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2 Lewis, C. S., “Giving all to Christ,” Devotional Classics. (“Dándolo todo a Cristo” Devocionales Clásicos.) Richard J. FOSTER AND james Bryan Smith eds.
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A Menos Que Artículo escrito por: Bill Lawrence

Él era un seminarista de veinte y tantos años, lleno de entusiasmo e inocencia. El Dios del universo lo había llamado – a él – para guiar a su pueblo. Ahora, él tenía la oportunidad más grandiosa posible. Para pagar sus estudios en el seminario, trabajaba haciendo tutorías cuando se le pedía ayudar a los hijos de un bien conocido líder. Ahora él estaría regularmente en la casa del líder, quizá dos o tres veces por semana, conociendo a su esposa e hijos, viendo a este líder con su familia, aprendiendo cómo ser un guía en el hogar y en la vida. Llegar a conocer a un gran líder de manera tan cerca y personal - ¡qué bendición! Sí, tan cerca y personal – tan cerca y personalmente como fuera posible. Pero ahora él se encontraba sentado en mi oficina, desilusionado, luchando con lo que él había visto en la casa del líder. “¿Qué puedo hacer Dr. Lawrence? No importa cuando esté ahí – en la tarde, a la hora de la cena, por la noche o en los fines de semana – él nunca está en casa. Su esposa e hijos están sufriendo y no tengo idea de lo que deba hacer.” ¿Qué es lo que un seminarista de veinte y tantos años puede hacer ante un famoso líder de casi cincuenta años? Él no sabía, pero acababa de conocer a su primer todopoderosolíder cristiano. Luego vinieron los adulterios, adulterios en serie, de los cuales tenía conocimiento la junta directiva, pero nunca actuaron al respecto. ¿Cómo podría un seminarista de veinte y tantos años ir en contra de un directivo de casi cincuenta? Este líder era demasiado exitoso para pedirle cuentas, tan importante para el éxito del ministerio, que no podía despedírsele. Así pensaban sus directivos, de la misma manera que piensan muchas juntas directivas alrededor del mundo. Nada de esto debería sorprendernos. Dondequiera que vayan en el mundo, encontrarán líderes cristianos poderosos, que se disfrazan como humildes siervos del Señor. Afirman estar comprometidos en dirigir para Dios y hacer una diferencia en el mundo, y muchos lo hacen – por un poco de tiempo. No todos se ven envueltos en la inmoralidad, pero todos persiguen el poder personal, el éxito y el control. Nadie les invita a rendir cuentas. Todos ellos hablan bíblicamente, pero dirigen culturalmente. Se parecen a otros líderes a su alrededor, excepto que ellos dirigen en el nombre de Jesús. Ya sea que dirijan iglesias, negocios, política o educación, se miden a sí mismos exactamente de la misma manera que lo hacen otros líderes: por números. En los negocios mantienen un puntaje de cuánto dinero hacen. En la iglesia ellos también mantienen un puntaje, excepto que no es la cantidad de dinero lo que cuenta, sino el número de gente que viene a oírlos predicar. De cualquier forma, ellos son líderes conformados culturalmente quienes aseguran estar comprometidos con Cristo. Son guiados por un deseo de poder, así como por el miedo de que nunca lleguen a obtener el poder que buscan desesperadamente – o por la pérdida del poder que ya tienen. Así que luchan para hacer todo lo que puedan por mantener el control. Esto los hace invulnerables, idólatras inaccesibles. ¿Por qué idólatras? Porque cuando utilizan el poder para tomar el control, se colocan a sí mismos en el lugar de Dios, como los gobernantes soberanos de su propio pequeño universo. Eso es idolatría.

