisis de los versículos iniciales de Romanos, y luego consideraremos las referencias a Cristo como “Señor” en los pasajes que hablan del evangelio. El pasaje de Romanos 1:1-4 es importante temáticamente para la carta. Presenta el evangelio como un tema clave, el cual servirá para unificar la epístola.5 Dicho tema también representa la idea dominante del párrafo introductorio. Los primeros dos versículos mencionan varios hechos acerca del evangelio: es “de Dios”, fue “prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras”, y Pablo en su llamado al apostolado fue “apartado para el evangelio”. Los versículos 3 y 4, que forman el corazón del párrafo inicial, presentan lo que el evangelio dice en cuanto a Cristo: 1) es el Hijo de Dios, 2) nació físicamente como descendiente del Rey David, 3) fue declarado Hijo de Dios con poder por la resurrección y 4) es nuestro Señor, Jesús el Cristo (Mesías). La exaltación de Cristo se puede ver en dos de los títulos atribuidos a él aquí: “Hijo de Dios con poder” y “Señor”. Según el versículo 3, Jesús ya era Hijo de Dios cuando nació humanamente. Por otro lado, según el versículo 4, a partir de su resurrección y como resultado de ella fue declarado Hijo de Dios en una nueva dimensión. Parece que Pablo está salvación y Aquel que tiene autoridad para liberar del pecado a todos los que confían en él”. 5 El evangelio es un tema prominente en Ro. 1:1-17, donde el término aparece tres veces. La carta concluye con una referencia al evangelio en la doxología final (16:25-27), la que repite varios de los temas presentes en la sección introductoria. Las referencias al evangelio en la apertura y en la conclusión de Romanos representan un tipo de inclusio y confirman el evangelio como el tema unificador de la epístola.

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aludiendo aquí al Salmo 2, un salmo de exaltación donde el Mesías es declarado Hijo en el versículo 7.6 El comentarista Thomas Schreiner entiende por las palabras de Romanos 1:4 que a partir de su resurrección, Cristo fue decretado como Señor exaltado. “El que nació como simiente de David ha sido exaltado (a partir de la resurrección) para reinar sobre todo”.7 El decreto divino que identifica a Cristo como Hijo exaltado forma parte del evangelio. Además, es importante notar el título de “Señor” que se le atribuye en el mensaje del evangelio. Esta es una de las designaciones favoritas de Pablo para Jesús.8 En los pasajes en que menciona el evangelio, el apóstol se refiere a Cristo como Señor dieciocho veces (once veces solo y siete veces en combinación con los nombre Jesús/Cristo). El uso del título “Señor” para Jesús puede reflejar en parte el contexto helenístico de la iglesia primitiva, en que se usaba el término para las deidades, incluso para el emperador. Por otro lado, quizá viene más inmediatamente del contexto judío, donde “Señor” se usaba en sustitución del nombre Yahvé o Jehová, fenómeno que se observa en la Septuaginta. De todos modos, como comenta Leon Morris, “proclamar a Jesús como Señor tendría mucho significado en el mundo griego de esa época. También tendría significado para los lectores judíos”.9 Lo importante en cuanto a la designación “Señor” no es el origen del vocablo, sino lo que comunica. Su significado se puede resumir en una declaración sencilla: “Señor significa alguien que tiene autoridad”.10 En el caso de Cristo, esa 6

El autor de la Epístola a los Hebreos relaciona la declaración del Sal. 2:7 con la exaltación de Cristo “a la diestra de la Majestad en las alturas” (Heb. 1:3, 5). 7 Thomas R. Schreiner, Romans (Baker’s Exegetical Commentary on the New Testament 6; Grand Rapids: Baker Book House, 1998), pág. 45. 8 Pablo se refiere a Cristo como “Señor” 275 veces según Leon Morris, New Testament Theology (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1986), págs. 39-40. 9 Morris, New Testament Theology, pág. 40. 10 J. A. Ziesler, Pauline Christianity, ed. revisada (Oxford Bible Series; Oxford y Nueva York: Oxford University Press, 1990), pág. 40.

