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28 dic. 2005 - El miércoles, el delegado del Consejo Escolar, Oscar Cifuentes, le informó a la comunidad educativa que hoy se firmará el contrato para iniciar ...
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Argentina Centro de Medios Independientes (( i )) El artículo original está en http://argentina.indymedia.org/news/2005/12/362132.php Imprimir comentarios. Un estudiante mapuche se negó a ser abanderado Por Infobae - Wednesday, Dec. 28, 2005 at 6:07 AM En un colegio de la localidad rionegrina de Allen, cuestionó el protocolo escolar por ser "nacionalista" y señaló ademas que no se siente totalmente representado por la bandera El episodio se originó en un Colegio CEM 66, durante el acto de cierre del ciclo lectivo cuando un estudiante de origen mapuche fue elegido para ser el abanderado de la institución. Emanuel Corihuala, cursa el 5º año en Allen y decidió renunciar a recibir la bandera porque si bien respeta este símbolo argentino, no se ve representado en él. "Yo soy mapuche y lo único que pedí fue que se respetaran mis derechos, para favorecer una convivencia intercultural, pero hoy se ve que esto es muy difícil de entender por todos", comentó el joven al diario "Río Negro". Corihuala reunía las mejores condicione para convertirse en el nuevo abanderado, y aceptó bajo la condición de que también estuviera presente en el acto escolar la bandera del pueblo mapuche. Luego de realizarse diversas notas explicando el tema, desde la dirección del CEM 66, se logró el aval del Consejo Provincial de Educación. Cuando iba a concretarse el cambio de banderas, cambió de rumbo sorpresivamente cuando conoció una frase que debía pronunciar El estudiante explicó se opuso porque es una frase sumamente nacionalista, y viene de una resolución que era de la dictadura militar" La palabras que debía pronunciar giraban en torno a recibir "con honor y respeto el estandarte de la patria" y "respetarlo con amor, fe, orgullo y patriotismo". La directora del CEM 66, Norma Reinoso, explicó que forma parte del acto protocolar y confirmó que emana de una resolución surgida en la época de la dictadura militar. Sin embargo, opinó que "en esa frase no hay ninguna ofensa". Pese a todo, agregó Reinoso, "nosotros respetamos su decisión y él tuvo la posibilidad de expresarse ante la comunidad educativa". www.infobae.com/notas/nota.php?Idx=229688&IdxSeccion=150803

