d 0 c ume ntacion social

c) La liberación de recursos en los países industrializados de traídos a sus sectores ...... tina, Chile y Uruguay) y a la conflictiva región de Oriente Medio. 98.
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D 0 C UME NTACION SO CIAL

R E V IS TA DE ESTU DIO S S O C IALES Y DE SOCIOLOGIA APLICADA

DOCUMENTACION SOCIAL REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES Y DE SOCIOLOGIA APLICADA Núm. 52

Julio-Sepbre 1983

Consejero Delegado:

Antonio Sánchez Buenadicha Director:

Francisco Salinas Ramos Consejo de Redacción:

Javier Alonso Enrique del Río Presentación Fernández María Antonia Gallón José Navarro Miguel Roiz María Salas José Sánchez Jiménez EDITA:

CARITAS ESPAÑOLA San Bernardo, 99 bis, 7 °

MADRID-8 CONDICIONES DE SUSCRIPCION Y VENTA España: Suscripción a cuatro números, 1.250 ptas. Precio de este número: 350 pesetas Extranjero: Suscripción, 30 dólares. Número suelto, 12 dólares. DOCUMENTACION SOCIAL no se identifica necesa­ riamente con los juicios expresados en los trabajos firmados.

DOCUMENTACION SOCIAL REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES r DE SOCIOLOGIA APLICADA

Depósito legal: M. 4.389.—1971 Imprenta Sáez. Hierbabuena, 7. Madrid*29 Diseño de portada: Antonio Jiménez Lara

SUMARIO Presentación. L 9 ^ 1

ESTUDIOS

Naturaleza de la paz y de la guerra. Juan Gomis Sanahuja

23



2

Desarme y Desarrollo. Angel Viñas

43



3

Armamento y Desarrollo, Francisco Laguna Sanguirico

61



4

La política de bloques; 37 años de conflictividad, rearme y chantaje nuclear. Carlos A. Iriart

85

® 5

La industria del armamento y las necesidades socia­ les en España. Miguel Alonso Baquer

97



6

La industria militar en España. Andrés Felpeto

101



7

España ante la Paz y el Desarme. Marisa Rodríguez Mojón

n.o

52

J u lio

-

S e p tie m b r e 1983

II. 113



1

EXPERIEN CIA S

Aproximación histórica a la experiencia de los movi­ mientos pacifistas en Occidente. Alberto Rodríguez Gracia

133



2

Los cristianos y su lucha por la paz. Arcadi Oliveres i Boadella

151



3

Plataforma juvenil por la paz. Javier Celaya y Jesús Domínguez

165



4

La objeción de conciencia y la lucha por la paz: la aportación de la defensa no violenta. Javier Fernández Ruiz

III. 177



TEXTO S

Diversos documentos sobre la paz y el desarme. IV.

207



1

ASPECTOS PRACTICOS

Glosario de la carrera de armamentos. Andrés Felpeto

213



2

Movimientos pacifistas del Estado español. Alberto Rodríguez Gracia

219



3

Bibliografía.

P resentación

El mundo se encuentra en una ejícrucijada. La crisis económica va en aumento; como botón de muestra están la inflación y el paro. Junto a estos temas hay otro que desde hace un tiempo para acá viene pre­ ocupando a la humanidad es la amenaza de guerra y el aumento de armas nucleares. Así lo refleja el sondeo efectuado por el Instituto Atlántico para Estudios Internacionales de París (ver «E l País», 16-5-83). Según este sondeo, las dos grandes preocupaciones de los españoles son el paro y la amenaza de guerra. El 87 y 48 por 100, respectiva­ mente, de los españoles encuestados piensan así. Esta es la opinión también de la población de la mayoría de los países, especialmente en los denominados países de «democracias industriales». Mientras los esfuerzos de científicos y técnicos avanzan por erra­ dicar la enfermedad y alcanzar un mayor nivel de vida, asimismo evo­ luciona, de forma desmesurada y contradictoria, la industria bélica, generando una forzada y nueva dependencia de las grandes potencias. Erente a problemas tan acuciantes como el analfabetismo, el des­ empleo, el hambre, la sanidad, etc., nos encontramos que en tres minutos, aproximadamente, los aparatos militares de todo el mundo gastan más de tres millones de dólares en armamento y costes varios. Con ese mismo dinero que se gasta en apenas tres minutos podría pagarse el salario de un mes de trece mil jornaleros españoles o cons­ truir ochenta farmacias completamente equipadas. He aquí algunos datos más para ver el rostro genocida de la guerra:

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— «En lo que va de siglo, más de cien millones han muerto en diferentes conflictos armados. — En un mundo con ochocientos millones de analfabetos y en el que el cuarenta por ciento de la población carece de servicios médicos adecuados, los gastos militares son una vez y media superiores a los de educación y el doble de lo que se destina a sanidad. — El coste total del programa mundial de erradicación del paludismo equivale a la tercera parte del valor de un solo submarino nuclear Trident. — Un bombardeo estratégico cuesta lo mismo que el salario de 250.000 maestros durante un año, o 30 facultades de ciencias para mil estudiantes cada una, o 75 hospitales de 100 camas completamente equipados, o 50.000 trac­ tores. — Vara equipar, mantener y adiestrar un solo soldado, los presupuestos de defensa destinan 12.330 dólares al año. Vara la educación de un niño en el Tercer Mundo se dis­ pone apenas de 219 dólares. — Con el ritmo actual de gastos militares, cada ciudadano sacrifica algo más de tres años de salarios para pagar la carrera de armamento. — Ea cantidad de explosivos almacenada en el mundo es superior a la de los alimentos que se producen anual­ mente. En definitiva, con dinero de nuestros bolsillos, los dirigentes de uno y otro bloque han encontrado la forma de erradicar la especie humana. Sin embargo, aunque lleva muchos años, no han logrado solucionar los problemas del paro, el hambre, las enfermedades endé­ micas o la sencilla aspiración de una vida más justa y más feliz.» (Boletín del Grupo de Información sobre el Desarme y la Vaz de la Asociación Vro Derechos Humanos, abril 1983). La preocupación por buscar la paz ha sido una constante de la humanidad. Después de la segunda guerra mundial se han intensifi-

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cado los esfuerzos y por doquier han surgido grupos que buscan la paz y el desarme, el pueblo se ha manifestado en contra de lo que va siendo, lamentablemente, un componente más de nuestra vida diaria: los conflictos bélicos, el armamentismo, la guerra, etc.; representantes de gobiernos y organizaciones internacionales se han reunido, han firmado acuerdos, han hecho declaraciones, etc., que muchas veces se quedan en el papel. Los representantes de las Iglesias, tanto a nivel mundial com.o continental, por países o local, se han manifestado públicamente mediante documentos. Un ejemplo de ello son los dis­ cursos de los Lapas en distintas ocasiones, como el del Día de la Paz; los distintos documentos del Consejo Ecuménico de las Iglesias, la pastoral de los obispos alemanes, el d.ocumento de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos de América, los obispos latinoame­ ricanos, etc. Los periódicos constantemente vienen publicando artículos sobre el tema; varias revistas españolas de pensamiento cristiano y no, han dedicado en los dos últimos años una serie de números en torno al tema de la paz, la violencia, el desarme. El tercer congreso de Teología que convoca la Asociación de Teólogos «Juan X X III» está dedicado al tema de paz. DOCUMENTACION SOCIAL, no por snobismo, sino porque es un tema de actualidad, quiere contribuir a crear opinión sobre el tema de la PAZ Y E L DESARME. Sin duda que la paz de la que hablamos es mucho más que la simple ausencia de guerra y de violencia y supera el clásico concepto de seguridad. Entendemos la paz como «la manera cómo hombres y poblaciones conviven y se conducen en su ambiente natural y en su destino final». Entendemos también, con A. Viñas, que el concepto de DESARME admite generalmente cuatro acepciones bien diferenciadas: la reduc­ ción o limitación obligatoria impuestas a un país o grupo de países como consecuencia de una derrota o una guerra perdida; el acuerdo de no instalar armas en zonas geográficas determinadas; la abolición general y completa de los arsenales y, por último, la limitación o re­ ducción en los niveles nacionales de fuerzas y armamentos a través de una acción internacional concertada. Esta última es la acepción a que con mayor frecuencia se hace referencia en la actualidad y a la que la mayoría de los artículos responden. De cuatro partes consta el número de DOCUMENTACION SO-

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CIAL sobre «PAZ Y DESARM E». En la primera se ofrecen seis artículos de opinión donde los autores analizan la «naturaleza de la paz y de la guerra», la situación de la carrera del armamento, la indus­ tria del arma^nento, el desarme y el desarrollo, la política de bloques y Es^paña ante la paz y el desarme. La segunda parte ofrece unos apuntes para hacer la historia de los movimientos pacifistas, y la opinión y acción de tres grupos: Justicia y Paz, Movimiento de Objetores de Conciencia y Plataforma Juvenil por la Paz, sobre el tema. En la tercera parte se ofrecen diversos textos que hablan sobre la paz y el desarme, y en la cuarta se presenta una selección bibliográfica, un glosario y una relación de instituciones y movimientos que trabajan por la paz y el desarme. DOCUMENTACION SOCIAL no necesariamente se identifica con los planteamientos expresados en los trabajos firmados por sus autores.

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Naturaleza de la paz y de la guerra Juan Gomis Sanahuja Justicia y Paz

Vivir en paz... El título de aquella famosa película de Luigi Zampa, ¿expresa realmente la aspiración profunda de los individuos y de las sociedades que forman? ¿S q trata de una utopía irrealiza­ ble o bien es un progreso que resulta razonable plantearse? ¿Es uno de los polos de un conflicto perenne del ser humano y de la sociedad? Recuerdo que años atrás escuché por casualidad una emisión de radio en lengua francesa. El programa consistía simplemente en eso: una voz decía ¡la guerra! y se oían alaridos, lamentos, explo­ siones, llantos, gritos... Después la voz decía ¡la paz!, y podían escucharse risas, voces jubilosas, ambiente de despreocupación, mú­ sicas festivas... Entonces la voz exclamaba de nuevo ¡la guerra! y se repetía todo exactamente igual. Al principio parecía un gran acierto que describía una realidad repetida. Se diría que el intento era retratar una humanidad in­ consciente, incapaz de aprender, cayendo de nuevo en los horro­ res de la guerra, recuperando la paz con alegría ruidosa y pronto superficial. Semejaba un lúcido retrato de la historia de la huma­ nidad. Pero lo que sucedía es que las dos breves secuencias sono­ ras iban repitiéndose sin cesar. Los que oíamos la radio y al prin­ cipio reaccionamos favorablemente al ingenio de la emisión no

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10

pudimos aguantarla mucho más. ¿Cinco, ocho minutos resistimos aquella alternancia que se hacía obsesiva? Aquella especie de concentrado del absurdo y de la estupidez resultaba, con todo, una descripción sarcástica de la historia de la humanidad, una especie de versión radiofónica de las conocidas palabras shakesperianas sobre la vida como el cuento sin sentido que narra con mucho ruido y frenesí un idiota. Una historia sin sentido pero que añade la tragedia de la guerra: la muerte violenta causada por otros humanos, las catástrofes, enfermedades, desdi­ chas y destrucciones que están en el núcleo de toda guerra, por más que la necesidad de las propagandas haya querido adornar a las guerras — o más exactamente al bando propio en una guerra— de bellezas y grandezas sencillamente mendaces. La historia de la humanidad puede verse como una paz frágil interrumpida por guerras que rebrotan como un fuego veraniego jamás apagado del todo en los vastos bosques. Un fuego que por otra parte es cada vez más mortífero, desde el hacha de sílex a los últimos ingenios — ¿por qué les llaman ingenios?— nucleares. El geógrafo Josué de Castro, en su «Geopolítica del hambre», llegó a afirmar que «E l hambre y la guerra no obedecen a leyes de la naturaleza. Son en realidad creaciones humanas», y para argumen­ tar su afirmación recordaba que en los descubrimientos de los gru­ pos humanos más primitivos no se encuentran instrumentos y seña­ les de guerra organizada, así como tampoco se hallan signos de carencias alimentarias o hambre en los esqueletos fosilizados. Por su parte Margared Mead afirma que la guerra es una invención cultural», no una necesidad biológica. Sea lo que fuere lo que ocurría en la prehistoria, y aun en los grupos muy primitivos que subsistieron o todavía subsisten en tiempos contemporáneos, la guerra ha sido una de las protagonistas de la historia — «la violencia partera de la historia», recuerdan— . ¿Es ello responsabilidad del individuo, de esa tan citada y escurri­ diza naturaleza humana? ¿La responsabilidad recae en el grupo social sin el que en rigor apenas es pensable el individuo? Y a éstas y a las preguntas ya hechas me permitirán añadir todavía otra: ^se ha considerado siquiera que la guerra es un mal?

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11 L O S C O N F L IC T O S D E L IN D IV ID U O Y D E LA S O C IE D A D

Lo indicado hasta aquí creo que nos conduce hacia una realidad: el conflicto. No sólo porque la guerra es, como escribe Salvador Giner, «la más grave y preocupante expresión conflictiva entre los seres humanos», sino porque ya las primeras aproximaciones sobre la cuestión revelan a cada paso el conflicto. El mero intento de -averiguación de las causas individuales que pueda haber en la guerra nos recuerda el carácter tan frecuentemente conflictivo del ser humano. Un poeta podrá escribir: «Hay otro hombre en mi interior que es contrario a mi vivir», mientras un psicólogo hablará por ejem­ plo de «pulsiones». Se trata siempre de tensiones y luchas internas que pueden terminar en eso que consideramos un equilibrio saluda­ ble o pueden dar con el psiquismo, las carnes y los huesos del enfermo en lo que ayer se llamaba manicomio. Las interrogaciones sobre las causas personales de las violencias armadas ejercidas por un ser humano se volverán problemáticas: quién sabe al pronto qué conflictos más o menos escondidos se expresan o estallan en un acto parecido? Psicólogos, antropólogos, zoólogos han efectuado, más bien re­ cientemente, sus aportaciones a estos temas.. Desde el darwinismo que trata de la supervivencia de los más fuertes y convierte la lucha por la vida y aun el conflicto bélico en un aspecto de la selección natural, hasta la teoría de las compensaciones, pasando por todas las aportaciones de Freud acerca de los elementos agre­ sivos y destructivos en el ser humano, hay una serie de aportaciones 800 .............................

206.322 120.655 143.268 93.900 8.925 19.600 5.117 6.594 7.889

211.660 108.537 153.456 102.700 28.432 30.124 5.705 10.527 13.892

219.690 111.236 161.296 107.300 35.507 38.440 6.662 9.061 22.717

Total m u n d ia l...........................................................................

379.515

425.866

455.311

NOTA, resto de Europa (salvo Albania y Yugoslavia), Australia, Nueva Zelanda, Japón, Israel y Sudáfrica. Países del Pacto de Varsovia, Albania, Corea del Norte, Mongolia, China y Cuba. Irán, Irak, Kuwait, Arabia Saudita, Emiratos árabes reunidos, Indonesia, Argelia, Gabón, Libia, Nigeria, Ecua­ dor, Venezuela. Se excluye Quatar e incluye Ornan. Fuente: SIP R I, Yearbook, op. cit., p. 158. v-a

56 C uadro núm . 2 D ISTRIBU CIO N D E LO S GA STO S M ILITA RES M UNDIALES (En porcentajes)

NATO ...............................

USA ........................... Pacto de Varsovia ........

U R S S ......................... Otros países industriales Tercer Mundo ................. China ...............................

1971

1980

49 32 27 25 5 9 10

43 24 26 24 6 16 9

Fuente: SIPRI, Yearbook 1981, op. cit., p. 9.

C uadro núm . 3 IM PO RTACIO NES D E ARMAMENTO (En miles de millones, dólares de 1977)

1969 1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 1977 1978

.................................... ................................... ............................. ... .................................... .................................... .................................... .................................... .................................... .................................... ....................................

............................. ............................. ............................. ............................. ............................. ............................. ............................. ............................. ............................. .............................

Países desarrollados

Países no desarrollados

3,2 2,7 2,5 4,4 4,6 4,1 3,9 4,4 4,1 3,6

6,2 6,4 6,9 10,3 13,0 10,2 10,1 12,9 15,2 15,5

Fuente: P ier re , op. cit., p. 11, con datos de la US Arms Control and Disarmament Agenc3% World Military Expenditures and Arms Transfers, 1969-1978.

¡O Indice

C uadro

núm.

4

COM PARACIO N D E G A STO S M IL IT A R E S R E G IO N A L IZ A D O S (En miles de millones de dólares de 1976 y porcentajes)

Gastos militares

Gastos mili­ tares/PN B

PNB

Gastos militares per capita

Fuerzas Armadas (en millares)

TO TA LES 1% 8 1977 Mundo................ Países desarrollados.. Países sub­ desarrollados.. R E G IO N ES América del Norte.............. NATO, Europa. Africa.................. Asia Oriental... Iberoamérica ... Oriente Medio.. Oceanía............... Asia Meridional.

% A

1^68 1977

% A

1^68 1977 1968 1977 % A

1968

1977

% A

358

441

23,2 4.990 7.240

45,1

7,2

3,7

101

97

— 4,0

24.300 26.300

305

319

4,6 4.110 5.700

38,7

7,4

3,6

311

302

— 2,9

11.900 10.600 — 10,9

54

92

877 1.560

77,9

6,1

3,9

21

29

38,1

100 — 25,4 1.540 1.970 57 23,9 1.110 1.530 6 100,0 107 169 48 592 1.100 41,1 50,0 212 361 6 196 26 271,4 89 3 83 114 116 4 33,3 84

28,0 37,8 57,9 85,8 70,3 120,2 37,3 38,1

8,7 4,1 2,6 5,8 1,8 7,7 3,5 3,1

3,1 3,7 3,4 4,3 1,3 13,1 2,3 3,4

604 152 9 28 14 71 164 4

134 46 3 34 4 7 3 3

70,4

414 — 31,3 176 15,8 15 66,6 32 14,3 16 14,3 207 191,5 137 — 16,5 5 25,0

12.500 15.600

3.660 3.150 635 6.680 1.060 841 93 1.970

8,2

24,8

2.180 — 40,4 2.800 — 11,1 1.340 111,0 7.850 17,5 35,8 1.440 76,0 1.480 87 — 6,5 2.180 10,7

Fuente: Moustafa Ahmed Moustafa, «Military Security, Armaments, and Development in the Third W orld», Development and Peace, otoño de 1981, pp. 22-36, con datos de la US Arms and Control Disarmament Agency, World Military Expenditures and Arms Transfers, 1968-1977.

Ui

58 D IST R IBU C IO N D E LOS GASTO S M ILITA R ES M UNDIALES, 1955-1980 (Porcentaje)

Agrupación

1955 1960

Estados poseedores de armas nuclea­ res (a) ... ........................................... 81,4 Cuatro principales exportadores de ar­ mas (b) ................................................ 76,2

1965

1970

1975 1980

78,9

76,0

75,8

67,1

64,6

73,3

67,4

65,8

57,4

55,8

OTAN y Organización del Tratado de Varsovia ....................................... 86,9 85,4 80,5 77,4 70,5 68,8 Estados Unidos y URSS (c) .......... (68,7) (63,7) (48,9) (47,4) (31,9) (27,1) Otros países desarrollados (d) .......... 9,8 10,1 13,6 15,4 16,0 15,1 Países en desarrollo, a saber: Países en desarrollo, a sa b e r ............... 3,3 4,5 5,9 7,2 135 16,1 Oriente Medio (e) .......................... 0,6 0,9 1,3 2,2 7,3 7,8 Asia Meridional ................................ 0,6 0,6 1,1 0,9 0,9 1,1 Lejano Oriente (f) ......................... 1,0 1,4 1,4 1,6 1,9 3,6 Africa (g) ............................................ 0,1 0,3 0,8 1,2 1,8 1,7 América L a t in a ................................... 1,0 1,3 1,3 1,3 1,6 1,8 Fuente: World Armaments and Disarmament, SIPRI, Yearbook 1981, pági­ nas 156 a 169 (para todas las notas, salvo la (c). (a) Estados Unidos, URSS, Francia, Reino Unido, China. (b) Estados Unidos, URSS, Francia, Reino Unido. (c) La comunidad internacional que se ocupa de estas cuestiones considera que las cifras del presupuesto militar de uno de estos países no sondirecta­ mente comparables con las de las mayoría de los otros países en razón de las diferencias en el contenido y de las dificultades con el tipo de conversión de la moneda. E l SIP R I calcula que la parte que corresponde a los Estados Uni­ dos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en los gastos militares mun­ diales es la siguiente:

1955

1960

1965

1970

1975

1980

66,0 62,6 58,2 58,7 50,0 48,0 (d) Europa, con exclusión de los miembros de la OTAN y la Organización del Tratado de Varsovia, más Australia, China, Israel, Japón, Nueva Zelanda y Sudáfrica. (e) Con exclusión de Israel. (f) Con exclusión de China y el Japón. (g) Con exclusión de Sudáfrica.

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59

Entre los países desarrollados se incluyen los miembros de la OTAN y de la 0rganÍ2ación dél Tratado de Varsovia, otros países de Europa y Australia, China, Israel, Japón , Nueva Zelandia y Sudáfrica. F u e n te : Organismo de Control de Armas y Desarme de los EE.UU., W o rld M ilita r/ E x p e n d it u r e s a n d A r m s T ra n s fe r , Washington, D.C., diversos años.

¡O índice

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La política de bloques: 37 años de conflictividad, rearme y chantaje nuclear Garios A. Iriat Periodista y miembro del grupo de infor­ mación por la Paz y el Desarme de la Asociación Pro-Derechos Humanos

La aparición de los bloques es un fenómeno político y militar surgido de una situación histórica muy particular — el fin de la Segunda Guerra Mundial— en la que los dos países más pode­ rosos tras la contienda, pasaron de una circunstancial colaboración a una oposición absoluta, erigiéndose como modelos y paladines de dos sistemas ideológicos-políticos irreconciliables. Para la Ciencia Política, el concepto de bloque reemplaza y supera al ya secular concepto de «alianza». Mientras la alianza se apoya en las reglas y usos habituales del derecho internacional y presupone que los países concertantes participan en un plano — al menos formal— de igualdad, el bloque se caracteriza por una es­ tructura jerárquica y con un fuerte componente militar. La relación entre estados concebida de esta forma albergó, desde sus inicios, el imperativo de una mayor integración económica, una estrategia ofensiva-defensiva común y una mayor homogenei­ dad política, entre los miembros de cada bloque. La historia de los últimos años demostró que este proceso «unificador» fue trau­ mático y no exento de crisis. A su vez, el tratamiento de estas crisis — Hungría (1956), Checoslovaquia (1968) y la amenaza de invasión americana en Grecia (1947)— revelarían el papel hege-

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mónico e intimidatorio de los países líderes en la nueva situación y, al mismo tiempo, la dificultad para el ensayo de vías propias o alternativas de desarrollo por los países integrados en ambos blo­ ques. Los orígenes del enfrentamiento entre el «este» y el «oeste» se remontan a la consolidación de Rusia como gran potencia en el siglo X V I I I . Muchos de los conflictos claves de la historia moderna se libraron en territorio ruso: la invasión napoleónica de 1812; la guerra de Crimea en 1845-55; el frente de la Primera Guerra Mundial, y la intervención de Europa durante la Guerra Civil de 1918-1921. Sería, no obstante, la particular relación de fuerzas surgidas al final de la Segunda Guerra, la que organizaría las fuer­ zas de este tradicional antagonismo en la nueva configuración de bloques. Si bien el marco formal del nacimiento de los bloques se pacta en el Acuerdo de Yalta y la Conferencia de Potsdam (febrero y julio de 1945, respectivamente), el inicio de la política de bloque puede rastrearse en el discurso pronunciado en Ful ton (Gran Bre­ taña) por W. Churchill, en mayo de 1946. «Desde Stetlin, en el Báltico, hasta Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente europeo una cortina de hierro», afirmó el líder británico. Con estas palabras se inauguraba una nueva concepción para entender y desarrollar lo que comunmente llamamos «política internacional» y que ha signado la relación entre pueblos y estados en estos últi­ mos treinta y siete años. Así nació la «Guerra Fría». Si bien los pactos de Yalta y Potsdam eran precisos en la definición del área de influencia europea de cada potencia, dejaban librada a la política de hechos la definición de las áreas de domi­ nación soviética y americana en el resto del planeta. Lógicamente, los Estados Unidos, al no haber soportado los efectos de la guerra en su propio territorio y disponer, además, de una economía más saneada que la soviética, estaban mejor situados para emprender esa cruzada. En este sentido, son elocuentes los documentos reunidos en el Programa de Estudios para la Paz y la Guerra, elaborados por el Departamento de Estado y el Consejo de Relaciones Exteriores ame­ ricanos, entre 1939 y 1945. En ellos se advierte que los estrategas americanos tenían una idea muy clara de la ventajosa situación en

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la que su país llegaría al final de la Segunda Guerra. Su dedica­ ción fue, por lo tanto, programar la organización del nuevo mapa político y económico mundial y para ello crearon un nuevo con­ cepto — la Gran Area— que, según sus propias palabras: «es el área geográfica estratégicamente necesaria para el control mun­ dial». Se explica, además, que la política de la Gran Area buscaba establecer zonas del mundo que deberían ser abiertas a la inver­ sión, a la repatriación de beneficios y a la obtención de materias primas básicas. Este programa de estudios define como área mínimo: todo el hemisferio occidental, el antiguo Imperio Británico — que estaba en proceso de desmántelamiento— y el Lejano Oriente. Entre este mínimo y la totalidad del planeta existiría una frontera flexible que dibujaría la Gran Area. Desde un comienzo, los planificadores americanos supusieron que esta ambiciosa estrategia debía montarse sobre dos elementos claves, complementarios entre sí: — Convencer a la población estadounidense de que la guerra no había terminado, manteniendo un constante estado de opiniones anticomunista y pre-bélico. — Mantener y potenciar la industria de armamentos, asegu­ rando una notoria superioridad en el planeta. Conviene ver estos dos puntos por separado. Durante los pri­ meros años de la posguerra y por lo menos hasta la muerte de Stalin y el fin de la guerra de Corea, todo Occidente vivió con la respiración contenida, ante los permanentes rumores de una inva­ sión soviética. En los Estados Unidos el clima era, obviamente, más dramático, y al amparo de esta situación se organizaron las célebres campañas depuradoras del senador Me Carthy, contra todo lo que oliera a progresismo en sindicatos, espectáculos y administración pública. La decisión de la URSS de no desmilitarizar sus fuerzas tras finalizar la guerra, sumada a ciertas torpezas de la política exterior soviética, fueron la justificación ideológica y política de esta cru­ zada. Sobre las torpezas hay poco que decir. En los primeros meses

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de la posguerra había existido un intento ruso de apoyar un movi­ miento azerbaijano en el norte de Irán y obtener algunas concesio­ nes petroleras. No obstante, Stalin clausuró definitivamente la aventura al ser presionado por Londres, insistiendo que esa era una región de intereses británicos. Paralelamente, el mismo Stalin había intentado anular la Convención de Montreaux (1945), que le dio el control el Estrecho de los Dardanelos a Occidente y propu­ so, a cambio, la internacionalización de ese estrecho. La propuesta fue considerada escandalosa y el gobierno americano se sintió en la obligación de desplazar su flota a la región. Sobre estos argumentos, a los que fue sumada una exagerada alarma por los enfrentamientos internos en Grecia, se montó una verdadera campaña de agitación internacional. Dean Achesson, con­ gresista americano de aquel período y defensor a ultranza de la estrategia de «guerra fría», relata claramente los argumentos ofi­ ciales en un libro de memorias de reciente aparición: El presente en la Creación. El mismo fue encargado de defender la doctrina Truman (Gran Area) frente al pleno de la Cámara, subrayando la amenaza soviética en Irán, los Dardanelos y Grecia. Si los sovié­ ticos penetraban en cualquiera de ellos, dijo, se expandirá la po­ dredumbre por puro contagio, primero hacia el Indico, las zonas petroleras y el sureste asiático y, a continuación, hacia Europa Meridional, donde Italia y Francia estaban siendo amenazadas por los mayores partidos comunistas del mundo. Lo paradójico de esta intervención parlamentaria fue el haber obtenido el respaldo de la mayoría de los congresistas con unos pocos argumentos adulte­ rados. El mismo Achesson sabría que la URSS estaba demasiado ocupada en resolver los problemas de su endeble economía de pos­ guerra. Sin embargo, estos razonamientos tenían también como destinataria a la población americana que, tras la guerra, quería desmovilizar el Ejército, pedía neveras, confort, etc. Los planifica­ dores de la Gran Area estaban muy preocupados por esa tendencia y cuando, por fin, la Doctrina Truman fue aprobada, Clark Cliffood (asesor de la Casa Blanca), convenció al presidente Truman que ese era el inicio de una campaña destinada a convencer a la pobla­ ción de que la guerra no había termindo. Cumplida esta primera etapa y con una opinión pública sufi­ cientemente agitada, no fue difícil construir el segundo pilar básico

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sobre el que debería asentarse la estrategia global: aumentar los presupuestos militares y desarrollar la industria bélica. En este sentido es elocuente un segundo documento del gobierno americano (1950), conocido como NSC 68, que se mantuvo en secreto hasta 1975, en el que se proclama que «la guerra fría es una guerra verdadera». En él se encuentran los fundamentos claves que hicieron posible, en sólo un año y en período de paz, cuadru­ plicar los gastos militares, llevándolos de 13.000 a 50.000 millones de dólares. Varios meses más tarde sobrevendría la incursión ame­ ricana en la Guerra de Corea y una nueva oleada de histeria, agita­ da por sospechas acerca de los rusos tomando posesión del mundo. Igualmente elocuentes son las declaraciones de Charles Wilson, director de la General Electric al finalizar la Seguda Guerra, quien afirma que «es necesario contar con una economía de guerra per­ manente». De esta forma, los preparativos militares podrían ser «un proyecto continuado y no producto de una emergencia». Pocos años más tarde, entre 1953 y 1957, Wilson sería nombrado Se­ cretario de Defensa de la administración del presidente Eisenhower. Esta escalada armamentista escondía lo que, para la Casa Blan­ ca, era im «objetivo estratégico» y que ya fue explicitado bajo el gobierno de Truman: «poner al Kremlin fuera de toda situación de equilibrio, forzando el incremento de los medios soviéticos nece­ sarios para tomar contramedidas». En el mismo sentido se pronun­ ciaba en 1961 Henry Rowan (alto funcionario del Pentágono): «un fortalecimiento muy grande del armamento americano obligará a la URSS a incrementar su presupuesto armamentístico (...) un gran crecimiento de su presupuesto de defensa frenará sus inver­ siones industriales, reduciendo significativamente el nivel de vida de los consumidores». Algo más contundente fueron los miembros del Foreign Policy Researde Instituto (Universidad de Pensilvania) al recomendar: «una carrera armamentística en serio podría rom­ per la columna vertebral de la economía soviética». Esta política de acorralamiento de la economía soviética por el camino del crecimiento bélico, demostraría más tarde su invia­ bilidad, ya que «los bienes armamentistas de los países del Este resultan un tercio más baratos de fabricación que los del Oeste», debido a «fuerza de trabajo barato, procedimientos de fabricación simples y producción en serie».

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Deliberadamente nos hemos extendido en el análisis de los primeros años de la «guerra fría», por entender que es el período en el que se fraguaron las claves para el desarrollo posterior de la política de los bloques. Intentaremos, a partir de aquí, resumir esas claves o, tal vez mejor dicho, las alarmantes consecuencias de esta particular configuración de la política internacional en los últimos treinta y siete años. C R E C IM IE N T O A C E L E R A D O D E LA C A R R E R A D E A R M A M E N T O S

En ninguna otra época de la historia, los armamentos tuvieron un impulso renovador tan sostenido como en la era nuclear. Más preocupante aún son las características mismas de las sucesivas generaciones de armas, concebidas como elementos de destrucción masiva y, por lo tanto, plausibles de ser utilizadas contra objetivos civiles (poblaciones, centros industriales, etc.). En relación con este dramático rasgo y siguiendo un curioso razonamiento, el filósofo italiano Norberto Bobio afirma que la aparición de las armas ter­ monucleares y su actual capacidad de borrar la vida humana de la faz de la tierra, cuestiona la base misma de la filosofía y replan­ tea a la civilización sus interrogantes iniciales. «Ante la guerra nuclear — asegura— ya no podemos sostener ciertas teorías tradi­ cionales de justificación de la guerra y nos vemos obligados a reconocer que ella es un mal absoluto, sin condicionamientos.» Ajenos a las preocupaciones filosóficas, los dirigentes de uno y otro bloque se han enfrentado en una feroz carrera por obtener el liderazgo de la capacidad genocida, cuyo calendario puede resumirse como sigue: USA 1945 1948 1952 1958 1958

ARMA Bomba Atómica. Bombardero Intercontinental. Bomba de Hidrógeno. Misil Balístico Intercontinental. Satélite Espacial.

URSS 1949 1955 1955 1957 1957

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1960 1964 1972 1970 1982

Misil Balístico instalado en submarino. Misil de Cabeza Nuclear Múltiple. Misil Anti-Balístico. Misiles de Cabeza Múltiple guiadoa in­ dependientemente. Misiles de Crucero (Euromisiles).

1968 1973 1968 1975 198?

