A Moshe le quitaron a sus padres

la sinagoga hecha añicos, los libros sagra- dos con sangre en sus páginas, ... madre viuda que pasaba por la puerta de. Jabad, y a muchos más. También se ...
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NOTAS

Martes 16 de diciembre de 2008

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TERROR Y ANTISEMITISMO EN BOMBAY

La voluntad de Dios ENRIQUE TOMAS BIANCHI

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PARA LA NACION

OS monoteísmos que creen en un dios personal son propensos a postular que la actitud fundamental del creyente debe ser desentrañar la voluntad divina y cumplirla. En el caso particular del cristianismo, eso está inscripto en el mismo Padrenuestro: “Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo”. Sucede, también, que quienes ostentan una situación de poder dentro de los respectivos cultos están, por lo general, absolutamente convencidos de que pueden señalar, en la mayoría de los casos, cuál es esa voluntad celestial, ya se trate de problemas religiosos, morales o aun políticos. Esto hace incómodo el intercambio de ideas con ellos, pues no resulta fácil discutir con quien sostiene que su postura expresa la voluntad del Altísimo. Pero hay en el Talmud un texto delicioso que va en la dirección contraria. Es decir: invita a pensar por sí mismos, más allá de lo que quiera el Todopoderoso. El Talmud es, después de la Biblia, la obra más importante del judaísmo y es la recapitulación escrita de la tradición oral. Tiene la particularidad de que transmite las discusiones entre los doctos, consignando no sólo las conclusiones, sino también las proposiciones rechazadas. La historia es ésta: el rabino Eliezer sostenía que un horno hecho con tejas unidas entre sí con arena era “puro”, en tanto que los otros rabinos pensaban que era “impuro”. Eliezer, cansado de presentar a sus colegas todos los argumentos (sin éxito alguno), propuso: “Si yo tengo razón, que este árbol lo pruebe”. Y el árbol se desplazó cien codos. Los otros maestros respondieron: “No se extrae ninguna prueba de los árboles”. Eliezer insistió: “Si tengo razón, que las aguas lo prueben”. Y las aguas del río invirtieron su curso. Los otros dijeron: “No se extraen pruebas de las aguas”. Eliezer prosiguió: “Si tengo razón, que los muros de esta casa lo prueben”. Las paredes se inclinaron e iban a caer cuando el rabí Josué exclamó: “Si los discípulos de los sabios discuten de jurisprudencia ritual, ¿a ustedes qué les importa? Y los muros no se cayeron, por respeto a Josué, pero tampoco se enderezaron, por respeto a Eliezer…Este último, ya cansado, gritó: “Si yo tengo razón, ¡que el Cielo lo pruebe!”. Y una voz, desde lo alto, tronó: “¡¿Por qué se oponen al rabino Eliezer, si su interpretación es la justa?!”. Entonces, el rabí Josué se levantó y recitó este versículo: “La Torá no está más en los cielos” (Deuteronomio XXX, 12). El maestro Jeremías tomó la palabra y dijo: “Puesto que la Torá ha sido ya entregada en el Sinaí, no tenemos ahora que tener en cuenta las voces celestiales. Y está escrito: «Ustedes seguirán la regla fijada por la mayoría» (Exodo, XXIII, 2)”. Pasado un tiempo, el rabino Natham se encontró con el profeta Elías y le preguntó cómo había reaccionado el Santo, Bendito sea El (denominación de Dios en el Talmud) frente a la postura de Josué. Y el profeta respondió: “Dios se rió y dijo: «¡Mis hijos me han vencido! ¡Mis hijos me han vencido!»”. Es amable la imagen de ese Padre que está orgulloso de la mayoría de edad que sus hijos, discutidores y corajudos, han ejercido sin temores. Es una invitación a pensar con libertad. Me hace acordar al diálogo hilarante entre Abraham y el Creador que imaginó Woody Allen (en su libro Dios, Shakespeare y yo). Abraham le dice a Sara, su esposa, y a Isaac, su hijo, que en la oscuridad de la noche ha escuchado la voz de Dios, “una voz profunda, tonante, bien modulada” que le ha ordenado sacrificar a Isaac. Nada detiene a Abraham, pero, cuando está por consumar el homicidio, Dios inmoviliza su mano y le reprocha: “¿Cómo puedes hacer una cosa semejante?”. Abraham se justifica: “Pero tú me has dicho…”. Y el Señor: “No te ocupes de las cosas que yo digo. ¿Es que te crees todas las bromas que te cuentan? Yo te sugiero, a modo de chanza, que sacrifiques a tu propio hijo y tú lo aceptas sin discutir, sin plantear preguntas? Ningún sentido del humor. Es increíble…”. Abraham: “Pero ¿esto no prueba que yo te amo? Yo estaba dispuesto a matar a mi hijo único para demostrarte mi amor”. Y el Señor concluye: “¡Esto lo único que prueba es que los cretinos seguirán siempre las órdenes, por imbéciles que sean, con tal que sean formuladas por una voz autoritaria, tonante y bien modulada!”. Estas dos muestras del humor judío expresan –me parece– la misma idea: ¡atrévanse a pensar! © LA NACION