Caso judicial en una comunidad wichí

Un caso judicial suscitado en una comunidad wichí de la provincia de Salta generó un debate académico, jurídico y ético. En 2005 un hombre de 28 años, miembro de una población de esa etnia próxima a Tartagal, fue detenido, acusado de la violación de su hijastra, una chica de menos de 13 años que estaba embarazada. A mediados de 2005, la directora de la escuela, a la que concurría Estela Tejerina, denunció que la niña se hallaba embarazada de su padrastro, llamado José Fabián Ruiz o, según el nombre wichí, Qa´tu. Este, a su vez, convivía con Teodora Tejerina, madre de Estela, en la comunidad wichí Hoktek T´oi, de Lapacho Mocho, a 18 kilómetros de Tartagal, provincia de Salta. Qa´tu fue detenido por “violación calificada y abuso con acceso carnal”. Permaneció preso siete años y medio, hasta julio de 2012, cuando fue excarcelado sin perjuicio de la sustanciación del juicio oral, que sin embargo quedó postergado sin fecha. Según podemos reconstruir recurriendo al expediente judicial (Expte. N° 28526/06) y las crónicas de Página 12 (13/10/2006, 2/7/2007, 7/12/2007), en junio de 2005 la madre de una niña wichí, de la comunidad e Hoktek T´oi (Lapacho Mocho), a 18 kilómetros de Tartagal, en la provincia de Salta, denuncia que su concubino (en el expediente judicial dice ex concubino, ya que el referente Miranda en su exposición ante la justicia afirmó que la pareja se había separado en diciembre de 2004) de 28 años había abusado de su hija de 9 años, que estaba embarazada de 36 semanas. Ella siempre afirmó que su hija en realidad tenía 11 años en ese momento, y no los 9 que delataba su documento de identidad. El juez de Tartagal ordenó la detención de este hombre, llamado Fabián Ruiz, conocido como Qa´tu. Teodora Tejerina denunció el hecho en la Fiscalía Penal N° 2 del Distrito Judicial Norte, luego de que la maestra de la pequeña notara el embarazo y le preguntara a la mujer sobre su origen. Teodora señaló a Ruiz, su concubino e hijo del chamán de la comunidad, como autor de la violación de su hija. En el expediente judicial consta un acta labrada por el fiscal en lo penal N° 2, donde se consigna que la mujer afirmó que fue amenazada por Roque Miranda, cacique de su comunidad, quien le dijo que si denunciaba a Ruiz ella también quedaría presa y que la sacaría de la comunidad. Tejerina agregó que se sentía atemorizada por la denuncia que estaba haciendo, pero que temía que su ex concubino “les haga lo mismo a sus otras hijas”. La acompañó a radicar la denuncia la directora de la Escuela Paraje Km. 14 N° 4744, Dora Elena Carrizo, adonde concurría la niña. A la semana que la niña diera a luz, la madre, que había denunciado el hecho, y algunos miembros de la comunidad, pidieron la libertad del abusador, entre otras cosas alegando que la mujer había sido influenciada por la maestra del colegio al que asistía la niña, a hacer la denuncia. También se manifestaron en la escuela del lugar, logrando la remoción de la directora. La Corte Suprema Provincial, que justificó su decisión (de anulación del fallo), con excepción de una jueza, adujo que las pautas culturales de la comunidad wichí conforman un modo de vida conocido como “matrimonio privignático” (matrimonio de un hombre tanto con la madre como con la hija) y que el acusado no tuvo conciencia del incumplimiento de norma jurídica alguna. Después del fallo de la corte provincial, el Juez de Instrucción Formal N° 2 de Tartagal resuelve procesar nuevamente a Ruiz por el mismo delito que fuera procesado anteriormente, y permaneció detenido hasta el año 2012.

La Región

Los estudiantes del CET 22 de Cipolletti decidieron una movilización para hoy.

Alumnos del CET 22 mantienen la sentada CIPOLLETTI (AC).- Los padres de los alumnos que concurren al Centro de Educación Técnica 22 presentaron ayer un recurso de amparo por las obras que aún restan concretar. Mientras tanto, los alumnos continuaron con la sentada para reclamar mejores condiciones edilicias y educativas y decidieron hoy movilizarse hasta la plaza San Martín donde realizarán una volanteada para informar a la comunidad sobre sus necesidades. La medida de los estudiantes que implica la suspensión de clases, comenzó el miércoles después del fin de semana largo. Esperaban que el gobierno hubiese dado inicio a la construcción de las cuatro aulas prometidas, que es el mínimo que se necesitan para poder tener clases con mayor comodidad. Cuando se enteraron que ni siquiera se había firmado el contrato consideraron la situación como "una tomada de pelo" y decidieron iniciar la sentada. El CET 22 fue el último industrial que se creó en Cipolletti y siempre tuvo déficit de espacio. Actualmente, los 297 alumnos, divididos en 12 secciones, cursan en aulas que les presta el CEM 15 (comparten el mismo predio) y en el edificio donde antes funcionó el jardín 14, en el centro de la ciudad. Además, los talleres que se construyeron en la sede de la escuela ubicada en el barrio San Lorenzo no cuentan con baños y tampoco tienen elementos suficientes para las prácticas de los estudiantes más avanzados. Uno de los padres consultados explicó que ayer presentaron el recurso de amparo ante el juez Edgardo Albrieu que convocó a las partes a una reunión, el lunes, a las 9.30, en el establecimiento. Allí evaluará la situación y definirá qué medidas se deben seguir. El miércoles, el delegado del Consejo Escolar, Oscar Cifuentes, le informó a la comunidad educativa que hoy se firmará el contrato para iniciar la construcción de las aulas, aunque la noticia no conformó a los adolescentes que dijeron estar cansados de promesas que no se cumplen.