Este cuadro, elaborado y publicado por los senadores ameri­ canos Eduard Kennedy y Mark Hatfield, en su libro Freeze, con­ firma lo que es una convicción entre los estudios independientes de la carrera de armamentos; los Estados Unidos han ido por delante en la dinámica del rearme. Una opinión elocuente, en ese mismo sentido, es la del ex­ embajador americano en Moscú — George Keenan— , personaje que desarrolló la estrategia de guerra fría durante el mandato de Eisenhower y, por lo tanto, nada sospechoso de simpatías con el Este: «Debemos recordar que hemos sido los norteamericanos quienes, en casi cada paso del camino, hemos tomado la delantera en el desarrollo de los armamentos nucleares. Somos nosotros quienes los produjimos primero y los probamos; fuimos los primeros en elevar su nivel de destructividad con la bomba de hidrógeno; quienes introdujimos las cabezas múltiples; quienes rechazamos toda pro­ puesta de renunciar a ser los primeros en dar un golpe nuclear, y nosotros solos, con la ayuda de Dios, quienes hemos usado estas armas con saña contra otros, contra decenas de miles de civiles». Estos razonamientos — amparados en una irrefutable lógica— no sirven, sin embargo, para suponer que ésta es una historia de buenos y de malos. A la URSS le cabe la responsabilidad de no haber intentado desarrollar con suficiente energía, un lenguaje político y un mecanismo no beligerante para resolver los conflictos. Amén de que ciertos rasgos de su política exterior (Afganistán, ex­ portación de armas al Tercer Mundo, Polonia, control ideológico y político de sus aliados, etc,), ofrecen periódicas justificaciones a la lógica belicista americana. Ambas potencias han logrado almacenar en sus arsenales el equivalente a tres toneladas de TNT, por habitante del mundo. Cuando estos arsenales ponen en juego la supervivencia de la vida

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sobre el planeta, resulta poco relevante si frente a los 30.000 pro­ yectiles nucleares americanos, la URSS tiene sólo 20.000. Una y otra estrategia armamentista se apoyó en altísimos costes sociales, con recortes sustanciales a los presupuestos de educación, cultura, sanidad, ayuda a países en desarrollo, etc. D E S A R R O L L O D E L C O M P L E JO M IL IT A R -IN D U S T R IA L

Este ha sido un requisito básico y, al mismo tiempo, una conse­ cuencia de la carrera de armamentos. Con la denominación de «complejo militar-industrial» se designa a la trama de empresas privadas, empresas estatales, universidades y centros de investiga­ ción, publicaciones, intermediarios comerciales, suministradores de tecnología complementaria y organismos financieros que participan en la producción y comercialización de armamento bélico. Curiosa­ mente, la expresión fue acuñada por el ex-presidente Dwight Eisenhower, quien señaló — hace más de veinte años— , en su discurso de despedida de la Casa Blanca, los peligros que para la democracia encerraba el crecimiento de esta estructura: «La conjunción de un inmenso estamento militar y una vasta industria bélica, es una experiencia nueva en los Estados Unidos. La influencia totaliza­ dora — en el terreno económico, político y aún espiritual— se siente cada día en cada ciudad y en cada rincón de la sociedad. Admi­ timos la necesidad imperativa de ese desarrollo, pero no debemos dejar de lado el comprender sus profundas implicaciones. Toda nuestra vida y recursos están en juego, y así, toda estructura de nuestra sociedad. Debemos estar en guardia contra la influencia desmedida del complejo militar-industrial. Nunca debemos permitir que el poder de la combinación de lo militar con lo industrial, ponga en peligro nuestras libertades y proceso democrático». Algunas cifras son imprescindibles para comprender la verdade­ ra dimensión de este fenómeno, cuyas ramificaciones tienen una presencia protagónica en sectores tan dispares como la investiga­ ción espacial, la producción de alimentos, la dirigencia política y económica de los principales países, las universidades, las nuevas industrias de microinformática, bioenergía, etc. El ejemplo más

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característico vuelveh a ser los Estados Unidos^ ya que su industria militar desborda la comparación con otros países. El volumen des­ pilfarrador de sus presupuestos militares — 1.653 miles de millones de dólares para los próximos cinco años— han logrado que, en los últimos veinte años, las empresas punteras de la economía nacional integraran su desarrollo en el imparable crecimiento de la indus­ tria bélica. De esta forma, el liderazgo económico, la decisión polí­ tica y el mando militar han logrado ser concentrados en una res­ tringida cúpula de dirigencia mixta, reproduciendo así — tras 200 años de historia moderna— un neoabsolutismo tecnocrático de clara vocación planetaria. Más de 25.000 contratistas de la iniciativa privada reciben anualmente del Pentágono pedidos que superan los 50.000 millo­ nes de dólares. La cifra cobra su veradera dimensión al descubrir que representa casi el doble de toda la producción industrial espa­ ñola de 1878. Un solo dato más podrá ilustrar la magnitud de este emporio: las 20 empresas que en 1978 obtuvieron contratos del Pentágono, por valor superior a los 500 millones de dólares, dan empleo a casi dos millones de trabajadores. La comparación de las cifras podrán sucederse hasta el hartaz^ go o el horror, para terminar, siempre confirmando que nos en­ contramos frente a una pirámide de amplísima base (económica y social), que absorbe en su funcionamiento los más variados recursos (presupuestos gubernamentales, materias primas no renovables, 400.000 científicos dedicados a la investigación militar; demanda crecente en el mercado de capitales); que está dirigida, a nivel mun­ dial, por menos de mil individuos y que arroja en su producción bienes improductivos, que no son susceptibles de ser utilizados' por la sociedad civil y con un limitadísimo tiempo d.e vida útil. En el bloque del Este la situación no es más alentadora. «En el plano del abastecimiento — dice la investigadora Mary Kaldor— las armas son producidas por el mismo tipo de empresas que carac­ terizan la totalidad de la economía planificada centralmente. A di­ ferencia de las occidentales, las instituciones de investigación, los departamentos de diseño y las fábricas de producción están orga­ nizadas como entidades separadas bajo control de nueve ministe­ rios de defensa diferentes». (...) «Si la estabilidad de los principales

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70 contratistas frenaba el proceso de cambio industrial en Occidente, es obvio, por tanto, que esta misma tendencia al conservadurismo y a la continuidad es también típica de la totalidad de la economía soviética. En el plano de la demanda, sin embargo, los armamentos están caracterizados por la competitividad (con Occidente). El ar­ mamento es en la Unión Soviética un producto privilegiado; se ha dicho frecuentemente que el sector armamentístico es el único sector que goza de una soberanía de consumidor en el sistema sovié­ tico, y esto es evidente en el sistema de prioridades. El sector arma­ mentístico recibe las mejores piezas y maquinarias; puede requisar materiales escasos; los empleados del sector de defensa perciben mayores salarios y obtienen mejores beneficios no monetarios; las peticiones y órdenes de la administración tienden a realizarse con mayor rapidez».

H E G E M O N IA D E L A PA R A TO M IL IT A R S O B R E LA S O C IE D A D C I V I L

Este crecimiento inusitado y privilegiado de lo militar ha pro­ vocado una escisión jerárquica entre las estructuras de la defensa y las estructuras civiles de la sociedad. El «militarismo» es un rasgo histórico conocido en muchas sociedades, pero que al menos en el hemisferio norte, se creía superado tras los procesos liberales y laicos de los últimos dos siglos. El aumento de la conflictividad (140 guerras desde 1945) y la necesidad de los bloques de conso­ lidar militarmente su dominio en diferentes áreas del globo, han fortalecido esta tendencia hasta convertirla en eje de una particular manera de entender y practicar la actividad política. Por ello, el concepto de «militarismo» no debe confundirse con «militar», pues, aunque se trate de una prolongación de ese ámbito, llega a superar las funciones específicas del mismo. Según una acertada definición del investigador americano Michel Klare, se trata de «la tendencia de los aparatos militares de una nación (fuerzas armadas, paramilitares, burocráticas y servicios secretos) en asumir un control siempre creciente sobre la vida y el comporta­ miento de sus ciudadanos, sea por medios militares (preparación de la guerra, adquisición de armamentos, desarrollo de la industria

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militar) o por valores militares (centralización de la autoridad, jerarquización, disciplina y conformismo, combatividad y xenofobia) tendientes a dominar cada vez más la cultura, la educación, los medios de comunicación, la religión, la política y la economía na­ cional, a expensas de la institución civil». De una forma más genérica, el investigador catalán Vicens Pisas lo describe como «un modelo de desarrollo nacional e internacional en el que las dimensiones económicas, políticas y culturales de la vida son progresivamente dominadas por la guerra, las preparacio­ nes a la guerra y el condicionamiento de la vida pública en función de las prioridades militares, sea en el campo de la estrategia, de la defensa armada o de la industria bélica». El «militarismo» es, por lo tanto, un rasgo esencial de la política de bloques, de cuyo tronco se desprenden otros elementos que ayudarán a comprender la magnitud de esta escalada: — Política de rearme continuo. — Incremento del potencial destructivo de cada nueva genera­ ción de armas. — Aumento de la posibilidad de un conflicto nuclear. — Apoyo sostenido a la investigación y desarrollo del material bélico. — Aumento de la conflictividad bélica en el Tercer Mundo y del comercio de armas y transferencia de tecnología militar. -— Autonomía, relevancia y participación de las industrias bé­ licas en la decisión política. — División internacional de las zonas de conflicto abierto. — Importancia de la guerra económica-financiera como método de penetración imperialista. — Golpismo. — Desarrollo de la contrainsurgencia. — Militarización de los conflictos sociales mediante el control del Estado. — Control de la producción y comercialización de alimentos (food-power) y su utilización como arma de presión frente a los gobiernos.

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72 Aún sabiendo que faltan en estas líneas un conjunto de temas no abordados (política de rearme de la administración Reagan; costos sociales de la carrera de armamentos; las diferentes concep­ ciones de la «Doctrina de la Seguridad Nacional», etc.), creemos que es una aproximación que puede dibujar, con más o menos fortuna, el marco del tema siguiente: España ante los bloques. Al final de este capítulo, el lector interesado dispone de una bibliografía que le será de mayor utilidad.

ESPA Ñ A Y LO S BLO Q U ES

Desde la creación de la Alianza Atlántica, en 1949, la Península Ibérica y, muy particularmente los archipiélagos Canario y Balear, fueron un objetivo codiciado por el flamante bloque militar occi­ dental. A su vez, para la España franquista de posguerra, era una excelente oportunidad para romper el aislamiento a que se vio con­ denada tras su apuesta por el Eje durante la Segunda Guerra. Esta irresistible atracción mutua debía, necesariamente, culminar en ma­ trimonio, muy a pesar de las reiteradas condenas de los aliados al régimen. Ya en 1947, el general Franco iniciaba los primeros coqueteos en una entrevista concedida al corresponsal del International News Service. En ella aseguraba que «España desempeñaría el papel de bastión de la defensa occidental mejor de lo que lo haría Francia. A su vez, los Estados Unidos podrían obtener la utilización de bases españolas si lo solicitaban de manera adecuada». Sin embargo, el connubio no se formalizaría hasta el 26 de septiembre de 1953, con la firma, en Madrid, del primer pacto Hispano-Norteamericano en materia de Defensa. Aunque los ame­ ricanos se esforzaron en proclamar la escasa relevancia del acuerdo, subrayando su carácter de «pacto de rango mínimo» y, por lo tanto, no sujeto al control del Senado de USA, su propio contenido revela la plena incorporación española a la defensa del bloque occidental. En el terreno estrictamente militar, España quedaba así integra­ da en un gran complejo defensivo: la Ratford Line, constituida por una importante cadena de bases aéreas y navales que, a modo de

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cinturón higiénico, rodeaban los países del Pacto de Varsovia. A los esclavos militares americanos en Marruecos, Italia, Libia, Gre­ cia, Turquía, Irak, Pakistán, Thailandia, Filipinas y Japón, se su­ maron las no menos importantes bases de Torrejón, Zaragoza, Mo­ rón y Rota. Según los términos del acuerdo y otros documentos comple­ mentarios que se firmaron más tarde — ^hasta llegar al Tratado de Amistad y Cooperación de 1976— , Estados Unidos tiene el dere­ cho de utilizar y mantener, en territorio español, tres bases aéreas, una naval y dieciséis instalaciones de menor envergadura. Si nos detenemos en el análisis de las características de estos asentamientos, resulta evidente que, más allá de la formalidad legal o diplomática, son piezas claves para la estrategia ofensivadefensiva de Occidente y, por lo tanto, sirvieron para la integración plena de España en el Orden Militar Internacional 1. Torrejón de Ardoz: Ocupa una extensión de 1.320 Ha. y puede alojar a 3.600 hombres. Situada a pocos kilómetros de Ma­ drid, es el cuartel general de las 16.^ Fuerza Técnica Aérea de la USAFE (Fuerzas Aéreas USA en Europa). Mantiene instalaciones permanentes para un ala de vuelo que puede entrar en acción, en el momento de una amenaza de guerra a la OTAN o en cual­ quier otra circunstancia grave, así como un ala estratégica de apa­ ratos de aprovisionamiento aéreo que abastecen un vuelo a los bom­ barderos del SAC. Almacén de material de abastecimiento y reserva para caso de guerra, alberga las instalaciones del Mundo del Medi­ terráneo Occidental y de la Red de Control de Comunicaciones. Morón de la Frontera: Con una extensión de 1.000 Ha. tiene capacidad para 900 hombres. Situada cerca de Sevilla, se utiliza como base de mantenimiento y apoyo a bombarderos. Cuenta asi­ mismo, con una terminal de comunicaciones navales. Está prepa­ rada para albergar a escuadrones del SACEUR (División de la OTAN), contando con material de reserva y depósito de combus­ tible. Zaragoza: Se utiliza básicamente como campo de entrenamien­ to de tiro de las Fuerzas Aéreas USA en España. Aproximadamente el 70 por 100 de las pruebas de tiro aire-tierra y el 50 por 100 de las de aire-aire realizadas por la USAFE en Europa, tienen lugar en

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^1 campo de tiro de las Bárdenas Reales. Posee otras facilidades de tipo logístico, así como importantes reservas de material. Roía: La más importante de las bases americanas en España 5e halla en la costa gaditana, a 70 millas náuticas de Gibraltar. Ocupa 2.400 Ha. y puede dar cabida a 2.700 hombres. Ha sido la base nuclear más importante del Mediterráneo, dominando 5.000 millas. Antes de enero de 1979 el número de submarinos nucleares atra­ cados era de 11. Base de reaprovisionamiento de la VI Flota USA y de operaciones de una patrulla aérea antisubmarina, alberga otras fuerzas aéreas y aeronavales, tanto fija como ocasionalmente, a la vez que ofrece apoyo logístico a determinadas fuerzas navales, inclu­ yendo portaaviones. Dispone de un depósito de combustible naval y almacena gran cantidad de material y munición. Estos pocos datos son suficientes para comprender que, desde 1953, el destino político y militar de España estaría sujeto a las necesidades de la defensa occidental. Faltaba, sin embargo, la incor­ poración efectiva a las estructuras de la Alianza Atlántica (OTAN), decisión que no se producirá hasta 1981, en el marco de un aumen­ to de la tensión mundial desde 1979, y mediante un procedimiento poco elogiable para un país que estaba naciendo a la democracia. No cabe duda que sobre la forzada rapidez con que fue trami­ tado el ingreso español en la OTAN, planeaba el fantasma de una cercana victoria electoral socialista y su conocida política de zigza­ gueante titubeo, respecto al papel de España en el concierto de la Alianza. Tampoco eran ajenos otros condicionantes externos. En junio de 1980, el Comité Militar de la OTAN resumía así su punto de vista: «prendida en los flancos europeos de la OTAN, se encuentra una España cuya adhesión a la Alianza podría resolver algunas de las preocupaciones occidentales». «E l país posee todas las cualidades geoestratégicas capaces de dar a Europa Occidental un umbral de accesibilidad, con un nivel y una dimensión sin comparación a las que garantiza actualmente la OTAN». Frente a esta afirmación se impone un interrogante, o tal vez, dos: ¿A qué se refieren los diri­ gentes de la OTAN al hablar de «umbral de accesibilidad»?; ¿Adónde necesitan acceder? Antes de responder a estos interrogantes, intento que confiare­ mos a determinados párrafos del último libro del ex-presidente Ri-

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15 chard Nixon, conviene recordar dos presupuesto básicos de la estra­ tegia americana de defensa. Tras las caídas de los regímenes de Reza Palhevi, en Irán, y de Anastasio Somoza, en Nicaragua, los Estados Unidos iniciaron na rápida modificación de su teoría del «estado gendarme», que con estas dos serias derrotas había demos­ trado su inconveniencia. Se renovó, entonces, la vieja concepción de «las dos guerras y media». Es decir: los Estados Unidos debían ser capaces de llevar a cabo dos guerras — una en Europa y en Asia Orien­ tal, la otra— y «media» en cualquier parte del globo. Es posible, sin embargo, que tras la derrota en Vietnam, los pla­ nificadores americanos tengan descartado el frente asiático, al menos como prioritario. Resulta evidente que lo que no han abandonado son sus espectativas respecto a Europa ni su necesidad de controlar los recursos básicos en diferentes zonas del Tercer Mundo (media guerra). Para cualquiera de estos dos objetivos, el concurso español es del máximo interés. Como anticipáramos, el último libro de R. Nixon — significati­ vamente titulado La Verdadera Guerra— nos permitirá acercarnos a la respuesta buscada: «Las nuevas naciones africanas son especial­ mente tentadoras debido a que controlan materias primas vitales para la moderna sociedad industrializada y son especialmente vul­ nerables debido a su inestabilidad y a las prioridades observadas por la mayoría de sus dirigentes». Algunos párrafos más abajo completa su idea, afirmando: «la economía industrial de Occidente, en su totalidad, y toda la organización militar occidental funciona gracias al petróleo». De aquí se deriva la estrategia americana que contempla la posibilidad de una intervención directa en Africa, en caso de ver amenazados sus intereses vitales. Para ello, cuenta con unas selectas Fuerzas de Despliegue rápido — 110.000 hombres aproximadamente— para las que, por el alcance limitado de la auto­ nomía de su aviación (5.000 kms. sin repostar), necesita dotarlas de un «trampolín» adecuado. Desde España y muy particularmen­ te desde su archipiélago canario, podría darse ese segundo salto a las zonas de conflicto: Oriente Medio, el valle del Congo (ZaireSudáfrica), Angola, etc. El mismo libro de Nixon es esclarecedor cuando afirma: «Norteamérica también necesita conseguir acceso a bases situadas en Europa Occidental, que puedan utilizarse para

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facilitar operaciones de transporte aéreo y marítimo entre Estados Unidos y el Golfo Pérsico». La protección de los recursos petroleros son claves para enten­ der el interés por el archipiélago canario. Las islas están situadas a 2.500 kms. del golfo de Guinea y de los yacimientos nigerianos. A su vez los 5.000 kms. que las separan de Sudáfrica podrían ser cubiertos en pocas horas por las Fuerzas de Despliegue rápido, utili­ zando las islas como puente y apoyo logístico. El control del Atlántico sur, dirigido desde Canarias, permite controlar la estratégica ruta del petróleo que, en caso de conflicto, sería un objetivo prioritario de los submarinos soviéticos. De cara a un eventual conflicto en Europa, los planificadores de la OTAN tienen previsto el inmediato envío de tropas y material bélico de los Estados Unidos para poder compensar su desventaja en cuanto al número de efectivos. Sobre este punto, el analista ame­ ricano J. Dismukes asegura que «la Península Ibérica podría servir de término a los convoyes transatlánticos o bien de base para la defensa antiaérea y antisubmarina de los mismos». Estos refuerzos se calculan en unos 100.000 hombres — cinco divisiones— , a los que se sumarían sesenta escuadrones aéreos de combate — algo más de 1.000 aviones— que podrían dividir sus destinos entre las bases emplazadas en territorio británico y las de nuestro país. Respecto al papel que la OTAN preve o desea para las Fuerzas Armadas españolas podría resumirse de la siguiente manera: — Control antisubmarino de las aguas del Atlántico compren­ didas entre sus aguas peninsulares y las Islas Canarias. — Control marítimo y submarino del Estrecho de Gibraltar por tratarse de una vía comercial estratégica, con un promedio de 180 barcos/día. — Mejoramiento de la capacidad aeronaval y del conjunto de los enclaves en torno a las Baleares (existe un proyecto para futura base de submarinos), como forma de fortalecer el flanco sur de un eventual teatro europeo de guerra. — Control del espacio aéreo peninsular y del Mediterráneo occidental, objetivo para el que es particularmente útil el avión F-18, recientemente aprobado como avión de combate del Programa FACA. Esta tarea sería compartida con la

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VI Flota Aeronaval americana con destino en el Medite­ rráneo. — Incorporación del sistema de detección y seguimiento aéreo «Combat Grande», que actualmente controla el cielo espa­ ñol, a la red europea NADGE que cubre el arco europeo desde Noruega-Europa Central, hasta Italia y Turquía. Del análisis de estos objetivos se desprende el escaso interés de la Alianza por el concurso de nuestro Ejército de Tierra. En este sentido, todos los estudiosos que han tratado la cuestión, convienen en señalar la dificultad de homologar una unidad (Bri­ gada o División) del Ejército español, con el sofisticado equipo de las unidades estacionadas en Alemania y su alto nivel de operatividad. Hasta aquí hemos intentado reseñar el marco general en el que está concebida y estructurada la defensa española. Queda por de­ lante un largo debate y el compromiso de un referendum para deci­ dir, democráticamente, si se prefiere el actual modelo de vincula­ ción atlantista o, por el contrario, se adopta una alternativa no alineada. Por ser esta última opción la menos argumentada, aunque pueda lograr la adhesión emocional de una gran parte de la población, hemos seleccionado dos opiniones que consideramos de especial inte­ rés. La primera corresponde al Capitán de Infantería Joaquín Roura Tarrés v fue publicada en el diario «El País» en septiembre de 1981. ^ «Afirmar que el neutralismo es imposible y que no nos garan­ tizaría contra los efectos de una conflagración generalizada es, cuan­ do menos, simplista. (...) Ni ingenuidad ni malicia excesiva es abogar por el neutralismo. Es, en cambio, ingenuo y malicioso minimizar las previsibles repercusiones que nuestra adhesión a la OTAN tendrían en la situación apasionante y dramática de Polonia y en el desequilibrio interno y externo del neutralismo yugoslavo.» «A nadie, por muy profano que sea en la materia, se le puede hurtar la consideración de la disyuntiva entre un Ejército muy profesionalizado, con medios muy sofisticados, pero forzosamente limitado (y siempre inferiores a un virtual invasor de superior en­ tidad), o un Ejército de profunda raigambre popular, preparado

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preventiva, inteligente e intensamente, en la lucha guerrillera; los varios millones de nuestro inapreciable material humano dotada de medios aeromóviles, contracarros, antiaéreos, para un eventual esfuerzo defensivo contra un invasor de cualquier entidad, cuyas, servidumbres logísticas, agudizadas por nuestra particular defensa,, valorarían de forma casi definitiva nuestro bien organizado esfuerza disuasorio. Para lo cual, España tiene ya una cierta infraestructura organizada, basada en las Bridots y las Coes, teniendo en cuenta que 'lo s guerrilleros nunca ganan guerras, pero sus adversarios a menudo las pierden" (citado por el Teniente General Díez-Alegría en su libro Ejército y Sociedad).» «España, por sus particulares coordenadas geopolíticas e históri-^ cas (y dentro de un entente plurinacional de países neutralistas), po­ dría aportar su auténtica inteligencia y quijotismo colectivo, dentra de un bien racionalizado y generoso progmatismo a la causa de la distensión, del desarme y de la política antibloques.» La segunda opinió corresponde al escritor catalán Vicenc Pisas, autor de varios ensayos y estudios sobre el tema de la Paz y el Desarme, quien en una ponencia presentada durante unas jornadas, celebradas recientemente en Madrid, desarrolló lo que, a su criterio, deberían ser los campos de actuación de una política en favor de la paz. Por razones de espacio intentaremos resumir las partes; fundamentales del trabajo. 1) Apoyo a una política neutral respecto a los bloques: E ste principio, que sólo es factible en la medida que se ejerza, paralela­ mente, una acción diplomática muy activa, debería eludir la parti­ cipación en alianzas militares; prohibir la instalación de bases a fuerzas extranjeras en el territorio español; prohibir la instalación de bases o fuerzas militares propias en el extranjero y asumir el compromiso de no intervenir militarmente fuera de las fronteras del Estado. 2) Renuncia al almacenamiento y posesión de armamento nu­ clear, químico y bacteriológico: Esta propuesta implicaría oponer­ se a una eventual instalación de euromisiles en España; alentar 1^ desnuclearización de ambos bloques e impedir el desarrollo de ins-^ talaciones, a partir de las cuales, pudiera un día, construirse arma­ mento nuclear en España.

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19 3) Reivindicar iniciativas que disminuyan el actual rearme: En este sentido, deberían limitarse y reducirse los presupuestos de Defensa, iniciar la reconversión de las industrias de armamento re­ duciendo al mismo tiempo su exportación; limitar estrictamente las compras de armamento; limitar los proyectos de expansión de la actual estructura militar (campos de tiro, bases, etc.). 4) Reestructuración del actual sistema y estructura militar: Para ello debería otorgarse plena libertad de expresión a los mili­ tares; reconocimiento de los derechos del soldado y de sindicación profesional; supresión de la legislación militar paralela a la legislación civil y pleno reconocimiento del derecho a la objección de con­ ciencia. 5) Apoyo al desarme multilateral mediante iniciativas unilate­ rales: Supondría el apoyo a los proyectos de desnuclearización de Europa y del Mediterráneo y a las iniciativas simbólicas de desarme a pequeña escala, es decir, a nivel local y regional. 6) Estudio de sistemas alternativos de defensa: Que sean compatibles con el establecimiento de un clima de confianza y de seguridad entre los pueblos, rehusando el chantaje a la mutua ani­ quilación y la idealización del armamentismo. 7) Educar para la paz: Es un proyecto con resultados im­ portantes a largo plazo, que implicaría desmitificar la historia ela­ borada a partir de batallas, la concepción de la guerra como valor trascendente y canalizar constructivamente las conflictividades hu­ manas. Pisas termina su ponencia con unas palabras que bien pueden servir para cerrar el presente trabajo: «Algunas de estas medidas pueden parecer, y posiblemente sean, utópicas en este momento. Sin embargo, solamente en la medida en que este futuro de paz sea anhelado profundamente como una vivencia para el presente, sere­ mos capaces de convertir este proyecto futurista y revolucionario en un proyecto viable, deseado socialmente y construido comunita­ riamente».

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80 R E SU M E N D E A LG U NO S SO N D EO S D E O P IN IO N P U B L IC A E N E S P A Ñ A

ILos últimos cinco años han sido particularmente prolíferos en la publicación de ensayos, informes, artículos de prensa, estudios de opinión y producciones de TV y cine, dedicados a la carrera de armamentos, la conflictividad bélica y las propuestas de paz y desarme. En algunos países europeos y en los Estados Unidos, donde el auge de los movimientos pacifistas y la sensibilidad de la opinión pública han logrado crear un «mercado de demanda espe­ cífica», puede hablarse de un «subgénero» especializado en el tema. También durante los cincuenta y los sesenta se dedicaron impor­ tantes esfuerzos a la difusión de estas cuestiones, alentados al paci­ fismo nacido de la posguerra y el horror de los conflictos de esos años (Corea, Congo, Vietnam, etc.). Sin embargo, la producción de estos últimos años tiene un rasgo distintivo, del que nos ocupa­ remos en este trabajo: los sondeos de opinión. La abundancia del material publicado y lo farragoso que podría resultar la lectura de un texto en el que priva lo estadístico, nos obliga a limitar su alcance a los principales trabajos realizados sobre la población española. Resumiremos a continuación cuatro son­ deos que, por el método con que han sido desarrollados y la cantidad de muestras (personas encuestadas), nos parecen más representativos y fiables: Para una introducción continental en el tema, conviene destacar, que del último chequeo de los que, periódicamente, realiza la Comunidad Económica Europea, para conocer el estado de opinión de los países del área, se desprende que un 80 por 100 de los europeos (incluida España), están de acuerdo en que la paz es el valor supremo a defender por sobre los demás. La excepción la constituyen los británicos para quienes hay otros valores priorita­ rios, cuya defensa merecería incluso una guerra. Otro sondeo de alcance internacional es el que emprendió el Instituto Atlántico para Asuntos Internacionales de París, con el patrocinio de varias instituciones y medios de comunicación de los países encuestados. En España lo publicó el diario «E l País» en su edición del 16 de mayo de 1983.

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Consultados sobre los peligros que consideran más importantes, el 48 por 100 de los españoles se declaró temeroso o preocupado por la amenaza de guerra, porcentaje superior al de los otros ocho países encuestados. Sólo el temor al paro o desempleo (87 por 100) superó la inquietud española sobre la guerra. Aún más elocuente fue la opinión ante una posible reducción de los gastos militares. El 82 por 100 se mostró favorable reducir los presupuestos de defensa y dedicar esos recursos a gastos sociales, sanidad y educación.

N I V E L D E C O N O C IM IE N T O Y A D H E S IO N A LA O T A N

De cara al prometido referendum sobre la plena integración o salida española en la Alianza Atlántica, nos parece un buen anticipo orientativo las conclusiones que se derivan de un estudio realizado por la empresa Metra-Seis para el semanario «Tiempo». El primer dato curioso es que sólo un 50,8 por 100 de los entrevistados sabían realmente lo que es la OTAN, motivo por el que la muestra quedó reducida casi a la mitad de la población que inicialmente estaba previsto encuestar. Por ello, los resultados que a continuación resumimos son sólo válidos para esa mitad de E s­ paña que sabe — al menos de una forma general— de qué se trata esta polémica y controvertida estructura militar atlantista. Respecto a las tres opciones ofrecidas — Integración Plena, Re­ tirada de la Estructura Militar o Retirada Total— , es mayoritaria esta última (52 por 100), frente a un 26 por 100 de partidarias de retirarnos sólo de la estructura militar y un 8 por 100 que defiende la integración plena. Resulta llamativo que un 12,8 por 100 se decida por el manido «no sabe/no contesta», si tenemos en cuenta que, finalmente, la encuesta se realizó sobre los que declaraban saber qué era la OTAN. Si agrupamos las respuestas sobre la urgencia del referendum prometido por el gobierno, resulta que el 54,3 por 100 lo consi­ dera «bastante» o «muy» urgente, mientras que el 45 por 100 no está de acuerdo con tanta urgencia. Conviene señalar que, entre los que apoyan la mayor urgencia, son mayoría los ciudadanos de 6

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más alto nivel educativo y, a la inversa, los de menor nivel educativo consideran que el referendum es «poco o nada» urgente (ver Cuadro). ESTU D IO S REALIZADOS Y O PIN IO N ES SOBRE LA OTAN (EN %) Estudios Opiniones Postura ante la OTAN Retirada t o t a l ............. .. No bloquea militar . .. Integración plena ... . .. N S / N C .......................... .. Referendum OTAN Muy urgente .............. .. Bastante urgente ... . .. Poco urgente............... .. Nada u rg e n te .............. .. N S / N C ..........................

Sin Estudios

Cultura General

Técnico Bachiller G. Medio

Supe­ riores

50,0 16,7 — 33,3

42,4 28,8 8,5 20,3

55,3 27,2 7,9 9,6

48,6 22,9 14,3 14,3

51,3 25,6 12,8 14,3

— 33,3 33,3 33,3

10,2 30,5 23,7 20,3 15,3

24,6 34,2 18,4 18,4 4,4

28,6 31,4 14,3 20,0 5,7

21,1 35,9 23,1 12,8 5,3

Fuente: Sondeo de opinión público realizada por Metra-Seis, junio, 1983. Publi­ cado por «Tiempo» el 13-6-1983.

La relación entre las opiniones sobre la OTAN y la ideología de los encuestados no ofrece datos que no puedan ser intuidos. Quienes durante la encuesta se han definido como personas de izquierda, se muestran contrarios a la integración en la Alianza, relación que se invierte con los considerados de centro y de de­ recha. La sorpresa la aportan los partidarios de salimos sólo de la estructura militar, respuesta en la que son mayoritarios los encuestados de derecha. L A S B A S E S M I L I T A R E S E X T R A N JE R A S

Sobre este tema, el único estudio publicado es el que realizó un equipo de la Facultad de Empresariales de la Universidad de Zaragoza, restringido a evaluar la opinión en la capital aragonesa. Bajo el título «Tres de cada cuatro zaragozanos rechazan la

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base norteamericana en las cercanías de esta ciudad», el diario «E l Día de Aragón» publicó los principales resultados. Las sifras del rechazo son tan elocuentes que eximen de co­ mentarios. «En cuestión de defen­ sa nacional, ¿cree usted necesaria la presencia de bases americanas en Es­

paña?»

«¿E stá usted de acuer­ do con la existencia de las bases americanas en el territorio español?»

%

Sí 13,6 No 81,3 No contesta 5,1 100 (= 6 1 9 )

«¿Está usted de acuer­ do con la existencia de la base americana en nuestra ciudad?»

%

%

Sí No ^ Me es indiferente No contestan

13,2 69.6 15.7

L5

Sí No Me es indiferente No contestan

100

10,3 74,5 14,1

1,1 100

Como resumen general, es necesario señalar que por el bajo nivel de conocimiento, o conocimiento muy generalizado, que sobre estos temas tiene el conjunto de la población, puede suponerse que: — Los resultados de estas encuestas son válidos para que un período corto de tiempo, ya que reflejan opiniones «en formación» y por lo tanto, «combiantes». — La campaña de información que el gobierno se propone rea­ lizar previo al referendum, influirá sensiblemente en la opi­ nión de los ciudadanos. — Esta influencia será aún más notoria entre la población rural o de pequeñas ciudades.

BIBLIO G RA FIA N oan C h o m sk y : La ouerra fría y las superpotencias, publicado en Monthly Review, mayo de 1983. E zequiel A nder-Egg: El Holocausto del hombre. Ed, Marsiega. Vi^ENC P isas A rmengol : Crisis del Militarismo y Militarización de la Crisis, Ed. Fontamara. 1982.