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autoridad es única y exclusiva, compartida solamente con el Padre. Cristo no es un señor entre otros; él es “el Señor”. Esta verdad forma parte fundamental del evangelio. Pablo declara en 2 Corintios 4:5, “predicamos a Cristo como Señor”. Menciona en Romanos 10:8-9 que “la palabra de fe que predicamos” incluye el llamado a confesar “que Jesús es Señor” para ser salvo. El título “Señor” en el caso de Jesús es más que una simple designación. Significa soberanía y reinado, y esto tiene profundas implicaciones para nuestra fe. LA IMPORTANCIA DE CRISTO COMO SEÑOR EN EL EVANGELIO El evangelio proclama que Jesús es Señor. ¿Qué implica dicho anuncio? El mensaje evangélico señala tres aspectos del señorío de Jesús. Como Señor, Jesús efectúa la salvación (Ro. 10:12, 13). Como Señor, orienta a sus siervos (1 Co. 9:14) y los fortalece (Fil. 1:14). Como Señor, lleva a cabo su propósito eterno (Ef. 3:11) y dirige la historia hacia el punto culminante de su venida para juzgar a los incrédulos y glorificar a los creyentes (2 Ts. 1:7-9; 3:13-14). Estos temas ameritan una consideración más a fondo. Jesús es Señor de nuestra salvación El evangelio proclama en primer lugar que Jesús como Señor es poderoso para efectuar la salvación. El pasaje clave que relaciona los temas del evangelio, la salvación y el señorío de Cristo, es Romanos 10:8-13. Tres veces en estos versículos el autor se refiere a Jesús como “Señor” (vss. 9, 12, 13). En el versículo 9, el hecho que “Jesús es el Señor” es lo que se confiesa para salvación. El reconocimiento de que Jesús es Señor va de la mano con la expresión de fe en el hecho que Dios le levantó de los muertos. Al igual que en Romanos 1, Jesús se presenta como el que fue resucitado por el poder de Dios y que ahora posee el calificativo de “Señor”. Los versículos 12 y 13 relacionan el señorío de Cristo con su obra de salvación. Él es “Señor de todos” y es “rico para con todos los que le invocan”; el que le invoca como Señor, recibe la salvación. ¿En qué es rico el Señor Jesús? Es rico en la

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salvación, la cual da generosamente a los que creen. Como Señor, posee abundancia de salvación, más que suficiente para todos y disponible a todos sin diferencias ni distinciones. Reconocer a Cristo como Señor es reconocer que tiene la autoridad de Dios mismo. Cuando Pablo dice que “todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo”, está citando Joel 2:32, donde aquel a quien se invoca es Jehová. De esta manera, Pablo identifica a Cristo con Jehová. Cristo es nada menos que Dios mismo, exaltado sobre todo. Comentando sobre este pasaje, Cranfield dice: Concluimos que para Pablo, la confesión de que Jesús es Señor significó el reconocimiento de que Jesús comparte el nombre y la naturaleza, la santidad, la autoridad, el poder, la majestad y la eternidad del único y solo Dios verdadero.11

En vista de que Jesús es Señor exaltado, él es totalmente capaz de proveer la salvación. Las “riquezas” que comparte generosamente (10:12) son los beneficios de la salvación (10:13). Darrell Bock observa que en el libro de los Hechos, “lo que se confesaba era que Cristo es Señor, en que él es el mediador divino de la salvación”. Sigue diciendo Bock: Es interesante que el mismo énfasis se registra en Romanos 10:9-13. Los versículos 9, 12 y 13 se refieren a la confesión de que Jesús es Señor de todos, es decir, de judíos y gentiles, ¡y también lo describen como Aquel que otorga sus riquezas a todo aquel que le invoca! Jesús como Señor es el divino Dador de la salvación. Él es el que tiene autoridad para salvar.12

Otro pasaje que hace la relación entre Cristo como Señor exaltado y la salvación que él provee es 1 Corintios 15. El evangelio proclama a un Cristo resucitado (15:1-4), quien además ha sido exaltado a una posición de soberanía suprema (15:24-25). Él es capaz de proveer una salvación completa a los que creen en él. La fase final de esa salvación es la victoria 11

C. E. B. Cranfield, The Epistle to the Romans, vol. 2 (International Critical Commentary; Edimburgo: T. & T. Clark, 1975), pág. 529. 12 Bock, “Jesus as Lord”, pág. 153.

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sobre la muerte que experimentaremos en la resurrección, y dicha victoria está garantizada “por nuestro Señor Jesucristo”. En vista de que Jesús el Mesías es también Señor exaltado él puede salvar completamente. Su obra salvadora abarca el pasado, el presente y el futuro. Fuimos salvos en el momento que depositamos nuestra fe en Jesucristo (Ef. 1:13). Hoy estamos siendo salvados según 1 Corintios 15:2; el verbo aquí se encuentra en tiempo presente, y su sentido es preferiblemente el del presente progresivo.13 Y, desde luego, seremos salvos en el sentido completo de la palabra cuando venga Cristo y resucitemos en victoria total sobre el pecado y la muerte (2 Ts. 2:14). El hecho que Cristo salva como Señor exaltado asegura que su obra salvadora se realizará no a medias, sino plenamente. Pensar que nuestras obras contribuyen en algo a la salvación es desmerecer su poder para salvar. El hecho que da la salvación libre y generosamente infunde confianza al pecador que le invoca con fe. ¡Este es un motivo de celebración! Podemos decir con el apóstol Pablo: “Nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Ro. 5:11). Jesús es Señor de nuestro servicio El hecho que Jesús es Señor exaltado tiene implicaciones no solo para nuestra salvación, sino también, en segundo lugar, para nuestro servicio. Servimos bajo su autoridad. El apóstol Pablo menciona que había recibido “la gracia y el apostolado” para predicar el evangelio a los gentiles por medio del Hijo exaltado (Ro. 1:5). Agrega que sirve a Dios en el evangelio de su Hijo (1:9), y ese Hijo es nadie menos que “nuestro Señor Jesucristo” (1:4). Es porque tiene autoridad que el Cristo exaltado puede llamar y comisionar a sus siervos, y es porque 13

