Chuck Sperry. “Hoy los posters se cuelgan en el living

17 nov. 2012 - gan en el MOMA de San Francisco, en el Rock and Roll Hall of Fame y en la. Biblioteca del Congreso de Estados. Unidos. Hace unos días ...
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SÁBADO

Artista del rock, trabajó para las bandas más célebres, de los Beatles a los Rolling Stones; expuso sus obras en un local de Palermo

Chuck Sperry. “Hoy los posters se cuelgan en el living de la casa porque son arte” Texto Evangelina Himitian | Fotos Mariana Araujo

| Sábado 17 de noviembre de 2012

L

e gusta definirse como un artista de rock. Aunque no hace música, sino serigrafía. Chuck Sperry tiene 50 años y es autor de posters de algunas de las bandas y músicos más importantes del mundo: Rolling Stones, Pearl Jam, Bob Dylan, Eric Clapton, Motorhead, Iggy Pop, Phoenix. La lista sigue con MGMT, Passion Pit, Patti Smith y Audioslave, entre otros. Incluso el libro Antología, de los Beatles, incluyó un trabajo suyo. Hoy, Sperry vive en San Francisco, donde tiene su estudio, Firehouse, que produce la artística de las presentaciones en vivo de los tres principales teatros de la ciudad: el Avalon, el Warfield y el Fillmore. “Me convertí en la encarnación de esta tradición que empezó en los 60 y que continúa”, dice. Días atrás estuvo en Buenos Aires para presentar su libro High Volume, editado por la revista Porco, que compendia su obra. Sus serigrafías, cuelgan en el MOMA de San Francisco, en el Rock and Roll Hall of Fame y en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Hace unos días, pudieron verse en Espacio Cabrera, donde, ade-

más, dictó talleres para artistas y diseñadores. Allí dialogó con la nacion. –¿La desaparición del formato disco como objeto significó el fin del arte de tapa? –En realidad, no. La primera vez que se hizo un arte de tapa se tomó de un póster hecho para una presentación. Stanley Mouse y Alton Kelley hicieron uno para una presentación de Greatful Dead y gustó tanto que se convirtió en el arte de tapa. Ése fue el camino. Hoy, a pesar de que los discos como formato dejaron de tener vigencia, los pósteres siguen vigentes. –¿Cuál es su vigencia? –Sucede que las presentaciones en vivo son lo más importante para la banda. Pero, además, las tapas de discos son más chicas, del tamaño del CD, o con el formato MP3 directamente no existen. Los pósteres se convirtieron en una parte muy importante para comunicar la estética. Las bandas quieren transmitir una experiencia visual con su música. Músicos como The Black Keys, Pearl Jam, Soundgarden o Eric Clapton me contratan para que diseñe esa experiencia. Con

Internet, Facebook y Twitter se abrió otra dimensión para la estética de las bandas. Hice un póster para Pearl Jam, ellos lo subieron a su página oficial en Facebook y obtuvo 14.000 “me gusta” en tres días y fue compartido 2400 veces. –¿Cómo es el proceso de creación, eso de inspirarse en la inspiración de otro? –Todo empieza y termina con la música. Vuelvo a escuchar a la banda para ver si pesco alguna idea nueva. Tal vez, no viene de las letras. A veces es un sentimiento que sólo aparece en la música. En 2009 estaba haciendo el póster de Mogwai (la banda escocesa de posrock). De pronto vino a mí la imagen de una mujer mirando muy intensamente, mordiéndose las uñas. No fue algo literal, ya que es una banda instrumental. La banda toca con cinco guitarras en el escenario. Suenan fuerte, salvaje. La distorsión del sonido de las guitarras está en el pelo. –¿En qué lugar de la casa se colgaban los posters en los 70 y en qué lugar ahora? –Cuando era niño, mis hermanos eran fanáticos de Jimi Hendrix, The Who, los Rolling Stones. Todos colgaban en las paredes de su cuarto, junto con un mapa de Vietnam y una alfombra india. En aquella época, el lugar del poster era la habitación del adolescente. Hoy, es el living de la casa, porque son reconocidos como arte. Quienes compran mis posters suelen mandarme fotos de donde los colgaron y la mayoría fueron a parar a la sala principal de la casa. Una vez que la banda aprueba el diseño del póster de la presentación, Sperry recorre las marquesinas de Haight Street, en San Francisco, colgando en persona la nueva estética de la convocatoria. En total, imprime entre 200 y 500 copias de serigrafía en su taller y aquellas que no van a parar a Haight Street las vende por Internet a los seguidores de la banda, que pagan entre 80 y 400 dólares por su poster. Su sello distintivo son las tintas metálicas. En general, además, suele hacer una edición limitada monocromática, que va con número de serie y triplica o cuadruplica el valor de la tirada general. Son las serigrafías más buscadas por los fanáticos. –¿Admirás a alguien a quien no pudiste retratar? –Sí. A The Who. Los escuché tanto... es música inspiracional para mí. Nunca tuve la posibilidad de hacer un póster para The Who. Les hice a