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84 — «El desarme: un proyecto para desmilitarizar la sociedad», publicado en la revista «Derechos Humanos». Primavera de 1983. M a r y K a l d o r : «Desarme: el camino del retorno», capítulo 5 de «Protesta y Sobrevive». Ed. Hermana Blume. 1983. A n t o n i D o m e n e c h : «Izquierda tradicional y ecologistas en la lucha por la paz», capítulo 7 de «Protesta y Sobrevive». Ed. Hermana Blume. 1983. E d w a r d M. K e n n e d y : Freeze! Bastan Books. 1983. R o y y Z h o r e s M e v d e v e v : «La Unión Soviética y la carrera de armamentos», publicado en el número 3 de la revista «A Priori». Octubre-diciembre, 1982. M a r iano A g u i r r e : «Estados Unidos y la 'amenaza soviética'», publicado en «El País», 30 de noviembre de 1982. E s t h é r B a r b é : España y la OTAN. Ed. Laia. 1981. N o r b e r t o B o b b i o : El problema de la guerra y las vías de la paz. Ed. Gedisa. 1982. R o b e r t o M esa : La Sociedad Internacional Contemporánea. Ed. Taurus. 1982. N o r b e r t o B o b b i o y N icolás M a t e ucci : Diccionario de Política. Ed. Si­ glo X X I 1982. A n g e l L e ó n : «OTAN, no nos salva ni el PSO E», dossier monográfico del nú­ mero 12 de la revista «España Crítica», 1982.

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La industria dei armamento y ias necesidades sociales en España Miguel Alonso Baquer Director de «Reconquista» *

En el contexto de una publicación que se acoge al tema general de la paz y el desarme no resulta igualmente claro para todos el título de este trabajo: La industria del armamento y las necesidades sociales en España. Quienes se abrazan con firmeza al supuesto de que el desarme conduce por definición a la paz, no ofrecen ningún temor a dedu­ cir que poco o nada tienen que ver las necesidades sociales espa­ ñolas con la industria del armamento. Quienes, en cambio, ven una profunda relación entre el sostenimiento de un adecuado nivel de defensa por parte de España y la paz internacional dentro de ciertos límites geográficos, nada suelen objetar al principio de que una de las necesidades sociales de España sea, precisamente, la modernización de su industria de armamentos. Se trata, pues, ya desde el mismo título de la temática que se propone, de realizar el análisis de la relación entre el fundamento de la industria española de armamento y la satisfacción de necesi­ dades de carácter social, a sabiendas de que existen dos posturas irreductibles que se descalifican mutuamente con las denominacio­ nes de pacifismo utópico y militarismo agresor. (*)

«Reconquista» es una revista de Pensamiento Militar.

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El hombre de temple conciliador, que nunca falta cuando se trata de lanzar ideas gratas a la generalidad de los seres humanos, suele manifestarse propicio a la puesta en marcha de una doble corrección de las dos posturas. Ruega al pacifista que sea compren­ sivo y paciente con los hombres inocentemente implicados en la carrera armamentista y exige al militarista de buena fe que reduzca paso a paso los esfuerzos de la defensa hasta situar a las fuerzas armadas en el nivel mínimo dictado por la prudencia. El esquema conciliador, en general, resulta irreprochable; pero sólo resulta útil, aquí y ahora, cuando se parte de la hipótesis de que el actual esfuerzo de la defensa entre nosotros los españoles es notablemente superior al que debería hacerse y que el ahorro logrado por la política del desarme es práctica e inmediatamente transferible a las verdaderas necesidades sociales del pueblo español. Está al alcance de cualquier estudioso el conocimiento del por­ centaje del Producto Interior Bruto «per cápita», anualmente des­ tinado a gastos de defensa en todas las naciones del mundo. Nuestra nación salta a la vista que ocupa una modesta posición, con un 2,04 por 100 en 1982, que ha sido alcanzado después de un lento y progresivo incremento cumplido desde 1973 en que estaba en el 1,57 por 100. También se desprende del análisis de cualquier estadística que en la relación Presupuesto del Estado y Presupuesto de Defensa, hemos pasado en España del 14 por 100 al 11,2 por 100 entre 1975 y 1981. Estas dos observaciones deben entenderse como el reconocimien­ to de un punto de partida, hacia el comienzo de la década de los años setenta, en el que honestamente no podía hablarse de rearme español con vistas a la coyuntura del cumplimiento de las previ­ siones sucesorias en la Jefatura del Estado ni de política de reforza­ miento del potencial bélico del Estado, en el momento que la sociedad española está atravesando en nuestros días. En síntesis, se trata de un esfuerzo de modernización de las Fuerzas Armadas exigido para ponerlas al nivel habitual en las naciones de la Alianza Atlántica que se hace compatible con una política general del Estado de la Constitución de 1978 en el que han crecido más los esfuerzos de modernización en áreas distintas a la de la defensa. En definitiva, no es evidente de por sí que el esfuerzo español

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en materia de defensa sea superior al que debería hacerse en el contexto de las relaciones internacionales donde se inscribe nuestra política exterior. Sólo quienes piensan que la política del desarme es en sí misma buena, en absoluto y que no hay que desaprovechar ocasión alguna para la reducción de presupuestos de defensa, llegan a la conclusión de que ya que no se puede desarmar a los poderosos es más práctico poner en dificultades a quienes no lo son. En general, los hombres de la defensa de las naciones de Europa Occidental y del -Norte de Africa — que sólo en una parte son hombres de condición militar— , dudan mucho de la validez de la hipótesis de una contribución a la paz en su ámbito derivada del desarme unilateral de uno de sus Estados componentes. A la vista de la experiencia histórica más reciente, este desarme unilateral de una potencia media en una zona conflictiva (o inter­ nacionalmente tensa), más parece propiciar una perturbación del difícil equilibrio que un ejemplo a seguir. Todavía no se han apaga­ do los ecos de las imprecaciones a Bélgica en la década de los años treinta, por su suicida actitud de no integrarse en la defensa común anglofrancesa, ni de poner en marcha el rearme característico de los neutrales, el modelo suizo de neutralidad armada. Tardarán to­ davía décadas en olvidarse lo que está suponiendo para el Líbano el haber aceptado los cantos de sirena que bloquearon su entrada en un sistema normal de defensa nacional y el haber creido ingenua­ mente en la eficacia de un sistema de milicias o en la protección global, en una zona crítica y en una coyuntura de exaltación de los intereses de los grupos en conflicto. La hipótesis del desarme unilateral de una potencia media o pequeña — nada decimos del fenómeno increíble del desarme unila­ teral de los Estados Unidos o de la URSS— , es tanto más peligrosa para la paz cuanto más se aplique con intensidad en una sola de las naciones de un conjunto geoestratégico, hasta dejarla por debajo de la media de potencial militar estimada como buena para su conjunto estratégico. Puede llegar a convertirse en una hipótesis tan peligrosa como la de signo contrario, es decir, aquélla en la que otra de las naciones del mismo conjunto practica una política de rearme acelerado. Y es que los expertos en relaciones internacionales que han re­ flexionado en los conflictos más trágicos de los últimos tiempos, han

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llegado a leer como síntoma de ruptura de la precaria paz a la coexistencia de estas dos circunstancias: una nación desarmada (o neutralizada por causa de su crisis interna de legitimidad) y una nación armada (o regenerada por un movimiento de masas encabe­ zado por un líder carismático) situadas en la misma zona. Habrá guerras de impresionante intensidad y de notable duración allí donde a no mucha distancia se encuentren una potencia belicista con claras reivindicaciones sin satisfacer y una potencia pacifista que se confía a la cobertura moral de la opinión pública internacional o a la protección militar de una potencia alejada del escenario. La consideración de esta doble circunstancia, que en sí misma no hace referencia a las profundas generalizaciones sobre las causas de las guerras a las que son tan aficionados los teólogos, los filó­ sofos, los sociólogos y los psicólogos de nuestro tiempo (y a las que son sensibles no sólo los poetas, sino también los educadores y los juristas), ha solido presentar a quienes la toman en cuenta para el estímulo de todas las naciones del mundo, en orden a disponer de un nivel de seguridad ajustado a su capacidad económica, como unas cínicos conformistas, con la situación creada después de la Segunda Guerra Mundial. Proclamar la realidad de un mundo en el que todas las sociedades soberanas tienen la obligación moral de atender a los problemas de la defensa, se ha convertido en una postura irritante para quienes sueñan con otra realidad del mundo más agradable. La carrera de armamento, para sus abundantes críticos, es el resultado lógico de la lógica de la violencia a la que suelen llamar lógica militar. Su argumentación catastrofista suele ignorar la enor­ me distancia que media entre el punto a donde ha llegado esa carrera de armamentos y el punto donde podría estar de no haberse producido en todos los órganos de poder del mundo un notable cuidado en la conducción de las crisis. Es cierto que el equilibrio militar en todas y cada una de las zonas sometidas a tensiones internacionales, tiende a lograrse mediante sucesivos incrementos de los presupuestos de defensa y no a través de reducciones con­ certadas. Pero no es menos cierto el continuado éxito en la elimi­ nación de las confrontaciones entre los grandes y sus aliados, aún con el precio del sacrificio del nivel de vida y de la misma super­ vivencia de millones de seres humanos allí donde la paridad nuclear

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o convencional de los armamentos deja libres a los grupos sociales para el uso de la violencia que tienen a su alcance. A nivel global ha funcionado mejor la disuación recíproca de la belicosidad de los grandes que la atención efectiva a los problemas el tercer mundo, claramente abocados a convertirse en problemas militares. Pero esta trágica realidad no puede funcionar, aquí y ahora, como un argumento razonable para poner en entredicho lo que ha sido alcanzado por la vía de la disuasión y de la negociación. Ha habido una limitación de las armas estratégicas, una reducción equilibrada de efectivos militares y una frecuente apelación al arbi­ traje. Lo alcanzado desde el desenlace de la guerra mundial última, en orden a la paz y a la limitación de los conflictos, tanto puede ser contemplado como una escalada en espiral como un descenso de análoga figura. Todo depende de la capacidad que el observador tenga para percibir por separado los daños a la humanidad que se siguen de la política armamentística y los beneficios que la mis­ ma humanidad debe a la gestión de la mayor parte de los grandes dirigentes que, pudiendo recurrir a la fuerza, han aceptado detener la conflictividad en niveles que les eran menos propicios. La idealización de la paz y la diabolización de la guerra hasta convertir a uno y otro fenómeno en el bien absoluto y en el mal radical, están engendrando en nuestros contemporáneos una into­ lerancia con el precio pagado para la elusión de las guerras forma­ lizadas entre las naciones civilizadas. Pero también están engen­ drando una legimitización de las acciones violentas que se cumplen por debajo del umbral de la violencia institucionalizada de los poderes públicos. No es necesario recordar las oleadas de entusiasmo que en su día despertó la decisión de extender por la mayor parte del continente americano una zona desnuclearizada y la envidia que se pretendió despertar por este hecho en las zonas de Europa y del Sudeste asiático llamadas a integrar en la banda activa de los asentamientos de armas nucleares. El resultado en orden a la verdadera paz de las zonas desnuclearizadas no invita al optimismo. La dinámica hacia la verdadera paz pasa, en síntesis, por esta doble exigencia: 1.

Que ningún grupo social tome exagerada conciencia de la

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injusticia que sufre — aporque existen instrumentos efecti­ vos capaces de enmendar esa situación. 2.

Que ningún grupo social llegue a sentirse vitalmente ame­ nazado en su seguridad — ^porque la sociedad en su con junto vela por la posibilidad misma del disfrute de los de­ rechos humanos de todos.

La guerra como dialéctica de voluntades hostñes nace, en líneas generales, de la confrontación entre dos grupos de hombres orga­ nizadas para el eficaz empleo de sus medios de agresión y defensa que sospechan (o creen) estar en una de esas dos coyunturas: bajo el peso de una injusticia o bajo la amenaza de una inseguridad. Esta doble reclamación de justicia y de seguridad es lo que, en la medida en que se vea satisfecha o en vías de solución, con­ duce al estado de paz. Pero es también, en la medida en que se estimule la vivencia del grado de injusticia y de inseguridad pade­ cido, lo que perpetúa el estado de guerra. La guerra no les parece un mal absoluto sin mezcla de bien alguno, ni a quienes están conven­ cidos de que la victoria les sacará de la injusticia, ni a quienes per­ ciben en la posible derrota la quiebra final de su nivel de seguridad. El sostenimiento de la doble exigencia de justicia y de seguridad para todos, es ineludible para el hecho social de la convivencia humana. Justicia y seguridad son sumandos, no sustraendos; aunque en ocasiones se edifiquen una paz precaria sobre una alta cifra de seguridades públicas y un nivel muy bajo de justicia distributiva. Se habla, entonces, de tranquilidad en el desorden en analogía con la profunda visión de S. Agustín, que integraba en su defini­ ción del orden, el dinámico esfuerzo hacia la perfección de la ciudad de Dios. Un modo frecuente de distorsión de la estrategia para la paz que nos podemos permitir en nuestro tiempo — lo que no excluye que sea posible imaginar estrategias mejores— , es aquél que encie­ rra la problemática de la paz en los límites estrictos del círculo de la justicia y deja fuera de éste la razonable inquietud por la pér­ dida grave de seguridad de una nación o de un grupo social dentro de ella. En la apasionada lucha por la justicia se parte del axioma de que ser injusto es patrimonio de los otros, de los poderosos, de los

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que retienen el poder en su personal beneficio, de los que disponen de la fuerza armada. También se entiende que la apelación a la se­ guridad como atenuante del conflicto social sólo puede proceder dal dato de que, por fin, se ha puesto en trance de inseguridad al poder y se está a punto de obtener su definitiva caida. No se suele pensar en la seguridad del inocente, del débil, del que cumple con su deber acudiendo al espacio donde su vulnerabilidad crece hasta el umbral donde se presenta la muerte. La confrontación entre el reino de los que sin tino luchan por la justicia — nótese que en las bienaventuranzas no se dice lucha, sino padecer persecución— y los que con cuidado toman medidas para la resolución del conflicto con limitada protección y con medios de escaso daño, no suele dejar tan claro el lado de las injusticias y el lado de las seguridades. De hecho, en la sociedad moderna — como en las viejas socie­ dades tradicionales que todavía flotan sobre el mar en expansión de la modernidad— , falta mucho para la consecución del ideal de la justicia. Pero hay que tener el valor de reconocer que lo que el hombre inocente y débil percibe con inmediatez, cuando la sociedad se agita por líneas interiores o se encuadra para combatir unida contra un enemigo exterior, no es que su situación sea injusta, sino la probabilidad de perder aún más el nivel de seguridad de que goza. De ahí que, históricamente, se haya reclamado (antes que un orden interno o internacional absolutamente justo) lo que lla­ mamos hoy previsión social, seguridad ciudadana y, en definitiva, defensa militar. Las leyes inmediatamente aceptadas desde la implantación de la modernidad, tanto para la captación de impuestos como para la prestación del servicio militar universal, igualitario y obligatorio, indican la prioridad social de este objetivo. Al Estado Moderno se le pidió en su fase fundacional seguridad, después se pretendió que diera libertades o las permitiera, por último, se le exige que tome parte muy activa en la realización de la justicia. Quien apela a la violencia organizada desde la toma de con­ ciencia de una injusticia es, formalmente, un hombre con alta capa­ cidad para comportarse como un agresor. Quien en cambio, sim­ plemente, se resiste en nombre de la protección de unos derechos, de unos bienes o de unos ideales es formalmente, un defensor. Cier­ tamente que la angustia por la pérdida de seguridad y la inquietud

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permanente por la presión de una amenaza pueden transformar al centinela en asaltante. El pacifista más común — y existen pacifismos muy diferentes también en este punto— , tiende a fijar su estrategia de la paz sobre el argumento de que la existencia de graves injusticias en el seno de una comunidad política hace prácticamente imposible la conten­ ción de la violencia espontánea de las víctimas de aquella injusticia. Aunque él mismo suele resistirse a la tentación del uso de la violen­ cia activa, es evidente que lo que pregona a los cuatro vientos es una actitud de inconformismo con la situación; que lo que de hecho propicia es la agresión contra el sector social que primero se pone al alcance de los irritados; que lo que condena al punto no es la fuerza organizada de los insurrectos, sino la fuerza cauta de los defensores del orden. La percepción por el pacifismo común — no nos referimos al pacifismo plañidero ni al pacifismo utópico— del tema de la segu­ ridad, como uno de los puntos críticos y básicos de cualquier políti­ ca de contenido social, está siendo enturbiada por la presentación unilateral del concepto de seguridad nacional. Nos referimos, por ejemplo, al panorama de la teología latinoamericana'. Iglesia y Seguridad Nacional, tal como lo presenta el Equipo «seladoc»: «La ideología del nuevo estado se sintetiza en la doctrina de la Segu­ ridad Nacional, que se basa en tres temas fundamentales: la geo­ política, la estrategia total y el rol privilegiado de las fuerzas arma­ das. Su filosofía es la geopolítica, su ética la estrategia total, su pro­ tagonista las fuerzas armadas». Esta presentación unilateral está basada en un contexto de pro­ blemas muy complejo y se inscribe en una lectura directa de pala­ bras y conceptos que unos militares implicados en la gestión polí­ tica de sus naciones respectivas trasfieren del ámbito de la ciencia militar al de la ciencia política, simplemente porque no poseen otro. En el mismo trabajo, publicado en Salamanca (Ediciones Sígue­ me, 1980), hay una notable diferencia entre el esquematismo del teólogo belga de la Universidad de Lovaina, Joseph Comblin. y el humanismo del profesor uruguayo de historia de la Iglesia Alberto Methol-Ferré. Ni que decir tiene que es en el trabajo de este último donde mejor se revela el esfuerzo de comprensión de la

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realidad social. El historiador, frente al teólogo, en líneas genera­ les, sabe distinguir las categorías de las anécdotas y, sin negar el uso abusivo que en América del Sur se hace de unos conceptos nacidos en Europa Occidental y en América del Norte a finales del siglo XIX, los deja reducidos a lo que verdaderamente son: una retórica justificativa de una situación de autoritarismo. No muy lejos de esta unilateralidad se sitúa también el núme­ ro dos de Desarrollo. Semillas de cambio. Comunidad local a través del orden mundial, que traduce del inglés el equipo dirigido por Gonzalo Sáenz de Buruaga en noviembre de 1982. El ciclo Pobreza^ Represión Militarización resume, «como historia de Magweta, un país tercer mundista de ficción», el modo como afecta al desarrollo el comercio armamentista. Aunque se incorpora al texto el punto de vista de Mac Ñamara — «la fuerza sola no garantiza la seguridad, porque una nación puede llegar a un punto en el cual no adquiere más seguridad simplemente adquiriendo más equipo militar»— , se deja fuera lo que verdaderamente constituye en España, y desde luego en Europa Occidental, con gobiernos de centro derecha y de centro izquierda, la línea maestra de la política de armamentos. En estas naciones se da por sentada la carencia de una verdadera industria militar y se lamenta que ello obligue a una dependencia exterior casi adsoluta en cuanto a armamentos. Los militares, en general, dan por supuesto que el ideal sería disponer de una indus­ tria autónoma completa capaza de suministrar a sus Ejércitos cuanto necesitan para vivir, moverse y combatir. Creen que una auténtica política de defensa está tan interesada en las inversiones que pro­ ducen desarrollo como en las que de forma directa generan poder militar. Porque no se concibe una nación en uso de su soberanía que no tenga poder defensivo, adecuado a su situación estratégica dentro del laberinto de vectores de amenazas que es hoy nuestro atormentado planeta. Pero se comprende por todos que tampoco es conveniente una excesiva abstracción de recursos al desarrollo, porque se compromete (entre otras cosas) la ulterior capacidad defensiva. En particular la industria militar española, que llegó a tener hacia 1923 un peso específico importante en construcción de bu­ ques de guerra, en invención y producción de aviones y en fabrica-

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ción de cañones, armas cortas, pólvora y explosivos, se ha visto» reducida a esta situación al filo de los años 80: Ocupaba un puesto próximo al catorce mundial. Comprendía unos 100 centros industriales en los que trabajaban alrededor de 65.000 personas, muchas de ellas en tareas altamente tecnificadas. Directamente dedicados a armamento básico o del Ejército de Tierra existían 25 centros, con 43.000 puestos de trabajo. La industria naval militar ocupaba a 13.000 trabajadores y técnicos, y la aero­ náutica, otras 8.000. Se venía adquiriendo a la industria nacional para fines de lat defensa unos 38.000 millones de pesetas. La exportación alcanzaba 166 millones de dólares y estaba claramente en alza, ya que en 1976 había sido de 96 y en 1975 de 48. Ahora bien, estas cifras son incomparablemente más bajas que las de los Estados Unidos y la URSS, cada una de ellas al borde del 40 por 100 de la exportación mundial; que las de Francia y el Reino Unido, sobre los 3.500 millones cada una, y que las de la República Federal Ale­ mana e Italia, de unos 1.500 millones al año. Incluso Suiza exporta habitualmente tres veces más de armamento que España. La consideración de estos datos debería hacer reflexionar a cuantos mueven los hilos de la crítica y permiten que se concentren sobre la política de defensa de nuestros sucesivos Gobiernos de las últimas décadas argumentos dialécticos que toman sus cifras de otros lugares del mundo, no siempre alejados de nuestras fron­ teras. Incluso en la dialógica entre el poder político y el mande militar español es fácil percibir un punto receloso de partida, según el cual, de entrada, se da por supuesto el derroche de recursos para la política de material y se censura abiertamente la incapacidad de obtener una suma global relativamente estable de nuestras nece­ sidades de defensa en esta vital cuestión de la industria de arma­ mentos. Lo primero que hay que hacer constar es la esencial relatividad de los gastos de defensa. La medida del esfuerzo no viene dada de una vez por todas, sencillamente, porque se fundamenta en la con­ frontación con los esfuerzos de otros y en el cálculo del riesgo tolerable, no tanto por nuestro propio pueblo, sino por las exigen­ cias de la paz internacional. Siempre es fácil convencer a los hom­ bres de las ventajas de una moderación en los gastos de defensa.

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Lo difícil es justificarlos, no ante amenazas patentes, sino ante riesgos latentes. Desde una postura de apariencia ética, y desde su innegable carga de sensibilidad humanitaria, suele concluirse que el incremento de la exportación de material de guerra es condenable en sí mismo así como, por ejemplo, la adquisición de campos de tiro y maniobra. La experiencia demuestra que cuando decrece la capacidad de nues­ tros astilleros, pongo por caso, el encargo de fabricación de unas fragatas no salta desde España a la nación que los necesita para su defensa, ni a los de otra que pueda de esta forma frenar su desempleo de mano de obra cualificada, sino a las naciones más desarrolladas. Y la experiencia dice también, que cuando se agita a la opinión pública en contra de la compra por el Estado de unos terrenos baldíos para la puesta en rendimiento de nuestros Ejércitos no se logra el abandono de la imperiosa necesidad de disponer de ellos, sino su encarecimiento y el retraso en su equipamiento. Tam­ poco debe olvidarse que entre los efectos realmente producidos, pero no deseados por sus promotores, por el desmantelamiento de centros de investigación, por ejemplo, de técnicas aeroespaciales, está siendo el más palpable aquél que desemboca en la compra a precios más que elevados de esta tecnología a una gran potencia. Desde luego que la oportuna llamada de atención que se des­ prende de la amenaza del paro (o del incremento de las diferencias de desarrollo entre las naciones industrializadas y las restantes), puede hacer mucho a favor de una contemplación sincera de los datos de la verdadera situación. Nunca habrá que llegar a la con­ clusión de seguir fabricando armamentos para mitigar las cifras de parados. Este argumento es un compromiso casi hipócrita con algo que en la conciencia se condena. La política nacional de arma­ mento se justifica en sí misma por el bien que produce, seguridad. Encontrar la medida justa para este esfuerzo que aleje la sos­ pecha de que, aquí y ahora, estamos obrando mal y en daño dé­ los hombres inocentes sigue siendo una norma de conciencia.

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LA INDUSTRIA MILITAR EN ESPAÑA Andrés Felpeto Periodista

Todos los días podemos leer en periódicos y revistas las noti­ cias de conflictos bélicos en distintas partes del mundo. La guerra se ha convertido, lamentablemente, en un componente más de nuestra vida diaria. A medida que avanzan los esfuerzos de cien­ tíficos y técnicos para erradicar la enfermedad del mundo y al­ canzar un mayor nivel de vida, asimismo, evoluciona, de forma desmesurada y contradictoria, la industria bélica, generando una forzada dependencia de las grandes potencias y una continua bús­ queda de participación en programas de cofabricación armamentista internacionales. Frente a problemas tan acuciantes como el paro, el hambre, la educación, la sanidad ..., los presupuestos militares crecen de una forma alarmante. España no es un caso aparte. En 1975 los gastos globales para la defensa fueron de 552.982 millones de pesetas^ mientras que en 1982 alcanzaron la cifra de 690.778 millones. Esto se debe, sin duda, a la progresiva integración de la política presupuestaria militar española en los cánones tradicionales de la OTAN, pero con una diferencia cuantitativa: en España, el cre­ cimiento medio anual, en cuestión militar, ha sido de un 4,6 por 1 0 0 , frente a un aumento del 0 ,9 por 1 0 0 para los países de la organización atlántica.

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En conjunto cabe hablar de una paulatina transformación de la estructura de presupuestos del Ministerio de Defensa, basada en el mayor aumento de las inversiones reales y en la disminución de los gastos de personal. España cuenta con un importante complejo de industrias dedi­ cadas a la construcción de material bélico que, a juzgar por los últimos resultados económicos de su gestión, se han convertido en empresas «saneadas» y altamente «rentables». La participación espa­ ñola en el comercio del horror tiene límites muy flexibles a la hora de elegir sus compradores. Frente a la reciente negativa de la firma de un contrato con sudáfrica, contrasta el permanente su­ ministro de armamento a las dictaduras hispanoamericanas (Argen­ tina, Chile y Uruguay) y a la conflictiva región de Oriente Medio. LA S E M P R E S A S E S T A T A L E S D E A RM AM ENTO

Fundamentalmente hay cuatro empresas pertenecientes al Ins­ tituto Nacional de Industria (IN I) dedicadas a la construcción de material bélico. El año 1982 fue un buen ejercicio de cara a las exportaciones para las empresas de la División de Defensa del IN I — Santa Bárbara, Bazán, Casa y Cetme— , ya que reunieron una exportación bélica de 40.057 millones de pesetas. España ocupa el duodécimo puesto del ranking de exportado­ res de armamento, siendo el 5 5 por 1 0 0 de exportaciones españolas de material bélico para Sudamérica y el otro 4 5 por 1 0 0 para los países del Oriente Medio. — La Empresa Nacional «Santa Bárbara» de Industrias Mili­ tares, S. A. (ENSB), dedicada a la producción de carros, arti­ llería, explosivos y cohetes, ha extendido su red exportadora por Sudamérica, Centroamérica, Oriente Medio y Africa. «Santa Bárbara» ha exportado en 1982 material por un valor de 6.129 millones de pesetas, de una producción de 14.165 millones. — La Empresa Nacional «Bazán» de Construcciones Navales Militares, S. A., se dedica a la construcción naval, armamen-

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ío y munición. La partida militar exterior se desglosa en entregas de guardacostas a México, patrulleros a Marruecos, repuestos a Argentina y ventas a la República Popular del Congo y Mauritania. El total de estas partidas, incluidas las de buques mercantes, asciende a 22.475 millones de pesetas, de una producción de 60.352 millones. — Construcciones Aeronáuticas, S. A. (CASA), produce avio­ nes de transporte ligero. Facturó 3 4 . 0 0 0 millones de pese­ tas en el pasado ejercicio, de los que 11.453 procedieron de exportaciones de tipo militar. — La Compañía de Estudios Técnicos de Materiales Especiales (CETME), siendo la más pequeña de las empresas del IN I, consiguió facturar 750 millones de pesetas en 1982, proce­ dentes en su mayoría de ingresos por desarrollo para em­ presas españolas.

Por otra parte cabría destacar un grupo de empresas que, sin pertenecer a la División de Defensa del Instituto, poseen gran incidencia en la dotación de medios y material a las Fuerzas Ar­ madas. Sería de señalar el caso de la Empresa Nacional de «Autoca­ miones, S. A. (ENASA)», que gracias al reciente contrato con Egipto pudo desplazar del primer puesto del ranking de exportadores de armamento y material bélico a la Empresa Nacional «Bazán». En 1982, «EN A SA » exportó vehículos militares por valor de 2 2 . 0 0 0 millones de pesetas, correspondientes casi en su totalidad en envíos a Egipto. LA IN D U ST R IA PRIVADA Un tercer sector, y muy importante tanto por sus exportaciones (60.000 millones en 1981) como por el elevado número de puestos de trabajo que genera (15.000 aproximadamente), es el sector pri­ vado. La industria privada está formada por un considerable número de empresas: «Astra-Unceta y Cía.», «Llama Gabilondo y Cía.»,

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«Star-Bonifacio Echevarría», «Placencia de las Armas», «Forjas G a­ licia», «Unión de Explosivos Río Tinto», «Tudor», «Expal», «Land Rover» y un largo etcétera que un estudio más exhaustivo daría una lista interminable. Pero de todas estas empresas privadas cabe citar principalmen­ te a «Esperanza y Cía.», cuyas exportaciones aumentaron de 7 . 0 0 0 millones de pesetas en 1981 a 9 . 0 0 0 millones en el año anterior. L O S A C U E R D O S D E C O O P E R A C IO N M IL IT A R

A la serie de contrapartidas de cooperación industrial entre USA y España, que supone la adquisición por parte del gobierno español de los aviones F 18 A y a la ya fructífera industria militar espa­ ñola, habría que sumar una serie de acuerdos de cooperación con otros países europeos, principalmente con Alemania y con Francia. En cuanto a la colaboración con Alemania, el gobierno español está interesado en coproducir y participar en el desarrollo de nuevos sistemas para empujar aún más la industria nacional y mejorar el nivel tecnológico de la industria (sobre todo la electrónica) y no en comprar armas como los países del Tercer Mundo. La cooperación en materia de Defensa con Francia afectaría a proyectos comunes de fabricación del misil Exocet, el misil anti aéreo Roland, el helicóptero Super Fuma y el carro de combate AMX 30, que trataría de ser una versión mejorada del AMX 30 y el Leopardo 2 alemán, lo que precisaría la colaboración de la Re­ pública Federal Alemana en materia tecnológica. Es de señalar que en estos acuerdos, los franceses no pondrán objección para la venta por España a terceros de los productos que se fabriquen en común.

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España ante la Paz y el Desarme Marisa Rodrígez Mojón Secretaría General de MPDL

IN T R O D U C C IO N En 1982 tiene lugar la constitución de una plataforma europea de organizaciones pacifistas: END. Es la primera vez en la histo­ ria que se logra la unión, para la acción común, de diversos grupos (tanto en su configuración como en sus concepciones ideológicas y estratégicas sobre el tema de la Paz) de todos los países europeos occidentales. El objetivo común es una: conseguir una Europa libre de armas nucleares. Es la respuesta a un llamamiento hecho por la Fundación «Bertrand Russell» el año anterior. Cientos de personalidades europeas pertenecientes al mundo de las letras, las artes, la política, etc., ava­ lan con su firma un documento elaborado por la Fundación «Bertrand Russell» solicitando que no se convierta a Europa en un posible teatro de operaciones para una nueva guerra a través de la instalación, en varios de sus países, de misiles de alcance medio portadores de cabezas nucleares pequeñas — de aproximadamente 1 ó 2 kilotones. Este proyecto había respondido a la modernización de los sis­ temas de defensa soviéticos SS-4 y SS-5, que en su nueva versión, SS-2 0 , tienen varias cabezas nucleares medianas cada uno.

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102 Ya en 1975 el Pentágono norteamericano propuso sustituir las cabezas nucleares de entre 60 y 1 0 0 kilotones que tenían sus Pershing emplazados en Europa, por otras más pequeñas de 1 kilotón. Cuando se conoce el cambio cualitativo de los SS soviéticos, los países europeos se preocupan, e incluso son varios de los gobiernos de éstos, miembros del Tratado del Atlántico Norte, los que solici­ tan la instalación de nuevos Pershing dotados de mini-cabezas nu­ cleares en su territorio (1979). La falacia del paso se hace pronto evidente. Europa no se defiende mejor al hacer posible una guerra nuclear limitada, sino que, por el contrario, este hecho puede facilitar la decisión de un primer ataque por parte de cualquiera de las dos superpotencias, al dejar en un segundo plano la posible destrucción masiva de su territorio nacional. La opinión pública europea occidental se conmueve, y comienzan las movilizaciones en contra de ese proyecto. Bruselas es la sede de la primera gran manifestación en contra de la instalación en suelo belga de los Pershing y los Cruisse, ad­ judicados por el mando militar de la OTAN: en el invierno de 1980, 500.000 personas salen a la calle en respuesta a una con­ vocatoria de la mayoría de las fuerzas sociales, partidos de izquier­ da, sindicatos e iglesia. Se logra postponer la instalación. Las manifestaciones se suceden en otros países, especialmente en Alemania, en donde las diversas organizaciones políticas «ver­ des» y alternativas van cobrando cada vez más fuerza. Inglaterra ha tenido un importante movimiento pacifista desde la década de los 60, y su reacción es también inmediata. Las di­ versas formaciones ideológicas realizan acciones parciales en contra de los Pershing, los Cruisse, y de los SS-2 0 . En Greenham Common, lugar elegido para la primera instalación de Pershing, un grupo de mujeres monta un campamento improvisado — tiendas de campaña, roulottes, etc.— con el objeto de que su presencia física sea un impedimento al emplazamiento de los misiles. Varias veces son desalojadas, y otras tantas vuelven a recuperar su campamento, sin haber cejado en su empeño hasta hoy. En 1981, la Fundación «Bertrán Russell», representativa del sector pacifista del laborismo, decide comenzar una acción que im­ plique a toda la intelectualidad y personalidades políticas europeas.

