Desafíos de la cultura narco

Esas muertes narran un crimen continuo, una historia de nunca ... de Sin tetas no hay paraíso, la historia en la .... Ocupamos el puesto 106, con Gabón y Niger ...
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NOTAS

Sábado 9 de enero de 2010

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CUANDO EL COMBATE MAS EFECTIVO ES ARRUINARLES EL NEGOCIO

Desafíos de la cultura narco TOMAS ELOY MARTINEZ PARA LA NACION

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SI como Roberto Arlt vislumbró en sus dos grandes novelas la madeja fascista que se cernía sobre las naciones jóvenes del Sur, la guerra contra las drogas y el narcotráfico impregna hoy buena parte de la literatura, sobre todo en Colombia y México, donde la cultura narco se ha infiltrado en todos los aspectos de la vida. Expandida como un virus, pone y derriba gobiernos, compra y vende conciencias, se toma la vida de las familias y ahora la vida de las naciones. La cultura narco es la cultura del nuevo milenio. Cada vez que la imaginación parece aproximarse a una radiografía de los hechos, la realidad le saca ventaja con nuevas palabras que los diccionarios no alcanzan a definir. Todos los días las noticias arrojan cadáveres que se ordenan entre “decapitados” y “severamente mutilados”; los sicarios ya no tienen una patria, sino que las invaden todas: el cartel de Sinaloa tiene laboratorios en la provincia de Buenos Aires, las bandas que actúan en las sombras imponen guerras en las favelas de Río de Janeiro o en las villas de San Martín o Boulogne, donde a fin de año, y con diferencia de horas, hubo dos acribillados por el control de la venta de cocaína y marihuana. La traición, si se sospecha, se castiga con acciones mafiosas; si se prueba, con crímenes que traen más muertes, en una escalada de venganzas infinitas. En su novela póstuma, 2666, Roberto Bolaño relató en toda su crudeza y horror los asesinatos de mujeres en Santa Teresa, transmutación literaria de Ciudad Juárez, enclave fronterizo con El Paso, Texas, donde desde hace décadas gobiernan la violencia y la impunidad. Esas muertes narran un crimen continuo, una historia de nunca acabar. Un empresario poderoso que observa cómo su país está siendo minado por los narcotraficantes en complicidad con la corrupción del poder, decide ganarles “Siendo más criminal que ellos” en la última novela de Carlos Fuentes, Adán en Edén. La manera en que el dinero sucio del narcotráfico penetra en la sociedad provocó picos de rating en la versión para televisión de Sin tetas no hay paraíso, la historia en la que Gustavo Bolívar cuenta cómo una joven de 17 años se prostituye para comprarse pechos más grandes y así acceder al círculo de los traficantes. En La conspiración de la fortuna, Héctor Aguilar Camín dibuja el pueblo de Martiñón Agüeros, un capo del narcotráfico que condensa a cada uno de los pueblos y jefes narcos que con su beneficencia compran voluntades e hipotecan el alma de los más desfavorecidos. La lista viene amontonando títulos en sintonía con el ritmo en que avanzan la muerte y la corrupción por el continente: Rosario Tijeras, de Jorge Franco; La reina del Sur, de Arturo Pérez-Reverte; Balas de Plata, de Elmer Mendoza, o La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo son apenas unos pocos ejemplos con un denominador común: cada golpe al narcotráfico es devuelto con otro golpe aún mayor. Es lo que le ha ocurrido al presidente Uribe en Colombia, y ahora a Felipe Calderón en México. Mientras tanto, se destruyen personas, familias, pueblos, culturas. Cada día se hace más evidente que la guerra no es la solución al problema y que la única vía posible es enfrentarlo desde la raíz, es decir, desde la despenalización del consumo.

Las inteligencias más lúcidas del continente insisten en que es imperioso llegar a un acuerdo de cooperación entre traficantes y consumidores. Cuando se rompan esos pactos siniestros de silencio y dinero, y los expendios de droga salgan a la luz del día, como el alcohol después de la ley seca, quizás hasta los propios traficantes descubran las ventajas de trabajar dentro de la ley y, al sentirse más seguros, irradien esa seguridad sobre las comunidades a las que comprometen. La despenalización avanza. España, que trata la drogadicción como un problema de salud, fue el primer país europeo en despenalizar el consumo de marihuana. El uso y la posesión para uso personal no es delito, aunque el consumo público está castigado con multas administrativas y su legislación contra el tráfico está entre las más severas de Europa. En 2001, Portugal aprobó una ley que descriminaliza todas las drogas y los resultados no están siendo desalentadores. En Italia se acaba de expedir un listado de dosis personales que aparejan sanciones administrativas, pero no penales. Venezuela también dictó recientemente una norma en la ley orgánica contra el tráfico ilícito y consumo de estupefacientes y psicotrópicos que despenaliza el porte de dosis personal hasta por cinco días, y al mismo tiempo se incrementaron las penas para los traficantes. Hace pocas semanas, y a contracorriente de una costumbre avalada por el ex presidente Bush, la administración Obama estableció que los fiscales federales no gastaran sus recursos en arrestar a personas que usan o suministran marihuana con fines medicinales. Quizás el caso más conocido sea