Hay tres verbos en tiempo presente en 1 Co. 15:1-2: “perseveráis”, “retenéis” y “sois salvos”. Los primeros dos se refieren a acciones contemporáneas con la escritura de la carta, y lo más natural es entender el tercer verbo de la misma manera. (El primer verbo tiene la forma del tiempo perfecto en el griego, pero tiene el sentido del tiempo presente.)

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tiene autoridad que él puede demandar la respuesta de obediencia al mensaje—la “obediencia a la fe” que el apóstol menciona en 1:5. Pablo comprendía que, al proclamar el evangelio, servía bajo el señorío de Cristo. En 2 Corintios 10:13-18 menciona dos veces su trabajo de anunciar el evangelio. Entendía que Dios le había dado una “regla” (v. 13), definiendo los límites de su esfuerzo. Dicho límite era realmente una frontera en constante expansión, para llevar el evangelio siempre “más allá” (v. 16). El apóstol comprendía también que sus éxitos en el ministerio se debían al Señor a quien servía, y que debía gloriarse solamente en él, buscando siempre su aprobación (vss. 17-18).14 El dar a conocer el evangelio bajo el señorío de Cristo no fue tarea solamente de los apóstoles; los creyentes de la iglesia primitiva también se esforzaron en hacerlo. En 1 Tesalonicenses 1:5-10 Pablo menciona tres veces el mensaje predicado (1:5, 6, 8); a la vez, se refiere a Cristo dos veces como Señor (1:6, 8) y una vez como el Hijo resucitado (1:10). Podemos observar en este pasaje lo que sucede cuando el evangelio se presenta reconociendo que Jesús es Señor. Los creyentes en Tesalónica primero escucharon el mensaje predicado bajo el señorío de Cristo. Dicho mensaje vino con el poder de Cristo y fue respaldado por la conducta obediente de los mensajeros. Luego, los tesalonicenses recibieron el evangelio reconociendo la autoridad de Cristo, convirtiéndose en sus seguidores (“imitadores...del Señor”, 1:6) a la vez que se convirtieron en sus servidores (“os convertisteis...para servir al Dios vivo y verdadero”, 1:9). Por último, completando el tercer eslabón en esta cadena, ellos esparcieron el mensaje reconociendo a Cristo como Señor. Divulgaron “la palabra del Señor” (1:8) a través de toda su región y más allá, respaldando el mensaje con su conducta ejemplar (1:7). La iglesia de Tesalónica nos presenta un bello modelo de cómo funciona el evangelio bajo el señorío de Cristo. 14

La frase “a quien Dios alaba” en 1 Co. 10:18 (RVR) debe leerse preferiblemente “a quien el Señor alaba”. El texto griego rioj tanto en 10:17 como en 10:18. Pablo utiliza la palabra ku, buscaba la aprobación del Señor bajo cuya autoridad servía.

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El servicio que se realiza en reconocimiento de Cristo como Señor puede incluir asuntos muy prácticos. En 2 Corintios 9:13 Pablo describe el servicio de dar como “obediencia...al evangelio de Cristo”. Esta expresión de amor entre hermanos es motivada por el ejemplo de Cristo nuestro Señor (8:9), y debe resultar en “la gloria del Señor mismo” (8:19). Servimos reconociendo que estamos bajo la autoridad del Cristo exaltado, y buscando que la gloria sea para el Señor, ya que sólo él la merece. Jesús es Señor de nuestra esperanza Jesús como Señor exaltado asegura nuestra salvación y orienta nuestro servicio. En tercer lugar, nos da esperanza para el futuro. El evangelio provee a nivel personal la esperanza de nuestra resurrección y glorificación. Además nos presenta una esperanza con dimensiones cósmicas. Pablo menciona en Colosenses 1:23 “la esperanza del evangelio” que aquellos creyentes habían recibido y cuya predicación se extendía por todo el mundo. Dicha esperanza incluía la plenitud de su propia salvación, la cual experimentarían cuando Cristo les presentara “santos y sin mancha e irreprensibles delante de él” (1:22). Más aún, incluía “la reconciliación de todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos” (1:20). La esperanza de la reconciliación cósmica se hará realidad cuando Cristo regrese triunfante en gloria. Porque él es Señor, suprimirá “todo dominio, toda autoridad y potencia” (1 Co. 15:24) bajo su soberano control. Libertará a la creación “de la esclavitud de corrupción” (Ro. 8:21). Entonces su señorío llegará a ser una plena realidad, y todos reconocerán que “Jesucristo es el Señor” (Fil. 2:11). Saber que Cristo es el Señor de nuestra esperanza nos anima a seguir adelante firmes en nuestra fe y fieles en nuestro servicio. La esperanza del triunfo final del Cristo exaltado, proclamado en el evangelio, nos motiva a permanecer “fundados y firmes en la fe” (Col. 1:23). La seguridad de la victoria total de “nuestro Señor Jesucristo” nos impulsa a estar “firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre”, sabiendo que nuestro “trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co. 15:57-58).