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Los líderes poderosos tienen un terrible temor a fallar, porque nada es más atemorizante para ellos que la idea de fracasar. Son llevados a esto, porque piensan que lo que logren, los va a hacer ese alguien que siempre anhelaron ser. Ellos harán cualquier cosa que puedan por conseguirlo: asisten a conferencias de liderazgo, trabajan sobre sus habilidades de liderazgo, desarrollan su visión – hacen de todo, y todo esto está bien. Pero tienen un problema. Eso no funciona. Bueno, funciona algo, pero no logra hacer lo que esperan que haga. Así que los líderes cristianos poderosos terminan confundidos. Están edificando su liderazgo sobre principios bíblicos; son honestos, oran, ofrendan dinero a las causas cristianas, están predicando la Palabra de Dios, y sin embargo, nada de eso parece funcionarles. Continúan siendo tan impotentes y temerosos como siempre y más que nunca buscan controlar, porque se sienten tan afuera de control. ¿Qué más pueden hacer? Así que se vuelven hacia los líderes que admiran y siguen sus fórmulas, fórmulas que siempre atraerán el poder y el control. Ese es el desperfecto fatal en su pensamiento. Ellos equiparan la vida con el éxito, el significado con el poder, y el poder con el control. Pero el control solo puede producir muerte. Henri Nouwen pregunta, ¿por qué el poder es siempre tan tentador para los líderes? Su respuesta es esta: Es más fácil ser “dios” que amar a Dios; controlar a la gente, que amar a la gente.1 Y puesto que ellos son “dios,” hacen con su poder, lo mismo que Dios hace con el suyo: utilizan a sus seguidores para su gloria. Desde luego, hay una absoluta diferencia entre ellos y Dios. Cuando Dios utiliza a sus seguidores para su gloria, Él los ama, los edifica, y los libera para ser ellos mismos. Cuando los líderes poderosos usan a sus seguidores para su gloria, ellos únicamente los utilizan. El problema con cada líder poderoso en el mundo – hombre o mujer de negocios, político, pastor, líder de la iglesia, o misionero – es su punto de partida. Comienzan con el exterior y cubren el interior. Eso es exactamente lo que el liderazgo representa para ellos: una forma de cubrir su interior, mediante la decoración del exterior con logros auto-afirmantes. Cristo comienza exactamente en el lugar opuesto: en el interior. El liderazgo a semejanza de Cristo, es de adentro hacia afuera, y esa es la clase más atemorizante que existe. Nuestros temores se harán realidad si comenzamos donde Él comienza. Tendremos que ceder el control. Tendremos que volvernos impotentes. Tendremos que volvernos vulnerables. Tendremos que morir. Tendremos que volvernos de la idolatría. Él comunicaba su voluntad con cada palabra, cuando nos llamó a negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz, y seguirlo. Pero el vivir de esta manera no es algo que se produzca naturalmente en nosotros. Como observa C.S. Lewis: antes de hacernos cristianos, nuestro punto de partida era nuestro “ser ordinario” y estábamos “esperando que cuando todas las demandas fueran satisfechas, el pobre ser natural aún tendría alguna oportunidad de seguir con su propia vida y hacer lo que le agradaba.” 2 Y yo agrego, conseguir lo que deseaba: seguridad 1

Nowen, Henry. In the Name of Jesus (En el Nombre de Jesús) New York: The Crossroads Publishing Company, 1993. P.59

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Lewis, C. S., “Giving all to Christ,” Devotional Classics. (“Dándolo todo a Cristo” Devocionales Clásicos.) Richard J. FOSTER AND james Bryan Smith eds. (San Francisco: HarperSanFrancisco, 1989), pp.8-9.

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certidumbre y éxito bajo sus propios términos. Cuando esto no resulta, el ser natural se frustra y se encoleriza más y más. El ser natural – la carne – es el punto de partida para todos los líderes poderosos. Esto explica el porqué virtualmente todos los líderes cristianos poderosos son hombres y mujeres coléricos. Cristo no trabaja a través del ser natural. El nos llama a negar al ser natural y a cederle todo a Él. Como lo explica Lewis, Cristo dice: “Te necesito. No he venido para atormentar tu ser natural, sino a matarlo . . . a cambio, Yo te daré un nuevo ser. De hecho, Yo te daré a Mí Mismo . . . ” Los líderes cristianos poderosos luchan con esto. Lewis observa, “Lo más tremendo, la cosa casi imposible, es entregar todo tu ser – todos tus deseos y previsiones – a Cristo” Lo que tratamos de hacer “es conservar nuestra felicidad personal como nuestra gran aspiración en la vida, y sin embargo, al mismo tiempo ser ‘buenos.’ Todos tratamos de dejar que nuestra mente y corazón hagan lo que deseen - centrándose en el dinero o el placer o la ambición – y esperando, a pesar de esto, comportarnos honesta, casta y humildemente.” Pero Cristo no se complace en ello. “Cuando Él dijo, ‘Sed perfectos’ hablaba en serio. Una manera en que Jesús resumió el sermón del monte, fue diciendo, “Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto.” (Mt. 5:48 NVI). Y Él quería decir exactamente lo que dijo. ¡Sean perfectos! Lo que los líderes cristianos poderosos están buscando hacer es ser perfectos, pero bajo sus términos, y eso es por lo que sus esfuerzos no funcionan.

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