Serruchos en ristre U

PARA LA NACION

NA media docena de cariacontecidos kirchneristas, entre ellos Endometrio Peribáñez, pronostican que el año que acaba de irrumpir ha de ser pródigo en desestabilizaciones y aprontes destituyentes. Desde luego, todos ellos otean el horizonte desde la óptica de Olivos y coinciden en este punto: la sinarquía internacional, la rencorosa oligarquía vacuna y muchos nostálgicos miembros de la casi extinguida clase media habrán de confabularse para hacerle la vida imposible al Gobierno. Según Peribáñez, contarán con la complicidad de todos los medios de prensa, astutamente empeñados en conseguir más avisos y más lectores mediante la falaz argucia de despotricar contra las autoridades hoy vigentes. Así plantea Peribáñez la cuestión de fondo: “Este año es el que precede al de los comicios generales, o sea el año en que debemos aceitar los rulemanes, ya enmohecidos y chirriantes, de nuestro ínclito Frente para la Victoria. Hay que lubricarlos, para que nuestras arengas de 2011 resulten seductoras y nos garanticen un lugar de privilegio en la tómbola electoral”. De hecho, ya resuenan ríspidos vozarrones, que soplan del cuadrante gubernamental y que denuncian aviesos intentos de desestabilización: algunos senadores –los más modosos y solícitos– se revelan convencidos de que ciertos avisperos entraron en ebullición y que en ellos se urden planes siniestros, destinados a serrucharle

el parquet a los enjundiosos pioneros del Calafate. Y cualquiera diría que Aníbal Fernández, jefe de Gabinete, ya no vacila en sacudir su mostacho para denunciar cuanta gravísima mentira publican los pasquines que más circulan. En perfecta sincronía, don Néstor no cesa de intuir infames contubernios, a contar desde el que ventiló Antonini Wilson, cuando creyó traer una valija llena de libros y alguien se la cambió por otra. “Doña Cristina se reconoce algo quisquillosa por la desaforada carrera de infundios que comprometen su esplendorosa imagen de estadista, a cuyo servicio empeña todos sus desvelos y todos sus modelitos”, sintetizó Peribáñez días atrás, ante uno de los columnistas políticos de este diario (que en ese momento hablaba por teléfono con una tía). A su criterio, la idea de molestar a los Kirchner, tanto como la de echar pestes contra la plantilla oficialista, ha trascendido las fronteras patrias y ganado –impunemente– la atención de otros públicos: “Y todo por culpa de Transparencia Internacional, que volvió a ubicar a la Argentina entre las naciones más corruptas del mundo. Ocupamos el puesto 106, con Gabón y Niger, entre 180 países. ¿Aprecian ustedes que los apremios desestabilizaciones y/o destituyentes empezaron ya a globalizarse?” © LA NACION

Cuando se derogó la ley seca, el crimen violento descendió dos tercios. No se acabaron los borrachos, pero sí los Al Capone delito y también ha concentrado en un solo juzgado federal todo lo relacionado con el paco, un veneno que genera una adicción de carácter físico que arrasa en los círculos más pobres de la población. ¿Es la despenalización la cura de todos los males? El lenguaje de las armas demostró su fracaso y la historia ya escribió su ejemplo más contundente cuando en los Estados Unidos se prohibió el consumo de alcohol durante los trece años que duró la ley seca. La prohibición, que comenzó el 17 de enero de 1920, lejos de hacer desaparecer el vicio provocó el surgimiento de un