El autor es secretario letrado de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

A Moshe le quitaron a sus padres BERNARDO KLIKSBERG PARA LA NACION

WASHINGTON SESINARON sin misericordia a más de 200 personas. Sus objetivos fueron los dos hoteles más importantes de Bombay, una estación de ómnibus, un café muy popular, un hospital... Pero –extrañamente, en una ciudad de 19 millones de habitantes– eligieron como blanco central el Jabad Lubavitch, un pequeño centro judío, y exterminaron a todos los allí presentes. Sólo se salvó, gracias al heroísmo de Sandra Samuel, su cuidadora hindú, el pequeño Moshe, de dos años. Sandra lo encontró llorando desesperado, con los pantaloncitos ensangrentados, junto a los cadáveres de sus padres, los dos tenaces luchadores y entregados educadores que habían fundado el centro, el rabino Gabriel Holtzberg (29 años) y su esposa Rebeca (28). Como escribió ardiendo de indignación en The New York Times el escritor y catedrático hindú de la Universidad de Nueva York Suketu Mehta, hijo de Bombay: “Con el ataque a la casa de Jabad, por primera vez, se ha convertido en un peligro ser judío en la India”. The Wall Street Journal describe: “Con sus pequeños, casi invisibles signos, la Casa de Jabad, que servía como lugar de refugio y fuente de comida kosher para los muchos jóvenes israelíes mochileros que viajaban a la India, era tan difícil de encontrar, que la mayoría de los visitantes preguntaban dónde hallarla en la estación de combustibles cercana. Un empleado de la estación dijo que los terroristas sabían muy bien dónde quedaba. Tiraron una granada en la estación y fueron directo a Jabad”. Los judíos de Bombay son el 0,01% de la población, pero para los asesinos eran una meta prioritaria y estratégica. Quienes llegaron después encontraron la sinagoga hecha añicos, los libros sagra-

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dos con sangre en sus páginas, el cuerpo de la joven rabina cubierto con la ropa de oración. Junto a ella y su esposo, los cadáveres del rabino Leibish Teitelbaum, de Israel; de Benztion Chroman, también israelí; de una mujer judía mexicana y otras víctimas judías. Los hechos hablaban por sí solos. Como alguien anotó, fueron asesinados pura y simplemente porque eran judíos. El rabino Holtzberg se había destacado desde joven por su amor al judaísmo y a la educación. Había ganado una competición nacional en los Estados Unidos de conocimientos de Talmud, para estudiantes de secundaria, y después obtuvo el segundo

Del ataque al pequeño centro judío de Bombay sólo se salvó un chico de dos años. Sus papás, los rabinos, fueron masacrados puesto en el concurso internacional, en Israel. Estaba muy orgulloso de haber creado de la nada el Jabad Lubavitch de Bombay y de que hace poco había logrado construir un baño ritual para las familias judías de la ciudad. Acogía con calidez y total generosidad a los visitantes. Un compañero de generación, el rabino Heller, dice que amaba enseñar y ayudar a la gente. Describe: “En una vida tan corta, hizo cosas que la gente no hace en largas vidas”. El vocero de Jabad en Nueva York, Shmotkin, dijo sobre él y su esposa Rebeca: “Eran totalmente desprendidos. No tenían otra vida que diseminar el amor y la bondad”. Los asesinos llevaron la inhumanidad terrorista y el antisemitismo a sus últimos extremos. Su encarnizamiento con