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CONCLUSIÓN El mensaje de que Cristo es Señor exaltado es parte esencial del evangelio. Fue un elemento fundamental en la fe de los cristianos primitivos, para quienes la confesión básica fue “Jesús es el Señor”. El gran reformador Martín Lutero, quien luchó tesoneramente en defensa del evangelio, entendió que el señorío de Cristo representaba un elemento esencial en la proclama evangélica. Él escribió: El evangelio es un discurso acerca de Cristo, que él es el Hijo de Dios y se hizo hombre por nosotros, que murió y resucitó, que ha sido establecido como Señor sobre todas las cosas... Ahí lo tienen. El evangelio es una historia acerca de Cristo, Hijo de Dios y de David, quien murió y resucitó y ha sido establecido como Señor. Esto, en resumen, es el evangelio.15

Hoy nos toca recuperar esta dimensión muchas veces olvidada. Debemos incluir en nuestra predicación del evangelio la noticia de que Cristo ha sido exaltado como Señor. Proclamamos con convicción que él es Salvador, y de hecho lo es. De igual manera nos toca proclamar con convicción que él es Señor, el Señor exaltado quien provee generosa y poderosamente la salvación a los que creen, el Señor exaltado quien dirige y motiva nuestro servicio para él, y el Señor exaltado cuya victoria futura nos da plena esperanza. A él sea la gloria hoy y siempre. Amén.

15

Martin Luther, Faith in Christ and the Gospel: Selected Spiritual Writings, edición e introducción por Eric W. Gritsch (Nueva York: New City Press, 1966), pág. 30.

Dimensiones olvidadas del evangelio: El evangelio para la comunidad* Dr. Pablo Sywulka Rector y profesor de Nuevo Testamento Seminario Teológico Centroamericano

Además del enfoque en el individuo, el evangelio tiene una dimensión comunitaria que incluye por lo menos tres aspectos. El evangelio anuncia lo que Dios ha hecho para formar una nueva comunidad, debe ser proclamado dentro de la comunidad y exige una respuesta de la iglesia como comunidad. La proclamación dentro de la comunidad edifica al creyente, ofrece salvación al inconverso y produce alabanza a Dios. La respuesta de la comunidad ha de exhibir el carácter del Dios del evangelio en conducta, testimonio y adoración. In addition to the focus on the individual, the gospel has a community dimension that includes at least three aspects. The gospel announces what God has done to form a new community, it should be proclaimed within the community, and it requires a response from the church as community. The proclamation within the community edifies the believer, offers salvation to the unconverted, and elicits praise to God. The community’s response should exhibit the character of the God of the gospel in conduct, testimony, and worship.

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Este artículo forma parte de las Conferencias Teológicas del SETECA, impartidas por el Dr. Sywulka del 21 al 25 de mayo de 2002.

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INTRODUCCIÓN En nuestra proclamación del evangelio tenemos la tendencia de enfocar al individuo. “Cristo murió por ti”, decimos. “Si crees en él, él te salvará”. El aspecto individual del mensaje es fundamental, desde luego. La salvación es para “todo aquel que cree”. Responder al evangelio con fe o con rechazo es una decisión de carácter personal. Al enfocar al individuo, sin embargo, podemos perder de vista otra de las dimensiones importantes del evangelio, su aspecto comunitario. El evangelio contiene más que un mensaje de salvación individual; también anuncia lo que Dios ha hecho para formar una nueva comunidad. Además, su mensaje de salvación ha de proclamarse dentro de la comunidad, no solo hacia los que están afuera. Y el evangelio exige una respuesta de la iglesia como comunidad, no solamente de los creyentes como individuos. En el presente estudio, enfocaremos estos tres aspectos de la dimensión comunitaria del evangelio. LA COMUNIDAD COMO TEMA DE LA PROCLAMACIÓN El evangelio proclama no solamente la salvación para todo aquel que cree. También proclama la formación de una nueva comunidad a la cual pertenece cada creyente. El pasaje que desarrolla este concepto con más detalles es Efesios 2. Allí Pablo explica que los gentiles, quienes antes habían estado separados de las bendiciones del pueblo judío (2:12), ahora “han sido hechos cercanos” (2:13). Por la obra de Cristo en la cruz, ha sido derribada la “pared intermedia de separación” (2:14) y la enemistad ha sido “matada” (2:16). Jesús, quien “es nuestra paz”, hizo “de ambos pueblos” uno solo (2:14); ha formado de los dos “un solo y nuevo hombre” (2:15) y los ha integrado en “un solo cuerpo” (2:16). Ahora todos los creyentes constituyen una sola ciudadanía, la “de los santos”, y pertenecen a una sola familia, “la familia de Dios” (2:19). El apóstol identifica el surgimiento de esta nueva comunidad con el anuncio de “las buenas nuevas de paz”. Tres veces menciona la palabra “paz” en relación con la obra de