Psicología|Jueves, 4 de noviembre de 2004 SOBRE LA DESTITUCION DE LA INFANCIA

Frágil el niño, frágil el adulto Destituidas las instituciones que fundaban la infancia, sólo quedan los chicos: y el trabajo de vincularse con ellos es “casi artesanal, y seguramente angustiante”, según este ensayo que integra la brillante herencia intelectual de Ignacio Lewkowicz. Por Ignacio Lewkowicz Toda institución se sostiene en una serie de supuestos. Por ejemplo, la institución escolar necesita suponer que el alumno llega a la escuela bien alimentado; la institución universitaria necesita suponer que el estudiante llega sabiendo leer y escribir. En definitiva, las instituciones necesitan suponer unas marcas previas. Ocurre que las instituciones presuponen para cada caso un tipo de sujeto que no es precisamente el que llega. Siempre ocurrió que lo esperado difiere de lo que se presenta, pero hubo un tiempo histórico en que la distancia entre la suposición y la presencia era transitable, tolerable, posible. No parece ser nuestra situación. Hoy, la distancia entre lo supuesto y lo que se presenta es abismal. Por su conformación misma, la institución no puede más que suponer el tipo subjetivo que la va a habitar; pero actualmente la lógica social no entrega esa materia humana en las condiciones supuestas por la institución. En estas condiciones es estratégico distinguir entre las instituciones y sus agentes. Lo que la institución no puede el agente institucional lo inventa; lo que la institución ya no puede suponer el agente institucional lo agrega. Como resultado de esta dinámica, los agentes quedan afectados y se ven obligados a inventar una serie de operaciones para habitar las situaciones institucionales. Si el agente no configura activamente esas operaciones, las situaciones se vuelven inhabitables. ¿Qué posibilidades tienen los agentes para, una vez desmontados los supuestos institucionales, instalar una subjetividad capaz de habitar las situaciones? Hace algún tiempo, a partir de varias experiencias, construimos una metáfora para nombrar situaciones en que la subjetividad supuesta para habitarlas no está forjada: la metáfora del galpón. Un galpón es un recinto a cuya materialidad no le suponemos dignidad simbólica. La metáfora del galpón nos permite nombrar una aglomeración de materia humana sin una tarea compartida, sin una significación colectiva, sin una subjetividad capaz común. Un galpón es lo que queda de la institución cuando no hay sentido institucional: los ladrillos y un reglamento que está ahí, pero no se sabe si ordena algo en el interior de esa materialidad. En definitiva, materia humana con algunas rutinas y el resto a ser inventado por los agentes. Así como en tiempos del Estado-nación pasábamos de institución en institución, hoy, en ausencia de marco institucional previo, se permanece en el galpón hasta que no se configura activamente una situación. Pero eso ya no depende de las instituciones sino de sus agentes. El libro Chicos en banda, de Cristina Corea y Silvia Duschatzky, fue escrito a partir de una investigación en escuelas marginales de Córdoba, durante la cual fueron apareciendo situaciones a las que era difícil dar sentido desde los supuestos institucionales. Detengámonos en una de ellas para pensar las operaciones en clave de invención. En una escuela primaria aparece un problema: muchos chicos van armados a la escuela. De algún modo, el problema presenta una condición impensable para la lógica institucional escolar: la condición armado es incompatible con la condición alumno. Pero el asunto no termina aquí: en el entorno de la escuela en cuestión, ir armado es una de las pocas maneras que tienen estos chicos de llegar enteros a la escuela. No es que el chico entra armado a la escuela para trasgredir el reglamento o para provocar algo, sino porque él está armado: el chico no va armado a la escuela, va a todos lados así, y las paredes de la escuela no establecen ninguna diferencia. Las paredes de esa escuela no establecen un interior, por eso es pertinente partir de pensarlas como paredes de un galpón.