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La respuesta va más allá de lo esperado. La simple firma parece poco: en el otoño de 1982 tiene lugar en Roma una reunión de la mayoría de los firmantes, que acuerdan pasar de la declaración a la acción. Consecuencia de ello es el nacimiento de END: «European Nuclear Disarmament». Un Comité de Enlace, que aglutina a las organizaciones cuyos miembros han firmado el llamamiento, co­ mienza a trabajar en la preparación de una gran «Convención Eu­ ropea por el Desarme Nuclear». Esta se celebrará en Bruselas en julio de 1982. Asisten todos los grupos, organizaciones y partidos que deseen apoyar la idea: El Comité de Enlace ha invitado a todos. La respuesta es masiva. Todos los países occidentales están representados, en su mayoría por varias organizaciones de diverso signo. Se acuerda hacer otra convención para el mes de mayo de 1983 en Berlín. END está consolidado. En Berlín se reúnen 2.500 personas, cuya labor se estructura en 30 talleres de trabajo, 1 2 grupos de afinidad y varios plenarios. La reunión de END está precedida por un Simposio de cuatro días, durante los cuales diversas personalidades políticas, especialmente conocidas por su interés en los temas de desarme, tienen ocasión de exponer sus ideas y dialogar con los pacifistas reunidos en número de varios cientos. Es el momento del encuentro con figuras tan com­ prometidas como Egon Bahr y otros socialdemócratas. La discu­ sión y el trabajo común para encontrar vías de cooperación entre los grupos pacifistas de los diversos países europeos comienza des­ pués, con calma y con entusiasmo. Es un hito importante en la historia de los movimientos pacifistas europeos. También lo es para los españoles. Por primera vez, se llegan a reunir en Berlín 250 participantes provenientes de partidos y grupos pacifistas de diversas nacionali­ dades del Estado Español. Para aquellos españoles que llevaban ya algunos años preocupa­ dos por el tema de la carrera de armamentos y el pacifismo, la escena resultaba al mismo tiempo emocionante y sorprendente. Parece como si todos los grupos políticos de izquierda compitie­ ran por tener allí su «brazo desarmado» o «desarmante». No faltabar las figuras, ex-cuadros de partido, que daban testimonio de paci-

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fismo individual «de toda la vida», ni algún representante de orga­ nismos oficiales que había acudido en calidad de observador, La diversidad de siglas pacifistas y ecologistas superaba toda previsión, y se competía por lanzar comunicados, convocar ruedas de prensa y explicar la peculiar manera de entender el pacifismo en cada organización. Curiosamente, la presencia española en los talleres de trabajo fue relativamente escasa, incluso en el que se discutió sobre «desnuclearización de la Península Ibérica» y «desnuclearización del Mediterráneo», que habían sido organizados por iniciativa, y estaban a cargo de dos grupos españoles (el MPDL y el CIDOB), y a los que asistieron escasamente 2 0 ó 30 personas de la Península Ibérica. Un tercer taller del cual también era responsable el MPDL español (relativo al Informe Palme), no contó con más presencia española que la de la persona que lo había organizado y lo presidía. Se notó más interés en el grupo de «afinidad» dedicado a la mujer, sin que esto significara tampoco afluencia masiva de nuestras compatriotas. A pesar de ello, el talante festivo de las 250 personas llegadas en autobús desde la Península, su simple presencia en los pasillos de la Convención y en las calles de Berlín, eran suficiente símbolo de que algo nuevo estaba sucediendo en el Estado Español. En el mes de junio, el Consejo Checoslovaco de la Paz convoca en Praga un gran congreso mundial «por la paz y la vida». A pesar del boicot decretado en la reunión de Berlín en caso de que no se admitiera la participación de la miembros de CARTA 77, respetado por algunos grupos pacifistas españoles (MPDL y Comité Anti­ Otan) se cuenta entre los asistentes con 40 compatriotas nuestros. Es el mayor éxito de la historia del Consejo Mundial de la Paz en cuanto a participación española. (íQué sucesos internos, de la política ibérica, explican esta nueva presencia en los foros pacifistas de diverso signo a nivel inter­ nacional? ¿Cuáles son las razones que han llevado a los españoles desde una actitud de desconocimiento y pasividad ante el gran mo­ vimiento pacifista que se organiza y arrastra a miles de personas en toda Europa desde hace veinte años, a esta nueva ansiedad por conocerlo y convertirse en parte activa de él?

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E L TR A SFO N D O PO LITIC O Y SO C IA L El hecho de haber estado regidos por una dictadura militar du­ rante cuarenta años, ha escamoteado a los españoles la posibilidad de vivir los acontecimientos internacionales como propios. En cierta medida, porque existía un cierre real de nuestras fronteras hasta la década de los sesenta, y de modo más amplio, debido a la nece­ sidad de atender prioritariamente a nuestros problemas políticos internos. A partir de 1975 las expectativas cambian de modo cualitativo, y junio de 1977, con la convocatoria de elecciones y el fracaso electoral de aquellas formaciones que implicaban algún tipo de con­ tinuidad de la ideología subyacente al sistema que se ha llegado a denominar «franquista», significa el gran salto fuera del sistema político anterior y el comienzo de construcción de una sociedad democrática. A partir de 1978 comienza a notarse alguna inquietud por los temas pacifistas. Las primeras iniciativas surgen de dos grupos dis­ tintos: el PCE y la UMD, aunque en ambos casos se trata de actua­ ciones llevadas por individuos no siempre avalados por su organi­ zación como tal, especialmente en el segundo caso. Algún miembro del Comité Central del PCE decide organizar una acción española del Consejo Mundial de la Paz. Para ello, llama a diversas personas independientes: carlistas, socialistas, así como a miembros de la iglesia católica y un ex-militar (UMD). La posibilidad de trabajar políticamente por la concienciación de los españoles sobre el peligro de la carrera de armamentos y la división del mundo en dos bloques militares ilusiona a varias de estas personas, y se forma un pequeño núcleo que trabaja sin infra­ estructura ni apoyos económicos, pero con una comprensión cre­ ciente de la importancia del tema. El grupo tuvo una vida muy corta, y se acabó disolviendo de­ bido a un fallo inicial de gran trascendencia: no se había explicado a quienes lo componían que el Consejo Mundial de la Paz era una organización definitivamente pro-soviética. Algunos de ellos lo sabían, pero no todos. Según iban creciendo la experiencia y los conocimientos de los

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más activos el tema se hizo evidente, y la disolución del grupo fue inevitable. Un pequeño sector decidió crear otra organización: la Asocia­ ción de Seguridad y Cooperación Europea. Su objetivo era trabajar por la Paz, y apoyar el cumplimiento del Acta Final de Helsinki. Su actividad tuvo más trascendencia y llegó a celebrar un Con­ greso Internacional, con la asistencia de 29 países europeos, dos meses antes de iniciarse la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Madrid. Pero tampoco logró sobrevivir mucho tiempo más. A mediados de 1981 cesó sus actividades. La base sociológica necesaria para que una iniciativa política de cualquier tipo consiga implantarse no existía todavía en el tema de la paz y el desarme, y mucho menos en relación con los con­ tenidos del Acta Final de Helsinki. Sin embargo, un tema empezaba a tener eco en la sociedad española; la resistencia al ingreso de nuestro país en el Tratado del Atlántico Norte. Las primeras campañas de divulgación sobre el significado de O TAN y nuestra pertenencia a este pacto fueron comenzadas por la Asociación de Seguridad y Cooperación Europea, en colaboración con otras organizaciones, como la Asociación Pro-Derechos Huma­ nos y el CAUM. De modo paralelo, otros grupos se plantearon la importancia del tema, y tras varios meses de reuniones llega a organizarse lo que en principio se donominó Plataformas Anti-Otan, y después se convirtió en Comités Anti-Otan. Políticamente estaban apoyados por algunos partidos de los denominados de «extrema izquierda» (M.C., Liga Comunista) y ciertas personas bien conocidas por su anti-militarismo. Ya en 1980 organizan una «marcha sobre Torrejón» que conúgue movilizar a varios miles de personas y supone el primer gran éxito de convocatoria por un tema relacionado con el desarme. La «marcha sobre Torrejón» se institucionaliza y va a ser convocada anualmente, con fuertes altos y bajos en el número de asistentes, pero como símbolo de un rechazo importante. Los principales partidos políticos también demuestran pública­ mente su preocupación por el tema de la OTAN, y en 1981 comien­ zan los grandes debates en favor y en contra del ingreso de nues­ tro país en este pacto.

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La clásica división derechas-izquierdas vuelve a quedar bien patente en este caso: la izquierda está en contra, la derecha a íavor. Curiosamente, hay una gran parte del pueblo español que se define sobre este tema. Se pide un referendum popular antes de tomar decisión alguna, y el partido en el gobierno decide no .convocarlo: ellos están a favor, y saben que hay muchas posibili­ dades de que la mayoría del pueblo español vote en contra. En el invierno de 1981 se puede casi palpar un calor popular en torno al tema. Varias circunstancias contribuyen a que sea así: Por una parte, la posibilidad de entrar a formar parte de un pacto militar choca frontalmente con la sensación que tienen muchos españoles de haber conseguido la liberación tras el fin de la dictadura militar. Por otra, se tiene conciencia de nuestra pequeñez y debilidad .a nivel internacional, y se teme que la alianza con potencias supe­ riores signifique, casi exclusivamente, un sometimiento a iniciati­ vas ajenas y la posible inclusión de nuestro país en guerras — espe­ cialmente de tipo imperialista— que no son las nuestras. Además, el gasto militar implicado en el compromiso despierta el rechazo de un pueblo que atraviesa un período de crisis econó­ mica importante y tiene más de un millón de parados. Por primera vez en cuarenta y cinco años, la posibilidad de una guerra internacional se siente en España como algo inmediato y propio. Esto va a configurar toda una actitud nueva hacia la carrera de armamentos, que resultará en un estallido de posturas pacifistas de diverso signo. Una sola organización pacifista había estado presente en la es­ cena política española desde hacía muchos años, con un proyecto de trascendencia supranacional y global: los objetores de conciencia. Jóvenes que se negaban a hacer el servicio militar por desacuerdo con el principio de la guerra. Durante la época de la dictadura, esto significó para ellos sufrir cárceles durante años y tener que soportar gran número de sevicias a partir de los veintiún años. La postura de los miembros de este grupo no iba a alterarse con el cambio de la situación política, a pesar de que las posibilidades de conse­ guir sus objetivos comenzaban a verse reales. En cualquier caso, la implantación de un sistema democrático supuso la promesa de una

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ley de regulación del servicio militar para objetores de conciencia,., lo que implicó también el compromiso de concederles prórrogas para su cumplimiento, y evitarles la dura prueba de la cárcel.

P O S IC IO N D E L O S P A R T ID O S , C E N T R A L E S S IN D ÍC A L E S Y F U E R Z A S S O C IA L E S

En noviembre de 1981 tiene lugar en Madrid la primera con­ centración verdaderamente masiva por el tema de la Paz. La con­ signa es «PO R LA PAZ, EL DESARME Y LA LIBERTA D ». Con­ vocan: PSOE, PCE, CC.OO., UGT, Juventudes Comunistas, Ju ­ ventudes Socialistas, Federación de Asociaciones de Vecinos, Aso­ ciación Pro Derechos Humanos, CAUM, Asociación de Ex-Presos 7 Represaliados políticos, y varias otras organizaciones ciudadanas. En el Paraninfo de la Ciudad Universitaria se reúnen 300.000 per­ sonas en un ambiente de fiesta y solidaridad, amenizado por la actuación de cantantes populares y las alocuciones de los princi­ pales líderes de las organizaciones convocantes, así como de cono­ cidas figuras independientes. El rechazo a la entrada de España en la OTAN es unánime. A partir de esta fecha comienza a perfilarse el desarrollo de varios proyectos pacifistas de visión amplia y global. Durante el invierno de 1982 surgen en Madrid varias organizaciones de Paz: Mujeres por la Paz, Asociación por la Paz y el Desarme, y el Mo­ vimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad. En noviembre de 1982 se forma una Coordinadora de Acción por la Paz (CAP) que tiene el mérito de reunir semanalmente a todas aquellas organi­ zaciones pacifistas que deseen sentarse a intercambiar experiencias y coordinar acciones conjuntas. En Barcelona se potencia la defensa del pacifismo dentro de organizaciones ya existentes, como Organización Pro-Naciones Uni­ das, Justicia y Paz, CIDOB, etc. En 1983 ya comienzan a surgir organizaciones pacifistas en otros lugares el Estado Español, especialmente en Zaragoza, Sevilla, Alicante, San Sebastián, Galicia, Murcia, Valladolid y Salamanca. Los partidos de izquierda y las Centrales Sindicales mayoritarias:

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(CC.OO. y UGT) se han definido todos por una opción paci­ fista. El PSOE concede especial atención a los trabajos que le envía el Grupo de Estudio sobre Desarme de la Internacional Socialista, presidido por el finlandés Kalevi Sorsa, y en él están integradas personas del prestigio de Egon Bahr y Olof Palme apoyando decididamente las iniciativas surgidas de este grupo en favor de la distensión internacional. Su Secretario General, Felipe González, mantiene una intensa actividad de apoyo a las zonas conflictivas de América Central, propiciando reuniones que pueden llevar a acuer­ dos y compromisos pacíficos. Cuando, en febrero de 1982, un grupo de intelectuales, militan­ tes del PSOE, y personas independientes de izquierda, se reúnen para formar una Asociación pacifista, varios miembros de la Co­ misión Ejecutiva Federal les dan su apoyo total, figurando entre los socios fundadores la responsable de relaciones internacionales, el responsable del Departamento de Cultura, el Secretario General de las JJ.SS., el responsable de Relaciones Internacionales de UG T y varios otros miembros destacados del partido, algunos de los cuales serán, pocos meses después, ministros del nuevo gobierno surgido de las elecciones del 28 de octubre de 1982. La concepción socialista del trabajo en favor de la paz engarza con todo el movimiento que en este sentido viene teniendo lugar en los partidos socialdemócratas del Norte de Europa. Por concre­ tarlo de manera muy breve, se considera que es urgente controlar la carrera de armamentos y para ello se requiere una actividad decidida, tanto en la propuesta de medidas concretas que puedan irla frenando, como en el ejercicio de presiones (populares y a nivel de Estado) para forzar la asunción de estas medidas, o lograr acuerdos entre las grandes potencias enfrentadas en dos bloques militares. Se rechaza la validez misma de la existencia de tales blo­ ques, por considerar que la historia reciente ha demostrado la falacia del principio de que las armas puedan comprar la seguridad, y en este sentido se apoya la declaración de zonas libres de armas nucleares. Sin embargo, se rechaza el principio de desarme unila­ teral, considerando que el desarme total y general sometido a un control internacional eficaz — meta definitiva de toda acción paci­ fista— sólo puede obtenerse a través de la seguridad de que no es

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lio posible una agresión destructora del propio territorio por parte de algún posible oponente extranjero. Por otra parte, se concede especial importancia a la creación de valores que propicien la convivencia pacífica, por lo que este partido se muestra decidido partidario de desarrollar una gran acti­ vidad en el terreno de publicaciones y la educación de los niños y adultos. Después de las elecciones del 28 de octubre, que llevan al PSOE al gobierno, el Presidente de éste sorprende a la opinión pública con declaraciones sobre el despliegue de misiles en Europa^ que no parecen corresponderse con los principios pacifistas defen­ didos por su partido. Las muchas razones que pueden haber influido en un hombre de Estado para hacer tales declaraciones son desco­ nocidas para la mayoría de los ciudadanos, pero el partido como tal, y de modo mayoritario, continúa sosteniendo los mismos prin­ cipios pacifistas que antes. En el PCE el proceso tiene un signo diferente. Durante muchos, años, sus dirigentes han tenido una tendencia a identificar la lucha por la paz con la defensa de los intereses de la Unión Soviética, y esto ha dado lugar a una gran discusión interna entre aquellos que sostenían que había que apoyarla y los que se oponían a ello como muestra de una postura de independencia de su partido respecto^ al PCUS. Esta situación ha provocado que se pusieran obstáculos a las iniciativas de montar algún tipo de asociación por la paz. A pesar de ello, en 1982 algunos militantes del PCE participan en la creación de una asociación pacifista, y se crean grupos de trabajo por la paz en el seno de organizaciones en las que es importante el peso específico del PCE, como el CAUM de Madrid y la OPNU de Barcelona. A partir del serio revés electoral sufrido por este partido el 28 de octubre de 1982, y los consecuentes cambios en su dirección y sus estrategias, la actitud del Comité Ejecutivo hacia las organi­ zaciones de paz cambia radicalmente. 1983 es el año de la gran defi­ nición del PCE como defensor de la paz, lo que manifiesta apoyando tanto aquellas organizaciones pacifista cuyos miembros son afines, o afiliados al partido, como las acciones surgidas de grupos a los que nunca antes había secundado. En la marcha sobre Torrejón con­ vocada por los Comités Anti-OTAN, el 2 0 de marzo de 1983, ef

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PCE participa plenamente por primera vez. En el seno del CAP defiende las propuestas a favor del desmantelamiento de las bases americanas en Torejón (instalaciones que nunca antes había cues­ tionado el PCE) e inicia una campaña de exigencia de convocatoria inmediata de un referendum nacional sobre la entrada de España en la OTAN. Promueven la creación de grupos de paz en todos los lugares posibles del Estado Español, y en todas las organizacio­ nes ciudadanas (Asociaciones de Vecinos, etc.), siendo su acción principal la convocatoria de manifestaciones en la calle. Sus reivin­ dicaciones, de momento, están bastante circunscritas al caso espa­ ñol, centrándose en los temas de las relaciones España-OTAN y España-Bases Americanas. Coincide en esto con el tipo de acción desarrollada por los partidos de extrema izquierda, entre los cuales el que lleva una lucha más clara en este terreno es el Movimiento Comunista. Coincidencia que puede resultar sorprendente si tenemos en cuenta las diferencias de tipo conceptual que existen entre unos y otros. Tanto el Movimiento Comunista como la Liga Comunista Revolucionaria se han definido como partidarios del desarme uni­ lateral, mientras que el PCE, en su X Congreso, se define por el desarme multilateral. Por su parte, las centrales sindicales mayoritarias, CC.OO. y UGT, también están presentes en organizaciones y manifestacio­ nes pacifistas. Ya en el X X X II Congreso (1980), la UGT se definió a favor de la Paz y el Desarme, y desde hace años viene participando en los encuentros sindicales europeos de CIOSE y CES sobre estos temas, trabajando en proyectos de reconversión industrial. Los partidos de derechas no se han definido a favor de la paz, movimiento al que miran con cierta precaución por considerar que toda acción en pro del desarme favorece a la URSS y al Pacto de Varsovia, ya que dudan de que los dirigentes de estos países estén dispuestos a cumplir sus compromisos internacionales. UDC materializó el ingreso de España en la OTAN poco antes de unas elecciones que todo predecía iban a ganar los socialistas, y Alianza Popular se ha definido siempre como partidario de nuestra alineación con el bloque militar occidental. Se podría decir, con una perspectiva global, que el tema que

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ha despertado el interés de los españoles (generalmente hablando) por las cuestiones de armamentismo y paz ha sido el planteamiento del ingreso de nuestro país en el Tratado del Atlántico Norte, y que a partir de allí se ha desarrollado, en los tres últimos años, y especialmente en las capas más jóvenes y más progresistas de la sociedad, una conciencia creciente del peligro que implica la actual división del mundo en dos bloques militares, la subsiguiente ca­ rrera de armamentos, y el desenfreno ciego con que los dos países más poderosos del mundo (USA y URSS) se empeñan en mantener su propia hegemonía sobre el resto de las naciones. Esto indica que se está produciendo en nuestro país un fenó­ meno importante. Tanto aquellos que son partidarios del ingreso de España en la OTAN, como los que lo rechazan, y especialmente los que han sido capaces de desarrollar una visión extensa y comprensiva del fenómeno de la carrera de armamentos en el momento histórico actual, han dado un paso cualitativo en cuanto al sentimiento de pertenencia a la comunidad internacional y la responsabilidad co­ lectiva ante decisiones que afectan a la seguridad y la defensa. Las jóvenes organizaciones de paz que han surgido, y seguirán surgiendo, en todo el territorio del Estado Español, son expresión de una postura inequívocamente decidida en favor de buscar solu­ ciones sensatas que impidan la destrucción de la vida sobre la tierra, eventualidad nada remota en la actual situación de acumu­ lación de artefactos nucleares de destrucción masiva. Ciertamente que la influencia de los partidos políticos se nota en la mayor parte de ellas, pero esto no disminuye su posible efectividad como vehícu­ los de inquietudes y coordinadoras de esfuerzos constructivos. Tal vez estemos viviendo un momento especialmente enriquecedor en el ámbito de nuestra apertura mental hacia los compro­ misos y las imbricaciones internacionales, que a todos beneficia por sus fines y su contenido, y que merece un apoyo cada vez mayor de las personas y las instituciones con confianza en la capacidad humana de superar las crisis y construir una sociedad internacional cada vez más justa y más digna.

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Aproximación histórica a ia expe­ riencia de ios movimientos pacifistas en Occidente Alberto Rodríguez Gracia Secretario General Justicia y Paz Madrid

Nota previa.—^Todavía son pocas las personas que han intentado acercarse a los movimientos pacifistas en un esfuerzo de sistematizar históricamente sus experiencias: Los movimientos han sido, normalmente, productos sociales dis­ persos, surgidos en situaciones políticas conflictivas, sin condiciones claras de afiliación y escasas regulaciones estatutarias; inclinados más a la acción que a la exposición de sus principios teóricos, refugiados normalmente en la oposi­ ción política, trabajando en la clandestinidad, perseguidos y en ocasiones en­ carcelados... En España está llegando la hora, al parecer, en que estos movimientos pre­ sionen fuertemente sobre la sociedad; «marchas», «sentadas» y «encadenamien­ tos», comienzan a ser «noticia» en nuestra prensa diaria; por eso nos ha pare­ cido oportuno realizar un esbozo (tan solo un «esbozo») de su desarrollo his­ tórico durante los dos últimos siglos; esbozo que debe irse «rellenando» a posterior!, con datos y nombres olvidados por la historia oficial «las guerras». Consecuente con la humildad de este «primer borrador», no se harán citas bibliográficas, ni se entrará en disposiciones conceptuales; se espera, sin em­ bargo, que los propios movimientos pacifistas españoles, ayuden a completar esta primera aproximación histórica, con datos de los últimos años (que pue­ den remitir, a nombre del autor, a la misma redacción de esta Revista), haciendo posible así una más correcta aproximación a este tipo de experiencias en nues­ tro propio país.

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114 L A S P R IM E R A S E X P E R I E N C I A S : E n el tr á n s ito d e la G u e r r a c o m o « T o r n e o » , a « l a s N a c io n e s e n a r m a s » ( 1789-1914)

Este «tránsito» se realiza a finales del siglo xvii; es la Revolu­ ción Francesa, precisamente, la que provocará un corte espectacular en la Historia del Pacifismo. La Edad Media ya había producido un tipo de Estado incompren­ sible sin ejército (lo tienen incluso los Estados Pontificios); la Edad Moderna, en su Derecho, considera la «situación de guerra» como el «estado normal» en las relaciones internacionales. Las mismas religiones, con su elaborada doctrina sobre «La Guerra Justa», pro­ vocan contiendas donde se enfrentan la mayoría de los monarcas europeos, pese a que casi todos son, además de cristianos, parientes entre sí. En este «ambiente bélico» ya habían surgido, indudablemente, «movimientos» pacifistas; pero la mayoría de ellos son grupos reli­ giosos que han tomado sobre sí, como consigna vital, el desarrollo de lo que pudiéramos llamar una incipiente Teología de la Paz... Tampoco la guerra de entonces puede llamarse, aún, «La Guerra». Contemplada desde la actualidad, la guerra de aquellos tiempos no es, realmente, mucho más que un «Torneo». Los ejércitos de enton­ ces son pequeños; normalmente no están formados por más de cinco o diez mil hombres; y hace siglos que estos ejércitos han dejado de ser «populares». Los estados «Modernos» disponían de un ejército de «profesionales», que eran los encargados de luchar y morir «por el pueblo». El reclutamiento en masa, no sólo es visto como ineficaz, sino que también «resulta caro» por las secuelas eco­ nómicas que conlleva. La Infantería Española del siglo xvii, por ejemplo, se forma a través de las «rondas de enganche», en que se reclutaba uno de cada doce hombres; al «favorecido» se le con­ vierte en «profesional». El Ejército Británico, que tantas victorias obtuvo durante el siglo xviii, contaba, todavía en 1770, con apenas 17.000 hombres; y sus métodos de combate no diferían aún mucho de los empleados durante el siglo xvi. El mayor ejército del mundo, reunido en Rusia por Pedro el Grande durante el mismo siglo, estaba comDuesto por 200.000 soldados regulares y 100.000 civiles... Los «holocaustos» bélicos de estas épocas no pueden leerse, consecuente-

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mente, con nuestra actual mentalidad de lo que puede ser, hoy, una Guerra (1). La Revolución Francesa, además de ser el primer paso para separar los «poderes políticos» (civil, militar y judicial), concentra­ dos hasta entonces en la persona del monarca, es la generalizadora del conflicto bélico a toda la masa de la población: «A partir de este momento — dice la Convención— todos los franceses estarán obligados a servir en los ejércitos. Los jóvenes combatirán; los hom­ bres casados forjarán las armas y transportarán los suministros; las mujeres confecionarán tiendas y prendas de vestir y servirán en los hospitales; les niños se encargarán de hacer vendas de la ropa de cama vieja, y los ancianos serán trasladados a las plazas públicas para que estimulen el valor de los combatientes». Esta concepción igualitaria de la sociedad respecto a la guerra, se extenderá por toda Europa y, a partir de este momento, se implantará, legalmente y con la aquiescencia de una amplia mayoría ciudadana, en los estados occi­ dentales la costumbre del Servicio Militar Obligatorio. Esta innovación transformará la guerra de forma casi más deci­ siva que la pólvora, que es otro de los nuevos factores que entran en juego (su aplicación al «encendido por percusión» en 1807, hace posible la industrialización, al «estilo americano», de las armas de fuego, hasta entonces tan sólo en manos de combatientes privilegia­ dos). Con el sistema, comienza el «abaratamiento» de la soldadesca; Napoleón se jactará ante Metternich, en 1813, de preocuparse muy poco por la vida de un millón de hombres, porque podían compen­ sarse sencillamente con nuevos reclutamientos masivos. De esta forma, las batallas europeas pasan de los cinco, diez o quince mil «profesionales», luchando «al amanecer en un bello descampado», a los 539.000 que combaten en Leipzig en 1813; o a los 300.000 de Solferino en 1859, batalla donde los nuevos «ingenios bélicos», ade­ más de obligar a luchar en un frente de 90 kilómetros cuadrados, produjeron más muertes que Waterloo... (1) En los 23 años que duran la Revolución Francesa y las Guerras Na­ poleónicas (1772-1815), se perdieron, aproximadamente, dos millones de vidas humanas. En los cuatro años de la Primera Guerra Mundial (1814-1918), murie­ ron aproximadamente diez millones de hombres. En la Segunda Guerra Mun­ dial (1939-1945), entre civiles y militares, se calcula que murieron más de dnCueñta y cinco millones de personas. En la Tercera Guerra Mundial...

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Al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, también llega esta innovación: El ejército americano contaba únicamente con 16.000 hombres al estallar la Guerra Civil; comienzan por alistar voluntarios, pero ante la prolongación de las hostilidades, en 1862, el Sur recurre al reclutamiento general y militariza al 90 por 100 de sus hombres (1.400.000 aproximadamente). El Norte lo hará en 1863, pero al tener una mayor población, no precisa recurrir mas que al 45 por 100 del elemento masculino para reunir un ejército de 2.900.000 soldados. El tren, a partir de 1830, y el buque de vapor, proporcionarán también el medio adecuado y económico para transportar estas enor­ mes masas de soldados. Estos reclutamientos, prácticamente generales, que obligan a luchar, matar y morir, al «pueblo», y que se realizan sin tener en cuenta la vocación «guerrera» de los individuos, son los que harán surgir, precisamente, los movimientos que hoy denominaríamos «de objeción de conciencia»; todavía tienen poco que ver con los actua­ les, ya que normalmente no se trata de «rebeliones frente al siste­ ma», sino de simple oposición al militarismo bélico propiamente dicho; su «objeción» es más bien de tipo «religioso» y, esencialmen­ te, derivada del pacifismo evangélico cristiano. Sin embargo es im­ portante constatar su existencia: Durante la Guerra de Crimea (1854-1855), el director de la fábrica Clay Cross afirmará, por «ra­ zones industriales y políticas» que «antes de someter a la población del distrito y a mis trabajadores a un reclutamiento general, huiría­ mos a las minas y viviríamos allí una especie de vida clandestina a lo Robín H ood»... En Estados Unidos son las sectas cristianas reformadas las que producen grupos de «objetores» socialmente importantes; grupos que sufren por su convicción, «teológica», de que los hombres cris­ tianos no debían hacer la guerra ni matar a sus semejantes. Ya en 1660, George Fox, cuáquero, había publicado su «Declaración con­ tra todas las guerras» y especialmente contra las guerras civiles; el también cuáquero, William Penn, fundador de Pennsylvania, publi­ có en 1694 su «Proyecto para una futura paz en Europa», y con­ certó una serie de tratados con los indios (1682), con los que trató de crear los primeros Gobiernos desarmados de la tierra; mientras que, como teórico, aun hoy se le recuerda, su «experiencia india»

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terminó con el primero y más estruendoso de los fracasos políticos para los «pacifistas» americanos. El primer movimiento pacifista europeo, nacido en Inglaterra, entre 1815 y 1867, lo componen las Veace-Societies, también de ori­ gen cuáquero. Además de la «objeción de conciencia», aportan la primera tentativa concreta para evitar un choque armado; la realizan con ocasión de la ya mencionada Guerra de Crimea: Un gran grupo de cuáqueros pacifistas había sido invitado por Alejandro I para realizar en Rusia una labor de adoctrinamiento frente a la población religiosa, rebelde, del Imperio de los Zares (aquí podríamos rastrear el primer intento de «alienación» política del pacifismo); catorce años después, en vísperas de la Guerra de Crimea (1853), en que se enfrentarán Turquía, Francia y su país de origen, el Reino Unido, contra la nación Rusa que tan favorablemente les ha tratado, los cuáqueros intentarán mediar frente a todos los poderes, pero las apelaciones del arzobispo anglicano de Canterbury y del Cardenal católico de París, a los creyentes de ambas confesiones, con un len­ guaje semejante al empleado en las Cruzadas medievales, recuerdan a los cristianos europeos sus «deberes patrióticos», y contribuyen a que nazca, ya en estos tiempos, el habitual reproche de «cobardes» contra el que habitualmente tendrá que luchar los pacifistas... La actividad de los primeros grupos en la Guerra Civil america­ na tampoco será más afortunada. El fuerte movimiento de «obje­ ción de conciencia» que habían logrado promover los cuáqueros y otras confesiones cristianas ante los sistemas de reclutamiento de la Guerra Civil, fracasan rápidamente frente al gran argumento de que aquélla es «una guerra justa». En este caso concreto, y por mucho que el concepto pueda parecemos manido, conviene recordar en su disculpa que, la guerra civil americana, tiene como objeto, formal al menos, la lucha por la abolición de la esclavitud sudista: «paz y justicia», en este caso como en tantos otros, se sitúan frente a frente como reto, profundo y radical, para los pacifismos sentimen­ tales y epidérmicos... Pero, pese a estos fracasos iniciales, que por cierto no serán los últimos, la razón política había logrado construir para estas fechas, un importante frente teórico-pacifista. Jeremy Bentham (1748-1832), había ya publicado su libro Vrin-

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dpios del Derecho Internacional y de la Paz; y Kant, en 1795, su obra programática «Tratado sobre la paz perpetua». En Estados Unidos, las ideas de Penn habían sido recogidas por Willian Ladd (1778-1814), que propugnaba la creación de un «Tri­ bunal Internacional» que mediara en todos los posible conflictos bélicos; constituye con este fin una asociación denominada «Aboga­ dos para la Paz» y, en 1828, cincuenta asociaciones pacifistas tra­ tarán de confederarse en la «American Peace Society», fundada tam­ bién por Ladd. El «Primer Congreso Pacifista» se reunió en Londres en 1843. El éxito del mismo anima a celebrar, en diciembre de 1848, el «Pri­ mer Congreso Internacional de la Paz». En 1849, se celebra el primer «Congreso de la Paz» de Francia, donde Víctor Hugo propone la creación de «Los Estados Unidos de Europa» en su discurso de apertura. El «Tercer Congreso Internacional de la Paz», celebrado en Francfort, el 24 de agosto de 1850, retoma las ideas de Penn y aprueba una resolución por la que se pide a todos los Estados que, en las escuelas, donde se forman las nuevas generaciones, se tenga en cuenta una cierta «educación para la paz», posición que se su­ giere muy oportunaniente, aunque sin éxito, frente al espíritu que comienza a aparecer a través de los nacionalismos europeos y su tesis sobre el «valor educativo de la guerra»: el más querido presi­ dente de Estados Unidos, Theodore Roosvelt, en 1897, dirá a los cadetes de la Academia Naval que «la paz es una Diosa tan solo cuando lleva una espada al cinto... Ningún triunfo de la paz es tan grande como los supremos triunfos de la guerra»; Bismarck, cuando le preguntan si quiere la guerra contestará: «Naturalmente que no. Lo que yo quiero es la victoria». En este mismo año, partiendo de Francia, y bajo la dirección de Frederic Passy, se intenta una cierta coordinación de los movimientos pacifistas europeos con vistas a la acción conjunta en contra de una posible guerra mundial. Pero Europa está ya bañada por el odio; las guerras de la mitad de este siglo (Crimea, Civil americana, franco-prusiana...), mas la evolución «técnica» de los armamentos, y el crecimiento de los nacio­ nalismos, hacen prever a los espíritus despiertos la cercanía de una Gran Guerra continental. En la década de los ochenta, ya es perceptible el descontento