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Cristo: él mismo es nuestra paz (2:14), él hizo la paz (2:15) y él anunció la paz (2:17). ¿A cuál paz se refiere Pablo en este pasaje? ¿La paz con Dios, o la paz entre las personas? La dimensión vertical de paz con Dios está presente en el pasaje; Cristo nos reconcilia con Dios (2:16) y “nos da entrada...al Padre” (2:18). No obstante, el enfoque principal está en la dimensión horizontal de la paz. Cristo ha formado una comunidad compuesta de grupos que antes eran antagónicos, pero que ahora se encuentran reconciliados en un cuerpo integrado y unificado por el mismo Cristo. Esta hazaña sobrenatural se ha constituido en anuncio de “las buenas nuevas de paz”. Según el versículo 17, es Jesucristo mismo quien proclama la buena noticia. El establecimiento de la iglesia como una comunidad de reconciliación es en verdad una buena noticia. El anuncio incluye el hecho “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (Ef. 3:6). Esta verdad anunciada tiene poder inherente, y es el medio de su propia realización. Es “por medio del evangelio” que se constituye la nueva comunidad. En las palabras de N. T. Wright: “El evangelio crea, no un montón de cristianos individuales, sino una comunidad”.1 En esta comunidad creada por medio del evangelio, desaparecen las antiguas distinciones y todos quedan a un mismo nivel “en Cristo” (2:13). ¿Por qué constituye una buena noticia el anuncio que Cristo ha creado la iglesia como una comunidad de reconciliación? Para los gentiles de aquel tiempo, así como para nosotros hoy, trae gozo y confianza el saber que participamos plenamente de las bendiciones de Dios, y no somos ciudadanos de segunda clase en su reino. También es buena noticia por otras razones. Nos recuerda que valemos ante Dios, porque él nos ha integrado en su pueblo y familia. Nos da un sentido de pertenencia al saber que somos parte de ese pueblo y esa familia. Nos recuerda que somos útiles, porque tenemos un papel importante que cumplir en el cuerpo de Cristo. Nos 1

N. T. Wright, What Saint Paul Really Said: Was Paul of Tarsus the Real Founder of Christianity? (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1997), pág. 157.

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asegura que somos amados, porque pertenecemos a la familia de Dios. Esta buena noticia puede tener significado especial para la persona desposeída o marginada socialmente. Anima especialmente al que siente que no vale nada. Trae consuelo particular a quien haya sido rechazado por su familia, como sucedió entre los primeros cristianos y sucede hoy en algunas culturas antagónicas al cristianismo. Con todo, al fin y al cabo la buena noticia es para todos nosotros. El hecho de que Cristo ha formado una comunidad de paz nos impone la responsabilidad de “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Ef. 4:3). Nos da la obligación de conducirnos “con toda humildad y mansedumbre”, soportándonos “con paciencia los unos a los otros en amor” (4:2). Debemos procurar que la buena noticia de la comunidad de paz siga siendo buena noticia, una buena noticia que atraiga a los que están afuera, y aliente a los que estamos adentro. LA COMUNIDAD COMO LUGAR DE LA PROCLAMACIÓN La comunidad representa un tema importante en la proclamación del evangelio, pero también constituye un lugar importante para esa proclamación. Cuando hablamos de anunciar el evangelio, normalmente pensamos en esfuerzos evangelísticos o misioneros. Desde luego que se nos llama a llevar el evangelio adonde aún no se ha escuchado. Pablo les dijo a los romanos que su apostolado se dirigía “a todas las naciones” (Ro. 1:5), y testificó que se había esforzado para predicar el evangelio donde el mensaje de Cristo aún no había llegado (15:20). Pero a la vez, expresó el ferviente deseo de anunciarles el evangelio también a ellos que estaban en Roma (1:15). Esta expresión del apóstol resulta fascinante. Es poco probable que él estuviera pensando en una obra evangelizadora fuera de la iglesia. El pronombre “vosotros” se refiere a los lectores de la carta, quienes se describen como “llamados a ser de Jesucristo...amados de Dios, llamados a ser santos” (1:6-7). Tal como observa C. E. B. Cranfield, la acción de anunciar el evangelio “se usa aquí de la predicación dirigida a los que ya