Los chicos se presentan armados, ¿qué se hace con eso? Armado y alumno son incompatibles, pero sin la condición de armado el alumno quizás no llega a la escuela. La operación capaz de instalar algo de escuela en esas condiciones necesita desarmar a los niños, aunque sea durante su permanencia en el edificio escuela. Entonces aparece una posibilidad: poner un mueble, un armero para que los chicos dejen las armas al entrar y las retiren al salir. Esta operación es muy problemática desde cualquier punto de vista; sin embargo, configura un interior de la escuela. Según la investigación, esta escuela se funda desde el armero y no desde los programas. La posibilidad de que haya escuela no se funda desde el reglamento o la currícula, sino desde esta operación que distingue un interior de un exterior. La escuela no está instituida por sí misma ni tiene potencia para generar la subjetividad capaz de habitarla. Pero, a partir de aquí y como resultado de esa intervención armero, se plantea otro problema: ¿la escuela no se hace responsable de los chicos afuera? Bien podría aparecer un periodista y preguntarle al director: “¿Es cierto que usted reparte a la salida armas a los chicos?”. Gran problema. Estamos frente a un ejemplo de destitución, pero también de instalación sobre los restos del naufragio de las instituciones productoras de la infancia. Ante este tipo de intervenciones, surgen nuevos problemas. Ahora bien, bajos los efectos de estas situaciones, es muy difícil empezar a pensar en clave de dada esta situación y no de supuesta una situación. Sin duda no se trata de repartir armas a la salida de las escuelas. El asunto es que, en una situación, se configura una operación que permite habitarla o emerge una suposición que impide habitar. Gran diferencia subjetiva para docentes, padres y todas las figuras de trabajo en torno de la niñez. En definitiva, la disposición puede ser: ¿suponemos una institución o leemos una situación? Son dos mundos distintos, bien distintos. Si suponemos cómo debería ser una escuela, no logramos pensar nada de lo que hay o de lo que puede haber. Si partimos de una situación dada, ahí podemos empezar a pensar –con lo que tiene de indeterminada la tarea de pensar. En la modernidad, la usina práctica fundamental de producción de subjetividad era el Estado, metainstitución que albergaba, conectaba y volvía compatibles las diversas instituciones. Y la subjetividad que producía el Estado era la del ciudadano. Entonces, el ciudadano es una realidad propia de una época histórica. Ahora, ¿qué es el ciudadano? El pueblo se compone de ciudadanos; el ciudadano es el átomo del pueblo. Y el pueblo es soberano; o más precisamente: de él emana la soberanía, pero no reside en él. La Constitución argentina es bien clara: “El pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes”. La soberanía emana del pueblo, pero no reside en el pueblo, sino en los representantes. El ciudadano es un sujeto capaz de hacerse representar. Y por eso necesita ser sujeto de conciencia. Pero para forjar un ciudadano se parte de un niño. Y el supuesto educativo de los Estados nacionales es que el niño es fundamentalmente inocencia y fragilidad, aunque a veces no parezca que así sea; y esa inocencia y fragilidad de los niños requiere amparo –por la fragilidad– y educación –por la inocencia–. No es aún un sujeto de la conciencia; no es aún un ciudadano. La infancia como institución –no los chicos, sino la infancia como institución–, como representación, como saber, como suposición, como teoría, es producto de dos instituciones modernas y estatales destinadas a producir ciudadanos en tanto que sujetos de la conciencia: la escuela y la familia. La familia instaura en el niño el principio de legalidad a través del padre, que encarna la ley, y luego transfiere hacia la escuela la continuidad de la labor formativa. La escuela es el aparato productor de conciencia que, según la consigna de Sarmiento, consiste en educar al soberano. Para ser soberano hay que estar en pleno ejercicio de la conciencia y las instituciones son productoras de ese sujeto de la conciencia. Por supuesto que, a la sombra de ese proceso, generan el inconsciente; pero no es ése el proyecto. El proyecto es generar un sujeto consciente. La escuela y la familia instituyen la figura del infante: un futuro ciudadano inocente y frágil, que aún no es sujeto de la conciencia y que tiene que ser tutelado pues ahí, en el origen, está contenido el desarrollo posterior. (…) * Conferencia en el Hospital Posadas, 18 de septiembre de 2002; incluida en Pedagogía del aburrido, de próxima aparición (Ed. Paidós). Lewkowicz falleció el 4 de abril pasado, a los 43 años.

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