mercado negro del que surgieron todos los Al Capone, los Baby Face Nelson, los falsos héroes como Bonnie & Clyde y una legión de padrinos que sembraron el terror a sangre y fuego. Como era casi previsible, muy pronto la corrupción se apoderó de las conciencias policiales. Treinta y cinco por ciento de los agentes encargados de velar por la prohibición terminaron con sumarios abiertos por contrabando o complicidad con la mafia y las consecuencias en la salud de la población tuvo estadísticas nefastas: treinta mil muertos por envenenamientos con el alcohol metílico y otros adulterantes, a los que recurrían los bebedores desesperados. Cien mil personas resultaron víctimas de ceguera, parálisis y otras complicaciones derivadas del consumo de alcohol irregular. En 1933, cuando Franklin D. Roosevelt derogó la ley seca, el crimen violento descendió dos tercios. En Estados Unidos no se acabaron los borrachos, pero desaparecieron los Al Capone. Matar al perro enfermo no pone fin a la rabia. Ni el arresto del mexicano Rafael Caro Quintero o el operativo cinematográfico que acabó con la vida del colombiano Pablo Escobar Gaviria, por citar a dos de los capos del narcotráfico más temibles y conocidos de las últimas décadas, extirparon el problema. Donde se acabó con uno, pronto surgió otra media docena dispuesta a tomar las riendas del negocio. Hace pocos días, las fuerzas especiales de la Armada de México protagonizaron otra escena hollywoodense cuando bajaron desde sus helicópteros sobre el condominio Altitude, en Cuernavaca, Morelos, y tras varias horas de combate acribillaron a Arturo “la

© LA NACION

Una red llena de huecos

RIGUROSAMENTE INCIERTO

NORBERTO FIRPO

el de Holanda, donde en rigor es delito el consumo de cualquier sustancia prohibida. Sólo hay cierta consideración para el acceso a la marihuana en los llamados coffee shops, lugares reservados para la compra y el consumo de menos de cinco gramos diarios. Pero desde hace años, Holanda ha mantenido una política de tolerancia hacia las drogas blandas, aun haciendo frente a la presión de otros países, sobre todo desde que en los 90 Europa abrió sus fronteras. En la Argentina, un fallo de la Corte Suprema de Justicia estableció que el consumo personal de marihuana no es un

Muerte” Beltrán Leyva, el “jefe de jefes” del narcotráfico. Lo que se mostró como otro éxito certero sólo traerá una nueva escalada de violencia para ocupar el trono del rey depuesto con alguien cuyo apodo también lleve un mensaje letal. El combate más efectivo contra el narcotráfico es arruinarles el negocio. Y la única vía posible para hundirlo es legalizando el consumo. Todas las estrategias de guerra aplicadas en la región durante los últimos treinta años resultaron un fiasco, con un balance de muertos y de groseros gastos de dinero sin que nada haya cambiado. No se trata de alentar el consumo, sino de controlarlo mejor, invirtiendo esos mismos millones en salud pública y en campañas efectivas que no demonicen al consumidor ni lo atemoricen con un destino de represión y cárcel. Muchos se rasgaron las vestiduras cuando el sida dejó de tratarse como una enfermedad vinculada a los homosexuales y se trató como un mal que afectaba a todos por igual, lo que terminó produciendo resultados enormes. Esta es la perspectiva de igualdad que se debería plantear ante el consumo de drogas. Pero acaso no haya mayor semejanza para estos tiempos de cultura narco que con la era de la cultura alcohólica y sus carteles de asesinos que convertían las ciudades en feudos aptos para la rapiña. El mejor retrato de esa época ha sido trazado por el gran periodista norteamericano Lewis Allen, en su crónica Just Yesterday, “Tan sólo ayer” (1957). Allen enumera los difíciles pasos que debieron darse para la despenalización y para el regreso de los Estados Unidos a una vida normal. La ley seca tropezó primero con las normas de la Constitución federal, que exigía la aprobación de cada uno de los estados para imponerla. En todas las cámaras se oyeron debates estrepitosos que disgustaban al partido gobernante, pero la pluralidad de ideas enriqueció el futuro. El tránsito hacia un país nuevo fue más lento de lo que se había supuesto. Comenzó con un éxodo masivo de pequeños ahorristas a la Florida y con un aumento singular de los precios agrícolas, que enriqueció a miles de campesinos en el Medio Oeste. El obstáculo mayor en América latina para desterrar la cultura narco es la necesidad de que los países productores y exportadores de drogas compartan la responsabilidad de erradicarla con el principal país consumidor, cuyas intenciones no siempre han sido las de un buen vecino. Lewis Allen advierte, en su extraordinaria crónica, que la derrota de la cultura narco no se sintió de un día para el otro en los países ni en las vidas privadas. “La libertad que tan desesperadamente buscaban los jóvenes en el alcohol –escribe Allen– no se había perdido, pero resultaba difícil descubrir un verdadero cambio real en el empleo que se daba a esa libertad. Lo que había desaparecido era la excitada sensación de hacer pedazos los tabúes. Los frutos del pecado se estabilizaban en un nivel inferior. También desaparecía, al menos en parte, la histérica preocupación sobre las hazañas sexuales que habían caracterizado la época de posguerra. Sólo de una cosa se podía tener certeza: a los viejos capos ya no les sería tan fácil tender las mismas trampas. Nada se repetiría. El final del tiempo vuelve a menudo sobre sus pasos, pero siempre es para trazar un nuevo canal.”