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son creyentes”.2 El evangelio no es un mensaje para ser presentado fuera de la iglesia y luego olvidado una vez que los convertidos se hayan integrado a ella. La buena nueva de salvación tiene un carácter multidimensional que la hace siempre pertinente. La predicación del evangelio debe de realizarse dentro de la comunidad cristiana en vista de los beneficios que trae. Consideraremos tres de ellos: edifica a los creyentes, ofrece la salvación a quienes aún no han creído y produce alabanza a Dios. El evangelio trae edificación al creyente. La proclamación del evangelio dentro de la iglesia sirve en primer término para edificar a los creyentes. En palabras de Gerhard Friedrich, “el evangelio no es únicamente proclamación misionera. No solamente establece la comunidad; también la edifica”.3 Es un medio por el cual Dios “puede confirmar” al creyente (Ro. 16:25). Contribuye poderosamente no solo al aspecto inicial de la salvación, sino también a su desarrollo progresivo (1 Co. 15:2). Una de las razones por las cuales el evangelio edifica a la iglesia es que incluye aspectos que se dirigen específicamente a los creyentes. El evangelio proclama la salvación, pero los beneficios salvíficos que anuncia abarcan mucho más que perdón para el pecador. La salvación proclamada en el evangelio incluye elementos relacionados con el pasado, el presente y el futuro del cristiano. El teólogo George Caird observa que casi todos las facetas de la salvación (la justificación, la santificación, etc.) abarcan estos tres tiempos:

2

C. E. B. Cranfield, The Epistle to the Romans, vol. 1, ed. revisada (International Critical Commentary; Edimburgo: T. & T. Clark, 1985), pág. 86. 3 αγ γ ελιϖ ζοµαι, ευϕ αγ γ εϖ λιον, Gerhard Friedrich, “ευϕ προευαγ γ ελιϖ ζοµαι, ευϕ αγ γ ελιστηϖ ∼”, en Theological Dictionary of the New Testament, ed. Gerhard Kittel, trad. y ed. Geoffrey W. Bromiley, vol. 2 (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1964), pág. 720.

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La justificación se refiere con mayor frecuencia al pasado, pero es también una condición dentro de la cual se vive la vida cristiana (Ro. 5:21; Gá. 2:21) previo al veredicto final que se espera ansiosamente (Gá. 5:5)... Los cristianos han sido salvos de una vez por todas, pero también están siendo salvados...y esperan la salvación todavía futura... Han sido liberados, pero tienen que vivir como personas libres...mientras esperan su liberación final. Han sido limpiados, pero el proceso limpiador continúa, hasta que se alcance la pureza perfecta.4

Los pasajes que mencionan el evangelio en conexión con la salvación ilustran este triple patrón. Los creyentes han sido salvos por medio del evangelio (Ef. 1:13; 2 Ti. 1:9), están siendo salvados por medio de él (1 Co. 15:2) y esperan la salvación futura a la cual han sido llamados por el evangelio (2 Ts. 2:14). Uno de los medios por el cual se anuncia el evangelio dentro de la iglesia es la Cena del Señor. Pablo dice a los corintios que cada vez que comen el pan y beben la copa anuncian la muerte del Señor hasta que él venga (1 Co. 11:26). ¿A quiénes se hace este anuncio? Por lo que sabemos de la costumbre de la iglesia primitiva, la asistencia a la Cena del Señor se limitaba a los creyentes. Así que la proclama de la muerte del Señor se dirige a la comunidad creyente y, desde luego, contribuye a su edificación. La celebración de la Santa Cena provee una excelente oportunidad para reflexionar sobre la persona y la obra redentora de Cristo. A veces celebramos este evento de manera rutinaria. Sin embargo, con una buena planificación puede ser un medio eficaz de edificación. Por ejemplo, se puede enfocar cada vez un nombre de Cristo relacionado con su obra de salvación (por ejemplo, “Cordero de Dios”), un beneficio particular de su muerte (por ejemplo, su victoria sobre los poderes satánicos) o un aspecto específico de la salvación (por ejemplo, la justificación). Un temario así podría extenderse a través de varios años, y dejaría como resultado una instrucción muy edificante.

4

George B. Caird, New Testament Theology, completada y ed. L. D. Hurst (Oxford: Clarendon Press, 1994), pág. 118.