Jabad es el mismo que estuvo presente en la masacre de la AMIA. Todavía resuena en Pasteur 633, y en todo el barrio, donde perecieron 86 maestros, asistentes sociales, trabajadores, secretarias, niños, jóvenes y ancianos, la gran pregunta: ¿por qué?, al mismo tiempo que el reclamo de justicia que enarbolan con tanta dignidad entidades, como la AMIA, la DAIA, Familiares y Memoria Activa, acompañadas por todo el pueblo argentino. El antisemitismo genocida y el terrorismo en general tienen pasos previos. El terreno para que la AMIA, con más de cien años de servicio a la comunidad y el país, y el Jabad de Bombay fueran objetivos de guerra fue preparado por la demonización sistemática de Israel y del pueblo judío, algo que la sociedad argentina ha rechazado continuamente. Cuando el presidente de Irán, Ahmadinejad, llamó repetidamente a la destrucción completa del Estado de Israel, cuando convocó, en reunión inédita, a los principales negadores del Holocausto, en Teherán, y cuando, en la última asamblea de la ONU, dijo: “La dignidad y los derechos de los pueblos americanos y europeos están siendo manipulados por un pequeño y estafador grupo de personas llamados sionistas [septiembre de este año]” estaba cultivando las raíces del odio. Cuando periódicos de amplia circulación en Medio Oriente señalan que los judíos son los principales sospechosos en la crisis financiera o que el atentado contra las Torres fue obra judía, como lo demostraría que “miles de judíos no fueron a trabajar ese día a las Torres”, están creando el campo para nuevos holocaustos. Todo ciudadano libre debe reaccionar frente al terrorismo, por el que en Bombay se asesinó, entre otros, a todos los jóvenes chefs del Taj Mahal, en el hotel Oberoi, a un padre y a su hija, miembros de una comunidad espiritual de Virginia en viaje de

introspección a la India; al joven trabajador hindú de un call center único sostén de su madre viuda que pasaba por la puerta de Jabad, y a muchos más. También se deben condenar activamente el antisemitismo y las xenofobias. Sin embargo, los asesinos y sus instigadores no entendieron algo muy importante. Podían destruir el Jabad Lubavitch y matar a la joven pareja de rabinos, pero los valores que moraban en el recinto de esa sinagoga estaban más allá de toda posibilidad de destrucción, como los que había en la AMIA. Allí el atentado no dejó un ladrillo, pero hoy es nuevamente un potente emporio de educación, trabajo social y espiritualidad. Los centros Jabad realizan en el mundo desde hace 250 años un trabajo educativo y espiritual respetado universalmente. Se han abierto más de 350 centros en 74 países. Su líder histórico, el rabino Menajem Mendel Schneerson, gigante espiritual, fue honrado, entre otras, con la máxima distinción del Congreso de los EE.UU. por su aporte a la educación. Su dirigente espiritual en la Argentina, el rabino Tzvi Grunblatt, forjador de una vasta red de protección social con instituciones modelo, como el hogar para niños en riesgo Ieladeinu, ha señalado que muy pronto Jabad reabrirá la sinagoga destruida, abrirá otra más y enviará a Bombay una nueva pareja de jóvenes rabinos abnegados. Hechos como los sucedidos obligan a que nadie sea indiferente. Hay que detener antisemitismos y racismos, y seguir adelante con fuerza renovada en la pelea por crear un mundo donde cada uno sea guardián de su hermano. © LA NACION El autor es economista; acaba de recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires y compartió el Premio 2008 a la Trayectoria Ciudadana de la Secretaría de Culto.

PLANETA DEPORTE

Un gordo que juega a la pelota LONDRES ONALDO, que supo ser el futbolista más grande de la Tierra, tiene ahora la panza de Elvis Presley en su última época. A pesar de eso, el Corinthians de su Brasil natal acaba de contratarlo. Tal vez uno de los últimos gordos sobrevivientes del deporte sea muy pronto expulsado, como lo fueron tantos otros gorditos durante esta última década. Es una pérdida para el deporte. Las leyendas deportivas de un siglo atrás podrían haberse comido a los esbeltos deportistas de hoy como un bocadillo antes del partido. El jugador de cricket victoriano W. G. Grace blandía su panza con tanto orgullo como su bate; su contemporáneo, el arquero del Chelsea William Foulke, pesaba 150 kilos. A nadie le importaba. En 1958, cuando el Real Madrid cortejaba al gran futbolista húngaro Ferenc Puskas, éste le dijo al club: “Todo está muy bien, ¿pero me han visto? Tengo 18 kilos de sobrepeso”. El Real lo contrató lo mismo. En fecha tan reciente como la década de 1990, el fútbol inglés tenía jugadores que parecían embarazados, como Paul Gascoigne y Julian Dicks. Los hinchas coreaban: “Es gordo, es relleno, rebota sobre el suelo”, y “¿Quién se comió todos los pasteles?” En secreto, les gustaban los deportistas que tenían un aspecto semejante al de ellos. No es una coincidencia que los dos jugadores ingleses de cricket más populares desde la década de 1970 hayan sido Ian “Beefy” Botham y Andrew “Freddie” Flintoff, quien ahora está más delgado, pero que fue apodado así por el fornido hombre de las cavernas del dibujo animado Fred Flinstone (Pedro Picapiedra).