los Rolling Stones, a los Beatles, Eric Clapton, Bob Dylan, Joe Strummer, The Clash... A casi todos los músicos a los que admiro. Pero me falta The Who. Así que, si están leyendo el diario... ¿puedo dejarte mi teléfono para que me llamen? –¿Tuviste algún cortocircuito con las grandes bandas a la hora de presentar y defender tu trabajo? –Sí, pasa a veces. A las bandas que vienen a mí, en general les gusta mi estética. Y la mayoría de las veces, funciona. Pero ha habido ocasiones en que les mostré mi trabajo y me miraron e hicieron un “ehhh” de desaprobación. –¿Quién? –¿Querés nombres? –No debe ser sencillo trabajar con Eric Clapton o con los Rolling... –No, de hecho, los grandes son los más amables. Una vez, decidí rechazar un trabajo para Iggy Pop. Iba a tocar en el Warfield. Pero sabía que su manager era muy estricto y malhumorado. No quería tener que lidiar con eso. Una noche, estaban cenando en un restaurante en el que estaban enmarcados mis pósteres. Entonces Iggy dice: ¿Por qué m... yo no tengo un póster como ésos? Todos se miraron. Me llamaron en ese mismo instante. Eran las 18 y me dijeron que necesitaban el póster de Iggy para el día siguiente a las 8. Y lo hice. Estaba tocando Raw Power. Hice un póster de una supernova. No hay poder más crudo que una supernova. Iggy es una supernova. Y le encantó. –No me dijiste a quién no... –A Ben Harper. Hice un trabajo para él inspirado en la revolución cubana. Ben es un tipo muy copado. Cuando hice mi primer trabajo para él fue muy amable. Me invitó al escenario, a los camarines, a cenar. Pero cuando hice el segundo trabajo, tuve que explicárselo, hablar de la intención... hasta que me dijo Mmm, no lo quiero. Haz otro. Entonces le cambié el nombre, lo llamé Humanity. Lo subí a Internet y se vendió en menos de 10 minutos. –¿Cuál es el trabajo que mejor resume tu estilo? –¿Uno que me llevaría a una isla desierta? La serie de Widespread Panic. Resume las distintas estaciones del año. Es muy emblemático. Refleja muy bien mi trabajo. –¿Siempre retratás mujeres despeinadas? –¡Sí! ¡Despeinadas como vos! Los rulos me permiten jugar con las líneas. De hecho, estás inspirándome en este momento...ß

Sesenta Porsches participaron de un evento para amantes de la velocidad

Foto: santiago haFFord

Lujo

Una fiesta para fans de Porsche La marca alemana convocó ayer a sus clientes al autódromo de La Plata para que disfrutaran, en un ámbito seguro, de todo su potencial Valeria Musse

CORRESPONSALíA LA PLATA

LA PLATA.– Desde temprano, algo distinto se percibía ayer en los alrededores de la capital bonaerense. Un murmullo de motores ambientaba el autódromo Roberto Mouras. Pero no se trataba del típico rugir de los vehículos de carrera, ni había fecha del Turismo Carretera. Unos 60 vehículos de la familia Porsche eran las estrellas en la gran fiesta que la marca alemana les ofrecía a sus fanáticos. A la cita anual del Porsche Festival –ésta fue la novena edición que se realizó en la Argentina– llegaron clientes de la marca desde todo el país. Todos ellos tienen el privilegio de poder disfrutar de al menos un auto de lujo en su garaje. Y, como apasionados por el Porsche, no podían faltar a este evento. La jornada comenzó a las 9. De a poco, los automovilistas que circulaban por los primeros 49 kilómetros de la Autovía 2, hasta la salida que deriva en el autódromo, vislumbraban el desplazamiento de los Porsche que llegaban al circuito Roberto Mouras. Los había de distintos

colores, modelos más modernos y otros más tradicionales, pero todos conservaban los rasgos distintivos: deportivos y a la vez distinguidos. En un ambiente relajado, los 200 invitados se reunieron para admirar “las máquinas”, pasar un buen momento y compartir viejas anécdotas. Federico Balbi, presidente del Porsche Club Argentina, recordaba junto a uno de los 90 socios: “El año pasado viajábamos desde Bariloche hasta Villa La Angostura. Éramos 20 Porsches. La caravana que transitaba por la ruta iba en orden... hasta que a uno se le ocurrió pisar... [el acelerador]”. Para el orgulloso propietario de un auto de esa firma es prácticamente inevitable poner a prueba, al menos un rato, las altas velocidades que puede alcanzar. Y eso ocurrió aquel día de 2011 cuando los automovilistas decidieron acelerar. El grupo no sabía que la mala suerte los acompañaría. “¡Uno de los conductores que sobrepasamos era el jefe de la policía local!”, exclamó Balbi. Durante varios minutos, el paseo fue demorado por la jefatura caminera. Atentos a esa necesidad de los usuarios de disfrutar de la poten-

cia del Porsche, los organizadores planearon este evento exclusivo. El marco del autódromo permitió que los osados automovilistas hicieran realidad sus sueños y pisaran el acelerador por encima de la velocidad permitida en zonas urbanas. “La idea es darles una excusa a los usuarios para que puedan experimentar la esencia de sus vehículos”, explicó el gerente de Marketing de Porsche Argentina, Guido Lombardi, en una tentadora invitación al festival. Hace seis años, Leandro Luna, padre de cinco hijos, logró alcanzar lo que tanto añoraba: acceder a un Porsche. Pudo comprar dos generaciones del emblemático deportivo Porsche 911, el 993 y el 964. Luego de dar varios giros en el autódromo, Luna destacó por qué eligió esta marca: “Se trata de autos austeros, nada ostentosos”. Como él, todos los fieles usuarios de la firma alemana resaltaban, por sobre otras muchas características, la sobriedad. “Quizás algún color puede resaltar”, decían quienes más sabían, pero lo conservador de los modelos, su distinción y bajo perfil, fue lo que enamoró a la mayoría de quienes hoy gozan de un Porsche.ß