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de la población, e irrumpe con toda su fuerza la «prensa de masas»: Entre 1882 y 1900, en Europa se duplica el número de periódicos, pasando de seis a doce mil; la gran mayoría de ellos, subsisten aún hoy como prensa progresista, aunque, también en ocasiones, como prensa demagógica... En todos ellos escriben los nuevos pacifistas. Comienza a percibirse que las masas están en contra del Libera­ lismo. En 1869 ha aparecido el concepto de «Greater Britain» en un folleto de sir Charles Dilke, sintetizando un programa imperialista. Alemania, Francia e Inglaterra comienzan a estudiar el enorma botín que se les ofrece en Asia y Africa. En 1895, el joven diplomático francés Paul Claudel, afirmará que, en China, «disimuladas detrás de las misiones cristianas, actúan gentes que exploran las posibili­ dades económicas del país, y detrás de estos exploradores están las flotas y los cuerpos expedicionarios». En la época en que Rudyard Kipling (1865-1936) comienza a exaltar a los británicos como «pue­ blo elegido por Dios», con el destino de dominar a las «razas salva­ jes» de otras zonas geográficas: En 1875 ni una décima parte del continente africano ha sido ocupado por las naciones europeas; en diez años (1895) toda Africa ha sido ocupada, quizá con la excepción de un 10 por 100. Ha llegado el momento de la politización de una nueva idea, la «Idea de la Raza». Y también esta idea, como la idea de «la Justicia» (expresada en el concepto de «guerra justa»), enturbiará con frecuencia la vi­ sión de los pacifistas: los movimientos ingleses, por ejemplo, a la vez que muestran su preocupación por los «pueblos oprimidos en general», manifestarán también, ya por entonces, su desprecio por la «raza inferior» de los celtas irlandeses... Los pacifistas de esta época se refugiarán en un reducto que se convertirá en habitual: la literatura utópica. Bertha von Sutter, de la que después hablaremos, traduce, precisamente al alemán, la no­ vela de F. A. Fawkes: El Emperador de Europa. Paolo Mantegazza, en 1897, escribe en su Año 3000: «Yo creo que la rapidez de las comunicaciones, lograda por el vapor y el teléfono, ha contribuido, en mayor medida que todos los libros y periódicos y más que todas las religiones, a destruir la vieja y triste época de las guerras y a crear una moral nueva y sana»... La vieja fe en la razón científica es, en esta ocasión, la que entorpece con sus tesis la acción política

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120 pacifista, que huirá, como tantas otras veces, de la brillante intuición kantiana: La Paz es un problema técnico. Ernest Renán [Diálogos filosóficos, 1871) llegará a exigir a la Ciencia el perfeccionamiento humano que la razón no logra imponer, y así espera que «como la humanidad proviene de la animalidad, así la divinidad tendrá su origen en la humanidad. Y habrá seres que se servirán de los hombres, como el hombre se sirve de los animales»... T. B. Russell, ya en 1905, inflenciado por la atractiva «utopía técnica», verá el futuro con un gran optimismo, porque «las gran­ des armas — las ’^super-armas’’, llama él a las de entonces— con­ vierten la guerra, por pura lógica, en un auténtico imposible». La idea, por desgracia, continúa aún vigente, tanto en la razón política como en buena parte del ánimo popular, y actúa en contra de todo pacifismo radical. Pero treinta años antes de que Hamburgo y Berlín fueran redu­ cidos a escombros, Bertha von Suttner, reacciona frente al idealis­ mo, y publica su obra La barbarización del aire; el libro entusiasma y recorre Europa; y aunque un cierto fatalismo milenario se abre paso en el talante pacifista popular («no se puede hacer nada», «siempre habrá guerras»...), el miedo a que la próxima, de produ­ cirse, sea total y absolutamente destructora, hace que, en el Parla­ mento de los reinos y los estados confederados de Viena, y en el Reichstag alemán, diversos líderes incorporados al movimiento paci­ fista de Passy, sean escuchados, y presenten entre 1875 y 1878 va­ rios proyectos de Desarme. Los austríacos Ritter von Schmerling y Adolf Fischhoff, se es­ fuerzan por construir una «Asociación Pacifista Intereuropea», donde se agrupen los parlamentarios de los distintos países que ya se preve van a entrar en conflicto. En la última década del siglo xix, bajo la impresión causada por una nueva novela de Bertha von Suttner (que será, en 1905, la primera mujer que reciba el Premio Nobel de la Paz), ¡Abajo las armas!, los movimientos pacifistas, ingleses y norteamericanos espe­ cialmente, comienzan a captar para su causa a personalidades im­ portantes. El zar Nicolás II, que también ha quedado impresionado por otra novela antibelicista — en este caso la del ruso Johann von Block, La

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ruleta de la guerra, editada en San Petersburgo en 1898— , escribe una circular dirigida a todos los diplomáticos extranjeros que resi­ den en la corte rusa, y les convoca a lo que será la «Primera Confe­ rencia de la Paz» en La Haya (1899). En la circular rusa se afirma: «el armamento devora las fuerzas físicas y espirituales de los pue­ blos. Cientos de millones se invierten en procurarse las más terribles máquinas de destrucción, que hoy se consideran la última palabra de la ciencia y que están sentenciadas a perder mañana todo su valor como consecuencia de cualquier nuevo invento en este sector»... «Esta Conferencia — dirá el zar— quiere ser como un presagio favo­ rable, con la ayuda de Dios, para el siglo venidero. Ella reunirá, en un sólido haz, los esfuerzos de todos los Estados que se preocupan sinceramente por el triunfo de la gran idea de la paz universal sobre todos los elementos que representan la perturbación y la discordia». El propio Roosevelt, impresionado por las palabras del zar, soli­ citará la convocatoria de la «Segunda Conferencia de La Haya», que tendrá lugar en 1907, y en la que, el 18 de septiembre, se aprobará un Convenio, que tristemente, conserva aún hoy su vigencia sin haberse aplicado en aquella ocasión: las naciones participantes se comprometieron a resolver por la vía pacífica todas las discrepan­ cias que surgieran entre ellas. Y así, unas cuantas «novelas utópicas» o «catastrofistas», más la incansable resistencia de algunos pacifistas, logran, entre 1881 y 1910, resultados positivos en 136 casos de arbitraje internacional, lo que estimulará a participar a nuevas personalidades en los movi­ mientos que, con cierta frecuencia, comienzan a surgir. En la Alemania guillermina, sin embargo, el propio emperador tiene, públicamente, comentarios burlones sobre la Conferencia de La Haya; en ese mism_o año (1907) el Premio Nobel de la Paz es concedido al cantor de la guerra colonialista Rudyard Kipling. El año anterior (1906) se le había otorgado a Teodoro Roosvelt por su intervención en el Tratado de Portsmouth, que dio fin a la guerra ruso-japonesa; este hombre, indiscutible protector del pacifismo, ponía en práctica sin embargo, en su actividad presidencial, la llama­ da «política del garrote» (después «Doctrina de la Seguridad Na­ cional»). Bertha von Suttner, se ha convertido para estas fechas, en un líder pacifista internacional. En EE.UU., después de cientos de con-

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ferencias, logra ganarse la simpatía del «confuso» presidente Roosevelt, y entre ambos mueven al millonario Andrew Carnegie a crear, en 1910, el Premio de la Paz que lleva su nombre, y a construir en La Haya el «Palacio de la Paz». Una de las revistas fundadas por esta sensacional mujer, «Atalaya de la Paz», subsiste todavía hoy. Sin embargo, a principios de siglo, se había arriesgado a predecir: «no terminará el siglo xx sin que la sociedad humana haya abolido el azote de la guerra como institución legal». Muere en Viena el 21 de junio de 1914 y, una semana después, el 28 de junio, el asesinato en Sarajevo del príncipe heredero de Austria desencadenará la Pri­ mera Guerra Mundial. E L C H O Q U E C O N T R A LA R E A L ID A D : L a s d o s « p r im e r a s » G u e r r a s M u n d ia le s

En la mayoría de los países occidentales, la Primera Guerra Mundial fue inicialmente considerada como lo que pudiéramos de­ nominar «una Cruzada». El Obispo Michael Faulhaber, nombrado después Cardenal de Munich, escribe en 1915: «E s mi convenci­ miento que esta campaña será para nosotros, dentro de la ética de la guerra, un ejemplo aleccionador de una guerra justa». En Europa, al parecer, sólo hay una voz solitaria, que se eleva a favor de la Paz; es la voz del Papa Benedicto XV. Elegido en un cónclave celebrado precisamente en 1914, se centrará durante cua­ tro años, casi exclusivamente, en los problemas bélicos; organiza el cuerpo de capellanes militares y adopta multitud de medidas, muy eficaces, para mejorar el estado de los prisioneros; creará, gastando una enorme fortuna (evaluada en 82 millones de liras-oro), lo que se denominará «la otra Cruz Roja». Sus alocuciones, incansablemente reiterativas (8 de septiembre y 6 de diciembre de 1914; 25 de ma­ yo, 28 de julio y 6 de diciembre, en 1915; 4 de marzo y 30 de julio, en 1916; 10 de enero y 5 de mayo de 1917), no obtienen eco alguno, y ambos bandos, persuadidos del derecho que les asiste, se indignan de que el papa no «hable claro», condenando, cómo no, a «su» adversario político. Ni siquiera le permiten participar en los Tratados de 1919, siendo la Santa Sede excluida en la estructura­ ción de la Sociedad deí Naciones; El 23 de mayo de 1920, escri-

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birá Benedicto XV k Encíclica «Pacem Dei munus», pero en Europa hay pocos católicos pacifistas en estos años y, los existentes, ni supieron apreciar la Encíclica, ni después dignificar la memoria de este auténtico «Pontífice de la Paz». Hay que esperar a las últimas Historias de la Iglesia, para que ésto suceda (el único monumento erigido a este hombre, después de muerto, será patrocinado y cos­ teado, curiosamente, por los mahometanos turcos). Los católicos americanos tampoco reaccionarán adecuadamente, por lo que los pocos movimientos pacifistas subsistentes estimarán, a partir de entonces y hasta el día de hoy, que al catolicismo no se le debe considerar como una religión apropiada para promover el pacifismo entre sus seguidores. El reproche se repetirá, respecto a los creyentes norteamericanos, con ocasión de las primeras bombas atómicas arrojadas sobre la población japonesa, al no adoptar la Iglesia de aquel país posición oficial alguna respecto al tema. Al principio de la Primera Guerra Mundial, numerosos grupos de pacifistas europeos, o concretamente, de pacifistas-objetores de conciencia, pertenecientes a religiones «protestantes», abandonan Alemania, Francia, Suiza y Rusia, trasladándose a los EE.UU. y a Canadá, escapando así del servicio militar, obligatorio en Europa. Estos grupos se incorporarán a la «Sociedad Americana para la Paz», continuadora — a través de su animador Benjamín Franklin Trueblood, pedagogo cuáquero— de la labor de William Ladd, de quien ya hablamos anteriormente; en estos días, su idea de asociar a los profesionales del Derecho en un movimiento para la paz, ya ha tomado forma en la revista «Abogados de la Paz». Trueblood, con los nuevos refuerzos humanos que vienen de Europa, logra aunar las actividades de su país con las del otro lado del Atlántico, pro­ piciando el desarme y el arbitraje en los pleitos internacionales. El problema, como otras veces, es el excesivo optimismo de los pacifistas. Trueblood, a pesar del comienzo de las hostilidades en Europa, la dimisión del pacifista Bryan (nombrado Secretario de Estado de los Estados Unidos en 1913), y el hundimiento del Lusitania en 1915, confiaba que América no entraría en el con­ flicto: «La guerra — afirmará— es, simple y llanamente, una trai­ ción a la humanidad y, además, no resuelve ningún problema... Entre los EE.UU y Alemania no habrá guerra». Cuando este hombre muere, en 1916, los políticos inician una

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campaña por todo el territorio americano, convenciendo a los ciuda­ danos — y una vez más, también a los pacifistas— de que no hay que quedarse al margen de una «guerra justa». La misma «Sociedad Americna para la Paz» se mostrará a favor del aniquilamiento de los alemanes... Durante esta guerra, como ya era habitual, los «objetores de conciencia» continuarán manteniendo la antorcha del pacifismo. En Inglaterra, donde surge la primera organización mundial cristiana con fines pacifistas («La Asociación para la Reconciliación»), los objetores comienzas a ser mejor tratados: De 16.000, una amplia mayoría son destinados a servicios civiles y, 1.200, son enviados a ultramar a cumplir misiones sanitarias. En Estados Unidos, sin embargo, casi todos son juzgados y sentenciados, especialmente los pertenecientes a la secta protestante «Mennonita». En Rusia, el desconcierto de la Revolución, en 1917, hace que grandes masas de soldados comiencen a abandonar los frentes, negándose a continuar combatiendo. Pero el hecho real es que en esta guerra como en otras, salvo los tenaces «objetores», la mayoría de los anteriormente decididos pacifistas, terminarán tomando las armas para defender sus respec­ tivas Patrias. La reacción posterior a los horrores bélicos de la Primera Gue­ rra Mundial, sin embargo, suena a verdadero arrepentimiento en masa. En la década de los veinte, los movimientos pacifistas reclutan miles de adeptos; muchos clérigos incluso, de los que antes habían considerado gue «la defensa de la Patria es un deber sagrado», se hacen ahora pacifistas integrales; surge así, por ejemplo, la «A so­ ciación de la Juventud Cristiana» (YMCA). En 1934, Warter van Kirk, del Consejo Federal de las Iglesias, dirá que «o la religión pone fin a las guerras, o serán las guerras las que acaben con toda religión». En 1939, la «Unión para la Garantía de la Paz», contaba en Gran Bretaña con más de 100.000 afiliados. Estas Instituciones apoyaron las Conferencias de Desarme de Washington, Ginebra y Londres; el Pacto de Kellog-Briand (1928) firmado por 55 naciones; el arbitraje entre Méjico y EE.UU. por disputas fronterizas; la abo­ lición de la instrucción militar obligatoria en los Centros de Ense­ ñanza, etc., etc.

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Pero, de nuevo hay que decirlo, tanta buena voluntad resultó también insuficiente para evitar la Segunda Guerra Mundial. Bien es verdad que en esta guerra, los objetores de conciencia fueron algo más respetados: En Canadá hay unos 5.000, en EE.UU. más de 40.000 (sólo los Testigos de Jehová, que se negaron a todo servicio, fueron encarcelados); en el Reino Unido, unos 45.000; en Francia fueron muy escasos, y en la URSS, si los hubo, fueron silen­ ciados. En Alemania se conoce el dato de 32.000 objetores fusi­ lados... Se generaliza la conciencia de que se está, de nuevo, partici­ pando en «una guerra de liberación», y la irracionalidad de algunos pacifistas británicos, llega a tal extremo, que cegados por su enfren­ tamiento al colonialismo que practica su propio Gobierno, llegan a sugerir que Hitler sea nominado por los «Estados Europeos», como líder y máxima autoridad para imponer a Europa una paz duradera... Rendida incondicionalmente Alemania el 7 de mayo de 1945, el 26 de junio siguiente, representantes de 50 naciones, firman en San Francisco la «Carta de las Naciones Unidas». Pero, nuevamente, el «terror de la guerra» resulta insuficiente; el «nuevo estilo», llamado Guerra Vría, comienza con la frase de Churchill, pronunciada al año siguiente (1946) en la Universidad de Fulton (Missouri): «Sobre Europa Oriental ha caído un Telón de Acero»... Bulles y Eisenhower intentarán evitar la posible Tercera Guerra Mundial por medio del «Equilibrio del Terror»; el Occidente redu­ ce sus fuerzas convencionales y amplía las nucleares. El mundo co­ munista recurre a la expansión ideológica, afianzando su dominio mediante conflictos limitados y guerra de guerrillas; posteriormente también creará su propio arsenal nuclear. EL REARME MORAL DEL PACIFISMO

La lucha contra la Tercera Guerra Mundial Robert Me Ñamara, Secretario de Defensa de los EE. UU., de­ claró, ya en 1966, que en los ocho años anteriores se habían pro­ ducido en el mundo no menos de 165 estallidos de violencia impor­ tantes; entre 1946 y 1959, el sociólogo americano Echstein, había

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registrado más de 1.200 «conflictos internos». En esta «época de paz a pesar de las guerras», las tendencias a la agresividad están todavía describiendo una curva ascendente durante los últimos diez o quince años. En la Universidad de Chicago, en 1943, se había formado una Comisión para redactar una «Constitución Mundial», que preveía el establecimiento de nueve colegios electorales en el mundo para elegir al Presidente y a todos los miembros de un Consejo Mundial. Esta «utopía» parece convertirse en realidad cuando, en 1945, se crean las Naciones Unidas. En 1946 se constituye la UNESCO, pero al año siguiente el mundo comenzará su división en «bloques», al crearse la OTAN y el Pacto de Varsovia. En 1950, en Helsinki, se funda el «Consejo Mundial de la Paz», promovido al parecer por Moscú. Surge un acercamiento oficial al Pacifismo desde las religiones mayoritarias: En la primera mitad de la década de los cincuenta^ se reúnen teólogos, pacifistas y no-pacifistas, en Puidoux (Suiza); en 1954, en el Consejo Mundial de las Iglesias (Evanston, Illinois) se aprueba un documento, redactado conjuntamente con la «Aso­ ciación Internacional para la Reconciliación», que se titula «L a Paz es voluntad de Dios». A partir de estas fechas, la preocupación es constante; el último de estos encuentros, precisamente, acaba de celebrarse en el mes de mayo de 1983, en Moscú, con el tema «Dinámica de una esperanza: confianza, desarme, paz»... El 4 de julio de 1964, el Presidente Johnson firmó la Ley de los Derechos Civiles, en que se reconoce la igualdad de blancos y negros en la sociedad americana; cuatro años más tarde, el líder de la campaña, el premio Nobel de la Paz y pacifista ejemplar, Martin Luther King, cae asesinado por un racista fanático. En 1974, el «Movimiento por una alternativa no violenta» (MAN) en Fran­ cia, publica el «Manifiesto de Poitiers», en el que se tratará no tanto de condenar toda violencia, «como de buscar una alternativa a la violencia». El viejo enfrentamiento entre pacifismo y justicia encuentra su sitio en la afirmación de que no se puede condenar por igual «la violencia de los ricos y de los poderosos, que se esfuerzan por mantener su dominación y defender el desorden establecido, y la violencia de los oprimidos, que se esfuerzan en conquistar su ílignidad y su libertad».

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Los acuerdos de Helsinki, de 1975, fomentan la creación de numerosas sociedades, grupos de estudio y reflexión en torno a la paz mundial. 1977 es un año con numerosas manifestaciones en contra de la bomba de neutrones norteamericana; en 1978 es la liberación de los «apartheid» africanos el tema que centra la aten­ ción de los pacifistas; a partir de estas fechas, los movimientos que defienden los Derechos Humanos, el Ecologismo y la Paz, se unen cada vez más frecuentemente en acciones conjuntas. Sus argumentos van siendo más sólidos y menos retóricos. Las propias Naciones Unidas y la Unesco fomentan su crecimiento y constituyen en Washington los «Friends Commitee on National Legislation», que propician conversaciones entre las potencias (SALT I, SALT I L SALT III, M BFR ..., y Conferencias sobre Seguridad y Coopera­ ción en Furopa, como las de Helsinki y Madrid) con el fin de limi­ tar de algún modo la creciente carrera de armamentos. Las Conferencias Episcopales Norteamericanas, Alemana, Ita­ liana y Holandesa, han publicado en 1982-83 documentos impor­ tantes sobre el tema de la Paz y el Desarme. Son verdaderamente sugerentes los mensajes de Juan Pablo II con ocasión de las últimas «Jornadas del Día Mundial de la Paz» (1 de enero de cada año). La misma Conferencia Episcopal Española parece que está reuniendo documentación para pronunciarse próximamente sobre el tema. En este mismo año (1983) se desea montar la «Universidad de la Paz» en Costa Rica (único país del mundo que, constitucional­ mente, tiene prohibida la creación de Ejército); esta idea ha sido aprobada, recientemente, por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Alemania es la zona donde, actualmente y sin lugar a dudas, los pacifistas tienen la mayor incidencia política y social; los «Verdes», mitad pacifistas, mitad ecologistas, se presentan como «alternativa» y han logrado en el 82 más escaños parlamentarios que los libera­ les. La mayoría de las Universidades, en este país, ya tienen Insti­ tutos de Investigación sobre la paz, la guerra y los armamentos; la instalación de euromisiles en la zona, durante los próximos me­ ses, esta convocatoria ya a movimientos pacifistas de toda Europa que se disponen a vivir un «otoño caliente». La «Federación de la Juventud Católica Alemana» se encuentra

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muy comprometida en todas estas campañas; el movimiento comu­ nista también interviene activamente. En Inglaterra, el movimiento más importante es el que se reúne en torno a la «Campaña para el Desarme Nuclear», creado ya en 1958. «Fax Christi», en Bélgica, ha tenido la excelente idea de crear un «Servicio Internacional de Información sobre la Paz» y ha sido recientemente recomendada para el próximo Premio Nobel. En Holanda es muy importante el Movimiento constituido por el Consejo Interconfesional para la Paz, y también la Coordinadora de «Mujeres para la Paz» que, agrupando a todas las organizaciones feministas, fue creada por el Partido Comunista. En Francia ha surgido un interesante grupo llamada «Movi­ miento por el Desarme, la Paz y la Libertad». Las manifestaciones convocadas por todos estos movimientos pacifistas, durante los últimos años, son a veces las mayores habidas, por cualquier otro motivo, desde el final de la Segunda Guerra Mundial. S I N T E S I S D E LA E X P E R I E N C I A E S P A Ñ O L A

En España estos movimientos comenzaron a darse a conocer a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, cuando ya se esperaba el final de un largo período político totalitario. Los pequeños grupos pacifistas, desconocidos entre sí, se fueron conso­ lidando en los años setenta. Pero, el pacifismo español no adopta, hasta los recientes ochenta, la forma occidental de lucha política y social por el dominio de «la calle»; la versión germana de «entrada en el Parlamento», parece haber quedada frustrada con el triunfo electoral del PSOE y el posterior olvido de sus anteriores tendea das pacifistas. Pero este lento y tardío desarrollo del pacifismo español no excluye algunas «semillas» de tipo histórico. La Constitución Espa­ ñola de 9 de diciembre de 1931, es de las primeras que recoge el Pacto de Kellog, firmado en París en 1928 por iniciativa de la Sociedad de Naciones y La Corte Internacional de Justicia de La Haya; «España renuncia a la guerra como instrumento dé política internacional», afirma la Constitución en su artículo 6. La guerra

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fraticida del 37 ño impide a Franco apoyarse en este principio «pacifista», para no intervenir en la Segunda Guerra Mundial. La «Paz del Generalísimo» comenzó a legitimarse con el apoyo de la ACNP; estos grupos católicos logran, con la preciosa ayuda de Joaquín Ruiz Giménez, contactar con la Iglesia de Inglaterra y de Estados Unidos, y celebrar el Congreso de «Pax Romana» en Salamanca y El Escorial en 1946. Lo que se inicia con deseos de «reconciliación nacional», termina en la firma del Concordato de 1953. En estas décadas la acción por la Paz en España ha de pasar a través de dos frentes de lucha: la Reconciliación Nacional y los Derechos Humanos; ambos se trabajan y preparan desde la clan­ destinidad. En 1959 viene a España, desde el Sur de Francia, Lanza del Vasto, discípulo de Gandhi, que intenta formar pequeñas comu­ nidades «pacifistas» en Cataluña. Los católicos «progres» de estas fechas, más bien belicistas, no están preparados para recibir este tipo de adoctrinamiento; pero los «métodos de resistencia pasiva» irán, poco a poco, formando una escuela importante, especialmente en el sector clerical. En diciembre de 1954 la «censura previa» estatal llega a prohibir algunos párrafos del mensaje navideño del Papa; los movimientos de apostolado seglar, que apoyan toda la lucha de revindicación obrera del tiempo, especialmente HOAC y JO C, elaboran el llamado «Documento de Santander» en que se recoge, explícitamente ya, la lucha entre las dos Españas. Del 55 al 65, es la Universidad, motivada inicialmente por la lucha contra el SEU, la que se incorporará a la acción. Para el 5 de mayo de 1958 todos los grupos «rebeldes» preparan la frustrada «Jornada de Reconciliación Nacional», primer experimento masivo de marcha pacifista. En febrero del año siguiente se comienza a preparar la segunda experiencia: la IDC, el FLP, la ASD, junto con universi­ tarios, obreros católicos e incluso el perseguido PCE, convocan para el 18 de julio la «Huelga General Pacífica»; la huelga, además de fracasar en toda España, hace que se detenga a 17 de sus organi­ zadores que son juzgados en Consejo de Guerra por «rebelión mi­ litar». AI año siguiente, 1960, comienzan a funcionar en Barcelona y Madrid los primeros grupos de «objeción de conciencia» al Ser^ vicio Militar Obligatorio; esta organización será la que, en próximos años, facilite el más importante apoyo testimonial y personal a todos

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los movimientos pácifistas españoles. El 30 de mayo se había pu­ blicado una carta de 339 sacerdotes vascos, que puede considerarse domo la pfirrierá > bajo una permanente represión pero con una notable participadón popular. La Marxa fue una típica acción de carácter no violentó equiparable por ejemplo, a las marchas ameri­ canas de derechos civiles: Sus objetivos coincidían con lo que pedían todas las fuerzas políticas democráticas del momento en la «Assemblea de Catalunya»: amnistía, libertades básicas, estatuto de autonomía y coordinación con otras iniciativas. Durante bastantes años, los 32 números aparecidos del Boletín «Pax Revista de debat no violent» y la colección «L a no violencia, una alternativa revolucionaria» aunque forzosamente simple, facili­ taron una información sustancial sobre temas que no aparecían aún en las revistas de divulgación general. Otra avanzada propuesta de Pax Christi la constituyó la crea­ ción por parte de sus miembros en 1971 del «Institut Víctor Seix de Polemología» como centro interdisciplinario de documentación, investigación y pedagogía sobre conflictos y en especial de los de carácter bélico. Se trataría en suma de un instituto de «Peace Research» al estilo de los existentes en los países anglosajones y todavía poco frecuentes en nuestras latitudes. La idea motivadora era la de que un trabajo por la paz debe conocer, con base cien­ tífica, las condiciones que en ella influyen. Superada la transición política, Pax Christi se presenta en el momento actual con tres prioridades: derechos humanos, no violen­ cia y desarme. La solidaridad con América Latina y la especial preocupación por Centroamérica constituyen una parte importante del trabajo de Pax Christi. En 1981 una misión del Movimiento viajó a los países del istmo elaborando un informe sobre la violación de los derechos humanos en la zona. Se viene participando también en las inicia­ tivas de pcificación emprendidas por el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. La no violencia sigue representando una alternativa vital de la que Pax Christi no quiere separarse. Por ello ha organizado en dos ocasiones las «Jornadas de estudio sobre la no violencia» en Alameda (Málaga). Estos encuentros han aglutinado un conside­ rable número de no violentos del Estado, afortunadamente en des­ arrollo creciente pese a su notable dispersión.

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Los años 1981 y 1982 fueron dedicados por el movimiento inter­ nacional al tema del desarme. Durante los mismos surgieron cuentes declaraciones y notas de prensa fuerternente críticos con la carrera de armamentos. D el debate entre las diferentes secciones se llegó al las técnicas del D P N . Sin em bargo, son suficien tem en te ilu m in ad ores lo s c aso s en los qu e, an u lad as ya las po sib ilid ad es de d efen sa arm ad a, el p u e b lo h a im provisado form as d e d efen sa q u e hoy d enom inam os n o violen tas. E x p o n e m o s u n os casos su geren tes:

La oposición al nazismo de los Maestros en Noruega E n tre las m uch as fo rm as de resisten cia p acífica a la in vasión del nazismo,, el ejem plo del p erso n al docen te noru ego es de lo m ás elocuente. G rac ias a su no-cooperación n o p u d o p en etrar la id eo lo gía d el nazism o, au nq u e s í pen etraron su s tro p as. C erce del 9 0 p o r 100 de lo s pro feso res se negaron a ad herirse al sindicato» oficial ob ligato rio d e en señ an tes, d e id eología nazi. M il cien fu eron d eten id o s y con den ados a trab ajo s fo rz ad o s; p ero el resto p ersiste en su n egativa. Esto» p ro d u jo la tom a de conciencia y p ro te sta d e la p ob lación . E l go biern o se v i a o b ligad o a tom ar m ed id as rid icu las tales com o p roh ib ir Uevar clips en la so lap a, lo qu e se h ab ía con vertid o en sím b olo de u nión y resisten cia. C u an d o el gobiern o cierra la s escu elas alegan d o falta de com b u stib le, lo s p ad res llevan leña a las p u erta s d e éstas, den un cian do así la h ip ocresía del gobiern o. U n a ñ a d esp u és lo s m a estro s son p u e sto s en lib ertad .

Checoslovaquia (Primavera de Praga) E sp ecialm en te revelad or es el caso de C h escolov aqu ia, p u e s m u estra p o r u n a p arte la in eficacia d el ejército, ya q u e lo m ás op o rtu n o qu e se v io fu e el q u e no saliera d e los cu arteles, y p o r o tra p arte, lo s log ros d e u n a im p ro v isad a y pragm ática d efen sa con u n os m éto d os qu e, en su con ju n to, p od em os decir e ran no violen tos. E sto s m éto d os no respo nd ieron a con sideracion es éticas p a ra con el ad versario sino a u n sen tid o de eficacia y realism o. E l no encon trar las tro p as d el P acto de V arso v ia u n go b iern o colab oracio­ n ista y sí u n a p ob lación m o stran d o su desacu erd o en u n derroche de h u m or, im aginación y tom a d e in iciativas p a ra d esorien tar, n eu tralizar y p araliz ar al ocu pan te, con d u jo a dichas tro p as a u n callejón sin salid a. L a actitu d d e la población afectó a la m oral de las tro p a s; m uchos d e lo s prim eros so ld a d o s tuvieron q u e ser relevad os al tercer d ía. E n tre lo s m anifestantes se p o d ían v er frases com o : «e n tre n osotros h a h ab id o m u ertos. C u an d o vo lv áis a casa (iqué diréis a vu estra m a d re? Sería larga d e en um erar la serie de acciones con q u e los checos se enfren­ taron a las tro p a s del P acto de V arso v ia. L a aceptación d e lo s A cu erd o s d e M o scú p o r los dirigen tes checos su p u so u n resp iro d e las tro p as d el P a c to d e

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175 Varsovia, y la ruptura de una resistencia improvisada cuyas consecuencias hubieran sido imprevisibles de no haberse firmado los acuerdos. Toda una lección para la historia.

U// derrocamiento sin armas: El Salvador E n 1944, en E l Salv ad or, el dictad or M artín ez fu e ob ligad o a dim itir y a huir al extran jero p o r m ed io d e u n a acción totalm ente n o violen ta. M artín ez, en ab ril d e aq u el año, h ab ía so fo cad o un in ten to de rebelión del ejército. M ás tarde, en ese m ism o año, lo s estu d ian tes tom aron la in iciativa y d istrib u yeron u n a h o ja q u e decía: «D e c re to de h u elga general in clu so en h o sp itales, tribu n ales y ob ras p ú ­ blicas. L a b ase de la h uelga será resisten cia p asiv a gen eral, no cooperación con el go biern o, vestim en ta de lu to , so lid arid ad d e to d as las clases, proh ibición de fiestas. M o stra n d o al tiran o el ab ism o ab ierto en tre él y el p u eb lo , aislán d o le p o r com pleto, lo h arem os caer. L légu ese el b oicot a lo s cines, a la lo tería nacional. N o se pegu en los im pu estos. A b an d ón ese los trab ajo s oficiales. D éjen se sin hacer. R u égu ese a d iario p o r los asesin ad os. E l arzob ispo h a sid o h u m illad o .» L o s estu d ian tes hicieron h uelga. S e unieron a ellos los tax ista s y los fu n ­ cion arios civiles. Se cerraron los alm acenes, los m édicos se lim itaron a aten der los casos u rgen tes, los b an cos tam bién cerraron. In clu so cerraron las iglesias en sign o de solid arid ad . L u e g o , el 18 de m ayo, 40.000 p erso n as se congregaron ante el P alacio N acion al. T re s d ías d esp u és y acon sejad o p o r to d o s su s asesores, M artínez se fu e. Su sucesor concedió am n istía a to d o s lo s p reso s po lítico s, ordenó la lib erta d de p ren sa y organizó u nas elecciones gen erales. ( * ) E x tra id o de « Id e o lo g ía » , estrateg ia y o b jetivos del M o vim ien to d e O b jeció n de C onciencia en E sp añ a, Ita lia y F ran cia. J avier F ernández. R e v is­ ta Apriorij núm . 2 , 1982.

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DIVERSOS DOCUMENTOS SOBRE LA PAZ Y EL DESARME

I.

JUAN PABLO II

1.

El diálogo por la paz, una urgencia para nuestro tiempo

1. E n el u m b ral del año n u evo 1983, p ara la decim osexta Jo rn a d a M u n ­ d ial d e la P az, os presen to este m ensaje sob re el tem a «E l diálogo por la paz, una urgencia para nuestro tiempo». L o d irijo a to d o s los qu e son d e algún m odo respo n sables de la paz, a los qu e dirigen el destin o de los p u eb lo s, a los fu n cionarios internacionales, a los hom bres político s, a los diplom áticos, y tam bién a los ciu d ad an os de cad a p aís. T o d o s son, en efecto, in terp elad os por la n ecesidad de p rep arar u n a verd ad era paz, de m anten erla o de restab le­ cerla sobre b ases sólid as y ju sta s. A h ora bien , estoy profu n d am en te conven­ cido d e qu e el diálogo — el verd ad ero diálogo— es u n a condición esencial para esa paz. Sí, este diálogo es n ecesario, no solam ente op o rtu n o ; es d ifícil, pero es posib le, a p e sar de los o b stácu los qu e la realid ad n os o b liga a con si­ derar. R epresen ta, pu es, u n a v erd ad era urgen cia qu e os in vita a tener en cuen ta. L o h ago sin otro ob jeto qu e el de con tribu ir, yo m ism o y la S an ta Sede, a la paz, tom an d o con vivo em peñ o el d estin o de la h u m an id ad , com o heredero y prim er respo n sable del m ensaje de C risto , q u e es, ante tod o, un m ensaje de paz p a ra tod os lo s h om bres.