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SIMON KUPER FINANCIAL TIMES

Por supuesto, siempre existieron los puritanos que perseguían a los gorditos. Cuando una mujer regañó al beisbolista John Kurk por ser rechoncho y fumador, el le espetó esta famosa respuesta: “No soy un atleta, señora. Juego a la pelota”… una respuesta tan buena que más tarde la usó como título de su autobiografía. En 1995, Kruk se retiró, diciéndole a un periódico que quería pasarse el resto del año “comiendo en el buffet de Sizzler”. Los atletas gordos salían de escena a los tropezones. Los directores técnicos tenían computadoras y habían empezado a evaluar más cosas. Se regían por la máxima de Damon Runyon: “La carrera no siempre la gana el más rápido, ni la batalla el más fuerte, pero se debe apostar por eso”. Mientras que el resto de nosotros engordábamos, los atletas iban en dirección opuesta. En fútbol, el Arsenal eliminó su tradicional comida prepartido: guiso de porotos y CocaCola (no es broma). Hasta los jugadores de cricket descubrieron el gimnasio. En Basel, durante los campeonatos de fútbol europeo de 2008, dos importantes directores técnicos tuvieron una discreta charla en la velada ofrecida por un sponsor. El contenido: “¿Cuántos kilómetros corren tus defensores? ¿Y tus mediocampistas?” Los equipos empezaron a echar la culpa de sus fracasos a la falta de estado físico. Brasil perdió el último mundial con dos goleadores, Ronaldo y Adriano, que parecían réplicas ampliadas de sí mismos. Después, el director técnico Carlos Parreira se exilió en Sudáfrica, donde se

quejó de que había elegido a dos rechonchos solamente porque la prensa lo había obligado. Ningún equipo de esa estatura volverá a pesar tanto nunca más. Para encontrar gorditos en el deporte actual, uno tiene que admirar las fotos recientes de Ronaldo a bordo de un yate (www.thespoiler.co.uk/index.php/tag/yacht) o hacer una batida por equipos poco conocidos. El jugador de cricket de Bermuda Dwayne Leverock, un obeso policía que vive arriba de un restaurant de curry, se redimió en la

“Ronaldo –dijo el director del laboratorio del Milan– puede percibir una situación y reaccionar ante ella con mucha rapidez” Copa del Mundo del año pasado con una lucida recepción con una sola mano de una pelota imposible y un ulterior bailoteo de festejo que hizo temblar la tierra. Tal como ese hecho sugiere, los atletas gordos tienen su utilidad. Un día de febrero de este año, cuando Ronaldo todavía jugaba en el Milan, Daniele Tognaccini, uno de los preparadores físicos, parecido a un marine estadounidense reflexionó al respecto. Tognaccini, tan carente de grasa como todo el mundo en el deporte moderno, estaba en el prístino campo de entrenamiento de Milanello haciendo una lista de los mejores corredores del Milan: “Cafú, Kaká –el que gana en un kilómetro– y Gattuso”.

Aventuró un chiste: “Ronaldo no...” Pero después Tognaccini reveló una verdad paradojal del fútbol: no existe correlación entre correr muchos kilómetros y ganar los partidos. Dijo: “Con frecuencia, es mejor si uno no corre”. Otro directivo del Milan hizo una broma: “¿Entonces Ronaldo es fantástico?” “Sí –dijo Tognaccini con seriedad–. El fútbol no es un deporte físico”. Los Oakland A llegaron a la misma conclusión respecto del béisbol. En el libro Moneyball, Michael Lewis explica que los A contrataron a los gordos que ningún otro equipo quería. “Ninguno de ellos podía ganarle al vendedor de hot-dogs en una carrera de 60 yardas.” Pero, como advirtieron los A, eso no les impedía acertarle a la pelota. Lewis concluye: “Los rollos son algo que no tiene ninguna importancia para alguien que juega a la pelota”. Por cierto que los rollos no le impidieron jugar a Ronaldo. El laboratorio del Milan, después de medir todo lo que es medible en el fútbol, concluyó que la cualidad clave para el juego no era el porcentaje de grasa corporal, sino la “percepción sensorial”: la capacidad de evaluar el campo de juego en un instante. “Ronaldo –dice el director del laboratorio, Jean Pierre Meersseman– puede percibir con tanta rapidez una situación y reaccionar ante ella, que resulta sorprendente”. Es por eso que los hinchas de su club favorito, Flamengo, están recurriendo a la magia negra para castigarlo por haberse ido al Corinthians. El tipo es algo mejor que un atleta. Es alguien que juega a la pelota. © LA NACION Traducción de Mirta Rosenberg