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El evangelio ofrece salvación al inconverso. El evangelio anunciado en el contexto de la iglesia trae edificación a los creyentes, pero también invita a los no creyentes que estén presentes a que reciban la salvación. Entendemos por 1 Corintios 14:23-25 que las reuniones ordinarias de la iglesia primitiva estaban abiertas a los no cristianos; por lo tanto, como lo señala Geoffery Paxton, sería apropiado predicar dentro de la iglesia con un enfoque evangelístico.5 Además de buscadores de afuera, pueden encontrarse dentro de la comunidad cristiana personas que aún no han respondido con fe al mensaje de Cristo, por ejemplo niños, o personas que han hecho una profesión sin haber experimentado personalmente la salvación. La presentación del mensaje les da a ellos la oportunidad de responder. La predicación del evangelio no necesita esperar un servicio evangelístico especial. Tenemos la oportunidad de presentar el evangelio cada vez que predicamos. Es más, si vamos a finalizar el mensaje con un llamado a la fe, debemos dar a los oyentes algo que creer. Idealmente, el evangelio debe proclamarse cada domingo en la iglesia. El evangelio produce alabanza a Dios. La predicación del evangelio en la iglesia no solamente edifica a los creyentes y da la oportunidad a los inconversos de experimentar la salvación. También glorifica a Dios. Desde luego, Dios es glorificado en la edificación de los creyentes y la conversión de los perdidos, pero también es glorificado en la alabanza que se le rinde por su maravilloso plan de salvación. Dios nos escogió en Cristo y nos redimió con la finalidad de que fuéramos “para la alabanza de la gloria de su gracia” (Ef. 1:6). Lo glorificamos cuando respondemos con alabanza al mensaje de salvación. Encontramos un ejemplo excelente de esta respuesta en el apóstol Pablo. Después de presentar el panorama del plan salvador de Dios en su carta a los Romanos, prorrumpe en 5

Geoffrey J. Paxton, “What Is the Gospel?”, Present Truth 5 (mayo 1976), pág. 33.

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alabanza espontánea con estas palabras: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!… Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” (11:33, 36). LA COMUNIDAD Y SU RESPUESTA A LA PROCLAMACIÓN La proclamación del evangelio está íntimamente ligada con la comunidad de los creyentes. La formación y existencia de dicha comunidad es parte misma de la proclama, y la comunidad es a la vez escenario de la predicación del evangelio. Además, el evangelio se refleja en la vivencia de la comunidad. En las palabras de Lesslie Newbigin, “la congregación local es el lugar donde la verdad del evangelio es probada y experimentada de la manera más básica”.6 El evangelio se convierte en vivencia de la iglesia en la medida en que ella exhibe el carácter del Dios del evangelio en su conducta, su testimonio y su adoración. El carácter de Dios en la conducta interna de la iglesia Dos de las cualidades de Dios deben de reflejarse de manera especial en la vida interna de la iglesia: unidad y comunión. El Dios que es uno ha unido a los creyentes en “un solo y nuevo hombre” (Ef. 2:15). La unidad que caracteriza a Dios se refleja en la iglesia; ella es “un cuerpo”, y comparte “una misma esperanza” y “una fe” (Ef. 4:4-6). Por lo tanto, los miembros de la iglesia deben esforzarse por “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”, practicando la humildad y soportando “con paciencia los unos a los otros en amor” (Ef. 4:2-3). Los conceptos teológicos de unidad y comunidad están muy relacionados; el Dios que es uno también es el Dios trino. 6

Lesslie Newbigin, Truth to Tell: The Gospel and Public Truth (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1991), pág. 87.

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Stephen Pickard nota que “el evangelio forma una comunidad precisamente porque el Dios del evangelio cristiano es un ser de comunidad amorosa y por lo tanto rebosante”.7 Los que experimentan la salvación por la fe en Cristo se incorporan a una nueva familia y a un nuevo pueblo entre el cual Dios mismo habita. En esta nueva comunidad, todos están en un mismo plano; ya no existen categorías basadas en raza, trasfondo religioso o condición social (Col. 3:11). Donald Shriver nota que en el libro de Hechos, “el resultado inmediato de un evangelio predicado correctamente” fue “una iglesia inclusiva”,8 es decir, una iglesia que aceptaba a todas las personas por igual. La iglesia que comprende y practica el evangelio promoverá el desarrollo de una verdadera comunidad, en la que todos se aman y se aceptan de manera igual. El carácter de Dios en el testimonio externo de la iglesia El propósito de Dios para la nueva comunidad no es solamente proveer a los creyentes un hogar donde puedan experimentar la aceptación y el amor. También desea que dicha comunidad testifique al mundo acerca de su persona y provea un modelo de lo que significa vivir bajo el señorío de Cristo. Su propósito escatológico es demostrar a toda la creación su sabiduría y soberanía “por medio de la iglesia” (Ef. 3:10-11). En el sentido más inmediato, Dios desea que la vida comunitaria de la iglesia sea de tal calidad que llame la atención de los no creyentes. Newbigin observa acertadamente que “la más importante contribución que la iglesia puede hacer a favor de un nuevo orden social es ser ella misma un nuevo orden social.”9 7

Stephen K. Pickard, Liberating Evangelism: Gospel, Theology, and the Dynamics of Communication (Harrisburg, Pennsylvania: Trinity, 1999), pág. 71. 8 Donald W. Shriver, Jr., “Gospel Message and Social Witness: The Church as a Form of Evangelism”, Perkins Journal 35 (otoño 1981), pág. 7. 9 Newbigin, Truth to Tell, pág. 85.