Aspiración de los hombres a la paz y al diálogo 2. E sto y segu ro d e qu e coincido en ello con la aspiración fundamental de los h om bres y m u jeres de n u estro tiem po. E ste deseo de la paz, ¿n o h a sid o firm ad o p o r tod os los go bernan tes en las felicitacion es a su nación o en su s \2

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178 declaraciones referentes a otros países? ¿Qué partido político osaría abstenerse de incluir en su programa la búsqueda de la paz? En cuanto a las organiza­ ciones internacionales, éstas han sido creadas para promover y garantizar la paz, y mantienen ese objetivo a pesar de los fracasos. La misma opinión pú­ blica, cuando no es exacerbada artificialmente por algún sentimiento apasio­ nado de orgullo o de injusta frustración, opta por soluciones de paz; más aún,, movimientos cada vez más numerosos trabajan — aun con lucidez o sinceridad, que a menudo pueden dejar que desear— para hacer tomar conciencia de la necesidad de eliminar no solamente la guerra, sino todo lo que podría llevar a la guerra. Los ciudadanos, en general, desean que un clima de paz garantice su búsqueda de bienestar, particularmente cuando se encuentran — como en nues­ tros días— enfrentados a una crisis económica que amenaza a los trabajadores. Pero habría que llegar hasta el final de esta aspiración, por fortuna muy extendida: la paz no se establecerá ni se mantendrá sin que se pongan los medios. Y el medio por excelencia es adoptar una actitud de diálogo, es intro­ ducir pacientemente los mecanismos y las fases de diálogo donde quiera que la paz esté amenazada o ya comprometida, en las familias, en la sociedad, entre los países o entre los bloques de países.

Llamada a los responsables 11. Después de estas consideraciones, mi mensaje querría ser, sobre todo, una llamada destinada a recoger el desafío al diálogo por la paz. Ante todo, lo dirijo a vosotros jefes de Estado y de Gobierno. Ojalá que vosotros para que vuestro país conozca una verdadera paz social, facilitéis todas las condiciones de diálogo y de concertación que, justamente establecidas, no comprometerán, antes bien favorecerán, a largo término, el bien común de la nación, en la libertad e independencia. Ojalá que vosotros practiquéis este diálogo de igual a igual con los demás países, y ayudéis a las partes en con­ flicto a que encuentren los caminos del diálogo, de la conciliación razonable y de la justa paz. Me dirijo igualmente a vosotros, diplomáticos, cuya noble profesión es, entre otras cosas, la de afrontar los puntos conflictivos y buscar su solución por medio del diálogo y la negociación, para evitar que se recurra a las armas, o para sustituir a los beligerantes. Trabajo de paciencia y perseverancia, que la Santa Sede aprecia tanto más cuanto que ella misma está comprometida en las relaciones diplomáticas, con las que se esfuerza por hacer adoptar el diá­ logo como medio más apto para superar las discordias. Deseo, sobre todo, renovar mi confianza en vosotros, responsables y miem­ bros de las organizaciones internacionales, y en vosotros, funcionarios interna­ cionales. Durante el último decenio vuestras organizaciones han sido muy a menudo objeto de intentos de manipulación por parte de naciones deseosas de aprovecharse de tales instancias. Sin embargo, la multiplicidad actual de los enfrentamientos violentos, divisiones y bloqueos con los que tropiezan las relaciones bilaterales, ofrecen a las grandes organizaciones internacionales la ocasión de poner en marcha un cambio cualitativo en sus actividades, aun tratando de reformar ciertos puntos de sus propias estructuras para tener en cuenta las realidades nuevas y gozar de un poder eficaz. Sean regionales o

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mundiales, vuestras organizaciones tienen una ocasión excepcional a aprove­ char: adecuarse de nuevo, en toda su plenitud, la misión que les corresponde en virtud de su origen, de su carta y mandato; llegar a ser los lugares e ins­ trumentos por excelencia del verdadero diálogo por la paz. Lejos de dejarse invadir por el pesimismo y por el desaliento que paralizan, ellas tienen la posibilidad de afirmarse todavía más como lugares de encuentro, en los que podrían ser reexaminadas las más audaces prácticas que prevalecen actualmente en los intercambios políticos, económicos, monetarios y culturales. Dirijo, igualmente, una llamada particular a vosotros que trabajáis en los medios de comunicación social. Los acontecimientos dolorosos que el mundo ha conocido en estos últimos tiempos han confirmado la importancia de una opinión iluminada para que un conflicto no degenere en guerra. La opinión pública, en efecto, puede frenar las tendencias belicosas o, al contrario, apoyar esas mismas tendencias hasta la ofuscación. Ahora bien, como artífices de emi­ siones de radio, televisión, prensa, tenéis un papel cada vez más preponderante en este terreno. Os animo a sopesar vuestra responsabilidad y a hacer que se pongan de relieve con la máxima objetividad los derechos, problemas y men­ talidades de cada una de las partes, a fin de promover la comprensión y el diálogo entre los grupos, los países y las civilizaciones. Finalmente, debo dirigirme a cada hombre y a cada mujer y también a vosotros los jóvenes: vosotros tenéis múltiples ocasiones para derribar las ba­ rreras del egoísmo, de la incomprensión y de la agresividad con vuestro modo de dialogar, cada día, en vuestra familia, vuestro pueblo, vuestro barrio, en las asociaciones de vuestra ciudad, de vuestra región, sin olvidar las organiza­ ciones no gubernamentales. El diálogo por la paz es un quehacer de todos. Mensaje del Papa, para la celebración de la «Jornada de la Paz», l.° de enero de 1983. «Ecclesia» número 2.108, 1-8 enero 1983.)

2.

L a p a z , d o n d e D io s c o n fia d o a lo s h o m b r e s

La acción indirecta 8. Si la promoción de la paz depende, en un cierto sentido, de la infor­ mación y de la investigación se funda sobre todo en la acción que los hom­ bres emprenden en favor de la misma. Algunas formas de acción, considera­ das aquí, tienen solamente una relación indirecta con la paz. Sin embargo, sería una equivocación considerarlas como despreciables y, como sugerimos brevemente por medio de algunos ejemplos, casi todos los sectores de la actividad humana ofrecen ocasiones insospechadas para promover la paz. Tal es el caso de los intercambios culturales, en el pleno sentido de la palabra. Así, todo lo que permite a los hombres el conocerse mejor por medio de la actividad artística rompe barreras. Donde fracasa la palabra y donde la diplomacia es un auxilio aleatorio, la música, la pintura, el teatro, el deporte pueden acercar a los hombres. Lo mismo puede decirse de la investí-

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180 gadón científica; por lo demás, la ciencia, igual que el arte, suscita y con­ grega una sociedad universal donde se encuentran sin división todos los hombres atraídos por la verdad y por la belleza. La ciencia y el arte anticipan así, a su propio nivel, la formación de una sociedad universal pacificada. También la vida económica está llamada a acercar a los hombres, hacién­ doles tomar conciencia de su interdependencia y complementaridad. Sin duda, las relaciones económicas crean a menudo un campo de enfrentamiento despia­ dado, de competencia sin misericordia y de explotación desvergonzada. Pero estas mismas relaciones, ¿no podrían transformarse en relaciones de servicio, de solidaridad, y eliminar con ello una de las causas más frecuentes de dis­ cordia?

Justicia y paz dentro de las naciones 9. Si la paz debe ser una preocupación de todos los hombres, su cons­ trucción es una tarea que corresponde, directa y principalmente, a los diri­ gentes políticos. I>esde este punto de vista, el lugar principal de la edificación de la paz es siempre la nación, como sociedad políticamente organizada. Si la formación de una sociedad política tiene por objetivo la instauración de la justicia, la promoción del bien común y la participación de todos, la paz de esta sociedad sólo se realiza en la medida en que se respetan estos tres impe­ rativos. La paz aparece solamente donde se salvaguardan las exigencias ele­ mentales de la justicia. El respeto incondicional y efectivo de los derechos imprescindibles e ina­ lienables de cada uno es la condición «sine qua non» para que la paz reine en una sociedad. Con relación a estos derechos fundamentales, todos los demás son, de alguna manera, derivados y secundarios. En una sociedad donde estos derechos no son protegidos, la misma idea de universalidad está muerta, desde el momento en que solamente algunos individuos instauran, para exclusivo provecho propio, un principio de discriminación por medio del cual los dere­ chos y la existencia misma de los demás están supeditados al arbitrio de los más fuertes. Una sociedad así no puede estar jamás en paz consigo misma; lleva en sí un principio de división y de explosión. Por la misma razón, una sociedad política no puede colaborar efectivamente en la construcción de la paz internacional si ella misma no está pacificada, es decir, si en ella no se toma en serio la promoción de los derechos del hombre. En la medida en que los dirigentes de una nación determinada se dediquen a edificar una sociedad plenamente justa, dan ya una aportación decisiva a la edificación de una paz auténtica, sólida y duradera (cfr. encíclica «Pacem in terris», II).

Justicia y paz entre las naciones 10. Pero si la paz dentro de cada nación es la condición necesaria para que pueda desarrollarse la paz verdadera, no es, sin embargo, la condición suficiente. La construcción de la paz a escala mundial no puede ser el resultado de voluntades dispersas, con frecuencia ambiguas y a menudo contradictorias, de las naciones. Por otra parte, para remediar esta carencia, los Estados se

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181 han dotado de organizaciones internacionales apropiadas, uno de cuyos obje­ tivos principales es armonizar las voluntades y hacerlas converger hada la salvaguardia de la paz y hacían una mayor justicia entre las naciones. Las organizaciones internacionales, por la autoridad que han adquirido v por sus realizaciones, han llevado a cabo una obra notable en favor de la paz. Sin duda, ha habido fracasos; no se han podido prevenir ni atajar rápi­ damente todos los conflictos. Pero esas organizaciones han contribuido a de­ mostrar a los ojos del mundo que la guerra, la sangre y las lágrimas no allanan las tensiones. Han dado la prueba, que podríamos llamar experimental, de que, también a nivel mundial, los hombres son capaces de unir sus es­ fuerzos y buscar juntos la paz. (Mensaje del Papa, para la celebración de la «Jornada de la Paz», l.° de enero de 1982. «Ecclesia» número 2.060, 2 y 9 enero 1982.)

II. 1.

PABLO V I P o p u lo r u m P r o g r e s s io

El desarrollo es el nuevo nombre de la paz 76. Las diferencias económicas, sociales y culturales demasiado grandes entre los pueblos provocan tensiones y discordias, y ponen la paz en peligro. Como Nos dijimos a los Padres conciliares a la vuelta de nuestro viaje de paz a la ONU, «la condición de los pueblos en vía de desarrollo debe ser el objeto de nuestra consideración, o, mejor aún, nuestra caridad con los pobres que hay en el mundo —^y éstos son legiones infinitas— debe ser más atenta, más activa, más generosa». Combatir la miseria y luchar contra la injusticia es promover, a la par que el mayor bienestar, el progreso humano y espiritual de todos, y, por consiguiente, el bien común de la humanidad. La paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres.

Salir del aislamiento 77. Constructores de su propio desarrollo, los pueblos son los primeros responsables de él. Pero no lo realizarán en el aislamiento .Los acuerdos regio­ nales entre los pueblos débiles, a fin de sostenerse mutuamente; los acuerdos más amplios para venir en su ayuda, las convenciones más ambiciosas entre unos y otros para establecer programas concertados, son los jalones de este camino del desarrollo que conduce a la paz. (26 de marzo de 1967.)

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182 III. 1.

C O N C IL IO V A T IC A N O I I G a u d iu m e t s p e s

He aquí un resumen del capítulo V de la Constitución Gaudium et spes del Concilio Vaticano I I : La promoción de la paz y el fomento de la comunidad de los pueblos 77. Introducción.—La humanidad no podrá llevar a cabo la construcción de un mundo más humano si no se orienta de una vez para siempre a la verdadera paz. Por ello, el Concilio, después de condenar la inhumanidad de la guerra, exhorta a los cristianos a colaborar con todos para establecer entre los hombres una paz fundada sobre la justicia y el amor. 78. Naturaleza de la paz.—La paz no es la simple ausencia de la guerra, ni tampoco el mero equilibrio de fuerzas en contraste. Es el fruto del orden divino realizado por los hombres. La paz nace del respeto, del amor al pró­ jimo, imagen y efecto de la paz de Cristo, quien sobre la cruz reconcilió a todos los hombres con Dios, restableciendo la unidad de todos en un solo pueblo. Los hombres, en cuanto pecadores, quedan siempre bajo la amenaza de la guerra; pero, en cuanto vencedores del pecado, vencen también la violencia. Sección I.

Obligación de evitar la guerra.

79. El deber de mitigar la guerra.— Frente a la extensión de la guerra y de sistemas bélicos inadmisibles, el Concilio llama la atención sobre el valor inmutable del derecho natural, de gentes y de sus principios universales. Las acciones que a éstos se oponen son crímenes que no pueden tener excusa alguna ni siquiera en nombre de la obediencia ciega. Entre estas acciones hay que condenar sobre todo el exterminio de pueblos enteros, de una nación o de una minoría, y debe honrarse el valor de quienes se oponen abiertamente a quien ordena tales acciones. Los tratados internacionales que tienden a hacer menos inhumanas las acciones militares deben ser observados y mejorados en lo posible; y parece también conforme a equidad que las leyes prevean humanamente el caso de aquellos que por motivos de conciencia rehúsan el uso de las armas, aceptando, sin embargo, cualquier otra forma de servicio; es, sin embargo, digno de elogio el que sirve a su patria en el ejército. Mientras exista la guerra y no haya autoridad internacional competente, no podrá negarse el derecho de legítima defensa. Pero una cosa es servirse de las armas para defender los justos derechos de los pueblos, y otra caso imponer por las armas el propio dominio sobre otras naciones. Desencadenada una guerra, no todo resulta lícito entre las partes que entran en conflicto. 80. La guerra total.— Las acciones militares, si se llevan a cabo con los medios modernos, superan con mucho los límites de la legítima defensa, e incluso podrían provocar la casi total destrucción recíproca. Esto nos obliga a considerar el problema de la guerra con mentalidad nueva. Este Concilio, reiterando las condiciones ya pronunciadas contra la guerra total, declara qu_e

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183 todo acto de guerra que tiene como objeto la destrucción de ciudades o re­ giones enteras es un delito contra Dios y contra la humanidad. El Concilio recuerda a los jefes de Estado y a las altas jefaturas de los ejércitos su respon­ sabilidad. 81. La carrera de armamentos.—A veces el armamento no se acumula con la intención de usarlo, sino tan sólo con objeto de disuadir cualquier posible agresión. Sea lo que sea lo que deba pensarse de este método disua­ sorio, es necesario persuadirse de que la carrera de armamentos no es vía segura para conservar la paz. Esta carrea de armamentos es una plaga graví­ sima de la humanidad y daña intolerablemente a los pobres. 82. Prohibición absoluta de la guerra. La acción internacional para evi­ tarla.—Es necesario dedicarse a preparar el tiempo en que una autoridad universal reconocida por todos y con medios eficientes pueda garantizar a todos los pueblos la seguridad y la tutela del derecho. Entre tanto, hay que dedicarse con todo empeño a procurar la seguridad común, apoyándose en la mutua confianza y no en el terror de las armas y procediendo a un desarme no unilateral, sino común, basado en acuerdos mutuos y con seguras garantías. Hay que alentar la buena voluntad de aque­ llos que se consagran a la paz. Por otra parte, hay que orar a Dios por la paz, la cual exige la renuncia a toda supremacía dentro de un clima de respeto hacia todas las iniciativas dirigidas a promover la paz, guardándonos, sin embargo, de la ilusión de que la paz pueda ser establecida por la buena voluntad de unos pocos y no precisa­ mente por la disposición pacífica de los pueblos. En tanto que subsistan el desprecio, la desconfianza, el odio racial, no podremos tener paz. De aquí la necesidad urgente de una renovación de los espíritus. Sección II.

Edificar la comunidad internacional

83. Las causas de discordia y sus remedios.—Muchas ocasiones de discor­ dia provienen de las desigualdades económicas; otras, del espíritu de dominio, del desprecio por las personas, del egoísmo, del orgullo. Para superar y para prevenir estos males es necesario un mayor acuerdo entre las instituciones inter­ nacionales. Estimúlese también la creación de organismos adecuados para promover la paz. 84. La comunidad de las naciones y las instituciones internacionales.—^Ne­ cesidad de una comunidad de las naciones que pueda responder a las exigen­ cias actuales. Las instituciones internacionales deberán ocuparse de la alimen­ tación, salud, educación, trabajo, emigración, subdesarrollo, etc. 85. La cooperación internacional en el plano económico.— Casi todos los pueblos han alcanzado la independencia política, pero no la económica. És necesario por ello la ayuda de técnicos extranjeros que vayan a dichos países, no ya como dominadores, sino como cooperadores. Para establecer un orden económico universal hay que renunciar a las ambiciones nacionalistas, a los celos del dominio político, a los cálculos de orden militar y al prurito de imponer las propias ideologías.

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184 86. Algunas normas oportunas: Las naciones en vía de desarrollo promuevan la plena expansión huma­ na de los ciudadanos. Y sobre su trabajo, sobre su intebgencia, sobre sus tradiciones, más que sobre las ayudas externas, deberá ser cons truido su propio progreso. b) Es deber gravísimo de las naciones desarrolladas ayudar en este campo a todos los pueblos. En el comercio con las naciones menos afortunadas respétense plenamente el bien común de estas últimas. c) Toca a la comunidad internacional regular estas relaciones. Hay que ir a la función de instituciones capaces de promover y controlar el comercio internacional. d) En muchos casos es urgente una transformación de estructuras, la cual, sin embargo, deberá realizarse con cautela, teniendo en cuenta el patrimonio espiritual de cada pueblo. (Ocho grandes mensajes. Bac., 1972.)

IV . 1.

JU A N X X I I I L a c a rre ra d e arm a m e n to s y el d e sa rm e.

109. En sentido opuesto vemos, con gran dolor, cómo en las naciones eco­ nómicamente más desarrolladas se han estado fabricando, y se fabrican todavía, enormes armamentos, dedicando a su construcción una suma inmensa de energías espirituales y materiales. Con esta política resulta que, mientras los ciudadanos de tales naciones se ven obligados a soportar sacrificios muy gra­ ves, otros pueblos, en cambio, quedan sin las ayudas necesarias para su pro­ greso económico y social. 110. La razón que suele darse para justificar tales preparativos militares es que hoy día la paz, así dicen, no puede garantizarse si no se apoya en una paridad de armamentos. Por lo cual, tan pronto como en alguna parte se pro­ duce un aumento del poderío militar, se provoca en otras una desenfrenada competencia para aumentar también las fuerzas armadas. Y si una nación cuenta con armas atómicas, las demás procuran dotarse del mismo armamento, con igual poder destructivo. 111. La consecuencia es clara: los pueblos viven bajo un perpetuo temor, como si les estuviera amenazando una tempestad que en cualquier momento puede desencadenarse con ímpetu horrible. No les falta razón, porque las armas son un hecho. Y si bien parece defícilmente creíble sobre sí la respon­ sabilidad de las muertes y de la asoladora destrucción que acarrearía una guerra, resulta innegable, en cambio, que un hecho cualquiera imprevisible puede de improviso e inesperadamente provocar el incendio bélico. Y, además, el poderío monstruoso de los actuales medios militares disuada hoy a los hombres de emprender una guerra, siempre se puede, sin embargo, temer que

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185 los experimentos atómicos realizados con fines bélicos, si no cesan, pongan en grave peligro toda clase de vida en nuestro planeta. 112. Por lo cual la justicia, la recta razón y el sentido de la dignidad humana exigen urgentemente que cese ya la carrera de armamentos; que, de un lado y de otro, las naciones que los poseen los reduzcan simultáneamente; que se prohíban las armas atómicas; que, por último, todos los pueblos, en virtud de un acuerdo, lleguen a un desarme simultáneo, controlado por mutuas y eficaces garantías. No se debe permitir — advertía nuestro predecesor, de feliz memoria. Pío X I I — que la tragedia de una guerra mundial, con sus ruinas económicas y sociales y sus aberraciones y perturbaciones morales, caiga por tercera vez sobre la humanidad. 113. Todos deben, sin embargo, convencerse que ni el cese en la carrera de armamentos, ni la reducción de las armas, ni, lo que es fundamental, el desarme general son posibles si este desarme no es absolutamente completo y llega hasta las mismas conciencias; es decir, si no se esfuerzan todos por colabo­ rar cordial y sinceramente en eliminar de los corazones el temor y la angus­ tiosa perspectiva de la guerra. Esto, a su vez, requiere que esa norma suprema que hoy se sigue para mantener la paz se sustituya por otra completamente distinta, en virtud de la cual se reconozca que una paz internacional verdadera y constante no puede apoyarse en el equilibrio de las fuerzas militares, sino únicamente en la confianza recíproca... (Juan X X II I. «Pacem in terris», ...)

V.

C O N S E JO ECONO M ICO D E L A S IG L E S IA S

1.

D e c la r a c ió n s o b r e e l d e s a r m e ( *)

Como miembros del Comité Ejecutivo del Consejo Ecuménico de las Igle­ sias, vemos con satisfacción que la Conferencia del desarme se ha reunido en Ginebra y que las tres potencias concernientes han reanudado sus discusiones sobre el cese de ensayos de armas nucleares y que los Estados Unidos y la Unión Soviética han llegado a un mejor entendimiento en lo concerniente a la utilización pacífica del espacio extra-atmosférico. Por consiguiente, hemos examinado de nuevo la cuestión crucial de la paz y de la guerra en un mundo donde una paz de lo más precario reposa sobre el terrible e inestable equi­ librio del terror. Perfectamente conscientes de los numerosos fracasos ya sufridos y de las numerosas dificultades todavía a sobrepasar, nos alegramos sin embargo, animados de una nueva esperanza de la conclusión de acuerdos eficaces. Creemos que las naciones son responsables delante de Dios de su utiliza­ ción del poder. Movidos por nuestra fe cristiana, inmersos en una comuni(*) Declaración adoptada por el Comité Ejecutivo del COE en la sesión de Ginebra, Suiza, 28-31 de marzo de 1962.

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186 dad cristiana universal que transciende las naciones y las razas, nosotros rogamos a todos los gobiernos correspondientes: I. a) No seguir ni reemprender los ensayos de armas nucleares y, para poner de manifiesto su buena fe ponerse de acuerdo en un sistema de infor­ mación y de verificación que asegurará a todas las partes el respeto de los compromisos tomados desde la firma del tratado. b) Continuar ejerciendo presiones para que sean concertados acuerdos en los dominios específicos de fricciones internacionales y sobre las grandes cuestiones directamente ligadas al desarme, así como a las utilizaciones pací­ ficas del espacio extra-atmosférico, a fin de hacer progresar la ciencia para el bien de la humanidad. c) Estar decididos a tomar a título individual los riesgos calculados que faciliten el proceso de desarme y que al mismo tiempo no impedirán asumir las responsabilidades propias en materia de seguridad internacional, ni ple­ garse a las exigencias de la información y verificación. d) Investigar y tomar cualquier punto de partida posible en materia de desarme, reconociendo que el cese de los ensayos, sin embargo, puede ser obtenida por acuerdos adecuados de verificaciones, parece hoy en día ofrecer la mejor base de partida. II. Por consiguiente exortamos a las Iglesias, miembros del Consejo Ecuménico de las Iglesias, a tomar y utilizar todas las ocasiones que se presenten de impulsar a sus gobiernos a adoptar estas políticas, a preconizar sin descanso la continuación de las negociaciones actuales, es decir, la ausencia trágica de la confianza mutua frente a la profunda desconfianza. III. En fin nosotros invitamos a todos los cristianos a luchar contra la fustración y la derrota, a perseverar en el camino de la paciencia y de la esperanza, a despecho de todos los reveses y a sostener por medio de sus oraciones, su actitud y sus actos, los esfuerzos de sus Iglesias en la comunidad ecuménica en vista a progresar hacia la paz, la libertad y la justicia, tanto en el seno de las naciones como entre ellas y entre los pueblos presos de una viva inquietud.

2.

D e c la r a c ió n s o b r e el d e s a r m e n u c le a r ( *)

El Comité Central ha escuchado el mensaje de la Conferencia de Melbourne (1) hablando de «la amenaza de destrucción nuclear», y el de la Conferen­ cia sobre la fe, la ciencia y el porvenir (2), recordando que el peligro más ( * ) Declaración adoptada por el Comité Central del COE en la sesión de Ginebra, Suiza, 14-22 de agosto de 1980. (1) Conferencia Mundial sobre la misión y la evangelización reunida en Melbourne, Australia, 12-15 de mayo de 1980, bajo los auspicios de la Comisión de misión y evangelización del COE. ^ (2) Conferencia del Consejo Ecuménico de las Iglesias sofre la fe, la ciencia y el porvenir reunida en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, en Cambridge, Estados Unidos, 12-24 de julio de 1979.

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187 todavía para fundar una nueva religión común sincretista. Estamos aquí porque somos conscientes de la amenaza común que se cierne sobre toda la humanidad e incluso sobre la vida entera. Os dirigimos este llamamiento común, queridos grave al que la humanidad tiene que hacer frente hoy día, es el del holo­ causto nuclear. Sintiendo muy vivamente la urgencia de la situación, es por lo que el Comité Central publica la presente declaración. En el curso del reciente período, la evolución de los acontecimientos ha llevado al mundo más cerca que nunca al desencadenamiento de una guerra nuclear. Si las tendencias actuales no son cambiadas o paradas en el más breve plazo, un conflicto nuclear es hoy perfectamente posible. Muchos cien­ tíficos están convencidos de que en el curso del año pasado, las agujas del reloj se han acercado todavía más a la hora de la guerra nuclear. La tensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética se ha avivado. Cada uno de estos dos países ha emprendido, y continúa en poner a punto nuevas generaciones de armas nucleares, siempre más desvastadoras. Los peli­ gros inherentes al despliegue de estas armas en Europa han sido todavía acrecentados por la decisión de la OTAN de instalar nuevos misiles capaces de constituir una fuerza de acción disuasiva y dotados de una precisión excepcional. Los Estados Unidos han anunciado oficialmente en agosto de 1980 la puesta en práctica de una nueva política que prevé una guerra nuclear «limi­ tada». Esta decisión ha acrecentado todavía más el miedo a un holocausto nuclear. Los programas actuales de armamento de las grandes potencias, si no se les pone un término, van a aproximar todavía más el hilo nuclear de su punto de ruptura. La constitución de «capacidades de lucha nuclear» va a tener como consecuencia que las potencias estén más cerca todavía de desen­ cadenar un cambio nuclear masivo en un tiempo en el que las tensiones políticas crecen por todas partes en el mundo. Hace ya varios años que los Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética han convenido negociar un tratado prohibiendo todos los ensayos nucleares. Sin embargo hasta ahora, desgraciadamente no se ha presentado ningún proyecto de tratado en este sentido. Ni China, ni Francia han mani­ festado el deseo de asociarse a un tal acuerdo. Los debates de la Segunda Conferencia de examen sobre el tratado de no proliferación, que se tiene actualmente en Ginebra, han señalado el hecho de que los Estados que disponen de armas nucleares y que han firmado el tratado, no han cumplido las obligaciones que éste les imponía en materia de desarme nuclear, zapando así la credibilidad del sistema de no proliferación. El Comité Central pide vivamente a todas las potencias nucleares: — Suspender inmediatamente los ensayos, la producción y el despliegue de armas nucleares, así como de misiles y aviones cuya misión principal es la de transportar armas nucleares. -— El compromiso inmediato de discusiones para tratar de llegar a acuerdos en términos en los cuales el potencial nuclear no sea de ninguna manera aumentado, mientras que el número total de armas nucleares será reducido y se esforzará en llegar rápidamente a un tratado de prohibición total de ensayos nucleares.

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188 El Comité Central alienta vivamente a una ratificación rápida del Acuer­ do SALT-II. ^ Frente a la posibilidad de una guerra nuclear, el Comité Central pide insistentemente a la Conferencia de Madrid (sobre seguridad y cooperación) decidirse a entablar negociaciones sobre el desarme nuclear.

V I.

1.

C O N F E R E N C I A M U N D IA L I N T E R R E L I G I O S A D E M O SC U L a s I g le s ia s y la p a z e n l a E u r o p a d e l E s t e ( *)

Mensaje a los dirigentes y a los fieles de todas las religiones Queridos hermanos y hermanas: 1. Os dirigimos este llamamiento en una hora decisiva de nuestra historia. Una hora de funestos augurios. La catástrofe de la destrucción nuclear, capa2r de causar un desastre a la humanidad y a la misma vida, nos amenaza coma jamás anteriormente. 2. Nosotros, que lanzamos este llamamiento, responsables del budismo, del zoroastrismo, del hinduismo, del islam, del judaismo, del sikkismo, del shintoísmo, del cristianismo, procedentes de 90 países de los seis continentes, nos hemos reunido en Moscú desde el 10 al 14 de mayo de 1982 con ocasión de la Conferencia mundial «Hombres religiosos para salvar de la catástrofe nuclear el don sagrado de la vida». 3. Nos dirigimos a vosotros, queridos hermanos y hermanas de todas las religiones en todos los países de la tierra, porque todos juntos constituimos la mayoría de la población mundial, y al asumir la obligación moral de trabajar juntos podemos cambiar el curso de la historia apelando a la conciencia de la humanidad y a la de quienes tienen la misión de tomar decisiones a nivel de los Estados, basándonos en nuestro amor común de la humanidad.

Llegados de todos los horizontes 4. Permanecemos unidos a nuestras convicciones religiosas. Reconoce­ mos que nosotros mismos no siempre hemos combatido por la paz. Hemos mantenido controversias a causa de nuestras convicciones religiosas e incluso hemos librado guerras en nombre de la religión. Hoy día tomamos la palabra juntos porque la catástrofe nuclear nos amenaza a todos igualmente, tanto si profesamos una religión cualquiera como si no profesamos ninguna. Nos hemos reunido aquí no para discutir de nuestras religiones, y menos (*) Una conferencia mundial, «Hombres religiosos para salvar de la ca­ tástrofe nuclear el don sagrado de la vida», se reunió en Moscú desde el IQ al 14 de mayo de 1982. Esta conferencia estaba organizada y patrocinada por el patriarca ortodoxo de Moscú, Pimen, y reunió a 600 participantes, cristianos y no cristianos, procedentes de 90 países.

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189 hermanos y hermanas de todas las religiones del mundo, y, en vuestro nombre, a la conciencia de la humanidad. 5. Representamos a la mayoría de las diferentes culturas, ideologías y sistemas políticos. Entre nosotros existen hombres y mujeres de todas las pro­ fesiones: obreros de taller, hombres de gobierno, jefes de Estado y dirigentes políticos, cirujanos y médicos, profesores e investigadores, personalidades cien­ tíficas, públicas y religiosas. Pero si nos hemos reunido ha sido a título de hombres religiosos unidos en una lucha común para salvar de la catástrofe nuclear el don sagrado de la vida. 6. No hemos intentado unificar nuestros criterios sobre el mundo. Nues­ tros puntos de vista sobre la realidad siguen siendo divergentes. Nos adheri­ mos sin compromiso a nuestras diferentes convicciones religiosas. Pero no obstante estas diferencias, juntos podemos afirmar una cosa esencial que nos os querida. La vida es un don sagrado necesario de compartir y extender. La guerra es contraria a la vida. El amor, la compasión y la preocupación de todos traen la paz y dan un sentido a la vida. Es necesario esforzarse por marchar solamente hacia la verdad y vivir según la verdad. La mentira es un mal y debe ser eliminado. El odio, la agresión y la codicia conducen a la guerra y destruyen la vida. Es necesario luchar contra la injusticia y la miseria y abolirías. Buscar sus propios intereses a costa de nuestro prójimo es contra­ rio a todas las religiones. Las religiones deben aprender a comprenderse y a apreciarse mutuamente. 7. Como hombres religiosos hemos mantenido puntos de vista opuestos sobre la justificación de la guerra y de la violencia. Un factor nuevo en el mundo de hoy es que, por primera vez en la historia, una guerra nuclear no puede terminarse sino mediante una catástrofe general. Tal es la causa por la que nuestras religiones están de acuerdo sobre esta cuestión; Nunca jamás, independientemente de cualquier circunstancia, una guerra nuclear puede tener justificación, y representa hoy día para la humanidad el peligro más grave.

