Cuando decimos Praga decimos Kafka

30 ene. 2015 - Su fundamental Kafka, ficciones y mistificaciones permite descubrir varios falsos lugares comu- nes en otras biografías escritas sobre el nove-.
660KB Größe 4 Downloads 64 vistas
14 | ADN CULTURA | Viernes 30 de enero de 2015

“Cuando decimos Praga decimos Kafka” Entrevista con Josef Čermák. Considerado uno de los más importantes especialistas en el escritor checo, desenmascara los falsos lugares comunes de las biografías que se han escrito sobre el autor de La metamorfosis, al que la ocupación soviética veía como un “arma ideológica de los imperialistas occidentales” Por Pablo De Vita | Para La NacioN

“N

praga

o sólo en el mundo, sino también en la República Checa Kafka fue por mucho tiempo un autor casi olvidado. Esa falta de conocimiento sobre su biografía dio lugar a un cúmulo de fabulaciones”, confirma con la seguridad de años de investigación Josef Čermák al saludar a adncultura. Considerado uno de los especialistas en Franz Kafka más importantes, y quien supo develar muchos enigmas en la constante investigación e interpretación de su obra, Čermák es especialista en literatura comparada, cofundador de la Sociedad Franz Kafka en Praga y autor de varios estudios sobre el célebre creador de La metamorfosis. Su fundamental Kafka, ficciones y mistificaciones permite descubrir varios falsos lugares comunes en otras biografías escritas sobre el novelista checo. Este libro, que tiene una edición en español con prólogo de María Kodama, se centra en dos aparente impostores: Michal Mareš y Gustav Janouch quienes, en efecto, conocieron a Kafka, pero no tanto como sus biografías pretendieron demostrar después. Encontrar a Josef Čermák en Praga es una doble satisfacción para cualquier visitante porque permite comprender la plena identificación del autor checo más famoso con esa ciudad casi hasta la mitificación: “Cuando decimos Praga decimos Kafka”, dice con seguridad el “kafkólogo”, antes de perderse por las calles de la ciudad vieja que tan bien conoce. –¿Cómo se vinculó con la obra de Kafka? –La primera vez que me encontré con su nombre fue todavía en la escuela secundaria, cuando en la biblioteca del colegio descubrí los artículos del ensayista y traductor praguense, y checo-alemán, Pavel Eisner. Desde finales del siglo XX Eisner trataba de generar interés por el escritor en la cultura checa y publicarlo, aunque lamentablemente en vano. El segundo impulso me lo dio el libro checo de Peter Demetz, Kafka y Praga. Era el primer compilado kafkiano en Europa y, además de los trabajos de cuatro germanistas, contenía 32 fotografías, las primeras en su género, que luego dieron vueltas por todo el mundo. Me lo compré por dos monedas en un anticuario checo; hoy es una rareza de colección. El tercer y decisivo impulso fue una feliz casualidad: en aquel entonces estaba

trabajando como joven asistente en la editorial más grande de Praga con el traductor E. A. Saudek, cuya esposa Věra era sobrina de Kafka, hija de su hermana menor Ottla. Pasaba mucho tiempo en la casa de ellos, donde se respiraba Kafka por todos lados. –¿Cómo era esa cotidianidad? –Para dar un ejemplo, nos sentábamos en la mesa donde él trabajaba. En ese lugar presencié visitas de expertos e interesados en Kafka de toda Europa Occidental; varios de ellos pasaron a ser conocidos míos y, con el tiempo, trabajamos juntos. Esta etapa tuvo su auge cuando la sucesora de Kafka me confió

corbis

“Janouch afirma que a él Kafka no le interesaba como escritor sino como un sabio gurú”

la preparación de la edición de Cartas a Ottla y a la familia, para hacerla con un conocido investigador sobre Kafka, Klaus Wagenbach, de origen alemán. En esa ocasión, le dicté todas las cartas a la tía de mi futura esposa. La confianza de la familia de Věra fue tal que pude tener en mi departamento de juventud, y por varios meses, más de cien cartas que se estaban vendiendo en Berlín por sumas gigantescas. Mi participación en la publicación del libro fue desbaratada por el fin de la Primavera de Praga y la ocupación soviética, momento en el cual Kafka pasó a ser un autor político no deseado, enemigo del Estado y “arma ideológica de los imperialistas occidentales”. –¿Por qué cree que Kafka tuvo tanto impacto en el exterior y, sin embargo, tardó tantos años en ser reconocido por la propia cultura checa? –Para interpretar su obra, el supuesto indispensable era llevar a cabo una investigación seria sobre la base de una biografía segura basada en hechos. Praga siempre fue y sigue siendo el lugar que ofrecía y sigue ofreciendo las mejores condiciones para esto. A partir del boom kafkiano mundial, los investigadores extranjeros de Kafka se dieron cuenta de esto antes que nosotros, los checos. Ellos fueron quienes luego explotaron con vocación las fuentes praguenses. Y yo también quise formar parte de esto con mi modesta participación. –Se sabe que Kafka escribía en alemán. ¿Contribuyó eso a su desconocimiento por parte de los lectores checos? –Es necesario tomar conciencia de que el nacionalismo que iba ganando poder complicaba la convivencia entre las etnias praguenses (checos y alemanes cuya gran mayoría eran judíos germanoparlantes, entre ellos, Kafka). Ambas culturas locales vivían por separado, en el mejor de los casos se ignoraban correctamente. Había una gran cantidad de intermediarios, la mayoría judíos, ya que, entre otras razones, solían dominar ambos idiomas. En la generación de Brod, Kafka y Werfel hubo un intento de mejorar esta situación, aunque se frustró con la Primera Guerra Mundial y el surgimiento del Estado checoslovaco. Por mucho tiempo, la literatura de los alemanes praguenses, salvo algunas excepciones, no tuvo gran repercusión en el extranjero. Tampoco Kafka era demasiado conocido, sólo lo era en círculos distinguidos de las ciudades de Viena, Múnich, Leipzig, Dresden, Berlín. Durante el transcurso de su vida, fueron publicados un total de seis compilados delgados de cuentos y lo esencial de su obra se publicó póstumamente a partir de mediados de los años 20. –¿Y quiénes fueron los primeros interesados en su obra? –En el año 1913, cuando Kafka aún vivía, el escritor y dramaturgo František Langer y Rudolfillový, compañero de secundario de Kafka, lo presentaron por primera vez, y de forma escueta, en el ámbito checo. La primera persona relevante en hacer conocido a Kafka fue su enamorada, Milena Jesenská,