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La tarea de la iglesia en el pensamiento paulino no consiste en realizar un proyecto externo para transformar la sociedad. Sin embargo, cuando la comunidad cristiana refleja el carácter de Dios en su conducta y vive bajo la autoridad de Cristo, hará un impacto en la sociedad que le rodea. De cierta manera, la iglesia representa un anticipo de lo que Dios hará en el futuro. Darrell Bock comenta: Somos parte, aun ahora, del programa del Reino que un día se manifestará al mundo entero... A fin de cuentas, el Reino de Dios tiene que ver con su reinado, su poder y su presencia hechos realidad en un mundo caído... Lo que Dios ha formado en la iglesia ahora y lo que él hará en la expresión final de su Reino demuestran el poder transformador que viene por medio de Cristo.10

Mientras llega el día en que Cristo regrese para establecer su reino de manera total, la iglesia sirve como modelo y testimonio de su reinado. Aquellos a quienes el Señor ha confiado puestos de liderazgo en su iglesia deben esforzarse por que tanto ellos como la comunidad de creyentes que dirigen vivan bajo el señorío del Cristo exaltado, obedeciendo sus mandatos, siguiendo sus instrucciones y buscando su dirección. Así, la iglesia presentará un testimonio impactante a la sociedad que le rodea. El carácter de Dios en la alabanza de la iglesia La comunidad formada por medio del evangelio tiene la meta final de glorificar a Dios. Sirve para demostrar al universo la sabiduría divina (Ef. 3:10). Sus miembros han sido salvos por medio del evangelio para “la alabanza de su gloria” (Ef.

10

Darrell L. Bock, “The Kingdom of God in New Testament Theology: The Battle, the Christ, the Spirit-Bearer, and Returning Son of Man (Pulling the Future into the Present and Previewing the Future in the Present)” (ponencia presentada en la reunión anual de la Evangelical Theological Society, 1999), pág. 47.

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1:12, 14). Con razón la iglesia se puede describir como “una comunidad que existe para la alabanza de Dios”.11 La alabanza de Dios incluye la exaltación de sus atributos y el reconocimiento de su obra salvadora. Dicha alabanza, que surge del anuncio del evangelio, también se desborda para anunciar el evangelio. Pickard comenta: “Declarar la alabanza de Dios genera la expectación de que vayamos y proclamemos el evangelio de una manera que honra a Aquel a quien se dirige finalmente nuestra alabanza”.12 La vivencia del evangelio en la comunidad creyente contribuye a la experiencia de comunión real dentro de ella. Provee un ejemplo al mundo de lo que significa ser una comunidad bajo el señorío de Cristo y estimula a exaltar las excelencias de Dios en la alabanza del pueblo creyente. CONCLUSIÓN En un mundo individualista, y una subcultura evangélica que ha enfatizado el aspecto personal de la fe cristiana, nos toca recuperar la dimensión comunitaria del evangelio. Debemos incluir en nuestra proclama la buena noticia de que Dios ha formado un pueblo en el cual están integrados todos los creyentes. Debemos aprovechar las reuniones de la iglesia para seguir proclamando el evangelio. Y debemos estimular a la congregación a reflejar en su vida las cualidades del Dios del evangelio. Es animador notar que la dimensión comunitaria del evangelio está cobrando mayor importancia. Recientemente la revista Christianity Today publicó un artículo titulado “¿Cuáles son las buenas nuevas?” En dicho artículo nueve líderes evangélicos presentaron en sus propias palabras un resumen del evangelio. Casi todos los exponentes incluyeron una referencia a la iglesia o la “nueva comunidad de los redimidos”.13 11

Pickard, Liberating Evangelism, pág. 77. Ibid. 13 “What’s the Good News? Nine Evangelical Leaders Define the Gospel”, Christianity Today 44 (7 de febrero, 2000), págs. 4651. Siete de los nueve contribuyentes hacen alguna referencia a la iglesia o a la comunidad de los creyentes. Las palabras citadas 12

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En nuestra predicación del evangelio, tomemos muy en cuenta la nueva comunidad que Dios ha formado para bendición de todos los creyentes, para testimonio al mundo y para su gloria. “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen” (Ef. 3:20-21). Usado con permiso ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.

arriba son de Myron Augsburger, quien agrega: “como una comunidad de reconciliados, vivimos como miembros de su reino, haciendo que su reinado se haga visible en el mundo” (ibid., pág. 46).