SERGIO RAMIREZ PARA LA NACION

MASATEPE, Nicaragua UERA de los temas de institucionalidad y democracia, crisis económica y desempleo, los problemas dominantes de la agenda centroamericana para 2010 estarán necesariamente relacionados con la seguridad ciudadana. El año que concluye ha sido trágico en este sentido, con el repunte del tráfico de drogas y la multiplicación del número de delitos, principalmente los homicidios, y nada hace suponer que habrá un cambio dramático hacia la mejoría de estos saldos literalmente en rojo. En las elecciones presidenciales de Costa Rica, en febrero próximo, es probable que por primera vez resulte electa una mujer, Laura Chinchilla, la candidata del Partido Liberación Nacional (PLN) en el gobierno, y no es casual que haya ocupado el cargo de ministra de Seguridad Pública, para ofrecer ahora en su programa un combate eficaz contra los delitos, homicidios, asaltos, secuestros y robos a mano armada, para no hablar de la penetración de los carteles de la droga que utilizan al país como un puente, igual que ocurre con el resto de las naciones centroamericanas, dada su estratégica posición geográfica. El repunte en las encuestas del candidato del Movimiento Libertario (ML), Otto Guevara Guth, situado más a la derecha que Laura Chinchilla, hasta colocarse en el segundo lugar de las preferencias, tiene que ver también con su declaratoria de guerra al delito, que, como se ve, es el tema más sensitivo en la mente de los electores, en un país que hasta ahora ha sabido vender su imagen de “democracia segura”. Guevara Guth ha prometido, nada menos, que declarar la seguridad ciudadana “estado de emergencia”, algo que rebasa la institucio-

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nalidad democrática cuyo ejercicio ha sido consagrado por décadas en el país. En Nicaragua, donde el presidente Daniel Ortega se halla ya en campaña en busca de la reelección en las elecciones de 2011, para lo que hizo cambiar de un solo golpe la Constitución Política, por decreto de su Corte Suprema de Justicia, los carteles de la droga siguen prosperando, sobre todo en la costa del Caribe, pese a los repetidos golpes sufridos a manos de la Policía Nacional y del Ejército. A comienzos de diciembre, se reveló lo que muchos sospechaban, que los carteles colombianos y mexicanos se han apoderado de poblados enteros en el litoral atlántico, cuando hombres

En Nicaragua, los carteles colombianos y mexicanos se han apoderado de poblados enteros en el litoral atlántico armados atacaron a patrullas combinadas de la Marina y de la Policía desde la olvidada y miserable aldea costanera de Walpa Siksa, cercana a la barra del río Prinzapolka. Las patrullas llegaron en busca de una avioneta que había aterrizado en la zona cargada con 800 kilos de cocaína, y después del hecho sangriento, en el que perecieron varios militares, la “narcoaldea” quedó desierta de todos los hombres, que huyeron por la selva. En Honduras, El Salvador y en Guatemala, además del problema de la presencia de los carteles, está el de las maras, las pandillas juveniles que dominan barriadas completas por medio de métodos gánsteriles, y que suman a su cuenta decenas de asesinatos y

de actos de agresión, muchos de los cuales quedan en la impunidad. En El Salvador, donde el presidente Mauricio Funes se esfuerza por conquistar espacios democráticos en medio de una sorda pugna con la cúpula del partido guerrillero que lo llevó al poder, el Frente Farabundo Martí (FMLN), durante 2009 se produjo una media diaria de 13 homicidios, gran parte de ellos atribuidos a la mara Salvatrucha y a la mara 18, una cifra que coloca al país a la cabeza de los más violentos del mundo. En Honduras, donde las denuncias de violaciones a los derechos humanos son constantes y la presencia violenta de las pandillas, inconmovible, el dado de la suerte democrática quedará sobre el tapete una vez que tome posesión el nuevo presidente Porfirio Lobo, del conservador Partido Nacional, fruto de unas elecciones cuestionadas internacionalmente; esta debilidad, al faltarle el reconocimiento de países claves, tendrá que ver con la estabilidad interna necesariamente, y seguramente su principal tarea será buscar cómo revertirla. Y en Guatemala, asolada por la violencia, las maras, la miseria rural extrema y por la penetración constante de los carteles de la droga en la vida institucional y social, y donde el presidente Manuel Colom debe saltar sobre una red llena de huecos para apuntalar la supervivencia del Estado democrático, otra vez la víctima favorita han sido las mujeres, cuando más de 700 fueron asesinadas a lo largo del año recién terminado. Una red llena de huecos no sólo en Guatemala, sino en toda la región, donde al lado de la pobreza la inseguridad sienta sus reales. © LA NACION El autor, nicaragüense, es escritor.