Testimanios llegados a la conferencia 8. En esta conferencia hemos oído numerosas voces. Nos hemos emo­ cionado hasta derramar lágrimas por las palabras de nuestra hermana del Japón, la señora Matchia Kurokawa, una superviviente de Hiroshima, que nos ha narrado lo que ella vivió, cuando tenía dieciséis años, en aquella mañana fatídica del 6 de agosto de 1945, el huracán de fuego y después la calma siniestra, cien mil personas reducidas a polvo, la irradiación mortal que arrebató cien mil vidas más, las decenas de millares de heridos en un hospital de 600 plazas, el olor de los cuerpos calcinados, desprendiéndose la carne a trozos de los huesos de los hombres vivientes, las jóvenes arrastrando tras de ellas, como harapos, su propia piel. Al escuchar este relato hemos llorado en silencio, impotentes y abatidos. 9. Hemos escuchado numerosas voces procedentes de grandes y de pe­ queños países. Hemos sentido el terror y la inseguridad que experimentan las poblaciones de países pequeños, como Chipre, que permanece dividida y continúa sufriendo, o como Angola, Namibia y Zambia, las cuales viven

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190 junto a un poderoso vecino que no duda en violar las fronteras, bombardear y fusilar hombres sin defensa. Hemos temblado al pensar hasta qué punto se podría seguir agravando esta inseguridad si las fuerzas nucleares potenciales de estos Estados, no respetando el derecho internacional, se convierten en una realidad. 10. Nuestros hermanos del Próximo Oriente nos han referido hasta qué punto su región se ha convertido actualmente en un polvorín. El Líbano chorrea sangre; su unidad y su soberanía se encuentran en peligro; algunos grupos reciben armamento del extranjero. Es necesario poner fin a esto inme­ diatamente. El pueblo palestino continúa sufriendo, privado de un hogar pro­ pio, del derecho a la autodeterminación, del estatuto de Estado. La violación de los derechos del hombre y la persecución en los territorios ocupados no cesan de intensificarse. El estatuto de la ciudad santa de Jerusalén, sagrada para tres religiones, se encuentra en peligro. La liberación de la parte ocupada de la ciudad es una condición indispensable para la paz en la región. 11. Hemos oído a nuestros hermanos y hermanas de Europa, cuna de la civilización moderna, que ha sido el teatro de dos guerras mundiales en este siglo. Esta tierra está saturada de armas nucleares. Y hoy día se desea lo sea todavía más. Una pequeña chispa, atizada por las pasiones que allí hierven o sencillamente por el azar, puede ocasionar una Uama, la cual se transformará muy rápidamente en un incendio generalizado. No es, pues, sor­ prendente el que los pueblos europeos expresen su protesta en manifestaciones masivas de una amplitud sin precedentes. 12. Hemos escuchado a nuestros hermanos y a nuestras hermanas de América Central y de América del Sur, de Africa y de Asia, de todas las partes del mundo, exigiendo con una sola voz: ¡Prohibid el arma nuclear, instaurad la justicia, llevad a cabo negociaciones, no os inmiscuyáis en los asuntos ajenos,, rechazad la guerra, luchad por la paz!

A qué debemos oponernos 1. A fin de salvar la paz, la razón debe pasar desde una falsa concepción de la seguridad nacional y de los intereses estrechos de la seguridad a la percepción del peligro que se cierne hoy día sobre toda la humanidad y la misma vida. La humanidad debe identificar a sus enemigos comunes y em­ prender la lucha contra estos enemigos, como: a) La prioridad otorgada injustamente a los intereses nacionales y a la seguridad nacional sobre los intereses y la seguridad de la humanidad en general. b) Una falsa concepción de la seguridad, basada en la fuerza de las armas, nucleares o convencionales, y el deseo de obtener su propia seguridad por medio del aniquilamiento de los demás; la idea engañosa según la cual una mayor cantidad de armas proporciona una mayor seguridad. c) La búsqueda de un mayor beneficio por medio de la escalada de la carrera de armamentos y el hecho de excitar los conflictos locales con la finalidad de ampliar el mercado del comercio de armas. d) La incapacidad de luchar contra la injusticia tanto en el interior de los países como entre países diferentes, de poner fin a la explotación y a la

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191 persecución, al analfabetismo y a la miseria, al hambre y a la subalimentación,, al odio religioso y social y al racismo. c) La superioridad masculina que predomina en todas las sociedades, en virtud de la cual las mujeres, sin embargo la mitad de la humanidad, no participan plenamente en la toma de decisiones y en la dirección de los asuntos. f) La mentira en las relaciones internacionales y, concretamente, la autojustificación, la represión de la verdad, las representaciones engañosas sobre sí mismo y sobre el presunto enemigo. g) El deseo de dominar la voluntad de un país, de poseer la preeminencia sobre los demás.

Lo que es necesario promocionar 2. Para salvar la vida, la paz no debe separarse de la justicia para todos; solamente una paz justa puede ser duradera. La paz y la justicia deben ser la preocupación de todos, ricos y pobres, pueblos en vías de desarrollo y pueblos altamente desarrollados. No debemos cooperar para una situación en la que numerosos hombres, bajo la presión de causas sociales y económicas, pierden la fe en el valor de su vida y caminan indiferentes hacia la muerte. 3. Para salvar la vida, la ciencia y la técnica, los medios más poderosos de los que dispone la humanidad, deben ser liberados del yugo actual de la guerra y del beneficio, a fin de servir a los intereses fundamentales de toda la humanidad; la abolición de la enfermedad y del analfabetismo, del hambre y de la subalimentación, de la miseria y del sufrimiento. 4. Para salvar la humanidad, la humanidad debe unirse. Los creyentes de todas las religiones y los hombres no religiosos, luchando juntos, deben exigir de los que toman las decisiones y de los jefes de gobierno: a) Que renuncien a una posición de enfrentamiento; que se reúnan nueva­ mente en torno a la mesa de negociaciones; que se acepten tal cual son, con todas sus diferencias en sus posiciones ideológicas y políticas. b) Sobre la base del programa de acción para el desarme, que elaboren marcos provisionales efectivos, con plazos concretos, para poner en marcha las diferentes etapas de un nuevo programa indispensable de desarme. Un progra­ ma que, nosotros lo esperamos, se aprobará en la segunda sesión especial de la A sa m b lea General de la ONU sobre el desarme en junio-julio de 1982. c) Que lleven a cabo inmediatamente la congelación de las armas nuclea­ res en el nivel que se encuentran actualmente, a título de paso previo para su reducción y su destrucción programadas. d) Que intervengan para destruir una parte importante de los arsenales nucleares que proliferan hoy día, demostrando de esta forma su buena vo­ luntad en lo concerniente al acuerdo sobre el desarme, y que den a la huma­ nidad una nueva esperanza. Esto podrían realizarlo todas las potencias nu­ cleares de forma unilateral, y de forma bilateral o multilateral, en virtud del principio de la seguridad igual para todos. e) Que concluyan, ratifiquen y traduzcan en hechos la convención inter­ nacional sobre la prohibición de toda arma química y meteorológica. f) Que señalen y definan zonas desnuclearizadas, Africa del Sur, el

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192 Próximo Oriente, Europa, el Océano Indico, Asia y todas las demás regiones donde esto es posible y necesario, tal como se ha hecho espontáneamente en América Latina. g) Que se comprometan en una campaña bien financiada, masiva y efi­ caz, con el apoyo de la ONU, a fin de educar en todas partes a los niños y a los adultos sobre las espantosas consecuencias de una guerra nuclear, no sola­ mente para los hombres que viven hoy día, sino también para las genera­ ciones futuras y para la misma vida del planeta; utilizando para esta finalidad todos los medios de información de masas, los lugares de culto, los sindicatos, los locales escolares, los programas de formación de futuros dirigentes. Que difundan informaciones y presenten películas sobre Hiroshima y Nagasaki; que recurran a la experiencia y a la investigación de institutos especializados en el estudio de los problemas de la paz, de organizaciones internacionales de médicos, etc. 3. A fin de salvar la vida, las organizaciones religiosas y la opinión pú­ blica internacional deben actuar en unión con todas las demás, con el objetivo de aclarar el carácter engañoso de las doctrinas dominantes en la actualidad que desembocan en una situación peligrosa como: a) La idea según la cual las personas pueden construirse refugios perso­ nales para protegerse contra un ataque nuclear. b) La idea de que es posible librar y ganar una guerra nuclear; que existe una noción como la de una guerra nuclear limitada, pudiendo Hbrarse por medio de un arma dotada con una radiactividad elevada, que destruye sola­ mente a los hombres, pero no los bienes materiales. c) La idea de que la multiplicación de las armas refuerza la seguridad. d) La idea de que un país puede garantizar su seguridad sometiendo a otros países a la inseguridad. e) La opinión según la cual la paz de los hombres y la civilización son posibles después de una guerra nuclear.

Medios para ponerlos en marcha 6. Para salvar la vida, los hombres religiosos y las organizaciones religiosas deben: a) Testimoniar un entusiasmo activo y total respecto a los movimientos pacifistas y a las manifestaciones hostiles a la guerra. b) Disponer de tiempo suficiente y de medios de información de masas; difundir programas educativos sobre las cuestiones de desarme; presionar sobre los medios de información de masas, a fin de que éstos utilicen más sus posibilidades y su influencia para educar en el espíritu de la paz, y explicar las exigencias de la paz. c) Aprovechar todos los medios de difusión de que disponen, concreta­ mente las cátedras, las publicaciones, los festivales, las ceremonias del culto, para contribuir a la campaña en favor de la paz, con la justicia y el desarme. d) Iniciar y apoyar campañas en favor de negociaciones en el mundo entero. 7. Pero ante todo, las religiones del mundo, con una sola voz, deben condenar, como un mal moral, la producción, el desarrollo, la experimen-

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193 tación y el despliegue de todos los tipos de armas nucleares, sean cuales­ quiera. No se trata ahí de un problema político, sino, ante todo, moral. Las religiones deben hablar el lenguaje de la paz, siendo conscientes de que du­ rante el pasado han colaborado a la guerra y a la violencia. Pero deben hablar claramente, fuerte y sin ambigüedades, porque se trata de salvar el don sagrado de la paz. 8. Dirigimos un llamamiento a nuestros hermanos y hermanas de las diferentes religiones, pidiéndolos que nada digan o hagan contrario a los sentimientos religiosos o a los derechos jurídicos y justificados de los fieles de otras religiones. Una coexistencia y un diálogo pacíficos son tan necesarios entre las religiones como entre los pueblos. 9. Así, pues, os dirigimos un llamamiento, a vosotros que sois nuestros hermanos, y nuestras hermanas religiosos, a fin de que comencéis, si no lo habéis hecho ya, a hablar y a actuar, y sobre todo a orar, a orar ardiente­ mente, a orar en la esperanza y en la fe. Que las oraciones de millones de hombres sean una protección para la tierra y la defiendan contra el peligro de catástrofe nuclear que se cierne sobre ella. Quien es la fuente y el funda­ mento de todo ser y de toda vida no puede dejar de escuchar nuestras oraciones.

Mensaje a todos los Gobiernos del mundo Nos dirigimos a vosotros en nombre de la Conferencia mundial «Hombres religiosos para salvar de la catástrofe nuclear el don sagrado de la vida», que se celebró en Moscú desde el 10 al 14 de mayo de 1982, y en la cual parti­ ciparon, procedentes de más de 90 países de los seis continentes, representan­ tes del budismo, del hinduismo, del judaismo, de zoroastrismo, del islamismo, del sikkismo, del sintoísmo y del cristianismo, unidos por un deseo común de salvar a la humanidad del peligro de desastre nuclear. Después de haber examinado el problema, que nos preocupa profunda­ mente, de la guerra ruclear, con la fuerza destructora total inseparable del mismo, hemos llegado a la firme convicción de que la vida no debe desaparecer en el incendio nuclear. sabemos que muchos de vosotros realizan una política de paz y de justicia, que refleja vuestra obligación de favorecer el desarme y vuestra voluntad de crear una nueva era de esperanza y de futuro mejor para todos los hombres en nuestro planeta. Sabemos que todos vosotros habéis participado en la primera sesión espe­ cial de la Asamblea General de la ONU, en la cual se declaró que el aumento de las armas, en particular de las armas nucleares, debilita la seguridad inter­ nacional. Una realidad inquietante se deduce de ello; a saber, que la carrera de armamento continuará con una amplitud sin precedentes, aproximando a la humanidad a una aniquilación general. En nuestra condición de creyentes, estamos convencidos de que disponéis de la posibilidad de actuar, como también del apoyo de los hombres conscien­ tes de vuestro país, para exigir la congelación de los nuevos tipos de armas nucleares y, por este mismo hecho, ejercer una influencia sobre la marcha

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194 de la historia. A este respecto apoyamos plenamente la decisión adoptada por algunos países de no comprometerse en la carrera nuclear. Saludamos igualmente las iniciativas de las dos grandes potencias de mantener conversaciones bilaterales en Ginebra y esperamos adopten decisiones positivas para alejar el peligro de la proliferación de armas nucleares. Salu­ damos como útiles los esfuerzos encaminados a reducir la tensión como, por ejemplo, la decisión unilateral de la Unión Soviética de poner término al despliegue de nuevos tipos de cohetes nucleares de medio alcance en la parte europea de la URSS, y de reducir el número de los que ya están ins­ talados. Saludamos igualmente la aceptación expresada por los Estados Unidos de llevar a cabo negociaciones oficiales sobre la reducción de armamentos nucleares el mes próximo. Nos sentimos llenos de esperanza al contemplar, estos últimos tiempos, que, desde ambas partes, se dan pruebas de buena voluntad para reunirse de nuevo y estudiar las medidas eficaces tendentes a reducir los armamentos nucleares. Saludamos estas iniciativas. No obstante, deseamos dirigirnos a la Unión Soviética y a los Estados Unidos, como tam­ bién a las demás potencias nucleares, a fin de que aceleren el ritmo del progra­ ma del desarme. No podremos estar en paz mientras no estén prohibidos y destruidos todos los tipos de armamento nuclear. Pero, mientras tanto, el peligro de ver a la humanidad aniquilada no ha disminuido. Los presupuestos militares no cesan de aumentar, devorando enormes recursos humanos y materiales que, si se empleasen de otra forma, podrían defender, salvar la vida y traer el bienestar a la tierra. Nuevas doc­ trinas suscitan en nosotros un profundo temor, tales como la «guerra nuclear limitada», la producción de un arma particularmente inhumana como la bomba de neutrones, destinada a llevar a la práctica esta doctrina peligrosa. A causa del nivel actual de los arsenales nucleares en el mundo, no creemos se pueda limitar una guerra nuclear. Nos dirigimos a todos los Estados, ya posean o no el arma nuclear, invitándoles ardientemente a salvar de la catás­ trofe nuclear al género humano que tropieza en su camino. Estimamos que la elaboración de armas de destrucción masiva perseguida actualmente evidencia el temor y la desconfianza. Por esta causa invitamos a los países que formaron el acta final de Helsinki a que se esfuercen por aplicar las elevadas normas internacionales de conducta existentes en la actualidad. Invitamos a todos los Estados que poseen el arma nuclear: a) A establecer una moratoria sobre toda retórica hostil. b) A rechazar la política de confrontación militar, económica o política y a realizar una política de distensión internacional y de leal colaboración en el plano cultural, científico, técnico y económico; una colaboración que trata de solucionar los problemas únicamente por medios pacíficos. c) A anunciar la congelación del armamento nuclear en el nivel en que se encuentra actualmente. d) A destruir inmediatamente una parte importante del arsenal nuclear existente, a modo de primer paso hacia la total supresión del arma nuclear. e) A concluir y ratificar un acuerdo sobre la prohibición de todos los tipos del arma nuclear.

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195 f) A poner en práctica las decisiones de la primera sesión especial de la Asamblea General de la ONU sobre el reforzamiento de la seguridad inter­ nacional, sobre la detención y la inversión de la carrera de armamentos. g) A concluir un acuerdo sobre la prohibición total de la experimenta­ ción del arma nuclear. h) A celebrar una conferencia sobre la prohibición del arma nuclear en Europa. i) A destinar sus recursos y su tecnología no más a la guerra, sino a las tareas esenciales del desarrollo. j) A prohibir inmediatamente la experimentación del arma nuclear en el océano Pacífico. Nos dirigimos igualmente a los Estados que no poseen el armamento nuclear pidiéndoles: a) Que tomen la firme resolución de jamás acceder al armamento nu­ clear. b) Que utilicen toda su influencia para elaborar un sistema alternativo de seguridad para todos los países con miras a crear un mundo sin armas. c) Que conviertan el océano Indico y otras regiones en zonas desnuclearizadas. Somos creyentes. Entre nosotros hay muchas personas que se encuentran en las instancias de los gobiernos de numerosos países y tienen la responsa­ bilidad de tomar decisiones. Ningún problema de carácter ideológico o de otro orden puede justificar el arma nuclear. El problema de la guerra y , del arma nuclear no es un problema simplemente político. Es, en primer lugar, un problema moral. Y es precisamente partiendo de estos principios morales como os dirigimos este mensaje. Invitamos a todos los países a actuar juntos para que ningún país, independientemente de las circunstancias y de los motivos, jamás y en ninguna parte recurra a la utilización del arma nuclear. («La Documentation Catholique», 20-2-83. Ori­ ginal francés. Traducción de «Ecclesia», nú­ mero 2.121, 9-11 de abril de 1983.)

VII. MANIFIESTOS 1. De Pax Cristi, sobre el desarme (*) TREIN TA PROPUESTAS PARA PREPARAR LA PAZ

Seguridad 1. En un mundo de Estados soberanos, desgarrado en todas sus partes por conflictos y tensiones, la seguridad constituye una preocupación legítima de las naciones. En ausencia de un sistema de seguridad viable de amplio confirmado de Pax Christi, y por una delegación de dicha asociación^ a la ('^) Este manifiesto fue llevado por monseñor Luis Betazzi, presidente

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196 alcance, toda nación invoca el derecho de proteger su territorio contra una ocupación o una dominación extranjera, de salvaguardar sus estructuras políti­ cas, económicas y sociales fundamentales frente a las amenazas interiores y exteriores y de defender los derechos y las libertades de sus ciudadanos en el exterior. 2. Sin embargo, la seguridad es un concepto extremadamente ambiguo y no puede reducirse a sus componentes militares. Ni el territorio nacional, ni las estructuras políticas, económicas y culturales fundamentales, ni los derechos y las libertades de todo ciudadano pueden ser protegidos únicamente por medios militares cualesquiera. Por otra parte, la amenaza militar de un país o de un bloque vecino puede ser una amenaza de menor importancia comparada con las amenazas no mili­ tares que se encuentran en el escenario político, económico y social, mientras que el aumento excesivo de la seguridad militar de uno incrementa automáti­ camente la inseguridad de muchos otros. 3. Por ello los componentes militares de ía seguridad deberían ser man­ tenidos o conducidos bajo un severo control civil; en efecto, una acentuación excesiva de la seguridad militar aumenta no sólo la inseguridad de las otras naciones, sino que amenaza igualmente las estructuras políticas, económicas y culturales fundamentales, como igualmente los derechos y las libertades de todo ciudadano, que deben ser protegidos por el sistema global de seguridad. Toda concentración de armas escapando a un control civil constituye una amenaza para la seguridad, que es de la misma medida que la que quiere combatir. 4. Los componentes no militares del concepto de seguridad se refieren al refuerzo de las estructuras políticas, económicas y sociales y a la defensa de los derechos y de las libertades de todo ciudadano con medios no militares. En esta dirección la seguridad está íntimamente unida a la defensa de los derechos del hombre y de los pueblos con objetivos de desarrollo auténtico. Las amemazas a la seguridad contienen entonces los peligros reales para la sociedad que producen el hambre, el analfabetismo, el desempleo, ciertas formas de energía, !la contaminación del ambiente... 5. Para todas las medidas de seguridad sería necesario una vinculación directa entre los objetos y los valores que proteger y los medios susceptibles de cumplir este cometido. Para poteger las estructuras políticas, económicas y sociales fundamentales no es necesario recurrir a los mismos medios que para proteger a un determinado territorio. La salvaguardia de los valores esenciales .—^la democracia política, por ejemplo— no requiere los mismos medios utiliza­ dos para salvar los intereses económicos. Las medidas de seguridad jamás pueden incluir la utilización de armas de destrucción masiva, que aniquilan, e n fin de cuentas, lo que debe ser salvaguardado. 6. Los medios militares no son directamente proporcionales a la segusede de la ONU, que celebró la segunda sesión especial sobre el desarme (Nueva York, 7 de junio-9 de julio de 1982). Los puntos expresados en el iáocumento tratan de la seguridad, disuasión, desarme y paz; sugieren además en a serie de propuestas a largo, medio y corto plazo.

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197 rielad global. Por encima de un cierto nivel, un aumento del número de armas no produce un aumento de la seguridad, ni para el país de que se trata ni para la seguridad regional o global. Una vez rota la proporción entre los objetos o los valores por salvaguardar y los medios destinados a protegerlos,, el afán de concentración de armas amenaza la seguridad en lugar de pre­ servarla.

Disuasión 7. La disuasión es definida como la base de nuestro actual sistema de seguridad. El sistema de seguridad tiene como objetivo proteger a la nación o las naciones contra una ocupación o una dominación extranjera. Salvaguar­ dando los valores esenciales y las estructuras fundamentales en el plano polí­ tico, económico y cultural, dicho sistema trata de evitar el conflicto armado o la guerra, previniéndolos. 8. Sin embargo, una seria disuasión es directamente proporcional a una defensa seria. Ninguna nación puede disuadir a otras amenazándolas con el empleo de medios militares que no puede utilizar para defenderse sin destruir lo que debe ser salvaguardado. Por ello una disuasión seria no puede fundarse en armas de destrucción masiva, por ejemplo, armas nucleares, biológicas y químicas. 9. Un concepto más amplio de seguridad que comprendiese una defensa no militar debería incluir una disuasión no militar. Bajo esta óptica, los va­ lores democráticos sobre los cuales vigilan cuidadosamente todos los ciudadanos formados para defenderse con medios no militares podrían constituir perfecta­ mente una disuasión más realista que aquella otra fundada en la posibilidad de emplear armas de destrucción en masa. 10. El establecimiento de relaciones Ínter dependientes y la posibilidad de beneficios recíprocos podría estimular el abandono de la noción de disuasión y la actitud consiguiente.

Desarme 11. El desarme es un proceso mediante el cual una insistencia excesiva sobre los componentes militares de la seguridad se sustituye por un desliza­ miento progresivo hacia los componentes no militares. Esto exigirá, además, mecanismos mejores y más estables de derecho internacional. Por ello el desar­ me no deberá poner en peligro la seguridad, sino aumentarla tanto a nivel local como a nivel regional o global. 12. La finalidad del desarme es poner al mundo al margen de todo con­ flicto armado y de toda guerra, reduciendo la concentración militar efectuada por las naciones a un nivel en el que éstas ya no se amenacen la una a la otra y no dispongan de medios militares para hacerlo. 13. El desarme debería ser, de todas formas, general y completo, afec­ tando a todas las naciones y a todas las clases de armas. Deseado por muchas naciones que no aceptan su control, el desarme supone, al comienzo, un mínimo de confianza recíproca. Es por ello un proceso que marcha exacta­ mente en contra de la desconfianza y del miedo, fuente de muchos conflictos.

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198 El desarme unilateral no solamente es una señal de retorno a la confianza, sino que la produce y, finalmente, funda la paz sobre relaciones de derecho. En lugar de reducirse a un procedimiento técnico que tiene como única fina­ lidad la de disminuir el número de armas aumentando otras voces del equilibrio consideradas más útiles, el desarme plenamente aceptado es un acto humano de solidaridad el cual ofrece a las naciones que mantienen semejante relación un mayor dominio de los conflictos y las aproxima a una paz justa y duradera. 14. El camino principal hacia el desarme no está marcado solamente por acuerdos bilaterales y multilaterales, con los cuales las naciones aceptan el control y la comprobación bilateral y multilateral. En esta marcha hacia el desarme es necesario aceptar positivamente tanto medidas unilaterales como iniciativas que permitan suavizar tensiones y hacer frente a situaciones aparen­ temente congeladas, sobre todo en las regiones en las cuales los conflictos se amplifican y en una época en la que el desarrollo de la carrera de armamentos se intensifica. 15. En primer lugar, el desarme debería destruir las armas que amena­ zan en mayor medida la seguridad global y son, como tales, inversamente proporcionales a la seguridad. Esta es la causa por la que conviene conceder la preferencia a las armas de destrucción en masa, sobre todo cuando innova­ ciones tecnológicas recientes podrían producir la falsa impresión de que tales armas se utilizan para combatir al enemigo y triunfar en la guerra: armas nu­ cleares, biológicas, químicas y toda clase de armas no selectivas. 16. Progresivamente, las medidas del desarme deberían ser estimuladas reforzando los componentes no militares de la seguridad, los derechos del hombre y el desarrollo real. 17. La carrera de armamentos absorbe, al menos, el 40 por 100 del total de los esfuerzos de investigación y desarrollo. Un esfuerzo importante de desarme debería comenzar con una redistribución de una parte de estos fondos en beneficio de la investigación y del desarrollo social, sobre todo en el campo de la seguridad no militar (la búsqueda de paz, por ejemplo), del desarrollo y de la cooperación con los países del tercer mundo. 18. En lo concerniente al desarme son los países armados del mundo los que llevan la parte más pesada de responsabilidad. Sin embargo, el desarme debería constituir un tema mayor para todas las naciones, sobre todo para las aliadas con los países más armados del mundo y para aquellas otras que dedican una parte desproporcionada de su renta a las armas. 19. En todas las cuestiones de desarme conviene conceder la prioridad al reforzamiento de las Naciones Unidas y al advenimiento de un gobierno real del mundo.

Paz 20. La paz significa algo más que la ausencia de guerra. Significa algo más que el desarme y la seguridad. La paz implica la actualización integral de los derechos del hombre y de las naciones, un desarrollo equilibrado y justo, la cooperación, la no discriminación de las razas y de los individuos, la amistad, la confianza recíproca y la esperanza.

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199 21. Sin embargo, el desarme y la seguridad constituyen la base sobre la que debe edificarse la paz. La ausencia de conflictos armados y guerras sigue siendo el objetivo primario de un mundo más pacífico. 22. La paz no es sólo el resultado de la acción de gobiernos o de sus agencias e instituciones. La paz es construida por los pueblos y por los indi­ viduos en sus contextos nacionales, pero también en organizaciones no guber­ nativas nacionales e internacionales. 23. Por este motivo la seguridad y la paz deberían formar parte de la educación global, al lado de la educación para los derechos del hombre y de la educación para el desarrollo. La paz es deber de todos. 24. Los movimientos de paz reúnen estas fuerzas sobre una base no gubernativa nacional e internacional. Por ello los movimientos de paz inspira­ dos por un deseo real de favorecer el entendimiento internacional juegan un papel importante estimulando a la opinión pública hacia el desarme, la segu­ ridad y la paz e influyendo en sus gobiernos a fin de que amplíen sus criterios y perspectivas desde Ío nacional a lo internacional, 25. En su acción, los movimientos de paz deberían cooperar, lo más estre­ chamente posible, con los movimientos para la defensa de los derechos del hombre y con los movimientos para el desarrollo, tratando de este modo de formar una nueva comunidad mundial en la cual una paz duradera es apoyada por la actualización de los derechos del hombre y del desarrollo para todos.

La Paz de Cristo 26. Para los cristianos, «la paz es un don de Dios, confiado a los hom­ bres». Por ello los cristianos y las iglesias cristianas deben convertirse en otras tantas fuerzas motrices en la búsqueda de nuevos modos de pensar y de nuevos acercamientos en el campo del desarme, de la seguridad y de la paz y en la relación entre las cuestiones de la seguridad, los derechos del hombre y el desarrollo. Algunos de ellos pretenden ser testigos del desafío a la no violencia del Evangelio. 27. La inspiración de la fe separa a los cristianos de los no cristianos, pero une todavía más a todos los que están comprometidos en la misma búsqueda de paz y de justicia, en particular a las demás iglesias y religiones, en la medida en que comparten la misma perspectiva religiosa.

Objetivos a largo plazo 28. Basándose en estos principios, Pax Christi Internacional se fija los siguientes objetivos a largo, a medio y a corto plazo; 1) El desarme completo, el cual alcance a todas las naciones y a todas las clases de armas, bajo la protección de la ONU, que debe trans­ formarse en un eficaz gobierno del mundo. 2) Un concepto de seguridad basado en medios no violentos de reso­ lución de los conflictos, bajo los auspicios de las Naciones Unidas. 3) El desmantelamiento de los bloques militares —^la NATO y el Pacto

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200

4) 5)

de Varsovia, por ejemplo— , que pierden toda utilidad en un mundo desarmado. La actualización de los derechos universales del hombre y de los pueblos en todo el mundo bajo el escudo de la ONU. El respeto de la cooperación regional y de las instituciones regionales para todas las cuestiones relativas al interés regional y a las autorida­ des regionales.

Objetivos a medio plazo 29. Los objetivos a medio plazo deberían alcanzarse, como máximo, en la década de los noventa. 1)

La creación de zonas no nucleares, que deberían transformarse gradual­ mente en zonas de seguridad, con tropas y armas no nucleares. 2) El desmantelamiento de las bases militares en el extranjero y el retorno de todas las tropas a sus países. 3) Una autonomía más amplia para los aliados europeos de los Estados Unidos (en el seno de la NATO) y para los aliados europeo-orientales de la Unión Soviética (en el seno del Pacto de Varsovia), como primer paso de Europa hacia la reconquista del control sobre su propia polí­ tica de defensa. 4) La redistribución de los fondos actualmente consagrados a las armas para financiar un programa mundial de desarrollo en favor de los países en vías de desarrollo y de los muchos pobres de estos países; esta redistribución debería realizarse bajo la supervisión de la ONU. 5) La reconversión de los sectores más importantes de la industria de armas en industria civil. 6) La redistribución de los medios de investigación y de desarrollo en el sector militar en beneficio de la investigación del desarrollo de tipa civil, comenzando por la búsqueda de la paz, de modelos alternativos de seguridad, de la búsqueda de alternativas no violentas. 7) Interrupción de la confrontación en el hemisferio Sur y su sustitución por una cooperación Este-Oeste en favor del desarrollo, bloqueo del comercio de armas con los países en vías de desarrollo y de la milita­ rización de sus sociedades. 8) Moderación de la carrera de armamentos con una reducción de los gastos militares mundiales del 10 por 100 en beneficio de un fondo para el desarrollo mundial bajo los auspicios de la ONU.

Objetivos a corto plazo 30. Objetivos a corto plazo que deben conseguirse antes del año 1990: 1) La creación de las zonas no nucleares auspiciables en particular en Europa, en el Próximo Oriente, en Africa austral y el océano Indico. 2) El bloqueo del desarrollo nuclear en Europa durante las negocia-

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201 dones IN F (Fuerzas Nudeares Internadonales) en Ginebra, en par­ ticular para las armas directamente en cuestión. 3) La firma, por parte de todas las potencias nucleares, de una declaración de renuncia a ser una la primera en recurrir a las armas nucleares, lo que constituirá un primer paso hacia la interrupción de la carrera de armamentos nucleares. 4) El bloqueo general de la producción de armas químicas y armas no selectivas e inhumanas (las armas biológicas han constituido ya el objeto de una medida de bloqueo con la convención de 1972 sobre las armas). 3) Potenciación de medidas unilaterales limitadas de desarme nuclear por parte de todas las potencias nucleares y de sus aliados. 6 ) Continuación, con urgencia, del proceso SALT. 7) La prohibición global de todo experimento nuclear. 8) La convención sobre las armas químicas para condenar no sólo el empleo eventual de armas químicas, sino también su producción y su almacenamiento (cfr. Convención sobre las armas biológicas). 9) Reforzamiento de las medidas de confianza entre los dos bloques en el hemisferio Norte. 10) La moderación de la carrera de armamentos con una reducción de los gastos militares mundiales del 5 por 100, cuyo 4 por 100 serviría para constituir un fondo para el desarrollo mundial y el 1 por 100 para estimular la búsqueda de paz y de componentes no militares para la seguridad. («II Regno», 1-7-82. Original italiano; traduc­ ción de «Ecclesia», número 2.088, 31 de ju­ lio de 1982.)

2.

D e la A so c ia c ió n P r o D e r e c h o s H u m a n o s d e M a d r id , s o b r e la P a z ( *)

Ante la celebración de la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea, un grupo de ciudadanos pertenecientes a diferentes sectores de la sociedad,, nos creemos en la obligación de opinar sobre el contenido de esta reunión, que tanto va a afectar al conjunto de la humanidad. Pensamos que, como principios básicos, deben tenerse en cuenta: — Que el principal fundamento de la paz es la vigencia real de los De­ rechos Humanos. (*) Fue elaborado y dfundido por la Asociación Pro Derechos Humanos de Madrid, antes de la inauguración de la Conferencia de Seguridad y Coope-

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202 — Que todo pueblo tiene derecho a elegir el régimen social y político que desee, y por lo tanto, toda relación de desigualdad, agresión, polí­ tica imperialista o violación del mismo, es un grave atentado contra la humanidad y la paz. — Que el respeto a los ciudadanos y a sus aspiraciones de libertad, pro­ greso y libre circulación, es necesario para abrir el camino de la dis­ tensión. — Que los Derechos Humanos deben considerarse en su conjunto, tanto derechos civiles y políticos, como los socioeconómicos y culturales; y que una visión partidista de los mismos nos demuestra la manipulación que de ellos puede hacerse en interés de determinados gobiernos. — Que la paz tiene que residir primordial y obligatoriamente en los espí­ ritus y en las conciencias, y que mientras la mayor fuente de ganancias y de transacciones comerciales en el mundo sea la venta de armamen­ tos, será imposible la paz. — Que la violencia puede ser a veces ineludible para defenderse de otra violencia, pero que, en todo caso, será un mal que debe cesar cuando cese su causa, y nunca deberá ser exaltada y mitificada. — Que para conseguir la paz no es verdad que lo mejor sea armarse^ sino exactamente lo contrario. — Que la capacidad y la técnica de la violencia no generan ningún tipo de virtudes, y en consecuencia, no es cierto que los militares (de ningún país, ni de ninguna época), por el mero hecho de serlo, hayan de ser personas con valores especiales, ni tampoco intachables. — Que una paz aparente, conseguida por la violencia o el terror pro­ ducido por los detentadores de la fuerza de los Estados sobre los débiles, no es paz en absoluto, sino el mejor medio para incubar vio­ lencias futuras. — Que la mejor defensa de los Estados y de los individuos es no atacar y no provocar, por lo que difícil será considerar un medio de defensa la integración en alianzas militares agresivas. — Que la Historia, desgraciadamente llena de violencias, debe ser cono­ cida y asumida críticamente, pero sobran toda clase de mitos heroicos y santificados si se basan en hechos violentos. Una guerra o cualquier lucha pasada, si fue justa y necesaria, debería considerarse como una desgracia; y si fue injusta, como algo digno de vergüenza y arrepen­ timiento. — Que para que todo lo expuesto anteriormente llegue a tener resulta­ dos prácticos, debe ser difundido sin descanso y, sobre todo, formar parte del sistema educativo de las nuevas generaciones. ración Europea, en 1980, y representa uno de los pocos textos significativos sobre el problema de la paz y el desarme publicado entonces en nuestro país. El mismo día de la apertura de dicha Conferencia, un grupo formado por radicales italianos y españoles, y por ecologistas y no violentos, llevó a cabo un encartelamiento para reclamar medidas efectivas en favor de la paz y el desar­ me. En alguno de sus carteles se leía: «La paz no es sólo el silencio de vuestros cañones».

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203 Por todo lo expuesto, solicitamos a los gobiernos representados en la Q)nferencia: 1°

La detención de la carrera de armamentos, para que la voluntad del desarme sea una realidad efectiva en las relaciones entre los estados. 2 ° La reestructuración del mercado armamentista, el arreglo pacífico de las controversias, y el desmantelamiento progresivo de todos los blo­ ques militares. 3. ° La utilización de la energía y tecnología derrochadas en armamento,' en el desarrollo económico y social de la humanidad. 4. ° La voluntad de acuerdo que permita salir del impasse en que se encuentran el acuerdo SALT-II y las conversaciones sobre reducción mutua y equilibrada de fuerzas en Europa Central (MBFR). 5 ° Una mayor cooperación entre los Estados que desarrolle el inter­ cambio de conocimientos e ideas en materia económicas, tecnológica, ecológica y cultural. 6.° La lucha contra las políticas imperialistas que a través de la fuerza o la presión económica impidan la libre autodeterminación de los pueblos. 1 ° El respeto absoluto a las libertades individuales y a los derechos que se apoyan en una concepción justa de las relaciones socioeconómicas. 8.° Acabar con este diálogo de sordos, entre los que desean poner en primer plano el problema de una visión parcial de los derechos huma­ nos, y los que piensan que lo único importante son las cuestiones de­ pendientes del desarme. En definitiva, que no se cierre el camino de la esperanza para que la distensión, la cooperación y la vigencia de los derechos humanos conduzcan definitivamente a la paz que tanto anhelan los ciudadanos y los pueblos dcl mundo.

3.

D e 54 P r e m io s N o b e l c o n tr a el h a m b r e y el s u b d e s a r r o llo ( *)

Los abajo firmantes, mujeres y hombres de ciencia, de letras y de paz, di­ ferentes por la religión, la historia y la cultura; que hemos sido distinguidos porque buscamos, honramos y veneramos la verdad en la vida y la vida en la verdad; a fin de que nuestras obras sean un testimonio universal de diálogo, de fraternidad y de civilización común por la paz y el progreso. (•') En marzo de 1981, un grupo de radicales no violentos de Bruselas propuso a algunos Premios Nobel de la Paz, como Pérez Esquivel o Lord Philip Noel Baker, la elaboración de un manifiesto internacional en favor de la lucha contra el exterminio por hambre en el mundo. El 24 de junio, des­ pués de numerosos contactos y reuniones, se presentó el Manifiesto que re­ producimos — redactado por Marco Pannella y firmado por 54 Premios Nobel— en Roma, Nueva York, París, Bruselas y Ginebra, con asistencia de algunos de los firmantes, de parlamentarios, intelectuales y líderes de diversas

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204 Dirigimos un llamamiento a todos los hombres y a todas las mujeres de buena voluntad, a los poderosos y a los humildes, cada uno con sus propias responsabilidades, para que sean reintegrados a la vida decenas de millones de seres humanos, que agonizan por el hambre y por el subdesarrollo, vícti­ mas del desorden político y económico internacional que reina en la actua­ lidad. En estos momentos, está a punto de producirse un holocausto sin prece­ dentes, cuyo horror abarca en un solo año todo el espanto de las matanzas que nuestras generaciones conocieron en la primera mitad de este siglo; un holocausto que desborda cada día más, a cada instante que pasa, el perímetro de la barbarie y de la muerte, no solamente en el mundo, sino también en nuestras conciencias. Todos los que contemplan, anuncian y combaten este holocausto están absolutamente de acuerdo en señalar a la política como la causa principal de esta tragedia. Se imponen, pues, una nueva voluntad política y una nueva organización específica de esta voluntad, que busquen directa y manifiestamente —con una prioridad absoluta— la superación de las causas de esta tragedia, para: así evitar lo más rápidamente posible sus efectos. Es necesario elegir cuanto antes un método y un procedimiento adecuados,, entre los ya existentes o imaginables, elaborados y ponerlos en práctica. E s necesario que los haga efectivos un conjunto de proyectos convergentes, que correspondan a la plenitud de fuerzas, de responsabilidades y de conciencias. Es necesario que actúen las máximas autoridades internacionales, los Es­ tados, los pueblos (tenidos demasiado a menudo en una total ignorancia de la plena posibilidad de realización de vida y de salvación): que actúen con­ juntamente o unidos por la acción, con objetivos concretos, precisos y ade­ cuados, para atacar, combatir y vencer, dondequiera que cause estragos, esta muerte amenazadora, que ha invadido y condenado a una parte considerable de la humanidad. Hay que rebelarse contra ese falso realismo que incita a resignarse, como si se tratara de una fatalidad, cuando en realidad es un resultado de la política y del «desorden establecido». Hay que luchar con realismo para que se realice lo que es posible y acabar con el derroche, tal vez, para siempre. Es necesario convertir en positivas esas modas y esas iniciativas de asistencia que procuran, sobre todo, buena conciencia barata y que no salvan a quienes van destinadas; es necesario también convertir en positivas esas crueles e infecundas utopías que sacrifican a los hombres de hoy en aras de un proyecto de hombre, y a la sociedad de hoy en aras de un proyecto de sociedad. Es necesario que los ciudadanos y los responsables políticos, en sus niveles respectivos, electorales o parlamentarios, gubernamentales o interna­ cionales, elijan y voten nuevas leyes, nuevos presupuestos, nuevos proyectos y nuevas iniciativas, y que todo ello sea puesto en práctica inmediatamente confesiones religiosas. Su texto ha sido reproducido íntegramente por diversos periódicos europeos, como «E l País», «Le Monde», «Le Soir» o « L ’Osservatore Romano».

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205 •para salvar a miles de millones de hombres de una alimentación deficiente; y para salvar del subdesarrollo y de la muerte por hambre a centenares de millones de seres, a cada nueva generción. Es necesario que todos y cada uno otorguen valor de ley al deber de salvar a los vivos, de no matar y no exterminar, bien sea por inercia, por omisión, o bien sea por indiferencia. Los poderosos de la tierra son responsa­ bles, ciertamente; pero no son los únicos. Si los que no tienen poder ni armas no se resignan a permanecer pasivos; si son cada vez más los que proclaman que sólo obedecerán a una ley, la ley fundamental de los derechos del hombre y de los pueblos, ley que es ante todo Derecho, y derecho a la vida; si los que carecen de poder y de armas se organizan y utilizan sus armas, pero sólidas armas —las armas de la democracia política y de las grandes acciones no-violentas, «gandhianas»— , proponiéndose e imponiéndose opciones y objetivos progresivamente ajus­ tados y adecuados; si todo ello se produce, no cabe lugar a dudas, en la medida en que está hoy a nuestro alcance, que nuestra época dejaría de ser la era de la catástrofe. Nuestro saber no puede limitarse a contemplar, inertes e irresponsables, el horrible fin que se cierne sobre nosotros. Nuestro saber nos dice que la humanidad entera corre cada día mayor peligro de muerte. Sin embargo, nuestro saber ha de ser una ciencia de la esperanza, una ciencia salvadora, sustancia de las cosas en las que creemos y tenemos puestas nuestras esperanzas. Si los medios de comunicación, si los poderosos del mundo que nos han honrado con el testimonio de reconocimiento que nos han otorgado, quieren escucharnos, y también hacer escuchar nuestra voz y nuestra obra, así como la de todos aquellos que, a lo largo de estas semanas, actúan en el mundo en esta misma dirección; si las mujeres y los hombres, si las gentes todas saben, si están informadas, entonces nosotros no dudamos de que el porvenir podrá ser diferente del que nos amenaza a todos y en todo el mundo. Pero sólo en ese caso. Se impone, sin más dilación, optar, actuar, crear y vivir para hacer vivir. Vicente A L E IX A N D R E -......... Hannes A LFVEN .................. Philip A N D E R S O N ................ Christian A N FIN SEN .......... Kenneth ARROW .................. Julius A XELRO D ................. Samuel BECKETT ................. Baruj BENACERRAF .......... Heinrich BO LL ....................... Norman Ernest BORLAUG Owen CHAM BERLAIN ... Mairead CORRIGA N .......... André COURNAND ........... Jean DAUSSET ....................... John Carew ECCLES ..........

Premio Premio Premio Premio Premio Premio Premio Premio Premio Premio Premio Premio Premio Premio Premio

Nobel Nobel Nobel Nobel Nobel Nobel Nobel Nobel Nobel Nobel Nobel Nobel Nobel Nobel Nobel

de de de de de de de de de de de de de de de

Literatura 1977 Física 1970 Física 1977 Química 1972 Economía 1972 Medicina 1970 Literatura 1969 Medicina 1980 Literatura 1972 la Paz 1970 Física 1959 la Paz 1976 Medicina 1956 Medicina 1980 Medicina 1963

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206 Odysseus E L Y T IS ... . Ernst Otto FISC H ER .. Roger G U ILLEM IN . . . . Odd H A SSEL t .......... Gerhard H ERZBERG .. Robert H OFSTADTER . Franqois JACOB ... . Brian JO SEPH SO N . . . . Alfred K A S T L E R ............ Polykarp K U S C H ............ Salvador LURIA .......... André LW OFF .......... Saán MAC B R ID E ........ Cweslaw M I L O S Z ............ Eugenio M ONTALE .. NeviU M O T T ............. Gunnar M YRDAL ... Daniel NATHANS ......... Philip NOEL-BAKER ... Adolfo PERES ESQ U IV EL Rodney Robert PORTER Llya PR IG O G IN E .......... Isidor Isaac R A B I ............. Martín R Y L E ...................... Anwar E L SADAT .......... Abdus SALAM .......... , . Frederik SA NGER .......... Albert SZENT-GYORGYI Hugo TH EO R ELL .......... Jan TIN BER G EN .......... Nikolaa TIN BER G EN ... Ulf Von E U L E R ............. George WALD ................. James Dewev W ATSON ... Patrick W H ITE . . . . Maurice W ILKIN S .......... Bettv W ILLIAM S .......... Charles HARD TOW NES Lawrence R. K L E I N .........

Premio Nobel de Literatura 1979 Premio Nobel de Química 1973 Premio Nobel de Medicina 1977 Premio Nobel de Química 1969 Premio Nobel de Química 1971 Premio Nobel de Física 1961 Premio Nobel de Medicina 1965 Premio Nobel de Física 1973 Premio Nobel de Física 1966 Premio Nobel de Física 1955 Premio Nobel de Medicina 1969 Premio Nobel de Medicina 1965 Premio Nobel de la Paz 1974 Premio Nobel de Literatura 1980 Premio Nobel de Literatura 1975 Premio Nobel de Física 1977 Premio Nobel de Economía 1974 Premio Nobel de Medicina 1978 Premio Nobel de la Paz 1959 Premio Nobel de la Paz 1980 Premio Nobel de Medicina 1972 Premio Nobel de Química 1977 Premio Nobel de Física 1944 Premio Nobel de Física 1974 Premio Nobel de la Paz 1978 Premio Nobel de Física 1979 Premio Nobel de Química 1958 y 1980 Premio Nobel de Medicina 1937 Premio Nobel de Medicina 1955 Premio Nobel de Economía 1969 Premio Nobel de Medicina 1973 Premio Nobel de Medicina 1970 Premio Nobel de Medicina 1967 Premio Nobel de Medicina 1962 Premio Nobel de Literatura 1973 Premio Nobel de Medicina 1962 Premio Nobel de la Paz 1976 Premio Nobel de Física 1964 Premio Nobel de Economía 1980

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Glosario de la Carrera de Armamentos Andrés Felpeto Periodista

En estos momentos en que se ve cada vez más amenazada la paz mundial con el peligro de una guerra nuclear, surgen numerosos artículos, libros y toda clase de publicaciones que, de una u otra forma, hacen referencia al tema. Debido a lo innovador de la materia, así como a su complejidad (muchos términos derivan del inglés), al lector, en ocasiones, se le hace difícil la comprensión de algunas de estas expresiones. Para facilitar el entendimiento de estas palabras, creemos necesario la creación de un breve diccionario que englobe los términos más usados al hablar de guerra nuclear. Antiballistic Missile System (Sistema de misil antibalístico): Mi­ siles interceptores, radares y otros equipos que componen un siste­ ma defensivo, dirigido a interceptar y destruir (anular) los misiles balísticos enemigos. Ninguno de los sistemas conocidos son aptos para la intercep­ ción de la nueva generación de misiles Cruise y Pershing II (Euromisiles). Armas Nucleares Estratégicas: Término que define a los misiles de largo alcance que portan armas nucleares, como por ejemplo los ICBM, los bombarderos intercontinentales, y los SLBM (Subma­ rine Launched Balistic Missile).

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Armas Nucleares Tácticas: Armas destinadas a posibles guerras en un campo de batalla definido o guerras limitadas. Por ejem­ plo, las fuerzas nucleares de los Estados Unidos estacionadas en Europa son armas tácticas. Una situación de excepción son los Euromisiles, ya que siendo teóricamente tácticas (especialmente por su alcance), ofician de armas estratégicas dado que están controla­ das por Estados Unidos, pero situadas en territorio europeo y apuntando hacia los países del Pacto de Varsovia. Armas Termonucleares: Armas nucleares en las cuales tienen lugar reacciones de fusión. El concepto se refiere a la necesidad de alcanzar muy altas temperaturas antes que la reacción de fusión se produzca. Ataque de represalia (Retaliatory Strike): Ataque a un enemigo que ha iniciado las hostilidades con un ataque de primer golpe. Tam­ bién se le denomina segundo golpe. Backfire: Denominación con la que, en el bloque de la Alianza Atlántica (OTAN) se conoce al moderno modelo de bombarderos supersónicos soviéticos. Hoy en día, es empleado en unidades operacionales y está prevista su utilización en caso de conflicto bélico en tierra o en mar, en remplazo de los antiguos bombarderos sovié­ ticos de alcance medio. Broken Arrow (Flecha rota): Nombre con el que se designa, en el código militar del Departamento de Defensa USA, cualquier ac­ cidente ocurrido con armamento nuclear: por ejemplo, la caida de un avión equipado con bombas nucleares. Cabeza: En inglés es Warhead (cabeza de guerra). Se trata de la parte de un misil u otra munición que contiene el sistema explo­ sivo o nuclear. Countervalue Attack (Capacidad de represalia): El empleo de fuerzas militares o agresiones de diferente tipo contra objetivos civi­ les: centros urbanos, industrias, hospitales, etc. Counterfore Capability (Capacidad de respuesta): Literalmente, se refiere a la capacidad de destruir las fuerzas militares enemigas. Este término, sin embargo, es utilizado más a menudo para referirse a la capacidad de destruir los silos donde se encuentran los misiles balísticos intercontinentales del enemigo.

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Defensa Civil: Protección de la población civil, de las autorida­ des y de las industrias, ante un conflicto bélico. Disuación (Deterrence): Estrategia o situación en la cual el man­ do político y militar se convence de que la agresión es una alterna­ tiva indeseable, por temor a que las pérdidas eventuales (y el riesgo de una escalada bélica) superen las ventajas que se pudiesen derivar de aquélla. Se conoce también por disuación, la particular forma de rela­ ción que a partir de los años 50 han mantenido USA y la URSS, basada en la imposibilidad de realizar un primer ataque nuclear y exponerse, por lo tanto, a una respuesta de características similares. Este período es conocido también como «guerra fría» o «equilibrio del terror». Ver MAD. Escalada: Un incremento (deliberado o involuntario) de la ten­ sión o de la intensidad de un conflicto. Guerra Nuclear Limitada: Una guerra con armas nucleares en la que se utiliza solamente una parte de éstas y que estará restrin­ gida a un sitio geográfico preciso. ICBM (Intercontinental Ballistic Missile): Misil Balístico Inter­ continental. Se definen así a los misiles que pueden alcanzar objeti­ vos situados más allá de los 5.500 kilómetros. IRBM (Intermediate-Range Ballistic Missile): Misil balístico con un alcance de 2.200 a 5.500 kilómetros, o sea, de alcance inter­ medio. Kilotón: Mil toneladas de TNT. Mil kilotones equivales a un megatón. Lluvia acida: Partículas radioactivas que contaminan la atmósfera, como consecuencia de una explosión nuclear y que caen sobre el suelo afectado por la misma, a menudo en forma de lluvia. MAD (Destrucción Mutua Asegurada): Estrategia nacida en los años 50 mediante la cual cada una de las superpotencias cuenta con el suficiente potencial en armas nucleares como para garantizar la destrucción del enemigo en caso de verse atacada o de lanzar un ataque. Es la base de la teoría de la disuasión y del rearme contro^ lado para que nadie pueda especular con la posibilidad de lanzar un primer golpe y ganar la guerra nuclear.

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210 Megatón: Equivalente a un millón de toneladas de TNT. Medida del poder explosivo de las armas nucleares. M IRV (Múltiple Independently Targetable Reentry Vehicle): Misiles con cabezas múltiples, guiados independientemente. Define a los cohetes con varias cabezas nucleares que en un momento se separan y de dirigen a blancos diferentes. Es posible instalar diez o más cabezas nucleares con el sistema M IRV, en un solo misil. Misil Cruise: Misil aerodinámico teledirigido, que utiliza la pro­ pulsión para vencer la resistencia. La trayectoria de este misil se desarrolla siempre dentro de la atmósfera terrestre y su motor arde durante el vuelo. Los misiles Cruise son de alcance medio y pueden ser lanzados desde tierra, en rampas fijas o móviles, o desde submarinos. Está prevista su instalación en territorio europeo a partir de diciembre de 1983, como parte de la estrategia de la OTAN aprobado en 1979, conocida como «doble desición». Ver, además. Sistema de guía y Antiballistic Missile System. MRV (Múltiple Reentry Vehicle): Misiles con cabezas múltiples. Se diferencian de los M IRV en que cada cabeza nuclear no lleva sistema propio de guía. Pershing I I : Misil balístico con un alcance de unas mil millas (alcance medio) de los que, 108, serán instalados en Europa a fina­ les de 1983. Ver, Misil Cruise. Primer Golpe: Se refiere al primer movimiento ofensivo en una guerra. Término utilizado frecuentemente para referirse a un ataque nuclar sobre las fuerzas nucleares enemigas o potencialmente enemi­ gas. Asimismo, se le aplica a las armas destinadas a este fin (armas de primer golpe), como son los misiles Pershing II y Cruise. Un ataque de primer golpe puede denominarse también ataque preven­ tivo. La posibilidad de lanzar un ataque de primer golpe exitoso se denomina capacidad de primer golpe (first-strike capability). Proliferación: Proceso mediante el cual una nación, después de otra, pasa a contar con armas nucleares. Punto Cero: El punto sobre la superficie terrestre en el que se produce la detonación de un arma nuclear. Si la explosión se

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produce en el aire, es el punto sobre la superficie terrestre que se encuentra directamente debajo del punto de detonación. \Radiación: Energía en forma de rayos gama o partículas que son emitidas por la desintegración de átomos. Respuesta flexible: Es la estrategia política y militar para un^ escalada controlada de un conflicto bélico. Ante un ataque del ene­ migo, se le responde tratando de mantener el conflicto en un grado mínimo o equivalente. Refugio antiatómico: Refugio diseñado para proteger sus habi­ tantes de la lluvia radiactiva, honda expansiva o cualquiera de los efectos de una explosión nuclear. RV (Reentry Vehicle): Parte de un misil balístico que lleva una cabeza nuclear. Se le denomina vehículo de re-entrada debido a que regresa a la atmósfera terrestre en el último tramo de la trayectoria del misil. SALT (Strategic Armas Limitation Talks): Serie de negociacio­ nes entre los Estados Unidos y la URSS que comenzaron en noviem­ bre de 1969 para limitar y reducir sus armas estratégicas ofensivas y defensivas. Las SALT I concluyeron en mayo de 1972. El SALT II fue firmado en junio de 1979 pero nunca fue ratificado por el Se­ nado norteamericano. Sistema de Guía: Es la parte de un misil balístico que contiene la computadora y otros artefactos técnicos que lo guían en la velo­ cidad y la dirección adecuada, a través de las posibles intersepciones u obstáculos. En el caso de los misiles Cruise el sistema de guía lleva, incorporado, además, una memoria con los datos geográficos del terreno por el que se desplazará, lo que garantiza una gran autono­ mía de vuelo y una desviación máxima de treinta metros sobre el blanco elegido. Sistema de lanzamiento de armas nucleares: Cualquier medio (misiles, bombarderos, sumbarinos, etc.) que sirva para lanzar una bomba o cabeza nuclear hacia un objetivo. SLBM (Submarine Launched Balistic Missile): Misil balístico^ transportado y lanzado desde un submarino.

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212 SRAM (Short-Range Attack Missile): Misil con un alcance de aproximadamente 100 kilómetros que porta una cabeza nuclear de 200 kilotones. TNF (Fuerzas Nucleares de Teatro): Fuerzas nucleares desple­ gadas en un «teatro» particular, como por ejemplo Europa. Tratado de No Proliferación Nuclear: Firmado en 1968. Las naciones signatarias que no poseen armas nucleares se comprometen Sí no desarrollar ni albergarlas, mientras que las naciones que ya las tienen acuerdan trabajar para prevenir la proliferación y avanzar hacia un uso pacífico de la energía nuclear. Tríada: Combinación de ICBM, SLBM y bombarderos intercon­ tinentales que presentan problemas defensivos diferentes para el enemigo potencial.

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MOVIMIENTOS PACIFISTAS DEL ESTADO ESPAÑOL Alberto Rodríguez Gracia Secretario General de Justicia y Paz

Este censo provisional, está elaborado a través de las relaciones de parti­ cipantes en las últimas convocatorias y otras fuentes muy dispersas. Se ruega: que, a efecto de perfeccionar esta lista, que se estima de suma utilidad para los propios movimientos pacifistas, se envíen a la dirección de esta Revista (y a nombre del propio autor) los nombres y datos que se conozcan y falten en esta primera aproximación. Incluir Plataformas, Colectivos, actos que se celebren con cierta periodicidad. Revistas, etc., etc. , Si es posible, se ruega faciliten también el máximo de datos objetivos sobre cada Movimiento: Domicilio, teléfono, nombre de los responsables, número de miembros, fecha de constitución, objetivos, acciones en que há participado, acciones en proyecto, etc., etc. Se enviará la relación definitiva, por correo, a todos los que aporten datoSy o lo soliciten. Muy apragecidos. ■— ■— — — — — — —

Acción Ecologista. Zaragoza. Agermanament. Barcelona. Amigos de la Comunidad del Arca. Amnistía Internacional. Amical Mathausen. Barcelona. . Amigos de la Tierra. Mora del Ebro, 53. Teléf. 213-92-37.: Barcelona-23.^ Ananda Marga. Teléf. 234-42-14, Madrid. Artemisa: Colectivo Ecologista y Desarme. Marqués de Falle, 5. Teléfo­ no 25-04-08. Granada.

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214 Artesans de la Pau. Rambla de la Montaña, 104 bis. Teléf. 348-03-94. Barcelona-2. Asamblea Andaluza de No-violencia. Asamblea Anti-Otan por la Paz y el Desarme. Burgos. Asamblea Ecologista de Donostia. Avda. de Ategorrieta, 3. Teléf. 28-08-00. San Sebastián. • Asamblea Ecologista. Zaragoza. Asociación de Amistad con el pueblo palestino. Asociación Cultural y Ecologista de Torrejón (Madrid). Asociación Cultural Antonio Machado. Aranda de Duero (Burgos). Asociación Española del Libro de la Paz. Asociación de Estudios para la Protección de la Naturaleza (AEPDEN). Compomanes, 13. Teléf. 241-10-71. Madrid. ■ Asociación Hispano-Hindú. • Asociación Latina por la Paz y el Desarme. ■ Asociación Libro de la Paz. José Abascal, 47. Teléf. 441-16-70. Madrid. Asociación para la Defensa Ecoloxica de Galicia (ADEGA). • Asociación Pro-Derechos Humanos de España. José Ortega y Gasset, 72-2. A. Teléf. 402-23-12. Madrid-6. Asociación por la Seguridad y Cooperación en Europa. Asociación por la Paz y el Desarme. Silva, 20. Madrid. Asociación por la Paz y el Desarme, de Hortaleza (Madrid). Asociación por la Paz y el Desarme, de Valdezarza (Madrid). Asociación por la Paz y el Desarme, de Carabanchel Alto (Madrid). Asociación por la Paz y el Desarme, de Moratalaz (Madrid). Asociación por la Paz y el Desarme, de Villaverde Alto (Madrid). Asociación por la Paz y el Desarme, de La Latina (Madrid). Associacio Catalana de Solidaritat i d ’Ajuda ais Refugiats. Associacio d ’Ex-Presos Politics. Barcelona. Associacio Naturista de Catalunya. Associacio per les Nacions Unides. Fontanella, 14. Barcelona-10. Campanya per la Pau i el Desarmament i per la prohibió d’armes atomiques. Barcelona. Campaña Desarme y Desarrollo para la Paz. Rivadeneyra, 6, 10. Teléfo­ no 317-61-77. Barcelona-2. Casal de la Pau de Tárrega. Rayort, 22. Teléf. 31-03-29. Tárrega (Lérida). Centre Internacional Escarre Minories Etniques i Nacionalitats. Centro Ecuménico de Acción Popular. Jordán, 9. Teléf. 445-17-13. Madrid-10. Centro de Estudios Sociológicos y Ecológicos (CESE).

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215 Centre d’Informacio i Documentado Internacionals (CIDOB). Llúria, 125. Barcelona-37. Centro Cultural Popular Promoción Femenina. Centro Pignatelli. Zaragoza. Club Amigos de la Unesco. Plaza de Tirso de Molina, 8, 1, deha. Madrid-12. Colectivo para una Alternativa No-violenta (CAN). Apartado de correos 61.034. Malasaña, 24. Teléf. 265-95-72. Madrid-14. Colectivo para una Alternativa No-violenta. Zaragoza. Colectivo Antinuclear de Cataluña. Bruc, 26. Teléf. 301-52-48. Barcelona-10. Colectivo Antimilitarista. Cuotra Reyes, 2. Teléf. 22-84-22. Huesca. Colectivo Antinuclear de Cataluña. Bruc, 26. Teléf. 301-52-48. Barcelona-10. Colectivo Antimilitarista. Cuatro Reyes, 2. Teléf. 22-84-22. Huesca. Colectivo Antimilitarista. Rúa de San Pedro, 106, 3, izqda. Teléf. 59-52-90. Santiago de Compostela (La Coruña). Colectivo Día a Día. Zaragoza. Colectivo Ecologista Pacifista «Araucaria». Cádiz. Colectivo Ecologista El Bulevar de Vallecas (Madrid). Colectivo Ecologista Sol de Getafe (Madrid). Colectivo Ecologista Zarzaquemada. Río Aragón, 6. Teléf. 693-56-13. Leganés (Madrid). Colectivo L ’Escon Sadañola. San Ramón, 250. Sadañola (Barcelona). Colectivo de Objeción y Antimilitarismo. Zaragoza. Colectivo de Objetores y No-violentos de Extremadura. Batalla de San Quintín, 7. Teléf. 41-41-11. Plasencia (Cáceres). Colectivo por la Paz y el Desarme. Tomás García, 5. Teléf. 785-61-60. Va­ llecas (Madrid). Colectivo por la Paz y el Desarme. Ruiz de Salazar, 44, 4 deba. Teléfo­ no 89-55-13, Torrelavega (Cantabria). Colectivo por la Paz y el Desarme. Estudios, 2, 7 deba. Teléf. 20-27-97. VaUadolid-5. Colectivo por la Paz y el Desarme. San Miguel, 51, 3.° Teléf. 23-55-39. Zaragoza. Colectivo por la Paz y el Desarme de la Universidad de Zaragoza. General Sueiro, 7. Teléf. 38-19-70. Zaragoza. Colectivo por la Paz y el Desarme. Ejea (Zaragoza). Colectivo Pacifista. Villa Benavente, 14. Teléf. 25-01-38, León. Colectivo Pacifista Movimiento Izquierdas. Río Guadalquivir, 21. Teléfo­ no 888-43-17. Alcalá de Henares (Madrid). Colectivo Pacifista. Caro, 7. Teléf. 22-44-24. Soria. Colectivo Pedagógico de la Asamblea de No-violencia de Euskadi. Aparta­ do 7.060. Bilbao.

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216 Comisión Anti-Otan de Madrid. Atocha, 55. Teléis. 227-11-40 y 247-02-00. Madrid-13. Comisión Anti-Otan. Avda. de Moratalaz, 172. Teléf. 773-92-46. Madrid-30. Comisión Pro-Libertad de Expresión. Comisión un Referendum para la Paz. Plaza de Tirso de Molina, 8. Telé­ fono 227-05-57. Madrid-12. Comité de Acción de Madrid para la Paz y el Desarme. Campanar, 12. Madrid. Comité de Acción para la Paz y el Desarme. Comités Antinucleares de Euskadi. Comité Antinuclear de Cataluña. Comité Anti-Otan. Comité Anti-Otan, de Malasaña (Madrid). Comité Anti-Otan «Nueve Barrios». Barcelona. Comité Anti-Otan. Cádiz. Comité en Defensa de Cabañeros. Ciudad Real, 4. Teléf. 85-02-13. Daimiel (Ciudad Real). Comité Ecologista. Navarreria, 6. Pamplona. Comité por la Paz y el Desarme. Plaza San Bartomell, 50. Teléf. 872-92-43. Manresa (Barcelona). Comité Catalá d ’accio per la Pau i el Desarmament. Fontanella, 14, 1. Te­ léfono 301-39-90. Barcelona-10. Comité del Guinarbo por la Paz y el Desarme. Avda. Virgen de Monserrat, 146. Teléf. 255-40-80. Barcelona-26. Comité del Bages por la Paz y el Desarme. Barcelona. Comité por la Paz y la Cooperación. Meléndez Valdés, 68. Teléf. 243-52-82. Madrid-15. Coordinadora de Comités Antinucleares y Ecologistas de Vizcaya. Askao^ 23, 2. Teléf. 41-64-73. Bilbao. Coordinadora contra la Nuclear de Cofrents. Coordinadora de Movimientos por la Paz. Coordinadora Nacional de Comités Anti-Otan. Cristianismo y Justicia. Cristianos por la Paz. Campanar, 12. Madrid-28. Desarme Eta Babearen Alde. Alameda de Urquijo, 52, 2. Teléf. 70-04-98. Bilbao. Día Escolar de la no violencia y la paz (D ENIP). Marbell, 41, bajos, lo­ cal 10. Paya de Palma (por Ca'n Pastilla). Mallorca. Ecología Urbana. Putxet, 78. Teléf. 211-36-62. Barcelona-23. Educar para la Paz.

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217 Enseñantes por la Paz. Zaragoza. Federación de Amigos de la Tierra. Manuela Malasaña, 24. Teléf. 447-49-14. Madrid-10. Filium. Potosí, 7. Teléf. 437-38-46. Madrid-16. Príncipe de Vergara, 130. Teléf. 411-61-94. Madrid. Fundació per la pau. Pau Claris, 72, 3.°, 2.^ Barcelona-10. G.A.M.B.A. Bruc, 26. Teléf. 301-49-39. Barcelona-10. Greenpeace. Grupo Antimilitarista de Albacete. Grupo Antimilitarista de Basauri. Florian Tolosa, 4. Teléf. 449-63-44. Ba* sauri (Vizcaya). Grupo de Esperanto. Grupo de No-violencia. Puente de la Palmilla. Bloque 1, 3.° C. Málaga. Grupo de No-violencia de Avilés. Apartado 87. Teléf. 36-31-19. Avilés. Grup Cristia de Promocio i Defensa deis Drets Humans. Barcelona. Grupo de Información sobre Desarme y Paz. Asociación pro-derechos huma­ nos. Ortega y Gasset, 77. Teléf. 447-14-10. Madrid. Grup d’Objectors de Consciencia de Barcelona. Iniciativas por el Desarme y la Emancipación de los Pueblos. Abades, 3. Teléf. 23-20-21. Jaén. Iniciativas por la Paz y el Desarme. Media Luna, 34. Teléf. 24-22-84. Pam­ plona. Institut Catolic d ’Estudis Socials (ICESB). Institut de Polemología Víctor Seix. Diputación, 183, 3.^", 1.^ Barcelona. Justicia y Paz. Comisión General. Ribadeneyra, 6. Teléf. 317-61-77. Barcelona-2. Justicia y Paz. Comisión de Madrid. Bailén, 8. Teléf. 242-31-90. Madrid-13. Justicia y Paz. Comisiones Diocesanas. La Comunidad. Mayor, 6. Despacho, 3. Teléf. 232-13-34. Madrid. ■ Lliga deis Drets deis Pobles. ■ Movimiento No-violento. Apartado 496. Sevilla. ■ Movimiento de Objetores. Apartado 496. Sevilla. ■ Moviment d ’Objectors de Consciencia. Bruc, 26. Teléf. 301-49-39. Barce­ lona-10. Moviment d ’Objecio de Consciencia. Valencia. ■ Movimiento de Objetores de Conciencia (M.O.C.). «L a Oca». Espronceda, 42. Teléf. 20-13-92. Alicante.

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218 — Movimiento de Objetores de Conciencia (M .O C.). Malasaña, 24. Teléfo­ no 265-95-72. Madrid-14. «— Movimiento de Objetores de Conciencia (M.O.C.). Salvador Rubio, 5. Te­ léfono 349-99-57. Ciudad Fallera (Valencia). — Movimiento de Objetores y Objetoras de Conciencia. Cenicientos, 16 bajo. Madrid-29. -— Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad. Arapiles, 15. Madrid. — Movimiento por la Paz, de Usera. Madrid.